La Advertencia del Diablo Rojo
Sí, llegó la mañana de noche buena. E Isaac tuvo la impresión de escuchar un montón de voces que hablaban al mismo tiempo, intensificándose de manera creciente y agobiante, de tal modo fue… que se sobresaltó abriendo los ojos del todo y despertando, encontrándose a si mismo en una camilla de la sala de emergencias del Hospital, tenía una vía en una de sus manos por la que le estaban pasando algún tratamiento. Rápidamente descubrió en la cama a su lado, a una mujer anciana recibiendo respiración mecánica, y a su otro lado; un hombre mayor, que tenía toda la pinta de ser una persona en situación de calle, que dormido, soltaba leves alaridos como si algo le doliera.
Un poco exaltado por la impresión, se incorporó nervioso, y descubrió de pronto a su madre en unos asientos del fondo reaccionando por el ruido que él causaba.
—¡Isaac!— masculló la mujer despertándose del todo y acercándose a su hijo. — calma, estamos en el hospital— lo acarició notando sus nervios.
—qué… ¿Qué pasó? ¿Qué hago aquí?— preguntó con voz ronca mirando a su alrededor esperando no sea este un hospital psiquiátrico.
—¿no recuerdas nada?... — . — …anoche unos hombres los atacaron, a ti y al hijo de los policías— respondió su madre acariciando un rasguño sobre la frente del niño y notando la calentura en fiebre.
—¿Jairo? ¿Dónde está Jairo?— preguntó Isaac apenas recordando fragmentos de lo sucedido y sintiéndose un tanto nauseabundo.
—¡tranquilo, él está bien!— sonrió la madre calmando a su preocupado hijo. — … justo hace un rato me preguntó por ti, está aquí en el Hospital… Dorian lo trajo a revisarle la lesión de su pie, te envió saludos y que te mejores…— agregó nuevamente colocando la mano en la frente del niño, notando que chorreaba un poco de sudor. —… estás hirviendo…iré a buscar a una enfermera para avisar que despertaste…¿sí?—dijo ella.
El niño asintió forzando una sonrisa, su madre le lanzó un beso en el aire mientras iba de salida. Isaac suspiró y volvió a coger aire con dificultad, se sentía hirviendo, cansado y adolorido… cuando de pronto recordó que aquel diablo rojo había abierto su estómago introduciendo sus manos en él.
Fue cuando desesperado se levantó la sábana y la camisa rota, descubriendo que solo tenía una marca bajo cada costillar, como un espiral de cuatro puntas, que ambas, giraban en dirección hacia el centro de su abdomen, incluso parecía ser una vieja y gruesa cicatriz pálida.
—pero…— musitó tocándose las marcas en relieve, preguntándose lo que serían… en ese instante lo golpean varias imágenes de aquel momento en el que el diablo rojo lo alzó con sus manos dentro de su barriga… revivió aquel dolor agonizante en sus entrañas.
Dejó escapar un grito, y reaccionó controlándose y mirando a su alrededor, al tiempo en que una pequeña lágrima se le escapó rodando por la mejilla. volvió a mirar a sus “compañeros de cuarto”…
El hombre llevaba una sonda que salía de su pantalón a una bolsa con orina, tenía un pie alzado, Hinchado tan grande como un Jamón y ese pie estaba tan morado que parecía negro.
La señora en cambio, respiraba con un chillido nasal, sin siquiera moverse de su camilla.
Abrumado ante ambas situaciones, Isaac tocó la adormecida punzada que sentía en su cabeza… no tenía marca o costura, pero sí tenía un resaltante chichón. Resopló y trató de recordar todo lo sucedido en la noche anterior.
Alguien tocó sobre el marco de la puerta, Isaac volvió la vista y encontró a la mujer Policía de su edificio, y a un lado: su hijo con una muleta.
—¡Hola! ¿Cómo estás? …te llamas Isaac ¿cierto?— saludó la señora Dorian, el niño en cama sonrió y asintió. — Jairo quería verte.
—¡hola amigo!...— saludó Jairo tímidamente y sonriendo — ¿puedo pasar?—preguntó.
Isaac se burló de los falsos modales de Jairo delante de su madre, miró a ambos lados pero no había quien vigilara ni nada por el estilo.—sí, creo que sí… pasa— respondió siguiéndole el juego; como hacemos todos.
Entonces Jairo entró en la habitación mientras la señora Dorian se quedó allí, solo apreciando el momento.
—¿Cómo te sientes?— le preguntó Jairo haciéndose a un lado de la camilla.
—mal y con algo de quebranto… me alegra ver que estás bien—le respondió Isaac vigilando aquella timidez en sus ojos grises. Jairo respondió asintiendo y dibujando una sonrisa forzada.
—¿está todo bien?...¿ y los muchachos?— le preguntó presintiendo que algo le preocupaba.
—No… es decir Sí, todo está bien…— aseguró Jairo con aquella mirada desconsoladora. —¿te han dicho algo los médicos?— le preguntó después de volver la mirada ligeramente a su madre, atrás en la entrada a la habitación.
Isaac comprendió que quizás lo que preocupaba a Jairo, es algo que no puede ser comentado delante de los adultos y rápidamente le siguió la corriente: — eh… no aun no sé nada al respecto, mi mamá fue a buscar a las enfermeras— dijo y justo en ese momento se incorporó Ana saludando a la señora Dorian.—…¡ah mírala! Ahí viene—
— Hola ¿Cómo sigues?— le preguntó la señora Ana a Jairo entrando a la habitación.
— Bien— respondió Jairo con un hilo de voz.
— Solo vinimos para asegurarnos que no haya empeorado la lesión, pero el doctor dijo que estaba sanando muy bien… — explicó la señora Dorian tras ellos, dio un par de pasos dentro de la habitación. — …por cierto señora Ana, ya pusimos la advertencia en el comando… Con las descripciones que nos dio Jairo están buscando a los responsables y se están poniendo manos en el asunto— comentó sujetando a Jairo de los hombros quien intercambió mirada con Isaac.
Isaac dedujo que Jairo tuvo que arreglárselas inventando mil y un mentiras para los adultos.
—que bueno saberlo… está muy grave la situación con los niños en La Victoria— respondió Ana un poco más consolada.
—Sí, Es en todo el país… pero La Victoria está teniendo una taza alta de crímenes contra los infantes…— respondió Dorian pensativa.—… los vecinos pautaron una reunión para después de navidad.—
—¿una reunión?— replicó Ana. —¿para que?—
—no lo sé, comentaron que para tomar en cuenta los peligros de la canal y otros asuntos pero ya quedará esperar a la reunión para saber…— respondió la señora Dorian, mientras Jairo e Isaac volvieron a mirarse casi leyéndose las mentes, pensando al mismo tiempo que aquella información debería saberla también la pandilla.
En ese momento se incorporan a la entrada un joven Doctor acompañado por una enfermera. —Buenos días, ¿cómo están damas?...¿alguna es la representante de Isaac González?— dijo el hombre revisando una tabla con hojas.
—soy yo— respondió la señora Ana.
—Bueno, los dejamos…— se despidió Dorian notando que se ocupaban. —¡que te mejores Isaac!— se despidió guiando a su hijo.
Jairo se despidió con la mano pero a Isaac le pareció haber oído muy claro la voz de su amigo en su cabeza diciendo: “—espero verte pronto—“
El niño en la cama se quedó mirando a su amigo partir, preguntándose si lo habrá imaginado o su amigo será muy buen ventrílocuo.
Luego, anunciaron a la Sra. Ana que Isaac tenía algunos golpes en su cabeza (región Occipital) un fuerte golpe en la región lumbar, además de otros extraños moretones anteriores a estos, por lo que debían hacerle unas tomografías y un EcoFast antes de enviarlo a casa, también padecía de algún tipo de Infección aunque no parecía algo alarmante.
Enseguida llevaron a Isaac a planta baja donde le realizaron la tomografía computarizada simple de cráneo, y radiografía de todo el eje vertebral, A.P. y lateral, volvieron a subirlo a Emergencia, luego su madre fue a buscar el desayuno para ella y su hijo dejándolo solo una vez más en la habitación… Isaac estaba tan hirviente de fiebre y cansado, que sus ojos prácticamente se cerraban por inercia.
Empezaba a sentirse un poco adolorido, y cansado, las náuseas no terminaban de irse, cuando finalmente se quedó dormido.
Sintió mucho frio repentinamente, y de pronto (aun dormido) notó que la cabeza le palpitaba y escuchaba unas voces muy, muy bajito. Era como una coral, cantando una extraña canción de esas, casi como de ópera. . . Isaac estaba en un especie de sueño lúcido, podía oír casi todo a su alrededor pero seguía “durmiendo”. Sintió de pronto que alguien entró a la habitación y abrió los ojos agobiado:
…Para su sorpresa lo primero que distinguió fue una Sombra corpórea que entraba en la habitación directo al costado de la anciana en la camilla. El niño exaltado y comenzando a Hiperventilarse, seguía escuchando aquellas voces extrañas cantando, y buscaba alrededor de él, a aquello que pudiera estar generando aquella sombra cuando se petifricó instantáneamente al distinguir a La sombra “mirando” hacia él.
Isaac se quedó inmóvil con esperanza de que no le hiciera nada… aquella sombra, torció un poco lo que seria su “Cabeza” y luego pareció asomarse a mirarle el rostro a la anciana, bajo la mascarilla.
El niño seguía observando al tiempo que sus acelerados latidos lo hacían temblar… de pronto…Isaac pudo oír claramente un suspiro, como si quien lo hiciese estuviese cerca de él… un sentimiento abrumador lo invadió acompañado de nostalgia y tristeza… cuando de pronto empezó a sonar el aparato junto a la anciana.
Isaac reaccionó perdiendo el sentido del tiempo y la realidad, en unos segundos entraron un grupo de doctores junto a una enfermera… rápidamente rodearon a la señora e Isaac solo se quedó mirando lo que sucedía, sin que nadie más se percatara de aquella sombra extraña parada entre ellos.
Los doctores se daban instrucciones entre ellos con desespero, cuando de pronto Isaac se dio cuenta que empezaron hacerle presión en el pecho para reanimarla.
Segundos después, los doctores dejaron de intentar, se hicieron a la puerta desmoralizados mientras esperaban que la enfermera volviera con unos utensilios, Isaac volvió la mirada a la camilla y esta vez, sin la mascarilla distinguió a la anciana en su totalidad, su rostro aunque muy arrugado, lucía como el de una dulce persona, de hecho incluso parecía estar sonriendo dormida… un celaje distorsionado cruzó entre la camilla de la difunta y el niño, al tiempo en que una punzada fuerte detonó en la cabeza de él. Cuando abrió sus ojos, vio a una mujer anciana de espalda hacia él, reluciendo.
La impresión, le robó el habla y el aliento a Isaac. Repentinamente llegó la enfermera junto a los doctores, quienes iban dictándole datos a la enfermera al tiempo en que se llevaban a la mujer en la camilla…Isaac sintió que pasó una hora en un instante, todo fue muy rápido… nuevamente sintió escalofrió y una lúgubre sensación lo hizo mirar a su derecha cuando distinguió que alguien estaba parado a su lado.
Solo logró ver una mano tan pálida que parecía azul, saliendo de un montón de harapos negros, tenía llagas enormes que llegaban hasta el hueso, un olor a tierra, lluvia y monte llegó a su nariz.
Tembloroso, alzó la mirada y se sorprendió de ver aquel cráneo a medio roer alargado como el de las vacas, tenía un cabello largo negro como de mujer, y unos ojos rojos que destellaban dentro de sus cuencas. Aquel cráneo mohoso y mal oliente que lo miraba en silencio rodeado de polillas, se inclinó ligeramente hacia él, e Isaac tembló hundiéndose en la cama. Acto seguido aquella entidad se giró del todo hacia Isaac como si apenas se percatara de su presencia en ese momento, revelando una enorme y extraña guadaña de un tronco torcido que sujetaba en su otro huesudo brazo.
El niño, la reconoció como La Mismísima Muerte, todos sus vellos se erizaron y sus ojos se humedecieron al tiempo en que su aliento se detuvo. La figura vestida de negro alzó su mano libre sobre Isaac, cuyo temor no le permitió si quiera gritar por socorro. Cerró sus ojos fuertemente, queriendo ver a su madre de nuevo.
—Tenemos que esperar a que te hagan el eco…— de pronto escuchó claramente la voz de su madre. —… dijo que en un momento sube una enfermera ayudarnos para que te hagas el eco de una vez.
Él abrió un ojo, y la vio… entonces abrió el otro y su mamá; que revisaba las compras en la pequeña bolsa en su brazo se le quedó mirando.
—mamá había algo malo aquí parado— soltó al fin.
—¿algo malo? ¿De que hablas Isaac?— le preguntó confundida acercándose a él.
—Yo… estaba aquí y la señora de ahí le pasó algo, una sombra pasó para allá donde estaba ella y empezó a sonar el aparato…— contó Isaac mientras su madre lo observaba con una expresión de no tomarlo con seriedad. —… cuando se llevaron a la señora volteé y había algo parado a mi lado… era la muerte mamá…¡fue feo!... enserio, te lo juro— insistió casi rogando.
—¡no jures Isaac! Eso es malo…— lo regañó. —… ¿Qué fue lo que le pasó a la señora? ¿Falleció?— le preguntó después.
—no sé, yo creo que sí… pero mamá enserio… te digo que había algo parado al lado de mi cama…— volvió a decir, ya era demasiado para él, no soportaba ver tantas cosas extrañas.
—no te preocupes, cálmate, solo estás asustado…¿dices que viste a la muerte?— respondió sobándole la cabeza suavemente.
—no sé, era alta y blanca...— respondió Isaac desesperado. —y vestida de negro, tenía una cara larga de carabela y tenía una oz grandota y afilada como cuchillo…— se explicó.
Pero su madre, lo pretendía escuchar, para ella: solo eran cosas de su imaginación.
—Puede ser que la hayas visto…—dijo con ese tonito como minimizándolo, Isaac se quedó mirándola en silencio, conteniendo el enojo, su madre intentó darle por su lado pero aquel niño se quedó en silencio y dejó de insistir.
Después de hacerse los exámenes y desayunar el doctor subió a la habitación y comenzó con la lectura de los resultados, empezó diciendo que el ecofast había detectado que Isaac tenía 5cc de liquido en cavidad y efectivamente tenía un golpe en la cabeza y en la región lumbar pero, habían otros golpes y moretones anteriores que habían llamado su atención, al igual que aquellas dos extrañas cicatrices bajo sus costillares.
—hola Isaac— Lo Saludó el doctor después de hablar con su madre a una distancia moderada. —¿cómo te sientes?— le preguntó sonriéndole.
—mal…— respondió con un hilo de voz.
—¿Qué sientes?— le preguntó de nuevo, el niño le dedicó una breve mirada queriendo decir todo lo que realmente sentía.
—mareo y malestar… me duele la cabeza— respondió al fin obviando las voces que repentinamente aparecen alrededor de sus oídos.
—claro, semejante paliza ¿no?...— dijo audazmente el doctor.—… tu madre me contó que trataron de agredirte a ti y a tu amigo… ¿es eso cierto?— le preguntó, e Isaac asintió lentamente deseando saber qué fue lo que había dicho Jairo que sucedió.
—¿Cuántos hombres eran?— le preguntó el doctor.
—¿qué?— dijo Isaac haciendo tiempo para pensar.
— Que ¿Cuántos eran? Los hombres que los agredieron… — el doctor se quedó mirándolo; había algo de nervios en él.
— Creo… que tres no lo sé… no recuerdo— respondió Isaac: le punzaba la cabeza demasiado y tratar de adivinar lo que Jairo habría inventado resultaba alimentando el dolor.
—¿tienes problemas para recordar lo sucedido anoche?— le preguntó el doctor y anotó algo en la tabla.
Isaac nervioso ante aquel gesto se limitó en asentir mientras se frotaba la cabeza sintiendo que le palpitaba.
—…¿Qué hay de los golpes en tus brazos? ¿recuerdas como te los hiciste?— le volvió a preguntar.
El niño se dedicó una mirada al brazo, donde vio aquellos magullones casi verdosos. —… no, tienen tiempo… — respondió recordando cuando sus amigos le habían preguntado lo mismo.
—sí, eso es correcto Isaac… tienen tiempo— el Doctor pareció emocionarse y se acercó al niño en la camilla —…¿recuerdas cómo te los hiciste?— le preguntó con un tono de voz más bajo.
Isaac negó con la cabeza.— no, no recuerdo… creo que fue dormido.— concluyó.
—¿dormido?... — repitió el doctor pensando. —…entiendo… ¿seguro que nadie te golpeó o te agarró fuerte? Quizás te sacudieron ¿no?— preguntó en el mismo volumen de voz.
—no… — respondió Isaac temeroso de que pudiesen llegar a culpar a sus padres, eso podría meterlo en aprietos.
—ya veo— dijo mirando a un lado, mientras que el niño trató de buscar la mirada de su madre en la entrada de la habitación. —… bueno, Isaac… — volvió a decir y el niño volvió a prestarle atención. —… hablemos de las cicatrices en tu abdomen, bajo tus costillas…—
Isaac se petrificó, fue ahí cuando vio a su madre al fin, asomándose por la puerta curioseando.
—¿Qué son? ¿Cómo te las hiciste?— preguntó.
Isaac se quedó en silencio no sabía que decir. — yo… no lo sé…— respondió con un hilo de voz.
—¿seguro que nadie te las hizo?— le preguntó insistentemente. —¿te las hiciste tú?...— le preguntó e Isaac solo lo miraba cuando le pareció oírlo decir:—“¿te intentaste suicidar?”—
— No… yo… creo que fue jugando con mis amigos…— dijo al fin como si se ahogara si no lo negaba.
— ¿Jugando?— replicó el doctor.
— Sí, jugábamos con los rayos de las bicicletas… y nos caímos sobre el rin que desarmamos— mintió Isaac sin pensar lo que decía.
El hombre se quedó unos minutos mirándolo en silencio —¿Y a que jugaban?— le preguntó al fin.
—solo jugábamos desarmando las bicicletas y a espadas con los rayos… y así… — volvió a mentir.
Entonces el hombre suspiró, y volvió la mirada hacia la madre de Isaac aun parada en la puerta, junto a la enfermera que también era espectadora. —a ver Isaac…— musitó y se acercó al rostro del niño y susurrándole le dijo: — sí hay alguien en casa que te esté tratando muy mal… golpeándote… puedes decirme… yo te ayudaré… puedes confiar en mi—.
El niño miró aquellos ojos frente a él, sintiendo que el doctor realmente tenía todas las intenciones de ayudarlo… recordó entonces todas las veces que ha sido golpeado en su casa, con sartenes, palos, planchas, correas, botellas de licor incluso, y luego hizo la mirada a su madre en la entrada, que lucía como si estuviese al tanto de la conversación, su expresión era nerviosa y angustiada… Isaac consideró decir lo que vive en casa, pero las marcas y heridas no eran causadas por su padre en ese momento, aquello sería mentir… aunque pudieran llevarse a Isaac lejos y rescatarlo de aquella situación, quizás jamás volvería a ver a su madre, a su hermana, entonces…o en eso pensaba, finalmente negó con la cabeza.
—¿no?— inquirió el doctor mirándolo.
—no— dijo a secas.
El doctor, tras dedicarle una mirada analítica, se puso del todo derecho y con el rostro metido en la tabla donde anotaba, volvió a suspirar. — deberás quedarte esta noche en observación…— anunció cuando el paciente y la representante lo interrumpieron al mismo tiempo.
—¿qué?— replicaron y el doctor los observó a ambos casi asombrado.
—pero es 24… mis amigos y yo vamos a reunirnos toda la noche…íbamos a juntar nuestras chucherías— explicó Isaac alterado cuando lo ahogó una tos seca.
—¡eh ahí el detalle!— dijo el hombre dedicando un gesto triunfante. — debes quedarte en observación… aunque el liquido en la cavidad torácica no es suficiente para alarmarse y en los ecos, y tomografías… no parece haber algo malo… hay una contusión, y debemos descartar algún golpe interno… por lo menos 24 horas…— dijo con aquel tono de voz mientras Isaac volvía a toser.
—Pero doctor…— dijo la madre entrando del todo a la habitación.— no podríamos…¿no podríamos quedarnos hasta la tarde o noche?— inquirió casi solicitándolo mientras Isaac celebraba tener a su madre de su lado para varear.
— Señora González… debe comprender que no lo dejo hospitalizado por gusto… es lo mejor para su hijo, el procedimiento así lo impone— respondió moderando su enojo en su tono de voz.
— ¡Pero yo quiero pasar el 24 con mis amigos!…— replicó Isaac incorporándose a medias sobre la camilla con un poco de dificultad. El médico, se quedó observando a Isaac sintiendo empatía por él, volvió la mirada hacia la mujer y regresándola a Isaac resopló bufando. —¡bueno!— bramó el doctor retomando sus apuntes.—… vamos a dejarte en observación hasta las 6, de manera que puedas llegar a ducharte y esperar la cena antes de que salgas con tus amigos…— aceptó finalmente.
Isaac sonrió mientras su madre exhaló sintiendo alivio. Poco rato después la señora Ana volvió a casa para preparar comida, cambiarse y volver con el almuerzo para su hijo, En pleno medio día aquel hombre moribundo despertó, Isaac observaba en silencio mientras los enfermeros lo atendían, lo cambiaban, su sonda la cambiaban también, lo revisaban y le preguntaban todo tipo de cosas: ¿Qué sentía? ¿Dónde lo sentía? ¿Si tenía familia en la ciudad? ¿Dónde vivía?... aunque el vagabundo se esforzaba por responder, más era lo que tosía con bastante dolor y saliva.
Aquella imagen hizo perturbar a Isaac, de pronto comenzó a escuchar voces que hablaban sin parar desesperadamente, no se les entendían nada pero Isaac podía sentir la angustia en aquellas voces, le palpitó la cabeza fuertemente con el aumento de las voces alrededor de la cabeza de Isaac, el niño frunció sus labios fuerte, conteniéndose de gritar frente a esas personas, se acostó girándose de espalda a ellos, y tapándose la cabeza con el sobrante de la almohada sin usar, apretándola fuerte contra sus oídos, comenzó a sentir un cosquilleo incesante que recorría todo su cuerpo al punto de retorcerlo incómodo, trató de contenerse para que no lo vieran comportarse así, pero la punzada en su cabeza palpitaba como una gran vena desde su nuca hasta su frente, Isaac gimió apretando los labios ahogando un grito, al tiempo en que sus pupilas se ocultaron detrás de sus párpados involuntariamente, tuvo un pequeño tic y de pronto, se fue difuminando el volumen de las voces hasta el punto de solo escuchar un pitido en sus oídos, cansado y soñoliento se dejó caer del todo sobre la cama…
…repentinamente se encontró a si mismo en una total oscuridad, no podía distinguir su cuerpo, aunque “lo sentía”…y sentía que sus miembros; “los movía”, que se desplazaba a través de la oscuridad “caminando”.
…Había un extraño zumbido que apenas se escuchaba y luego fue apareciendo a la lejanía un pequeño resplandor, que fue haciéndose más y más brillante conforme Isaac se acercaba a el, el niño ni siquiera se preguntaba ¿Cómo había llegado ahí?... solo seguía su Intuición a donde lo guiara, de pronto la luz a la que seguía logró permitirle distinguirse a si mismo, parecía que llevaba un especie de pijama blanco, a sus pies había un poco de agua, que apenas inundaba sus dedos en ella.
De pronto cuando finalmente se acercó a la luz, sintió que algo lo haló de la parte de atrás de su suéter, al volver la mirada se encontró con una pequeña cosa que parecía un cadáver a medio descomponer. La criatura hizo un chirrido, halando de nuevo al tiempo en que Isaac gritaba del susto, comenzó a correr hacia la luz, pero unas siluetas negras voladoras comenzaron a merodearlo, seguido de un enjambre de moscas que lo rodeaban.
—¡auxilio!— gritó el niño al sentir que no avanzaba, volvió la mirada atrás y pudo ver a las siluetas voladoras aterrizar y convertirse en aquellas criaturas de inframundo, que comenzaban a tratar de hacerlo regresar a la oscuridad. —¡No! ¡Mamá! ¡ayúdenme!— gritó desesperado y cayendo de espalda, mientras aquellas manos huesudas y mal olientes lo agarraban por el pecho y sus extremidades arrastrándolo sobre aquel charco en la oscuridad. —¡Auxilio, por favor!— chilló todavía más desesperado tratando de liberarse de sus raptores y de la plaga que no lo dejaba ver nada, las moscas se les pegaban al rostro, en los oídos, y estaba atrapado…
…Cuando sintió que una onda expansiva lo golpeó y alejó también a varios de sus agresores, apenas logró recuperar el aliento cuando se apoyó con sus manos sobre el suelo encharcado. Volvió la vista hacia aquellas cosas que eran alejadas por una segunda onda que provenía de detrás del niño, al buscar el origen de aquella extraña brisa que azotaba, pudo ver a aquella niña de aspecto espectral, que se les suele aparece en el estacionamiento.
Estaba tan solo parada con una mano extendida como si detuviese una pared… la niña resplandeciente puso sus ojos sobre Isaac, y dibujó una pequeña sonrisa. Isaac solo se quedó mirándola, mientras que ella giró su mano como pidiendo la mano del niño.
“—ven…—” la escuchó hablar.
El volvió a mirar atrás, asegurándose de que aquellas cosas no estuvieran de regreso ha por él.
“—tú sobrevivirás… ven…—” dijo aquella voz de niña resonando en el lugar.
Isaac se puso de pie en un brinco, y corrió hacia la niña extendiendo su mano para alcanzar la de la infante… cuando finalmente sintió su tacto helado con los dedos de su mano.
Isaac se sobresaltó despertando de nuevo sobre la cama de la habitación en el hospital. Gritó al ver algo sobre su cara pero rápidamente descubrió que era su madre.
—¡shh! Tranquilo… es una pesadilla— lo calmaba su madre colocando la mano sobre su frente. —¡estás prendido en fiebre de nuevo! Hace un instante estabas frio—
—habían… habían…— jadeó Isaac todavía atrapado por el susto.
—cálmate… tranquilo ¿Qué era lo que habían?...— le interrumpió la señora Ana para que bajara la voz.— … solo fue un sueño, tranquilo.—
Isaac le dedicó una mirada, comenzando a sentir sus piernas, sus manos, su rostro empapado de sudor… y aquella calentura que le hacía arder los labios. —que… ¿Qué hora es?— preguntó el niño al fin, recobrando el sentido de la realidad.
— Ya casi es de noche, ya nos vamos a ir… acabo de llegar… me quedé adelantando un poco la limpieza en casa, Francy está lavando el arbolito para cuando lleguemos…— anunció la madre y luego se fue a la silla al fondo de la habitación donde había dejado un bolso y comenzaba a buscar algo dentro. Isaac volvió la mirada a un lado pero ahora la camilla donde estaba el anciano vagabundo estaba vacía.
—te traje una ropita, esa camisa te la rompiste toda— dijo la madre al volver con unas prendas dobladas en mano. —¿crees poder levantarte?— le preguntó dejándola a los pies de la cama.
Isaac midió la altura entre el suelo y la camilla, todavía sintiendo aquel malestar en su cuerpo, sin dejar de sentir que la cabeza le palpitaba de dolor. —creo que sí.— respondió él, su madre se inclinó hacia su rostro y le limpió la nariz encontrando una gota de sangre.
—¿Qué es?...— dijo antes de reconocerlo y mirar a su hijo a los ojos. — te volvió a sangrar la nariz.—
—normal— respondió él a secas, se descobijó y un tanto mareado, se incorporó del lecho y se aferró a la cama esperando se calmase un poco el malestar.
—¿Dónde me cambio, mamá?— le preguntó seriamente.
—aquí mismo, anda, apúrate a ver si nos vamos a la casa— le dijo su madre y él así lo hizo tras haberse cambiado. El médico que había atendido a Isaac les dijo:
—… bueno veo que ya estás vestido y todo para irte a jugar con tus amigos…—sonreía forzadamente el hombre mientras chequeaba las últimas observaciones de los enfermeros, aunque Isaac se limitó a dibujar una breve sonrisa también. —…¡bueno!... parece que te dieron otra dosis de antibióticos pero aun así persiste la fiebre…¿Cómo te sientes de la cabeza?— le preguntó después.
—bueno, he…— musitó al tiempo en que le pareció escuchar que el doctor hablaba, pero este no movía la boca.—…¿perdón que dijo?— le preguntó el niño.
—Que ¿Cómo te sientes de la cabeza?— repitió el joven doctor y volvió a mirar al tablero.
—no, después de eso— insistió Isaac.
El doctor lo miró con un gesto extraño.— no, no dije más nada…— sonrió.—…solo eso ¿Cómo te sientes?— preguntó una vez más.
“—este niño evita responder todas las preguntas que le hago, no sé que pensar… si será que solo es tímido, o a caso es víctima de abuso… o algo—” lo volvió a escuchar hablar pero esta vez, el niño se fijó y el hombre jamás abrió la boca.
—Cómo...— intrigado Isaac y temeroso de que fuese su imaginación, tomó el valor y le preguntó.—…¿cómo hace eso?—
—¿qué cosa?— espetó el médico evidentemente perdido sobre el tema.
Isaac volvió a oír la voz del médico murmurar algo, pero ambos se estaban mirando frente a frente, el hombre apenas respiraba y parpadeaba mirándolo. Isaac No entendía lo que sucedía, entonces sintió un leve mareo y una punzada aguda en la cabeza.
El niño se reprimió de quejarse y llevó su mano a su frente.
—¿Qué tienes? ¿Te duele? Tienes que decirme Isaac…— volvió a insistir el médico.
—me duele un poco la cabeza…— respondió al fin todavía con la mano en su cien.
—¿un poco?... a ver… ¿del 1 al 10 qué tanto te duele?— preguntó analizando sus expresiones faciales.
—eh… tres—respondió y luego tosió un poco.
—con que tres…— resopló el doctor resignado, anotó que el paciente parecía estar bien, y dio de alta oficialmente a Isaac.
Después de llegar a casa, Isaac descubrió que ésta se encuentra patas arribas, sintió una punzada en la cabeza a penas vio el desastre…
El piso estaba empantanado y encharcado, los muebles dispersos y un montón de basura arrinconada en cada esquina, su madre lo apresuró a pasar y llegaron hasta la habitación, donde el señor le pidió a su esposa que lo pusiera al corriente, Isaac fue directo a su cama, sentía que la había extrañado; toda helada, rígida y plana… tal y como era.
Tan pronto como se extendió sobre ella el frio de la colchoneta se le metió por la piel aliviando su sensación de calentura, sintió que todo olía a humedad, su nariz estaba más mocosa que en las mañanas, y tenía un extraño dolor de cabeza que no cesaba, algo quemaba dentro de él, pero era tanto la fatiga que comenzó a quedarse dormido de nuevo.
De pronto, sintió que lo sacudieron y reaccionó despertando para descubrir a Francy (su hermana menor) —Isaac… mamá dice que me ayudes a decorar el arbolito— dijo mientras lo sacudía. Isaac supuso que ha de estar soñando y volvió a quedarse dormido.
Repentinamente sintió que le apretaron la nariz y no podía respirar… despertó de nuevo y su hermana menor le volvió a decir. —¡Isaac mamá dice que me ayudes!— replicó mandona.
— No seas fastidiosa, me siento mal— respondió volviéndose hacia el otro lado de la cama.
— ¡Jum!— gruñó Francy, entonces su hermano se volteó a verla con ojos somnolientos, notando apenas una pequeña molestia en el ojo derecho.
—¿Qué quieres?— preguntó Isaac esta vez con voz seca.
—¡ayúdame a montar el arbolito y el nacimiento… ya casi es hora de salir!— respondió mingonamente.
—¿Qué hora es?— le preguntó Isaac sorprendido; pensó que solo habían pasado unos minutos.
— Van a ser las diez de la noche— respondió Francy dejándose caer sobre la cama de sus padres que ya estaba tendida con un elegante cobertor rojo brillante.
— ¿las diez?— volvió a decir Isaac y se asomó mirando para la sala de estar, donde el piso rojo lucía recién pulido, y el apartamento lucía impecable a simple vista. —Naguará— musitó sorprendido todavía, se deslizó fuera de la litera frotándose el ojo derecho, y saliendo hacia la sala seguido por su hermana. — me molesta el ojo— soltó llegando a la entrada del baño, cruzó y entró mirándose al espejo sobre el lavamanos, que también lucía bastante impecable.
— …ah, me molesta mucho para ver— refunfuñó mirándose de cerca en el reflejo mientras su hermana curioseaba ansiosa detrás de él.
Descubrió que tenía el ojo bastante rojo, y se le brotaban algunas venitas… mirándose la pupila, casi se pierde en los tonos de su propio iris.
— ¡apúrate!— bramó Francy haciéndolo reaccionar, él la regañó con la mirada y luego se lavó el ojo en el lavamanos esperando se le mejore rápido.
—¿qué es lo que hay que hacer?— preguntó llegando a la sala y encontrando el árbol desarmado por piezas en toda la sala junto al comedor, y sobre éste, habían varias cajas grandes de cartón.
—ya te dije, montar el arbolito y el nacimiento, mamá dijo que tú enchufes las luces…— respondió parada junto a él.
Los dos hermanos, comenzaron a armar aquel pino plástico y metálico color verde navideño, siguiendo de su decoración; su madre había comprado algunos adornos nuevos ese año: bolas de cristal escarchadas, que parecían estar hechas realmente de cristales de hielo, adornos de caramelos de caballitos de madera, bastones y hombrecitos de jengibre, incluso una cadena de bolitas rojas brillantes… después de mover los adornos distribuyéndolos equitativamente por el árbol, Francy buscó en el mueble blanco que estaba en un fondo de la sala, abrió la enorme y pesada gaveta sacando un pie de árbol para decorar la base del arbolito navideño. Isaac se frotó el ojo nuevamente sintiendo una pequeña y extraña hinchazón en el párpado. — me está molestando mucho el ojo… ¿dónde están apá y mamá?— le preguntó a su hermana.
—fueron a comprar las cosas que faltan para la cena— respondió Francy y después fue a buscar entre las cajas sobre la mesa.
—¿a esta hora?— preguntó Isaac y después tosió un poco.
— sí…¡apúrate quiero salir!... le pregunté a mamá si nos podía comprar unas papas y unos palitos de quesos de los paquetes grandes y dijo que sí— insistió ella, regresando con unas cajas de zapatos vacías agachándose junto al árbol.
—¿Enserio?— dijo sorprendido y emocionado. —¿dónde están los papeles?— le preguntó asomándose en la mesa.
— En la caja grande— respondió la pequeña mandona armando la base del nacimiento, que después fueron decorando con estatuitas, y figuras de animalitos y pastores, tras terminar de decidir donde iban a colocar los tres reyes magos de cerámica… procedieron a desenrollar las luces y colocarlas, dejándose llevar por la actividad les pareció terminar en un tris tras.
— ¡listo!— dijeron ambos al mismo tiempo imaginando como se vería cuando esté enchufado y con las luces encendidas.
Se escucharon las llaves, y se abrió la puerta del apartamento, los niños se dieron vuelta para recibir a sus padres que llegaban con varias bolsas grandes.
Isaac ayudó a su madre con una de las bolsas, mientras Francy recibió una mano grande de cambures amarillos. —¿no han terminado?— sonrió la madre de ellos soltando algunas bolsas en el suelo de la cocina, mientras pelusa llegaba a sus pies maullando para recibirla.
—¡Sí!— respondió Isaac, mientras el señor Misael se dirigió al baño y se encerró.
—solo falta encenderlo— dijo Francy y su madre los volvió a observar mientras sacaba las compras para el refrigerador.
— Isaac enchúfalo de una vez— respondió su madre al fin.
— ¿Yo? Que lo haga Francy— replicó el niño y su hermana lo observaba con seño fruncido.
— ¿Por qué? ¿no puedes?— le preguntó la señora Ana deteniéndose y poniéndose firme para descansar.
— … no me quiero electrocutar— respondió conteniendo una tosecita.
— Ah pues, no te vas a electrocutar, eso no pega corriente— lo regañó la señora Ana.
Isaac arrugó la nariz y se acercó al árbol para conectar el enchufe de las luces de navidad, se detuvo unos centímetros antes meter el enchufe en la toma, pensando en las posibilidades, enchufó finalmente y saltaron chispas al tiempo en que sintió un calambrazo en la mano, saltó y cayó al suelo agarrándose la mano y dedicándole un gesto enojado a su madre.
—¡sí me pegó corriente!— reclamó el niño, se puso de pie y se fue pisando duro hacia el cuarto.
Su padre finalmente salió del baño, se incorporó a la habitación y ambos intercambian miradas. —¿Cómo sigues?— le preguntó el hombre mientras se sentaba sobre la cama y comenzaba a quitarse los zapatos y todo lo demás.
—Bien — respondió él con un hilo de voz mientras se acostaba de nuevo, notando que sentía un molesto zumbido en sus oídos.
—¿Ya comiste?— le preguntó de nuevo vaciando sus bolsillos sobre la mesa de noche.— …hay pan francés en el microondas.—
Isaac volvió la mirada a la sala y luego volvió a hacerla hacia su padre como agradeciéndole, se volvió a salir de la litera con aquel malestar febril y nauseabundo, frotó su abdomen tocando la cicatriz en un costado y recordándole aquella noche en el estacionamiento. Se detuvo un segundo, como manteniéndose despierto… como manteniéndose en la realidad, y continuó su salida de la habitación.
—¡Gracias, apá!— dijo al salir, llegó al microondas y efectivamente encontró una gran bolsa de panes franceses. Sonrió y hurgó dentro para tomar una pieza con fascinación.
—¡no se los coman todos! Son para la cena y quiero que queden para el chocolate del desayuno de mañana— escuchó decir a su mamá en la cocina que preparaba la temperatura del horno.
Isaac puso mala cara en silencio, cogió la pieza de pan comenzando a atar de nuevo la bolsa.
—agarra dos y en la nevera hay jamón, queso y salchichón… rellénate los panes y agarra refresco en el refrigerador— volvió a decir Ana y su hijo cambió totalmente de expresión, tosió un poco y siguió las instrucciones de su madre mientras que se dio cuenta de que su hermana menor estaba terminando de recoger las cajas de los adornos. Una vez terminó de rellenarse el pan y servirse un vaso de cola negra tomó un lugar en la mesa del comedor apreciando las decoraciones navideñas que había elegido su hermana: el cofre de los deseos de la coca cola, algunos peluches distribuidos por los muebles, claro no podían faltar los manteles encima de cada una de las mesas, incluso habían cubierto con un mantel navideño la máquina de coser con todo y mesilla.
Tocaron a la puerta en ese momento, e Isaac volvió la mirada hacia esta preguntándose si se tratará de sus amigos. Francy que estaba cerca, abrió la puerta.
—¡HOLA!— se escuchó decir a Luis, su vecino y amigo de hace años. —¿Cómo estás Francy?— saludó.
—hola Luis, bien ¿y tú?— respondió Francy notoriamente emocionada.
—muy bien… ya casi listo para salir… ja ja… ¿y ustedes?— le preguntó también muy emocionado.
—ya veo— bramó sonriendo Francy.— ya te pusiste los estrenos— le reconoció al notar que tenía una camisa polo nueva, llevaba pantalones y zapatos nuevos también, además había peinado su cabello lacio negro azabache. Isaac solo se limitaba a escuchar mientras comía sin volver la mirada atrás.
—sí, solo falta Judy… mientras tanto, ayudo a mamá con unas cosas… por cierto…mi mamá pregunta ¿si podrían prestarle la licuadora?— respondió algo sonrojado.
—espera…— dijo y luego adjuntó la puerta, cuando llegó a la cocina con su madre, ésta, ya le estaba entregando el electrodoméstico enterada de la conversación. —ah…gracias mami— le sonrió y volvió a abrir la puerta entregándole la licuadora con todo y vaso al vecino.
—muchas gracias— respondió sonriéndole mientras lo recibía.
—No hay de qué…— respondió Francy casi cerrando.
—oye ¿y tu hermano?— le preguntó antes de irse.
—oh…— Francy abrió un poco más la puerta.—…ahí está— respondió dejando ver a su hermano de espalda en el comedor, éste volvió ligeramente la cabeza mirando a su amigo Luis, recordando la noche en la que el Encapuchado se lo llevó por la canal.
—¡hola!— gesticuló Luis al tiempo en que sacudió la licuadora saludando, pero Isaac le devolvió el saludo, con un gesto con la cabeza y luego volvió a lo suyo.
Francy se despidió de él y cerró la puerta, luego de eso se le acercó a su hermano despacio mirándolo unos segundos. —¿está todo bien?— le preguntó la hermana.
—¿de qué?—él respondió apenas con la boca llena.
—parecías estar molesto con Luis…— respondió su hermana, mirando como su hermano comía vorazmente el pan relleno mojado en el refresco, lo que la hizo arrugar la cara con asco.
—él es el que está molesto… — volvió a decir chorreando refresco por los lados de su boca y se daba golpecitos en el pecho para no toser.
—¡iú! eres asqueroso… todavía mojar pan con café, pero ¿pan relleno y con refresco?— replicó repugnada cuando vio que lo haría también con el segundo pan.
—está bueno— respondió comiéndose medio pan de un bocado.
—asco— bramó Francy alejándose.— mejor acomodo mi gaveta…quiero salir ya.— anunció tapándose la boca y dirigiéndose al cuarto.
—Tú ya habías ordenado tu gaveta ¿verdad?— le preguntó la madre desde la cocina mientras amasaba su receta de torta de naranja.
—aja— respondió Isaac en el comedor tragándose el último rollito de pan mojado en refresco.
—…yo me imaginé, ayer cuando guardaba la ropa que tenía colgada vi que estaba arreglada…— respondió Ana y volvió la mirada al niño pero este seguía de espalda tomándose el resto de Coca Cola de un solo trago. —… si quieres café, en el termo hay hecho desde esta mañana— le anunció recordando que el pequeño era amante de café.
—¡Sí!— respondió alegre, se incorporó corriendo al baño para enjuagar el vaso y de regreso a la mesa: frente al termo de café remendado.
Presionó la tapa sujeta con alambres haciendo que saliera el café humeante, tan solo verlo caer acompañado con aquel aroma le generaba placer.
Isaac tosió y volvió la mirada a su madre dibujándole una sonrisa, volvió la mirada al café y distinguió un pequeño punto negro flotando en el vaivén del liquido. Con ayuda de su dedo lo sacó de la taza descubriendo que era una mosca. — ay no— musitó con asco conteniendo un impulso por vomitar.
—¿Qué pasó?— inquirió su madre desde la cocina.
Isaac se acercó a la ventana y sacando la mano por la ventanilla se deshace del bicho.— le cayó una mosca al café— respondió con el desagrado acentuado en su voz.
Su madre le dedicó una expresión sorprendida—¡no te vayas a tomar ese café! Bótalo— respondió después vertió la mezcla que preparaba en unas torteras metálicas para meterla al horno, mientras buscaba con la mirada en el lugar, en busca de moscas, pero no distinguía alguna.
—¿puedo volver a agarrar café?— preguntó Isaac tomando la vaso sobre la mesa y dirigiéndose al baño nuevamente, su madre le confirmó así que botó la bebida por el lavamanos, y luego le dio una enjuagada rápida, regresando a pararse frente al termo, se sirvió nuevamente y ojeó el café en la taza vigilando no haya ningún bicho asqueroso nadando en su interior. Finalmente se echó un buen trago de café y dejó salir un suspiro de gozo como en los comerciales de bebidas frías.
—¿no te vas a cambiar?— le preguntó de nuevo la madre acercándose mientras se limpiaba las manos con un paño de cocina. — Jairo y Eliel también vinieron a buscarte hoy— agregó obteniendo la atención de su hijo.
—¿Cuándo?— preguntó mirándola y tomándose otro trago de café.
—hace rato, cuando salí a buscar las cosas— respondió ella palmeándole un hombro al niño y luego caminó hacia las cajas que todavía quedaban por guardar.
—pero ¿estaban juntos?— le preguntó el niño tras cuestionarse si ya estarán reunidos en algún lugar de la residencia.
—Sí, bueno… cuando tocaron la puerta estaban los dos— respondió la señora notando el aspecto grasoso del rostro de su hijo.— anda a darte un baño Isaac… y aprovechas a ponerte los estrenos…— le ordenó después tirando de la manga de la camisa del niño.
En ese momento, del dormitorio surgió el señor Misael pisando fuerte con sus botas de cuero, solo llevaba blue Jeans y se había peinado el cabello.
—¿A dónde vas Misael?— le preguntó la esposa extrañada.
—¡No seas entrometida!— dijo sin más y salió del apartamento tirando la puerta.
El niño le dedicó una mirada a su madre temiendo que la noche buena pudiese convertirse en otra noche de terror, su madre fijamente conectó la mirada con su hijo mayor, trasmitiendo el mismo sentimiento que lo hacía preocupar.
—he…¿Qué tienes en el ojo?— le preguntó tratando de contener sus emociones.—… parece un orzuelo… no tenemos un gato negro pero Serafín tiene la cola negra— dijo después.
Su hijo se apartó de las manos de su madre mirándola confundido y tosió.
—¡claro! Eso se quita pasándote la cola de un gato negro por el ojo—se explicó la señora Ana.
—¿qué?...— replicó Isaac incrédulo de lo que escuchaba. —… ¿de verdad? Pero… Serafín ni siquiera es negro, mamá— replicó pensando que podría por el contrario ponérsele peor la molestia en el ojo.
—¡Pero la cola la tiene negra!—respondió ella insistente buscando al gato con la mirada.
—No, no— respondió Isaac y echó carrera al baño.—no quiero ¡yo me voy a meter a bañar y ya!— anunció encerrándose en el baño pisando el seguro en el pomo.
—¡No!— gritó Francy al otro lado de la puerta golpeándola. —yo me quería bañar primero— le reprochó volviendo a golpear la puerta.
—¡ya estoy aquí debiste entrar antes!— le respondió Isaac dentro del baño y volviendo la mirada asegurándose de que hubiese alguna toalla: encontrando una colgada en el tubo de la cortina.
—estaba alistando mi ropa…¡SAL ISAAC!— gritó golpeando la puerta más fuerte y fue cuando su mamá la regañó y la hizo esperar, Isaac miraba hacia la puerta como si pudiera ver a través de ella, y cuando sintió que todo se calmó se volvió al espejo y se notó el ojo un poco apagado.
Comenzó a desvestirse dejando las prendas en la tapa del asiento del inodoro, se volvió a mirar al espejo y contempló aquel párpado hinchado, con un pequeño bulto cerca de las pestañas…
…se acercó al espejo pensando que aquello le desfiguraba el rostro, en el día que se supone todos deben lucir bonitos y presentables…suspiró resignándose a ser el más feo de la noche cuando le pareció distinguir en su reflejo que el bulto se movió. Clavó los ojos fijamente en el espejo mirando al bulto en su párpado…
…de pronto sintió la molestia y en el reflejo parecía que se retorcía un poco el bulto. Isaac se asustó y desesperó, abrió el chorro del lavamanos y se echó agua en los ojos frotándose el párpado, volvió a mirar su reflejo con dificultad y frotando alrededor distinguió nuevamente aquel bulto.
Se quedó mirándose de cerca en el espejo, con el ojo quemándole y sintiendo que le molestaba sobre la pupila; el bulto estaba estático mientras el niño vigilaba el reflejo esperando. De pronto, lo dejó sin aliento ver que el bulto se movió hacia un lado levemente y seguido sintió un especie de zumbido…
Intentó tocar cerca del bulto pero se volvió a mover zumbando, hiperventilado sospechaba que un bicho había puesto huevecillos en sus ojos, volvió a mojarse las manos en el chorro y se echó en el párpado, desesperado pero aquella cosa comenzó a molestarle y zumbar moviéndose sobre su ojo. . .
…Isaac apenas se frotó un poco y luego se miró al espejo visualizando en su reflejo: que una vil mosca surgía entre su ojo y su párpado… todavía más horrorizado, saltó un par de veces intentando quitarse la mosca cuanto antes, que apenas logró salir del todo; alzó el vuelo alrededor de Isaac…quien desesperadamente se lavaba el ojo de las diferentes formas en la que se le ocurría y fuese posible…
…un remolino de voces resonantes ocupó el baño en crecente por un par de segundos e Isaac volvió a saltar asustado mirando a su alrededor, la punzada en su cabeza se volvió hacer sentir después de mucho rato, e Isaac se apretó fuerte la cabeza esperando aliviarse, lanzó la mira a la ducha ideándose calmar el dolor bajo el agua de la regadera, se adentró casi temblando, cerrando la cortina y abriendo la llave de paso metiendo la cabeza en el chorro de agua fría y cerrando los ojos.
Intentó: prohibirse oír cosas, pensar en cosas. (solo quería calmar aquel dolor).
…Después de ducharse, se puso perfume, sacó su pulsera esclava de plata de la gaveta y se la colocó en la muñeca, buscó sus estrenos en el armario y se quedó al cuarto a vistiendose…
… un suéter mitad azul marino y mitad gris, unos pantalones blue jeans oscuros, y sus zapatos all star negro punta blanca. Tomó su frasco de gelatina para el cabello y mirándose en el espejo de la puertilla pequeña del armario frente a la litera, comenzó a hacerse unos pinchos en el cabello expandiéndose el gel… se miró por unos segundos, esperando lucir muy bien… pero tenía el párpado caído, suspiró de nuevo contemplando su reflejo —{¿porqué nada me sale bien?}—pensó y deseó que su vida fuese normal por lo menos en algún aspecto; en la escuela, con sus amigos en el estacionamiento o al menos en su casa.
Recordó así aquella noche en que su amigo Luis se enojó con él…
…Luis solo quería hablar con Diana Carpio (la niña que le gustaba en la escuela pero había desaparecido) el único problema fue que solo Isaac podía verla, a ella y a otro fantasma de una niña que los asusta en el estacionamiento. Fue cuando las apariciones se esfumaron sin hablar con Luis lo que lo hizo enojar con Isaac…—{como si fuese culpa mía que yo pueda verla y él no… yo no pedí verla}— pensó enojándose de nuevo pero pronto recordó lo que sucedió después.
Alzó la mirada al borde superior del armario, recordando que ahí oculta secretamente el libro de cuero que el hombre de la capucha le había entregado.
—{¿Qué puede tener escrito ese libro que sea tan importante? ¿O será una broma?}— dijo para sus adentros tentado a escalar por la litera, tomarlo y abrirlo. Pero recordó la advertencia del vagabundo de la capucha: “solo sé que la mejor opción es la que te doy”.
Entonces desechó la idea de su mente, respiró profundo calmando su ansiedad y escuchó por la ventana del cuarto la voz de su padre en el estacionamiento aunque no lograba distinguir lo que decía, perdió el sentido de lo que estaba pensando y esperó ha por Francy para reunirse con sus amigos.
Apenas Francy e Isaac salieron del apartamento pudieron oír el eco de la música en todos los hogares cercanos, el vaivén de la gente al hablar, el olor a navidad… cruzaron el pasillo hacia las escaleras bajando a toda prisa, y al llegar a la primera planta saludaron a los padres de Luis y Judy que platicaban con la madre de Eliel.
—¡Hola!— dijo Isaac sonriente mientras Francy saludó con la mano, tras algunos saludos y cumplidos para los niños continuaron en su descenso al estacionamiento, por la caminata saludaron a la señora Yulia, abrigada con una manta navideña en su silla de ruedas compartiendo en compañía de dos familias del edificio G.
Isaac detalló la niña que acompañaba a uno de ellos, parecía tener la misma edad que él, tosió y perdió el interés al ver a sus amigos sentados frente a aquel muro, con el alocado Azabache trotando entre sus piernas. Una vez se incorporan, todos se saludaron abrazándose y felicitándose por sus atuendos, pero rápidamente se sobresaltan al oír una puerta cerrarse fuertemente en el edificio cercano de adelante. Ellos volvieron la mirada y a pocos segundos surgió el padre del difunto Edgar, pisando fuerte y bastante rabioso a simple vista, se metió en su pequeño carro blanco encendiéndolo y echándolo a andar fuera de la residencia a toda velocidad.
Eso causó un silencio incómodo en el grupo, aunque habían tenido múltiples “victorias” contra las extrañas cosas que les habían estado sucediendo recientemente, la muerte de los otros niños eran una especie de derrota… una perturbadora y culposa derrota.
Luis dedicó una mirada a su amigo Isaac quien repentinamente observaba a Jairo.
—…Isaac—musitó Luis ganando su atención.—…quiero contarte algo…— Isaac desvió la mirada enojado recordando aquella noche pero no quería ser grosero con él, así que volvió a mirarlo con una expresión fría.
—…primero que nada, quisiera disculparme por como te hablé la otra noche… sé que no debí hacerlo… no es culpa tuya…— decía Luis e Isaac lo interrumpió con un arranque repentino de ira.
—¡claro que no es mi culpa!— bramó Isaac, Luis apenado juntó sus manos.
—Lo sé, de verdad discúlpame yo…solo quería ver a Diana…— recordaba Luis.
—… lo sé, yo no quería verla… yo, yo solo te dije lo que veía y escuchaba…— volvió a cortarlo Isaac de aquella forma, y sus amigos se quedan mirándolo sorprendidos.
Eliel y Judy intercambian miradas asombrados por la actitud de su amigo con Luis.
—…sí, sé que solo querías ayudarme…— tartamudeó Luis dolido por el trato de Isaac pero aceptándolo por sentir que lo merecía.
—En cambio me dejaste aquí hablando solo bajo la lluvia sabiendo que hay …— dijo Isaac cuando se detuvo conteniéndose, había parte de esa noche que no podía contar. Entonces, contorsionó el cuello buscando relajarse.
—…¡Isaac, Luis quiere contarte algo!— intervino Francy cortada por la forma en la que actuaba su hermano mayor, quien le dedicó una mirada con el cejo fruncido.
—¡Isaac!— musitó Jairo, y ambos se miraron.—…¿estás bien, Chamo?... tú…tú no eres así…— concluyó Jairo acomodando su muleta, y su perro se acercó a él.
Isaac se quedó mirándolo y comenzó a imaginarse en tercera persona como había estado comportándose y se avergonzó, pues mal humorado, aturdido y un poco asustado; había estado siendo un patán.
— Lo siento…enserio ese día… — musitó Isaac volviendo a recordar que no podía contar lo sucedido.
—Isaac… escucha lo que te va a contar Luis— pidió Jairo posando la mano en el hombro de Isaac recordándole que ese, era su clan, su pandilla. El niño moreno de nariz redonda volvió a mirar a su amigo, y esta vez sus ojos tenían otro semblante.
—era verdad, Lo que te dijo…sí la vi…— aperturó Luis haciendo que Isaac se erizara.—… esa noche al entrar al edificio, sentí que alguien subió las escaleras, la seguí y era una niña, era ella Isaac…era Diana…— contó mientras que todos volvían a sentir un escalofrío. —…ella habló conmigo, pude verla y oírla… enserio que sí—
—se despidió de ti— concluyó Isaac calmando su respiración pensando en lo que su amigo le contaba, aquello parecía un pequeño consuelo para Luis.
—… me dijo muchas cosas: que debo aprender a valorar lo que tengo… la vida…mi familia, mis amigos…— sonrió su robusto amigo extendiendo los brazos, Isaac le sonrió también aun con vergüenza y luego lo abrazó palmeándolo en la espalda.
—Muy bien, que bueno que aclararon las cosas…— soltó Eliel. — pero todavía queda algo por contar…¿Cómo es eso que se apareció el Diablo rojo?— preguntó al fin. Azabache hizo un ruidito, y empezó a alejarse olfateando en los alrededores.
Jairo e Isaac intercambiaron miradas. — sí es verdad…— comentó Isaac sintiendo un leve pálpito en la cabeza.
—Jairo dice que te metió las manos en la panza— comentó Luis preocupado.
Los dos se volvieron a mirar, e Isaac se alzó el suéter desfajándolo del pantalón y mostrando las marcas que quedaron bajo sus costillares. Sus amigos y su hermana examinan con asombro la herida y comenzaron a relatar lo sucedido, pero son interrumpidos por unas niñas que provenían de los edificios más lejanos de la zona de adelante. Se quedaron en silencio mientras las observaban aproximarse hablando entre las tres escandalosamente, luego surgieron los dos adolescentes que habían ayudado al difunto Edgar en su venganza contra Luis, y más atrás les seguía Alfonso, ha pasos lentos.
Llevaban fuegos artificiales de alto calibre en sus manos. Éstos, apenas intercambiaron miradas con la pandilla al pasar frente a ellos, Azabache regresó junto a su dueño en ese momento.
—muchachos…—soltó de pronto Francy.—…el edificio este año se siente apagado ¿no?— comentó y sus acompañantes soltaron un suspiro tomando lugar sobre el muro junto a la canal.
Isaac por accidente tocó la mano de Jairo y sintió una sensación tibia al instante, la levantó, al igual que la mirada, y descubrió a Jairo vigilando a la niña del G regresar junto a las otras tres niñas, los adolescentes y Alfonso.
Isaac desvió la mirada dentro de la canal notando que esa noche corría bastante agua corriente a bajo, escuchó las risitas de las niñas, las observó de nuevo, y las notó mirando a Jairo quien también las observaba a ellas. Los demás a su alrededor comenzaron a hablar de lo que podría estar haciendo Charles fuera de la residencia en Noche Buena, cuando unos trakis trakis los sorprendió cerca de sus pies; ellos gritaron asustados, Azabache arrancó a correr bajo uno de los carros, y luego los niños volvieron la mirada a la esquina de los edificios delanteros, descubriendo a los adolescentes celebrando su travesura y regresando hacia los edificios de adelante.
—¡me cagaron hermano!— soltó Eliel con la mano en el pecho.
—¡Jum!— bufó Luis sentado en el murito junto a la canal. —…se hubiesen cagado ellos si hubiese bajado ya mi arsenal de fuegos artificiales— aseguró y sus amigos le dedicaron la mirada.
—¿compraste muchos este año?— le preguntó Eliel entusiasmado.
—Uff…. Muchísimos… mamá estuvo a punto de dejarnos sin las chucherías …— le sonrió Judy confirmando.
Jairo, Eliel e Isaac sonrieron también mirándose entre ellos. — ¿de cuales compraste?— le preguntó Eliel otra vez.
— Casi de todo…— respondió Luis incorporándose del muro de un brinco.—…tumba ranchos, mata suegras… las cebollitas y estrellitas las dejé a un lado este año.—
— Vi que en las mercedes vendían uno que parecía un cohete chino, con una figura en la punta— aseguró Jairo acomodándose sobre la muleta.
— ¡El Shei Long!— lo reconoció Luis.— ¡de ese también traje uno!... el vendedor le dijo a papá que no me dejara prenderlo solo— explicó después, sus amigos intercambiaron miradas de asombro y emoción mientras las dos niñas presentes se reían de las cosas de los niños.
—¿los busco de una vez?— preguntó Luis a sus amigos dibujando una gran sonrisa para todos ellos.
—¡sería genial!... yo también compré algunos…— respondió Jairo acomodándose sobre su cabeza la gorra nueva: era azul marino con un parche bordado en medio. — … pero solo me dejaron comprar una docena de tumba ranchos, silbadores y dos siete colores.—concluyó haciendo una mueca.
—No importa, yo también compré unos cuantos…más los de Luis…— intervino Eliel.
—yo tengo muchos… tengo uno que llaman “la pirámide”… el señor dijo que era muy genial— volvió a decir Luis.
—entonces empecemos ya… yo ya quiero abrir el Ruffle de crema y cebolla…— participó Judy entusiasmada de que por fin empezara la navidad.
—ay que rico, mamá también nos compró para sacar un paquete de ese, Doritos y Maltas para beber— intervino también Francy.
Sin que nadie se opusiera, los niños comenzaron a mostrarle a Jairo como era que ellos celebraban la Navidad… pues cada año era Igual: entre todos ellos, juntaban sus dulces, chucherías, bebidas y fuegos artificiales para hacer una gran celebración entre ellos… inauguraron la noche buena con algunos silbadores, pasaron algún otro rato probando los artículos nuevos en pirotecnia, luego hicieron una pequeña comelona, y después dela cena disfrutaban sus postres, jugando de ha ratos en la casa de cada uno o subiendo a la terraza para seguir sus juegos o pláticas, aunque Charles no estaba y lo echaban de menos, la noche había comenzado muy bien…
…Luis, Eliel y Jairo compartieron de sus coheticos y Trakis Trakis… arrojándolos en el estacionamiento como si fuera la apertura de un magno evento, Jairo arrojó algunos silbadores sujetándolo con su mano al desnudo, y después le enseñó a sus amigos como hacerlo… Luis le gustó tanto que prendió cuatro seguidos arrojándolos desde su mano. Judy regresaba junto a Francy con una ronda de vasos con gaseosa 7up y un paquete grande de Ruffles crema y cebolla, Francy entregó los vasos. Judy automáticamente metió la mano en la bolsa y se embutó la boca de patatas, su placer solo pudo ser mejor representado por su expresión al saborear las papas, sus amigos varones se incorporaron al tentempié mientras charlaban sobre sus chucherías favoritas, los platos navideños que más les gustaban mientras disfrutaron de los fuegos artificiales de colores que detonan de rato en rato sobre el cielo nocturno, con sus pequeños fuegos pirotécnicos… se entretuvieron un rato más detonándolos dentro de botellas plásticas y de vidrio, en los huequitos de la pared o en cualquier objeto botado en el estacionamiento.
Aquel grupo de niños de adelante regresó con aquella niña del G, que muy poco se le vía por el lugar. Cruzaron frente a ellos nuevamente y se escuchó a la señora de la torre G gritar: —“llegó el niño Jesús”—
Entonces el otro grupo de niños corrieron hacia los adultos del edificio G, Isaac y sus amigos se miraron los rostros sin saber si era cierto, Charles era quien siempre llevaba reloj, corrieron de regreso a sus casas con la emoción de descubrir los obsequios bajo el árbol de navidad y a los 20 minutos estaban todos en el pasillo del segundo piso mostrando sus obsequios: Judy había recibido una figura coleccionable de la princesa de la luna en su serie favorita de ánime y una chaqueta de su otra segunda serie favorita. Luis había recibido un balón de baloncesto y dos películas de Dragón Ball... Jairo sacó una patineta más larga y grande que él, que venía con un casco azul rey, coderas y todo el asunto, en cambio a Francy le dieron una cámara fotográfica con temática de los Looney Toons, su hermano recibió un Discman con un par de Cds de sus cantantes favoritos hasta el momento; Shakira, Ricardo Arjonas y uno mix de rockolitas con canciones de Abba, Mecano, Bon Jovi entre otros de ese mismo calibre…mientras que a Eliel le habían obsequiado un teléfono celular con linterna incorporada. El señor Jesús y la señora Judith (los padres de Luis y Judy) subieron a la azotea y llevaron con ellos a los niños.
El señor Jesús llevaba un vaso con sangría en una mano y en la otra una bolsa negra con los fuegos artificiales restantes de Luis, enseguida tomaron un lugar en la azotea del lado izquierdo del edificio y es cuando comenzó la acción, Luis sacó su fulana “Pirámide” la colocó en medio de la terraza e Isaac encendió la mecha al lado de su amigo con el encendedor que le otorgó el padre de Luis… los niños corrieron hasta las esquinas y con las manos en los oídos: vieron asombrados cuando la pequeña pirámide comenzó a dar vueltas soltando chispas en círculos, chisporroteó y se lanzó al cielo silbando, detonando como un cañón y botando chispas de colores tres veces, Luis bajó la mirada a sus amigos y estaban tan asombrados como él, celebrando se reunieron en medio de la terraza nuevamente para lanzar otro… luego los padres de los demás niños, y la señora de planta baja llamada Mai, subieron a la azotea a desear la feliz navidad a sus vecinos, los niños allí, volvieron a abrir un paquete de papas sabor crema y cebolla, se sirvieron la gaseosa de cola negra que comenzaba a calentarse, masticando sin cuidar apariencias comentaban lo genial que estaban los fuegos artificiales, lanzaron los siete colores, y siguieron comiendo y bebiendo gaseosa hasta que los adultos regresaron a sus hogares…
…Aquellos niños permanecían sentados por lo largo del piso de la azotea, con todo lo que necesitaban a su alrededor para seguir emparrandados. Francy no había parado de tomar fotos, empezó su segundo rollo y contó que le quedaban cuatro. Su amiga estaba tan emocionada que no paraba de contarle a Francy sobre sus series, Luis argumentaba mientras escuchaba la conversación: acentuaba información importante o lo que su hermana había obviado contar, Eliel también participaba pues había visto la serie durante los primeros días de vacaciones, prácticamente se vio la serie hasta la mitad de la tercera temporada, incluso habían spoilers en aquella conversación. Jairo también había visto la fulana serie, de hecho ya se la había visto toda hasta donde llegaba…
…Sonrió bebiendo su primer vaso de malta y volvió la mirada hacia Isaac quien lucía perdido mirando hacia la nada. —¡planeta tierra llamando a Isaac!— soltó jugando y acercándose a él, le dio otro empujón con el hombro haciéndolo reaccionar.
—lo siento— sonrió Isaac avergonzado.—estaba pensando…—
—ya veo— respondió soplando en una sonrisa. —Isaac… —musitó Jairo mirando su rostro; tenía algo importante que decirle. Pero Isaac parecía interrumpir el momento, como si sospechara lo que le va a preguntar.
—…sí, solo eran tonterías…— respondió Isaac pensando que aun hablaban sobre el mismo tema.
—No… es que quiero hablar de algo contigo…—explicó bajando un poco el tono de voz, su amigo volvió la mirada hacia él, pero la verdad era que Isaac sentía que la cabeza le palpitaba de nuevo, sentía un bendito zumbido que no le permitía si quiera pensar claramente.
—…sé que no es el momento… pero tengo el presentimiento de que…tenemos que hablar de eso— volvió a decir Jairo.
La brisa sopló fuertemente y arrastró los paquetes de chucherías ligeramente sobre el suelo de la azotea, Jairo miró a su alrededor esperando no cayera alguna basura dentro de su vaso, el niño junto a él, sintió como que iba a desmayarse y se arrastró un par de centímetros hasta la pared a su espalda.
Jairo lo observó, preocupado por el semblante del niño sentado a su lado, mientras los otros niños allí presentes eran ensordecidos por los cohetes, la música y su propia conversación.
A Isaac le pareció distinguir que una sustancia rojiza oscura se movió con vida propia trepándose por el muro de la azotea frente a él… se movía palpitante y repulsivamente bajándose al suelo de la azotea, acumulándose y formando a medías una figura, una figura que reconoció sin siquiera estar completa, cuando de pronto: aquella cosa escupió una burbuja de donde brotó aquel malévolo rostro goteando lo que ahora para Isaac parecía sangre… ese era el rostro del Diablo Rojo…
—¡no!...¡no estás aquí!— tartamudeó el niño arrastrándose, todavía sintiendo el piso de la azotea y el muro de bloques a su espalda.
El Diablo Rojo gruñó como si se burlara de aquellas palabras, mientras torcía el rostro clavando sus ojos amarillos sobre él. La brisa azotó con tanta fuerza que a Isaac le costaba respirar.
—¡Aléjate de mí!— bramó lanzando un manotazo al viento al tiempo en que cesó la huracanada que lo atacaba, pero aquel Maligno ser dio un paso atrás frunciendo el entrecejo mientras apenas se les formaban las costillas que les chorreaban de aquella extraña sustancia viscosa…
…Gruñó ferozmente mostrando todos sus filosos dientes amarillentos y una lengua cortada como la una serpiente, y morada… pero gruesa como la de un humano. Al mismo tiempo Isaac lo vio aparecerse frente a él sujetándolo con sus larguiruchos dedos rojos sobre sus hombros, su aliento putrefacto a muerte le aguó los ojos al instante mientras se fijaban en lo amarillo de aquellos terribles ojos rayados.
…A Isaac se le salió la lengua involuntariamente de la boca, sintiéndola pesada y larga, cuando al Diablo Rojo se le deslizó por el cuello un pinchudo pelo grueso y negro… Pasó su lengua putrefacta, húmeda y fría por la mejilla de Isaac, quién temblaba horrorizado y perturbado… a su vez, Al Diablo Rojo le brotó un tercer brazo chorreando desde la costilla, y que salpicaron par de gotas color carmesí oscuro sobre la frente del niño. Alzó aquel brazo, cuando repentinamente, con ese mismo tercer brazo amorfo y huesudo, se sacó la púa de pelo del cuello, que luego la clavó brutalmente en la lengua de Isaac… la impresión fue tanta qué sintió electricidad en todo su cuerpo y el dolor palpitando en su boca.
Fue cuando gritó por fin del dolor y se encontró a si mismo de nuevo con sus amigos, a su vez descubrió a Jairo a su lado gritándole también sorprendido de susto…
…reconoció el distintivo sabor a sangre, mientras que el dolor lo ensordeció y le entumeció el rostro, sus amigos acuden a él y éste se apoyó con la manos del suelo, escupiendo toda la sangre y empezando a llorar gateaba alejandose de ahí.
Su hermana lloraba pues podía sentir su terror… (realmente lo que tenía a Isaac llorando era el pánico que sentía).
—¿Qué fue eso? ¿Su lengua?— soltó Jairo con el mismo terror de su amigo, sintiéndolo casi igual que lo hacía Francy.
Isaac se arrastraba como si estuviera por vomitar, gateando con el rostro caído, todavía ahogando sus alaridos para que no lo oyeran, sus amigos lo seguían angustiados mientras él se alejaba de su propio vomito de sangre.
—Jairo— escuchó el niño que lo nombraban tras él y al darse vuelta vislumbró bajo las ramas del enorme árbol que brotaba desde la canal y llegaban hasta lo alto en la azotea… a una mujer delgada de pelo negro, parada bajo las sombras de sus frondosas ramas.
—¿quién?...— musitó antes de darse cuenta de que no estaba viendo a alguien “normal”. Sus labios temblaron al tiempo en que exhaló profundo recordando el rostro de la presencia ante él: su madre biológica.
—¿Dónde habías estado Jairo?— preguntó aquella voz apenas audible. Una extraña sensación invadió al niño preguntándose si sus padres no sabían lo que les había pasado… (quizás sea mejor así… es mejor que no recuerden como los azotaron a punta de machete, desmembrándolos por piezas como si cortaran el tronco de una pequeña palmera.) Pensó Jairo bajando levemente la mirada.
—te extrañamos… ven con nosotros— dijo la mujer haciéndolo volver a mirar sus finas facciones, cansada como lucía siempre… (o eso es lo que creía recordar)… no estaba seguro.
—¡ven con nosotros Jairo!— dijo de nuevo y esta vez la imitaron las voces de otros niños y otra voz aún más gruesa y tenebrosa… eso lo delató. Jairo sintió un escalofrió cuando mirando fijo a los ojos de la supuesta aparición… logró pillar cuando cambiaron a ser como los de un gato, que al destellar parecían ser de oro o ámbar.
A la mujer espectral: se le abrieron heridas en todo su cuerpo, derramando demasiada sangre mientras se sacudió gimoteando perturbadoramente, Jairo si quiera pudo pensar, dio dos pasos atrás, se giró con ayuda de la muleta corriendo hacía el techado pero de pronto al girar: sintió a alguien más parado allí.
Al llegar frente a el techado volvió la mirada a la esquina junto a él, donde vio que Isaac se estaba poniendo de pie dejando ver otro rastro de sangre desde su nariz hasta su mentón…
Jairo, recuperando el aliento volvió la vista a sus otros amigos, quienes parecían más preocupados por Isaac, que por aquella cosa al fondo de la terraza, pero al volver a mirar atrás… ya no había nada.
—¿Cómo?...¡ahí estaba!— soltó sorprendido, pero él aún sentía que eso estaba allí… que todavía no se había ido…que quería… (El Diablo Rojo) …jugar con ellos, torturarlos.
—¿Dónde estás?— bramó Jairo temblando de impotencia y sus amigos lo miraron sin comprender lo que pasaba con él, al tiempo que Isaac aún tapándose la boca dedicó una mirada de temor a Jairo por lo que HABÍA provocado…
Con sus ojos bien abiertos; Isaac buscó en la azotea. Jairo se dedicó una mirada al pie esperando resistir poco más con esa muleta. —¡ay por Dios!— se escuchó chillar a Judy a un lado cuando todos descubrieron lo que miraba la hermana de Luis: estaba aquella cosa roja con cara de diablo, pegada al borde de la pared, sobre el techado, con dos brazos adicionales largos, dándole la apariencia de un arácnido, sus costillares estaban abiertos mostrando sus huesos y entre los pelos pinchudos en su espalda brotaban cayos palpitantes y ulcerosos.
Eliel gritó, Luis corrió rápidamente al medio de la terraza lejos de la entrada al techado custodiada por el enorme bicho rojo diabólico. Su hermana y Francy corrieron con él agarradas de la mano y asustadas, Jairo e Isaac se ayudaron a llegar con sus amigos y volvieron la mirada hacía aquella cosa que silbaba de aquella manera terminando el silbido con lo que se asemejó al ronroneo de una carcajada burlona.
La pandilla se dedicó una mirada sin poder decir nada y se tomaron todos de las manos, Jairo contempló sus manos juntas, impresionado ante aquel acto, cuando una voz femenina le dictaba al oído que hacer.
—¡todos!... agárrense fuerte de las manos—ordenó Jairo. Isaac le dedicó una mirada y el Diablo Rojo también… algo se tramaban (suponía).
Isaac tímidamente sujetó la mano de Jairo que posaba de su hombro y todos los demás acomodaron sus manos sujetandose y formando un tipo de cadena.
Jairo, sintiendo una energía increíble: se paró firme y dejó caer la muleta, todos miraban fijamente al monstruo pero él… él intentaba desmembrarlo con su mente… La voz le había dicho que podría hacerlo si quisiera.
El Diablo Rojo, descendió del techo por el muro, cuando de pronto se detuvo y pareció ser aplastado contra la pared por una fuerza invisible a la que trataba de resistirse… Isaac se detuvo a contemplar que el Diablo rojo estaba cediendo y sospechaba que era Jairo quien lo provocaba, le pareció sentir que Jairo se alzó ligeramente del suelo, y fue ahí cuando Isaac sintió miedo…
… ahí, El Diablo Rojo dedicó abruptamente un gesto molesto hacía el niño de ojos grises e Isaac lo notó en sus ojos amarillos; en ellos percibió un vestigio de un sueño, una pesadilla de la cual no había podido recordar hasta ahora… un túnel, mucha agua y un niño muerto…literalmente empalado en el brazo del mismísimo diablo rojo.
Temeroso de que se tratara de él o de alguno de sus amigos, se dejó llevar por el terror, soltó por un instante la mano de Jairo y no pensaba en otra cosa sino en que: podían morir.
…El Diablo Rojo pareció superar aquella fuerza invisible y se tiró de pie al suelo en la terraza, miró al suelo sonriendo, luego alzó el rostro y andando encorvado, fue mostrando su caja torácica abierta como un gabinete, exponiendo algunos órganos rodeados de algo negro viscoso que se movía y desprendía unos pequeños tentáculos que se movían como si trataran de alcanzar a los niños.
A Isaac se le parecen retorcer las tripas mientras él pánico lo hizo volverse torpe, Jairo se desconcentró al notar que aquello dio par de pasos hacia ellos libremente. Eliel soltó un ruidito nervioso temblándoles las rodillas pues lo que hacían ya no funcionaba… Luis sintió adrenalina, con las patillas erizadas sobre sus orejas… estrujó sus bolsillos buscando algo que arrojar, y sacó algo duro de ellos descubriendo un par de pirámides… las contempló teniendo una idea: mientras sus dos amigos se ayudaban a mantenerse en pie, Luis sacó de su bolsillo trasero el encendedor que le dejó su padre, encendió y arrojó dos de los fuegos artificiales a los pies del Diablo de cuatro brazos, mientras que sus protuberancias comenzaban a expulsar unos bichos parecidos a los cangrejos, pero con una piel parecida a la humana que cubría sus conchas….
Isaac de pronto volvió a poner los ojos en blanco desplomándose, Jairo lo atajó antes de caer y resistiendo la punzada en su esguince. —¡Isaac!— lo sacudió queriéndolo hacer reaccionar, parecía que comenzaba a convulsionar.
Eliel pateó uno de los extraños cangrejos de regreso hacia las otros diez que se aproximaban a ellos.
—¡Dios! ¡por favor!— soltó Francy abrazando a Judy, ambas temblando y lagrimando.
… y Se escuchó un chispazo que dejó a todos los presentes estáticos, Incluyendo al Diablo Rojo y sus alimañas…
Inexplicablemente todos fijaron la mirada en una plumilla blanca grisácea que caía entre los niños y aquel ser maligno, cayendo suavemente y bailando en el viento. Fue entonces cuando las pirámides saltaron bajo los pies del diablo rojo dando vueltas y botando chispas en círculos, el diablo rojo parecía bailar sobre ellos y los niños corrieron al fondo de la azotea bajo las ramas del árbol.
Las dos pirotecnias giraron disparándose hacia el Diablo Rojo y sus órganos expuestos, sus costillas se retrajeron intentando protegerlos pero se quedaron con los explosivos dentro de su tórax, Jairo se relajó al ver que Isaac recuperaba el sentido y tomó la mano de Jairo… …Instantáneamente, sintió electricidad correr a través de ellos nuevamente, ambos miraron a Francy pidiéndole que se les una al extender sus manos hacia ella.
—recemos— sugirió Francy sujetando la mano libre de su hermano mayor, Luis puso la mano sobre su corazón intentando calmar su miedo, y acordándose de Diana Carpio sujetó la otra mano de Jairo, Judy se unió a su hermano y Eliel a ella, pues todos reconocieron aquella pluma en el viento como la muestra de que “un ángel” hizo acto de presencia…
El Diablo Rojo se destrozó el pecho a sí mismo ferozmente, aún detonándole los fuegos artificiales en su interior, maldiciéndolos mientras que una brisa comenzó a soplar fuertemente. Francy empezó a rezar las oraciones que recordaba, las que su madre le pide hacer por las mañanas, por las noches, y algunas que recordaba de la iglesia.
Sus amigos seguían sus palabras tras ella, Isaac se lamió la sangre en su labio superior con un poco de dolor al hacerlo, pero ahora sí estaba sintiendo la energía que provenían de las manos de su hermana y Jairo.
El diablo rojo terminó de chispear y botar brazas dando pasos torpes hacía ellos y mirándolos con un odio que preocupaba, pero Francy, Jairo e Isaac sentían que detrás de ellos había un ser de luz, un ser enorme y reluciente brindándoles una protección divina, estaban seguros de que nada ni nadie los podría tocar.
El viento azotaba fuertemente pero a los niños parecía no poder tocarlos, por otra parte el diablo rojo luchaba por caminar en contra de la ventisca y se retorcía gruñendo. Hasta que de pronto se detuvo, y mirándolos seriamente se puso casi derecho, sus plagas se retorcieron humeando hasta convertirse en cenizas, Isaac juraría que lo estaba mirando a él fijamente a él… cuando dio par de pasos hacía atrás y de pronto se prendió en llamas haciéndose cenizas como su bicho lo hicieron y desapareciendo en el viento, los niños tenían las manos sudadas pero no se soltaban, aunque aquella electricidad pareció desaparecer, buscaban a su alrededor con la vista a aquel demonio mientras las gotas de sudor les caían por la cara.
Eliel tragó en seco —…¿se fue?— preguntó con voz ronca, Jairo trató de sentir o ver si hay alguna cosa “sospechosa” pero esta vez parecía que sí se había marchado el Diablo rojo.
Luis corrió a buscar el frasco con gaseosa, Isaac se volvió a dejar caer al suelo y trató de aguantar su lengua inflamada y su dolor palpitante.
—tenemos que decirle a mamá— dijo Francy, su hermano la miró fijamente cuestionándola. Quería preguntarle si estaba segura de que fuese buena idea pero no podía, tenía la lengua tan inflamada que casi se ahogaba con ella.
Aterrado de aquella advertencia del diablo rojo, estaba seguro de que lo mejor sería rendirse, desistir… abandonar del todo las calles, quedarse en casa y desear que el Diablo Rojo no se interese en buscarlos…(o eso pensó Isaac)
Para Jairo, por el contrario aquello había sido otra “Victoria” contra el fulano demonio. Se detuvo buscando la mirada de Isaac pero éste en cambio parecía preocupado, mientras los otros traían sus cosas de regreso y se entretenían con la reposición de lo sucedido actuado y narrado por Eliel.
Jairo se acercó a su amigo Isaac caminando en un manqueo, distinguió su muleta, se inclinó recogiéndola y siguió caminando llegando hasta su amigo. —¿te duele?— preguntó y su amigo alzó la mirada a él y luego asintió. —{mucho}— le pareció incluso oírlo decir.
Jairo se detuvo, pues ahora tenía por donde empezar la conversación pendiente con su amigo, el único detalle era que él no podría hablar. —Isaac… no sé como empezar con lo que quiero decirte… — aperturó Jairo mientras su amigo se ponía firme dedicándole una mirada con los ojos húmedos—…he estado viendo cosas desde hace mucho tiempo…— susurró con sus ojos grises clavados en los de su amigo. —…desde aquella noche en la canal... he estado sintiendo todavía más cosas…— continúo con aquel tono de voz bajo y parecía nervioso. Su amigo lo escuchaba y podía sentir que era cierto lo que decía pero al intentar hablar no se le entendía, y el dolor lo hizo chillar, Sus otros amigos lo escuchan balbucear y se acercaron curiosos de lo que conversaban Jairo e Isaac, Luis volvió a servirle al amigo herido gaseosa para que se le calme la inflamación. Sin embargo aquello era algo que Jairo quería hablar exclusivamente con Isaac, tras unos minutos bajaron al segundo piso sentándose en las escaleras, miraban al fondo del pasillo frente a ellos y había un silencio nefasto.
—Charles…— musitó Eliel. —¿estará solo en navidad?... es decir ¿con sus padres?— volvió el rostro buscando quien le responda de sus amigos presentes.
Isaac sabía que no estaría solo, observó a Eliel pero el dolor y la inflamación en su lengua le impidieron hablar… Jairo dedicó una mirada intensa a su amigo Isaac, que se hacía en el escalón de arriba. Entonces éste también lo observó sintiendo esa mirada pesada sobre él…
—No, no estará solo…— dijo Jairo finalmente desviando la mirada hacia Eliel. Isaac se quedó observándolo.—…Estará con sus primos— completó y era justo lo que Isaac diría, ahí se preguntó:¿si Jairo habría leído sus pensamientos?.
Jairo precisamente volvió a mirarlo con esos ojos grises… Isaac sintió escalofrío al pensar que lo había escuchado.
—ojalá esté bien— dijo Francy preocupada y Judy asintió con la cabeza mirándola. Los ánimos estaban un poco bajos, pues la visita del Diablo Rojo había caído como un balde de agua fría sobre sus cabezas… era como para despertarlos, espabilarlos.
El gallo del taller detrás de la residencia estaba cantando y la pandilla estaba saliendo por el techado a la azotea una vez más, para apreciar el amanecer: Jairo parecía diestro con la muleta…Jamás se le había visto andar tan rápido con ella, a su lado iba Eliel palmeándolo, pues había intentado ganarle a él o a Luis en ajedrez y a ninguno le ganó, a su otro lado iba Luis burlándose y escuchando a su vez a Francy contando su historia de cuando se tomó una foto en el tren de La hacienda Santa Teresa. Judy la seguía preguntándose si sus padres sabrán ya que no han ido a dormir.
Isaac iba entre ellos, callado comenzando a escuchar murmullos en el viento, o al menos eso le parecía, no estaba seguro… quizás lo estaba imaginando, quizás era alguna maldición del Diablo Rojo. Trataba de luchar contra esos pensamientos que venían a su cabeza… pero ahora le era Imposible no pensar en ese ser.
Al terminar de salir el sol, muertos del sueño los niños regresaron a sus casas para caer rendidos. La mañana de Navidad fue callada en el edificio, ni uno asomó el rostro por ahí… cayó la noche y todavía la pandilla no se hacía sentir, fue hasta el 27 de diciembre de aquel 2005… cuando Charles tenía dos días de haber regresado y no sabía nada de sus amigos, así que acompañado por su perrita Lola a un lado, tocó aquella tarde llamando a la puerta de Isaac. Surgió Francy asomando el ojo por una rendija con actitud temerosa.
—¿Charles?— preguntó desde adentro la niña.
—he… sí, hola— respondió extrañado e incómodo ante el comportamiento de Francy. —…¿Cómo estás?...¿tú y tu hermano pueden salir?...reuniré a los demás— explicó acomodándose la visera de su gorra de los Yankees de Nueva York y subiéndose los anteojos.
—mm… al rato salgo, hasta luego—respondió la niña y sin esperar respuesta cerró la puerta, Charles retrocedió unos pasos un tanto ofendido por el acto, pero resoplando se propone obviarlo e hizo un ruido llamando a Lola tras él, cruzó al otro lado del pasillo donde esta vez llamó a Jairo y éste abrió la puerta. Descubrió a Jairo vistiendo solo el mono del pijama azul cielo y con las mejillas encharcadas.
—eh, ¿qué pasó?— preguntó Charles notando que Jairo respiraba entrecortado.
—¡Azabache!— musitó Jairo con voz ronca y esnifó mirando a Lola junto a los pies de su amigo.—deberías esconderla, dejarla en casa tanto como sea posible…— agregó.
—¿Qué fue lo que pasó?—le preguntó preocupado, su amigo se abrió paso para asomarse fuera del apartamento al pasillo y regresó a la sala con ayuda de una muleta y luego jalando un asiento del comedor.— pasa, estoy solo en casa…—le dijo mientras se sentó con la pierna sana subida sobre su mismo asiento y dejando la muleta recostada contra la mesa. Charles miró afuera antes de entrar e invitó a Lola a seguirlo dentro del apartamento, tomando un asiento junto a su amigo de ojos grises que esperó a que su amigo terminara de tomar aliento.— Azabache desapareció de nuevo…no lo veo desde el 24— explicó su tristeza. —… siento que esta vez le pasó algo muy malo— agregó mirando desconsoladamente a la mesa frente a él.
—no pienses así, quizás solo está perdido en la canal— dijo Charles intentando consolarlo mientras recordaba la vez pasada en la que se perdió el mismo perro, su amigo lo miró de pronto con el rostro iluminado. —¡tú no estuviste aquí ese día!— recordó.
—no— respondió Charles sin comprender tanta emoción.
—ese día, se nos apareció el diablo rojo nuevamente…— explicó Jairo y Charles abrió sus ojos expectantes, pues estando por Los Andes; cerca de Los Teques, pasó las navidades pensando en sus amigos, preocupado por la constante persecución del Diablo Rojo.
—…nos acorraló en la azotea, le hizo un hueco en la lengua a Isaac y por poco nos mata allá arriba…— contaba Jairo, Charles se inclinó mirándolo asombrado pues casi todos los 24 y 31 de diciembre ellos pasaban la noche entera subiendo a esa terraza, pero la historia de Jairo no terminaba allí —…nos agarramos de las manos y juntos parecía que podíamos detenerlo…con nuestra mente…— dijo sorprendiéndolo todavía más, Jairo se percató de que se le escapó eso último haciendo una pausa, pero rápidamente retoma la anécdota: —… el bicho ese se bajó del techito, y cuando Francy gritó “Dios, no sé qué” explotaron los fosforitos; de esos bravos, en los pies de él y una pluma blanca cayó de repente … chamo el diablo rojo no se pudo acercar…—contaba casi recuperando la impresión que tuvo esa noche.—… en uno de esos momentos debió irse Azabache… y a mi se me olvidó que andaba conmigo, nos fuimos a dormir todos y… lo dejé en la calle— terminó de contar poniendo cara triste de nuevo y desviando la mirada.
Charles dedicó una mirada a su perrita a sus pies que se rascaba las orejas, y luego a su amigo entendiendo porque sentía culpa. —no te preocupes Jairo… lo volveremos a encontrar… Isaac y Francy salen en un rato, vayamos a buscar a los demás… ellos nos ayudarán a encontrarlo — le aseguró Charles, Jairo levantó sus grises ojos recordando que todavía no ha podido hablar con Isaac de aquello que ambos comparten.
El niño de ojos grises sonrió forzadamente aceptando. A la media hora estaban Luis, Judy y Eliel acompañándolos a los dos; sentados sobre el murito junto a la canal.
—¡ahí viene Francy!— anunció Judy cuando la vio surgir por el camino de concreto fuera de la torre.
La niña se les unió abrazando a Judy apenas al llegar. —¿dónde está Isaac?— preguntó Jairo enseguida.
Francy le dedicó una mirada en silencio preguntándose algunas cosas sobre lo que podría estarle pasando a su hermano mayor. Jairo detectó esta preocupación y dio un paso torpe hacia ella apoyándose en la única muleta que bajó.—…Isaac no ha dicho ni una palabra desde ese día…— respondió Francy al fin desviando la mirada, y Obviando el hecho, de que: le había oído hablar una lengua extraña durante la noche.
—¿y cómo se supone que lo haría con semejante hueco en la lengua?— vaciló Eliel allí presente.
—¿tan grande es el hueco en su lengua?— replicó Charles intrigado.
—no es solo eso, es que…— cortó Francy frotándose el brazo.—… no ha querido comunicarse de ninguna forma…le di un papel y un lápiz para que me escribiera lo que quisiera decir y lo rechazó…— contó.
—¿y que ha hecho todos estos días?— preguntó Luis intrigado y preocupado por su amigo.
—solo ha estado acostado con la cara hacia la pared…— le respondió ella mirándolo.
Jairo se quedó en silencio tratando de sentir la mente de Isaac, sus pensamientos y sentimientos.
—¿lo llevaron al hospital ya?— preguntó Charles.
—no, no— negó con la cabeza.
—¿porqué tus padres son tan descuidados?— replicó Charles enojado, pues le era peligroso tener una herida sin revisar.
—¡oye!— se quejó Francy del comentario — es que ellos no saben… es a lo único sobre lo que Isaac me ha hecho saber su opinión…no quería que supieran— agregó después.
—pero debería ir… ¿sabes si sigue sangrando?— le preguntó Charles y la niña se encogió de hombros en respuesta.
—deberíamos ir a buscarlo, todos… tal vez lo animamos a salir— sugirió Charles y Eliel se puso de pie listo para hacerlo.
— No— los detuvo Jairo obteniendo las miradas de sus amigos. —Dejémoslo descansar— agregó después, desviando la mirada y comenzando a pensar en que: …de esa manera en la que sintió a Isaac… ya no podía sentir a su perrito… algo le decía que le había pasado algo muy malo.
—será mejor entonces que busquemos a Azabache antes de que se haga mas oscuro— sugirió Eliel.
Después de debatir los eventos sucedidos el 24 de diciembre no recordaban haber visto a Azabache desde el estacionamiento, así que para ellos: posiblemente “se había repetido la historia”… “se habían llevado a Azabache por la canal”
Luis dedicó una mirada asqueada al agua que fluía por la corriente baja, no estaba muy seguro de querer mojarse de nuevo en esa agua… apenas lo había soportado las veces anteriores. Su hermana y su amiga Francy se adelantaron a él y corrieron pared abajo mientras Charles se aseguraba de traer su linterna, al tiempo en que Eliel volvía a repetirle la historia de como habían “sobrevivido al Diablo Rojo” “—fue como magia—” aseguró Eliel, mientras Jairo se acomodaba sobre la muleta preparándose para lo que se venía.
Luis se les unió finalmente dentro de la canal, y a pasos lentos retrasó la travesía hasta más allá del puente, pasando las dos caídas de agua llegaron hasta el borde por donde Jairo cayó aquel día, la noche caía lentamente y la oscuridad los comenzaba a cubrir.
Jairo se detuvo llamando a su can pero no tenía seguridad de que estaría allí, escuchó de pronto varias voces extrañas en el soplar del viento que no lograba comprender, y a su oído volvió a escuchar la voz femenina que le pedía que se fuese del lugar, sin sentir miedo por aquella voz se resignó a regresar sin su mascota cuando al darse vuelta le pareció ver una figura vestida de negro con la cabeza de un cráneo alargado como de caballo, un pelo negro largo y húmedo, y al volver a mirar al sitio no estaba, pero esa no era la primera vez que Jairo sentía a esa presencia.
Regresaron antes de que los llamaran a las 09:00 p.m. para cenar y Mientras entraban al edificio caminaban conversando, Jairo iba por la delantera con los ánimos caídos…cuando le pareció ver algo pequeño resbalar en la esquina de las escaleras subiendo a prisa, escuchó las pezuñas raspando el piso y tuvo la ilusión de que quizás se trataba de su perro.
—¡AZABACHE!— exclamó con un pequeño alivio en su corazón, corrió como pudo con la muleta escaleras arriba, y llegando al segundo piso pudo ver una sombra en el suelo siguiendo la carrera a la azotea, sus amigos lo seguía con un trote más pausado, cansados por el recorrido en la canal.
—¡ya quiero entrar a la casa!— masculló Luis entre dientes pues el agua sucia de la canal en sus pies lo tenían horriblemente irritado.
Cuando finalmente llegaron al destechado vieron a Jairo a pocos metros fuera de la puerta en la azotea de lado izquierdo, se hicieron a su lado mirándolo confundidos, pues parecía no haber nada allí, aunque rondaba un mal olor.
Jairo tenía una mirada hundida en lagrimas mirando al muro que daba hacia la parte de atrás del edificio mientras jadeaba sin aliento. Francy se acercó a Jairo y puso una mano sobre su hombro teniendo un mal presentimiento.— huele maluco — comentó Judy detrás de ellos, apretándose la nariz.
—¿Jairo?— musitó Francy, pero el niño en cambio volvió la mirada a un lado donde no había nadie… o eso creían ellos pues Jairo por fin estaba viendo a la entidad que le había estado susurrando al oído todo el día:
Vestía una especie de túnica blanca impecable, su rostro era fino y de exquisitos rasgos, no sabría decir si era hombre o mujer, pues de su cabello, apenas se le apreciaba el color Borgoño, que rodeaba el rededor de su cabeza, resaltando aquel divino rostro en un resplandor. Para Jairo, ese era su ángel de la guarda.
Francy se observó las piernas descubriendo que les temblaban involuntariamente, y se lo atribuyó al frio: —deberíamos bajar, aquí no está.— sugirió dando par de pasos en su sitio.
—hay… algo ahí— señaló Jairo al murito que miraba, sus amigos lo siguen con la vista, y notaron apenas la silueta de algo que colgaba de lado y lado de la pared.
—¿qué es eso?—preguntó Eliel con la certeza de que prefería no saber, Charles al instante apuntó con su linterna de llavero al lugar y parecía ser un viejo trapo negro. Jairo gimoteó y sus amigos lo observaron confundido mientras éste se dirigió al lugar seguido por Francy.
Entonces, frente a la pared denotan el podrido hedor que provenía de lo que era una piel ya algo seca, detallando que su pelaje fue de color negro y tenía algún visaje de marrón.
—Es la piel de un animal— comentó Charles identificándolo y dedicando una mirada a Jairo por delante de él, sospechando que su amigo también entendía lo que era.
—¿de un animal?— repitió Judy horrorizada junto a él.
Jairo se acercó soportando el hedor que le rompía la nariz, distinguió par de patitas tendidas en dos puntas de piel que colgaban, y otra tira en medio que reconoció como la cola, en ese momento, comenzó a llorar desconsoladamente, y se escuchó un trueno que interrumpió el abrazo que le iban a proporcionar sus amigos presentes. Los seis niños alzaron la vista contemplando el cielo nublado, y la lluvia comenzó a caer repentinamente sobre sus rostros.
Abrazaron finalmente a Jairo rodeándolo, mientras de sus ojos grises botaban lagrimas por montón. Sonó otro relámpago que retumbó en sus oídos al tiempo en que se escuchó esa risa burlona y ronca resonar: haciéndolos volverse a buscar con la mirada y con los pelos de punta.
—¿es…?— tartamudeó Charles aún moviendo sus pupilas de lado a lado.
—e-el… Diablo-o Ro-Rojo— completó Eliel asustado, no quería otro encuentro con aquella cosa.
—¿qué hacemos con Azabache?— preguntó Judy mirando a los demás.
—nada ¿qué vamos a hacer?— dijo Luis y se rascó el codo frenéticamente por la idea de tan siquiera tocar el “pellejo”.
—Quiero enterrar lo que queda de él— balbuceó Jairo con un hilo de voz, mientras Charles lo cuestionó en silencio con la mirada hacia su dirección.—¿Cómo lo vamos a …mover?— preguntó al fin notando que su amigo aun luchaba con las ganas de llorar, Jairo lo observó como si juzgara su asco por tocar a “Azabache”… pero escuchó aquella voz que le pidió “que sea respetuoso con la pérdida que sentía”…entonces bajó la mirada y se acercó caminando al borde, Luis se llevó las manos a la boca al ver a Jairo tomando la piel con ambas manos al descubierto y cargarla como a una bandeja.
—¡alguien que prepare la tierra allá abajo, por favor!— pidió Jairo con la mirada fría y comenzó a manquear dejando caer la muleta y tomando camino de regreso hacia plata baja, sus amigos se miraron los rostros sin creer lo que veían. Luis corrió enseguida a una esquina, al fondo de la azotea bajo las ramas del árbol que llegaba hasta ahí, y se detuvo vomitando asqueado, sus amigos lo oyeron forcejear par de veces más vomitando por montones.
…Regresó escupiendo por todas partes. — ¡me quiero ir a mi casa! ¡me quiero ir a mi casa!— mascullaba estresado y frustrado.
—pero Luis…— musitó Charles, y Luis automáticamente lo sujetó del cuello de la camisa.
—¡me quiero ir!— dijo entre dientes y con una mirada extraña.— ¡estoy asqueroso!— agregó con un hilo de voz, Charles lo miraba a través de sus anteojos empañados con el aliento de Luis, sorprendido, pues no había visto a Luis así.
Colocó una mano encima de la que su amigo usaba empuñando en el cuello de su camisa, la abrió haciendo un poco de fuerza y aclaró la garganta tratando de relajar su rostro. —¡está bien Luis!— soltó mirándolo con aquel aire de desaprobación.—¡ve tranquilo a bañarte!... nos veremos después… Yo, sí iré a ayudar a Jairo.— se inclinó mirando a la hermana de su amigo, quien al instante gruñó y se fue pisando fuerte.— ¿también te vas Judy?—espetó Charles y ella se sorprendió de que le preguntaran.
—¿yo?...he… no, he… puedo quedarme y acompañarlos a enterrar los restos…de …de Azabache— respondió con aquella timidez típica en ella.
—¡perfecto!— hizo un gesto con sus dedos pulgares en aprobación y se dio media vuelta palmeando a Eliel en su hombro. Eliel le dedicó una mirada y reconoció un “Charles” diferente al de siempre.
Al llegar a planta baja Jairo los esperaba en el estacionamiento, aun sujetando la piel de Azabache que permanecía un poco húmeda… sus amigos presentes lo ayudaron a hacer un hueco en el terreno cerca del cuarto del tanque de agua del edificio. Cuando cubrían el pellejo de Azabache con tierra; Jairo se levantó y se pasó el brazo bajo la visera secando par de gotas de sudor, repentinamente escuchó los pensamientos de pesar de Isaac, pero él no estaba allí, sus ojos grises divagaron antes de encontrar a Isaac observándolos por una de las rendijas de la ventana del cuarto.
—{¡Hola!}— pensó Jairo tan fuerte como podía para que “él lo escuchara.”
Pero Isaac cerró las rendijas de la ventana en respuesta. Jairo sintió como que le había dado la espalda cuando lo necesitaba, bajó la mirada unos segundos en silencio, “sintiendo que sacaba a su amigo de su mente”… y volvió a agacharse para terminar de enterrar los restos de su perro. Antes de irse dedicó unas palabras por la compañía que Azabache le había brindado y luego se despidieron para irse a dormir, aunque amanecerían con una perturbadora sorpresa… yacían bajo sus almohadas, a sus pies o bajo sus propias caras despertando aquella mañana: pedazos de carne, como órganos. Incluso el mismo Isaac sacó de debajo de su almohada aquella mañana horrorizado, lo que reconoció como un pequeño corazón.
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