23

Estoy harto. Tres horas y esta maldita junta no se acaba.

El equipo presentó sus avances. Ya casi saben qué rayos es el famoso suero, pero les tomará tiempo discernir cómo sintetizarlo.

—Necesitamos que se integre a este proyecto una persona de seguridad de la OINDAH. Su participación nos permitirá contar con el apoyo directo del CDA —afirma Gabriel Elec al final de la segunda reunión del proyecto.

Tomé un par de pastillas antes de llegar. No estoy en mis cinco.

Elec nombra a la persona que pide se integre al proyecto. Todos lo conocen, es como una celebridad local. Lo aprueban. No se quién es, no me importa, voto a favor, da igual. Es media noche, solo quiero que esto termine.

El tipo entra a la sala. Me recuerda a uno de esos soldados de juguete. Viste de gris, porta un chaleco antibalas. Tiene la cabeza de un caballo de ajedrez bordada en el uniforme.

—Buenas noches —dice cuando ocupa un sitio vacío.

Me quedo helado. Conozco esa voz.

— ...comandante Heriberto Jacobo, subdirector de seguridad del CDA —lo presenta Elec.

Miro a Andrea. Contiene la sonrisa, sus mejillas se tiñen de rubor.

Me doy cuenta de lo que acabo de hacer.

Tres días después

Necesito que ella me lo diga.

Andrea está sentada frente a mí. Ya casi no viene a verme, no tenía idea de que llegaría hoy.

—Vi a Helena cuando se iba... —explica.

—Hm —gruño sin ganas.

—¿Cómo estás? —pregunta. Suelen conversar. Imagino que le dijo que he estado un humor de los mil carajos.

—De maravilla. Fue una reunión extraña la del proyecto ¿no te parece? —digo con ironía.

He pasado días dándole vueltas a todo el maldito asunto. Tras mi cita con De Lois hablé con Carlos Caballero. Destruí mi copia del contrato por seguridad, solo queda la de la OINDAH.

—¿Extraña? —replica Andrea. Ya veo. Se hace la loca.

—Ese hombre del CDA, ¿cómo se llama? —pregunto. Antes de darle oportunidad a los Alfa de que me chantajeen, debo escucharlo de ella.

—Le dicen Harry. Nos conocemos desde antes —contesta seria.

Frunzo el ceño. Lo sabía.

—Hemos estado saliendo. Yo no sabía que se integraría al proyecto, ni Harry tenía idea de que yo era parte de él —concluye Andrea, seria.

Mi gesto debe mostrar lo que opino de eso. Cruza los brazos sobre el regazo.

—¿Dónde lo conociste?

—Es él quien me ayudó a salir del vestíbulo de la torre aquella vez.

En vez de decir lo que tenía en la punta de la lengua, bufo.

—¿No te parece demasiada coincidencia? —inquiero. Es una científica, carajo. Debería poder ser capaz de ver que la están manipulando.

—Es muy importante en el CDA. Los dos pasamos mucho tiempo en la OINDAH, no me parece raro que nos hayamos encontrado —se defiende. Su tono es distinto, está incómoda.

—No creo que sea confiable —afirmo.

—¿Hay alguna razón por la que creas que no lo es? —responde consternada.

Podría decirle lo que escuché. Quiero hacerlo. Entonces, pienso en ella. En la aberración. En la estrategia de los Alfa, en sus manipulaciones. En mi complicidad en ellas. No puedo decírselo. Aún no.

—No creo que esté mal que salga con él. Me hace sentir bien. Además no lo conoces. Deberías darle una oportunidad —Matiza su desesperación. Está loca por el tipejo. Si supiera...

—Quizá piensas que no debería entrometerme en lo que no me incumbe, Andrea, pero soy el director del proyecto y no estoy de acuerdo con esto —afirmo en un tono muy bajo.

—Este proyecto es muy importante y trabajo mucho por él. Pero mi vida privada la decido yo —replica. Se modera, pero noto su contrariedad y su enojo.

No dejaré que esa gente se salga con la suya.

—Tienes razón. Lo que pasa es que me preocupo por ti como si fuera... tu hermano —susurro.

Su expresión cambia. Se le llenan los ojos de lágrimas. Me sonríe con conmiseración. No lo soporto.

—No te preocupes, todo estará bien. Te prometo que si algo malo ocurriera, te lo diría a ti antes que a nadie más.

Se va.

Soy un caos.

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