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Principios de octubre

Andrea continúa viniendo.

Tarde. Agotada y hambrienta. Pero no deja de hacerse presente.

Es fácil no aborrecerla.

Su conversación parece versar sobre simples asuntos cotidianos, pero mantiene mi interés sin esfuerzo.

Me tiene al tanto de lo que ocurre con el proyecto de mi padre con la OINDAH. Sé mucho más sobre eso gracias a ella que de él.

Mi padre es muy esquivo. Cuando le llamo suele estar ocupado. Pasa mucho tiempo con ella. Me pregunto si mantienen una relación de otro tipo. No lo creería nunca de mi padre. Siempre ha sido muy formal con su trabajo. Pero está envejeciendo. Es humano. Y ella es una aberración que él ha creado sin su total consentimiento. Podrían tener algo retorcido.

Ocurre algo con la OINDAH. Andrea me cuenta que la gente de la inteligencia está muy involucrada en el proyecto. Me habla de un tal Gabriel. Eso no suena nada bien.

Estoy harto de todo. Si no fuera por las visitas de Andrea, no podría soportarlo.

Distintos médicos vienen a verme. El último fue un ortopedista que se especializa en rodilla.

Espero una entrega hoy.

Mary entra de manera solemne, trae un paquete largo.

Deja la caja frente a mí en el escritorio, sale sin verme y sin decir nada. Cierra la puerta.

Hoy casi no he bebido. Necesito estar enfocado para esto. Mido casi un metro noventa. No será nada fácil.

Descubro el paquete. Es una caja forrada con piel negra. Abro los seguros y observo el contenido. Nunca me hubiera pasado por la cabeza que tendría que usar algo así.

Lo saco y lo pongo en mi regazo. Es sólido y ligero. Negro, de ébano. Lo encargué con una empuñadura de plata. Será ortopédico, pero no tiene que ser de aluminio con mango de goma. La puntera tiene un detalle en plata también.

Lo sujeto antes de ponerme de pie, como me indicó el especialista. El puño fue moldeado para mi mano.

Maldigo en silencio.

Es un momento muy amargo.

Tendré que usar este objeto toda mi vida.

A menos que consienta que me operen otra vez y me pongan un reemplazo de rótula. Y no hay garantía de que pueda volver a ponerme de pie por mí mismo.

Respiro profundo y me levanto.

Dolor.

Vivo con dolor.

Algunas veces es tan fuerte que no puedo levantarme de la cama. Otras es tolerable, pero siempre está presente.

Estoy furioso.

Siento el ardor que se instala en mi plexo, la mandíbula tensa.

Doy un par de pasos. Más dolor.

Más.

Días después

Andrea y yo cenamos otra vez. En mi casa, como es habitual. No he vuelto a salir desde que entré.

Cuando era coreback me detenían en todas partes. Se tomaban selfies, me pedían autógrafos. Ahora no me extrañaría que me gritaran o que se pusieran agresivos. La gente es idiota y cree todo lo que lee.

Trato de no ver las redes sociales, pero he dado una mirada. No me importa lo que digan de mí, pero no ignoro lo que sucede. Cada comentario es más atroz que el anterior. Hay decenas , ciento de ellos. Marcelo ha cumplido con su cometido. Incluso, hubo protestas públicas en la universidad y afuera del que fue mi departamento, exigiendo que me enviaran a prisión, que me expulsaran de la universidad.

Como si lo hubiera necesitado...

Seguro Aurelio y María lo saben. Todo lo que se dice de mí. Ellos seguían las redes que la directiva del equipo me obligó a tener y que, por fastidiar, no pienso dar de baja. Que el mundo sepa que el que fuera el jugador más valioso es un hijo de...

Ahora, tengo otras cosas en qué pensar, por ejemplo, en cómo carajos lograré levantarme de la cama al día siguiente.

Mary y Andrea conversan. Las escucho de lejos, a veces. Cambian de tema cuando me acerco. Con el bastón y la cojera me notan desde que estoy bastante lejos.

Estoy tratando de mantenerme. Sé que no mejoraré demasiado, pero sigo ejercitándome a veces, en la sala que se preparó en el tercer piso para la "rehabilitación". A veces, lo hago de forma que me hace sudar de dolor.

Me pregunto si algo puede ser peor que esto.

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