Capítulo Veintisiete




Qué raro se me hace saber que Sebastian no está en Estocolmo.

Tanta calma y tranquilidad es extraño, no acabo de acostumbrarme. Hacía años que no pasábamos tanto tiempo separados el uno del otro. Desde que su carrera musical había despegado habíamos estado siempre juntos, incluso cuando ya estaba con Lena lo acompañaba en los viajes para hacerle compañía. Y si pienso en algo actual, cuando he ido a Barcelona no ha sido tanto tiempo tampoco. Dos meses es mucho.

Hablamos casi a diario, él no deja de mandarme mensajes con sus tonterías típicas, contándome lo que ha hecho, lo aburrido que está aunque lo disimula delante de Lena, y se comporta como lo que es ahora, un príncipe, o eso me asegura al ver que estoy a punto de reñirle.

Aunque hablamos cada día, no es lo mismo, sé que no va a aparecer sin haber avisado como suele hacer, usando la llave que le di para emergencias. Podrán pasar los años, pero sé que no me voy a librar de las videollamadas si no estamos juntos, y si no las contesto, insistirá hasta que lo haga.

Como hoy.

Aprovechando que estoy solo, he estado estudiando mucho para los exámenes online de la carrera a distancia que estoy haciendo, al igual que he adelantando trabajo, informándome de asuntos legales de Suecia que me interesan y ese tipo de cosas que veo necesarias. Cuando hago estas cosas pongo el móvil en vibración, silencio las notificaciones o lo giro para no ver la pantalla si se ilumina para evitar distracciones.

Tengo algo que contarte, James —musita muy serio Sebastian.

Me incorporo un poco para mirarlo fijamente, cuando me dice algo así me espero cualquier cosa. Puedo conocerlo mejor que nadie, saber por dónde va a ir o qué piensa antes que él se dé cuenta, pero a veces, pocas por eso, es capaz es sorprenderme.

—¿No puedes esperar a volver? —le pregunto—. Porque por tu cara es importante, lo mejor sería hablarlo en persona, así nos evitamos malentendidos.

En las múltiples conversaciones que hemos tenido no se ha puesto nunca así de serio, han sido más como las que solemos tener, como si estuviera aquí y estuviéramos hablando de nuestro día a día. Él haciendo sus típicos comentarios, bromas y chinches, porque no para de soltarme cosas relacionadas con Mireia, y yo se las devuelvo, porque sí, no me callo lo nervioso que estuvo antes de su boda.

No, no puedo esperar —dice y aprieta los labios—. Es que no me lo puedo callar más tiempo, ya me está costando lo suficiente.

—Sebastian, estás empezando a darme miedo —admito y me saco las gafas en un gesto involuntario—. ¿Qué pasa? —Él empieza a reírse de forma nerviosa y niega con la cabeza. Su silencio me pone aún más nervioso—. Sebastian.

Espera un momento. —Se levanta y desaparece de la imagen unos segundos hasta que aparece junto a Lena—. Ahora sí.

Sebastian, estoy muy ocupada revisando unas cosas, ¿qué pasa? —Al darse cuenta de que está hablando conmigo, me sonríe—. Hola, James, ¿cómo estás y cómo está Snö? ¿Va todo bien por Estocolmo?

—Estoy muy bien, y Snö travieso —reconozco—, supongo que os debe echar de menos. Volvéis ya la semana que viene, ¿no?

Sí —confirme Lena—. Me apetece mucho regresar a casa y estar tranquila, necesito esa calma.

Se supone que estamos de vacaciones, Lena —la chincha Sebastian—. ¿Conmigo no estás tranquila? Porque deberías, lo nuestro es para toda la vida, princesa.

Sabes bien a lo que me refiero, hasta hace poco no hemos podido descansar. Demasiados compromisos, actos y esas cosas... —Suspira y se pasa la mano por el pelo—. No me quejo. Así que todo bien, ¿no, James?

—¿Queréis ver a Snö? —pregunto antes de que empiecen a aislarse el uno con el otro. Asienten y me levanto para buscar a su perro y cambiar el enfoque de la cámara para que puedan verlo y comenten lo mono que es y lo que lo echan de menos—. Por cierto, Sebastian, ¿qué querías decirme?

Vuelve a sentarte —pide sin contener una carcajada—, te va a hacer falta.

Suspiro y hago lo que me dice, odio cuando se pone así de misterioso. Seguro que lo que me va a contar es una tontería.

—¿Y bien? Porque no tengo todo el día, me gustaría volver a hacer lo que hacía antes de que me interrumpieras.

Sebastian mira de reojo a Lena, que parece entenderlo con ese gesto y hace un leve gesto con la cabeza, como si lo hubieran hablado antes.

Lena está embarazada.

Tengo que coger bien el móvil porque casi se me cae de las manos al escucharlo. ¿Lo he escuchado bien?

—¿Cómo?

¿Embarazada? Si solo se han ido dos meses de luna de miel, no ha pasado tanto tiempo.

Vamos, James, me has escuchado bien —se mofa Sebastian y veo que está pletórico de felicidad—. ¿O es que quieres que lo repita?

Yo quería esperar a llegar a Estocolmo para contártelo —me cuenta Lena, que al ver mi expresión, añade—, pero Sebastian quería que lo supieras ya.

¡Es que necesitaba compartir esta felicidad! —exclama de forma obvia—. No sabes lo contento que estoy, James.

—¿No es muy pronto para contármelo? —quiero saber.

Es que no me salen las cuentas, dudo mucho que Lena se casase embarazada, no es nada su estilo, menos con lo profesional y correcta que es, no se hubiera arriesgado a eso.

No sé mucho de estas cosas porque mi gente más cercana no ha tenido hijos, pero creo recordar que durante los primeros meses es cuando hay más probabilidades de tener abortos involuntarios. Por eso es normal esperar hasta los tres meses para contarlo.

Acabamos de enterarnos —explica con calma Lena—, bueno, hace un par de días. Y sí, es muy pronto. Estoy solo de cuatro semanas.

Es decir, que no han perdido el tiempo. Niego con la cabeza, no voy a decirlo, Sebastian se va a mofar de mí o se va a regodear de algún modo.

—¿Entonces por qué me lo contáis?

¿En serio, James? —se burla de nuevo de mí Sebastian—. Eres la primera persona que tenía que saberlo, después de nosotros claro está. No sé qué sería mi vida sin ti, después de celebrarlo con Lena quise contártelo de inmediato.

Estoy un poco en shock, no es que me sorprenda la noticia, sabía que iban a anunciar su embarazo antes de que acabase el año, o al poco de empezar el siguiente, ambos tenían muchas ganas de ser padres y formar una familia.

Pero es que ha sido tan... repentino. Creía que tardarían un poco más.

Sebastian va a ser padre...

Es que no me lo imagino.

—No sabéis cuánto me alegro —afirmo sin ninguna duda—, de verdad, me alegro muchísimo —repito.

Estoy tan feliz por ellos, no sé cómo expresarlo, espero que me entiendan.

Sabemos que lo haces —asegura Lena y sonríe con mucha sinceridad.

—No podéis decirme estas cosas por videollamada —me quejo y trago saliva porque me estoy emocionando con la noticia. Van a ser padres, mi mejor amigo va a tener un hijo—. Necesito abrazaros y felicitaros en persona.

En una semana lo haces. —Sebastian tiene los ojos vidriosos, también se está emocionando—. Y ya te aviso con tiempo, vas a ser uno de los padrinos de la mini Lena.

¡Sebastian! —Lena se gira para darle un pequeño golpe—. ¿Puedes no precipitarte? Ya lo hemos hablado, aún es demasiado pronto para hacer esas conjeturas.

Pronto o no, yo ya aviso a James de lo que hay. —Se encoge de hombros—. Va a ser uno de los padrinos, ¿no tienes tú un montón? Pues la futura mini Lena seguro que tiene también muchos, y James va a ser el más importante de todos ellos.

—Vuelvo a decir, no te precipites, ni siquiera sabemos lo que va a ser y si...

—Desde que sabemos que estamos embarazados sé que va a ser una mini Lena. Llámalo intuición de padre, un sexto sentido.

Sebastian, no hay que precipitarse —repite Lena—. Tenemos que ser realistas e ir con cuidado.

Me callo mientras los observo. Se están mirando el uno al otro como si yo no estuviera ahí, aunque sea por videollamada.

Van a ser padres...

Es que me cuesta imaginarme a Sebastian con un bebé, por mucho que sepa las ganas que tenía de serlo. Es extraño.

Nada va a salir mal, Lena. Nada —remarca muy seguro, le coge la mano y la mira de esa forma que tiene reservada solo para ella. Y justo me mira—. Tengo razón, ¿verdad, James?

—La tienes.

Porque nada va a salir mal, estoy más que convencido. Se merecen ser felices y que todo les salga bien.

¿Ves, princesa? —se regodea Sebastian—. Si lo dice James es por algo.

Aún no lo saben ninguno de nuestros padres —Lena ignora a Sebastian y se centra en mí—. No sabemos si contárselo, no cuando aún es tan pronto. Van a emocionarse mucho.

Entiendo a lo que se refiere, y que hayan decidido compartir esta noticia conmigo hace que me sienta aún más feliz de lo que ya estoy.

—Mi madre seguro, tiene muchas ganas de ser abuela. Y también mi padre, es muy niñero.

Y Lexie —apunta Sebastian entre risas—. En la boda ya nos metió prisa con eso, no sé a quién ha salido...

No voy a decir lo que saben, que pase lo que pase voy a estar ahí para ellos, para apoyarlos, cubrirlos, o lo que les haga falta. No es necesario.

—¿Tú te encuentras bien, Lena? —me preocupo.

—De momento sí, aunque he empezado a tener algunas náuseas, solo espero que no empeoren, no quiero tener que trastocar mi agenda cuando regrese a Suecia.

O siempre puedes liberarla un poco ya que estás embarazada... —sugiere Sebastian—. Y así se lo contamos a tus padres, seguro que lo entienden.

—Ya hemos hablado esto, Sebastian. Estoy embarazada, no inválida, soy y seré más que capaz de seguir cumpliendo con mis obligaciones.

Sebastian resopla y me mira, buscando mi apoyo.

—Di algo, James. Seguro que a ti te hace más caso, ya sabes, siempre has sido el responsable de los dos.

Y solo digo lo que no puedo dejar de pensar.

—No sabéis lo que me alegro por vosotros, de verdad.


❥❥❥


Una vez que Sebastian y Lena regresaron a Estocolmo, y había podido felicitarles en persona, viendo en primera persona lo emocionados y felices que están por la noticia, hay algo que no deja mi cabeza y que no puedo dejar de darle vueltas.

Es una tontería, pero el hecho de saber que mi mejor amigo, la persona que es más cercana a mí, tiene la vida tan encarrilada, que se ha casado y va a tener un bebé me tiene muy pensativo.

No es que tenga prisa para hacer esas cosas, ya se darán con el tiempo y no quiero forzarlas, porque si lo hago no van a salir bien, y tampoco es que me hayan surgido antes, pero sin poder evitarlo estoy entrando en una pequeña crisis existencial al ver que mi entorno avanza y yo me quedo estancado de algún modo en la misma etapa.

Es raro, porque no es que tenga quejas de mi vida, me gusta cómo es, pero el runrún no se me quita.

—Hola, Jamesito.

Mireia me sonríe de esa forma que consigue desamarme y espera a que la abrace para saludarla, lo que no tardo en hacer y me río al notar sus labios en mi cuello dejando un beso. Se nota que en Barcelona hace muy buen tiempo en verano ya que tiene la piel ligeramente bronceada, lo que hace que sus ojos se vea más grises de lo normal.

A ninguno de los dos nos apetecía viajar solos hasta Los Ángeles, demasiadas horas para no estar en compañía del otro, por lo que habíamos mirado los vuelos juntos para que la escala fuera en el mismo país y coger el mismo avión y estar las más de diez horas que nos quedaban acompañados.

Había llegado casi una hora antes que ella por lo que había aprovechado para leer un libro que me había recomendado Lena de uno de los autores con más proyección de Suecia. Aún me cuesta entender según qué cosas de ese idioma, pero sigo esforzándome para que eso no sea un impedimento y sigo estudiándolo.

—¿Ha ido  bien el vuelo? —le pregunto aún abrazándola.

Me aparto un poco para mirarla a los ojos y la beso. Al tenerla delante después de semanas es cuando me doy cuenta de lo que la he echado de menos, siempre me pasa al vernos de nuevo.

¿Es posible que a cuanto más la veo más enamorado estoy de ella?

—Sí, he estado viendo una serie que me había descargado ayer por la noche —admite—. ¿Miramos tiendas para matar el tiempo? Quedan aún un par de horas para que salga nuestro vuelo —se calla y me mira—. ¿O quieres que comamos algo? Tu vuelo salía muy pronto de Estocolmo.

Al viajar con la misma compañía hacia Los Ángeles no tenemos que volver a facturar las maletas por lo que tenemos más libertad en ese sentido. Tampoco tenemos que cambiar de terminal ni alejarnos mucho, lo que es una suerte.

—No tengo hambre —murmuro y entrelazo mi mano con la suya—. ¿Quieres que miremos tiendas? —repito lo que ha dicho antes y ella asiente haciendo un pequeño puchero—. ¿Qué pasa, Mireia?

—Nada, me parece tierno, va a ser nuestra primera vez. Aún no lo hemos hecho, ir a un supermercado sí, pero esto no.

—¿Te gusta tener primeras veces conmigo?

—Me gusta todo contigo —comenta de forma traviesa, se relame el labio inferior y me besa—. Absolutamente todo.

Ella ríe y empieza a caminar por la parte del aeropuerto en la que estamos mirando de forma rápida hasta que decide entrar en lo que parece ser una tienda de maquillaje y perfumes. Mireia va directa a una marca en concreto y empieza a mirar los pintalabios sin ni siquiera abrirlos para saber el color.

—¿No te decides?

—Es que estoy dudando entre el Russian Red o el Ruby Woo —murmura apretando los labios mientras los mira—. ¿Tú cuál elegirías?

—¿Son de colores muy distintos?

—Son rojos —comenta sin dejar de mirar la cajas.

—¿Los dos? —Mireia me mira como si mi pregunta fuera absurda—. ¿Para qué quieres dos rojos?

—Déjalo, no he preguntado nada. —Y pone los dos en la pequeña cesta que le han dado al entrar—. ¿Qué colonia usas? Siempre he querido preguntártelo y no lo he hecho.

—¿También te la vas a comprar?

—No, es mucho más práctico robártela —admite con una gran sonrisa—. Hueles muy bien, ¿te lo he dicho alguna vez?

—Más de una —confirmo—, incluso cuando no estábamos juntos.

—Es que soy muy sincera. —Asiento y ella me señala otros pintalabios de otra marca—. ¿Chanel o Dior?

Y al ver mi expresión empieza a reírse a carcajada limpia.

—¿Los dos? —repito lo que hace poco ha hecho con los anteriores.

—Así me gusta, que demuestres que conoces a tu novia..


❥❥❥


Cuando llegamos a la mansión que está a mi nombre, porque Sebastian me la regaló al poco de mudarnos, pero que sigo considerando de los dos, sobre todo porque él había pagado casi todo, tanto Mireia como yo estamos muy cansados por lo largo que ha sido el viaje.

En un primer momento, y después de ver la mirada traviesa que Mireia ponía en más de una ocasión, había pensado que sería una tortura porque haría de las suyas, intentar torturarme sin poder hacer nada, que me provocaría para que solo tuviera ganas de perder el control, lo que es un habitual en ella. No había sido así, las horas las habíamos pasado viendo los capítulos de la serie que se había bajado y a hablar de todo un poco y de nada en concreto.

Me había contado más anécdotas de su infancia, al igual que yo hice de algunas mías, y cómo le había ido estas últimas semanas de trabajo. Hablar con Mireia siempre es fácil, la conversación fluye con facilidad y no tengo que pensar en lo que decir o cómo hacerlo, o no como hacía al principio de conocerla. Nos complementamos muy bien.

—Se nota que Sebastian se ganaba bien la vida como cantante —comenta después de dejar su maleta en mi habitación. Aún no le he enseñado la casa en sí, pero ha ido viendo cosas mientras la guiaba hasta aquí—. Vas a querer sacar la ropa, ¿no?

—Puedes aprovechar para hacer lo mismo —sugiero con una sonrisa.

Se me hace raro volver a esta casa sin Sebastian, es demasiado grande. Al trasladarnos de forma definitiva a Suecia no hay nada de valor o importante, ningún recuerdo o cosa que echo de menos, todo está bastante vacío. Sigue estando perfectamente decorada, porque para eso se pagó a uno de las mejores decoradoras en su momento, pero no hay nada que diga que es un hogar.

Está bien cuidada, porque la gente que antes trabajaba con nosotros, lo sigue haciendo aunque no como antes, siguen viniendo cada cierto tiempo para limpiarla y que esté en condiciones. Al saber el día en el que vendría con Mireia los había avisado para que la aclimatasen y estuviera todo perfecto.

—Me da pereza —reconoce y se tumba en la cama—. Estoy agotada.

—Mireia, lo mejor es que no duermas para evitar el jetlag y...

—Lo sé, he viajado más de una vez. Es solo que estoy cansada. —Se incorpora y me hace un gesto para que me siente a su lado—. Va, no seas tan serio.

—Sabes lo que pienso sobre sentarse en la cama.

—Y sabes lo que pienso yo —rebate con una de sus mejores sonrisas. No la voy a convencer, así que me siento a su lado y ella aprovecha para tumbarse de nuevo—. Va, Jamesito. —Suspiro para acabar a su lado y Mireia se acurruca en mi pecho, por lo que la rodeo entre mis brazos—. Mucho mejor así, ¿no crees?

—Nos dormiremos —comento y giro la cabeza para mirarla a los ojos. Ella se da cuenta y alza la cabeza aún con una gran sonrisa—. ¿Qué?

—Me gusta la forma en la que arrugas un poco la frente cuando algo no te gusta, pero acabas haciéndolo igual por mí —comenta y me acaricia la mejilla para luego dejar la mano en mi pecho y hacer pequeños círculos—. ¿Me equivoco si creo que me quieres contar algo?

—¿Por qué crees eso?

—Te lo noto, estás más pensativo de lo normal —comenta mientras sigue acariciándome—. ¿Va todo bien?

Y ahí está de nuevo, sabiendo ver a través de mí de una forma que resulta sorprendente. Desde que supe del embarazo de Lena y Sebastian había querido contárselo, pero no lo había hecho porque no me apetecía hacerlo por videollamada.

—Sí. —Ella se queda quieta esperando a que siga hablando—. Sebastian y Lena van a tener un bebé.

—Estás muy contento, ¿no? —asume y asiento—. Veo que no han perdido el tiempo... —bromea.

—Tenían muchas ganas de ser padres desde hace tiempo, ya te conté que tuvieron que esperarse unos años para poder casarse.

—Todo esto de la monarquía es tan antiguo y arcaico... —musita—. ¿Por qué te preocupa la noticia?

—No me preocupa.

—James, quiero la verdad.

—Es que no me preocupa, es solo que al saberlo me ha hecho pensar en el futuro, en cómo es mi vida ahora mismo. —Suspiro y trago saliva—. Es una sensación extraña, porque estoy muy contento con mi vida —confirmo—, tengo un buen trabajo, mi familia me quiere, grandes amigos... —Sonrío al mirarla—. Y te tengo a ti. Pero...

—¿Pero?

—A veces pienso que es como si estuviera perdiendo el tiempo, como si mi vida se estuviera escapando de mis manos y pasase sin que me diera cuenta —me callo unos segundos—. Ni yo mismo me entiendo, porque como he dicho antes estoy contento con mi vida.

Al ver que he acabado de hablar, se incorpora para sentarse encima de mí, acorta la distancia entre nuestros rostros y me besa con mucha dulzura y cuidado, como si me estuviera mimando con lo labios.

—Es una sensación muy normal —dice sin poner mucha distancia entre los dos, aún encima de mí pero sin otra connotación, solo para poder mirarme mejor—. A mí también me ha pasado.

—¿A ti? —pregunto muy sorprendido.

—Sí, sobre todo cuando aún me quedaba un año de carrera y el MIR —admite—. Todos mis amigos de la infancia, con los que había compartido clase, se iban a vivir solos, o con sus parejas, entraban en otra etapa... Y yo seguía estudiando mi carrera y seguía en casa de mis padres, en la misma, estancada ahí.

—Por lo que me contaste medicina es una carrera larga en tu país, es lo normal.

—Sabía que era normal, pero me entró una pequeña crisis también, no ayudó que algunos se casasen y tuvieran hijos. —Me empieza a tocar el cabello—. Eso me preocupó mucho, incluso cuando nunca había sido algo que había visto para mí. —No se me pasa por alto que ha usado pasado, que quizá después de nuestra conversación en la boda se esté planteando otras cosas—. Es normal, es humano.

—¿Lo es?

—El pensar en el futuro al compararte con alguien cercano es habitual —habla y veo mucha verdad en sus ojos—. Por cómo eres, es normal que te plantees estas cosas. Te gusta tener una vida ordenada, cumplir las fases que te marcaste en algún punto de tu vida... Pensar en el futuro.

—Mireia, no te estoy pidiendo nada —me apresuro a decir por si está pensando algo que no es.

—Lo sé, si creyera que lo haces no estaría tan tranquila. —Sonríe y me besa la nariz—. En este tema somos muy distintos. ¿Cómo te ves en un año, James?

—Igual o mejor que ahora.

—¿Y con respecto a nosotros? —La miro intentando mostrarme muy seguro, pero en realidad por dentro estoy aterrado a que mi respuesta le haga entrar en pánico y se asuste—. Jamesito, responde.

—Me imagino habiendo dado un paso más en nuestra relación —admito, aunque no digo cuál, es bastante obvio—. Si seguimos como ahora, es lo que quiero que ocurra en un año vista. ¿Y tú?

—Yo no lo tengo tan claro como tú —confirma mis sospechas—, lo único que sé con seguridad es lo que te dije en la boda, en un año vista me imagino contigo, quiero que estés ahí, en mi futuro. No sé si habiendo dado un paso más, dos, o los que sean... —No se aleja cuando le acaricio la mejilla—. Estoy enamorada de ti, James. Te quiero.

—Y yo también lo estoy de ti, Mireia. —Ahora soy yo el que la besa—. Sé que no pensamos igual en esto, pero si somos sinceros con el otro y lo que queremos no tiene que ser algo malo.

—¿Esperarías hasta que yo quisiera dar ciertos pasos? ¿Incluso aunque no sean en un año?

—Por ti esperaría lo que fuera, Mireia —murmuro muy convencido—. Solo espero que no te calles lo que piensas en estos temas o en cómo ves tu futuro. Somos un equipo.

—Somos un equipo —confirma y se levanta de encima de mí—. Me contaste que teníais una piscina privada dentro de casa, ¿me la enseñas?

Por el cambio de su tono de voz, uno más a su etilo juguetón y provocativo, esa conversación ha acabado. No sé qué debe estar pensando, si ha pensado que estamos yendo demasiado rápido al hablar de eso, o si se le ha entrado miedo.

No voy a insistir, no cuando ella es clara con lo que quiere, y no es la primera vez que dice que me quiere en su futuro.

—Mireia, tenemos que colocar bien la ropa.

—Que le den a la ropa —protesta—. Vamos a bañarnos en la piscina.

—Al menos deberíamos deshacerla un poco, así podremos coger la ropa de baño...

—¿Necesitas un bañador? —se ríe de mí—. Podemos hacerlo desnudos, ¿no crees? —Se quita el vestido con un rápido movimiento—. ¿Qué opinas, Jamesito?

Niego con la cabeza con una sonrisa. Mireia me va a volver aún más loco.




















Ruby Wood y Russian Red son unos tipo de pintalabios de la marca Mac. Uno es mate y el otro más cremoso, ambos son rojos.


¡Holi!

Puse lo de bomba y muchas os pusisteis en lo peor haha, ERA UNA BUENA. EL BEBÉ LESTIAN. CHILLO DE EMOCIÓN.

Este capítulo, aunque no lo parezca, es importante, porque va preparando ciertas cositas para el futuro, porque no puede ser todo feliz. Además, no sé si lo dije, pero esta novela va a ser mucho más corta que la soledad de la corona (en realidad solo de número de capítulos, porque de palabras haha, me alargo como las persianas), por lo que estamos entrando en el arco final.

¿Os ha gustado el capítulo?

Os leo, muchos besos xx


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top