La Victoria es del Diablo Rojo
Aún no habían partido rumbo al fulano Parque La Estación, pero los nervios alborotaban a la pandilla como una recargada de azúcar en la sangre. La mañana había permanecido soleada y tranquila en la residencia, era como si todo aquello que los niños estaban experimentando fuera cosa de juego; algo que los niños hacían para entretenerse, pero la realidad: era muy distinta…
…Lo que para la pandilla comenzó como otra “noche de Cuentos de terror” se había convertido en un estilo de vida para ellos: espiarlo todo, temerle a todo, y siempre, siempre tener en cuenta: que El Diablo Rojo estaba al asecho. No obstante, Isaac era uno de los que más miedo parecía tener: Esa tarde, cuando su amigo y vecino Luis subió para anunciarle que su madre no podría llevarlos al Reencuentro a fin de cuentas, Isaac estaba emocionado, contento, más que eso, aliviado de que el plan de Jairo no pudiese ser llevado a cabo.
—…¿Qué hacemos? ¿Le decimos a Jairo de una vez?— consultó con el niño Moreno de cara larga, que en ese momento podía leer el miedo en la mente de Luis.
—¡No!—saltó Isaac de inmediato y luego trató de comportarse calmado.—… quizás sea mejor así... ¿No crees?—
Luis lo observó por unos segundos descubriendo las intenciones de Isaac.—…mejor digámosle a Jairo de una vez— se giró y comenzó a andar del pasillo de Isaac hasta el de Jairo, mientras el amigo lo seguía poniendo los ojos en blanco con frustración.
Al llamar a la puerta de la casa de Jairo un par de veces, no conseguían respuesta. —¡Qué raro!¿estará dormido?—preguntó volviendo el rostro hacia Isaac junto a él.
—Jairo duerme en la sala, debería escucharnos—respondió Isaac acercándose a la puerta y poniendo la mano sobre la madera, cerró los ojos por unos segundos, concentrándose y después lo abrió haciéndolos a un lado. —no está aquí, está en casa de Eliel— anunció Isaac, mientras Luis le dedicó un gesto de admiración.
Entonces a pasos lentos, ambos se direccionaron hacia las escalas para bajar al primer piso e ir a por sus amigos en casa de Eliel. —¡Debe ser genial tener poderes!—comentó Luis con un hilo de voz cuando empezaban a bajar las escaleras.
Isaac le dedicó una expresión incrédula. —¿poderes?—repitió y Luis contempló el gesto, soltó una risita y contestó:—… me refiero a poder leer mentes, ver espíritus y saber lo que está por suceder—
Su amigo se detuvo un instante en el descanso, y bufó casi mofándose de un mal chiste—…no siempre es divertido…—musitó retomando la bajada por las escaleras. Luis lo observó analizando la expresión desanimada de Isaac (aunque para él, Isaac siempre tenía esa cara).
Finalmente cruzaron adentrándose al pasillo y tocando a la puerta de Eliel, donde efectivamente se encontraba Jairo también. —¡Tenemos que decirles algo!—anunció Luis entrando al apartamento, seguido por Isaac.
—¡No me digas!—bramó Jairo poniendo los ojos en blanco y dándose la vuelta furioso. (Había escuchado los pensamientos de Luis). —¿Qué? ¿Qué sucede?—Eliel cerró la puerta del apartamento mirando preocupado a sus dos amigos recién llegados.
—¡Mami no puede llevarnos!—explicó Luis frotándose los dedos entre si, y mirando nerviosamente a Jairo quien permanecía mirando por la ventana panorámica del apartamento de Eliel.—…es que… dice que tiene mucho que lavar todavía…que…—agregó y luego miró de igual manera al niño parado junto a él. —¿Que qué?—replicó Eliel cansado de esperar; al tiempo en que Jairo volvió el rostro ligeramente hacia ellos.
—…Mami dijo que… le preguntáramos a la señora Ana…—completó, Isaac miró a Luis tan sorprendido como morado, todo su rostro parecía estar a punto de arder.—¿qué?—replicó Isaac.
—¡será!—comentó Jairo en la ventana, y se acercó mirando a Luis, reconociendo que en su interior tenía miedo pero tenía intenciones de continuar hasta el final. Luego se detuvo mirando a Isaac, intentando leerlo, era evidente que se resistía a Jairo, pero en cambio: lograba mostrar fragmentos difusos de muchos pensamientos, como latidos de voces que pasaban por su mente, una caudal salvaje de recuerdos y fantasías, que titilaban inestable y ansiosamente.
Isaac miró nerviosamente a Jairo cuando se detuvo frente a él, directo a sus grises ojos. —…¿estás dispuesto a defenderte Isaac?—le preguntó directamente, los otros dos ( Luis y Eliel) se miraron entre sí, preguntándose ¿de qué se habían perdido?. —Jairo yo…—musitó Isaac cuando Jairo lo chitó con el dedo índice frente a sus labios. Isaac tragó en seco y volvió la mirada hacia Luis y Eliel.
—ven…—Jairo lo haló de la manga del suéter y lo llevó a un sofá en el fondo. Se sentaron mientras Isaac parecía temblar.
—¿estás listo para esto? ¿o no?—Jairo se puso en jarras y aunque lo estaba regañando, ésta vez fue con un tono de voz dulce, Isaac levantó la mirada notoriamente sorprendido.—…puedes quedarte con tu mamá en el parque cubriéndonos…—respondió Jairo. Isaac hizo una mueca.—Jairo, he tenido unas visiones…—confesó como si aparentemente no tuviese otra opción, y luego miró hacia sus otros dos amigos, casi a dos metros de distancia; Isaac aclaró la garganta, y trató de bajar la voz todavía un poco más.
—…siento que algo puede salir mal—susurró Isaac mirándolo al rostro y tratando de leerlo.—¡no te pasará nada Isaac! No lo permitiré…—cortó Jairo mientras el niño frente a él tragó en seco.
—¿y si no fuese yo? ¿Y si fuese alguien más?—murmuró Isaac. Jairo lo observó en silencio, como contemplando su rostro y entendiendo lo que sugería, dibujo una pequeña sonrisa temblorosa que después desvaneció.
—¿confías en mi?—le preguntó en voz baja, e Isaac quería explicarle que no se trataba de confianza, que se trataba de muchas cosas más, que no sabía ni como explicarlas, aún teniéndolo en frente; pensaba en todo lo que quisiera decirle. —…Isaac —musitó Jairo aturdido por los pensamientos de su amigo.—…entiendo—
—no, no entiendes…—replicó Isaac e intentó bajar la voz.—hay… hay muchas cosas que quiero decir—Isaac sudaba pero, se obligaba a intentar convencerlo.
—yo sé…—cortó Jairo haciendo que Isaac se quedara en silencio, sobresaltado, con el corazón en la boca.—…puedo sentir todo lo que sientes…¡Todo!...—susurró, y desvió sus pupilas de las de Isaac.—…pero Esto, es algo que tengo que hacer—completó.
—pero Jairo…—musitó al tiempo en que Jairo lo interrumpió tendiéndose al espaldar del sofá con la mirada al frente:—¡sí quieres te quedas con tu mamá en el concierto!—
Isaac lo miró unos segundos: suponía que Jairo no le importaba la advertencia que él le daba, no le interesaba el miedo que tenía Isaac, y tampoco que no quisiera perderlo por una idea tan peligrosa como lo era el plan de Jairo…sin embargo, no quería dejarlo solo, no quería estar lejos de él, necesitaba estar con él en ese momento, y protegerlo si es que era necesario.
El otro niño se incorporó del sofá y cruzó la sala cuando: —yo quiero ir con ustedes—soltó Isaac al fin. Jairo se dirigía a la puerta con sus amigos y ahí, El niño de ojos grises volteó a mirarlo. —…¿seguro?—le preguntó.
—…podría ser útil—respondió tratando de aparentar estar desinteresado y frio.
—bueno loquillo…¡preguntémosle a tu mamá si nos lleva!—respondió, luego hizo una sonrisa de medio lado y abrió la puerta del apartamento para él y sus amigos.
La señora Ana tenía sus inseguridades al respecto, sin embargo no era cosa fácil enfrentarse a los rostros ilusionados de la pandilla… cuando se lo proponían, podían ser los niños más adorables del mundo, aunque todo sea una pantalla frente a los adultos; de eso ya tenían experiencia…
…tras varios minutos, Jairo pudo sentir la mente ansiosa de Isaac divagar entre sus miedos, pero finalmente: la Sra. Ana aceptó, y a Isaac no le quedó de otra que resignarse.
Estaban los siete niños, sentados en el murito que sobresalía de la pared, debajo del árbol de Jobo que estaba a pocos metros del edificio. Esperaban a la madre de Isaac y Francy mientras se arreglaba.
—Lastima que no nos llevamos comida ¿verdad?—comentó Luis un poco nervioso mientras estaba recostado de aquel robusto árbol observando a sus amigos.
—¡Yo lo dije!—soltó Eliel levantándose de la pared, intercambió miradas con Jairo como si debieran olvidar el tema.—…pero el espacio por donde pasaremos es muy pequeño—Comentó al final poniendo aquella cara de regañado y volviendo a recostarse del muro. Sus amigos presentes compartieron aquella expresión en el rostro de Eliel, Pues la autoridad que Jairo representaba para ellos, era muy fuerte, tanto como la lealtad que se tenían entre ellos.
De pronto surgió la señora Ana por la acera de concreto llegando al estacionamiento —¡Vámonos muchachos!—los llamó cuando los encontró con la vista, los niños se pusieron de pie en un brinco, continuando a pasos lentos y mirando al suelo.
—¡Vamos que empieza a llegar la gente en una hora y queda mucho por caminar!—se detuvo la señora Ana llamándolos y luego continuó, Los niños corrieron directo hacia ella para alcanzar su paso veloz.
Francy tomó la mano de su madre apenas la alcanzó, contemplaba sus manos juntas y el efecto que causaba en ella. (La calmaba ligeramente) miró a sus amigos marchar junto a ellas, y luego volvió la mirada al cielo; que comenzaba a pintarse de tonos azul rey, cian, púrpura y magenta…
…Apenas cruzaron en la salida del estacionamiento, encontraron la avenida principal bastante recurrida; habían grupos de personas en cada acera, adolescentes con camisetas mangas largas, zapatos de cuero caro, y las chicas con aquellos vestidos hasta la rodilla.
—Francy…—le pareció escuchar que su amiga la llamaba, así que tiró la cabeza detrás de su madre en el andar, pero Judy iba conversando en voz baja con su hermano Luis.
El parloteo de las multitudes hacían a los niños percibir la ciudad de manera distinta; había mucha más gente que de costumbre, habían muchos niños acompañados por grupos familiares muy grandes: llevando sus sillas plegables, otros llevaban sus cavas refrigerantes de mano. Los comerciantes también parecían haber salido de sus “Cuevas” pues cuando llegaban al estadio Francisco Miranda, habían personas llevando mesas, termos y sombrillas en sus carretillas, o empujando sus carritos de aluminio para comida rápida.
La avenida Soco no estaba menos concurrida, y eso que era domingo. Iban a ser las cinco de la tarde pero, los locales del centro comercial principal estaban con sus santa marías arriba. Detonaron fuegos artificiales cuando se acercaban a La Plaza Campo Elías. —¡está empezando!—se escuchó decir a la señora Ana por detrás de los niños, mientras las personas a su alrededor murmuraban con cierta emoción.
Las carreteras estaban prácticamente vacías, pero cada tanto pasaban caravanas, y camionetas familiares, repletas hasta las maletas, incluso algunos se salían del los autos sentados sobre las ventanas. La panadería de la acera en la que iban estaba impregnada de un aroma a pan recién hecho, Isaac pasó cerca de la vitrina burlándose de las morisquetas que Eliel hacía olfateando aquel delicioso olor, cuando en el reflejo de su cristal: distinguió la Alcaldía de La Victoria, sus ojos se volvieron al lugar dando a encontrar una persona asomada en una de las ventanas del segundo piso, casi no podía distinguirla pero aseguraría que se trataba de una mujer vestida de beige o un blanco curtido. —¡deja de andar saltando así o te vas a caer!—escuchó a Charles regañando a Eliel, distrayéndose rápidamente cuando a unos segundos; escuchó el grito de este ultimo y sus amigos burlándose de él. Isaac solo pudo verlo tambalear y ponerse tan rojo como un tomate, pero se podía imaginar la situación y se unió a las risas. Cruzando la acerca frente al Ateneo de la ciudad, pasó rápidamente una camioneta pick up roja con un motor que rugía como un monstruo; los niños saltaron espavoridos con aquel ruido espantoso cuando llegó por sorpresa a sus espaldas, casi ni se escucharon sus gritos del ruido que provocaba… Isaac volvió la vista inevitablemente hacia la parte de atrás donde iban tres personas disfrazadas de gorilas, uno de ellos se giró hacia ellos en el bamboleo, con la cara mirando hacia ellos, al tiempo en que destellaron de dorado los ojos del sujeto atreves de los agujeros en la máscara del simio.
El corazón de Isaac palpitó al instante con fuerza, y perdió de vista al sujeto por la vía cuando tomó el cruce en la próxima cuadra, donde por poco se accidentó con un auto que salía de otra calle.—¡Dios bendito, qué peligro!—masculló Ana moviendo la cabeza ligeramente, los niños voltearon a contemplar el rostro de la mujer y luego al frente donde el otro auto había retomado su camino por la misma calle.
Cuando de pronto se escuchó un fuerte estruendo seco en el cielo, los niños miraron al arriba un poco asustados, pero el cielo tan si quiera estaba nublado. —¡Ay! Como que va a llover— chilló la señora Ana tomando las manos de Judy y de Francy. —¡agárrense de las manos niños!—ordenó acercándose al borde de la acera y lanzando la mirada a ambos lados de la calle. La pandilla formó una especie de cadena, Francy notó un extraño calambre en los codos de sus brazos, en sus nudillos y en sus tobillos, aunque no le causaban demasiado dolor, cruzaron la calle frente a una panadería que también estaba operando aquel domingo de febrero del 2006.
Jairo iba fascinado por todo lo que veía, escuchaba a sus amigos Eliel y Luis, con Judy de por medio. Contempló el suelo adoquinado a lo largo del callejón hasta la Plaza Ribas, justo a tiempo para las campanadas que anunciaban las cinco y media de la tarde…
…Jairo sintió un escalofriante deja vú. Se subió a un especie de plataforma que estaba allí, miró por aquellas rendijas bajo sus pies, distinguiendo lo que parecían algunos transformadores y muchos cables. Se bajó de la plataforma y sintió que alguien lo tocó del hombro, volvió el rostro atrás, y aunque había mucha gente parada en las esquinas o recorriendo el lugar, Nadie estaba detrás de él.
Jairo sonrió ante los rostros expectantes de Eliel y Luis mirándolo. —¿Qué?—preguntó Jairo distraído por cuestionar su propio plan en su cabeza.
—¡Mira los payasos!—repitió Judy junto a Luis, y Eliel señaló a uno delgado, que iba entrando hacia la plaza, era un sujeto muy alto y flacucho, vestido de payaso con la peluca de afro roja, y todo el asunto. —¡no me gustan los payasos!—escuchó a Isaac comentar a la otra esquina de la cadena.
—¡creo que el payaso no sabe donde es el reencuentro!—Eliel mostró sus dientes burlándose del sujeto que cruzaba la plaza, con aquella expresión perdida mirando a todos lados.
Jairo volvió a observar al sujeto pero algo, no le gustaba en él, y menos ahora que se estaba haciendo más oscuro. Recorriendo aquel largo sendero adoquinado plaza abajo, se aproximaba un puente sobre el paso de la canal, la calle se empezaba a sentir más concurrida que las anteriores recorridas, y cuando se acercaron al puente, entre ellos se miraban silenciosamente haciendo señas para prepararse ha analizar el lugar. Francy, Jairo e Isaac lo reconocieron de inmediato, ya habían estado antes allí en sus incursiones: era tal cual, el mismo, no tenían dudas.
La pandilla miraba al interior intentando distinguir alguna cosa, pero solo había agua, basura y hierba a simple vista. —¡antes habían pececitos!—comentó la señora al notar que los niños mostraban interés por el lugar.—…cuando era niña, me metía en la parte que está por el sector de Las Mercedes…¡me subía los tobillos de los pantalones! ¡y me metía con mis bolsas plásticas!—remembraba para los niños mientras cruzaba unas rejas directo hacia una entrada giratoria custodiada por personas con camisetas del evento, y algunos oficiales de policía.
La entrada estaba empezado a ponerse estrecha por la multitud.
La gente se saludaba con mucha alegría una vez dentro; aquel sitio era como si fuese un bosque en medio de la ciudad, repleto de enormes árboles de varios tipos, en los dos extremos de tierra en la entrada, tenían puesto par de parques infantiles, y un camino de concreto pulido que daba a dos senderos para recorrer por el lugar. Pero aunque el ambiente lucía muy festivo, con tanta alegría, música y toldos de diferentes comidas y bebidas: aquellos niños sentían las piernas frías, los ojos le bailaban a todos lados, vigilando cada rincón, todos los rostros entre la multitud de personas… habían demasiados niños corriendo por todos lados, y ellos estaban asustados.
Jairo frunció sus ojos despertando lo que llamaba “La Visión” y una vez podía distinguir formas y colores energéticos moviéndose en el aire, contempló el lugar buscando rastros de aquello: el lugar lucía inundado por una cortina de tenue humo gris, lucía apenas un poco rojizo, además habían muchas rayas destellantes esparcidas por el aire de color magenta.
Rápidamente Jairo conectó con la mente de Isaac, que parecía estar un tanto tranquilo pese a todo. —{¿Jairo?}—escuchó la voz de Isaac apenas lo percibió en sus pensamientos.
—{hay unas líneas extrañas en el aire… son como grietas moradas}—comentó en respuesta automáticamente en aquella conversación psíquica.
—{¿dijiste grietas moradas? ¿Qué son? ¿Las habías visto antes con “La Visión”?}—escuchó a Isaac mientras se acercaban a una enorme tarima rodeada de una gran multitud.
—{No, la verdad no estoy seguro… pero también hay unas… sombras blancas que pasan muy rápido entre los árboles}—le respondió Jairo cuando Isaac lanzó la mirada a una casa que estaba a unos metros del camino, lejos de la tarima pero más cerca de la reja de alfajor que separaba al parque de la canal.
La briza soplaba fuerte batiendo el extraño vestido negro de una mujer parada a la orilla de la casa alargada, la mujer parecía estar perdida o buscando a alguien cerca de la tarima. —{¿No sientes algo raro?}—la voz de Jairo entre sus pensamientos lo hizo reaccionar, desviando la vista hacia los sujetos que se aproximaban en el recorrido que guiaba su madre.
Estos cinco hombres, bebían sentados a la orilla del camino, echando el humo del cigarrillo frente a ellos y soltando carcajadas. —¡permiso!—musitó la madre de Isaac con voz firme, aquellos, con miradas de apatía se hicieron levemente a un lado para que la mujer y los siete niños pasaran entre la multitud que empezaba a acumularse. En un momento, la señora Ana se detuvo frente a una mesa donde vendían varios tipos de chucherías, dulces y jugo también. —¿quieren comprar el jugo mientras les busco palomitas al frente?—cuestionó agachándose frente a los siete, que después lanzaron la vista al puesto de palomitas a penas distinguible por la cantidad de gente que pasaba de un lado a otro. —aquí tienen tres personas por delante… allá no se sabe ¿les parece?—
El grupo de amigos se miraban entre sí sin saber que responder. —¡eh! ¡Sí mami!—respondió Francy para salvar el momento.
La mujer le sonrió entregándole el dinero para el jugo.—¡bueno!.... ya regreso me esperan aquí ¿okey?—anunció antes de dejarlos en el puesto. Los niños asintieron sonriendo forzadamente hasta que no pudiera verlos.
—¿qué hacemos? ¡hay tarima pero no concierto!—soltó Jairo susurronamente para sus amigos, aun en la cola para comprar un jugo. Isaac y Charles lanzaron una mirada al sitio poniéndose sobre la punta de sus zapatos.
—¡El concierto empieza más tarde!—explicó Judy calmando a la pandilla, quienes ya comenzaban a preocuparse. —¡Sí, primero es el acto!...—participó Francy. —…mi amiga Shakira va a bailar en la apertura—Luis la observaba esperando terminase de hablar. —sí, primero abrirá el Alcalde con unas palabras, la orquesta tocará el himno de La Victoria, habrán unos bailes y luego empiezan los conciertos… —explicó al fin cuando tuvo la oportunidad.
—¿cómo sabes eso?—cuestionó Charles ajustando sus anteojos.
—yo estoy en la orquesta ¿lo olvidas?—replicó Luis. Charles arrugó la boca—¡en realidad, creo que no lo sabía!—respondió con sinceridad. Se escuchó un fuerte relámpago en ese momento, la briza azotó barriendo las hojas del suelo, y haciendo incluso crujir las ramas de los arboles, los niños fueron de las pocas personas que rodeaban el lugar con la vista, como si buscaran algo extraño entre los samanes. El viento olía a lluvia, se sentía tan helado que parecía que les humedecía la punta de la nariz.
De pronto se escucharon las cornetas sobre la tarima haciendo interferencia. Todos allí giraron la mirada al sitio descubriendo a un hombre alto y delgado, que parecía escoltado por otros dos sujetos aunque lucían como animadores. Uno de ellos se acercó e hizo la prueba de sonido al micrófono, mientras el fondo del escenario se ocupaba con los que tocarían los instrumentos en el lugar.
—¡buenas tardes!—musitó el señor, y hubo una pequeña conmoción frente a la tarima, con aplausos y silbidos.—¡buenas tardes La Victoria!—sonrió temblorosamente y trató de acercarse el micrófono. —¡Yo, Eduardo Claroso… como alcalde de la ciudad, me siento honrado de haber trabajado arduamente junto a otros, algunos colegas para traer a usted el tradicional Reencuentro Victoriano 2006—sonrió mientras la gente aplaudió nuevamente y celebraba. —conmemorando a su vez cuando este lugar se inauguró por primera vez, en febrero del 1984… pero como un punto intermediario del ferrocarril…¡hoy!... nos reunimos los victorianos, nos reencontramos, celebrando la juventud, el jubilo de una ciudad histórica como lo es la ciudad de La Victoria…—decía el alcalde montado sobre la tarima; los niños lo observaban contemplando la historia sin percatarse de que se les estaban colando en la fila para comprar. —…un pueblo que triunfó en la lucha por la independencia, a manos de jóvenes, estudiantes, esclavos libres, campirusos, niños, que sin saber tomar un arma, defendieron esto que vemos hoy, celebremos en nombre de nuestra ciudad…—la gente aplaudía mientras Jairo sentía un cosquilleo en el pecho.—¡Febrero es para celebrar a La Victoria! ¡Que Dios bendiga La Victoria!—concluyó mientras que el viento se hizo sentir una vez más Mientras sonaba el himno de la ciudad…
…Los presentes sentían el orgullo de ser ciudadanos natales, aplaudiendo a la vez en que unos sujetos entraron al escenario, vistiendo unos liqui liqui negros y sombrero de pelo e guama blanco. Fueron ellos quienes despidieron al alcalde Claroso, luego saludaron al publico con una reverencia con el sombrero llanero y un porte muy elegante mientras culminaba el himno de la ciudad,…
…Las nubes rodeaban todo el cielo y a veces se iluminaban, como arbolito de navidad. —va a llover—musitó Isaac.
—¿qué hacen?—reaccionaron a la voz de la señora Ana. —¿no han comprado el jugo?—cuestionó encontrándolos con las manos vacías, y luego miró a la fila donde tenían a cinco personas por delante. —¿Isaac?—regañó mirándolo con la ceja arqueada y conteniendo un grito.
—¡lo siento mamá!— tartamudeó nervioso de que lo que pudiese decirle delante de sus amigos. —¡me distraje!—
—¡Qué raro tú de aguevoniao!—refunfuñó la señora quitándoles el dinero, Isaac se encogió de hombros, y los demás empezaron a carcajearse mientras que Jairo se distrajo sintiendo un extraño escalofrió. —cuidado—escuchó aquella voz a su espalda, la voz fémina que en momentos importantes le aconsejaba, aquella que a veces creía: era su ángel de la guarda. Jairo miró a su alrededor, pero le era difícil identificar algún peligro con tanta gente junta. La música llanera comenzó ser tocada sobre la tarima, Jairo observó el espectáculo mientras su mente le recordaba que algo andaba cerca. Giró en círculos sobre su sitio buscando algo que le recordara a su enemigo… o un espíritu quizás.
Cuando de pronto, distinguió una perturbadora silueta más allá de la antigua casa que estaba a unos cuantos metros; era alta y delgaducha, vestía de harapos negros mohosos que dejaban ver aquellos brazos huesudos y carcomidos… Jairo trató de distinguir su rostro pero parecía difuminado, como si tuviese la vista borrosa. Su piel se erizó cuando la vio moverse y girar caminando hacia la parte de atrás de la casa.
—Jairo—escuchó la voz de Isaac, cuando lo encontró a un lado entregándole un vaso grande papelón con limón. Sus otros amigos bebían degustando en los otros vasos que se habían comprado. —¿está todo bien?—le preguntó notando que el niño de los ojos grises lucía un tanto turbado.
—Es que me siento un poco confundido—dijo y tomó un trago largo por la pajilla.
Isaac lo observaba con intenciones de leer sus pensamientos, o incluso convencerlo de desistir del plan. —Jairo—musitó y volvió la vista al fondo, donde un grupo de personas abrió paso en el momento justo para que Isaac distinguiese a un hombre, que parecía llevar un impermeable negro de capucha.
—¿Qué?—replicó Jairo mirándolo y entregándole el vaso para que también bebiera, pero él parecía petrificado, recordando aquella noche que bajo la lluvia en la que viajó por la oscuridad.
—¿Isaac?— musitó Jairo posando la mano sobre el hombro del niño y éste de pronto puso lo ojos en blanco, temblando. —¡Isaac!—bramó asustado y los demás se percataron de lo que sucedía, La señora Ana lo atajó en el aire antes de que se cayera y enseguida reaccionó mirando a todos lados, sin comprender lo sucedido.
—¿Isaac? ¿Qué te pasó?—le preguntó la madre un poco asustada y sus amigos lo rodearon.
—no lo sé, se me apagó la vista—respondió algo mareado.
—¿te sientes mal?—le preguntó la madre preocupada y lo guió un poco lejos de la multitud. Isaac sin embargo permanecía con la mirada hacia Jairo.
Este ultimo, parecía bastante nervioso mirando a todos lados.
—¿ahora qué?—Luis se acercó a Jairo contemplando que el lugar se estaba llenando al punto de que casi era imposible moverse sin tropezar con alguien.
—debemos esperar—susurró sin dejar de vigilar los alrededores. En ese momento, una presentadora tomó lugar al escenario despidiendo a los músicos. La pandilla seguía aturdida entre la multitud, la algarabía y el bullicio.
—¿Qué haremos ahora?—se acercó Charles, se cruzó de brazos y vigilaba a todos lados. — hay demasiadas personas aquí… ¿creen que El Diablo Rojo se presentaría en un lugar como este?— cuestionó poniendo una mirada seria en dirección a Jairo.
—no lo sé, dudo mucho que lo haga pero…—respondió haciendo la mirada al chico de anteojos. Los interrumpió la música folclórica cuando sonó a todo volumen, acompañada de fuegos artificiales y el danzar de unas niñas con sus coloridas faldas tradicionales, al son de una llanera Joropeada movían sus vestidos recibiendo a sus parejas de baile vistiendo de liqui liqui blanco y un pañuelo rojo.
El publico alentaba a los bailarines, otros pocos, motivados por el alcohol, se ponían a acompañar desde los alrededores con sus propios pasos, sacando algún otro espectador a bailar y haciendo mucho alboroto.
Francy y Judy sonreían disfrutando de la celebración. Isaac y su madre regresaron al grupo, y después la señora los guió por una pequeña vuelta alrededor de la tarima.
La pandilla estaba un tanto emocionada con la vista del Parque, aunque había un sendero de concreto, bancos para sentarse, e incluso cabañas, daba la impresión de ser un enorme bosque tropical.
Jairo, Charles, Eliel e Isaac marchaba juntos al final del grupo, mientras los otros charlaban con la señora Ana por delante. —no lo sé, tengo una extraña sensación—comentó Isaac mientras miraba a un grupo de adolescentes en una cabaña lejana, con una actitud extraña. (Como si ocultaran algo y no quisieran ser pillados)
—¿extraña? ¿Extraña como qué? Especifica— pidió Charles a su lado, también observando a un grupo de tres mujeres que se adentraban por un camino de tierra a la profundidad del parque.
—es que… siento como si nos…— decía Isaac cuando Jairo completó al unísono. —…vigilaran— ellos intercambiaron miradas incomodas.
—¿nos vigilaran?—repitió Eliel alarmado de que los dos “psíquicos” del grupo coincidieran, miró a todos lados con aquellos nervios palpables.
—¡no debe ser coincidencia de que Isaac sienta que es así!— comentó Charles mientras seguían a la señora Ana y los demás por una curva en el camino.
—¿Por qué? ¿Qué quieres decir con eso?—cuestionó Eliel con aquella misma impresión en el rostro mirando al niño de anteojos.
Charles lo observó como si la respuesta fuese obvia, luego notó que Jairo también esperaba una aclaración, y al mirar a Isaac descubrió que estaba tan perdido como los otros dos. —¿es enserio?—replicó poniendo aquella cara seria, y desviando la mirada brevemente para descubrir que habían instalado unas cama elástica y par de castillos inflables en el lugar —…¿Cuántas veces Isaac ha presentido algo y se ha equivocado?— soltó Charles, se subió los anteojos y observó a su amigo de suéter rojo que no emitió ni una palabra. —¿sobre Jairo en la canal? ¿Las apariciones de la niña? ¿Aquel diciembre que nos hubiésemos quemado las manos de no ser porque sugeriste que fuese el padre Luis quien encendiera los fuegos artificiales defectuosos?— argumentó refrescándole la memoria a los demás, Eliel volvió el rostro hacia Isaac como si estuviese descubriendo algo importante.
—¡es cierto!—bramó. —¿recuerdas la noche que bajaste a la casa? ¿Cuándo se me apareció José en el apartamento?... de alguna forma sabías que estaba en peligro—remembró aún con el asombro en su tono de voz, Jairo y Charles lo chitaron instantáneamente para que bajara la voz.
—pero ese no era José Paredes… estoy seguro…—Isaac comentó después de asegurarse de que nadie los escuchaba.
—justo a eso me refiero…—respondió Charles al tiempo en que volvía a mirar a los niños jugando alrededor del castillo inflable. —…debemos de tener en cuenta que no entendemos bien los poderes de Isaac—
—…ni siquiera yo los entiendo—musitó Isaac deseando poder ser un poco más Útil.
Cuando de pronto se percatan de que el grupo se había detenido en su andar, hicieron la mirada al frente y descubrieron a la señora Ana saludado a dos policías de uniforme azul oscuro, varados junto a unas motocicletas policiales a la orilla del sendero.
—¿Cómo la están pasando?—se escuchó la voz de la señora Dorian y Jairo inmediatamente los observó sonriendo, se acercó a saludar, pues se trataba de sus padres.
—¿papá?¿mamá? ¿Qué hacen aquí?— les preguntó cuando la mujer tendió el brazo solicitándole un abrazo, y luego apretándolo contra su chaleco antibalas. —nos solicitaron apoyo para resguardar el evento… ¿Qué te ha parecido hasta ahora el reencuentro?— le respondió la mujer mientras, la señora Ana y Guaicaipuro contemplaban la reacción del niño.
—¡muy bien aunque aún no termino de recorrer el lugar!— respondió al dejar de abrazarla. Ella le sonrió.—¿por qué pues?...¿no han paseado todavía?—le preguntó disfrutando del comentario tan avispado de su hijo adoptivo.
—no, apenas y empezamos a dar una vuelta… ¿ustedes estarán otro rato por acá?—preguntó Jairo. Un relampagueo entre nubes prometió que la lluvia se avecinaba, y el viento comenzaba a soplar con constancia.
—¡sí! Hasta que termine todo, estos eventos a veces terminan mal… pero si quieres nos esperas en casa, Margarita hoy se fue para la finca así que no puedes quedarte con ella… pero tranquilo, apenas terminemos acá podemos ir al apartamento…llevaremos perros calientes para comer—respondió acariciándole el cabello que sobresalía de la gorra del niño de ojos grises.
—¡Sí!—celebró Jairo. —aunque… prefiero una hamburguesa—
—Yo también prefiero las hamburguesas— comentó Isaac atrás de Jairo, con una risita entrometida. —¡ay sí! Isaac siempre ha sido fanático… ni hablar de las de Mc’ Donalds —intervino la señora Ana a un lado. Jairo les dedicó una mirada sonriente cuando su madre le hizo un gesto en respuesta al comentario de su amigo.—bueno será una hamburguesa— sonrió Dorian.
—muchachos—se escuchó la voz de Charles desde atrás y todos los presentes voltearon a mirarlo. —¿Qué les parece si vamos al castillo?— propuso con una mirada significativa.
Isaac y Jairo intercambiaron miradas entre ellos, y luego el niño de ojos grises contempló por una instante a la mujer uniformada, como si agradeciera el gesto de pensar en consentirlo para el desayuno. —¿puedo?—le preguntó con cierto cariño en su mirar.
—ve—le musitó con una sonrisa enternecida. El sonrió agradeciendo, y después la pandilla se alejó de los adultos conversando sobre los conciertos que estaban por dar inicio mientras que caminaba hasta aquel castillo amarillo, rojo y negro de lona plástica.
—lamento haber interrumpido, creí que era la oportunidad perfecta—dijo Charles cuando se agruparon al llegar frente al castillo.
—No te preocupes—miró de nuevo a sus padres adoptivos junto a la señora Ana. —…hiciste bien— completó acercándose a la entrada del castillo, donde estaba quien custodiaba la atracción.
—¡deben quitarse los zapatos y dejarlos en la alfombra!—anunció el joven a los niños señalando a un lado.
Éstos obedecieron, y se treparon por la subidilla inflable hacia el interior del castillo. —¿por qué nos montamos en esta cosa?—preguntó Luis desde atrás irritado por la cantidad de niños dentro del inflable.
—teníamos que crear una distracción, y los adultos nos estaban observando— respondió Charles tratando de mantener el equilibrio con los pies y lanzando una mirada a lo más alto del castillo, conciliando una idea.
—¡Inteligente!—reconoció Eliel a un lado.
—y divertido—agregó Francy apenas pudiendo mantenerse de pie con el vaivén del inflable.
—Subamos el tobogán…desde arriba podríamos conseguir alguna entrada a la canal— soltó Charles antes de comenzar a treparse por la soga en uno de los canales hacia arriba.
Sus amigos sin cuestionar, esperaron su turno y se trepaban evadiendo a los otros niños que jugaban sin cuidado alrededor de ellos.
Ayudaron a Luis a terminar de llegar a la parte estable sobre lo alto, casi a tres metros de altura sobre el suelo. Una vez juntos se hicieron a uno de los bordes mirando en dirección de la canal, más allá de donde la multitud se acumulaba y pasando junto a aquella alargada casa de estilo antiguo.
—está rodeada por una puta reja—comentó Eliel.
—tendremos que acercarnos… mirando desde lejos no encontraremos la manera—participó Judy. Jairo la observó confirmando.— tienes razón… así sea saltando la reja debemos pasarnos—rectificó el de los ojos grises.
—los adultos ya no nos vigilan—anunció Francy echando un vistazo hacia los padres de Jairo y su mamá.
—Entonces… llegó la hora Pandilla—sentenció Jairo mirándolos.
Isaac hizo la mirada hacia su hermana, como si esperara que dijera algo al respecto, luego hizo lo mismo con Luis, con Charles y Eliel.
Los anteriormente mencionados, siguieron a Jairo hasta el deslizadero del castillo inflable, Judy se detuvo unos segundos mirando a Isaac, luego bajó la mirada cuando se percató de que Isaac iba a decirle algo, siguiendo a los demás hasta la orilla.
Isaac se dio la vuelta, desanimado vio a Jairo saltar y rebotar en la bajada, Charles y Eliel fueron los siguientes, y así sucesivamente. Una vez estuvieron todos abajo, salieron del Inflable con mucho sigilo, vigilando que los padres de Jairo y la madre de Isaac y Francy, no se percataran de su huida mientras se colocaban los zapatos con afán y temblando de los nervios.
—¡Vamos!—susurró Jairo haciéndole seña a sus amigos para que lo siguieran agachas. Charles estaba más cerca, así que se giró para repetir el mensaje y luego siguió a Jairo imitándolo en el sigilo.
Los siete niños, se colaron atravesando el terreno, pasando entre algunos pobladores que habían tomado un sitio lejano para disfrutar el evento, Cruzaron entre la multitud, entre las primeras personas que bebían, saltaban, bailaban y fumaban, sin prestarles mucha atención, incluso los niños fueron empujados y golpeados al andar entre la muchedumbre. —¡Ay!—chilló Francy cuando se abrían paso entre la gente. Isaac iba por delante pero su virtud le hizo oírla pese al alboroto que los rodeaba, se giró buscando, pero solo veía a Luis y Judy abriéndose paso entre dos señores robustos. —¿Y FRANCY?—preguntó Isaac tratando de acercarse a Luis. —¿QUÉ?—gritó él cuando las personas de un lado retrocedieron unos pasos abruptamente.—FRANCY ¿DÓNDE ESTÁ?—Isaac gritó halándolo del suéter. —¿Francy?—masculló Luis.
Volvió el rostro preocupado, Judy sin poder oírlos notó que algo había sucedido, volvió el rostro atrás para descubrir a Francy levantándose del suelo, con una mano tapándose un ojo y la otra mano, estaba secando las lagrimas en su mejilla opuesta. Judy se preocupó de verla llorando, y a gritos pidió permiso para pasar hasta llegar a ella.
En ese momento se iluminó el cielo, enseguida aquel crujido seco retumbó en todo el parque, y en toda La Victoria…
…Isaac miró al cielo, contemplando las nubes grises que cubrían totalmente el cielo de la ciudad, destellando cada tanto, como si dentro de ellas; ocurriese una guerra entre ángeles y demonios…
…Bajó la vista cuando por fin se agruparon los siete entre la muchedumbre, Francy apenas levantaba la cabeza, seguía tapándose el ojo. —¿Qué te pasó?—le preguntó su hermano cuando la vio.
—un señor me golpeó en el ojo—explicó con aquella voz aguda y la mirada de perrito triste.
—¿te golpearon?—se sorprendió Eliel.
—¿Quién te golpeó Francy?—replicó su hermano, enojado se abría paso de regreso pero su hermana usó ambas manos para detenerlo. Entonces todos soltaron aquel sonido de asombro cuando le vieron el ojo hinchado, con algunas venas brotadas alrededor y una especie de herida abierta en la mejilla.
—¡Francy!—musitó Jairo sorprendido.
—fue sin querer, el señor estaba de espalda—dijo la niña aun con las manos sobre el pecho de Isaac, este las abrió para acercase a observar a su hermana, quien al sentir los dedos de su hermano sobre el rostro lo empujó.—deja, que me duele—se volvió a tapar el ojo.—mejor sigamos.
—pero Francy…—replicó Isaac.
—¡sigamos! Si mi mami me ve así nos va a regañar y no podremos ir—insistió con aquel tono de voz perdiéndose en la canción que comenzaba a cantar uno de los artistas invitados.
—¡AGARREMONOS DE LAS MANOS!—gritó Jairo, los demás hicieron aquello y así salieron entre la multitud, se subieron al sendero entre los comerciantes, los otros niños de sus edades ocupaban parte del otro lado del terreno, cerca de la reja que lo separaba de la canal.
Los siete, se soltaron la mano y observaban a los otros niños corriendo unos detrás de otros, jugando a “Las Traes”…En el sube y baja de colores, en los columpios, en la rueda, y luego un grupo de niñas que estaba cerca y platicaban hasta que vieron a Francy bajarse de la acera de concreto, aquel golpe inflamado comenzaba a ponerse más rojo y grande.
Jairo, en cambio puso los pies firme sobre el terreno y luego se acercó un par de pasos contemplando la reja, y luego detalló toda su extensión pasar a un costado de aquella casa, y más allá, donde la hierba alta no dejaba saber lo que había. —es enorme la reja… posiblemente cubra todo borde del parque y la canal—comentó reflexionando a la vez. —habrá que saltarla… pero podrían vernos.
—¿Saltarla?—cuestionó Luis, ya estaba un tanto irritado de todo lo que exigía la tarea de encontrar la guarida del diablo ese.
—¿qué tal si nos metemos a la canal por detrás de la casa?... así nadie nos vería—planteó Charles obteniendo una mirada de Jairo que iba dirigida para Luis. —¡Es buena idea!—reconoció el niño de ojos grises.—¡Vamos!—bramó llamándolos y comenzó a trotar.
Las ganas de terminar el día comenzaban a hacerse presente pero, rápidamente recordó que nadie debía percatarse de que ellos estaban allí, así qué bajó la velocidad volviendo la mirada hacia la multitud: de pronto le pareció ver a un hombre moreno sin camisa pero con pantalones color café, señalándolo.
Al volver a mirar al lugar no podía encontrarlo, volvió la mirada atrás y sus amigos le seguían el paso muy de cerca hasta que finalmente pasaron el pequeño jardín que rodeaba la casa. De entre los matorrales surgieron dos cachorros de perro, de pelaje negro, que animosos rodeaban a los niños con sus colas agitándolas.
—¡Perritos!—cantó Judy acercándose a saludarlos, Francy se unió a ella mientras los chicos se acercaron a Jairo que contemplaba la reja de alambres parado en jarras.
—ahora sí, lo que se viene puede ser confuso pero Sé, que juntos lo haremos mejor—dijo mirando a Eliel, y luego se acercó a la reja apoyándose de la misma, y observando al otro lado de ella, donde buscaba aquel túnel con una puerta de tubos.
—¡oye aquí está abierta la reja!—dijo charles a unos metros de donde estaba Jairo, templando el pedazo de reja para mostrar la abertura.
Los niños se quedaron parados mirando a Charles, sonrieron ligeramente, sintiendo aquella adrenalina de aventura corriendi por sus venas, se acercaron al lugar y Jairo contempló a Charles con una sonrisa. —Bien hecho—volvió a decir antes de agacharse pasando por el hueco en la reja, siguieron, Luis, Francy, Judy, Isaac y Eliel, y finalmente pasó Charles.
—¡no se vayan a resbalar!—dijo Isaac cuando comenzaron a bajar por la colina de tierra hacia la parte de concreto dentro de la canal. Una vez abajo, cayeron sobre el agua que por poco les llegaba hasta las rodillas.
—¡Odio esto!—se escuchó a Luis quejarse, mientras el cielo seguía relampagueando en aquella noche de febrero.—¡a cada rato nos metemos en esta… agua asquerosa!... y si no es eso, te salpican cosas asquerosas—refunfuñó mirando toda el agua verdosa a su alrededor, aunque en aquel sector de la canal, parecía más un rio que un botadero de basura.
—¡Luis!—musitó la hermana pidiéndole que se calme, y él tan solo la miró en silencio.
Jairo respiraba un poco acelerado, sentía un poco de nervios por alguna razón; sentía que había algo más acompañándolos.— muchachos—masculló y los demás se concentraron en el niño de ojos grises. —tenemos que pasar por unos túneles así que…—decía cuando se vio interrumpido al escucharse un silbido de tres tonos en la lejanía. Miró la colina adjunta que conectaba al parque.
—Es papá…¡nos están buscando, tenemos que correr ya!—anunció Jairo. Los niños se sobresaltaron preocupados también por el regaño que les echarían si los pillaban metidos en ese lugar a esas horas, y al tiempo en que retumbaron par centellas en el cielo, echaron a correr contra la resistencia del agua y su corriente.
—¡vamos!¡Rápido!—Jairo intentaba susurrar guiando a sus amigos por aquella curva en la canal, la lluvia comenzó con unas pocas gotas, que en cosa de segundos se convirtieron en millones cayendo por motones. —¡Allá! ¡ya casi llegamos!—dijo Jairo señalando hacia un túnel cuadrado al costado de cemento que conectaba con el cuartel militar en el casco histórico de la ciudad. El agua a sus piernas se escuchaba chisporrotear y también parecía destellar titilantemente, cuando Jairo se detuvo por delante de la pandilla.
—¿qué? ¿Qué sucede?—cuestionó Eliel preocupado y sin poder distinguir en las oscuridad de la canal, los niños ya estaban prácticamente empapados.
—¡algo se aproxima!—respondió en voz baja y mirando hacia un montarral alto en medio del agua, por delante de ellos.
—¿qué?—dijo Eliel apenas cuando de aquel monte surgió una pequeña cosa de forma humanoide, con la piel amarillenta y rasgada, como si le hubiesen hecho varios tajos de navajas. Chilló horriblemente corriendo hacia ellos, Jairo solo reaccionó extendiendo sus brazos e imaginado que podía sujetar al engendro y arrojarlo por los aires: lo hizo, y sin siquiera tocarlo salió disparado contra un árbol en las lejanías, cayendo entre el monte de la colina.
Él volteó para asegurarse de que sus amigos estuvieran bien. Ellos lo miraban con asombro y con la boca abierta.
—¡Jairo!—se escuchó a lo lejos las voces de los padres del niño llamándolo, la pandilla también pudo oírlos claramente y volvieron la mirada atrás esperando no se les ocurriera asomarse en la canal para revisar.—¡NIÑOS!—se escuchaban relativamente cerca pero la música en vivo dificultaba saberlo con exactitud.
—Nos van a descubrir…—comentó Eliel nervioso.
—cálmense–pidió Jairo en voz baja.
—tenemos que darnos prisa, es todo—replicó Luis igual de angustiado.
—¡Silencio!—volvió a pedir Jairo cuando de pronto, El perturbador grito de Judy los hizo callar, dar un salto y temblar como gelatinas. Inmediatamente se dieron la vuelta descubriendo a aquel ser de tres metros de alto parado en medio del agua justo frente a Jairo.
Su cuerpo larguirucho, rojizo y cocido; emanaba un extraño vapor rojizo. —¡Los encontré!—dijo con aquella voz ronca y seca, sonando los huesos de su cuello al girar la cabeza.
Jairo había quedado sin aliento y dio unos pasos atrás para tomar distancia, sus amigos lo intentaron pero quedaron paralizados del terror. Los ojos amarillos de la criatura se posaba sobre cada uno de ellos como si estuviese enojado, respirando como un toro.
—Jairo…—musitó Isaac pidiéndole mentalmente que se alejara.
—¡cállate Isaac!—respondió rápidamente, enojado con aquel miedo que esa cosa infundía en ellos.
…Y fue Jairo alzó sus brazos con fuerza al tiempo en que encapsulaba al monstruo con sus poderes.
Este dio dos pasos torpes hacia atrás y luego volvió la mirada hacía Jairo.—¡Maldito niño de mierda! ¿Te atreves a desafiarme?— gruñó al tiempo en que su voz retumbaba y el cielo nocturno se iluminaba bajo el chaparrón de agua.
—¡Jairo!—musitó Isaac dando dos pasos e intentó imitar al de los ojos grises con sus manos y sus habilidades.
El diablo rojo gruñó, retrocedió y parecía resistir una fuerza invisible que trataba de aplastarlo. Los ojos de Jairo destellaron tenuemente en ese momento, El Diablo Rojo hizo como si cargara un gran peso en su espalda y se puso de pie nuevamente…
—¡Sabía que eran ustedes quienes me darían problemas!¡los destriparé!¡haré un trono con sus restos!— volvió a decir cuando parecía poder empujar la fuerza y acercarse cada vez con menos dificultad, Charles tomó el primer peñón que encontró cerca y se lo arrojó al pecho pero sin molestarlo tan siquiera.
—¡Tú!—dijo de pronto clavando sus ojos rallados sobre Isaac y aún peleando con la fuerza que lo hacia retroceder. Alzó su huesudo brazo, haciendo movimientos erráticos con sus larguiruchos dedos rojos, lo que tuvo como efecto que Isaac sintiese un fuerte puyazo en medio de su cabeza y soltó un grito sujetándose el cráneo.
—¡NO!–gritó Francy liberando un pulso energético que golpeó aquel ser maligno también.
—¡La Victoria-Es-Miaaa!—sentenció enojado reclamando lo que asumía, era suyo por derecho, su propio cuerpo ardió en llamaradas y una enorme colonia de murciélagos emergió de los arboles directo hacia los niños, Jairo se desconcentró sacudiéndose los bichos de encima y logrando ver a Isaac caer al agua de rodillas, apretándose la cabeza y sangrando por la nariz.—¡Isaac!—gritó Jairo con el corazón tan acelerado que pensaba que se le podría salir por la boca. Volvió la mirada al frente para descubrir al diablo aquel, extenderse gruñendo y sacando dos pares de brazos extras desde sus costillares, crujiéndole los huesos y salpicando aquella sangre casi negra.
—¡Todos moriraaán!—sentenció El Diablo Rojo, cayendo un gran trueno a su espalda.
…Jairo soltó el aliento en su sorpresa, pudo ver aquellos ojos verdosos, el cabello corto y el eco de su voz llamándolo por su nombre desesperadamente, pero muy, muy lejos…
…El Diablo rojo soltó un chillido quedándose inmóvil con sus cuatro brazos extendidos, la boca abierta y la pupila hacia su cráneo como si estuviese en trance — Co-¿Cómo?¡Ahhhh! ¡Maldita!—Gruñó aquello casi petrificado.
—Jairo…vámonos—pidió Isaac con voz entre cortada finalmente libre de aquel pinchazo.
—¿Qué le sucede al diablo rojo?—preguntó Charles sorprendido y tomando otra piedra de la causal revuelta.
—es Agatha…—explicó Jairo.—…finalmente lo encontró—sonrió ligeramente y sintiendo la mente de la mujer vibrando tan fuerte que llegaba hasta donde ellos estaban, y era capaz de retener al “espíritu” que encarna aquel Diablo Rojo.
De pronto se sintió un crujido, que aumentaba en volumen, al tiempo en que la tierra empezó a sacudirse de a poco y el mismo rio de la canal también, La voz del diablo rojo se oyó vibrar como un eco alcanzando el máximo potencial, que como un terremoto empezó a sacudirlo todo.
—¡NOOO!—gritó Jairo cuando vio en su mente que la señora Agatha cerraba sus ojos, a la vez en que dejó de sentirla en el plano físico.
Sus amigos gritaban, y trataban de mantenerse en pie con aquella sacudida haciéndose sentir cada vez más fuerte. —¡Vámonos Jairo!—lo llamó Isaac a gritos bajo la lluvia, acercándose a zancadas para arrastrarlo de regreso.
—¡aargggh! ¡MALDITOS!—Gruñó aquello despertando de su parálisis furiosamente. —¡los degollaré!¡los empalaré!— bramó agitando sus brazos amenazantemente por todo lo alto.
—¡Corran!—gritó Jairo ahogándose en su sangre poco después, y de pronto siendo alzado por el aire con el brazo del Diablo Rojo atravesándolo por el pecho.
—¡Nooo!¡Jairoo!—gritó Isaac al ver aquello, con sus ojos llenándose de lagrimas y tropezando, cayendo en la creciente agua por aquel extraño terremoto en su camino para alcanzarlo.
—Francy no—gritó Judy halándola cuando la pilló tomando un palo y corriendo hacia el demonio.
Jairo colgaba de un lado al otro en el brazo del diablo rojo, tosiendo sangre y derramándola a chorros, con la mirada vacía hacia sus amigos.
—{¡Corran!}— todos ellos escucharon la debilitada voz de Jairo en sus propias cabezas, exceptuando a Charles.
Isaac se arrastró llorando, apenas acercándose, cuando el niño de los anteojos lo alcanzó bajo la fuerte lluvia, y tomándolo del suéter lo direccionó por el camino de regreso con los gritos de fondo provenientes del reencuentro. —debemos irnos— le dijo Charles con la tristeza expresada en su mirada mientras lo halaba del brazo —pero Jairo—musitó.
Ambos volvieron la mirada hacia aquel niño siendo sacudido en el brazo del Demonio enfurecido. Se comenzó a escuchar como si algo vibrara y chisporroteara; El agua de la canal se empezó a recoger y todos sospechaban que “El diablo rojo era el causante” entonces se pusieron de pie rápidamente, al volver a mirar atrás una enorme ola de agua negra se veía venir detrás del diablo de cuatro brazos.
Los niños echaron a correr canal arriba, con aquel gruñido perturbador tras ellos, el suelo se sacudía, la lluvia los azotaba al rostro, y volteaban la mirada vislumbrando a aquel Diablo, apoyándose con sus largas extremidades de la canal, como si fuese una araña, tirando una mano para alcanzarlos. Un relámpago iluminó de rojo al cielo y aquella enorme ola de agua negra los alcanzó y reventó sobre ellos, inundándolos en oscuridad, y una helada corriente, mientras eran revolcados sentían electro choques por todo el cuerpo, junto a la sensación de que eran batidos por la marea.
Isaac no estaba seguro si podría aguantar por más tiempo la respiración, no distinguía nada hasta que pasó un celaje de luz blanca en medio de aquel profundo cuerpo de agua oscura… sintió que golpeó su muslo izquierdo de algo duro, rebotó, y dejó escapar un poco de aire cuando gritó, de nuevo pasaron frente a sus ojos unos celajes de luz, y de pronto le pareció ver pasar frente a él a Jairo con los ojos grises bien abiertos y clavados sobre él, la boca abierta, y muy rígido, arrastrado por el agua.
Trató de llamarlo pero se empezó a ahogar, pataleó para acercarse y volvió a quedar a oscuras, cuando de pronto sintió que el agua bajó hasta su pecho. Sin poder ver aún nada más que una profunda oscuridad…
…Respiró hondo recuperando el aliento, sin saber como estaba flotando, ni donde. Tomó dos bocanadas rápidas de aliento y gritó a todo pulmón:—¡JAIROOOOO!—y se hundía mientras adivinaba como mantenerse a flote.
Su voz quedó en seco, sin recibir respuesta; sintió que el agua chispeaba en su propio vaivén. —¡Jairoo!—llamó nuevamente y buscó a sus otros amigos aunque le era imposible distinguir alguna cosa, cuando un sonido eléctrico se volvió a escuchar…
…Isaac sintió de pronto como si le estuvieran levantando la piel aún estando vivo, comenzó a gritar sin poder soportar el dolor que se frenó repentinamente al llegar a sus hombros, de pronto sintió que le reventó algo dentro del estomago, giró y volvió caer desde una gran altura, sin poder ver nada en ningún lado, ni saber hacía donde caía, gritó una vez más ahogando un llanto, pensando que moriría y finalmente sintió aquel ardor en su abdomen al caer de golpe sobre un cuerpo de agua.
Desesperado y sin saber nadar, comenzó a chapalear para mantenerse a flote. —¡A-a-Ayuda!—tartamudeó sintiéndose muy adolorido y cansado…
…Tragó agua un par de veces en el vaivén de la corriente y sus intentos por aprender a nadar.—¡Auxilio!—gritó más fuerte antes de sumergirse, pataleó con mucha fuerza logrando volver a surgir, pero estaba cansado, sabía que no lo lograría; así que tomó aire nuevamente, llenando su boca hasta inflar sus cachetes, pataleó y después se fue hundido por una fuerza anormal, como si fuera arrastrado por el agua hacia lo profundo…
…Distinguió celajes de luz veloces, como cuando vas vehículo por autopista en la noche… acompañadas por unas voces que murmuran sin poderse comprender. Isaac se sintió sacudido de nuevo hasta que sufrió otro electro choque, sintió golpear una pared de roca hasta caer frente a una luz cegadora… hasta que finalmente…
…Cayó sobre un rio que apenas lograba distinguir en su mareo.
Trató de ponerse de pie, pero otra ola llegó por su espalda y lo volvió a empujar al rio, esta vez cayó sobre una enorme roca de espalda, soltando un quejido seco, y se quedó semi acostado mirando al cielo nocturno; estaba nublado, relampagueante, tormentoso con agua por demás.
Su visión se aclaró, y escuchó unas voces en la cercanías. Con dificultad se incorporó, y observó su entorno sintiendo que estaba en una especie de selva o bosque. Finalmente vio algo moverse más adelante en la corriente del paso de agua, identificándola a los segundos como su hermana menor. Se levantó con mucho dolor en su cuerpo, y mirando a la orilla del rio comenzó a cruzarlo para llegar hasta ella.—¡Francy!—le susurró a la niña que estaba sentada llorando sobre otra piedra de gran tamaño a un costado del rio, a muy pocos metros de una cueva de rocas por donde también atravesaba el paso del agua.
La niña se dio vuelta asustada, pero al reconocerlo se bajó rápidamente de la roca y corrió atravesando la corriente hacia él para abrazarlo, éste la recibió sin esperarlo, pero comprendiendo que lo hiciera…pues Jairo había sido asesinado frente a ellos…
…bajó los brazos y rodeó a su hermana con ellos completando aquel abrazo.
—le hizo daño—chilló pegada a su pecho.—él lo lastimó mucho—la escuchó decir mientras el corazón de Isaac se quebraba, y una lagrima resbalaba por su mejilla bajo aquel chaparrón.
—Lo sé—balbuceó, y apretó los labios con frustración.
Se iluminó la selva con un ruidoso relámpago, Isaac vigiló el cielo repudiando tantos malos augurios y sujetó a su hermanita de frente hacia él. —¿has visto a los demás? ¿Sabes que les pasó?—le preguntó mirando su mal herido rostro infantil.
—no… Judy estaba conmigo, apenas llegué aquí me subí a la piedra, me estaba ahogando—respondió con un hilo de voz mientras se secaba las lagrimas de su ojo sano.
Su hermano la soltó, mirando a su alrededor en ambos lados del rio, dio algunos pasos cuando le pareció ver algo moverse a una orilla del rio del otro extremo en el que se encontraban. —ven conmigo—le dijo, ella le sujetó la mano y ambos comenzaron a andar cruzando el rio.
Una voz se colaba en el ruido de la fuerte corriente y al buscar su origen se trataba de Charles llamándolos, apretando sus ojos para distinguirlos, y extendiendo las manos para andar, pues había perdido sus anteojos… Los alcanzaba atravesando el paso de agua bajo aquella torrente... que había dejado de emitir ruidos electricos.
—¡Charles!—dijo Francy estirando la mano para se que apoyara de ella.
—creo que atravesamos una anomalía muy fuerte—jadeó tomando la mano de Francy y recuperando el aliento.
—¿estamos en otro sitio?—le preguntó Isaac escupiendo el agua de la lluvia venteada que le escurría sobre el rostro.
—no lo sé aún… podríamos estar en otra época— respondió arrugando el rostro sin poder ver nada.
Escucharon varias voces en la lejanía, recordándole al niño del suéter rojo aquello que se veía en la orilla del rio, enseguida retomó el paso halando a su hermana y su amigo.—vamos— dijo guiándolos hacia el lugar.
A medida que se acercaban a la orilla podían distinguirlos mejor; —son Luis y Judy…¡encontraron a alguien!—anunció Isaac acelerando el paso tanto como podían, con la fuerza del agua en contra.
—muchachos—sollozó Judy temblando cuando vio a sus otros tres amigos surgir del rio, Francy corrió a abrazarla. Isaac y Charles intentaban averiguar de quien se trataba pero Luis estaba encima escuchándole el aliento. —¡Es Eliel!¡Es Eliel!—sollozó Judy haciendo que a Isaac le diera un fuerte corrientazo en todo el cuerpo, y su corazón saltó tan fuerte que lo dejó sin aire.
Isaac llegó hasta donde ellos estaban dejando a Charles detrás de él, se puso sobre sus rodillas a un lado de su amigo tendido sobre la tierra arcillosa, cuando Luis se incorporó del pecho de Eliel, y con ambas manos haciendo un puño presionó con fuerza varias veces sobre el pecho del niño ahogado. Isaac lo miraba sin entender si Luis sabía lo que estaba haciendo pero su rostro enrojecido denotaba que estaba dando su máximo esfuerzo.
—¿Qué sucede?—preguntó Charles sin poder distinguir nada, mientras Isaac saltó al ver Eliel escupir un poco de agua.
—¡Eliel se ahogó!—chilló Francy llorando en los brazos de Judy.
—acérquenme ¡ACÉRQUENME!—Charles gritó desesperado buscando con sus manos y tropezando, Isaac se incorporó a tiempo para atajarlo y ayudarlo a llegar hasta Eliel rápidamente. Charles temblaba buscando su cuerpo con las manos. —¿es él? ¿Es él?—tartamudeó y lo apenas identificó:—¿le diste ventilaciones?—le preguntó a Luis acelerado, mientras iba acomodándole la frente y el mentón a Eliel sobre el suelo para que pudiera pasar el aire por sus vías respiratorias.
—¿qué?—replicó Luis haciéndose a un lado.
—¿le diste aire?—se aceleró también haciéndose a un lado de Eliel para acomodarse.—¡Sí!—respondió Luis gritando.
—¿Cuántas?—preguntó de nuevo; entrelazando sus manos, y posándolas en el medio del pecho del niño tendido sobre la arcilla.
—cinco—respondió Luis.
—dale cinco más de nuevo—ordenó Charles siguiendo el sonido de la voz de su amigo y aquella silueta borrosa.
—¿qué?—replicó.
—¡DALE CINCO MÁS!—gritó Charles, Luis no pudo evitar hacerlo al instante, pinchó la nariz de niño, selló su boca con la de él, dándole las cinco ventilaciones. —¡tápanos de la lluvia!—le pidió a Isaac a su lado. Éste se quitó la sudadera roja y la tendió sobre sus dos brazos protegiendo la cabeza de Eliel del chaparrón.
Charles comenzó a hacerle las presiones cuando Luis se incorporó, y en la segunda ronda Eliel comenzó a toser escupiendo agua por montón. —denle espacio—pidió Charles echándose atrás para dejarlo tomar aire. —Isaac ayúdalo—dijo después.
—¡Eliel!—musitó al hacerse a su lado, viéndolo reaccionar y balbucear. —respira tranquilo, mantente así… aquí estamos hermano—le dijo mientras se le escapaban algunas lagrimas.
—¿en dónde estamos?—preguntó Luis poniéndose de pie, y apartándose el cabello mojado de los ojos, mirando todo a su alrededor. —no lo sé, solo Jairo había estado aquí—respondió Charles, Isaac volvió la mirada hacia él al tiempo en que el brillo se perdió de sus ojos, y su expresión se hizo amarga.
—¿dónde está? ¿Dónde está Jairo?—escuchó a su hermana sollozar a su espalda, y fue cuando una luz como un flash cegó su vista:
…—¿cómo es que nunca pude verlos?— escuchó la voz de una mujer mientras veía caer un especie de rosario hecho de piedras de madera con tallados en ellas; sus eslabones de metal se abrían desparramando las piezas de madera sobre un suelo pulido…escuchó aquel silbido de dos tonos largos mientras podía vislumbrar una colina medida al horizonte, donde parecía poder verse el pasar de las décadas correr en segundos: aquellas pequeñas ramas crecían convirtiéndose en arboles, y el cielo amanecía y oscurecía consecutivamente a gran velocidad, un corrientazo lo hizo parpadear y se encontró a sí mismo en una habitación, donde el tapizado de figuras comenzaba a desgarrarse… habían muebles y repisas llenas de libros, velas, cuando de pronto se escucharon varios gritos…
—SOLO YO REINARÉ AQUÍ—escuchó en su cabeza y enseguida reaccionó volviendo en sí en aquella orilla del rio, en medio de la selva, lloviendo a cantaros en una noche torrencial.
—ésta…es la guarida—musitó Isaac mientras le corría una gota de sangre bajo la nariz y trataba de entender la visión que había tenido.
—¡Debemos ayudarlo!—dijo Charles, Isaac y Luis se hicieron a un lado de Eliel, que parecía balbucear preguntando donde se encontraba. Lo cargaron apoyando sus brazos sobre los hombros de ellos.
—No me siento… no me siento muy bien—dijo Eliel antes cabecear un poco.
—creo… creo que esta noqueado—dedujo Charles apena viendo borroso.
De pronto, se escucharon tambores en seco, voces que cantoneaban en una extraña lengua aborigen, el viento batió con fuerza todo aquel valle ancestral, y mientras la tierra crujía, del cielo comenzó a caer un rayo rojo que impactaba en algún lugar a pocos metros de ellos.
Francy dejó escapar un grito ante los primeros dos, Charles intentaba fijar la vista en el sitio sorprendido.
—esto…—musitó cuando Luis contó en voz alta el sexto relámpago impactando.
—¿Qué? ¿Qué crees que sea?—inquirió Isaac mientras Luis contó el decimo segundo impacto, siendo este el último.
La tierra dejó de sacudirse, y el cielo seguía crujiendo de tonos magenta bajo aquella lluvia que parecía no tener final.
—Algo muy… poderoso…cargado de mucha energía… está ocurriendo allá—dijo Charles tabaleándose sobre sus pies.
Isaac levantó la mirada desde Charles hasta el sitio, donde parecía resplandecer de una luz naranja. La briza azotaba con fuerza y cierta malicia, la corriente del rio estaba picada y todos los huesos del cuerpo le decían que se trataba de él: El Diablo Rojo.
No pudo evitar pensar que Jairo había hecho todo lo posible para llegar hasta donde estaban, y aquel Diablo se encontraba allí.
—Charles ¿crees que puedas ayudar a Luis cargando a Eliel?—preguntó con una cara seria.
Charles mantuvo aquel silencio incomodo con el rostro fruncido hacia Isaac. Luego, de igual manera dio unos pasos torpes hasta donde estaba, recibiendo parte del peso de Eliel y reemplazando a Isaac.
—¿qué estás haciendo?—le preguntó su hermana apartándose un mechón de cabello mojado del rostro.
Isaac solo le dedicó una mirada rápida, e inicio carrera en dirección al lugar.—¡No Isaac!—gritó Francy dando un paso, pero siendo retenida y silenciada por Judy.
Tres relámpagos seguidos iluminaron el cielo mientras Isaac seguía el resplandor naranja entre los arbustos bajo la lluvia, resbaló al saltar un pequeño matorral hacia lo que parecían ser grandes antorchas en medio de un enorme sumidero en la tierra pantanosa.
Se pasó por encima de otro arbusto caído, resbalando el pie pero logrando apoyarse con una mano sobre el pantano antes de caer, miraba aquellos enormes troncos de madera clavados a la tierra, ardiendo intensamente incluso bajo aquel diluvio.
Distinguió rápidamente que habían cuerpos humanos atados a varios de estos postes de madera, haciendo que su respiración se hiciera rápida… por alguna razón sentía “haber estado allí antes”.
Lanzó un vistazo hacia lo alto, en las ramas de los arboles, donde algunas de estas ramas lucían recién apagadas.
Isaac, desvió la mirada lentamente hacia el enorme hueco en la tierra, donde sus instintos le decían “Era el sitio que se encontraba El Mal”. Agitado, se acordó de la experiencia de Jairo al descubrir el escondite del diablo.
Escuchó las voces de sus amigos llamándolo, como si se aproximaran a él. Fue cuando se percató de que los tambores y cantos seguían escuchándose, como si el sonido rebotara entre los arboles, como si fueran ellos quienes cantaran.
Cayó un grueso rayo rojo directo al interior del cráter, chispeando y vibrando hasta que se detuvo. Isaac había retrocedido algunos pasos por la impresión. Sintió que unas hojas se movían tras él pero rápidamente escuchó la voz de su hermana:— Isaac estás loco… no hagas eso—regañaba al llegar pero él la chitó inmediatamente.
—ese… es el lugar del que nos habló Jairo—señaló al agujero sin darles la cara todavía y recordando lo que había visto en la mente de Jairo el día anterior.
—¿qué son todas esas cosas?—preguntó Charles apretando los ojos, y cargando al quejumbroso Eliel con la ayuda de Luis.
—son antorchas con personas amarradas a ellas—respondió al tiempo en que el cielo retronaba.
Un ruido perturbador interrumpió a Luis antes de que pudiera hablar, haciendo que los cinco niños consientes miraran al interior del lugar, sin poder distinguir el fondo. Se escuchó como si una rama se quebrara adentro y luego un asqueroso rechinido acompañado por el sonido de algo arrastrándose, en ese momento Isaac comenzó a temblar… su labio temblaba al tiempo en que su aliento se veía como vapor en aire bajo aquella lluvia…
En un momento, Se acercaba a pasos lentos al lugar y sus amigos iban tras él. Isaac sentía un devorador terror carcomiéndolo y ésta vez; todo su ser sentía aquella energía abrasiva, llena de sed de sangre y con un poder abrumante…
…un chorro de sangre salió desde su nariz hasta el mentón, cuando se aceraba al borde del agujero sintiendo la esencia de lo que allí, estaba engendrándose sobre una pila de cadáveres de humanos y animales cercenados… encima, yacía un cuerpo claramente reconstruido de varias partes humanas de manera rudimentaria, con varios símbolos dibujados con sangre y carbón negro sobre la piel amoratada.
—eso… eso…—tartamudeó Luis cuando su mente infantil detalló aquel cuerpo desnudo y siniestro, tratando de no dejar caer a Eliel se inclinó vomitando, Francy y Judy le pedían silencio desesperadamente con señas y él enojado trataba de responder pero volvió vomitar.
Los niños de pronto sintieron un corrientazo en sus cuerpos, Eliel se retorció cayendo sobre sus rodillas sorprendido por el efecto, luego Charles y Luis lo levantaron sin comprender lo que había sucedido, bajo aquel diluvio que no tenía pinta de que fuera a terminar…
…los cadáveres bajo la monstruosidad, se prendieron en llamas de la nada… ardían expandiéndose el incendio a lo largo de los restos amontonados, y el fuego parecía no poder afectar al cuerpo mal remendado que estaba tendido por encima…la tierra tembló crujiendo de nuevo y los demás se tambalearon hasta caer al suelo, Isaac resbaló pero antes de poder caer puso su otra mano haciendo equilibrio para no irse de boca al agujero ardiendo en llamas.
—¿qué es lo que está pasando?—preguntó Charles frustrado de no estar al tanto.
—no…—Isaac dijo apenas cuando la tierra crujió bruscamente, y aquellas llamas se alzaron hasta lo más alto, sobre la copa de los arboles, al tiempo en se encontraba con otra centella roja.
Aquellos niños retrocedieron gritando del susto que les provocó sentir tanto vapor quemándoles el rostro, y parecía como si las llamaradas gruñeran en las patas de sus orejas…
Las llamas regresaron al interior del cráter, mientras los niños estaban boca arriba tendidos con la lluvia aliviándoles el rostro. Isaac abrió sus ojos con un sentimiento en el pecho, una certeza: Ahora, Sí estaban con Él.
Se incorporó del suelo apenas arrastrándose de regreso al borde, y vislumbró aquel cuerpo rojizo de casi tres metros de largo, posado sobre una pila de cadáveres carbonizados con algunas llamas ardiendo todavía.
El cuerpo deforme y empatado, tenía movimientos de respiración, apreciables con la luz de los relámpagos que cruzaban entre las nubes…
…sus amigos se le unieron a observar, cuando aquel conducto hecho de partes de humanos y animales, comenzó a sacudirse como si convulsionara… su estomago parecía contener un objeto extraño moviéndose, cuando de su pecho, hombros y cabeza brotaron filosos pinchos negros como los de los puercoespines, chorreando una sustancia negra y viscosa…
—Tenemos que…destruirlo ahora—musitó Isaac con los ojos clavados en aquel cuerpo que ahora parecía flotar unos centímetros sobre los cuerpos quemados.
—¿qué?–replicó Francy.—¡No Isaac!—chilló tratando de moderar su tono de voz.
Él, le dedicó una mirada con aquellos ojos apagados… pero fueron sorprendidos por el eco de unos cañonazos.
Buscaron con la mirada y de pronto al otro extremo del agujero vieron surgir a dos mujeres que usaban máscaras de madera talladas, y vestían unos extraños vestidos negros…
Judy no pudo evitar gritar al darse cuenta de sus presencias… Francy se empezaba a hiperventilar. —¿Qué sucede?—preguntó Charles temblando y tratando de sujetar bien a Eliel.
Isaac volteó a unos pocos metros notando otras dos mujeres de misma vestimenta que surgieron de entre los arboles.
Dos relámpagos estruendosos iluminaron el cielo, mientras estas mujeres de negro empezaban a orar en una lengua extraña y espeluznante.
Algo parecía turbar a Isaac, comenzaba a sentir una presión en su cabeza, se incorporó del pantano tambaleándose un poco. —¡Vámonos de aquí!— dijo sintiéndose un poco débil, se acercó a Charles haciéndole señas de que él se encargaba de ahí en ayudar a Luis.—Tú no puedes ver bien… que Judy y Francy te ayuden a andar—le anunció y volvió la mirada hacia sus asechadoras que se aproximaban aun murmurando en aquel idioma.
Las chicas se fueron por delante ayudando a Charles tomándolo de las manos y orientándolo en el camino, Luis e Isaac pudieron ver como las dos primeras mujeres dieron un brinco inhumano llegando hasta el borde al otro lado del cráter sobre la tierra. —¡CORRAN!—bramó Isaac sobresaltado al tiempo en que Luis gritó espabilando un poco a Eliel.
—¡Al rio!¡Al rio!—dirigió Isaac cargando a su amigo y corriendo como podía, Luis comenzaba a cansarse cuando iban cruzando la maleza.
De la nada surgió una de las mujeres de negro gritando con un enorme cuchillo negro en su mano, se llevó a Judy, Charles y Francy contra el suelo, giraron y finalmente se montó encima de Judy que peleaba desesperadamente para zafarse de las piernas de aquella mujer endemoniada, cuando Charles se acercó levantando con fuerzas una rama gruesa y larga del suelo, bateando a la mujer por la cabeza y partiendo el tronco al hacerlo, dejándola noqueada junto a Judy, Francy corrió a su auxilio, seguida por Charles siguiendo su celaje.
La hierba anunció la llegada de unos hombres vistiendo unos extraños atuendos de color negro, llevaban unos ponchos de capucha con un pequeño broche metálico sobre el corazón, incluso llevaban unas armas de cañón largo. Los dos sujetos que estaban por detrás de aquel, le hacía señas a los niños para que no temieran por su presencia. —¡No corran!¡No corran!—pedía el hombre acercándose a ellos.
Isaac se juntó con sus amigos, todos temerosos de no tener escapatoria. Cuando un sonido chispeante hizo a Isaac mirar hacia el rio… este relucía, destellaba intensamente con extrañas chispas de colores…
La maleza volvió a alertar que alguien llegaba y un crujido sobre las ramas de los arboles, sobre sus cabezas, los hizo mirar hacia arriba; distinguiendo aquellas macabras máscaras de madera observándolos desde lo alto.
Una de ellas se lanzó, y los niños retrocedieron para evitarla, Esta mujer cayó como si nada flexionando sus rodillas, y se levantó lentamente riéndose como una maniaca con el rostro hacia los niños…
…se escuchó un disparo al tiempo en que ella se sacudió… luego cayó al suelo y vieron a aquellos tres hombres de atuendo extraño, uno de ellos con el arma homicida humeando en su mano.
—no pueden estar aquí, deben volver…—dijo aquel hombre cuando otra mujer cayó sobre él y empezó a apuñalarlo, los niños retrocedieron algunos pasos gritando del susto, mientras los hombres armados se apartaron para poder apuntarle con el arma a la agresora poseída… cuando a un costado, se hizo sentir con un gruñido vibrante, una criatura sin igual:
…alargada y cuadrúpeda, de tejido muscular expuesto, llevaba aquellos pinchos tal cual el diablo rojo, y su cráneo era redondo, pequeño sin ojos ni cuencas para tenerlos, y por boca: tenía un especie de pico carnoso con dientes filosos, como de pescado…
Gritaron de nuevo cuando aquellos sujetos comenzaron a dispararle a la criatura, la impresión fue tanta que ayudándose entre ellos corrieron en dirección al rio sin planificarlo. Llegando a la orilla el agua, parecía que ésta estaba electrificada, pues sentían pequeños corrientazos mientras se adentraban en ella…—¡hacia la cueva!—señaló Isaac con la mirada al sitio y dando pasos grandes fueron moviéndose en la corriente.
—me duele le-le…— mascullaba Eliel siendo arrastrado por sus amigos, mientras aquellos disparos volvían a oírse en las cercanías.
Un cegador relámpago impactó sobre las rocas encima de aquella cueva cuando estaban llegando a su oscuridad, los niños se cubrieron el rostro asustados de ser aplastados por los escombros, cuando sintieron aquella marea subir repentinamente, ellos reaccionaron intentando mantenerse unidos…
…corren con fuerzas dentro del agua turbulenta, y al entrar en la oscuridad del sitió, Isaac chocó con algo blando y cayó al agua seguido por Eliel y Luis. Se levantó rápidamente esperando no crezca la marea y sintió que alguien lo sujetó ayudándolo a estabilizarse, en medio de la confusión; notó que alguien más lo ayuda a volver a cagar a Eliel, mientras pudo ver una camiseta negra con el estampado de “un sujeto calavera, roquero, prendido en fuego azul y rojo”…
Isaac alzó la vista frente a él, y distinguió con poca luz; a un niño de su tez, varios años mayor con un una pequeña chiva en su mentón.
—¡Tienen que irse ya!—lo escuchó decirle mientras apretaba ligeramente su hombro; sentía que lo había visto en otro lugar…
…miró a su alrededor, y el adolescente tampoco estaba solo, otro adolescente robusto, parecía estar ayudando a su hermana, Judy y a Charles, ni hablar de otros que parecían estar allí. Miró al muchacho frente a él diciéndole:—…sé fuerte… te tienes que- ir—
Entonces otro joven de alta estatura, les dio un leve empujón por la espalda para que iniciaran la marcha, se escucharon unos gritos aterradores provenientes desde fuera de la cueva… y todos allí miraron al fondo del follaje, más allá del rio.
Isaac volvió a ser empujado por la espalda mientras que sentía que la marea subía con cada movimiento del agua…
—Llévalos—se escuchó el eco de unos de ellos decir a la entrada de la cueva, Isaac se detuvo mirando sobre su hombro apenas pudiendo distinguir ocho siluetas, cuando una de ellas le pareció que pertenecía “Al hombre de la capucha”. La misma silueta que comenzó a correr atravesando el agua con mayor facilidad que ellos, aproximándose.
—Noooo—Isaac ahogó un grito apretando fuerte la mano de Eliel para que no se resbalara y chapaleando con todas su fuerzas para huir, hasta que la oscuridad los llevara a casa.
Volvió a mirar a su espalda, y logró ver al sujeto saltando hacia ellos en las oscuridad y hundiéndolos por la espalda…
…El agua crujió como trueno en sus oídos, se sintieron sacudidos bajo aquella fuerte marea, de la nada, golpearon con algo a Isaac, y luego dejó escapar un intento de grito al sentir otro fuerte golpe en el coxis, trató de aguantarse para no ahogarse al soltar un grito, mientras que aquella turbulenta corriente parecía darles vueltas dentro del agua, Isaac no podía contener más el aliento cuando vio pasar celajes de luces dentro del agua, y vislumbró lo que creyó qué era el cuerpo de Jairo dando vueltas en la profundidad, invadido de tristeza extendió su brazo deseando poder alcanzarlo o atraerlo con sus dones pero quedó a oscuras nuevamente. Sintió un fuerte choque eléctrico y quedó totalmente inconsciente…
…de pronto, sentía pequeñas gotitas cayendo sobre su rostro y sus manos, escuchó varios murmullos, seguido del azote de la puerta de un auto, parpadeó vislumbrando varia luces destellantes, con un sujeto alumbrándole el rostro…
—¿Sabes como te llamas?—le escuchó decir, pero una mujer lloraba al fondo, sin él poder verla definidamente. —¡Jairo!¡JAIROO!—le identificó la voz y se levantó de la camilla donde lo tenían, aclarando su vista al parpadear. —¡Jairo!— gritó Isaac con voz temblorosa al verlo a poca distancia sobre la camilla; Estaba con su cabeza tendida hacia atrás, los ojos abiertos, y su mentón y pecho manchados de sangre.
—¡JAIROO!—Comenzó a gritar llorando eufóricamente sin reconocer a nadie más a su alrededor, los paramédicos lo sujetaron entre dos, la señora Dorian fue retirada por otros oficiales de policía.
—¡Cálmate, Cálmate!—le decían a gritos. —¡Un doctor por aquí!¡busquen a su representante!—dijeron mientras se lo llevaban a la fuerza bajo aquella llovizna en aquella madrugada de Febrero, sobre aquel puente en la salida de La Victoria cerca a la Plaza de Las Madres.
La tarde siguiente Isaac y su hermana habían regresado a casa desde el hospital, durante la tarde su padre había hecho algunos comentarios sobre las consecuencias de las travesuras, y al caer la noche: la cena de esa noche, fue la más silenciosa de todas.
Isaac dejó en el microondas aquella canilla rellena con solo dos mordiscos, abrió la puerta del apartamento y salió descalzo directo a la azotea sobre su apartamento.
Sentía que le quemaban la cabeza, y que se iba a ahogar con el nudo que sentía en la garganta. Miraba al cielo nocturno cruzando la terraza con los ojos humedecidos. Se sentó con las piernas cruzadas mirando al cielo que carecías de estrellas en esa noche, intentó cerrar sus ojos y sentir a Jairo pero le fue inútil, tras algunos intentos pidiéndole que le hablara, se enfadó, se puso de pie nuevamente con aquel nudo intentando ahogarlo…
…se secó las lagrimas que rodaron por su mejilla y caminó hacia la pared de donde pegó la cabeza con la mirada al piso.
—háblame, por favor—pidió en voz alta deseando que Jairo pudiese escucharlo.
Después de algunos segundos, se dejó caer, recogió las piernas abrazándolas, y ocultó sus lagrimas contra sus rodillas, intentando resistirse al llanto y al dolor.
Al paso de unos minutos, se dignó a bajar y llegando al descanso de las escaleras escuchó la voz del señor Guaicaipuro susurrando algo en los pasillos, de pronto escuchó la voz de su madre respondiendo. El niño, temeroso de toparse con el señor, se asomó al borde antes del cruce, y lo vio surgir para dirigirse al apartamento dónde vivía, con pasos lentos y la mirada al suelo.
Isaac se escondió detrás del muro, y se preguntó a sí mismo; si los padres adoptivos de Jairo lo culparían a él, por su muerte.
…Al pasar varios segundos desde que escuchó cerrar la puerta del apartamento donde vivían los policías, bajó las escaleras y entró a su apartamento directo a bañarse.
La mañana siguiente, en la escuela, todos los niños hablaban sobre la muerte de Jairo, Isaac deseaba poder no hacerles caso pero incluso en su cabeza lograba oírles.
Al llegar a casa, su madre, con cara muy seria le pidió que se duchara y él se negó. —Isaac, vamos a salir… el papá de Jairo nos pidió que lo acompañemos en el velorio…—explicó con voz calmada, y sin mirarlo.
El niño guardó silencio parado sobre su sitio. — Anda a bañarte...—insistió todavía sin poder ponerle un ojo encima.
—no quiero ir—dijo Isaac con voz cortante y mirando al suelo.
—Isaac —musitó ella, mirándolo de reojo—No quiero—la interrumpió.
Ella se acercó rodeándolo con sus brazos, y él se quedó firme sintiendo que aquel nudo en su garganta intentaba ahogarlo nuevamente.—tienes que ir, Él era tu amigo… tienes que despedirte de él—soltó frotando su espalda en el momento en que, dejó salir una lagrima.
Al salir de bañarse, llegó hasta el cuarto donde su hermana se alistaba para ir a ducharse.
Ella volvió el rostro amoratado, mirándolo en silencio mientras que él solo le evadía la mirada cruzando entre la cama y la litera.
—Isaac…—musitó la niña.—déjame en paz—masculló Isaac en respuesta adentrándose entre la litera, y el guarda ropa, y después se cubrió abriendo la puerta del mismo.
—¿estás enojado conmigo?—la escuchó preguntar mientras se colocaba el pantalón negro de salir; que usualmente usaba para ir a misa. Él bufó como gato, respondió:—¡con todos!— y continuó vistiéndose.
—¿yo que hice?—volvió a preguntar Francy.
Isaac sintió tanta rabia al escuchar semejante pregunta, que a su cabeza vinieron miles de voces que le sugerían que le hiciera daño. (—¡Ahórcala!— . —¡asfíxiala mientras duerme!—). Isaac reaccionó notando que sentía algo extraño en él. Y obligó a su mente a expulsar esas voces, quedándose pensativo sobre ellas.
Cerró el closet, y cruzó hasta la sala sin decirle ni una palabra. De la misma manera fue todo el trayecto hasta la funeraria que estaba muy cerca de la salida de la ciudad; donde ellos habían sido encontrados tras “El Desastre del Reencuentro”.
Su madre anunció que estaban llegando al dar con una esquina repleta de autos estacionados, en una calle de cuatro caminos.
Pasaron la pared de bloques pequeños de color arena hasta llegar a una entrada abierta de rejas negras. Al pasar la segunda puerta llegaron a una amplia habitación elegante, con largas butacas pegadas a lo largo de la pared.
Estaba casi repleto de niños, y varios de sus rostros les eran familiares; de la escuela.
(—Hipócritas— . —Falsos—) dijeron aquellas voces en los pensamientos de Isaac.
Quién llevaba rato evitando esas energías oscuras que lo estaban siguiendo. Distinguió a su amigo de la escuela: Jeremy, sentado junto a su hermana gemela. Él le dedicó una mirada seria y alzó el brazo saludando.
—{¡Ah! Por lo menos vino Isaac…ni siquiera sé que hago aquí}— lo escuchó pensar, su rostro se puso rojo y reaccionó mostrándole el dedo del medio y caminando a toda velocidad dentro de la funeraria, su madre lo regañó llamándolo y siguiéndole el paso. Cuando el niño se frenó de golpe ahora en una sala con sillas de espaldar, repleta de adultos y niños de todas la edades, que fijaban la mirada sobre él tras su abrupta llegada.
Rodeó el lugar con la vista nerviosamente, y a un costado descubrió una curiosa base de madera y hierro, que estaba rodeada en los costados con coronas de flores blancas.
—Isaac ¿qué fue eso?—le preguntó su madre regañándolo con susurro.—¿por qué le hiciste eso a Jeremy?—
—¡Es un estúpido!—escupió Isaac ocultado su rostro de la gente usando a su madre. Su hermana se limitaba a observarlo desde el marco de la entrada a la sala.
De pronto Isaac distinguió a la señora Dorian al fondo, por lo que parecía ser otra entrada hacia la funeraria, más allá de la puerta de cristal.
La Sra. Dorian hablaba con alguien y no paraba de llorar, Isaac podía sentir la tristeza en ella desde donde estaba parado. Al desviar la mirada pudo ver a Charles, con nuevos anteojos y sin gorra, Eliel estaba ahí junto a la señora Ramona, quien parecía conversar con la señora Emma.
No se había percatado de que ellos estaban allí, Eliel parecía estar distraído, mirando sus dedos con aquella cara larga, Charles en cambio miraba algo frente a él, cuando Isaac le siguió la mirada, se trataba de Judy y Luis, llorando entre los brazos de la señora Judith.
Isaac, gruñó queriendo salir de ahí, dio unos pasos sobre su sitio sin saber a donde ir.
—¿qué tienes Isaac?—su madre lo sacudió sujetándolo del brazo gruñendo entre dientes, mientras él y su hermana se miraban fijamente.
—{No es nuestra culpa}—escuchó la voz de Francy en sus pensamientos.
Entonces, Isaac entre sorprendido y enojado de que su hermana se metiera en su cabeza, la expulsó y desvió la mirada de ella.
—¿Isaac? ISAAC —Dijo la madre sorprendida por el carácter del niño, lo llevó sujeto por el brazo hasta un pasillo en la antesala donde estaban la mayoría de los niños y se inclinó frente a él. —¿Qué tienes? ¿Quieres que te corran antes de que traigan a Jairo?— le reclamó la madre y él alzó la vista con una expresión enojada en el rostro.
—ven…—dijo haciendo la mirada atrás del niño, recordando que había una cocina en esa funeraria. —vamos a tomar café ¿quieres?—
Isaac siguió la vista de su madre al corredor, y la siguió llegando a otro lugar un poco menos concurrido, donde pudo notar unos baños al fondo y una barra donde servían varios tipos de bebidas calientes y comida.
—esperen aquí—dijo la señora Ana dejándolos sobre uno de los sofás marrones que estaban allí. Tras unos segundos de espera mientras su madre aguardaba a su turno para pedir la orden en la barra, Isaac comenzó a sentir la mirada de Francy sobre él.
Enseguida se puso de pie, y cruzó el lugar tomando asiento en otro sofá que estaba totalmente desocupado, volteó la mirada a una esquina preguntándose: ¿porqué no pudieron hacerle caso?.
—(… si tan solo me hubiesen apoyado una sola vez, si tan solo se hubiesen olvidado de ese plan)—Pensó Isaac, volvió la mirada al frente notando que Charles se unió a Francy en el sofá conversando.
Evitó la mirada de Charles observando hacia la barra, en donde su madre permanecía en espera, pero se dio cuenta de que el niño de anteojos ha decidido acercarse a él.
—No quiero hablar con nadie—gruñó apenas Charles se sentó junto a él, su amigo lo observó por unos segundos y respiró profundamente mirando hacia Francy.
—… y mucho menos con uno de nosotros—dijo Charles, Isaac lo miró por el rabito del ojo.—…sé que estás enojado…llegaste a la funeraria y todo el entorno cambió…y ¡Tienes razón de estarlo!—
—¡debieron escucharme!—respondió apretando los labios y mirándolo enojado mientras Charles volteó a mirarlo a los ojos, sin emitir palabra alguna.—…advertí varias veces que algo saldría mal, ante cada señal…¡y ninguno quiso creerme!—regañó con voz entrecortada.
—…yo sí te creí—musitó Charles mirándolo de medio lado.
—¿Porqué no me apoyaste?—replicó Isaac acomodándose hacia él. Charles hizo la mirada al frente a tiempo para que la señora Ana no los interrumpiera, le entregó un pequeño vaso plástico con café a su hijo, saludó a Charles y volvió por Francy sentándose a su lado.
Isaac le dio un sorbo al café y clavó la mirada en su amigo de anteojos esperando su respuesta. —voy a decirte esto, por la misma razón por la que te elegí para acompañarme a aquel lugar en la anomalía… por qué confío en ti…—aperturó con mirada seria.—…Apoyé las ideas que creí que podían funcionar…solo, que …con mi nuevo nivel de compresión sé que nos enfrentamos a algo superior que nosotros pero…si somos muchos, juntos podríamos derrotarlo… Los seres a quienes le pedimos ayuda, vienen de otro mundo y son quienes me dieron esta habilidad de comprender, y ellos nos advirtieron de la complejidad de esta situación… y que habrían cosas que no podríamos cambiar…creo que, lo que le pasó a Jairo es una de esas cosas… no sabemos qué otras peores consecuencias pudieron haber sucedido…—dijo Charles. Isaac desvió la mirada del chico de lentes y dio un trago a su café.
Intercambiando miradas con el señor Guaicaipuro que se retiraba de la barra apenas descubriendo que estaba allí.
—yo quería evitarlo…—confesó Isaac y volvió la mirada hacia Charles—…la noche en que Edgar y Andrés en que avisaron que estaban muertos, tuve una visión estando dentro de la canal… en su momento no conocíamos a Jairo… pero yo… lo vi… y mientras ustedes más querían indagar sobre ese Diablo… más la veía, siempre el mismo sueño… no sabía que se trataba de él…—tragó saliva sin poder evitar que las lagrimas se le escaparan de los ojos.
—…Jairo—musitó Charles con un hilo de voz. —…Jairo, tomó sus propias decisiones Isaac…y si los… y si quienes sabes tenían razón… no podías hacer nada—
Isaac se quedó estático, y casi parecía temblar de impotencia. —Isaac—musitó poniendo su mano sobre el hombro del chico pero este reaccionó evadiéndolo.
—…te dejaré solo—dijo Charles con un hilo de voz, antes de ponerse de pie y alejarse.
Con el paso de los minutos Isaac reflexionaba sobre aquellas palabras que Charles le había dicho, sobre todo lo sucedido, sin darse cuenta de que prácticamente se había quedado solo con la mujer que atendía en la barra en la sala.
Él se incorporó del sofá y arrastrando los pies fue de regreso hasta donde la multitud rodeaba el ataúd mediano, que ahora ocupaba lugar sobre aquella base, rodeada de coronas de flores blancas.
Los presentes, en su mayoría, lloraban a moco suelto lanzando miradas conmovidas al lugar del ataúd. Isaac desvió la mirada de la gente, hacia la caja de madera… todo su cuerpo le decía que no había nada allí, y deseaba que así fuera; que jamás hubiesen encontrado un cuerpo, con la esperanza de que Jairo se encontrara con vida.
La multitud se movía y lo hicieron acercarse, sin poder distinguir todavía el interior por la puertilla abierta. Se quedó observando, pues si realmente Jairo se había ido, ésta, seria la ultima vez que lo vería… se acercó lentamente hasta poder verlo a través del cristal en la puertilla abierta…
…Ahí estaba él, más pálido que de costumbre, sus mejillas ya no tenían ese toque de rubor. Sus ojos estaban cerrados así que no podría ver lo gris de sus pupilas, sin embargo parecía como si solo estaba dormido.
Isaac se acercó lentamente al cristal hipnotizado por la imagen.
El niño dentro de la caja estaba tan rígido que parecía casi irreal, Isaac se apoyó sobre el cristal llorando de nuevo, mientras sus lagrimas caían encima del vidrio. —Jairo—lo llamó susurrando con la voz quebrada. —no puedo escucharte…no puedo sentir en dónde estás…—volvió a decir tan bajo como podía.
—…háblame por favor—pidió aferrándose al cristal, su madre se acercó un poco notando el pequeño tic en el pie izquierdo de Isaac; que se agitaba como si llevara un ritmo rápido de música. —¡Háblame!—insistió dejándose llevar por la impotencia de no saber, si el alma de Jairo no podía escucharlo, o no quería responder.
—¡Háblame!—montó medio cuerpo sobre el ataúd donde Jairo estaba, su madre y otros presentes tuvieron que detenerlo, y fue cuando Isaac explotó en llanto y eufóricamente gritaba diciendo que su amigo ya no le hablaba.
Aquella fue una situación tan dolorosa como incomoda para Isaac; lo llevaron de regreso a la cocina de la funeraria donde lo tuvieron que calmar. La señora Ana tras la escena que su hijo había hecho decidió que no irían al entierro, regresaron a casa en un total silencio bajo un cielo titilante de relámpagos.
Pasada la media noche, las luces de toda la casa estaban apagadas exceptuando la de la sala, e Isaac seguía despierto, acostado en su cama, mirando al interior de su armario a los pies de la litera. Repasaba en su mente todo lo sucedido en el día, sobre todo el tiempo en el funeral de Jairo.
No entendía ¿porqué murió Jairo si él parecía ser quien detendría al Diablo Rojo? ¿Porqué no podrían evitar que muriese?... ¿Quién decidía lo que debía suceder o no? ¿Cuál podría ser una peor consecuencia que la muerte de Jairo? (Pensaba Isaac) cuando de pronto recordó que alguna vez alguien le dijo algo parecido… recordando que se trataba sobre aquel libro que el tal Encapuchado le había encargado cuidar.
Se cuestionó si acaso el libro estaba relacionado con los amigos de Charles que vienen de otros mundos. Entonces, en silencio se descobijó y salió de la litera trepándose por ella para alcanzar el libro que ocultaba en lo alto del closet.
Una vez lo tuvo en sus manos, una pequeña sensación helada llenó su estomago. Sin embargo hizo caso omiso y a hurtadillas salió del cuarto hasta la sala con el encuadernado en sus manos.
El silencio de la noche era armonizado con el canto del grillo en la ventana panorámica, Isaac pasó las yemas de sus dedos por la cubierta sintiendo su textura y algo en ese objeto imanaba energía, el niño se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, lo posó sobre sus piernas y luego volvió la mirada brevemente al interior de la habitación…
…Se cuestionaba sobre la advertencia al recibir el mismo libro, se preguntaba si leerlo traerá peores consecuencias que la muerte de Jairo…pero luego se cuestionó, si algo en su interior hubiese podido ayudar a salvarlo…
…entonces abrió la cubierta, descubriendo varias anotaciones en una esquina hechas en tinta negra. Pasó las primeras paginas que parecían estar en un idioma diferente, cuando se detuvo al encontrar un dibujo en tinta muy parecido al rostro de la criatura que se apareció en el bosque, antes de correr a la cueva… leyó por encima de la pagina la palabra “Engendro” subrayada.
Leyó el cuadro de texto de la parte superior, donde el autor del libro describía a la criatura como un ser engendrado en el infierno, a partir de la carne de los pecadores, invocado por demonios y brujas…
…el niño, contempló los otros garabatos bajo el texto, lo que parecían ser representaciones de la criatura o diferentes tipos de especies, giró la página y notó un titulo subrayado que decía “Protección” y ojeándolo descubrió que habían formas evadir el ataque de un bicho de esos…
…su mente lo regañó diciéndole que debió abrir el libro antes, y pasó varias paginas con otros dibujos y escritos por la misma tinta…
…en medio de este, se detuvo, encontrando lo que se parecía mucho al mapa de La Victoria que había hecho Charles, Isaac apretó el puño condenándose así mismo…—Dios…—musitó pidiendo perdón al cielo por no haber podido evitar la muerte de su amigo de ojos grises…
…y aunque ahora sabían donde estaba su escondite; Dónde yacía el mal encarnado… sus esfuerzos desesperados por lidiar con el Diablo Rojo habían terminado en un total fracaso, después varias “Victorias” en enfrentamientos ante aquella maldad pura…
…aquella noche del 2006, se intentó destruir al Diablo Rojo de 3 diferentes maneras, y todas fracasaron… quizás no era el momento apropiado, quizás no estaban listos en realidad, o quizás, el plan no era el correcto, algo les faltaba… de igual manera algo Sí era cierto, los ciudadanos de La Victoria se habían enfrentado con mucho valor a un terrible mal del que no conocían, y en su ignorancia liberaron lo que será la más dura de las batallas espirituales llevadas a la tierra…pero por ahora; La Victoria es del Diablo Rojo.
FIN.
SIGUE:
“LAS LINEAS DE AGATHA”
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