Capítulo Veinticinco
Hoy Sebastian y Lena van a casarse.
Y aunque no debería, porque no es algo que me influya de forma directa, hasta yo estoy nervioso.
Los últimos días han sido un poco extraños, muy diferentes a mi rutina habitual, no solo por la actitud de mi mejor amigo, que casi se ha ganado que le tire algo a la cabeza de lo insoportable que ha estado, también por el hecho de que Mireia está aquí.
La cena con mi familia había sido un poco... caótica, pero no en el mal sentido de la palabra.
A mis padres les había caído muy bien y Mireia había sido encantadora, demostrando la buena educación que ha recibido y el saber estar que tiene cuando quiere. Había contestado todo lo que le habían preguntado, contando cómo es la vida en Barcelona y destacando algunas diferencias culturales que había notado al conocerme y cosas que para ella son muy normales pero que a mí me habían extrañado.
También se había ganado a mi abuela, que había aprovechado al saber que era médico para contarle todas sus dolencias, las pastillas que se tomaba a diario y ese tipo de cosas que a Mireia parecieron no importarle, ya que le respondió todas sus dudas con una gran sonrisa, pero que hasta a mí me resultaban aburridas.
Tampoco se había quejado cuando mi madre había intentado preparar platos típicos catalanes para que se sintiera como si estuviera en familia y estuviera muy cómoda, pero que la mayoría no eran de su tierra, eran de España en general, se había limitado a decir que todo estaba muy bueno y que agradecía el detalle.
Yo eso lo sabía porque esa había sido una de nuestras primeras conversaciones al conocernos, o mejor dicho, una de los primeros comentarios ridículos que había dicho y ella me había rebatido de inmediato, demostrándome lo clara y directa que era desde un primer momento.
Otra de las cosas de las que me había dado cuenta en esa cena, aunque ya me lo suponía, y que me preocupaba y alegraba a partes iguales, es que al lado de Sebastian y Lexie, Mireia es un peligro, son un trío peculiar. Ella les sigue demasiado el juego, entra en sus bromas y se las devuelve sin inmutarse.
Y aunque eso me gusta, porque ver cómo tu pareja encaja así de bien con tu entorno es una de las cosas que más suele angustiar, sé que mi paciencia va a estar casi al límite cuando nos juntemos, un poco como le pasa a Lena, que ya está más que acostumbrada a esas cosas del carácter de Sebastian.
—Estás espectacular, Mireia —comento al verla ya con el vestido que va a llevar a la ceremonia—. Estoy sin palabras.
En lugar de estar en mi loft nos estamos preparando en la casa en la que está mi familia, al igual que Sebastian. A él las tradiciones no le importan, pero al resto del mundo sí, sobre todo a la reina, por lo que no había podido dormir esa noche en palacio y va a prepararse con nosotros.
Verá a Lena en la catedral, como casi todos los invitados.
—No lo parece, estás hablando —apunta entre risas y me ajusta mejor la corbata, del mismo color que su vestido. Me la ha regalado ella esta mañana y a mí me ha parecido un detalle muy bonito—. Tú también estás muy guapo. Qué bien te queda ir en traje, me dan ganas de arrancártelo.
Me río y cuando estoy a punto de besarla un grito de Sebastian sin causa alguna nos interrumpe.
—Iré a ver qué pasa —murmuro para luego negar con la cabeza.
—¿Y mi beso? —protesta—. No puedes dejarme con las ganas, no sería nada justo.
Como sé que si no la beso va a quejarse más, le beso con dulzura los labios de forma rápida y voy directo a buscar a mi mejor amigo para saber qué le ocurre.
Está en el salón, delante del gran piano que había comprado al mudarse a Estocolmo para que la música siguiera estando en su vida de otra forma. Está tocando una de sus canciones, una de las muchas que escribió pensando en Lena y en lo que siente por ella, aunque se nota que aún no lo domina del todo, que solo sabe lo más básico, sus canciones y que se defiende como puede.
La música sigue siendo uno de los amores de su vida, siempre va a estar presente, pero Lena para él es mucho más importante y lo lleva demostrando años.
Me espero a que acabe, disfrutando del gran talento que tiene, acercándome poco a poco.
—¿Para qué has gritado hace un rato? ¿Estás bien?
—Mi mejor amigo siempre tan preocupado por mí. —Se gira para mirarme y sonríe como si hubiera sabido que estaba detrás de él todo el tiempo—. Estoy bien.
—¿Y el grito?
—Ah, es que me apetecía gritar, así rebajo tensión y nervios. —Se encoge de hombros—. Qué guapo estás, seguro que a Mireia también se lo parece.
—Sebastian...
—Bueno, ¿nos vamos? —pregunta mientras se levanta—. No quiero llegar tarde. No puedo llegar tarde.
—Vamos muy bien de tiempo, no te preocupes por eso.
—No se sabe si pillaremos un atasco, mejor ir yendo —comenta y no lo contradigo, está demasiado nervioso como para hacerlo—. ¿Está todo el mundo listo? —Asiento, solo queda Lexie por acabar de arreglarse, pero seguro que Mireia le ha ayudado—. ¿Se me ha arrugado el frac?
—Está todo perfecto, Sebastian. Estás guapísimo.
Él asiente y nos dividimos en varios coches para facilitar el trayecto. En un primer momento la idea había sido ir en una limusina en la que cabríamos todos, pero eso sería llamar demasiado la atención y ni a Sebastian ni a la casa real ni a los organizadores de la boda les había parecido bien.
Sebastian y yo vamos solos en un coche, porque él me lo pide de forma expresa sin palabras. Me necesita a solas, sin nadie más. Antes de subirme, miro de reojo a Mireia para saber si no le importa, y ella me guiña un ojo mientras sigue hablando con Lexie como si nada.
Por la risa de mi hermana, que no para de hacerlo, están teniendo alguna confidencia y lo más probable es que sea de alguno de los grupos a los que Lexie se ha vuelto tan fan y que no sé bien cómo ha conseguido que Mireia también lo sea.
—Estoy atacado —reconoce Sebastian una vez que ya estamos de camino—. Creía que nunca llegaría este día y... Uff.
—Pues ha llegado —remarco lo obvio.
—Voy a llamar a Kristoff.
—¿A Kristoff? —repito y me río, no me lo creo, seguro que quiere hablar con Lena de una forma u otra—. ¿Seguro?
—Claro, tengo que saber cuándo va a llegar, ya sabes que es el padrino de la boda.
Al decirlo se disculpa de nuevo con la mirada, expresando lo mal que le sabe que yo no haya podido tener ese honor, pero no es algo que me preocupe en exceso. Yo ya estoy contento de ver a mi mejor amigo así, a punto de casarse con el amor de su vida y nervioso, porque que lo esté me encanta.
Aunque en estos últimos días me he comportado bastante, porque no quería que tuviera más presión en cierto modo, a partir de mañana voy a estar recordándole durante toda la vida lo insoportable que había estado y lo divertido que había sido verlo.
—¿Solo con él? —insisto.
—Vale, puede que también le pida que me pase a Lena, pero no me puedes culpar por ello.
—¿No puedo? —rebato y me muerdo el labio para no reírme.
Qué dulce es la venganza, le estoy devolviendo un poco todas las que me ha hecho y dicho con Mireia.
—Estoy acostumbrado a pasar mucho tiempo con ella, a dormir juntos, a despertarme y que su rostro sea lo primero que veo, que es la mejor vista que uno puede tener. Pero no, por tradiciones no he podido hacerlo...
—Claro, y la echas de menos.
Soy incapaz de aguantarme más, así que empiezo a reír a carcajada limpia.
—Por supuesto, siempre la echo de menos.
Él coge su móvil, que aún tiene él, una vez que entremos en la catedral lo guardaré yo durante la ceremonia, y llama a Kristoff que no tarda nada en cogerlo. Aprovecho para hacer lo mismo, sacar el mío y enviarle unos mensajes a Mireia para saber cómo está y si el viaje está yendo bien.
No estoy muy pendiente de la conversación que tiene Sebastian, confío en él, ya se piensa más todo lo que dice y lo conocen, al llevar años con Lena a nadie de la familia real le sorprende su actitud, pero cuando menciona algo de una corona alzo una ceja.
No habrá sido capaz.
—¿Sebastian? —pregunto una vez que ha colgado.
—¿Qué pasa? —Tiene una sonrisa boba en la cara, es tan obvio que ha hablado con Lena—. ¿Por qué quieres reñirme ya?
—¿Qué has dicho de una corona?
—Vamos, Jamesito —usa el mismo apodo que tiene Mireia conmigo para mofarse de mí—. Sabes que adoro ver a Lena con corona.
—Que lo sepa no quiere decir que quisiera oírlo, Sebastian.
Él se ríe y de repente cambia de expresión, se pone muy serio y me mira de esa forma que me indica que lo que va a decir es más profundo de lo que suele hacer.
—Gracias por seguir aquí conmigo, James —pronuncia en un tono más bajo—. Si no hubieras estado a mi lado sé que hubiese sido mucho más difícil todo lo que he pasado, que estos años se hubieran hecho eternos.
—El mérito es todo tuyo, eres tú el que se ha esforzado y ha demostrado que estás más que capacitado para convertirte en un príncipe al casarte con Lena.
—Gracias también por aguantarme —murmura y veo cómo sus ojos zafiro se humedecen un poco—. Sé que estas últimas semanas he estado... intenso.
—Siempre estás intenso, Sebastian —le resto importancia.
—¿No me vas a dejar que te agradezca nada?
—No —contesto con sinceridad—. Porque no hace falta. Eres mi mejor amigo. —Suspiro—. Eres mi hermano —me corrijo—. Voy a estar siempre aquí para ti, en los buenos y en los malos momentos.
—¿Quieres que llore antes de tiempo o qué? —se queja—. No me digas este tipo de cosas.
—¿Por qué no? —me burlo—. Se supone que en las bodas se dicen cosas bonitas.
—James...
—Tú no te imaginas lo orgulloso que estoy de ti —reconozco y lo miro, emocionándome también un poco—. Siempre lo he estado, que eso quede claro, incluso cuando eras una cabra loca.
—Nunca he sido una cabra loca... —niega pero sé que ni él mismo se cree lo que ha dicho.
—Creo que recordamos diferente los años antes de que conocieras a Lena —admito y ambos nos reímos—. A lo que me refiero es que sigo muy orgulloso de ti, por lo que has logrado, por lo feliz que eres y por ser quien eres.
Justo cuando acabo la frase, el coche se detiene lo más cerca posible de la catedral. No es en la puerta, ya que por protocolos de seguridad es imposible, por lo que vamos a tener que recorrer un pequeño camino. Hay vallas a los alrededores para evitar que la gente se acerque sin permiso, pero eso no quita que hay muchas personas ahí, expectantes de la llegada de los invitados y, sobre todo, de Lena y Sebastian.
Solo bajar, los flashes de la prensa acreditada nos ciegan, aunque no es que no estemos acostumbrados, cuando aún era cantante era más que habitual que nos hicieran muchas fotografías, o mejor dicho, a él, yo solo salía por estar a su lado.
—¿Estás listo? —le pregunto al ver que no se mueve.
—Sí, lo estoy. Solo esperemos a tus padres y al resto —comenta y noto que titubea un poco—. Quiero que el mundo sepa que ellos son mi familia de verdad, a los que quiero. Y también tienes que esperar a tu novia, pobre Mireia, no le dejes sola.
Asiento y Sebastian aprovecha para dejarse hacer más fotografías sonriendo con tal sinceridad que es demasiado obvio lo feliz que está mientras va saludando a la gente que se ha acercado para ver la ceremonia.
No pasan ni cinco minutos cuando llegan los demás coches y Sebastian va directo hacia mi madre para entrelazar los brazos. Es otro gesto sutil pero lleno de significado, es su manera de decirle al mundo que para él, es su madre, que la considera así y que será ella la que lo lleve al altar y la que tenga ese papel.
—¿Puedo? —Me acerco a Mireia y le sonrío, ofreciéndole la mano para que se agarre a mí.
—La duda ofende. —Empezamos a recorrer el camino hasta la catedral en silencio, aunque me apetece decirle muchas cosas, pero no es el momento, no cuando hay mucha prensa pendiente.
Sebastian antes de entrar, se gira y vuelve a saludar al que ya considera su pueblo con una gran sonrisa y nos da el tiempo suficiente para que vayamos hacia nuestros sitios.
La catedral está a rebosar y la mayoría de invitados son personas muy muy importantes. La monarquía de casi todo el mundo, gobernantes de muchos países distintos, amigos de Sebastian, y también míos, que hizo durante su carrera y otras personalidades suecas que han alzado el nombre del país por el mundo.
Nos sentamos en las primeras filas porque tanto Lena como Sebastian habían insistido mucho. Les había sido igual que ciertos reyes tuvieran que estar de los primeros, para ellos nosotros, los Watson, teníamos que estar ahí, bien cerca.
Mi madre, una vez que entre junto a Sebastian, va a estar en la punta, lo más cerca posible del pasillo, por lo que mi padre va a estar a su lado, al igual que la abuela, que ya ha llorado un par de veces, incapaz de aguantarse.
—Sebastian está muy nervioso —le comento en confianza a Mireia—. Está intentando disimularlo pero...
Mi intención había sido sentarme en medio de ella y Lexie, pero mi hermana había negado sutilmente con la cabeza, queriéndose sentar al lado de mi novia.
Llevan todo el día de confidencias y cuchicheos, y tengo mucha curiosidad por saber de qué hablan.
—Pero está muy feliz —asegura, entrelazando nuestras manos—, se le nota en la mirada.
—Sebastian así está adorable —se regodea Lexie—. Es una pena que no podamos hacer fotos, estaría llenando la galería del móvil. Bueno...
—Las harás igualmente antes de que venga Lena, ¿no? —Doy por hecho.
Lexie se ríe y todo el mundo se calla cuando Sebastian entra junto a mi madre. No voy a reñir a mi hermana porque pienso igual, necesito fotos de esto, y aunque haya varios fotógrafos profesionales contratados para este momento, las que son hechas por uno mismo siempre son mejores.
Sebastian se coloca en su sitio y su primer impulso es buscarme con la mirada, así que le sonrío, tiene que saber que todo irá bien.
El primero en llegar de la familia real es Kristoff, que lo hace poco después de nosotros, y se coloca al lado de mi mejor amigo. No sé lo que dicen entre sí, pero lo más probable es que Kristoff también esté tranquilizándolo. Luego lo hacen Freya, que se salta el protocolo para venir a saludarnos de forma más que efusiva, y de paso conocer a Mireia, a la que la halaga como si la conociera de siempre, y la reina.
Solo quedan Lena y su padre.
—Lo que no me gusta de las bodas es esto —me susurra Mireia—. El tener que esperar.
—Tú es que eres muy impaciente, Mireia.
—Lo soy —reconoce—. Es que llevamos casi una hora aquí...
—Bueno, cuando tú y mi hermano os caséis ya nos harás esperar a los demás, podrás devolvérsela a Lena y Sebastian, porque van a estar invitados sí o sí.
¿Cómo se le ocurre mencionar una posible boda entre los dos? ¿Está loca? Ni siquiera me lo he planteado yo, esa posibilidad queda muy lejos. Demasiado lejos.
Estoy a punto de decirle de todo a Lexie, porque acaba de marcarse un Sebastian en toda regla, soltar un comentario así sin pensar en cómo puede afectarme a mí o a Mireia, pero no puedo ya que la música que indica que Lena va a entrar hace que todo se pare.
Todas las miradas se centran en ella y antes de mirarla, me centro en mi mejor amigo. No oculta lo emocionado que está, se está reprimiendo las ganas que tiene de llorar al ver a su futura esposa recorrer el pasillo de la mano de su padre.
Lena es una mujer muy guapa, siempre lo he pensado, pero hoy está resplandeciente, brilla con luz propia. No sé si es por el vestido, que es muy bonito, por la corona que lleva, que no he podido evitar fijarme por culpa de Sebastian, o porque tiene la misma sonrisa que Sebastian de enamorada. Esa que dice más que cualquier palabra, que expresa lo feliz que está de poder casarse por fin.
Con paso firme avanza y va saludando de forma disimulada a la gente que conoce, y cuando se fija en mí nos sonríe a mí y a Mireia.
No es tan expresiva con sus sentimientos o lo que piensa como Sebastian, pero me ha dicho que se alegra que haya encontrado a alguien que me haga feliz y que pase lo que pase con Mireia, ella va a apoyarme. Aunque sé que si algo no le parece bien, me lo dirá, no se calla nunca lo que piensa.
También estoy muy orgulloso de ella, con los años y por el trato que tenemos gracias a Sebastian, se ha convertido en una gran amiga.
•❥❥❥•
La ceremonia ha sido preciosa y ver en primera persona cómo mis amigos se casan y se emocionan por hacerlo me ha hecho sentir muchas cosas que no sé cómo catalogar, aunque una es obvia, estoy muy feliz.
Mientras esperamos que ellos hagan el recorrido por las calles de Estocolmo ya como marido y mujer siguiendo las tradiciones, vamos hacia el palacio real donde se va a celebrar el banquete.
Lexie se ha juntado con Mireia y con Freya, y por lo que intuyo por la forma de gesticular de la primera y la última, están fangirleando con algo en concreto.
—Freya es... —dice Mireia al acercarse a mí.
—A Freya hay que conocerla —completo por ella y asiento. Sé lo que me quiere decir, su actitud me había chocado más de una vez, no entendía cómo podía ser tan despreocupada con según qué temas y más siendo una de las princesas.
Y Mireia lo ha notado, por muy bien que se lleve con mi hermana sé que hay muchos puntos en los que se diferencian, Lexie sigue siendo un poco inmadura, algo normal en cierto modo ya que aún no ha acabado la universidad.
—Es un encanto, pero es más que intensa que Sebastian y eso es decir.
—En parte es gracias a Freya que hoy se celebre esta boda —le explico—, era, bueno es, muy fan de Sebastian.
—Me lo ha dicho —admite entre risas—. Está muy contenta de ser una de las culpables del enlace.
—¿Te lo estás pasando bien? —pregunto, mirándola para saber si me miente.
—Tranquilo, estoy muy cómoda —asegura—, no tienes que estar tan pendiente de mí, puedes saludar a tus amigos, Lexie y yo nos entendemos muy bien.
No sé cómo se ha dado cuenta de que estoy siempre mirando lo que hace, que no me he alejado mucho de su lado para que no se sienta sola o fuera de lugar. Y sí, tiene razón, aún no he saludado a los que también son mis amigos, o conocidos, que ha invitado Sebastian porque no quiero dejarla sola.
—O podemos ir los dos —rebato—, así te presento como mi novia a todas aquellas personas que aún no lo saben.
—Cualquiera dirá que quieres fardar de mí, Jamesito.
—¿Tan evidente es? —me río—. ¿Cómo no fardar de la mujer más preciosa del lugar?
—Hoy no lo soy, Lena me gana, las novias siempre son las más preciosas el día de su boda. Otro día, sí, ese honor es mío.
Seguimos las indicaciones de unos trabajadores y nos sentamos en una de las mesas que hay en el gran comedor para comer. En esta estamos la familia más cercana tanto de Sebastian como de Lena, por lo que Freya nos saluda con una gran sonrisa cuando ocupa su sitio, también lo hace Madeleine, la futura esposa de Kristoff aunque aún no se lo ha pedido de forma oficial. Ellos llevan más tiempo que Lena y Sebastian, pero el príncipe no había querido robarle el protagonismo a su hermana casándose antes.
Todos los que conocemos a Kristoff sabemos que va a pedírselo en breve, una vez que todo lo de la boda haya pasado, y que lo más probable es que antes de que acabe el año las calles de Estocolmo vuelvan a ponerse de gala. Al ser el segundo en la línea de sucesión, o al menos de momento hasta que nazcan los futuros hijos de Lena y Sebastian, y no el heredero, va a ser un poco más sencilla, seguirán invitando a grandes personalidades y con cargos importantes de Suecia, pero no creo que asistan ni la mitad de la realeza que hay en esta.
—El menú es... extraño —me comenta Mireia después de mirarlo—. Supondré que la mayoría son platos típicos suecos, porque no los conozco.
—Sí, lo son —le responde Freya con plena confianza—. Todos están muy buenos, confía en mí. El cocinero es uno de los mejores del país.
—Seguro que sí.
—Es una pena que no pueda comer pizza —sigue hablando Freya, que veo que está muy interesada en Mireia, ¿qué habrán hablado cuando no estaba a su lado para que estén así?—. Amo la pizza, ¿sabes?
—Freya, compórtate —le pide Kristoff—. Dudo mucho que a Mireia le interese saber tu amor por la pizza.
Por debajo de la mesa le cojo la mano a Mireia para hacerle saber que estoy a su lado y ella se gira para sonreírme con dulzura.
Una vez que Sebastian y Lena entran y se sientan en su sitio, en la mesa presidencial junto a los reyes y mis padres, empiezan a servir la comida.
—Todo es sin gluten —comenta Freya, haciendo tiempo para que mi abuela pueda comer con tranquilidad. El protocolo indica que si hay un miembro de la realeza en la mesa, cuando ellos acaban de comer, todos tienen que dejar de hacerlo—. Soy celíaca —le cuenta a Mireia.
—Ni había notado la diferencia —dice Mireia—. Está todo muy bueno.
Mientras comemos la conversación acaba derivando en contar anécdotas de Lena y Sebastian, de ellos ya como pareja y en otras de cuando eran pequeños. Como soy el único, a excepción de mi abuela, que lo conoció en esa etapa, ya que Lexie era demasiado pequeña para acordarse o ni había nacido, soy de los que más habla.
No me sorprendo cuando Kristoff y Freya explican que Lena de pequeña ya era así, con un carácter muy fuerte y que no dejaba pasar las cosas que no le gustaban.
Se me pasa el tiempo muy rápido, tanto que cuando quiero darme cuenta ya es el momento del baile nupcial entre Lena y Sebastian.
Ella no lo sabe, pero Sebastian ha grabado una canción nueva, una que solo he oído yo, para este momento. Una en la que le expresa todo lo que siente por el día de hoy, y es la elegida para que sea su primer baile.
Si Lena se sorprende, no me doy cuenta, es una experta en ocultar sus emociones cuando quiere, pero al verlos, se ve a una pareja que está radiante de felicidad y en su propio mundo, una pareja que se ha casado por amor.
Una vez que más invitados empiezan a tomar la pista de baile, en los que los primeros han sido Kristoff y su pareja, los reyes o mis padres, me levanto y le ofrezco la mano a Mireia.
—¿Bailamos?
—A ver si en esto sabes defenderte mejor —se burla y coge mi mano—. Recuerdo la primera vez que bailamos juntos, eras tan mono...
Como para olvidar esa noche, mi primera en Barcelona con ella.
—No era mi estilo de música.
—No hace falta que lo jures, parecía que tenías la cadera llena de tornillos. —Niego con la cabeza y cuando estamos en la pista, la acerco a mí y coloco mis manos en el sitio correspondiente—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Puedes preguntarme lo que sea, James, que responda ya es otra cosa.
Me río, Mireia es tan ella... Y me encanta que sea así.
—¿El comentario de mi hermana te ha molestado?
He intentado no darle vueltas, pero he sido incapaz, pienso demasiado las cosas y más si Mireia está implicada en ellas.
Sí, estamos en un muy buen punto, somos pareja y hemos admitido en voz alta al otro que nos queremos, pero por mis experiencias previas con ella, me da miedo pensar que pueda asustarse y poner una barrera entre los dos.
Si eso ocurriera, sería dar un gran paso atrás, y lo único que yo quiero es seguir avanzando a su lado.
—¿Cuál de ellos? Lexie y yo hemos hablado mucho hoy.
—El que ha hecho en la catedral...
No soy del todo claro porque no quiero que se asuste.
—Si no me específicas cuál, no te sigo, Jamesito.
—El que ha mencionado sobre nuestra hipotética boda —susurro.
Ella se da cuenta de lo que he hecho, y sin dejar de bailar me acaricia la mejilla con dulzura.
—Eres tan mono —dice y aprieta los labios—. No tienes que preocuparte por eso, conozco a Lexie, he hablado mucho con ella.
—Entonces eso es un no.
—Es un no —confirma—. Además, a mí lo único que me importa de mi relación contigo es lo que pienses tú, y bueno, lo que piense yo también. El resto del mundo puede decir lo que quiera, no voy a darle importancia. —Sé que lo más probable es que rompa el protocolo, pero no me aguanto las ganas de besarla aunque sea un simple roce de labios—. Tú quieres casarte, ¿no?
¿Casarme? Sí, siempre ha sido una idea futura que nunca me había disgustado. Es un paso normal cuando una relación está afianzada, pero no me lo he llegado a plantear con nadie porque no he tenido una pareja tan seria como para hacerlo.
Ni con Mireia me lo imagino ahora mismo, sería ir demasiado rápido, y más cuando no llevamos mucho tiempo.
Todo se verá con el tiempo.
—¿Por qué crees eso?
—Porque te conozco —resume con una sonrisa—. Sé que eres el típico que acaba con el pack completo.
—¿El pack completo? —le pregunto sin entenderla.
—Sí. Eres demasiado formal y correcto como para no casarte con alguien cuando llevas años. Eres de esas personas que compran una casa, tienen una mascota, se casan y ya los hijos...
Suspiro, sí, es lo que espero para mi futuro. Es lo que he visto en mi familia, en mis padres y mis abuelos, lo que para mí es normal. Soy una persona de relaciones formales y de tener ese tipo de estabilidad.
—¿Y eso es un problema?
—No he dicho eso —comenta muy seria—. Cada persona piensa de una forma y es una opción de vida muy válida. Mis padres también son así, y mi hermano se muere por tener hijos, es Ona la que no quiere por el momento.
—¿Y tú, Mireia? ¿Qué piensas de eso?
Se lo pregunto aunque intuyo más o menos su respuesta, es un espíritu más libre, no es de tener estas ideas fijas y cuadriculadas.
—Yo... —Se muerde el labio inferior—. No es algo que me haya planteado mucho —reconoce—. No me quita el sueño.
—¿Eso es que no quieres casarte?
—De nuevo dando cosas por hecho que no he verbalizado —se ríe y suspira—. Por el momento no me quiero casar —admite—. ¿En un futuro? Quién sabe, no sé lo que puede pasar.
No sé el motivo por el que estamos teniendo una conversación de un tema tan serio mientras bailamos en la boda de mi mejor amigo. Su respuesta no es un no, lo que es bueno, es un ya veremos, y la verdad, en esto pensamos más o menos igual.
—El futuro es incierto, sí —concedo.
—Lo es, pero me gustaría que fuera contigo.
—Mireia...
—¿Qué, Jamesito? ¿Te he vuelto a dejar sin palabras? Sería la segunda vez hoy, ¿o la tercera? —se mofa.
Sí, lo ha hecho. No sé qué contestar o qué decirle. Es una declaración de intenciones que nunca le he escuchado de forma tan clara.
Sí, es mi novia, sí me ha dicho te quiero, pero que haya pensado que quiere que estemos en un futuro juntos es un gran avance.
Quiero decirle que pienso del mismo modo, que la quiero y que me alegro muchísimo de que esté aquí conmigo, pero Sebastian y Lena se acercan y mi mejor amigo me mira con una sonrisa traviesa. Lo entiendo sin palabras, quiere bailar con Mireia para conocerla un poco mejor así que hago lo propio con Lena.
—¿Cómo estás? —quiero saber y voy con el máximo cuidado para no pisar su vestido de boda. Es distinto al de la ceremonia en sí, no tiene esa larga cola de muchos metros, es más adaptado para bailar, pero sigue estando a la altura de una futura reina.
—Siempre tan atento por los demás... —dice mientras deja que sea yo el que la lleve al ritmo de la música—. Estoy muy bien, James. Muy feliz.
—Me alegro muchísimo por vosotros, Lena.
—Sé que lo haces. —sonríe—. ¿Qué te está pareciendo la boda?
—Muy bonita, aunque tampoco tengo experiencia en otras de este nivel.
—¿Y Mireia? —quiere saber—. ¿Crees que se lo está pasando bien?
—Creo que sí.
—A Sebastian le cae muy bien, dice que es justo lo que necesitas, alguien que te dé chispa, que haga que todo sea más interesante.
—Para eso ya tengo a Sebastian...
—Pienso del mismo modo que él en esto —admite con calma—. Hacéis un muy buen equipo. Es educada, correcta y muy inteligente. Lo que he hablado con ella me ha sorprendido, es una persona cultivada.
—Esa es una de las cosas que me gustan de ella, lo inteligente y culta que es —admito—. Y la manera en la que me sorprende casi siempre.
—Hacéis una gran pareja —repite—. Y, tranquilo, no haré caso a Sebastian y no le daré mi ramo de novia, y menos con la tradición que hay en su país respecto a ello.
—¿Te ha dicho que lo hagas?
—Sí, dice que a ver si así te animas a formalizar un poco más lo vuestro —se ríe—. ¿Tú sabías lo de su nueva canción? Espera, no he preguntado nada, sé que sí.
—¿Te ha gustado?
—No sé cómo lo hace, pero Sebastian sigue sorprendiéndome casi como el primer día. —Cuando acaba la canción, se disculpa con la mirada y se aleja para bailar con otros invitados—. ¿Debo preocuparme? —le pregunto a Mireia al verla.
—¿Por qué deberías?
—No sé qué te ha dicho Sebastian.
—Eso se quedará como un secreto entre los dos —dice, haciéndose la misteriosa—. ¿Volvemos a la mesa?
Asiento y sigo sin soltar su mano. No quiero que se marche dentro de dos días, empieza a costarme mucho separarme de ella y de no verla todo lo que me apetece.
—¿Cuándo tienes vacaciones, Mireia? —quiero saber antes de que nos sentemos.
—Pues no lo sé, en principio en agosto. Aunque no sé cómo serán este año, he cogido varios días por ciertos asuntos relacionados contigo —protesta—. Por tu culpa tendré menos.
—Me siento terriblemente culpable.
—Qué bobo eres. —Me abraza y alza un poco la mirada, ya que al llevar tacones no hay tanta diferencia de altura, para observarme mejor—. ¿Por qué lo preguntas?
—Porque quiero que vayamos juntos de vacaciones, ¿no es obvio? —murmuro y dejo un beso en su frente.
—¿A dónde?
—A dónde tú quieras, Mireia.
Su respuesta es abrazarme aún más fuerte.
—¿No querías invitarme a tu casa en Los Ángeles? —sugiere como si nada—. Me tienes que invitar a un partido de beisbol. También quiero conocer la ciudad en la que te criaste, Baltimore.
—¿Solo eso?
—Bueno, si consigues convencerme también podemos pasar unos días en una de las casas de mi familia en la Costa Brava, pero para eso tienes que portarte muy bien —ronronea la última frase y sonríe con picardía—. ¿Te vas a portar bien, Jamesito?
MISSSS FEEEELS CON LA BODA LESTIAN.
Este capítulo lo escribí muy muy rápido, lleva listo más de una semana, porque es que MI BODA LESTIAN, es que son tan bonitos.
Y bueno, también son bonitos James y Mireia, que van hablando y conociéndose un poco mejor en asuntos del futuro...
¿Os ha gustado el capítulo? ¿Qué tal la boda Lestian? ¿Los echáis de menos tanto como yo?
Muchos besos xx
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top