Capítulo Siete


Coger un avión a primera hora de la mañana habiendo salido la noche anterior no ha sido de nuestras mejores ideas.

Según Neus, porque había sido su propuesta, podríamos dormir lo que duraba el trayecto, que eran unas cuatro horas en las que descansaríamos por completo, no en vano volábamos en primera clase.

Para nada había sido así, no se había callado. Me había taladrado la cabeza con todas las razones por las que tendría que enviarle un mensaje a James diciéndole el bar en el que estábamos para que nos volviéramos a ver.

Según ella, no podía dejar pasar una oportunidad así, que por lo que le había contado, porque me había pedido todo tipo y lujo de detalles, habíamos conectado y que eso pasaba muy pocas veces, que tenía que aprovecharlo y acabar con lo que habíamos empezado.

Así había estado toda la noche y creía que después de eso, ya por la mañana, se calmaría un poco. Aunque pensándolo bien, no sé el motivo por el que lo creía; la conozco demasiado bien, Neus no es de ese tipo de personas, no se rinde con facilidad cuando un tema le interesa.

—Sigo pensando que deberías haberle mandado un mensaje —tercia ella al poco de aterrizar en el aeropuerto de Barcelona. Estamos esperando a que nos dejen salir del avión—. ¿Por qué no lo haces ahora? Puedes enviarle un mensaje diciéndole que has llegado bien.

—¿En serio? —me río y niego con la cabeza—. ¿Y le pongo también que he pensado mucho en él?

No es mentira, lo he tenido en la cabeza casi toda la noche, quizá influenciada por las constantes insistencias de Neus.

—Pues es una muy buena opción, ¿por qué no? También podrías decirle que te apetece verle de nuevo, pero que no has podido y...

No sé si ha captado que estoy bromeando, creo que no, está demasiado emocionada ante la posibilidad de que le envíe un mensaje.

Si no he hablado con él es por un motivo muy simple, no he querido hacerlo.

Primero porque no es que me apetezca, no por nada en concreto, James me parece un hombre muy interesante a la par que atractivo, no se pude negar lo evidente, es solo que no considero que podamos volver a coincidir nunca más y no quiero perder el tiempo. Odio hacerlo.

Además, en el caso que decida no borrar su número, que aún estoy pensándolo, si le hablo tan rápido, ¿qué gracia tendría la situación? Perdería el poder que tengo y eso no me gusta, adoro tener el control de cada aspecto de mi vida.

—Neus, no —la freno porque ha seguido sugiriendo cosas que podría escribirle—. No voy a mandarle nada, no me interesa.

—Y yo sigo sin entenderlo. —Me mira con una ceja alzada, pidiéndome que se lo explique—. Hay veces que no te entiendo por mucho que lo intento, y mira que son mucho años a tu lado, ¿qué pegas tiene James? Dime alguna y que sea coherente.

—Para empezar, vive en Estocolmo —enumero muy seria—. Lo que hace que la probabilidad de que nos volvamos a ver sea prácticamente nula.

—Pero no imposible —rebate. No podemos seguir hablando ya que nos tenemos que levantar, coger nuestras maletas y salir del avión—. Sabes tan bien como yo que el dinero no es un problema y hay muchos vuelos para hacer escapadas rápidas, si no viene él podrías ir tú...

—Parece que estés planeando ya mi vida como si fuéramos a tener algo —puntualizo y veo que resopla, desviando sus ojos marrón verdoso hacia otra dirección—. Neus, no hay para tanto.

—Confía en mí, sí lo hay. Además, no me has dado ninguna razón que me convenza.

—¿Que viva en otro país no te parece motivo suficiente?

—No —murmura con mucha sinceridad, para ella no es un problema y se nota—. Eres tan cabezota cuando quieres...

—No es ser cabezota —niego de inmediato—. Es ser realista.

—Mireia, echar un polvo con un tío bueno no es cuestión de ser realista o no, es cuestión de ser práctica. —Quiero interrumpirla, pero no me deja—. Podrías haberte alegrado y relajado mucho. ¿Qué tiene de malo? Nada.

—¿Relajado?

—¿No empezarás a decirme algo de las hormonas y esas cosas? —Tiene su punto de razón, sé todos los procesos que se generan y lo que provocan en el cuerpo—. Además, que estoy muy muy convencida de que hubieras disfrutado.

—¿Y eso lo sabes por...?

—Déjalo como una intuición femenina.

—¿Intuición femenina? —me río y niego con la cabeza—. Ahora me dirás que tiene cara de empotrador o algo así.

Ella asiente y no sigo con eso porque sé que no va a servir de nada, Neus seguirá en su bucle, lo que hace que ella empiece a reír y juntas buscamos a mi hermano, que es el que viene a por nosotras.

Lo habíamos acordado antes de que me marchase y él había accedido, no dejaba de ser domingo y no tiene turno en el hospital.

Pauet, ¿cómo estamos?

—No tan bien como vosotras por lo que veo, estáis muy sonrientes —señala y nos saluda con un abrazo a ambas—. ¿Ha ido bien la escapada de celebración? Diría que sí, tenéis aspecto de cansadas.

—Si te contase... —Neus le guiña un ojo con total complicidad—. Aunque la que tiene más novedades es Mireia. Tu hermana es una auténtica rompecorazones.

—¿Ah sí? —Pau me mira fijamente con esa sonrisa pícara que le caracteriza—. ¿Algún nórdico guapo?

—Nórdico, lo que se dice nórdico, no es —responde por mí Neus y aprieta los labios, reprimiendo lo que está pensando—. Es norteamericano.

Ya no me sorprende que se alíen en mi contra, lo llevan haciendo desde que tengo memoria. Cuando era más pequeña me molestaba, odiaba que lo hicieran y me sentía totalmente la tercera rueda cuando estábamos los tres. Ya en la adolescencia llegué a pensar en más de una ocasión que acabarían liándose, que era la típica historia en la que la mejor amiga acababa con el hermano de la otra, sobre todo con la gran complicidad que demostraban.

No ocurrió nunca, con los años afianzaron su amistad y tenían un pasatiempo en común: meterse conmigo y chincharme.

—¿Un norteamericano en Estocolmo? —Pau sigue centrándose en mí, mirándome con los ojos azules que ha heredado de nuestro padre—. ¿Cómo se llama? ¿A qué se dedica?

Estas preguntas son más para seguir incordiándome que porque las piense realmente y lo asesino con la mirada.

—¿Vas a interrogarme? —gruño y no le dejo que me ayude con mi maleta—. Yo no te pregunto nada de tu vida privada.

—Mi vida privada desde que me casé es muy aburrida y lo sabes —bromea e insiste para llevarme el equipaje, así que le dejo, mejor no ir cargada y aprovecharme de mi hermano mayor—. Va, Mireia, no te enfades conmigo, sabes que no puedes hacerlo. Solo me preocupo por ti.

—Si no te lo cuenta ella, lo hago yo —vuelve a decir Neus—. Porque es muy interesante.

No me molestaría que Pau se enterase de lo que ha pasado, no tenemos muchos secretos, estamos muy unidos, no por nada tengo una foto con él de fondo de pantalla de mi móvil. Es uno de mis mayores apoyos, de las primeras personas que ha sabido cuando he tenido problemas o cuando Oriol y yo rompimos, así que se lo contaría eventualmente, pero porque yo quería, no porque Neus me obliga a hacerlo.

—Tampoco es tan interesante —le resto importancia—. No exageres, Neus.

—Sí lo es. —Pone los ojos en blanco un momento—. A ver, conoces a tu hermana, sabes que no está muy puesta en el mundo en general, si le sacas de la medicina ella está tan perdida...

—Neus, no sigas por ahí —le pido con la mirada que se calle—. ¿Cómo está todo por el hospital? —cambio de tema por completo y voy directa hacia la puerta del copiloto una vez que estamos delante del coche.

—Siempre tan preocupada por el trabajo... —Pau suspira y se coloca bien el cabello, de un color castaño claro parecido al mío, al mirarse en el espejo interior del coche, es un presumido—. No hay ningún caso de los que te gustan, no te preocupes. No obstante...

Empezamos a hablar y no puedo evitar preguntar varias cosas que me vienen a la cabeza, pacientes que tenía antes de coger estas pequeñas vacaciones, su estado, si siguen en el hospital y lo que se me pasa por la cabeza, haciendo que Neus resople varias veces al no entender nada.

No me sorprende cuando después de dejar a mi amiga delante de su edificio en la misma Diagonal, Pau busca sitio para aparcar en mi calle para subir conmigo a mi edificio.

—¿Algo que quieras contarme? —le pregunto después de haber entrado a mi ático, uno que no me hubiera podido permitirme si no fuera por el aval de mis padres y la generosa entrada que habían puesto—. Porque que me acompañes hasta la puerta es raro, y más cuando no voy cargada, es solo una maleta de cabina.

—¿No me vas a ofrecer nada para beber?

—Sabes de sobra el lugar en el que están los vasos y la nevera sigue en el mismo sitio, no se ha movido. De hecho estaría preocupada si le hubiesen salido patas en mi ausencia. —Me saco los zapatos y voy directa a mi habitación para deshacer la maleta mientras me hago una coleta alta—. Pau, ¿pasa algo? —pregunto al ver que no se ha quejado al ver que no tengo cerveza.

—¿Tú no vas a contarme lo de ese norteamericano? —rebate y viene a mi habitación—. Deja la maleta, si total, la ropa ya está arrugada, se nota que la hiciste bastante rápido.

—Al menos debería poner la ropa a lavar. —No niego lo evidente, la mayoría de mi ropa está más que arrugada por las prisas para ir al aeropuerto. La última noche en Estocolmo se nos había ido un poco de las manos a Neus y a mí y no habíamos controlado bien la hora—. Así no me preocupo ni tengo que pedirle a nadie que lo haga por mí.

No puedo quejarme tampoco en este aspecto, mis padres sabiendo lo ajetreada que es mi vida laboral le hicieron también un contrato a la misma mujer que ayudaba en su casa para que viniera a mi piso, eso sí, le pago yo, no quiero que me ayuden más económicamente de lo que ya han hecho.

—¿Qué quieres, Pau? —Me giro para mirarlo mejor a los ojos, está ocultando algo—. Mi plan es ponerme a ver alguna serie y descansar, sobre todo dormir, que no lo he hecho esta noche. No quiero que me incordies.

—Cuéntame más de ese chico, va, no seas misteriosa —insiste y se sienta en la cama—. ¿Tienes su número? Porque si es así podemos mandarle un mensaje juntos, puedo ayudarte y poner mi experiencia masculina.

—¿Te has aliado con Neus? Ella ha preguntado lo mismo. Y sí, lo tengo.

—Pero no vas a hablarle, no aún, no te gustan las cosas fáciles. —Asiente dándolo por hecho y sonríe, sabe que tiene razón—. Quiero ver su fotografía de whatsapp, prometo que no le voy a enviar un mensaje ni nada parecido. —No sé ni por qué lo intenta, no se lo voy a enseñar—. Si no te fías podemos hacer lo que hacíamos de niños, recuerdo muy bien que me obligabas a hacer pinky promise.

—Búscalo en google —sugiero y me siento a su lado en la cama—. Te saldrán varias imágenes.

—¿Te has liado con un famoso? —se burla de mí y acaba por tumbarse en la cama con total confianza—. Qué buen colchón tienes, Mireia.

—No me he liado con él —niego y hago lo mismo, me tumbo a su lado, como cuando éramos pequeños y nos pasábamos horas así, contándonos nuestros secretos—. Pero es conocido, por eso Neus se reía tanto antes.

—¿Crees que lo reconoceré con el nombre? —Me saco el móvil del bolsillo y googleo para enseñarle la foto—. Es este.

—Pues no me suena, ¿debería? —se mofa y me quita el teléfono de la mano—. Eres mucho más guapa que él. No hay ni punto de comparación.

—Mi hermano mayor subiéndome la moral desde que tengo memoria. —Giro la cabeza para examinarlo, sé que está alargando la conversación y centrándola en mí de forma voluntaria—. ¿Qué te pasa, Pau?

—He tenido una discusión con Ona—empieza y aprieta los labios—. Y no me la esperaba.

—¿Por qué ha sido?

—Quiero ser padre, tener hijos... —Suspira como si le costase hablar—. Y ella no quiere, o no por el momento. —Se incorpora de repente y bufa, molesto—. Creía que estábamos en el mismo punto, que también los quería, es lo que siempre habíamos hablado, pero...

—¿Pero?

Antes de valorar lo que está diciendo, quiero escuchar todo su punto de vista.

—Dice que su carrera es más importante ahora mismo, que podemos esperar unos años más, que no hay prisa, pero mírame, ya empiezo a tener canas.

Cuando se pone en modo dramas no lo aguanto. Me está sonando como un niño pequeño con una pataleta por nada.

—Pau, ¿no crees que estás siendo un poco injusto? —Me levanto para poder mirarlo desde arriba, es más alto que yo y quiero que le quede claro lo que voy a decir—. Sí, me apetece ser tía, me gustan mucho los niños, pero es algo que tenéis que decidir los dos, no solo tú.

—Llevamos casados ya tiempo, ¿no sería lo normal querer formar una familia? —pregunta, derrotado.

—No —niego de inmediato—. Hay muchas parejas que no quieren tener hijos, ni que fuese una obligación. Además, que Ona tiene mi edad, es normal que no quiera tenerlos por el momento.

—Tú también te vas haciendo mayor, Mireia —se burla de mí—. Aunque no tienes nada de instinto maternal, no vas a entender mi postura.

—En esto pienso como Ona, y estoy de su lado, lo siento. —Frunzo el ceño, no sé el motivo por el que me he disculpado, no pienso así—. No, no lo siento, no me voy a disculpar porque estás siendo un idiota. Si ella no quiere tener ahora hijos, te aguantas y esperas sin quejarte, apoyando su decisión porque no eres infantil y quieres a tu mujer. Eres un hombre adulto y eres un Folch, así que te vas a comportar como tal.

Mis palabras parecen hacerle reaccionar, entendiendo lo que he querido decir

Pau no es tonto, o quiero creer que no lo es, solo es idiota cuando le dan sus venazos y alguien tiene que recordárselo.

—Cierto, si papá me escucha me daría una de sus charlas en las que realza la importancia de nuestro apellido—asegura y tuerce un poco los labios—. Eso siempre me ha parecido un poco raro, ¿a ti no?

—Papá es así.

—Así que tengo que aguantarme, ¿no? —Le doy un pequeño golpe para confirmar mi respuesta—. Dame tú sobrinos, ¿no crees que es un buen plan? —Empieza a reírse a carcajada limpia—. Tú tienes menos instinto maternal que un ladrillo, no sé para qué lo digo.

—¿Y eso es un problema?

—No, solo remarco lo obvio. Tienes las cosas muy claras y nunca tomarás una decisión que no quieras. —Se levanta y saca las llaves de su coche y se las pasa de una mano a otra—. Así que tu opinión es que soy un idiota.

—Un completo idiota. Y sí lo tienes claro, au , fuera de mi casa, quiero dormir. Vete y cómprale unas flores a Ona para disculparte por ser un auténtico tros de quòniam. Hasta mañana.

—Hasta mañana, Mireia.


•❥❥❥•


Volver a la rutina, al contrario de lo que le ocurre a muchas personas, no me estresa, todo lo contrario, me alivia. Me gusta mucho mi trabajo, es más, me encanta, adoro la forma en la que me siento, la adrenalina, el no parar en ningún momento, la sensación de estar ayudando a los demás...

Los días se me pasan casi sin darme cuenta, hago varias guardias, de forma voluntaria porque necesito sentirme útil, y no tengo tiempo de pensar en nada más que no sea en cómo voy a tratar al siguiente paciente.

Aunque si soy sincera, en los pocos momentos libres que he tenido mi mente me ha traicionado y he pensado en James.

O mejor dicho.

En los ojos de James y la forma en la que me había atrapado sin darse cuenta.

Si no me gustase tener siempre el control de la situación, le hubiese hablado mucho antes, me había parecido un hombre muy interesante. Pero eso no quita la realidad, quizá por ello no le hablo, cuando tenía intención de hacerlo, al menos una conversación casual, para cerrar lo que sea que se creó entre nosotros.

—Tu padre te busca. —Oriol se sienta a mi lado con un informe en la mano—. Dice que es bastante urgente.

—¿Eres su secretario? —me burlo y me saco las gafas que llevo hoy para mirar la pantalla del ordenador—. ¿Así es cómo te han hecho contrato fijo?

—Muy graciosa, Mireia, pero parece urgente.

—Para mi padre todo lo es. —Cierro la sesión que tengo iniciada y me levanto para ir a su despacho—. ¿También eres escolta?

Oriol se ríe y niega con la cabeza, acostumbrado a mi forma de ser.

—¿Quedamos para cenar esta noche? —sugiere como si nada—. He mirado el horario y no tienes guardia.

Sé que no hay ninguna doble intención, tampoco me resulta extraño.

—Me parece perfecto. —Asiento y espero al ascensor—. Donde siempre, ¿no?

—Sí, así me cuentas qué quiere tu padre. —Se gira para mirarme cara a cara—. Nos vemos luego.

El despacho de mi padre está en una de las últimas plantas del hospital, con una vista más que privilegiada que da la altura y la zona de la ciudad en la que estamos.

Por educación llamo a la puerta y espero a que me dé permiso para entrar.

—¿Qué querías, papá? —pregunto con total confianza—. ¿Alguna operación o colaboración con otro hospital?

Desde hacía un par de años, él había dejado apartada más la parte médica para centrarse en la administrativa, no dejaba de ser uno de los miembros de la junta directiva. Eso no quita que alguna vez cogiera algún caso que le llama la atención para no perder el toque como dice él.

—No, nada de eso.

—¿Entonces?

—Han llamado preguntando por ti —comenta y centra toda su atención en mí—. ¿Qué hicisteis en Estocolmo Neus y tú?

—Nada fuera de lo normal, ¿por qué?

—Ha sido una llamada curiosa, cariño. —Sonríe como si le hiciera gracia la situación—. Quieren darte una especie de condecoración por salvarle la vida al futuro príncipe del país. ¿Eso para ti no es nada fuera de lo normal?

Cierro los ojos y me paso la mano por la frente, ¿en serio? Me parece totalmente innecesario, solo había hecho mi trabajo.

—Solo ayudé a una persona que se estaba ahogando, no sé por qué le dan tantas vueltas...

—Es una muy buena publicidad para el hospital, ¿no te das cuenta? No dejamos de ser una entidad privada, muchos inversores internacionales podrían verse interesados...

Eso es cierto, y a cuanto más dinero, se puede invertir en mejores máquinas para hacer procedimientos y seguir estando en la vanguardia de la medicina.

No es una mala opción ni mucho menos. No es que tuviese pensado lucrarme de algún modo con lo que hice, no era mi intención ni mucho menos, pero ya que ha surgido esta oportunidad no voy a desaprovecharla, no cuando nos puede dar muchos beneficios al hospital.

—Quieres que acepte la condecoración. —Doy por hecho—. ¿Y quién la da?

—Me han dado un correo para que te pongas en contacto con ellos, no sé mucho más, preguntar en exceso es de mala educación —se explica—. Solo que quieren premiar tu acto ya que el futuro príncipe es alguien muy importante en el país.

Me da la ligera sensación de que esto no es casualidad, que lo de la posible condecoración es una forma de llamar mi atención.

Había hablado poco con James, pero sé que no ha sido su idea, no le pega, no me había dado la impresión de que sea una persona impulsiva ni de locuras de este tipo.

—Bien, lo haré —asumo con facilidad—. Y hablaré con Neus para que se ponga en contacto con amigos suyos de la carrera para que se redacte un artículo de prensa y que salga tanto en medios nacionales como internacionales.

—Perfecto, quiero que me informes de todo, puedo hablar también con lo periodistas que suelen cubrir noticias de este hospital.

Hablamos un poco más y cuando salgo de su despacho, saco el móvil y abro la conversación vacía con James.

Supongo que ya no puedo esperar más tiempo.

Y eso me gusta, no voy a negarlo.




AU: Expresión catalana.

⁹ TROS DE QUONIÀM: Insulto en catalán, viene a ser como un idiota, imbécil o tonto.


¡Han pasado 84 años!

Sí, lo siento, pero he tenido problemas de inspiraciones con esta novela y con toda la cuarentena se me ha hecho bastante difícil encontrarla.

Y bueno, se ha conocido un poco más el entorno de Mireia, que también es importante (no odiéis a Oriol, Oriol es buena gente yo solo aviso haha).

En el siguiente hablarán ya más James-Mireia y sé que os va a encantar, porque ya lo tengo planeado y jejejeje.

Espero subir antes, lo intentaré, pero no prometo nada.

Muchos besos y espero que estéis todas/todos bien y sanos, al igual que vuestras familias.


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