Capítulo 8: Parte 1

Parte 1

Las luces de la ciudad se extendían ante mí, cargadas de promesas. La noche resultaba agradable, perfecta para salir a distraerse, debía reconocerlo. Mientras enfilaba en dirección al bar, repasé mentalmente la conversación con Samuel. Mi amigo tenía razón, necesitaba distraerme, dejar de pensar en Mayra, pero sobre todo, necesitaba parar de hacerme daño, revisando constantemente sus fotos y lo que publicaba en sus redes sociales, con la vaga esperanza de encontrar algún mensaje oculto, una señal, algo, que me indicará lo que tenía que hacer.

Era consciente de que ese comportamiento no me hacia bien, no era saludable en absoluto, pero no lo podía evitar. Especialmente el último tiempo, se hizo insostenible la situación. Dentro de mí comenzó a germinarse la semilla de la duda. Mi cabeza se atestó de preguntas sin respuestas y los fantasmas que hábilmente había dejado en el pasado, comenzaron a visitarme con mayor frecuencia, pero en su mayoría, me fui llenando de un mar de sospechas. Las fotos que subía Mayra con sus nuevos amigos, junto con sus publicaciones en Facebook debían significar algo. Su repentino cambio en su comportamiento, su alejamiento, no habían sido producto de la casualidad. Pequeños detalles que me llevaban a pensar en que debía de haber alguien más; una tercera persona. 'Mayra debía estar con alguien y esa persona era la responsable del descalabro en mi relación, y también en mi vida. Sí, eso debía ser. 

Era una teoría que no estaba mal. Aunque me costara reconocerlo, tenía bastante asidero, pero la dura realidad se hacía cada vez más patente y presentía que pronto lo vería con mis propios ojos.

Si bien era cierto que no teníamos un pacto de confidencialidad ni un acuerdo tácito firmado de contarnos todo lo que nos sucedía. Nuestra relación se había forjado sobre los cimientos de la confianza y el respeto mutuo. ¿No se supone que así debería ser toda relación? Una decisión libre y desinteresada de querer estar junto a otra persona. Querer pasar todo el tiempo, que fuese posible, juntos, compartir hasta el último detalle, incluso los más insignificantes, como escuchar sí había amanecido con sueño o no, sí había alcanzado a desayunar, aún cuando eres consciente de que no le alcanza el tiempo en la mañana, entre tantas cosas que debe hacer, para terminar su café y tostadas. Alegrarte cuando te cuenta que su día va de maravillas y que cuando comparte contigo sus éxitos y logros en la universidad, el trabajo o en cualquier ámbito en el que se desenvuelva, te das cuenta de que, también, forman parte de tu vida. Y te sientes bien, sí, te sientes jodidamente bien por ello. Para mí, todo eso y más, formaba parte de tener una relación y querer estar con alguien. Contarle tus anécdotas a esa persona, porque sabes que te escuchara, incluso cuando no le parezcan tan graciosas, y diga cosas como: 'Que fome el chiste, Landon', o ¡Pero, Landon, qué desagradable! Sabes que reirá, de todas formas, con tus tonterías porque esas cosas te sucedieron a ti, y esa persona te presta toda su atención, te regala lo más preciado que un ser humano puede regalarle a otro; su tiempo. Y por mucho que tus anécdotas sean aburridas o fomes, como diría esa persona que te quiere, finalmente, te sucedieron a ti, y tú, a esa persona le importas.

Sí, yo decidí ser un libro abierto con Mayra y contarle todo. Incluso en una ocasión le revelé las claves de mi correo electrónico y redes sociales, con la intención de que ella pudiera acceder a la información sobre el proyecto que estábamos realizando para pedir fondos para grabar un disco para la banda, cuando yo no podía hacerlo por estar en clases. No escondía nada, por lo que, para mí no suponía un problema hacer eso. Había sido mi decisión, mi elección. ¿Esperaba lo mismo de su parte? Sí. Ella sabía muy bien cuán importante eran para mí valores como la honestidad y sinceridad. Cosas sencillas que termine comprendiendo que eran verdaderos milagros. Valores que ella, también, decía suscribir y eso me hacía suponer que me lo habría contado. ¿Estás realmente seguro?, escuché decir una voz dentro de mi cabeza. ¿Estás realmente seguro de ello, Landon? ¿Qué te hace pensar que Mayra haría lo mismo que tú?  Pero, ¿y si había preferido callar y guardarse el secreto? ¿Por qué tendría que habérmelo contado todo de ser verdad?

Mientras más urdía posibles respuestas para tratar de justificar el comportamiento de Mayra, más me internaba en lugares oscuros y desconocidos dentro de mi cabeza. Era fácil hundirse en la tristeza y dejarse arrastrar por la pena. Cuando se está inmerso en una dinámica de constantes episodios de bajas de ánimo, es fácil recaer y muy difícil volver a reponerse, por mucho que quieras hacerlo, a veces, simplemente, no te logras levantar.

–¡Oye, flaco! ¿Tienes fuego? –preguntó un hombre, sobre los cuarenta años, que vestía unos jeans desgastados y una chaqueta de mezclilla.

Me tomó un momento volver de mi ensimismamiento. Cuando fui consciente de ello, me di cuenta que ya había llegado al bar.

El hombre, visiblemente ebrio y desencajado, llevaba una barba de hace varios días, acababa de sacar una cajetilla de cigarrillos corriente, desde uno de sus bolsillos de la chaqueta, y se colocó uno entre los labios.

–Bueno, flaquito, y... ¿Tienes o no tienes fuego? No me hagas perder el tiempo, cabro chico –insistió el hombre, tambaleándose peligrosamente.

Me quedé mirando al tipo un momento. ¿Quién se creía que era para hablarme así?

Negué con mi cabeza, finalmente.

El sujeto pareció decepcionarse, no me importó. Luego, se dio media vuelta y se acercó a una pareja, que se encontraba a unos metros más allá, para conseguir encender su cigarrillo.

Fuera del bar, a ambos lados de la calle, había una veintena de autos estacionados. Supuse que al interior habría aún más gente. Miré la hora en mi celular, eran pasadas las once de la noche. Al ingresar, me detuve un momento en la entrada del bar y esperé a que mis ojos se acostumbraran a la tenue luz del interior. Observé que la barra se encontraba repleta de sedientas personas que acechaban al barman para que éste los complaciera dándole esos tragos que tanto deseaban. Pensé en pedir algo y darme un tiempo para estudiar el lugar, pero decidí hacerlo una vez que encontrara a Samuel.

Observé que todas las mesas del local estaban ocupadas, y los asistentes que no tenían una, permanecían de pie, repartidos por lo largo y ancho del lugar, lo que hacía difícil la tarea de desplazarse por el colmado bar.

El alcohol y la noche soltaban la lengua a la gente. Todo era un gran murmullo de conversaciones. El estruendo resultaba, en ocasiones, ensordecedor, tanto que mis pensamientos se solapaban y lo único que sentía era el murmullo constante, de voces, risas y exaltaciones que se entremezclaban las unas con las otras, de personas que disfrutaban de un trago, olvidándose de sus rutinas laborales, ajetreadas vidas y problemas cotidianos, un sábado por la noche. En medio de todo ese barullo, alguien echó una moneda en el tocadiscos, ubicado en una de las esquinas del bar, y hubo un poco de música. En seguida, se dejaron escuchar los primeros acordes de la canción. Al otro extremo del bar, un grupo de amigos, reconocieron la melodía y, de inmediato, soltaron algunos vítores y aplausos. Mientras el sujeto, que había seleccionado la canción, regresaba a su mesa revisando su celular, en medio de la penumbra, noté una incómoda punzada en el estomago, la canción me resultaba familiar, pero ¿por qué? Traté de recordar donde la había escuchado antes, pero me costó trabajo hacerlo. Entonces, escuché la letra, y lo recordé, claro como el agua. No me quedaba duda alguna donde la había escuchado y con quien.

A principios de enero, en pleno proceso de ensayos con la banda para la presentación que realizaríamos en marzo (la cual, finalmente, no se concretó), Mayra llegó con la idea de incluir una nueva canción; otro cover, a la lista de canciones que habíamos seleccionado tocar ese día. La lista estaba compuesta de siete canciones propias y tres covers (The Show de Lenka, Cough Syrup de Young the Giant y Can't help falling in love de Elvis Presley). Las últimas habían generado diversas discusiones, entre los integrantes de la banda, ya que, no era sencillo generar consenso para escogerlos, tenían que ser del gusto de todos. Si bien era cierto que al comienzo de la banda tocábamos covers, finalmente, decidimos que el proyecto se enfocaría en la creación de nuestras propias canciones, por lo que, nos centramos en escribir nuestras canciones. Fue así como logramos componer un número, no despreciable, de 7 canciones en un par de meses.

Mayra sabía lo que pensaba al respecto de tocar covers, no me gustaba, y si, habíamos incluido tres, esa vez, fue solamente para poder realizar un show de diez canciones e incluyendo dos canciones que ella interpretaría en ukelele. Pero Mayra insistió en agregar una nueva canción. Ante su insistencia, le pregunté, sólo por curiosidad, que canción deseaba tanto cantar. Me llamaba la atención su insistencia y tan repentino interés en tocar una nueva canción. Entonces, Mayra tomó su celular, buscó un video en Youtube y reprodujó 'Never tear us apart' de la banda INXS para que nosotros la escucháramos. Me sorprendió su elección, siendo honesto, debía reconocerlo. En todo el tiempo que estuvimos juntos nunca mencionó que le gustara esa canción, ni mucho menos esa banda. Mayra tenía otros gustos musicales. Le gustaba la música más tranquila (por decirlo de alguna manera), su banda favorita era The Fray. No sé lo que fue, una intuición, una corazonada, o qué, pero recuerdo que algo en su proposición no me cuadró y me negué a tocar la canción. Mayra se molestó ante mi negativa, pero no me importó porque sabía que esa idea no era gratuita, no era una casualidad. Había algo en ello que no estaba bien, lo sabía. Quizás todo se debía a las constantes peleas y discusiones que en ese tiempo comenzamos a tener por sus nuevos amigos de trabajo en el aeropuerto.

Los días que transcurrieron a ese episodio, recuerdo que como banda continuaron los preparativos del show; entre ensayos y reuniones, nos dimos un tiempo para lanzar el evento a través de Facebook. Invitamos la mayor cantidad de personas posibles. Entre todos los integrantes de la banda quedamos de acuerdo en invitar a todos nuestros amigos y conocidos. Revisaba periódicamente la cantidad de personas que aceptaba la invitación y confirmaban su asistencia al evento. Con cada persona nueva en el evento, se incrementaba nuestra emoción y ansiedad por qué llegara luego el día del show. Un día me pregunté si Mayra habría invitado a sus amigos del aeropuerto al evento, por lo que busque el nombre de todas las personas que habían confirmado su presencia y quienes habían sido invitados, quería corroborarlo. Debía saber a qué atenerme ese día. Para mi sorpresa de las tres personas que tenía certeza eran sus amigos, por las imágenes y publicaciones que compartían, solo dos habían sido invitadas y habían confirmado su asistencia. ¿Y el tercero? Busqué una foto de Mayra donde aparecieran todos juntos, pero no la encontré.

Entonces cliqué en su lista de amigos y escribí el nombre de Gabriel, que tanto había escuchado durante ese verano, en la casilla de búsqueda. Aparecieron cinco personas. Dos hombres mayores y una mujer extranjera que se llamaban así. Un niño chico y un hombre más joven. Le di clic a éste último. Para mi mala fortuna, su perfil de Facebook, en modo privado, no mostraba publicaciones recientes o información alguna de él. Sin embargo, en la sección de fotografías, se podían ver algunas fotos de portada de su perfil. Dudé un segundo en si estaba bien o no ver esas fotos, después de todo no era mi amigo, pero cuando uno está intranquilo y tiene sospechas de que algo está pasando en su relación, no toma en cuenta esas cosas, hice caso omiso de ello. Revisé las fotografías, sintiéndome un maldito celoso para mis adentros por hacerlo, pero incapaz de detenerme. Repasé las imágenes, intentando encontrar una pista o prueba que corroboraran mis sospechas. Hice clic una y otra vez. Comencé a revisar sus imágenes para saber quién era y que cosas hacia. Encontré un par de imágenes de él en la playa, unas imágenes de películas que no conocía, su equipo de fútbol favorito y, justo cuando estaba a punto de cerrar el portátil, me detuve. Mi corazón dio un brinco al ver la publicación. Allí estaba colgada hacia un mes. La letra del coro de la canción 'Never Tear us Apart'. Recuerdo haber apretado el puño con fuerza, y darle un golpe al escritorio, sintiéndome un completo idiota.



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