Capítulo 4: Venganza por una noche
Capítulo 4: Venganza por una noche
Parecía un vikingo, su cabello largo se deslizaba hacia adelante, sus ojos de un azul tan claro que casi tocaba el gris profundizándose en los míos, los músculos se marcaban mientras sus grandes manos no dejaban de aferrar mis muñecas.
Parecía todo un vikingo.
Él se inclinó hacia mi boca, así que entreabrí los labios esperando que me besara, sin embargo él se burló de mí cuando bajó sus labios hacia mi cuello chupándome la piel; estremeciéndome mientras una de sus manos empezaban a subir mi vestido hasta mi cintura y sin previo aviso deslizó dentro de mis bragas uno de sus dedo más largos, estaba tan húmeda que sin esfuerzo se adentro en mi entrada, jadee arqueándome de lo descarado de que era, mi mirada fija en el techo.
El vikingo, no esperaba, no era paciente, ni pausado, iba directo a lo que yo le pedí, mis mejilla enrojeciendo mientras el vapor me llenaba enteramente en el momento que empezó a sacar y meter su dedo dentro de mí, no podía dejar de gemir como una completa desquiciada. Él se rió entre dientes y murmuró a mi oído:
—Te has metido en la boca del lobo, nena.
Mordió el lóbulo de mi oreja haciéndome temblar enteramente y bajó a mis pechos, bajó mi escote con su otra mano exponiendo mis pechos desnudos, su lengua sin perder tiempo moviéndose encima de mis pezones a una velocidad terrorífica y se los metió a la boca chupándolos para seguidamente morder un poco mi pezón, grité de la impresión, pero no sentía dolor sino una mezcla extraña entre el escozor y el placer, todo mi cuerpo enteramente caliente pidiendo que continuara, mi vientre contrayéndose y mis piernas cosquillearon mientras el calor se extendió por todo mi cuerpo.
Nunca me había sentido tan excitada en mi vida, ¿era por el alcohol por mi sistema o porque este desconocido sabía lo que hacía? No recordaba sentir este éxtasis con Kenny, ni un cuarta parte.
Su dedo anular acompañó a su dedo medio empezando a salir y entrar en mí, sin contemplaciones, rápido, mis caderas tomando vida propia sin poder mantenerse quietas mientras su pulgar presionaba mi clítoris hinchado en leves círculos, sentía que iba a explotar.
—¡Mierda!—jadee poniendo mis ojos en blanco— ¡Ah! ¡AH!
No podía ni respirar, no encontraba ni de donde agarrarme en la cama más que de las sábanas.
—Así nena, grita por todo lo que te provoco —susurró con voz ronca.
Sentía que era demasiado, sentía que me iba a morir o que me iba a partir en dos si no se detenía ahora.
—Ne... necesito... —empecé a murmurar sintiendo que no podía encontrar mi voz mientras todo mi cuerpo empezaba a vibrar.
—¿Qué quieres, nena? ¿que pare? —preguntó con cierta burla.
Afirmé con la cabeza sintiendo que me iba a deshacer, nunca había sentido esta intensidad en la intimidad tenía miedo de lo que le estaba ocurriendo a mi cuerpo.
—No nena —susurró con voz ronca sin detener el movimiento de sus dedos—, ya no hay salida.
«Oh, mierda».
Mordió nuevamente uno de mis pezones y entonces fue demasiado, me arquee poniendo mis ojos en blanco.
—¡AH!
Sentí por primera vez como se sentía experimentar un fuerte orgasmo provocado por otra persona, no podía recuperar el aliento, estaba en mi máximo éxtasis.
Entreabrí los ojos cuando el vikingo se levantó de la cama, aún conservaba su camisa; de hecho estaba casi completamente vestido, se bajó la cremallera y se bajó su pantalón junto con sus bóxer, abrí levemente la boca, no sabía si en medio de la oscuridad mi visión estaba siento alterada por el alcohol, porque no podía ser cierto que existiera tal tamaño.
¿O sí?
Vi como se colocó el condón y volví a alzar la vista hacia su rostro observando como miraba mi cuerpo semidesnudo. Tomó los laterales de mis bragas y me las bajó dejándome al descubierto, me saqué el resto de mi vestido por mi cabeza quedando enteramente desnuda ante él, me estremecí cuando observé como él mordía su labio inferior con una leve sonrisa maligna que adornaba su rostro, tragué pesadamente saliva ante el claro azul de sus ojos que rozaban el gris, mi pecho subía y bajaba entre la excitación y el miedo, por medio segundo sentía que había vuelto a ser virgen por las manos de este vikingo que me reclamaba con salvajismo.
Me tomó de las caderas y me volteó haciendo que quedara boca abajo en la cama alzándome de las caderas, dejé de respirar cuando pasó una mano por mis nalgas y me nalgueó con tanta fuerza que la piel me quedó con un leve picor, me iba a quejar mientras me apoyaba de mis antebrazos para conservar mi equilibrio pero jadee fuerte cuando él entró en mí por completo de un solo empujón, grité sintiendo que su polla se me iba a salir por la boca cuando empezó a empujar como martillo que quiere encajar un clavo. Una de sus enormes manos me agarró del cuello haciendo que me levantara contra él, mi espalda pegando de su torso sin dejar de empujar contra mí, el sonido del choque violento de nuestras pieles y nuestras fuertes respiraciones ahogadas en jadeos haciendo eco por toda la habitación.
—¿Querías que te curara? Aquí tienes tu medicina. —murmuró a mi oído antes de morder el lóbulo de mi oreja.
Cuando el vikingo dijo que le gustaba rudo no bromeaba.
Seguidamente sus manos me agarraron de los brazos, mis pechos rebotando arriba y abajo, el aire se escapaba de mis pulmones, pero la excitación que sentía era superior; no quería que se detuviera nunca. Mi cuerpo entero entrando en calor, mi vientre contrayéndose y entonces no pude más, me vine en un fuerte grito que me hizo quitar toda la vergüenza que alguna vez pude sentir dentro del sexo. Él me volvió a agarrar del cuello dándome unas estocadas más hasta que lo sentí estremecerse soltando un fuerte gruñido varonil cuando se descargó dentro de mí en el condón y me soltó. Caí en la cama recuperando el aliento sintiendo como si me hubiera metido dentro de una batidora y me hubieran dejado hecha papilla.
—Mierda. —jadee acomodándome entre las sábanas siéndome ahora completamente cansada, luego de un momento él se acostó a un lado de la cama recuperando también el aliento.
Sin poder mantenerme por más tiempo despierta, cerré los ojos cayendo en los brazos de Morfeo.
***
Me desperté abriendo los ojos y me senté en la cama, mi cabeza dolía, la ventana mostraba el sol tempranero ¿qué hora era? Tardé un momento para que los recuerdos de anoche volvieran a mi cabeza de la increíble revolcada que me dio el vikingo anoche y luego... de mi hermana embarazada de mi novio.
Joder, mal recuerdo para empezar el día.
Voltee notando que él estaba dormido llevaba toda la ropa puesta, sus ojos cerrados, sus labios entreabiertos; su respiración profunda, a diferencia de mí que estaba enteramente desnuda. Fruncí el ceño al ver su rostro con la luz del sol, sin su largo cabello cubriendo su rostro recordé como un flash que era el mismo hombre del desfile de modas, ese que le caí encima poniéndole los pechos en la cara.
«No puede ser».
Sentí mi rostro enrojecer queriendo que la tierra me absorbiera.
¿Él me había reconocido? Lo dudaba, yo tenía una mascara puesta.
No lo reconocí anoche de lo borracha que estaba aunque sí recordaba que en un momento me pareció familiar.
Ahora sabía por qué.
Joder, tenía que irme de aquí.
Me levanté sin hacer mucho ruido, me coloqué mis bragas, mi vestido y mis deportivos. Vi su billetera encima de la mesa de noche, me acerqué y tomé 50 dólares, no tenía nada de dinero y además, estaba segura que no lo volvería a ver.
Me fui de la habitación y de ese hotel tomando el primer taxi que pasó de regreso a mi residencia, esperando simplemente olvidar el día de ayer y todo el caos que aconteció.
***
—¿Te vas a casar con alguien que ni siquiera conoces en un mes? —repliqué sin comprender.
Fue la noticia con la que me recibió Aurora cuando llegué a la residencia. Ella sonrió.
—Sé quién es, lo conocí antes en mi país y pidió la mano de mi padre, es un buen empresario —replicó.
No entendía como podía parecerle tan maravilloso que su padre luego de tanto tiempo viniera y le dijera a su hija que se iba a casar con un perfecto desconocido que solo vio una vez en su vida y ella estuviera feliz con eso.
—¿Tu padre ya se fue? —pregunté—, tengo que decirle que está demente.
Ella se rió a pesar de que yo no bromeaba.
—Ya debe de estar de regreso, lástima que no pudieras conocerlo —dijo—. Voy a regresar a Belmia para conocer un poco más a mi prometido y organizar la boda, tomaré un vuelo mañana por la noche, quiero que vayas conmigo.
Belmia era del país de donde ella venía, un país que quedaba muy cerca de Alemania y se hablaba alemán solo que tenía ínfluencias rusas y era regido por la monarquía (según Aurora porque yo nunca había ido).
—Amiga —negué con la cabeza—, no tengo dinero y dentro de un mes es la graduación.
—Pero mientras tanto no hay que ir a la universidad —replicó—, así que ven conmigo, así despejas la cabeza de todo esto. Yo te pagaré todo.
Lo pensé por un momento, realmente quedarme en el infierno donde tenía que enfrentar la realidad de ver la barriga de mi hermana crecer mientras mi ex novio estaba al pendiente de ella comprando las cosas para su bebé se sentía como una pesadilla que aun no podía enfrentar.
Tenía que irme de aquí.
—Vale. —respondí.
***
Salí de la gran camioneta donde nos habían buscado en el aeropuerto junto con Aurora, y me quité los lentes oscuros, la casa era enorme con un amplio jardín, parecía ener más de mil habitaciones y ventanales, el jardín era deslumbrante, todo con toque antiguo, parecía un castillo de cuento de hadas, y al rededor noté que habían muchos agentes de seguridad armados y uniformados de verde oscuro.
—¿Cómo me dijiste que se llama este pais? —pregunté.
—Belmia. —respondió tomando mi mano para que nos acercaramos a la puerta mientras los agentes armados vestidos de verde nos bajaban las maletas.
—¿Y este es un castillo? —dije sin dejar de detallar las enorme estructura— ¿eres una princesa y no me habías contado o qué?
Ella se rió como unica respuesta, pero en realidad yo no estaba bromeando.
Nos abrieron la puerta y entramos, mi boca casi tocó el piso, todo era deslumbrante por dentro, desde los candelabros de cristales hasta los grandes cuadros que colgaban de las paredes.
—¡Amor! —Aurora soltó mi mano y corrió hacia un hombre rubio de ojos claros, supe que era su prometido, lo reconocía por las fotos que me enseñó, era guapo no lo iba a negar, pero, aun no entendía por qué aceptaba casarse y actuar enamorada si apenas lo conocía.
—Ella es mi mejor amiga, Eva —dijo Aurora con una enorme sonrisa.
—Mucho gusto —dijo él extendiendo una mano hacia mí— soy Carmelo Lissandro, un placer.
Le estreché la mano.
—Eva Jenell.
Besó mi mano y me sentí completamete fuera de lugar.
De repente se escuchaban pasos bajar las escaleras robando nuestra atención de alguien que bajaba con lentitud.
—Debe de ser mi papá, por fin te lo presentaré —dijo Aurora.
Cuando el señor terminó de bajar las escaleras me quedé paralizada al reconocer esos profundos ojos azules tan claros que se confundía con el gris, pasó la mirada por todos nosotros hasta que los enfocó en mí y se detuvo de golpe sin ocultar su ligero rostro de perplejidad al verme.
Era el vikingo de aquella noche de hotel, ese era el PAPÁ de mi mejor amiga.
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