16
Principios de diciembre
Desde que Laura y yo rompimos y desde que mi padre murió, mi mente no había estado tan ocupada en tantas cosas distintas a la muerte.
Observo a la joven mujer de ojos cálidos, ligeramente rasgados. La traspaso con la mirada. Sé lo que desea. De cualquier forma se lo voy a preguntar. No solo soy un ebrio detestable y criminal, también puedo ser un caballero.
—Andrea —susurro. Mi voz más suave siempre parece un gruñido.
Ella me ve. A un ex atleta lisiado y alcohólico rechazado por la sociedad. Pero también noto cierto brillo en su mirada al escucharme. Su sonrisa afectuosa. Tantas personas me han mirado con otras intenciones. Con lujuria, con lascivia. La fama que me precede, mi estatura, mi palidez , los ojos azules y el cabello negro no me permiten pasar desapercibido.
Mi madre era una mujer muy bella. Me le parezco, tal como notó Versa.
Pero creo que Andrea ve más que mi buena o mala fama, mi dinero, mi físico. Ve más que mi cojera permanente y mis adicciones.
Ella confía en mí. Y eso es mucho más de lo que cualquiera que se hiciera llamar "mi amigo" me ha dado el último año.
No la voy a defraudar.
—Si no siguiera adelante el proyecto, ¿qué harías? —digo con suavidad. Otra vez mi gruñido.
—Supongo que volvería a mi casa. Extraño a mi familia. Buscaría trabajo. Comenzaría el doctorado... —explica con desánimo. Es demasiado transparente. O comienzo a conocerla muy bien.
—Deseo preguntarte si quisieras que el proyecto siguiera adelante.
Sonríe triste. Lo piensa un momento.
—Sí. El trabajo del Doctor me devolvió la salud, me permitió seguir viviendo. Estoy muy agradecida. Pienso en toda la gente que podría beneficiarse con ello. Tantas personas que no perderían a sus seres queridos. Me siento muy comprometida —dice con emoción —. Pero también sé lo duro que ha sido todo esto para ti. No se trata de lo que yo quiero. Entendería perfectamente si no quisieras saber nada más del asunto.
—Vino una persona de la OINDAH a hablar conmigo. Estoy considerando dirigir el proyecto.
Está aún más emocionada. Sonríe con amplitud.
—Creo que es una gran oportunidad para todos. Es lo que deseaba el Doctor —dice mirándome con inmerecido afecto, que no me es indiferente —. Además... temo mucho por mi amiga.
—¿Qué te preocupa? —Oculto mi aversión.
—Ahora hace cosas que estoy segura nadie en el mundo puede hacer. Sus sentidos se agudizaron, realiza actividades físicas sin cansarse. Ha corrido a ochenta kilómetros por hora. Tantas cosas. Pero en el fondo sigue siendo la misma de siempre, una persona común y corriente. No dimensiona los alcances de que sea así ahora. Solo el Doctor y yo sabíamos sobre esto y ahora tú.
Me dan ganas de reír. Así que Andrea tampoco sabe que el Director General de la OINDAH y su área de inteligencia están bien enterados de que ella es inhumana. Y no se enterará por mí.
Dice su nombre. Ya lo había escuchado antes. La imagino como alguien corriente, incluso vulgar.
—...es como mi hermana. Una hermana loca y atolondrada, pero que fue capaz de someterse a una investigación sin necesidad de ello, con tal de que yo misma probara el tratamiento. El suero de tu padre me salvó la vida, pero fue ella quien me convención de intentarlo. Estoy en deuda.
No puedo decirle a Andrea cuánto aborrezco a esa aberración. Tampoco puedo decirle que una de las dos razones por las que estoy considerando dirigir el proyecto es que podré tener al engendro en la palma de la mano. Si los llamados "Alfa" quieren saber qué tan sobrehumana es, puedo pensar en formas creativas para que se enteren.
La otra razón es que no quiero que Andrea salga de mi vida. El resto, me importa un carajo.
—Aceptaré —afirmo.
El gesto de la joven se satura de alegría.
Yo también siento al fin algo distinto al dolor: un deseo de venganza que me embriaga mucho más que el alcohol.
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