La venganza de Hela
Todos guardaron silencio cuando Hela terminó de exponer su propuesta para ese Halloween. Fue Tezcatlipoca, dios Azteca de la noche y el caos quién osó a dar un paso al frente. Arrastrando su pie de obsidiana llegó hasta el centro del salón y acomodó su lujoso traje, decorado de plumas y joyas.
—Lo que propones es quedarnos sin poderes por una noche entera. Es irracional.
—¿Y acaso nuestra fuerza sólo yace en nuestras habilidades? —replicó Hela, con seguridad—. Dime, Tezcatlipoca, tú que osas hablar por todos los dioses presentes. ¿Tanto miedo te da vivir doce horas sin tus poderes?
Envalentonado por los gruñidos de las deidades más conflictivas e iracundas, Tezcatlipoca se enfrentó a ella. Sus ojos humeantes, reflejaban a Hela a la perfección. Por un segundo, la diosa estuvo a punto de perder su confianza; había despertado la ira de un dios que no se debía subestimar.
—Temor deben tener los mortales. Con o sin habilidades, nuestra superioridad prevalece. Hagamos el intercambio.
Los demás lo apoyaron, aunque temieran el resultado. Nada ni nadie podría decir qu tuvieran miedo de cualquier vida mortal. Hela sonrió maliciosa, su plan estaba funcionando. Se llevó a cabo el ritual, los dioses vivirían la noche de Halloween en el cuerpo de algún mortal en el viejo pueblo de Castel del Monte, la sede que habían escogido para la reunión de ese año.
Tezca despertó en un cuerpo extraño, recostado de una pared empedrada. La oscuridad era interrumpida por un desdichado farol en una esquina lejana y el inquietante reflejo de la luna. El dios palpó a su anfitrión, lo sintió débil, blando al toque, delicado.
Su visión tampoco era la mejor, sin sus espejos humeantes no podía ver más allá de lo que esos ojos mortales le permitían. Para él, era lo mismo eso a estar ciego.
Tuvo un mal presentimiento, por primera vez en su vida, estaba vulnerable. ¿Cómo podía defenderse de una amenaza que no podría ver?
Se incorporó trastabillando. Su pie de obsidiana había desaparecido, así que no podía sentir al inframundo, estaba vació. Solo. Indefenso.
En su pecho, tambores resonaron. No podía oír nada más que el tamborileo en su interior. El aire que jamás se había molestado en respirar ahora le faltaba más que a nada. Por su piel corrían miles de hormigas y su mala visión se volvió por completo inservible.
—¡¿Qué carajo me pasa?! —gimió, aferrando su mano a su desesperado corazón—. N-No puedo, respirar...
Cayó al suelo con la cabeza entre las rodillas, hiperventilando en medio de espasmos incontrolables. Era el fin, estaba seguro. Sin embargo, una risa maquiavélica logró sacarlo de su desesperación. Al alzar la cabeza, Hela estaba frente suyo con las manos en la cadera.
—Tezi, Tezi, Tezi, ¿asustado, cariño?
Tezcatlipoca se incorporó de un salto, la tomó por el cuello y la arrinconó contra la pared de piedra más cercana en el angosto camino.
—¡¿Qué mierda me hiciste?! —golpeó la cabeza de Hela contra la pared, mientras ella no paraba de reír—. ¡Habla, serpiente venenosa!
—Solo te doy una pizca de lo que se siente estar desamparado, vulnerable —aseveró con la misma sonrisa—. Con esto quedamos a mano, querido Tezi.
—¡¿A mano?! ¡¿De qué hablas?!
Sin el mayor esfuerzo, Hela se liberó de su agarre y lo empujó contra la pared al otro lado de la calle.
—¿No recuerdas lo que me hiciste? —Se acercó a él, perdiendo la sonrisa—. Hace un siglo en Irlanda.
Tezcatlipoca, jadeando en busca de aire se llevó la mano al pecho una vez más. Su corazón de nuevo latía con mucha velocidad, pero no era un ataque de pánico como el anterior, esto era diferente.
—¿Irlanda?
—Así es —Hela lo tomó por el cuello y lo alzó en vilo—. ¿No recuerdas cuando me citaste en Brú na Bóinne?
—Oh...
Justo cuando recordó, Tezca sintió un dolor desgarrador en lo más profundo de su ser.
—¿Oh? ¿Eso es todo lo que tienes que decir? —Hela lo liberó. Su cuerpo cayó como un saco de cemento al suelo—. ¡¿Oh?!
Tezca se retorció de dolor, jadeando y con el sonido de su corazón amortiguando las palabras de Hela en sus oídos.
—¡¿Me engañaste con la maldita Morrigan en nuestro aniversario y solo dices: oh?!
—H-Hela...
El cuerpo de Tezca convulsionó y sus gemidos se transformaron en gritos infernales. Pronto, las luces de las casas que rodeaban el angosto callejón comenzaron a encenderse una a una.
—¡¿Q-Qué me has hecho?! —rugió, con todo su rostro contraído por la agonía.
—Solo te devuelvo un poco del dolor que me has causado.
Hela se marchó, perdiéndose entre las pocas sombras que quedaban, mientras Tezca sentía como cada uno de sus huesos se quebraban en miles de pedazos para tomar una forma distinta.
Su corazón bombeaba incontrolable, creyó que saldría de su pecho o que sus costillas se abrirían de par en par con cada convulsión. Su espalda se arqueó y de sus manos, garras monstruosas brotaron.
A medida que su cuerpo crecía, la ropa se desgarraba y caía al suelo hecha tirones. Denso pelo oscuro sustituyó la ropa y los gritos de agonía, se convirtieron en aullidos.
—Un lupo mannaro[*]! —gritó una señora desde una ventana—. Un lupo mannaro! Aiuto[*]! Aiuto!
Convaleciente por el sufrimiento que había pasado y sin sus poderes, Tezca no entendía lo que la mujer gritaba hasta que miró sus manos, que ya no eran ni las mortales ni las suyas propias.
En el reflejo de un charco vio su rostro lobuno, con los colmillos más grandes que la mitad de su propia cara, chorreantes de saliva y tan brillosos como la misma luna. «¡Maldita seas, Hela!» rugió en su interior, aunque por sus fauces solo salió un aullido.
—Prendete il lupo mannaro[*]! —vociferó un hombre al inició del callejón—. Che non scappi[*]!
Multitudes enfurecidas aparecieron por ambos costados de la calle, armados con escopetas, bates y linternas, estaban decididos a darle caza a los hombres lobo de la noche, por que Tezcatlipoca no era el único bajo la maldición de Hela.
Los dioses celebraron el día de Halloween de la mejor manera: cundidos en pánico, mientras los mortales les daban caza como los animales que eran. El plan de Hela fue un éxito y entretenida, observó desde la torre de la parroquia de San Marcos como el pequeño pueblo era invadido por alaridos, fuego y caos.
Con una copa de vino en sus manos, brindó a su salud y degustó el sabor de la venganza.
Glosario:
Lupo mannaro: Hombre lobo.
Aiuto: Auxilio.
Prendete il lupo mannaro: Atrapen al hombre lobo.
Che non scappi: Que no se escape.
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