19
—Eh, Ámbar.
Ámbar miró a Victoria. Sujetaba una bolsa en la mano y se la tendía.
Ámbar la cogió.
—¿Qué es?
—Eh, esto..., mientras rellenabas la denuncia mandé a otra compañera a traerte algo para, esto...poder cambiarte. Supuse que no estarías cómoda con esa ropa y no sé. ¿Sabes lo difícil que es encontrar una tienda de ropa a estas horas? En fin, espero que sea de tu talla.
Le sonrió, sincera.
—Muchas gracias. De verdad.
—No es nada. Cualquiera lo hubiera hecho. Bueno, te dejo para que te cambies... Ay, no. No, no. ¿Cómo te vas a cambiar aquí? ¿En qué estaba pensando?
Mejor ves al baño. Ven—Hizo el gesto con la mano—, te acompaño.
Ámbar la siguió, divertida.
Ya dentro del pequeño cubículo, fue quitándose prenda por prenda y poniéndose la ropa lentamente.
Quería tomarse su tiempo y respirar.
No soy mis personajes.
Puedo decidir mi realidad.
Sé quién soy.
El hecho de ser consciente de que ha estado a la deriva más del tiempo recomendado y que cuando pensaba que lo tenía todo bajo control tan solo era un venda que ella misma se había puesto alrededor de los ojos era abrumador.
Se ha estado engañando todo este tiempo.
Ella no mató a esas personas, ¿por qué debería sentirse culpable?
Sí, algo tuvo que hacer como para que llegara hasta ese estado pero, desde luego, no fue la única que cometió errores.
Podría haberse defendido de ese hombre. Ella sabe que tiene la fuerza necesaria. ¿Por qué se había paralizado?
Es una respuesta psicológica. Es algo humano, se dijo a sí mismo.
Pero eso a mí no me importa, se respondió.
Había decidido recuperar el control y la templanza que siempre supo que estaba allí, en algún rincón escondido dentro de ella.
Para empezar, no debería haber involucrado a su hermano, pero ya era muy tarde.
No podía ir y decirle que todo era una broma.
No después de haberse cortado las venas.
A pesar de que sus movimientos eran lentos, su mente funcionaba a toda velocidad.
Tenía que encontrar una solución, y debía hacerlo ya.
Cuando por fin había terminado de arreglarse, llegó a la conclusión de que el plan de su hermano era brillante, y el mejor a llevar a cabo dadas sus circunstancias.
Al salir del baño, el cambio que se percibió en ella era sutil, pero potente.
Nadie supo exactamente por qué, puesto que dudaban que fuera la sudadera roja o los vaqueros lo que le hacían lucir tan diferente.
De todas formas, pensaron los y las oficiales que la vieron pasar por el pasillo, es famosa. Nadie sabe lo que le pasa por la cabeza a la gente de tanta fachada y riqueza.
Ámbar se volvió a sentar en la silla en la que estaba antes.
Se debatía mentalmente sobre si debería o no irse, pero al final decidió esperar a Nicolás.
Mientras trataba de distraerse con unas revistas del 2017 que había encima de la mesilla Victoria se acercó a ella y se sentó a su lado.
—¿No debería estar trabajando?
—Tiempo libre.
—¿Y quieres pasarlo conmigo?
—Claro, ¿Por qué no? Por cierto, ¿quieres?—preguntó mientras le tendía un café.
—Claro, ¿por qué no?—la imitó con una sonrisa en la cara.
—Lamento mucho lo que, esto, lo que te ha pasado.
—No te preocupes.
—Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites.
—Muchas gracias, no tienes por qué.
—¡Claro que tengo por qué! Eres, esto, la... amiga de mi Nic.. mi compañero. Los amigos de mis compañeros son mis amigos.
La manera en la que había dicho amiga le pareció muy graciosa.
Era obvio que su plan había empezado incluso sin proponérselo.
Mientras se bebía el café con sorbos cortos junto a su acompañante, no pudo evitar pensar en lo mal que se sentirá por lo que siente por Nicolás cuando lleve a cabo su plan.
Aunque, se consoló, no tendré que mentir cuando le diga que me gusta o que quiero que estar con él. Será una mentira a medias.
Sacudió la cabeza.
No tenía sentido pensar en eso ahora.
—¿Sabes? Siempre lo haces.
—¿El qué?
—Sacudir la cabeza. Por la expresión de tu cara parece que intentas, internamente, darte bofetadas, pero por el gesto en sí, parece que te estuviera dando una parálisis o algo así.
Ámbar arrugó el entrecejo.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que he dicho.
—¿Me estás atacando o algo así?
—No, qué va. Nada más lejos de mi intención. Solo te decía la verdad en la cara.
—¿Perdona? No entiendo de qué me estás hablando.
—Solo quería que supieras cómo te ve la gente que no está cegada por tus... ¿encantos?
—¿Pero de qué hablas?
—Te estoy intentando bajar de tu pedestal.
—¿Qué?
—Mira, te voy a ser sincera: no me gustas.
—Pero...
—Una chica como tú, ¿interesada por un chico como Nicolás? Venga ya, ¿qué escondes?
—No te estoy entendiendo. ¿Qué dices?
—Tú no quieres a Nicolás. A ti no te han violado.
—¿Cómo...?
—¿Cómo me atrevo a afirmar semejante barbaridad? Por favor, las chicas como tu nacen sabiendo enfrentarse a cualquier situación. Las crían para saber defenderse. No me creo el cuente ese de que un hombre "grande" ha intentado violarte y tú, pobre de ti, no has sido capaz de protegerte y defenderte—Soltó un bufido, molesta—. Venga ya.
Hablaba sin mirarle a la cara y con total seguridad.
Poco se parecía a la tímida policía que les atendió, a esa que tartamudeaba más que hablaba y temblaba hasta para entregarle una bolsa de ropa.
—¿Qué quieres decir?
—Todo esto—La señaló— es un montaje—siseó.
—Que ¿qué?
—Que sé lo que planeas.
Un chute de adrenalina repentino la mareó. Parpadeó varias veces para despejarse.
La cogió de la barbilla y la obligó a mirarle, fingió su mejor sonrisa y dijo:
—Y según tú, ¿qué planeo?
Victoria, cogida por sorpresa, se atragantó con el café.
Preveía el acto, pero no esperaba que Ámbar fuera tan brusca.
Ámbar tuvo que soltarla mientras tosía de manera desenfrenada. Tardó unos minutos en volver a relajarse.
Ámbar, muy a su pesar, deseaba que se hubiera muerto con el café para así no tener que matarla con sus propias manos si lo que "planeaba" era lo que de verdad estaba llevando a cabo.
—¿Y bien? ¿Qué escondo, Tori?—El nombre sonó despectivo en sus labios.
Cualquier vestigio de la valiente oficial que había dejado entrever hace unos minutos desapareció, de repente.
—Tienes razón, Ámbar. Es una idea, esto.... bastante interesante, sí—Su tono y expresión volvieron a ser como antes.
Ámbar entrecerró los ojos, confusa.
Aunque no tardó en descubrir la razón del cambio.
Nicolás acababa de volver.
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