18
Me resulta imposible olvidar los aniversarios de los peores momentos de mi vida, pero puedo pasar por alto las citas. Hace como tres horas la asistente que me envió la organización está en el despacho.
Si esa gente quiere mi dinero, que espere.
Creo que eso no quedó claro en la reunión que tuve anoche en la OINDAH. Me hicieron salir por primera vez de esta casa desde que me trajeron hecho pedazos, para conocer a los científicos que integran el proyecto.
De no ser por Andrea no hubiera asistido. Ella fue muy amable conmigo como es su costumbre. Los otros me miraban con recelo, como si estuvieran viendo un bicho raro.
Me dijo el director que mandarían a una tal Helena.
Al fin bajo porque el whiskey está ahí. A veces es la única cosa que me hace levantarme de la cama.
Alcanzo a ver a la asistente recargada en mi sillón de visitas. Debió escucharme, este bastón no es nada discreto, pero ella ni se inmuta. Parece muy concentrada jugando solitario en la portátil que tiene sobre las piernas.
Paso de largo sin verla demasiado. Solo quiero un trago, carajo.
Al fin se da cuenta de mi presencia. Se para de un salto y cierra la computadora. Puedo oler su perfume exageradamente dulce. Lo odio.
—Buen día —me dice con voz aniñada.
Me siento y la observo. Esta tiene que ser una estúpida broma.
No soy un macho que no puede creer que cualquier persona puede ser especialista en contabilidad financiera, pero tenían que enviarme a una asistente que se ve justo como la maldita Barbie Malibú.
Tengo el presentimiento de que pretenden manipularme.
Me suena de algo, sé que la he visto en alguna parte. Quizá en un espectacular de Vogue.
Giro la silla hacia la ventana. Aún la veo en el reflejo. Rubia, alta, muy delgada. Muy poca gente se ve como ella. Pretendo decir algo cuando comienza a hablar.
—Mi nombre es Helena Rige, he venido a apoyarle. Si es un momento inconveniente, por favor hágamelo saber y volveré otro día con gusto—. Su tono es entusiasta, pero estudiado. Pronuncia las palabras con cuidado, como cuando mi padre deseaba ocultar su acento.
Respiro profundo. No creo poder soportar esto demasiado tiempo.
—Continúa —digo esperando que termine pronto.
—Me envía el Maestro Carlos Caballero, me ha explicado lo que se requiere. He trabajado dos años en la OINDAH, cursé la licenciatura en administración de empresas y tengo especialidad en finanzas...
Sigue y sigue. Parece nerviosa, no se calla. No consigo preguntarle nada. Hace rato dejé de prestarle atención. Solo pienso en una cosa.
—Silencio. Sírveme whiskey —le digo harto, levando la mano aún dándole la espalda.
—¿En las rocas, señor? —pregunta.
—No me hables como si fuera tu abuelo. Dámelo así —gruño. No toleraré su condescendencia.
Lo sirve, rodea el escritorio y pone el vaso en mi mano. Se sonroja cuando la veo fijo. Se muerde el labio, es muy obvia.
¿Qué se cree esa gente que soy? Me bebo todo el vaso, estoy furioso, indignado.
—Déjame solo —rujo. Que se vaya al carajo, que toda la OINDAH se vaya al carajo.
Ella va hacia la silla y recoge sus cosas. Veo su rostro. Detrás de su maquillaje perfecto alcanzo a notar algo que me parece genuino. Decepción. Un dejo de culpa me aprieta el pecho.
—Antes de que te vayas... —digo.
—¿Si? — pregunta con suavidad. Parece que sabe que ha cometido un error.
—Deja la botella en el escritorio —ordeno menos molesto.
—Hasta mañana —responde con más entusiasmo.
Se nota la desesperación de la gente de la OINDAH.
Parece que también notan la mía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top