Capítulo 22: No volverá a pasar


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Capítulo 22: No volverá a pasar

Eva Jenell

Entreabrí los ojos sintiendo que el intenso sol de la ventana me estaba pegando en los ojos, gruñí y me senté lentamente sintiendo que mi cabeza ardía y palpitaba. Cerré la cortina para que la habitación quedara a oscuras y luego miré alrededor observando que no estaba la otra cama donde dormía Aurora, no estaba mi maleta ni... nada mío.

¿Dónde estaba?

Esta no era mi habitación.

¿Qué había pasado anoche? Relamí mis labios sintiendo mi garganta reseca y vi una botella de agua en la mesa de noche, la abrí y tomé mientras los flashback de anoche se arremolinaban a mi cabeza y me recordaba bebiendo, bailando con Federico, la discusión con Eros en el baño, Eros besando a Francia mientras ella estaba en sus piernas... la balacera y luego yo... semidesnuda en el auto con Eros mientras él me embestía fuerte y me echaba en cara que las tortugas estaban volando.

Ah, maldita sea, ¿qué hice?

Me tragué mis palabras cayendo por un hombre prohibido solo por mi maldita borrachera, mis celos y mis hormonas acumuladas... pero maldición, se me erizó la piel al recordar sus ojos azules tan claros que tocaban el gris completamente oscurecidos fijos en mí mientras se mordía el labio inferior con su respiración agitada.

Me quité la sábana y fue cuando noté que estaba completamente denuda y me volví a tapar rápidamente. Tenía que irme de aquí y buscar mi habitación con mi ropa, pero primero... me estaba orinando.

Me levanté y me quedé paralizada por un momento al sentir como mi vientre se contrajo y el medio de mis piernas sintieron un extraño tirón. Maldición, después de Eros realmente caminar no era opción.

Me volví a sentar y encontré una franela en el suelo negra, la tomé y entonces me la coloqué para cubrir mi desnudez, era grande y me cubría casi hasta las rodillas. Me volví a levantar para ir al baño antes de salir pero cuando iba a girar la perilla, la puerta del baño se abrió y me encontré con el torso desnudo de un hombre junto con esos tatuajes familiares que rondeaban su pecho y parte de sus brazos musculosos, olía a jabón, una toalla estaba envuelta en su cadera mostrando esa curva de su pelvis cubriendo un camino que sabía muy bien a donde llevaba. Cuando alcé la vista otra vez a su cara me encontré con sus ojos azules claros fijos en los míos, su cabello largo estaba suelto rozando sus hombros; húmedo y enmarcando su rostro, con algunas gotas cayendo por su torso, parecía tan grande y poderoso que por medio segundo me sentí como una diminuta hormiga a punto de ser aplastada por un orangután.

—Buenos días —murmuró con voz ronca dando un paso hacia mí, tragué pesadamente saliva sintiendo que todo mi cuerpo tembló.

—Eros... —susurré en un hilo de voz— ¿Qu...qué haces aquí?

Él estiró una de la comisura de sus labios y respondió:

—Estás en mi habitación.

Pestañeé un par de veces sin saber qué decir o cómo era que se hablaba, como si mi lengua no pudiera reconectar con mi cerebro.

—¿Vas al baño? —preguntó, afirmé con la cabeza, él se echó a un lado para darme espacio y yo entré cerrando la puerta, recuperando el aliento.

¿Había pasado la noche con él? ¿Habíamos vuelto a follar? La verdad no recordaba nada de anoche desde el momento en que nos devolvíamos del auto y me quedé dormida (o más bien inconsciente) tras vomitar.

Me lavé la boca pero al ver mi rostro completamente empapado en maquillaje y mi cuerpo desprendiendo sudor de resaca, me metí a bañar. Cuando salí me coloqué la misma camisa que había tomado antes y salí secando mi cabello con una de las toallas, Eros se había cambiado a tan solo unos bóxers negros mientras estaba de espaldas mirando hacia la ventana de espaldas, me lo quedé mirando sintiendo mi garganta ligeramente reseca al ver su escultural cuerpo sin casi nada de ropa, era... perfecto.

Habíamos estado dos veces, pero ninguna de esas dos veces lo había visto desnudo, sino más bien casi completamente vestido.

Observé su musculosa espalda y sus brazos grandes, la tinta de tatuaje me dejó intrigada cuando vi la imagen que se extendía por toda la piel de su espalda, era una espada en toda su columna vertebral que cruzaban dos calaveras y dos grandes alas en contraste de negro y gris se expandían por cada lateral de su dorsal. Por primera vez lo vi con otros ojos, no unos donde lo veía como el salvaje padre de mi mejor amiga, sino como un hombre peligroso, misterioso y oscuro, ¿qué podía significar esos tatuajes? No lucía como algo al azar.

Noté como sus músculos se contrajeron cuando se dio la vuelta y yo cambié la mirada al techo, luego al piso sin saber exactamente donde mirar, luego me di cuenta de que era estúpido hacerme la que no lo veía y me enfrenté nuevamente a su mirada, él estaba deslizando sus ojos por mi franela y noté como sus labios se estiraron en una ligera sonrisa.

—Te queda muy bien mi camisa. —murmuró.

Sentí que mis mejillas se sonrojaron un poco, la tela rozó mis pezones y sentí como se me endurecieron, así que me crucé de brazos rápidamente y me aclaré mi garganta.

—¿Dormimos aquí? —pregunté—, ¿juntos?

—Supongo, no hay más camas. —respondió, abrí la boca, sin embargo él se me adelantó a decir:— No te toqué durante el resto de la noche, estabas muy inconsciente.

Que bueno que lo aclarara.

Pasé una mano por mi nuca.

—Con respecto a lo de anoche... —empecé a decir— no sé qué me pasó, e...es... estaba borracha... y se me nubló la cabeza, no recuerdo ni sé qué ocurrió.

—¿Entonces no recuerdas nada? —me interrumpió dando unos lentos pasos hacia mí sin apartar la mirada de la mía.

Afirmé con la cabeza.

—¿Te refieres a lo que pasó en el carro? —continuó alzando una ceja.

Vi la oportunidad de borrar lo ocurrido y decidí aprovecharla.

—Sí, no sé qué ocurrió en cuanto me subí —mentí haciéndome la que no recordaba la brutal follada de anoche—, solo recuerdo, que hubo una balacera, caí en lodo y ahora estoy aquí en tu habitación, desnuda.

Él se detuvo frente a mí, sus ojos se entrecerraron.

—¿Entonces no recuerdas lo mucho que rebotaste encima de mi verga y me rogaste que te dejara venirte mientras jadeabas mi nombre?

Me quedé sin aliento ante su elección de palabras.

—No —dije en un hilo de voz—, no recuerdo.

Eros alzó la mano y me envolvió el cuello con delicadeza, me quedé sin aliento cuando él se inclinó hacia mí murmuró a mi oído:

—¿Quieres que te lo recuerde?

Mordió el lóbulo de mi oreja y sentí mis piernas temblar, me mordí el labio inferior para evitar jadear.

—No. —repliqué— No sé de qué habla señor Eros, tengo... que irme.

Quise darme la vuelta, pero él no me soltó el cuello sino que me aferró más fuerte y mi espalda pegó de su torso desnudo.

—¿Ahora soy; señor Eros? —murmuró con voz ronca—, me excita pensarte diciéndome así mientras te lo meto todo en la boca y luego te lo tragas.

Sentí como todo mi cuerpo entró en profundo calor cuando una de sus manos fue al borde de mi camisa en mis muslos, se me erizó la piel y me arquee contra él restregándome en lo duro que se le había puesto.

Mierda, me sentí por medio segundo intimidada porque yo nunca había hecho un oral en mi vida, ni mucho menos me lo habían hecho.

Tenía que salir de aquí antes de caer otra vez en esta completa locura.

—Tengo que ir con Federico —susurré al ser lo primero que me cruzó por la cabeza—, debe estar... preocupado por mí...

Lo sentí tensarse.

—¿Con Federico? —repitió con la voz ligeramente colérica— ¿crees que él te lo hará mejor que yo?

—No —murmuré—, pero es mi novio...

—Tu cuerpo me pertenece —replicó apretando su agarre en mi cuello—, solo a mí.

Su mano subió hasta el medio de mis piernas y sus largos dedos se deslizaron por la humedad mis labios inferiores.

—Soy el único que te hace venirte. —murmuró.

Ah... —gemí.

—Sin nada de bragas, uhm... —susurró—, quiero pasar mi lengua por tu coño y hacerte venir de esa manera...

Ahogué un gemido ante lo que me estaba diciendo y en un simple movimiento me empujó a la cama, caí rebotando de espaldas mientras él me abría las piernas con brusquedad, sin esperar o pedir permiso. Su mirada se cruzó con la mía mientras me alzaba la camisa hasta la cintura y sin perder tiempo se agachó sacando la lengua y pasándola por el medio de mis labios inferiores con lentitud como si lamiera su helado favorito...

¡Ah! ¡Eros! —jadee poniendo mis ojos en blanco.

Señor Eros, nena... —susurró con voz ronca burlescamente empezando a mover la lengua por encima de mi clítoris con rapidez haciendome arquear la espalda y aguantarme de las sábanas a mis costados...

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AAAAAAAAAAAAAAAH *grita histericamente* hoy dos capítulos, pero recuerda votar :D o te dará diarrea con hipo.

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