17
¿Qué se supone que haga con todo?
Observo las flamas bailar en la chimenea. Me pierdo en su luz. Puedo pasar muchas horas contemplando, pensando.
Bebo un trago del dorado whiskey que tengo en la mano. Irradia calor al pasar por mi esófago. Me da valor.
Perdí a Laura. Perdí a mi padre.
Los tiempos felices se fueron con ellos. Queda esta nada, esta oscura inmensidad. Con un cuerpo lleno de cicatrices, con dolor permanente, con una rodilla que apenas me sostiene. Con la angustia que me encarcela el pecho en una jaula de acero, despertando en la madrugada por las pesadillas que no paran.
Queda una vida sin mi familia. Sin mis motivos, mis razones.
No quiero moverme, no quiero que el poco calor que queda de ellos se extinga.
Pienso en Andrea. En su luz. En la luz que trae todos los días a este sitio helado y vacío. La sonrisa que me dedica, el beso que me da en la mejilla me llena de calidez.
Pero hay algo que me enciende por completo. Hace que sienta como si una furiosa explosión me reventara en una ardiente agonía.
Ella.
El monstruo de papá.
Ella, de la que Andrea era tan renuente a hablar.
El hombre de Penélope Versa vino a verme hoy. No logró engañarme con su cara de niño bonito y sus modales de princesa.
Veo su tarjeta desde aquí, sobre mi escritorio. Negra, como su traje.
Gabriel Elec, El Lector.
Esos Alfa, la inteligencia de la OINDAH podrán parecer ñoños ridículos, vestidos de negro, con sus absurdos apelativos, pero no lo son.
Son perversos. Maquiavélicos.
Mi padre creía que lo espiaban tras haber firmado el contrato. Hoy estoy seguro de eso.
Hay otra cosa sobre el escritorio. La bitácora de Andrea, en la que habla del monstruo. Se la mostré, se sorprendió de que mi padre se la hubiera dado a la OINDAH. Al fin me habló abiertamente de ella. De las cosas que puede hacer.
Yo apenas puedo ponerme de pie. Ella corre a ochenta kilómetros por hora y salta al menos dos metros en vertical.
Los Alfa armaron una estrategia compleja para manejarlos a todos sin su consentimiento.
Ya tienen el mío.
No puedo decirle a Andrea nada de esto. No me lo perdonaría, ella es como su hermana. Este asunto es entre los Alfa y yo. Parece que lo único que me faltaba en este infierno era vender mi alma y ya lo he hecho.
Andrea no debe saber lo mucho que deseo hacer sufrir a su querida amiga. En cómo me consume el deseo de verla arder como yo.
Mi padre me pidió tantas veces que cuidara de ella, solo podía hablarme de lo increíble que es. Los Alfa se encargarán de saber cuáles son sus verdaderos alcances, mientras yo me regodeo en las penurias que prepararán para ella.
Ella parece tener un solo propósito en la vida. Andrea me dijo que su amiga está dispuesta a todo con tal de que se haga la entrega del suero al mundo. El suero que a ella la salvó del cáncer, pero que mató a mi papá.
Ya veremos cuando logren volver a sintetizarlo. Está contemplado que el proyecto realice la distribución mundial de esa sustancia si se prueba que es segura.
Mi padre estaba muy seguro que los efectos que ella expresó no eran replicables. Los Alfa quieren estar seguros.
Ella no le dejará ver a nadie lo que realmente puede hacer. Se lo juró a mi papá. Del secreto de su condición depende que el proyecto pueda seguir adelante. Eso es lo que ella desea más que nada en la vida, según Andrea.
Para todo problema los Alfa tienen una solución. Una que me costará una pequeña fortuna.
Le pregunté al perverso Alfa bonito cómo rayos harán para que todo sea como ellos lo anticipan.
Me dijo con su voz tipo Michael Jackson: "No te preocupes. Tenemos nuestros métodos".
Se reunirá por primera vez toda la gente implicada en el proyecto. Asistiré.
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