Capítulo Veintiuno


El silencio de Mireia me está poniendo nervioso.

No responde, está callada, observándome en silencio, inmutable, como si no fuera con ella lo que he dicho. Tampoco hace ningún gesto para restarle importancia, ni se ríe, ni siquiera veo diversión camuflada en sus ojos que tanto me gustan.

¿Eso es un no? ¿Es por eso que está así? ¿Porque se está pensando cómo rechazarme de forma educada?

¿Me he lanzado a la piscina sin que haya agua?

No me aparto ni me muevo, me quedo quieto, mirándola al igual que hace ella, esperando que sea la que hable, porque es lo que tiene que hacer, no puede dejarme con la duda. Si cambia de tema, o me besa para callarme y que lo deje estar, distrayéndome como le gusta hacer, no lo conseguirá, necesito una respuesta.

No solo por el hecho de si quiere ser mi pareja en la boda de Lena y Sebastian, eso es lo de menos, lo que me interesa es si quiere ser mi novia o no.

La que ha dado ese paso, aunque a su manera para que yo recogiera el gancho y lo dijera de forma clara ha sido ella.

Tampoco me esperaba otra cosa, a Mireia no le gusta expresar sus sentimientos o mostrarse vulnerable, aunque no lo es solo por decir lo que siente, y por lo que la conozco, debe tener un debate consigo misma sobre cómo hemos llegado a este punto y cómo puede recuperar el control de la situación.

Puede que me haya precipitado al decirlo de forma tan directa, pero las conversaciones con Sebastian sobre el tema siguen muy presentes en mi cabeza. Mi mejor amigo tiene razón, pero no se lo diré, y si no lo intento, ¿cómo puedo quejarme de que no haya salido bien?

No sé cuánto tiempo pasa, si son minutos, o solo segundos, sea el que sea, se me hace eterno. ¿Me está poniendo a prueba? ¿Es su manera de saber cuál es mi aguante y a dónde llega mi paciencia en estos aspectos?

Si espera a que caiga en su juego, y así reconducir la conversación a su antojo, va equivocada.

Tengo muchísimo aguante en situaciones así, cortesía de Sebastian y sus múltiples locuras a lo largo de los años.

—¿Solo gano eso? —Entorna un poco la cabeza y me sonríe con malicia.

Ahí está de nuevo la Mireia que conozco, la que juega, la que me reta con los ojos... Y por el brillo que hay en ellos solo pienso en lo que debe estar maquinando.

—¿Quieres algo más?

—Sí —admite sin miedo—, si ser tu novia solo me supone ser tu pareja en una boda, ¿qué clase de novio eres? —chasquea con la lengua—. Esperaba más de ti en ese sentido. Mucho más.

Me río al escucharla, me está chinchando queriendo.

—¿Puedes poner un ejemplo? —sugiero y acabo por sonreír. Es inevitable hacerlo si me mira así.

No sé si es consciente de lo que expresan sus ojos y la forma en que lo hacen.

—Un ejemplo... —Se muerde el labio inferior y de forma más que intencionada se acomoda mejor encima de mí—. Un novio, o pareja en general sea chico o chica, tiene que preocuparse por la otra persona, ser atento, celebrar los logros individuales como si fueran propios —enumera—. ¿Sigo? Porque podría hacerlo con una larga lista.

—Eso ha sido más de uno —puntualizo.

—Sí, es que me siento generosa —dice entre risas—. Espero que te haya quedado claro a lo que me refería, si solo me ofreces lo que has dicho tendré que rechazar la oferta.

—¿Rechazar la oferta? —repito y alzo una ceja.

No me la creo, y que no deje de sonreír, aunque intente aparentar seriedad, tampoco le ayuda.

—Con todo el dolor de mi corazón, sí... —bisbisea e intenta levantare, lo que no consigue ya que no dejo que lo haga—. James...

—Ambos sabemos que no rechazas la oferta —aseguro muy convencido de mí mismo.

—¿Sabes leer mi mente? —desvía la atención y su tono se endurece—. Porque si es así tendría miedo.

Es fría y eso me descoloca, ¿está jugando o no?

—Mireia —mi tono de voz sale mucho más serio de lo que espero—, lo que has puesto de ejemplo es lo que ya hacemos el uno con el otro. La respuesta es simple, es un sí o un no.

—Lo simple aburre —protesta.

Este tira y afloja empieza a agotarme, por lo que aflojo mi agarre en su cintura. Si se quiere levantar, que lo haga, más no puedo hacer.

Por mucho que crea que la conozco bastante bien, no sé por dónde va a salir, me sorprende de forma constante, como ahora mismo. Me gusta el juego que tenemos, y sé lo que está haciendo: me chincha para buscar una reacción por mi parte, que se lo pida de nuevo, que me haga de rogar o a saber qué le pasa por la cabeza todo con tal de recuperar el control y el poder.

Sin embargo, he puesto el límite, no puedo seguir por lo que está marcando, no cuando necesito una respuesta clara.

—Solo he sido más directo, la que ha sacado el tema ha sido tú —señalo y trago saliva, ganando tiempo para buscar las palabras—. Si tanto te cuesta poner nombre a las cosas, déjalo.

Quiero apartar la vista, aunque no lo hago, sigo mirándola y veo cómo entrecierra los ojos sin entender mi cambio de actitud.

—Estoy bromeando, lo sabes, ¿no? —aclara de inmediato y me acaricia la mejilla de forma dulce.

—Sí, lo sé —confirmo y coloco mi mano encima de la suya, haciendo que se detenga.

—¿Entonces? —no respondo, lo que hace que frunza el ceño—. James, ¿qué pasa?

No sé qué decirle, ni yo mismo entiendo muy bien qué me ha llevado a este cambio repentino sabiendo lo que está haciendo. Quizá es que el hecho de que no haya respondido de forma clara, cuando he creído que sí lo haría, cuando se ha abierto emocionalmente al igual que yo, me ha generado una inseguridad que me ha llevado a estar a la defensiva.

Mireia me gusta mucho y quiero estar en el mismo punto, porque creo que lo estamos, que piensa del mismo modo que yo.

Y eso pasa por escucharlo con sus palabras. No me sirve que lo deje entrever, que lo tenga que asumir o que ella lo dé por hecho.

—Es igual. —Sonrío y le coloco un mechón de su cabello castaño claro detrás de la oreja, usando su misma táctica, distraerla, restarle importancia y pasar a otra cosa—. No te preocupes.

—¿Perdón? —Está muy molesta y no lo oculta, inclinándose un poco para atrás para poder mirarme mejor. Creo que es la primera vez que la veo así—. No es igual, para mí no lo es, ¿qué te pasa?

—Mireia, no tiene importancia.

—Sí la tiene para mí —gruñe—. Estaba bromeando —repite—, creo que mi respuesta es bastante clara.

—Puede que sí, pero no lo has dicho.

—No creo que sea necesario.

—Para mí lo es —contesto de inmediato—. Necesito...

—Necesitas oírlo por mi boca —completa y suspira, cerrando los ojos un momento—. Me cuesta mucho expresar mis sentimientos, James. Tampoco me gusta hacerlo y creo que lo sabes. —Se queda en silencio unos segundos y se pasa la lengua por el labio inferior en un tic nervioso—. Antes te he pedido de forma indirecta que fueras mi novio, esperando que tú fueses más valiente que yo. Y sí, luego he querido jugar para restarle importancia.

—¿Por qué? —pregunto, ayudándola a que se exprese.

Sé que le está costando sincerarse así de forma consciente. Cuando lo ha hecho ha sido porque se ha dejado llevar, sin pensar mucho en lo que decir o cómo.

—Porque me asusto —admite—, y me asusta perder el control, porque no quiero que veas una faceta de mí que no me gusta mostrar, una que has visto en más de una ocasión y... —Aparta la mirada y para darle apoyo le cojo una mano y le beso los nudillos—. Eso no significa que no sea cierto nada de lo que he dicho. Y yo...

No sigue, me besa y completa lo que no sabe, o no puede, decir con palabras. Me gustaría perderme entre sus labios, porque es lo fácil, pero quiero aclarar lo que estamos hablando.

—A veces me cuesta entenderte —empiezo, esperando que eso le aclare mi actitud—. No sé por dónde vas a salir o qué decir y...

—Y yo siento que tú me conoces mejor que mucha gente —me interrumpe—, que sabes ver la verdad tras mi sonrisa, que ves a través de mí, que te das cuenta de lo que quiero ocultar al mundo...

Es curioso que ella piense así cuando nunca sé por dónde va a salir, Mireia es un misterio constante.

—Sabía que bromeabas, pero mientras que a ti no te hace falta catalogar las cosas, a mí sí, que lo eludieras me ha hecho pensar que...

—¿Que no me gustas? —Asiento y ella aprieta los labios asimilándolo—. Me gustas muchísimo, James, tanto que me llega a asustar por lo imprevisible que es todo.

Acorto la distancia entre los dos para besarla, no quiero forzarla a que siga hablando de lo que siente si no le gusta hacerlo, no quiero que esté incómoda.

—Si te asustas, dímelo —murmuro, esperando que mis ojos acompañen mis palabras—, sé sincera conmigo.

—Y tú conmigo si crees que cuando te chincho cruzo un límite que no toca y quieres tener una conversación seria.

Sonríe y me besa la nariz, provocando que me ría a carcajada limpia.

¿Un beso en la nariz? ¿Por qué ahí?

Ella también empieza a reírse y decido aprovechar que ha bajado la guardia para cambiar la posición, tumbarla en la cama y hacerle cosquillas.

No sabía si las tenía, pero cuando empieza a moverse de forma exagerada y casi gritar, entre risas que pare, sonrío porque he encontrado algo que me puede servir en el futuro.

—¿Qué me das si paro? —la interrogo, dándole una pequeña pausa.

—Esto es tortura, debería ser ilegal —protesta—. No es justo.

—¿No eres de las que dice que la vida no es justa?

Mireia asiente y aprovecha el respiro que le he dado para de nuevo colocarse encima de mí. Le he dejado hacerlo, quiero saber qué va a hacer.

—Aún no hemos acabado de hablar, Jamesito. —Me besa de forma sutil—. ¿Quieres ser mi novio?

—¿No había hecho yo la pregunta?

—Sí, pero ahora he sido más rápida —concede—. No seas malo, no hagas lo mismo que te he hecho.

Tengo tantas cosas por decir que no sé cómo hacerlo, quiero que sepa lo feliz que soy, que me encanta estar así con ella, así que dejo que mis acciones hablan por sí solas.

Me pierdo en sus labios, deleitándome con cada caricia, con cada vez que mi piel y la suya se rozan, disfrutando de lo bien que se siente estar de este modo con Mireia.


•❥❥❥•


—Aún no me has respondido, ¿lo sabías? —Mireia se queja y se acurruca mejor en mi pecho. Bajo la cabeza para mirarla de forma directa y le empiezo a acariciar la espalda desnuda—. ¿Y si yo también necesito una respuesta clara?

—Mi respuesta es obvia —uso sus mismas palabras—. ¿No te ha quedado claro?

—Bobo. —Me da un pequeño golpe de forma cariñosa y niego con la cabeza—. Respóndeme.

—Mireia, sí quiero ser tu novio.

—Qué alegría más tonta —murmura y me guiña un ojo—. Aunque no me gusta la fecha de hoy.

—¿Por qué no? —lo está diciendo con tanta seriedad que me interesa el motivo.

¿Algún mal recuerdo y por eso no quiere?

—Es un día feo, es impar, no me gusta, ¿escogemos otra fecha?

Me resulta muy divertido que sea ella la que está fijándose en ese tipo de cosas, sobre todo porque según sus palabras no necesita catalogar las cosas. A mí el día me es absolutamente igual, con saber que es mi novia me es más que suficiente.

—¿Cuál quieres? ¿Mañana? Es par.

—No... —Se levanta a toda prisa y busca su móvil, supongo que para abrir el calendario—. ¿Y si contamos uno de los días que estuviste en Barcelona?

—¿Eso es que ya me considerabas tu pareja ahí? —bromeo y me gano un golpe con la almohada como respuesta—. A mí me da igual el día.

—A mí no, y es... extraño —bisbisea y veo la expresión de circunstancia en su rostro—. ¿En qué me estás convirtiendo, Jamesito?

—¿Es mi culpa?

—Totalmente. —Vuelve a acurrucarse en mi pecho y suspira—. Por cierto... —Ese tono tan divertido en su voz no sé si me ha gustado. No sé qué va a decir, me espero cualquier cosa—. Aún no te he respondido a tu otra pregunta, y no es una que pueda adelantarme de nuevo...

—¿Te refieres a que quiero que seas mi pareja en la boda de Lena y Sebastian?

—A eso mismo —confirma—. ¿Estás seguro?

—¿Por qué no debería estarlo?

No la entiendo, ¿qué tiene de raro mi pregunta?

—Es una boda real.

—Para mí es la boda de mi mejor amigo con la que también es una gran amiga, no la de una futura reina —la corto—. Espera, ¿estás nerviosa por eso?

—No, no lo estoy. —No miente, sus ojos lo demuestran cuando alza la cabeza para mirarme—. Es solo que es un hecho importante.

—Importante o no, quiero que seas mi pareja ahí. Eres mi novia —resumo—. ¿Quieres venir? Si es un no, lo entenderé, no quiero obligarte a nada.

—Supongo que irá toda tu familia...

—Sí, porque también es la de Sebastian. —Vuelvo a mirarla. Estoy a empezando a intuir por dónde va—. ¿Estás nerviosa por eso?

—No, para nada. —Esta vez no la veo tan convencida—. Solo quiero asegurarme que tú me vas a querer ahí. De paso podré conocer a tu hermana, me apetece mucho.

—Es mutuo, Lexie no para de torturarme con eso...

—Espera. —Se incorpora un poco y hago lo mismo para quedar a la misma altura—. ¿Es que hablas mucho con tu hermana de mí?

Acaba de pillarme, pero tampoco me sirve decirle que no cuando no es cierto. Sí, he hablado mucho con Lexie de ella, sobre todo porque mi hermanita no ha dejado de preguntarme sobre mi vida amorosa, motivada en parte a lo que Sebastian también le ha ido diciendo.

Además le había pedido que crease una lista de reproducción en mi spotify de la música que tanto le gusta, esa que a Mireia le había llamado la atención cuando había sonado en su coche en Barcelona.

Lexie no lo había dejado pasar, tomándolo como la oportunidad perfecta para interrogarme sobre para quién era, qué relación nos unía y cuándo se la iba a presentar, aunque la mayoría de preguntas ya las sabía por Sebastian.

—Sí —confirmo—. Y hablando de Lexie, me hizo una lista en spotify para ti.

—¿Para mí? —Parpadea, sorprendida—. Envíame el enlace. —Cojo mi móvil y lo hago. Ella no tarda en echarle un ojo y sonríe—. Tu hermana me cae muy bien, llevo semanas intentando hacer una por mí misma y nunca he tenido tiempo o no he sabido qué poner.

—Ya le daré las gracias de tu parte.

—No, no —niega y se acerca mucho a mí. Estamos a milímetros, por lo que aprovecha para juntar nuestros labios de forma breve y dulce—. Quiero ser yo, no me gusta que hablen por mí. Déjame mandarle un audio.

—¿Segura? —Ella asiente y busco el chat que tengo con mi hermana—. Lex, hay alguien que quiere hablar contigo.

Le paso el móvil a Mireia que no tarda nada en hablar, no tiene vergüenza ni se lo piensa mucho.

—Hola, Lexie, encantada, soy Mireia, la novia de tu hermano —después de decir eso se ríe—. Perdón por reír, se me hace raro lo de novia, aún no me acostumbro.

—¿Raro? —la corto—. Has sido tú la que me lo ha pedido, ¿recuerdas?

Jamesito, no me interrumpas, estoy mandado un audio a tu hermana, a mi cuñada —vuelve a reír y sé que no le ha molestado mi comentario—. A lo que iba, Lexie, quiero agradecerte la playlist que le has hecho a James para mí, estoy segura de que me van a gustar todas las canciones y me viene muy bien para aprender un poco de este estilo. Cuando nos conozcamos en persona, que será pronto, espero que me cuentes más de todo. Un beso.

Manda el audio y me devuelve el móvil, ¿acaba de responderme a mi pregunta de esta forma? Porque ha dicho que ella y Lexie van a conocerse pronto.

—¿Mireia? —llamo su atención al ver que está muy concentrada mirando algo en su teléfono.

—¿Qué pasa? —Deja de hacer lo que está haciendo y me mira—. ¿Es por lo de que la conoceré pronto? —Asiento—. Como si no supieras que iba a decirte que sí iba a ser tu pareja.

—No lo habías confirmado.

—Porque tengo mucho trabajo, por eso estoy mirando mi calendario y agenda. —Señala su móvil para darle énfasis a sus palabras—. Por las fechas me viene muy mal, así que vas a tener que hacerme un favor.

—¿Un favor? —repito con cuidado y suspiro—. ¿Tengo que tener miedo?

Estar así con Mireia me sale de forma natural, ni lo pienso, me pasa casi lo mismo que con Sebastian, que suelto comentarios mordaces porque sé que no se va a molestar.

—Sí, de hecho mucho.

—Sorpréndeme —pido con calma—. ¿Qué favor quieres que haga?

—¿Vas a aceptar sea lo que sea? —Vuelvo a asentir con la cabeza—. Qué buen novio tengo, me dice que sí sin saber que lo voy a lanzar a los leones.

—Empiezo a asustarme... —puntualizo con una ceja alzada.

—Es que deberías estarlo. —Se encoge de hombros—. Solo podré ir a la boda si me libran de trabajo durante toda esa semana, o al menos unos días. No tengo vacaciones ya, así que debes hablar con uno de los directores del hospital... Es decir, con mi padre.

Soy incapaz de reprimir una carcajada. Dudo que tenga que convencer a su padre de nada, que con unas simples palabras de ella le va a dar vacaciones o un permiso especial, y más para un evento tan importante. Lo que ha mencionado hace unos segundos es cierto, me está echando a los leones.

Y lo va a disfrutar por la forma en la que brillan sus ojos.

—Supongo que va a tener que ser en persona, ¿no? —asumo intentando ponerme serio.

—Por supuesto.

—Tendré que ir a Barcelona para hablar con él.

—Y para estar con tu novia, ¿no? —me chincha, lanzándome un beso—. Eso es lo primordial.

—No, para eso no —niego—. Solo para pedirle permiso al padre de mi novia para que pueda venir conmigo a la boda de mi mejor amigo. ¿Verla a ella? No, no entra en mis planes.

Mireia aprieta los labios, frunce un poco el ceño y me empuja para que acabe de nuevo tumbado en la cama, colocándose encima.

—Quizá tu novia tiene que hacerte ver lo bien que te lo pasas con ella...


•❥❥❥•


Volver a Estocolmo después de pasar los días en Bruselas con Mireia se me hizo difícil.

Era en esos momentos cuando mejor entendía a Sebastian y lo complicado que se le había hecho dejar la capital sueca cuando él y Lena habían empezado a salir, y cuando ya llevaban un tiempo, esa tristeza mal disimulada, las ganas de volver cuando no hacía ni un par de días que nos habíamos ido, las ganas de volver cuánto antes...

Los días se me habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, habíamos hecho turismo, me había colado en ponencias del congreso sin entender nada, a lo que Mireia se había encargado de explicármela de forma sencilla y habíamos estado juntos, que era lo que realmente importaba.

Oficializar lo nuestro no había cambiado nada entre nosotros, yo seguía tratándola del mismo modo, pero el saber que éramos algo oficial me había tranquilizado, era la confirmación de que ambos íbamos por el mismo camino.

Oriol nos había dejado bastante intimidad, borrándose de planes en los que Mireia lo incluía para que no se sintiese desplazado. En las ocasiones que se había venido con nosotros, sobre todo al visitar la ciudad, lo había conocido un poco mejor. Su carácter y humor eran muy parecidos al de Mireia, y eso hizo que me diera cuenta de que mi impresión de él había sido correcta; era un gran chico y se preocupaba por ella de verdad, sin tener un interés romántico u otras intenciones.

Aún estando en Bruselas había reservado los billetes para viajar a Barcelona sin pensarme mucho las fechas o fijarme en ellas, solo había tenido en cuenta lo que me decía Mireia sobre si podía o no ese fin de semana, o si su familia estaría ocupada, porque tenían una gran carga de trabajo y tampoco quería interferir en su vida familiar ni laboral.

Y al no pensar ni fijarme, me había traído un problema con Sebastian.

Mi mejor amigo estaba muy molesto conmigo porque después de muchos años, por no decir décadas, iba a pasar mi cumpleaños lejos de él.

Tampoco había otras fechas para que pudiera ir, si tardaba más, la boda se nos echaba encima, y cuanto menos tiempo quedase para ella más me necesitaría Sebastian.

—¿Vas a seguir tratándome con la ley del silencio? — pregunto mientras estamos yendo al aeropuerto.

Le había dicho que podía ir con un taxi o con mi coche, pero se había negado, alegando que tenía que aprovechar las últimas hora conmigo teniendo la edad que tengo.

—Es que ella ni sabía que era tu cumpleaños, ¿sabes? —protesta de forma dramática—. Lena y yo ya habíamos planeado una fiesta y...

—Espera, ¿cómo estás tan seguro de que Mireia no sabía lo de mi cumpleaños?

Nuestra fecha de nacimiento había sido un tema que habíamos hablado hace muchas semanas, poco después de que ella recibiera la condecoración.

—Llámalo intuición —se excusa.

—Sebastian...

—Fácil, he hablado con ella —comenta con mucha naturalidad—.También está molesta porque no se lo has recordado. Mira que molestar a tu mejor amigo y a tu novia con lo mismo...

Suspiro, ¿por qué Sebastian no puede quedarse al margen?

—¿Cómo has conseguido hablar con ella? No te he dado su teléfono y no tienes redes sociales ya, si hubieras entrado en twitter me hubiera llegado un aviso a mi correo.

—Lexie me ha ayudado. —sonríe con picardía, como un niño pequeño que ha hecho una trastada—. Se ve que se siguen en instagram y hablan bastante.

Eso lo sabía, Lexie después de oír el audio que le había mandado en Bruselas me había enviado un mensaje exigiéndome que hiciéramos una videollamada para poderle poner cara y conocerla mejor.

Habían conectado muy bien y mi hermana, demostrando lo que Sebastian y ella se parecen en cuanto a meterse conmigo, había mencionado que era de las novias que mejor le habían caído y que no entendía qué había visto en mí.

—Tú y Lexie sois un peligro —espeto y de forma rápida le envío un mensaje a mi hermana para reñirle sobre eso—. ¿Y si no quería que Mireia se acordase que era mi cumpleaños?

—Pues ahora ya lo sabe. Una novia tiene que saber estas cosas, no sé cómo no se lo dijiste.

—Sí se lo dije.

—Ah, entonces no se acordaba... Eso le resta puntos —murmura—. Muy mal me parece.

Ya me había avisado de que no solía acordarse de las fechas importantes, menos si estaba hasta arriba de trabajo, como es el caso. No es que me moleste que no lo tenga en mente, no le doy importancia a estas cosas. Los cumpleaños para mí no son importantes, el que le da siempre más importancia es Sebastian.

—No seas exagerado, seguro que ella no está molesta.

—El suyo es el veintiuno de diciembre, por si tú tampoco sabías el suyo, así lo recuerdas.

—Sé que era ese día, sabes que tengo buena memoria. —Lo miro y frunzo el ceño—. ¿Por qué no me sorprende que se lo hayas preguntado?

Suspiro, Sebastian siendo él, como siempre.

—Porque me conoces, James. —Sebastian aprieta los labios—. Se me hará muy raro no pasar tu cumpleaños contigo.

—A mí también —admito—. No recuerdo uno en el que no hayas estado a mi lado dándome la tabarra.

—¡James! —se queja—. Si la boda no estuviera tan cerca, ten claro que hubiese cogido un avión por sorpresa y me hubiera plantado en Barcelona para estar contigo en una escapada.

—Un futuro príncipe no puede hacer esas locuras —le recuerdo.

—Me da igual, tú vas antes, y sé que Lena piensa igual, podríamos haber ido los dos. Mucha veces nos hemos ido de viaje sin que se filtrase a la prensa, todo es organizarlo.

—Lo celebramos cuando vuelva, ¿de acuerdo? —lo animo—. Si vuelvo el día seis, solo un día más tarde. ¿Qué es el cinco o el seis de mayo? No hay diferencia.

—No es lo mismo, pero me sirve. —Me guiña un ojo y bajamos del coche cuando se detiene—. ¿Preparado para conocer a tus suegros?

Un poco nervioso estoy, pero Mireia me ha tranquilizado en las videollamadas contándome cómo es su familia y que no hay para tanto, alegando que el peor es Pau, y a él ya lo conozco.

—Mejor que a ti seguro que me va —me burlo—, cuando conociste al rey la situación era...

—No lo recuerdes —me pide entre risas—, acepté hablar con él a solas pero por dentro estaba hecho un flan.

—Lo dices como si no lo supiera o no hubiera estado ahí...

—Mira, en el caso de que el padre de Mireia no le dé fiesta para que pueda venir a mi boda, dímelo.

—¿Harás alguna locura de las tuyas?

—¡No! Solo Lena o yo, más Lena porque es la princesa, tendrá que llamar al hospital y hacerlo como una petición formal y...

—Sebastian, no. Si no puede venir Mireia, no pasa nada.

—¡Claro que pasa! Es tu novia, tiene que estar en un día tan especial. Además, tus padres quieren conocerla bien...

—¿Por qué no puedes estar callado? —suspiro—. No he hablado de Mireia con ellos aún.

—No he dicho nada, ha sido Lexie, ¿por quién me tomas? —se hace el molesto—. Yo solo he hecho lo mismo que hiciste tú cuando empezaba con Lena...

Cómo se divierte de poder devolvérmelas todas, está más que encantado.

—Gracias por traerme, Sebastian.

—El placer es mío, James. Pásalo muy bien y mándame un mensaje cuando aterrices para saber que estás bien.

—Sí, mamá. —Pongo los ojos en blanco unos segundos—. ¿Algo más?

—Sí, que no te olvides de cogerme la videollamada el día de tu cumpleaños. Y que tu suegro no te asesine.

—Gracias por tus ánimos.

Y me alejo mientras escucho sus carcajadas. La venganza se sirve fría, y Sebastian va a tener la suya.





¡Holi!

Pues aquí tenemos un nuevo capítulo de Jareia.

En este se ha visto a un James un poco más inseguro, porque a ver, poneos en su situación, tú te lanzas a la piscina y otra persona te chincha...  Y ha salido el título de la novela, me encanta poner cosas así en lo capítulos.

Y bueno, Lexie y Mireia juntas ya aviso que van a ser un peligro hahaha.

En fin, el siguiente promete jejeje, ¿quién creéis que lo va a narrar?

Muchos besos xx


POR CIERTO, como no voy a subir antes de navidad, espero que todos paséis unas my buenas fiestas en esta nueva normalidad extraña :)



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top