Capítulo Treinta y Seis
Echo de menos a James.
Y esa sensación no me gusta para nada porque me siento impotente, no puedo hacer mucho para cambiarla, porque la situación es la que es.
Odio no saber qué hacer o cómo hacerlo, nunca me he pensando tanto algo, solo lo he hecho sin más.
Sí, hemos hablado alguna vez por mensajes, contándonos por encima y sin muchos detalles cómo estamos. Y sí, en esas ocasiones he sentido como si el tiempo no hubiese pasado entre los dos, he estado cómoda, al igual que él, y todo ha fluido como hacía siempre.
No obstante, eso no ha hecho que se me quite la sensación, al contrario, la ha aumentado.
Además, siempre ha sido por iniciativa mía. Es como si James no quisiera ser el que diera el primer paso en eso, como si no quisiese hablarme, y eso me genera contradicciones.
Sí, yo había sido la que le había dicho que se marchase a Estocolmo, pero porque lo necesitábamos los dos. Creía que con el paso de los días, él sería el que mandase el primer mensaje, el que hiciese el primer acercamiento. Pero no había sido así. Ni siquiera lo había sido después de que mandase yo el primero, las siguientes conversaciones también había sido yo la que las había iniciado.
Eso me hacía pensar que, quizá, él ya tenía su decisión tomada, que solo estaba dejando pasar un poco más de tiempo para que no estuviera todo tan reciente y hacer el mínimo daño posible, porque James es así de detallista y considerado.
—Entonces, ¿a qué estás esperando? —me pregunta Oriol en uno de los descansos que ambos tenemos en el hospital—. No te pega esto.
Él y Neus están siendo un gran apoyo para mí. Siempre lo han sido, pero durante estas semanas han estado a mi lado escuchando todo lo que tenía por decir, que no había sido poco. No tengo quejas, mi familia también ha estado ahí para mí, pero mis mejores amigos son con los que más horas he estado y saben la verdad.
A mis padres y mi hermano no les he explicado que le invité a que se marchase, porque no me entenderían y no me apetecía aguantar a Pau siendo él.
—¿A qué te refieres con esto?
—El dejar pasar el tiempo, el ver las cosas venir sin hacer nada... —específica y me mira con una ceja alzada—. Siempre has sido de tomar la iniciativa. Entendía que después de los primeros días, incluso semanas, no lo hicieras porque no estabas bien, pero ¿ahora qué te lo impide?
Es una muy buena pregunta que no sé responder, ¿es el miedo a lo que pueda pasar? Por mucho que haya aceptado, o más o menos, que por mi decisión quebré la confianza entre James y yo, y que quizá es irreparable, hay una pequeña parte de mí que tiene esperanza de que eso no ocurra y que podamos solucionar nuestros problemas.
—¿Crees que debo tomarla? —rebato.
Él chasquea con la lengua ante mi pregunta y se encoge de hombros.
—Lo que crea es indiferente. Tienes que hacer lo que a ti te salga, no lo que yo te diga.
Desvío la mirada, ¿por qué se está poniendo en modo filosófico? Necesito respuesta claras y concisas.
—Un consejo siempre se agradece, Oriol.
—¿Cuándo has hecho caso a los consejos de los demás? —Se ríe y niega con la cabeza—. Siempre haces lo que quieres, Mireia. Eres muy cabezota. No vas a hacerme caso ni aceptar lo que te diga, vas a buscar cualquier cosa y detalle para que tengas tú razón.
No se lo voy a reconocer porque va a regodearse y aguantar a Oriol de esa forma no es una de mis cosas favoritas, pero no se equivoca. Lo que quiero escuchar son argumentos que apoyen mi forma de pensar, y sé que de su boca no van a salir si no es lo que piensa.
—Bueno, ahora te lo estoy pidiendo. —Pongo mi mejor expresión de niña buena y lo miro, pestañeando de forma ligera—. Te escucho, Oriolet.
—Es que ya te lo he dicho más de una vez. No voy a repetirme o a gastar saliva inútilmente.
—Eres un pésimo mejor amigo. —Lo apunto con el dedo—. Repítelo, no te cuesta nada.
—Mira, Mireia, voy a ser claro.
—Por favor y gracias —lo interrumpo solo para fastidiarlo, lo que hace que él sonría de esa forma que conozco bien—. Me adoras, no pongas esa cara.
—Te conozco muy bien, creo que soy la persona que mejor lo hace, porque he visto una parte de ti que Neus no ha hecho, y una que James aún está aprendiendo —empieza con calma—. Y por eso puedo decir que lo que tuvimos tú y yo no tiene nada que ver con lo que tienes con él. Nuestra relación fue totalmente distinta.
—¿Por?
—Porque con él te replanteas tu vida, aunque puede que ni te des cuenta, pero lo haces. Desde fuera se ve de forma muy obvia.
—Si no pones un ejemplo...
—Hay demasiados, no sé por dónde empezar —se mofa de mí—. James saca lo mejor de ti, hace que hagas cosas que nunca pensé que te vería hacer y por iniciativa tuya. —Supongo que se da cuenta de mi expresión de incredulidad por lo que añade—: Mireia, con él has llegado a ceder en mucha situaciones.
—Bueno...
No estoy del todo de acuerdo. No siento que haya cedido en nada, en parte el problema que tenemos James y yo es por eso.
—Cuando tú y yo estuvimos juntos, siempre era yo el que me tenía que adaptar a ti. Y no me molestaba —aclara con rapidez—. Tú decías las cosas claras y yo, como acabo de decir, intentaba compaginar mi vida con la tuya.
—Es decir, fui muy egoísta contigo.
—No —niega de inmediato—. Solo que no veías la vida en pareja de la misma forma en la que yo lo hacía. —Pongo una mueca en la cara, está usando una frase muy parecida a la que había usado James antes de que se marchase. ¿Es que soy el problema? ¿Mi forma de entender la vida es tan distinta a la del resto del mundo?—. Si soy sincero, cuando os vi por primera vez juntos estuve un poco celoso.
—¿Cómo?
Ahí acaba de dejarme descolocada, ¿celoso de qué?
—No me malinterpretes, no eran celos porque sienta algo por ti de forma romántica —matiza—. Eran más bien porque con James eres tú al completo, lo vi de inmediato. Cuando nos lo presentaste, ese mismo día, tuviste pequeños gestos que siempre esperé que tuvieras conmigo cuando estábamos junto y te salieron de forma natural. Tuve envidia, pensé, ¿por qué con él sí y conmigo no?
—¿Y por qué en su momento no me lo dijiste? ¿Por qué no me pediste que diera más de mí cuando estábamos juntos?
—Porque a mí tampoco me importaba —reconoce—. Tampoco fui el mejor novio del mundo, tú podrías reprocharme muchísimas cosas. No era nada detallista por poner un ejemplo.
—Sigo sin saber qué son esas cosas que dices —intento reconducir la conversación a lo que me interesa. No sirve de nada mencionar el pasado. Tanto Oriol como yo sabemos que estamos mucho mejor como amigos—. Yo no noto que con él sea diferente o...
Oriol suspira, como si la conversación le estuviera colmando la paciencia, o como si yo lo estuviera haciendo.
—Por eso mismo es por lo que lo hace más importante, te sale solo. —Entrecierra un poco los ojos—. Voy a preguntarte unas cosas y quiero que seas muy honesta conmigo.
—Como si no lo fuera siempre...
—¿Estás enamorada de James?
—¿En serio? —Empiezo a reírme—. ¿Tengo que responder a eso? Es obvio lo que te voy a contestar.
—Sí, Mireia, tienes que hacerlo.
—Sí, estoy enamorada de James. Lo quiero.
—Y quieres seguir con él asumo.
—Claro que quiero, es por eso que este impass, este no saber qué quiere o si ha tomado una decisión me tienen tan... neguitosa.
—¿Y cómo ves el futuro? Porque hay que ser realista, Mireia, si quieres seguir con él, y James contigo, tendréis que tomar una decisión a la larga. ¿Barcelona o Estocolmo? O cualquier otra ciudad posible del mundo. No se puede tener una relación a distancia por siempre.
Mi primer impulso es decir Barcelona, porque amo mi ciudad, pero me muerdo el labio para no hacerlo. ¿James va a querer dejarlo todo por mí? ¿Sería justo que yo le pidiera que lo hiciera? La respuesta es fácil, no. Ni tampoco lo sería que él me lo pidiese a mí.
Así que por enésima vez en estas semanas, vuelvo a entrar en conflicto.
Sí, quiero a James, pero ¿es lo suficiente para dejar mi vida en Barcelona por él?
Y la respuesta es demasiado sencilla, no sé cómo no he podido darme cuenta antes. Es como si todo lo que he estado pensando estas semanas, por fin, hubiese quedado claro.
Sí, estoy dispuesta a ello porque necesito que vea que estamos en el mismo punto, que quiero lo mismo que él, que quiero que esté en mi futuro.
Él se piensa que no estoy comprometida con lo nuestro, que no veo las cosas del mismo modo, que nunca lo haré. Y yo lo tengo muy claro.
Así que tomo una decisión, si James no da el primer paso, lo haré yo.
—Luego hablamos —me despido de Oriol, levantándome del sofá de la sala de descanso—. Voy a seguir trabajando.
—¿No me vas a decir lo que estás pensando?
—No, por el momento no.
•❥❥❥•
Estoy muy nerviosa.
Acabo de llegar a Estocolmo y no sé cómo va a ir mi conversación con James.
Él no sabe que estoy aquí, ni lo sospecha, me he encargado de ello y sé que la ayuda que he tenido también ha intentado distraerlo de todas la formas posibles para que no se le ocurriese.
Una vez que había tomado la decisión de que quería luchar por mi relación con James, a no ser que él mismo me dijera que no y que lo tenía muy claro, había movido un poco mis fichas para que todo saliera como yo quería.
Necesitaba ayuda en la capital sueca para todo lo que quería hacer, así que lo primero que había hecho había sido hablar con Lexie. No le había contado toda la verdad, porque por mucho que me llevase bien con ella es la hermana de James y no iba a quitarle a él la posibilidad de explicarlo, si quería, lo que nos había pasado. Lo había camuflado, que James y yo no estábamos pasando un buen momento y que quería darle una sorpresa, pero que para eso necesitaba poder hablar con Sebastian.
Lexie no había dudado en darme su número, no sin antes dejarme claro que lo había hecho porque al ahora principe le había parecido bien.
No supe bien cómo, aunque lo más probable era que Lexie también le hubiese dado mi número si no lo tenía ya, pero Sebastian acabó haciendo una videollamada conmigo en la que Lena estaba a su lado para que pudiéramos hablar con mucha calma.
Por la forma en la que me había saludado, sin perder la educación pero de forma muy directa, supuse que James se lo había contado todo. No me había sorprendido, me lo esperaba, al igual que su reacción: estaba molesto por cómo estaba James.
No me disculpé con él, porque con el que tenía que hacerlo era con James, y tampoco me sentí intimidada por estar hablando con gente tan importante. Para mí solo era el mejor amigo de mi pareja, nada más, y si tenía que ser clara, lo era.
Les pedí ayuda porque creía que la necesitaba, no porque creyese que sola no pudiera, pero quería sorprender a James y no había nadie que lo conociera mejor que ellos y supiera sitios de Estocolmo a los que pudiéramos ir.
Estoy tan nerviosa e impaciente que ni voy al hotel en el que me voy a quedar estos días, voy directa al loft de James y espero a que me abra.
No se lo cree al verme, su expresión le delata y aunque hace su mejor esfuerzo para mantener la calma soy capaz de ver a través de lo que están expresando sus ojos.
Me gustaría alargar al máximo el abrazo que nos damos, porque no había sido consciente del todo lo que había echado de menos a James hasta que lo ha hecho, pero James tiene una barrera entre los dos.
Está distante, como si lo tuviera todo claro, como si el hecho de haberme presentado en su loft le ha trastocado los planes. Y eso me hace replantearme, por unos segundos, que el haber venido a Estocolmo no ha sido una buena idea.
Soy sincera, le explico a todo aquello que pregunta sobre mi decisión y el motivo por el que la tomé. Sin mentiras, sin obviar nada, aunque mis respuestas quizá no son las que espera porque de lo único que me arrepiento es de haberle hecho daño.
Y después de dejar todo claro con ese tema, es cuando empieza a decir lo que no quería escuchar: no quiere seguir con nuestra relación porque se cree que no quiero lo mismo que él, que me quiere pero que no es suficiente y que no me pedirá que cambie porque no sería justo para ninguno de los dos.
¿Por qué da las cosas por hecho? ¿Cree que me hubiera recorrido media Europa solo para que me deje en su casa?
Así que no me callo. No puedo hacerlo, no cuando está equivocado y no ve más allá. Ha entrado en un bucle en el que solo se da cuenta de lo que nos separa en lugar de todo lo que nos une.
Me abro emocionalmente, no me callo nada de lo que pienso, dejándole las cosas claras y de lo que siento. Le confieso que en el fondo estoy aterrada, que tengo miedo de perder el control, porque él tiene un poder sobre mí que nadie ha tenido, incluso le confieso algunos detalles que no quería decirle aún pero que sé que necesita escuchar para creerse que queremos lo mismo.
Sé que puedo vivir sin él y sería feliz por una simple razón, y es que James no es el motivo de mi felicidad. Es parte de ella. Por eso, aunque podría vivir sin él, no quiero hacerlo. Quiero tenerlo a mi lado y seguir siendo nosotros mismos juntos.
Estamos en el mismo punto. Siempre lo hemos estado aunque él no lo viera, o mejor dicho, aunque yo no se lo dejase ver.
—Mireia... —susurra y aunque no me suelta la mano que antes le he cogido, afloja el agarre.
Sonrío disimulando que por dentro estoy hecha un caos. Le he confesado todo lo que siento, he hecho el movimiento clave que decide la partida, y él no reacciona.
—¿No vas a decir nada? —pregunto intentando que la voz no me tiemble de los nervios.
James cierra los ojos unos segundos. Está pensando demasiado, ¿por qué?
—Estoy sin palabras —admite lo que es obvio—. No me esperaba algo así.
—¿No esperabas que viniera a Estocolmo a dejar las cosas claras?
—No esperaba que vinieras en absoluto —reconoce y se levanta del sofá. Empieza a caminar por su salón mientras se pasa la mano por el pelo—. Mireia, no sé qué decir.
—Me doy cuenta... —apunto y me muerdo el labio inferior. Sus nervios me ponen aún más nerviosa—. ¿Y si empiezas por lo que sientes?
Suspira, me mira y se vuelve a sentar a mi lado, mucho más cerca que antes. Ahora es él el que entrelaza sus manos con las mías.
—No es que no te crea —musita y traga saliva—. Es que no puedo evitar pensar que me estás diciendo esto porque no quieres perderme, que es tu forma de hacerme ver que estamos en el mismo punto.
—Porque lo estamos.
—Tus acciones no lo demostraron —susurra—, ese es uno de los motivos por los que estamos así.
—Entonces deja que te lo demuestre —aseguro y lo miro—. Confía en mí.
—Mireia...
—¿Cuántas veces vas a decir mi nombre? —bromeo para rebajar un poco la tensión del ambiente—. James, te quiero y quiero que sigamos juntos, pero tampoco quiero obligarte ni que te sientas presionado a ello. Si tú lo tienes claro, no pasa nada, lo entiendo y lo acepto.
Me levanto y voy hacia el recibidor donde he dejado la maleta para irme. No puedo hacer más, no puedo cambiar lo que hice y las consecuencias de mis actos.
—Espera. —Me agarra del brazo y me gira para que nuestros rostros se encuentren a muy poca distancia—. Yo... yo quiero seguir contigo —admite y veo cómo sus ojos se desvían unos segundos a mis labios. Es un gesto inconsciente, una costumbre y cuando se da cuenta vuelve a mirarme a los ojos con firmeza—. Pero también tengo miedo.
—¿A qué?
—A que esto no lleve a nada, a que la parte de mí que cree que nos separan demasiadas cosas tenga razón, a que me hagas daño... —Suspira—. A que me dé cuenta de que no soy capaz de olvidar lo que pasó y eso nos separe a la larga.
Asiento de forma leve con la cabeza sin dejar de mirarlo. Yo también me fijo en su boca y en lo que me apetece besarlo después de tantas semanas. Lo hago de forma inconsciente, al igual que él, y ambos nos damos cuenta. ¿A quién queremos engañar? Nos resulta muy difícil ocultar lo que sentimos el uno por el otro.
—Podemos descubrirlo juntos —sugiero con un susurro y acorto un poco más la distancia entre los dos—. Ir dando pequeños pasos para volver al punto en el que estábamos antes de lo que pasó y seguir avanzando.
Sonrío al ver cómo sus ojos se desviven en vano por evitar mirar mis labios. Él quiere besarme al igual que yo, ninguno es ajeno a la tensión que nos rodea.
—Podemos, sí, pero no va a ser fácil.
—Lo sé, pero a ambos nos gustan los retos, ¿no? —comento ya más segura—. ¿James?
—¿Sí, Mireia?
—¿Quieres besarme?
Soy directa y eso le saca una pequeña sonrisa.
—¿Y tú a mí, Mireia? —rebate y la que sonríe soy yo. Sigue contestando mis preguntas con otras, al igual que yo con las suyas.
—Yo sí, me apetece mucho hacerlo.
—¿A qué estás esperando entonces?
—No lo sé, ¿y tú?
—Tampoco lo sé. ¿Quieres que lo haga?
—¿Lo quieres tú?
—Mireia...
Y empiezo a reírme. Lo adoro.
Neguitosa: persona que está inquieta, molesta, que está impaciente por algo.
Antes de nada, decir que que: empieza la cuenta atrás, quedan 3 capítulos. Y no sé si van a ser + epílogo y 3 + epílogo...
¡Cada vez queda menos!
Bueno, ¿os ha gustado el capítulo? Todo un poco desde la perspectiva de Mireia, lo que la lleva un poco a tomar esa decisión, lo que apuesta por estar con James. Oriol haciéndola reflexionar...
James entrando un poco en pánico, siguiendo la estela del principio cuando casi ni sabía hablar, que quieran ambos intentarlo yendo poco a poco, ellos siendo ellos, sin perder lo que les caracteriza...
MIS JAREIA.
Por cierto, mucha gracias por los comentarios, me gusta mucho leer lo que ponéis, me pone feliz :)
Muchos besos, nos leemos el siguiente domingo :)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top