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Mi padre tenía un amigo de la infancia. Jacques. Lo amaba como al hermano que nunca tuvo. Murió en un accidente antes de que yo naciera.

Su gran amigo tenía un primo, Michel, a quien mi padre siguió frecuentando tras la muerte de Jacques De Lois.

Los primos De Lois, mis padres, Penélope Versa y Carlos Caballero estudiaron juntos en la universidad. Se reunían en mi casa con frecuencia. Eran muy cercanos.

Michel De Lois llevaba a su hijo a las fiestas de mi madre. Nos dejaban en el salón de juegos de la casa durante las tertulias. Alex es años mayor, pero yo siempre le daba unas palizas en el ajedrez.

Recuerdo esas escenas mientras el Director General de la OINDAH me habla sobre Alex De Lois. Ahora es Subdirector Jurídico de esta institución.

—La situación política con la facción que encabeza De Lois es compleja, Giorgio —afirma. No lo dudo. Los De Lois siempre han sido partidarios del poder. Carlos es más idealista.

Me pregunto qué tiene que ver esto conmigo. Trato de acomodarme en la silla de cuero y cromo del despacho del Director. Me arrepiento de haber apretado tanto la rodillera para venir, pero lo prefiero a que se me doble pierna al caminar. A pesar de que uso el bastón puedo acabar en el piso.

—Si el hijo de mi estimado amigo Michel logra obtener evidencias del ocultamiento del proyecto no dudará en usarla en nuestra contra en la Asamblea. Nuestro trabajo debe seguir siendo secreto hasta para ese cuerpo colegiado en tanto podamos asegurar que se cumplan los objetivos —explica. Ya sé por dónde va la cosa.

—No tengo intenciones de buscar a De Lois para hablarle del proyecto —afirmo haciendo lo posible por ocultar mi molestia al haberme hecho venir por la noche a la organización para tratarme como a un idiota.

—Pienso que él sí tratará de buscarte. Desafortunadamente sabe de la existencia del proyecto —afirma el maestro Caballero. No puedo negar que estoy sorprendido.

—¿Cómo pudo enterarse? —pregunto.

—Tu padre se lo dijo —replica con seriedad marcial. El ambiente es tenso.

—Si me busca puedo negarme —respondo. No me cuesta ningún trabajo mandar a quien sea al carajo.

El anciano director se levanta y camina hacia la inmensa ventana con vista a la noche sobre el mar.

—Seguro conoces el trillado adagio sobre los amigos y los enemigos.

Lo pienso un momento.

—¿Me está diciendo que hay que mantenerlo cerca?

El Director se vuelve hacia mí de nuevo.

—La ambición política de Alex no tiene límites. Los Alfa saben que su hombre de confianza ha seguido a Andrea hasta tu casa —asevera.

El corazón me da un vuelco. No debo olvidar los enormes intereses que están detrás de todo. Yo tengo el dinero, pero esta gente tiene el poder. Lo único que realmente deseo es proteger a Andrea; parece que estamos todos en una peligrosa red.

—El hombre de Alex se llama Felipe Néstor. Le dicen El Nexo. Es consultor del CDA. Debemos tener mucho cuidado con esa gente. Convergen diversas facciones en esta institución. Todos tienen sus propios intereses. Y muchos harán cualquier cosa con tal de conseguir lo que desean.

Observo al anciano. Me queda muy claro que comulga con lo que dice.

—¿Entonces Alex sabe que la Andrea que me visita trabaja en la OINDAH y que estaba relacionada con mi padre? ¿Qué tanto más sabrá?

—Parece que no más que eso.

—Tengo que preguntar cómo es que usted sabe todo esto —Sospecho que el grupo de inteligencia a su mando hace bien su trabajo.

El Director vuelve a sentarse. Me mira como cuando era niño.

—Tu padre acudió a nosotros para que protegiéramos su trabajo. Él sabía que haríamos todo lo necesario para ello.

"Pero mi padre comenzó a desconfiar de la organización", pienso. Y eso ocurrió cuando supo que no solo lo vigilaban a él. Era por ella por quien temía, por la fulana a la que hizo sobrehumana de forma poco ética. Por eso me pidió que viera por ella.

Creo que nunca hubiera imaginado que sería yo mismo quien la arrojaría a los leones.

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