4

Mayo

Me expulsaron del equipo. Perdieron el último partido en el que jugué. Hubo penalización de yardas por mi conducta antideportiva. Además hace tiempo que no voy a ninguna clase. Solo les di el pretexto que necesitaban para deshacerse de mí.

He visto a Laura. Ha venido a mi departamento varias veces. No sé qué pretende. Llora, me dice que me quiere y espera que esté bien. Una parte de mí desea echarla y decirle que se vaya al infierno. Otra no puede dejar de mirar sus ojos color avellana y desea que el tiempo se congele.

Di una entrevista hace unos días. Dije lo que pensaba, que el fútbol universitario es un pretexto para solapar retrasados con potencial físico comercializable. Que los fanáticos son masas de idiotas, como el estúpido al que noquee en un bar cierta noche. El hermano de Laura lo entrevistó, es "reportero" escolar. Parece que está haciendo una campaña de desprestigio en mi contra. Imbécil. Como si necesitara de su ayuda para eso. ¿Por qué no le dice a ella que deje de buscarme?

—Hijo, ¿estás escuchándome? —pregunta mi padre desde el otro lado de la mesa. Lo observo en silencio. Bebo lo que queda en mi copa—. Carlos Caballero accedió a resguardar el proyecto. Están redactando el contrato, lo firmaré mañana temprano antes de irme al aeropuerto.

—Llegaste hoy. ¿Ni siquiera puedes quedarte un par de días? —inquiero con tono de reproche. Mi voz es profunda, como si tuviera cincuenta años y no veintitrés.

—Tengo que volver a la universidad lo antes posible. Necesitaba convencer a Carlos personalmente de aceptar. No solo la industria médica puede tratar de destruir el proyecto. La secrecía y la seguridad del asunto deben ser del más alto nivel. Ella es única, hijo. Es capaz de hacer cosas que ningún otro ser humano ha logrado.

—¿La curaste de la leucemia o la convertiste en la mujer maravilla? —pregunto con sorna y me sirvo otra copa de Pinot.

Él niega con la cabeza. Parece cansado.

—Andrea es mi tesista. Ella se curó de la leucemia mieloide en semanas con el suero multiprotéico. Es la joven sana que se prestó voluntariamente para participar es quien ha presentado reacciones secundarias inverosímiles.

"Me importa un carajo, papá", deseo decirle. Se ensombrece su expresión cuando vuelve a hablar.

—Temo que... he actuado de forma poco ética para conseguir estos resultados.

Frunzo el ceño. "¿Poco ética? ¿Él?".

Chasquea la boca.

—Sé que te parece extraño, he tenido mis razones. Hay partes específicas del proceso que no puedo revelarte ahora, por tu seguridad. He requerido de los resultados de ambos experimentos para convencer a la OINDAH de aceptar resguardar el trabajo en secreto —susurra como si alguien pudiera escucharnos en la enorme y vieja casa.

—Si le entregaste la información a la "ONU" de los Organismos no Gubernamentales podría cambiar de manos en el camino, ¿no lo crees? Por muy humanitaria y poderosa que sea la OINDAH no deja de tener necesidades económicas  —afirmo. Ya había comenzado a tomar desde temprano. Por eso puedo estar tan relajado a pesar de todo. Parece no notarlo.

—No les he dado nada que comprometa mi trabajo. Solo les dejé el expediente de Andrea y la bitácora en la que le pedí que escribiera sobre las cosas que puede hacer la otra estudiante —sigue aún en voz baja, evitando mencionar el nombre de la tipa, como si tuviera miedo de hacerlo.

—Menos mal que el Director te conoce tan bien porque cualquier otra persona podría pensar que el ganador del Nobel está desvariando —digo entre dientes.

Mi padre sonríe. Siempre le ha hecho gracia mi forma ácida de responder.

—Seguro que sí estoy desvariando. Tuve que jugar la carta de las capacidades sobrehumanas de la amiga de Andrea para que aceptaran sin reparos.

—Pudiste traerla para que hiciera una demostración, ¿no?

Papá se lleva la mano al rostro y la pone sobre la boca. Me observa con intensidad.

—¿Qué? ¿No puede hacer trucos en público? —sigo con ironía.

Ella no sabe sobre esto —musita.

—¿No sabe sobre la, cómo la llamaste, "bitácora" que escribió tu tesista sobre ella o no sabe que quieres entregarla a la organización junto con tu proyecto?

Él se aclara la garganta. Apura la segunda copa de vino que ha tomado en toda la comida y prosigue.

Ella no sabe que me tomé cierta licencia científica para lograr estos resultados. Mucho menos que usé ese documento para motivar a la OINDAH a recibirnos. Piensa que nadie sabe nada sobre lo que es capaz de hacer.

—Ya veo. A todo esto, ¿qué hace? ¿Telequinesis? ¿Telepatía? ¿Necromancia?

Mi padre respira profundo y responde con toda seriedad, ignorando por completo que me estoy burlando.

—Ella sobrepasa cualquier estándar fisiológico normal. Pienso que es capaz de superar cualquier cualquier récord. Llevo un seguimiento diario de todos sus niveles. Es extraordinario —afirma. Sus mejillas se han cubierto de rubor y sus ojos brillan de emoción.

Un sentimiento furioso me corroe por dentro, pero no lo demuestro ni un ápice.

—Entonces tienes tanta prisa por volver a la Universidad Nacional en la capital por ella —aseguro. Me ignora.

—Estoy agotado. Me voy a la cama, debo ir mañana a primera hora a la OINDAH. Aurelio se encargará de recoger la mesa. ¿Te quedas en casa hoy, figlio?

Esperaba mi turno para hablarle sobre el duro momento que atravieso, pero parece que no podré hacerlo esta noche. Él siempre tiene la última palabra, y es estricto con sus tiempos como nadie. No habrá forma de alargar la conversación.

—Esta ya no es mi casa, padre —aseguro y me voy sin despedirme.

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