Capítulo 8: Seductora gatita, Parte I


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Capítulo 8: Seductora gatita, Parte I

Eros Dunkel

Ella abrió la puerta, llevaba una máscara negra que cubría la mitad de su rostro, sus ojos verdes como la esmeralda sobresaliendo de una forma brillante y deslumbrante, sus carnosos labios pintados en rojo escarlata llamándome a devorarlos, seduciéndome en esa sonrisa dulce y la vez provocativa. Llevaba solo unas bragas negras que marcaba la perfecta "v" del medio de sus piernas, sus caderas curvadas yendo por esa estrecha cintura y unas cintas en forma de "X" sobre sus pezones en sus redondos pechos, su tacones altos, moldeando toda su esbelta y deliciosa figura. Sentía que se me había tensado la parte delantera de mi pantalón solo de verla, me aguanté de los antebrazos del sofá observándola ir hacia el tubo frente a mí en la tenue luz oscura rojiza de la habitación.

—¿Qué haces en mi habitación vestida así? —dije percibiendo mi voz ronca.

Ella dio una vuelta en el tubo y agitó su largo cabello para seguidamente alzar sus brazos y aguantarse del tubo detrás de su cabeza, descendiendo lentamente mientras se abría de piernas con completa sensualidad, su mirada fija en la mía; retándome.

—¿Cómo luzco, príncipe Dunkel? —preguntó Eva con esa voz dulce y sensual como cuando sus labios pronunciaron la palabra "príncipe Dunkel" en la biblioteca, esta vez no parecía tímida ni cohibida.

Parecía osada.

—Como una gatita —respondí acomodándome en el sofá mientras llevaba una mano por encima de mi cremallera de mi pantalón sintiendo que mi tensa polla iba a traspasar la tela—. Una seductora gatita.

Ella pareció complacida de mi respuesta y soltándose del tubo puso sus manos contra el piso al igual que sus rodillas y gateó hacia mí lentamente, como una dulce gatita, sus hombros balanceándose al igual que sus caderas mientras se acercaba con la mirada fija en la mía. Cuando estuvo frente a mis piernas pasó sus manos por ellas subiendo lentamente hasta mis caderas, tocando el arma que guardaba a un lateral de mi cinturón.

—¿Qué es esto? —preguntó ligeramente confusa.

—Es mi arma. —respondí, inclinó la cabeza a un lado y preguntó:

—¿Para que sirve?

Relamí mis labios estirando una de las comisura de mis bocas en una sonrisa arrogante.

—Para matar a quien se me antoje —susurré—, gatita.

Eva pareció complacida con mi respuesta y apartando la mano que tenía sobre mi bragueta ella tocó la parte delantera de mi pantalón con completo descaro donde mi polla reaccionaba cada vez más dura; clamando que la liberara.

—¿Y esto? —preguntó ella mordiendo su labio inferior mientras pasaba la mano de arriba a abajo en una caricia tormentosa.

—Mi otra arma.

—¿Y para que sirve?

Amplié mi sonrisa y respondí:

—Para matarte a ti de deleite, gatita.

Su sonrisa se amplió y se levantó colocando una pierna a cada lado de mis caderas sentándose directamente sobre la dureza de mi bragueta, sus pechos semidesnudos pegándose al mío y se acercó para besarme, sus labios rojos marcando mi boca, la tomé por la nuca y cuando estaba por meterle la lengua escuché un sonido que me hizo sobresaltarme.

Abrí los ojos y llevé una mano a mi boca como si me pudiera quitar las manchas de su labial rojo alrededor de mis labios, pero luego desperté completamente, comprendiendo que era un maldito sueño.

Me quité la sábana de encima sintiéndome ligeramente sudoroso, la enorme erección sobresaliendo dura contra mis bóxer. Esa gatita me había dejado una erección mañanera de las que dolían.

Escuché otra vez el sonido de un seco golpe, uno tras otro, estaba seguro de que eran disparos fuera del castillo, maldita sea. Vi la hora; 6 de la mañana, demasiado temprano para esta mierda.

Me bañé con agua fría para bajar la dura erección que no quería disiparse, pero el recuerdo de sus pechos en mi cara con esa máscara negra como la que tenía en la pasarela y ahora ese sueño húmedo se repetía una y otra vez en mi mente. Primero en la biblioteca; me alejaba, asegurando que nada pasaría y luego mientras dormía, joder, hasta en mis sueños, esa mujer lograba dejarme con las ganas de tenerla otra vez.

Si el polvo hubiera sido malo ya hubiera pasado de ella, pero desgraciadamente no fue así, fue bueno, tanto que dejé que durmiera conmigo y no la eché como hubiera hecho en un caso normal, ¿tal vez era el pensamiento de que ella prometió no volver a estar conmigo que me volvía más obsesivo? Usualmente eran las mujeres que venían detrás de mí pidiendo más, no al revés.

Me coloqué lo primero que vi, una franela y unos jeans, salí de la habitación y bajé las escaleras directo a la salida a ver lo que estaba ocurriendo, sin embargo uno de los guardias me prohibió la salida.

—Príncipe Eros, la orden es que se quede adentro de la casa por seguridad.

Los rebeldes eran inestables eso lo sabía, podía irse por unos minutos y luego volver a nuestros muros para intentar entrar.

—¿La situación está controlada? —pregunté.

—Sí, señor.

Ya no se escuchan más disparos, al menos. Iba a darme media vuelta cuando otro guardia se acercó diciendo:

—Señor, el rey Roman Dunkel lo ha llamado a su alcoba.

Ah, maldita sea.

La peor manera de iniciar el día era yendo con mi bisabuelo.

—Ahora qué quiere —susurré entre dientes subiendo las escaleras hacia su habitación, saludé a los guardias y ellos me permitieron la entrada, apenas entré a la habitación percibí olor a cenizas del puro.

Mi bisabuelo estaba sentado a un lado de la ventana, mientras aspiraba del puro, su rostro completamente arrugado demostrando los huecos de su rostro casi esquelético con la corona roja de detalles de oro incrustados sobre su cabeza, su mirada perdida en la ventana cuando soltó el humo y con sus dedos llenos de anillos de oro y diamante quitó el residuo sobre el cenicero, su ceño fruncido y contrariado; toda la vida siempre le vi esa mueca, pero se le acentuó más a partir de los años; tenía 98 años para ser exacto, me sorprendía que aún fuera capaz de caminar o de pensar con claridad y lógica.

—¿Querías verme? —pregunté acercándome a la ventana junto a él.

—¿Quieres fumar? —preguntó.

—No, aún es muy temprano —respondí, demasiado temprano, aún no estaba lo suficientemente estresado como para fumar.

—¿Qué pasó con la último cargamento a América? —preguntó aún con la mirada fija en la ventana.

Debí suponer que quería hablar de eso. Uno de los encargados de máxima confianza había desviado tres cargamentos importantes y creyó que se saldría con la suya, pero logramos interceptarlos, a él y a los traidores, nadie nos vería la cara de estúpidos.

—Lo recuperé —respondí.

—¿Y el traidor? —preguntó.

—Está en la prisión —me limité a decir.

Él no pareció contento aspirando un poco más de su puro y soltó el humo por un costado de su boca.

—¿Por qué mierdas sigue vivo? —preguntó y finalmente me miró— No seas inútil, si traiciona debes matarlo sin piedad, es la ley.

—No tengo piedad.

—Federico se hizo cargo del último traidor —murmuró—, puedo ver más potencial en él que en ti para esto.

Apreté la quijada, sabía que lo decía solo para joderme, desde que tengo memoria, siempre andaba comparándonos a Federico y a mí, poniendo en duda cuál sería el veredicto de su legado, quién sería el próximo rey de Belmia tras su puta muerte.

—No puedes compararme con ese bastardo —solté entre dientes con desprecio—, sabes muy bien que él no hace ni la cuarta parte que yo.

El rey Roman se encogió de hombros.

—Solo digo, que mi final está más cerca cada día —respondió—, y mi testamento más dudoso.

Apreté la quijada y me mordí la lengua para no responderle, siempre manipulaba con eso, me jodía que aunque me encargara de todos nuestros negocios y de los rebeldes mejor que Federico, él siguiera exponiendo que ese bastardo podía ser el heredero al trono y no yo.

—Lárgate. —dijo llevando el puro a su boca pero antes de metérselo dijo:— Y encárgate bien de esta mierda.

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Feliz martes :D hoy dos capítulos, recuerda votar y comentar si no lo has hecho jiji

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