Capítulo IX: "El huracán ha tocado tierra"

"Poned atención: un corazón solitario no es un corazón."

—Antonio Machado


Cronos abrió los ojos lentamente, se sentía mareado, cansado, su visión no era buena. ¿Cómo podía sucederle siendo vampiro? Se incorporó con esa horrible sensación. Estaba en su cama, en su habitación.¿Cómo había llegado?

Zeal... Discutió con Zeal... ¡Maldito hijo de perra!

Él lo había hecho perder el conocimiento. Zeal había bebido de él hasta que se desmayó. ¡Ese! ¡Ese...!

Se intentó poner de pie, se tambaleó. No recordaba haberse sentido tan mal en su vida, pero ninguna sensación era equiparable a la sed que sintió. Quemaba su garganta, su respiración era dificultosa, cayó de rodillas, con la manos en el pecho, jadeando. Sus pensamientos no eran claros, se mezclaban, las ideas se escapaban de su cabeza como arena entre sus dedos.

Intentó ponerse de pie sosteniéndose de algún mueble de la habitación, se asió de la cómoda tirando todo lo que había encima volviendo a caer. Cayó boca arriba hiperventilado, el mundo daba vueltas.

¿Cuánto tiempo llevaba sin alimentarse para verse en ese estado?

La puerta se abrió lentamente, mas no la escuchó sus sentidos estaban embotados.

— Que bueno que despiertas. Estaba empezando a preocuparme.

Zeal, el olor de la sangre de Zeal lo hizo despertar de golpe, se levantó de un salto como si su espalda tuviera resortes y se lanzó contra él. Zeal lo detuvo sosteniéndolo por los hombros.

—No caigas en la locura mi hermoso.

Aún dentro del océano de confusión en que se hallaba Cronos pudo escuchar la voz de Zeal, llegó a él difusa como la tenue luz a través de una espesa niebla.

Zeal entonces lo acercó a su cuello, Cronos mordió violentamente, succionaba con avidez, con glotonería, llenándose. Con cada sorbo de sangre se tranquilizaba, su conciencia volvía lentamente, como cuando se despierta de un sueño profundo.

Zeal se había alimentado por dos, por tres en esos dos días que Cronos pasó inconsciente. Cuando no despertó la noche siguiente de su pelea, el milenario vampiro no se preocupó, pero cuando pasaron dos días y no despertaba sentía una pequeña preocupación. Pequeña porque dentro de sí sabía que Cronos no caería en la locura, sabía que su sangre era lo suficientemente poderosa para detenerlo al borde del abismo.

Cronos se separó del cuello de Zeal por la necesidad de aire, había bebido sin siquiera respirar.

Zeal lo tomó por el mentón y apreció que sus ojos brillaban como esmeraldas bajo el sol, esto lo hizo sonreír, temía ver sus ojos apagados, vacíos.
Acarició sus mejillas que ahora estaban rojizas, delineó sus labios con el pulgar. Cronos cerró los ojos ante el tacto de Zeal, aún se encontraba en las alturas del éxtasis de la sangre.

—¿Cómo te sientes?- preguntó Zeal

Como respuesta Cronos mordió el pulgar de Zeal, pasó su lengua lamiendo la sangre que brotó de este mientras lo miraba con un brillo diabólico en los ojos.Esa actitud era justamente lo que a Zeal le atraía de Cronos, esa sensualidad, esa irreverencia.

— ¿Cuanto tiempo llevo dormido?— preguntó quitándose la camiseta.

—Dos días.

Cronos no reaccionó a esto, no le hubiera extrañado que hubiera pasado una semana. Terminó de desvestirse y entró al baño. Zeal se quedó afuera con la cabeza recostada de la puerta, mientras escuchaba el agua caer.

Cronos salió luego de un rato, Zeal se quitó de la puerta, se sentó en la cama admirando la belleza de Cronos. Este chico se empezó a vestir sin mediar palabra.

—Cronos...

—Has de estar conforme—dijo Cronos —Me tuviste de prisionero estos días.

Zeal solo suspiró.

—Yo... Lo lamento— dijo en baja voz.

Cronos no respondió. Las palabras estaban de mas en esa situación. 

†††

Verano 1998
San Petersburgo, Rusia

La casa le gustó, no podía negar que el desgraciado tenía muy buen gusto, un poco lúgubre, pero aún así muy elegante.
La casa era inmensa, un gigantesco castillo, imposible de recorrer en una noche. La sala donde ella estaba poseía ventanales desde el techo hasta el suelo, cubiertos de cortinas negras, esto le agradó y le pareció ingenioso. Los muebles antiguos y muy bien conservados, tapizados de terciopelo verde oscuro, la casa estaba muy bien decorada manteniendo el estilo antiguo, los candelabros de plata labrada, un gran chandelier de miles de lágrimas pendía del techo... Todo tan elegante... Todo tan opulento.

Tal vez después de todo no fue tan mala idea acompañarlo a Rusia. Fue tan raro cuando él apareció en esa habitación de hotel que pensó que alucinaba...

París, Francia

Era una lujosa habitación de hotel, el hombre de la cama estaba expectante ante el voluptuoso cuerpo de la chica.
La joven tenía puesto un negligee rojo de encaje anudado con una fina cinta, tenía un lazo en el corpiño y una tanga del mismo material. Su pelo negro largo llegaba a su espalda, sus ojos eran azules, grandes, vivos y astutos, sus labios llenos sensuales pintados de un rojo intenso.

La chica gateo hasta quedar entre las piernas del hombre.

—Tus amigos no aguantaron—dijo la chica señalando con la cabeza a dos hombres que yacían "dormidos" en los sillones.

—Yo tengo más aguante.— dijo el hombre mirándola.

Ella se incorporó un poco, el hombre se agachó, fundieron sus labios en un beso.

—Vaya ha esto te has estado dedicando— esa voz la hizo tensarse, era la última persona que quería ver.

El hombre también se asustó al escuchar la voz.

—¿Qué quieres?— preguntó ella poniéndose de pie.

—¿Así saludas a tu creador?

El ser salió de las sombras, una figura alta de vibrantes ojos dorados.

—¿Quién es él? ¿De dónde salió?— preguntó el hombre visiblemente asustado.

Artemis camino hasta uno de los sillones, empujó el cuerpo del hombre que lo ocupaba y este cayó al suelo quedando en un extraño ángulo.

—¿Esta... M.. muer... ?—intentaba preguntar el hombre.

Artemis se inclinó hacia adelante tomó el cadáver halandolo por el pelo.

—Sí, está muerto sin lugar a dudas.

El hombre abrió los ojos desmesuradamente.

—¡Oh por Dios!

—¿Artemis a qué has venido?— preguntó cruzándose de brazos. — ¿Te sorprendió saber que seguía con vida?

—Honestamente sí, no pensé que lo lograrías.

—Me dejaste sola luego de que me dieras tu sangre. ¡Ni siquiera te quedaste a ver si se completaba la transformación!

El hombre que aún estaba sentado en la cama se hallaba paralizado del miedo, su mirada vagaba de Artemis a la joven. Ese muchacho que acaba de entrar lo llenaba de miedo, un miedo profundo que no podía identificar.

Artemis se puso de pie, caminó hasta el otro sillón donde se hallaba el otro cadáver, lo empujó con un pie haciéndolo caer.

—Vaya que te alimentas bien.

Esto hizo al hombre reaccionar, se levantó de la cama, caminó sigilosamente hacia la puerta. Sintió cómo su cuerpo se paralizaba, no podía dar un paso más.

—No podemos dejar que te vayas—dijo Artemis sus ojos brillaban peligrosamente. Hizo girar al hombre hasta tenerlo frente a él.—No después de lo que has visto.

Lágrimas cálidas escaparon de sus ojos.

—Por favor... No diré nada lo juro.

—¡Shhsh! No llores, ni siquiera sabes porque deberías estar asustado.

—Déjalo Artemis.— dijo Isabelle con voz cansada.

—No podemos Isabelle.

Artemis hizo caer al hombre en la cama.

—Que sepa de qué se trata todo esto.

Artemis se puso detrás de Isabelle, acarició el cuerpo de la muchacha.

—Eres muy mala no les das ni un poquito de esto antes de matarlos—dijo mientras soltaba el lazo del corpiño del negligee liberando sus grandes pechos los cuales acarició, luego mordió su cuello dejando escurrir sangre por el cuello de la chica.

El horror absoluto se apoderó de él, un miedo olvidado como las pesadillas infantiles lo cubrió. De los monstruos de su infancia una figura tomó forma, por más imposible que pareciera estaba frente al mito hecho carne. Una palabra, un monstruo: «vampiro»

—Les juro que no hablaré, por favor... — el hombre lloraba.

—Déjalo ir Artemis. No soporto verlo rogar por su vida.

—Imposible.

El hombre luchaba contra el control de Artemis, pero era imposible.

Artemis soltó a Isabelle se acercó al hombre, lo levantó por el cuello, el vampiro tenía una risa malévola en sus labios, la mirada del hombre enloquecida de terror. Entonces el vampiro mordió, tan violentamente que arrancó un pedazo de su cuello. Isabelle se sintió atraída por la sangre, se acercó a participar en esa cruenta muerte.  El rostro de Isabelle se llenó de sangre, Artemis la beso, terminó de quitarle el negligee, rompió sus bragas de encaje.
El hombre aún agonizaba en el suelo manando sangre. Artemis se acercó a él, levantó el cuerpo nuevamente con un movimiento rápido le arrancó el corazón.

Isabelle vió ese órgano aún palpitante en la mano de Artemis quien lo miraba con cierta fascinación. Dentro de ella, la parte humana que aún estaba viva ,se horrorizaba ante tal visión, mas la vampiresa estaba deslumbrada por la sangre que manaba de esa víscera viviente.

Artemis presionó el corazón contra los labios de Isabelle, ella por impulsó lo mordió. Fue la sensación más gratificante de su vida. Artemis también mordió el corazón, comiéndolo, la besó vorazmente acostandola en el piso, abriéndole las piernas, con su mano sangrienta deshizo sus pantalones, tomó su miembro despierto en su mano derecha y la penetró como cazaba: Sin misericordia, cada vez más duro, cada vez más profundo, cada vez más fuerte. Ella respondía con frenesí, con jadeos descontrolados, con frases entrecortadas, con gemidos desesperados. Al final; el clímax, por un instante ambos fueron un solo ser embargados de placer, pero ese instante de naturaleza efímera desapareció y nuevamente eran dos seres alejados, con espíritus distintos, con aspiraciones dispares, viajando por diferentes rumbos.

Después de el roce Isabelle se puso de pie, llenando la habitación de alcohol, regando cocaína en el baño, haciendo que pareciera la escena de un grupo muy salvaje de amigos drogados.

—Eso no va a ocultar lo que sucedió aquí—comentó Artemis mirándola divertido.

—¿Ya vas a decirme a qué viniste?— preguntó ella desde el baño donde se disponía a tomar una ducha.

— Tenía antojo de meretriz parisina—respondió aún tirado en el piso.

—Tu siempre tan galante.

Artemis se puso de pie, fue al baño para borrar las evidencias de su sanguinolentos actos.

—Es parte de mi encanto.

—Dudo que hayas venido de dónde sea que andabas para un rápido conmigo.

—Tienes razón vine porque tus habilidades de cortesana ayudarán a mi hijo con una situación que se presentará.

—¿Tu hijo?—preguntó ella saliendo de la ducha.

—Sí, mi hermoso hijo. Iremos a Rusia, partiremos esta noche.

—¿Que te hace pensar que iré contigo a Rusia?—preguntó ella poniéndose de pie frente a él.

Él la tomó violentamente por el mentón.

—Porque no tienes de otra. O vienes conmigo o destruyo ese bello rostro, belle.— dijo en tono amenazante.

Ella sabía que él era capaz de matarla, era muy poderoso y estaba desquiciado, así que asintió temerosa, maldiciendo internamente el momento en que sus caminos se cruzaron...

San Petersburgo, Rusia.

Ahora estaba sola en la gran mansión, Artemis había salido sin decirle nada, para él, ella era un mero instrumento. Suspirando salió al jardín pensando cómo sería el hijo de Artemis y sobretodo a qué se refería Artemis con que ella lo ayudaría.

†††

Zeal estaba modo complaciente con Cronos, lo que el muchacho quisiera el muchacho tendría. Se sentía mal por haberle hecho perder el conocimiento.

Cronos podría haberse aprovechado de Zeal, mas no lo hizo, estaba muy consternado por el proceder de Zeal para gozar de cualquier compensación que quisiera darle.
Zeal por lo general consentía a Cronos esto lo hacía sentir un poco extraño puesto que Cronos no estaba acostumbrado al cariño desde la muerte de sus padres. Este cariño confundía un poco a Cronos, porque lo hacía no entender los sentimientos de Zeal hacia él o el tipo de relación que tenían.

Cronos no estaba enamorado de Zeal, le gustaba y lo deseaba sexualmente porque con Zeal experimentaba cosas que no había sentido antes.

Cronos en su corta vida solo había tenido a Tsuki, el sexo con ella estaba bien, era sexo adolescente. En la casa de ella con miedo de ser descubiertos por sus padres, o en casa de Cronos, no con miedo de ser descubiertos, pero sí interrumpidos, también lo hacían en el cementerio y debajo de las gradas del campo de fútbol de la escuela.
Lo hacían porque se excitaban, porque las hormonas lo demandaban, porque los testículos se llenaban y dolían si no se descargaban, porque eran novios y eso se suponía que hicieran, era rápido, un poco tosco en su inexperiencia, servía para satisfacer una necesidad, pero no como un deleite para los sentidos, tampoco hacían el amor, solo tenían sexo.

Con Zeal todo era distinto, no hacían el amor, eso era cierto, pero sí que era un deleite para los sentidos.
Con Zeal podía tomarse su tiempo sin miedos, explorar su sexualidad, besar, chupar, lamer, lo que quisiera, por el tiempo que quisiera. Zeal era excelente, experimentado. ¿Y por qué no añadir que era hermoso?  Tenía buen cuerpo, una belleza sobrenatural y un porte elegante que lo cautivaba... Pero no era amor, no ese tipo de amor que Zeal sentía por Gio...

Gio ese era otro tema, el era la bandita que servía para tapar la herida que era Gio. ¿Y si algún día regresaba que pasaría con él?

Así que ese día pondría las cosas en claro con Zeal, debía saber, porque la posesividad de Zeal lo estaba ahogando y su cariño lo estaba confundiendo.

Estaban en la biblioteca cada uno inmerso en sus libros, aunque Cronos no avanzaba de la misma línea hacia una hora con las cavilaciones en las que andaba perdido. Su cabeza descansaba en las piernas de Zeal, este con una mano acariciaba su pelo con gesto ausente, con la otra sostenía el libro.

«Castiga exhausto el poste tosco y recto e insiste infausto que ha visto los espectros» La misma línea una y otra vez, cerró el libro.

—Zeal...

—¿Si mi hermoso?

—¿Me amas?

Esta pregunta lo atrapó con la guardia baja, no la esperaba estaba muy inmerso en la lectura de "El vampiro Armand" le llamaba mucho la atención como los humanos los retrataban y hasta ahora esa saga de libros era la más acertada. Cerró el libro dispuesto a mentirle.

—Yo... En realidad...

—No me mientas, puedo saber si lo haces por nuestra conexión.

Cronos se levantó de las piernas de Zeal sentó con las piernas cruzadas mirándolo, Zeal también se acomodó para quedar cara a cara.

— Sé que no me amas y está bien.

— No he dicho que no lo haga.

—Zeal, te gusto y me gustas, pero el deseo no es amor. Me siento libre de ser yo mismo contigo, me divierto, aprendo... El sexo es excelente— dijo esbozando una sonrisa. — Pero no nos amamos.

Zeal acarició su rostro.

—Mi hermoso.

— Sí y tú mi creador. Zeal no cuartees la libertad que siento a tu lado, no me perteneces ni yo a ti. Somos compañeros, somos libres para disfrutarnos... — se acercó y lo beso, un beso suave, saboreando su boca.

Zeal intensificó el beso devorando su boca, no había probado al chico en días y no lo iba a desperdiciar.

Verano 1998.
Londres, UK.

Abril no dejaba de pensar en la extraña aparición, no entendía que el espíritu quería de ella y esto la asustaba muchísimo.

Decidió investigar quién era la chica, se dirigió hacia la biblioteca, buscaría algún libro que hablara de fantasmas y espectros, una guía que los definiera y explicara como defenderse de ellos, tal vez hablar con uno de los eruditos de los que tanto abundaban entre los Lancaster.
Caminaba por el pasillo decorado de retratos de los miembros de la familia, había una mesa con varias fotos y por primera vez decidió reparar en ellos... Y la vió, allí estaba la joven, el espectro, solo que se veía viva, en la foto aparecía al lado de Sebastián y este sonreía, era una sonrisa genuina, se veía extraño y es que Abril jamás lo había visto sonreír. Ahora estaba más intrigada que asustada, cualquier persona que hiciera sonreír a Sebastián era digna de conocerse.

Avanzó hasta la biblioteca, como era de esperarse había muchas personas en ella estudiando. Abril buscó con la mirada a alguno con quién hubiera hablado y tuviera más confianza, vió a un chico de pelo castaño, joven, tenía diecisiete y era muy, muy inteligente, le hacía pensar en Cronos, por sus grandes ojos verdes, por su juventud, eran hasta de la misma estatura.
Abril se sentó en la misma mesa.

—Hola Archie ¿Cómo estás?— preguntó en voz baja.

—Bien—respondió el chico en el mismo tono.

Si bien no era una biblioteca pública habían varias personas estudiando por lo tanto todos hacían silencio.

—Hay algo que quiero preguntarte.

—Está bien, vayamos al jardín.

Salieron por las puertas de cristal que poseía la biblioteca a uno de los jardines laterales del castillo.
A ella le gustaban mucho los jardines del castillo, habían muchas flores sembradas en todos ellos lo que llenaba el aire de un encantador aroma.

Se sentaron en un banco de piedra uno al lado del otro.

—¿Y qué querías preguntarme?— preguntó el joven con una sonrisa.

—Archie... Ví una chica en una foto con Sebastián es más o menos de mi estatura, tiene ojos azules, el pelo largo como el mío... mientras la describía Abril fue consciente de lo mucho que se parecían.

—Debía de ser Lady Kathleen. Era la prometida de Sebastián, murió hace diez años, la asesinó un vampiro.

Abril podía entender el odio de Sebastián hacia esos seres, había perdido al amor de su vida por ellos.

—¿Por qué la pregunta?

No estaba tan decidida a contarle a alguien sobre su visión, pero Archie le inspiraba confianza.

—Creo que la ví—dijo suavemente.— En mi habitación la otra noche... Me asusté como nunca. Jamás había visto un fantasma.

Archie guardó silencio pensativo.

—Creerás que estoy loca.

—Peleamos contra vampiros, brujas, posesiones, no creo que estés loca. Solo me intriga que no haya aparecido antes. ¿Te dijo algo?

—Sí, algo sobre expiar pecados... Expiar sus pecados. No sé a qué se refería. ¿Tienes idea de a qué se refería?

El joven meneó la cabeza en gesto negativo.

—Pero supongo que podemos investigar.

Ella asintió.

—¿Podrías hacer el favor de mantener esto en secreto?

—Claro, pero... ¿Por qué?

—No sé cómo se sentiría Sebastián si sabe que su novia anda apareciendo por el castillo.

—No anda apareciendo por el castillo, se te apareció a ti.

—Aún así no quiero que lo sepa.

—Está bien, vamos adentro y empezamos nuestra investigación secreta. —dijo con una sonrisa de complicidad.

Ella le devolvió la sonrisa y ambos entraron.

†††

Verano 1998.
San Petersburgo, Rusia.

—Vayamos al bar.

Esa petición tan simple e imposible de negar, lo quería de buen humor, así que accedió.

El bar como siempre repleto de jóvenes y de vampiros, la música en vivo de una banda hacia vibrar el lugar. Cronos como de costumbre se dejó envolver por la atmósfera del lugar.

Se sentaron al área VIP, donde era más privado, allí Zeal se acomodó como rey en su trono, Cronos iba y venía de la pista de baile, cada vez que regresaba encontraba los brazos abiertos de Zeal, sus labios dispuestos.

Cuando la banda terminó de tocar Cronos volvió al área VIP, se sentó encima de Zeal, lo besó largamente, Zeal dejó correr sus manos por el cuerpo del joven, apretando sus glúteos, Zeal se apoderó del cuello de Cronos, el joven se alejó al sentir sus dientes rozar la piel.

—Voy por una bebida—dijo el joven.

Zeal lo dejó ir resignado.

Cronos ordenó dos whisky, mientras el barman servía los tragos la escucho.

—Hola chico titán.

Ivanna.

—Hola.

Y así comenzó la conversación, una que parecía muy casual. Zeal los veía desde donde se hallaba, sus ojos peligrosamente brillantes. No quería perderlo, pero si lo agobiaba también lo perdería, así que pensó ¿Por qué no dejarlo que jugara un poco? Tal vez si lo hacía una vez la olvidaría, tal vez si dejaba de ser prohibida perdería su encanto. No le parecía una mala idea, aunque moriría de celos...

Cronos se estaba divirtiendo con Ivanna, a veces parecía un poco loca y muy radical pero era divertida, inteligente e ingeniosa. Era muy diferente a las personas que había conocido, era muy diferente a Tsuki y aunque le atraía en cierta forma no producía en él esa fascinación que producía Zeal con ese misticismo que emanaba.

Zeal no podía despegar los ojos de ellos, pendiente a cada movimiento cada gesto, leyendo entre líneas, muriendo por dentro. La conversación llevaba horas, de vez en cuando se escuchaba la estridente, vulgar y desquiciada (según Zeal) carcajada de Ivanna. Zeal la observó con más detenimiento, era bonita, no hermosa, no tenía nada especial en ella, no poseía esa belleza excepcional que llama la atención, lo único destacable era su pelo rojo, intenso como una llama.

En la antigüedad los pelirrojos eran considerados de mala suerte, se les acusaba de brujería y en general eran rechazados. Zeal empezaba a inclinarse por esa idea pero recordaba a su amado Philippe y no podía aceptarlo por completo.
Philippe, el amor más dulce, más grande, más puro, el amor que regresó a él, en forma de su ángel... su Gio.

Zeal se sentía solo, inmensamente solo y desdichado, había creado a Cronos para paliar los doscientos años de falta, de relaciones fugaces, más no parecía haberlo logrado.

Su soledad hizo que sus pensamientos vagaran hasta Gio, su hermoso, su ángel, su amante inmortal.

Zeal creo a Giovanni para él, desde que lo vió aquella vez en Milán se dijo a sí mismo:  "tú muchacho hermoso serás mío." Y lo fue. Zeal lo moldeó a su gusto, lo inició en el homoerotismo y Gio se volvió un experto en el arte del placer, de darle placer a Zeal, a quien llamaba su príncipe. Lo incitaba sin proponérselo con una simple mirada lo tenía a sus pies. Gio tan dulce, tan frágil, lo amaba, Giovanni lo amaba con toda su alma, su mundo giraba en torno a Zeal, el dulce ángel de ojos verdes como prados, que el único cuello que probaba era el de Zeal

«Solo de tu cuello lleno de pecados»

Zeal cerró los ojos invocando la voz de Gio, podía escucharla claramente

«Sempre tuo dal giorno in cui ti ho dato il mio sangue»*

Gio tan apegado a él, solo vivía por su príncipe y luego cuando tuvo a su hijo Fabrizio su mundo eran ellos dos. Giovanni solo estaba con Zeal, salía con Zeal, vivía por y para sus príncipes.

Cronos era todo lo contrario, era muy independiente, muy libre, no lo necesitaba, no como Gio. La dependencia de Gio encajaba a la perfección con la posesividad de Zeal... Pero Zeal destrozó el corazón de su ángel por una pelirroja también, lo que sucedía ahora era el karma.

La conversación se extendió bastante y Zeal se sumergió totalmente en los recuerdos que cuando vinieron a notarlo el amanecer se acercaba , lo notó porque todos los vampiros se marchaban a tropel.

"Tenemos que irnos, el amanecer está cerca"  Le dijo mentalmente a Cronos, pero este último estaba tan distraído, tan ensimismado que no lo escuchó.
Zeal decidió acercarse a ellos.

—Cronos ya es hora de irnos.

Ivanna dejó salir una sonora carcajada, Zeal la miró y comprobó que estaba bastante ebria.

—Zeal no la podemos dejar así, sería bueno llevarla a su casa.

—Cronos apenas hay tiempo para llegar a nuestra casa ¿Y quieres llevarla?— Zeal me miró como si hubiera perdido la cabeza.

Cronos considero lo que iba a decir no quería dejar a Ivanna ahí a merced de un vampiro o de algún humano que quisiera aprovecharse, pero por otro lado tampoco quería enojar a Zeal.

—Podemos aparecernos en la casa, ha tomado mucho no lo recordara.

Zeal lo miraba en silencio, no podía creer lo que escuchaba. No lo haría, vió la preocupación de Cronos, a él poco le importaba lo que le sucediera a Ivanna

— Si no llevas lo haré yo. Caminando ya que no sé aparecerme.

Una amenaza, un chantaje.

— No puedo asegurar que su cuerpo humano pueda resistirlo.

—Solo inténtalo... ¿No harías lo que fuera por mí? Pues hazlo.

Zeal dudaba y odiaba dudar, pero el sol... Cronos, sus suplicantes ojos verdes, rogando por la chica, esperando su respuesta.

—Bien.

Salen por la parte trasera del bar, Zeal adelante detrás Cronos e Ivanna de la mano.
Zeal toma a Cronos de la mano que tiene libre.

—¿A dónde vamos? Fiesta con los dos— decía una muy ebria Ivanna.

— Te llevaremos a nuestra casa.

— ¿Haremos cosas sucias?— dijo y estalló en una sonora carcajada.

Zeal estaba exasperado en sobremanera con el simple sonido de su voz.

—Sostenla fuertemente... pegala... pegala de tu cuerpo.

Cronos hizo como decía, la acostumbrada sensación de succión se hizo presente, en escasos segundos estuvieron en la casa.
Ivanna se tambaleó un poco y volvió a reír.

— Qué locura ¿Cómo llegamos?

— Vayan a tu habitación— dijo Zeal sin mirarlo mientras cerraba las cortinas.

— Ella puede dormir en otra habitación— dijo Cronos.

— ¡Quiero dormir con los dos!— gritó con voz pastosa y cayó en uno de los sillones.

— Solo hazlo ¿Sí? No quiero enterarme, no quiero saber si te gusto, si lo odiaste... No me interesa saber, hazlo de una buena vez y terminemos con esto.

Cronos se acercó a Zeal, lo tomó por el rostro.

— Subamos, la acostamos en una de las veinte mil habitaciones de este castillo.

— Cronos... — un sonido distrajo a Zeal de lo que iba a decir, los ronquidos de Ivanna, se había dormido en el sillón.

— Vamos. — dijo Cronos suavemente, se dirigió a Ivanna la cargó y se dirigió a las escaleras.

Zeal subió despacio tras ellos.

Cronos abrió la puerta que vió, era una habitación bastante grande, muy ornamentada, con una gran cama de dosel, como la mayor parte de las habitaciones.
La colocó lentamente en la cama bajo la supervisión de Zeal.

Caminaron en silencio hacia la habitación que compartían, por un momento, un ínfimo instante Zeal pensó en dejarlo solo, en irse a su habitación pero fue un pensamiento fugaz, en cambio al entrar a la habitación, sus labios fueron a los de Cronos, lo acorraló entre su cuerpo y la pared, degustando sus labios despacio, se separó de Cronos, apoyó su cabeza en el hombro del joven.

— Acompáñame esta noche.

— Siempre te acompaño.

— Hazme sentir que no estoy solo. — dijo en un suspiro, había tal tristeza en su voz, tal quebranto en su alma, tal angustia en su tono. Cronos lo abrazó, así estuvieron por un largo rato.

Cronos se separó un poco de Zeal.

— Vamos a la cama.

Se desvistieron y se acostaron juntos, mas no hubo contacto sexual entre ambos. Zeal durmió abrazado a Cronos, inadvertido de que la el huracán ya había tocado tierra y de avecinaba la tempestad.


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