7

Principios de junio

En cuanto me llevaron a una habitación privada me interrogó la policía.

Los abogados del despacho que maneja los asuntos familiares estuvieron presentes.

Laura Esther iba conmigo en el auto. Ahora lo recuerdo. Tengo sus gritos en la mente. Sus súplicas, su llanto.

Nadie mencionó el alcohol que yo tenía en la sangre. Arreglaron que ese asunto quedara fuera del expediente, por lo que iré a casa y no a la cárcel.

No logro llorar, no puedo hacer nada. Solo escucho y miro al techo. Cada vez que me mueven siento dolor. El dolor me ayuda a no pensar.

Nadie más ha venido a verme. Nadie ha preguntado por mí. Mi padre ha estado en contacto con el personal médico y jurídico, pero no conmigo. Me pregunto si en algún momento recuerda que tiene un hijo que solía ser una persona y que ahora es un despojo.

Angustia.

Siento profunda angustia por lo que está pasando. No sé cómo se encuentra Laura. Me dijeron que está en otro hospital. Perdí el móvil en el percance, no puedo comunicarme. ¿De todas formas para qué querría hablar con ella? Todo esto es por su causa. Por no haber tenido la decencia de decirme las cosas en la cara. Por haberme dejado creer que me amaba, que estaríamos juntos. Por haber tratado de largarse.

Soy un maldito imbécil.

Llevo tres semanas aquí y no he podido levantarme de la cama. No se cuándo podré hacerlo, o cómo.

Alguien entró y cerró la puerta con cuidado. No puedo creerlo. Es el hermano de Laura. Me mira con furia.

—Maldito desgraciado —dice con la mandíbula apretada—. ¿Querías evitar que hiciera su vida?  ¿Querías destruirla? ¡Lo lograste, maldito infeliz!

Siento que el corazón se me parte. No, que no haya muerto, por favor. No entra el aire a mi cuerpo. Esto no puede ser real.

Estoy aferrado a la sábana con la mano que puedo usar, como si estuviera clavado en el colchón.

—¡Laura no volverá a caminar! —grita mi ex cuñado.

Pienso en ella, menuda, bailando conmigo. Tomándome de la mano, paseando por el parque. Montada sobre mí haciendo el amor. No es posible lo que dice su hermano. No puede ser.

Marcelo parece estar a punto de saltar sobre mí. Grita enfurecido. Sí. Que me golpee, que me haga daño, que me mate.

La enfermera entra. Se interpone. Marcelo sigue gritando insultos. No puedo respirar.

—¡Te habrás librado de la cárcel, pero no del infierno, malnacido!

Tiene razón. ¿Cómo podría librarme? Estoy en el infierno.

Sigue queriendo atacarme.

Trato de decirle que no quería hacerle daño.

—¡Claro que querías! ¡Querías fastidiarla, desgraciado! ¡suélteme! ¡no pudiste soportar que quisiera hacer su vida! ¡quería huir de ti, infeliz, la destruiste, eres un monstruo! ¡eres un maldito monstruo! —me grita.

"Quería huir de mí. Soy un monstruo", escucho.

Sacan a Marcelo del cuarto. El aire no entra a mi cuerpo. Comienzo a sudar frío.

De pronto, logro respirar.

La destruí. Soy un monstruo. Yo quería hacer una vida a su lado. Quería que hiciéramos una familia. La amo. Me mintió. Sí. Quería hacerla sufrir.

"No volverá a caminar".

El dolor es demasiado intenso. En mi alma hecha pedazos. No puedo llorar, no puedo. Un quejido desgarrador sale de mi garganta.

Soy un monstruo.

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top