Secretos:

Gabriela había pensado que escuchar a sus amigas iba a ser muy difícil pero nunca imaginó que lo sería tanto. Tuvo que sentarse tranquila, oírlas sin interrumpir, no enojarse y verter muchas lágrimas (más de las que esperaba). La primera en empezar fue la recatada Clara.

Desde que Gabriela comenzó a salir con el guapo y carismático Hugo Peña en la secundaria todos sus conocidos habían apoyado la relación. Sus amigas la felicitaban, con bastante envidia, y hasta su exigente madre se había rendido ante su buena educación y encantos. ¡Lo adoraban!... La excepción había sido Clara, a ella no le había agradado mucho. Había sido la única que vio defectos en él. Le había parecido un tipo pedante, egoísta, vanidoso e imprudente. No era lo que esperaba para su querida amiga, ella no se había dejado engañar por los atractivos físicos del joven. En ese entonces, no acostumbrada a callarse nada, su descontento quedó bien patente.

A la novia le había molestado un poco que una de sus mejores amigas censurara tanto a su perfecto novio y no quiso escuchar sus razones. Era muy joven aún y estaba totalmente enamorada de él. No quería ver nada de lo que le disgustaba a Clara... Quizá, ahora lo entendía, ella también lo veía pero se encontraba en un estado de negación que la impulsó a disculparlo en su fuero interno. Ofendida e irritada con su amiga, decidió entonces que estaba celosa y la ignoró. Tarde lo lamentó...

Hugo, experto en atraer mujeres y acostumbrado a vanagloriarse de ello, no comprendió por qué a la amiga de su novia le desagradó tanto. ¡Y encima se lo demostraba! ¡La necia lo hacía público para que todos se enteraran! Era una mancha en su excelente currículum que no podía permitir. Sus amigos comenzaban a burlarse de él. Ella había herido su orgullo... Irreflexivo y dejándose llevar por su descomunal vanidad, había intentado a toda costa atraerla hacia él. Su objetivo era enamorarla un poco y nada más... pero las cosas se salieron de control.

— Caí como una... como una persona sin inteligencia —confesó Clara angustiada y avergonzada, tratando de no maldecir—. Comenzó a hablarme muy a menudo, en cada ocasión que se presentaba. ¡Hasta se aparecía por donde fuera que estuviera! Sospeché que me seguía, pero me dije que no era probable. ¡Él me detestaba tanto como yo a él!... Al cabo de un tiempo consiguió el número de mi celular. Desconozco quién se lo dio. Me mandaba mensajes todos los días y consiguió que... que cambiara la opinión que tenía de él. ¡Llegué a considerarlo mi amigo! ¿Pueden creerlo?...

— Eras solo una niña... Maldito manipulador —susurró Elena con repugnancia.

— En ese entonces me sentía triste por el rechazo de Gabi —continuó relatando—. Me sentía apartada por todos y molesta. Comencé a confiar en él y se lo conté... ¡Gran error!... Comenzó a decirme cosas muy lindas. Me alagaba recalcando mi importancia por sobre los demás... Decía que era diferente a ti, Gabi, que era mucho más linda y más inteligente. Que nadie me daba el valor que merecía... Que su novia no era justa ni buena conmigo... Intentó alejarme de ti y vaya si al final lo consiguió... Ahora me parece tan obvio su juego, pero en ese entonces no lo vi. ¡Lo siento!

Gabriela frunció el ceño... ¡maldito tipo! A duras penas había podido conjurar la calma y consideraba que aún estaba en su poder mantenerla.

— Tienes que saber que al principio me resistí. A pesar de todo el enojo que había entre nosotras, seguías siendo mi amiga. Pero... él era... —Calló, no supo cómo seguir sin ofender a su recuperada amiga.

— Era muy simpático y atrayente, puedes decirlo. Lo sé tan bien como ustedes —intervino Gabriela.

— Yo... no comprendo cómo sucedió, pero me enamoré de él... ¡Era tan dulce y atento! Parecía el hombre perfecto para mí... a pesar de que era tuyo. De todos modos, logré mantenerme lejos por un tiempo. Siempre estuviste primero en mi pensamiento, Gabi... Luego todo cambió, te fuiste a estudiar lejos y fue muy difícil mantener el control... Recuerda que yo estaba muy enamorada. Encima, él comenzó a perseguirme... Rayaba en el acoso. Tienes que entenderlo, Gabi, no pude más. Sólo éramos buenos amigos pero un día apareció por mi departamento y... y no pude resistirme más. Dormimos juntos. —Clara se detuvo. Estaba triste, avergonzada y un desagradable rubor la cubría. No pudo mirarla a la cara. De todas formas, continuó—: Y... ¡cómo me odio! ¡Lo siento tanto! Seguimos haciéndolo durante mucho tiempo hasta que volviste...

— ¿Qué pasó?

Clara se encogió de hombros.

— Entonces todo cambió entre nosotros... Estaba segura de que Hugo te hablaría, poniendo en relieve que sus sentimientos estaban conmigo. Esperaba que te diera la noticia de que tenía una nueva novia. ¡Estaba tan segura que actuaría así! Nunca pensé en nada más, sólo temía tu reacción. Ibas a odiarme después de eso pero tenía la esperanza de que con el tiempo comprendieras... Sin embargo... ocurrió lo contrario. Él volvió contigo y era algo que no me imaginé nunca... Me sentí muy mal, sucia, usada... Intenté que Hugo me explicara qué pasaba. Nunca se me ocurrió que él necesitaba dinero y yo no lo tenía... De todas formas, me prometió que iba a dejarte, obvio, sino jamás hubiera seguido adelante con nuestra intimidad... Pero siempre era una excusa tras otra y el tiempo pasaba: "No puedo ahora, no quiero hacerle daño a Gabriela, ella recién vuelve"... Luego que: "Gabriela, está enferma, no puedo darle la noticia ahora"... Y las excusas seguían y seguían y yo, a pesar de que me sentía muy mal, no podía dejarlo hasta que...

— Espera, espera un momento —la interrumpió Gabriela—. Un día llegué a nuestro departamento y tú estabas allí... Lo recuerdo muy bien porque me pareció extraño. Era muy tarde en la noche. Estabas rara y apenas entré por poco no saliste corriendo. Hugo me dijo que estabas esperándome y que te habías enojado tanto que hasta me insultaste porque no volvía. Por eso habías huido al verme aparecer, avergonzada. Dijo que eras una cobarde, que no podías enfrentarme. ¡Y hasta se rió!

Clara la miró con los ojos agrandados por la sorpresa.

— No, ¡nada de eso! ¡No puedo creer que te dijera algo así! —se escandalizó la joven, un rubor cubrió su rostro, estaba furiosa—. Fui a tu departamento a hablar con él, le dije que te dejara o acababa todo entre nosotros. Hugo, como siempre, me engatusó y me llevó a la cama. Cuando llegaste sólo hacía cinco minutos que estaba vestida... Me desesperé al verte, fue el colmo. ¡Me sentía muy mal conmigo misma! Al llegar a casa me pasé toda la noche llorando y viendo esas fotos de cuando éramos niñas que guardaba... Entonces fue cuando decidí irme lejos. Mi tía Flora me había invitado muchas veces a pasar un tiempo con ella y decidí llamarle. Necesitaba alejarme... A pesar de todo lo que había hecho, te quería más a ti que a Hugo, tú eras más importante para mí. Lo supe en ese preciso momento... No podía continuar haciéndote daño y decidí apartarme por un tiempo.

Hubo un prolongado silencio. Mientras tanto Gabriela luchaba con sentimientos encontrados. Con la rabia de haber sido tan ciega... le había herido profundamente lo que había hecho Clara, a pesar de sus excusas. Para ella no había excusas de ese comportamiento en una amistad. Sin embargo, muy a pesar suyo, tuvo que reconocer que Hugo poseía la capacidad para manipularla de esa manera. Su rabia entonces se concentró en su ex novio.

— Pero no volviste —intervino Elena, decidiendo romper la tensión que se había creado.

— No pude. Estar tan lejos de Hugo me llevó a pensar cada vez más en él. Sabía que si volvía a Argentina iba a pasar lo mismo, tarde o temprano; así que decidí no volver más. Mi tía me acogió amablemente y fue como una madre para mí. Ella me ayudó a superar todo aquello, a olvidar y a reconciliarme conmigo misma, por el daño que le había causado a una de mis mejores amigas. Es una mujer extraordinaria... Desde entonces he llevado una vida muy diferente.

— ¿Y qué pasó cuando supiste del compromiso? —preguntó Gabriela, limpiándose una lágrima que caía sobre su rostro—. Recuerdo que me dijiste que venías a formar parte de mi cortejo de damas de honor... pero nunca llegaste.

— Decidí ir por ti, por nuestra amistad. Sin embargo, en el aeropuerto entré en pánico y no pude abordar el vuelo.

Al terminar esta frase hubo un largo silencio, mientras que cada una estaba inmersa en sus propios pensamientos.

— ¿Lo sabías, Elena? —dijo Gabriela, tratando de ocultar su descontento. ¿Por qué nadie le había dicho? ¡Duró mucho tiempo!

— Nunca le dije a nadie —intervino Clara categóricamente.

— Lo sospechaba —confesó Elena, suspirando—. Una vez, al salir de un bar, encaré a Clara pero ella negó todo. No supe qué hacer... si decirte o no, Gabi. No tenía pruebas... Y probablemente me tomarías por una loca. Además hiciera lo que hiciera iba a traicionar a una de ustedes y no deseaba perderlas.

— No pude confesarte todo, Elena, ¡simplemente no pude! Era un pecado muy grande —se excusó Clara, con los ojos mojados. Ésta negó con la cabeza.

Elena largó un hondo suspiro.

— No, la que tiene que disculparse soy yo. Hay algo más que no saben de mí. Nunca supiste, Clara, por qué te encaré ese día. Hacía cierto tiempo que venía sospechando lo de ustedes, entonces comencé a seguirlos en cada ocasión que se presentaba. El imbécil de Hugo me vio una noche y creyó que yo sabía algo.

— ¿Te dijo eso? ¿Te amenazó? —manifestó Gabriela, preocupada.

— No, fue peor.

Cuando Hugo Peña se enteró que Elena había descubierto su sucio secreto, tan bien oculto hasta entonces, no la amenazó, al menos no en ese momento. Hizo lo mismo que con Clara, comenzó a "acercarse a ella", a alagarla, a hablarle más seguido, a enviarle flores. Le parecía que Elena era mucho más atrayente que Clara, ya se había cansado de ésta y Gabriela estaba muy lejos. La chica le gustaba pero tenía que resolver un mayor problema: la atrajo hasta que la mujer cedió y un día la atrapó desprevenida.

— ¡Te acostaste con él cuando salía conmigo! —se enojó Clara. Su mano apretó la falda con furia.

— ¡Ey! ¡Se supone que yo era la novia! —intervino Gabriela, escandalizada.

— ¡Sí, nos engañó a las tres al mismo tiempo! ¿No entienden su sucia jugarreta?... Sabía que éramos muy amigas y que gracias a ese cariño que nos teníamos jamás hablaríamos de lo que pasaba —manifestó Elena con lágrimas de rabia en los ojos—. Y tenía razón... Tiene una mente maestra para la infidelidad.

— ¿Qué pasó luego de eso? —preguntó Gabriela, tratando de mantener la calma... No obstante no pudo evitar pensar ¡que eran las tres cornudas del siglo!

— El maldito imbécil sabía que no iba a delatarlo contigo sobre la relación que mantenía con Clara... porque ¡yo había hecho lo mismo que ella! Jugó con mi mente y mis sentimientos... Entonces fue cuando decidí confrontarte, Clara, pero negaste todo y... estaba por decirte lo que había pasado pero ¡no pude! —continuó Elena con angustia—. Luego Gabi volvió y poco después tú te fuiste. Pensé que todo se arreglaría con el tiempo.

Hubo un breve silencio.

— Sin embargo nada se arregló porque continuaste con él —afirmó Gabriela con cierto rencor en la voz.

— No... No volvió a pasar nada luego de eso. Sólo fue una vez. Me sentía demasiado mal conmigo misma. Además comencé a salir en ese entonces con Hernán. ¿Lo recuerdan?

— ¿El hippie que tenía una banda? —preguntó Gabriela.

— Sí, bueno, nunca tuve suerte para elegir a mis novios —respondió Elena, con amargura—. Como sabes, Gabi, poco antes de que te comprometieras con Hugo, Hernán me engañó con la baterista... Esa pelirroja tonta... Ese día estaba destrozada, había sido feliz con él pero no duró mucho. No sé cómo Hugo se enteró... parece que huele cuando una mujer necesita apoyo... y cariño... Cuando se encuentra vulnerable... Él apareció por casa de mi hermana, que es donde vivía, y me encontró sola. Charlamos mucho, pensé que nos entendíamos. Me recordó lo que había pasado entre nosotros. Él me dijo que desde que estuvo conmigo nadie había logrado conmoverlo. Me dijo que había ocultado sus sentimientos hacia mí durante mucho tiempo. También que Clara era una arpía que lo había usado y lo destrozó al irse, abandonándolo como un viejo juguete... Y que Gabi siempre peleaba con él por cualquier cosa... Dijo que eras una celosa patológica y que estaba harto de ti.

— No me sorprende —comentó Gabriela molesta, ¡ya nada le sorprendía!

— Que hacía mucho tiempo —siguió Elena— que todo había terminado entre ustedes y que si seguía a tu lado ¡era por pura lástima! Era un experto mintiendo. Hubiera sido un excelente actor el muy imbécil... No tengo excusas para lo que pasó luego y no pretendo dártelas, lo único que puedo decirte, Gabi, es que estaba muy triste y vulnerable. Me dejé llevar. Él me prometió dejarte y huir conmigo lejos... Donde nadie nos conociera. Viviríamos felices para siempre. Hasta habló de una fecha en concreto, pero entonces, claro, se anunció el compromiso...

— ¿No te pareció un claro llamado de atención? —dijo Gabi.

— ¡No podía creerlo! ¡Estaba furiosa! ¡Lo encaré y sólo pudo darme excusas, cual más inverosímil que la otra! Estaba segura de que me mentía... Y estuve a punto de decírtelo pero él se dio cuenta... Volvió un día con flores y esa patética sonrisa perfecta. Me dijo que tu madre se había puesto pesada, que había cedido para que dejara de molestar. Pero cuando nos trasladáramos todos a Miami, iba a confesarlo todo y al fin seríamos libres... ¡Le creí! ¡Qué estúpida! ¡Qué necia!

— ¿Entonces, ese día en el hotel aún él te mentía estando en la cama contigo? —dijo Gabriela, con el ceño fruncido. Roja de la furia.

— Sí... estaba desesperándome porque las cosas no avanzaban. No deseaba que te plantara en el altar. Era demasiado cruel... No sospeché que ni pensaba hacerlo... Entonces sucedió todo. Fue el destino. Nos descubriste, que era lo que terminarías haciendo tarde o temprano... Su conducta luego... El velo que cubría mis ojos cayó al piso y pude ver todo el engaño, las mentiras... Tengo asco de mí misma pero lo que más odio es que yo debí hacer lo que hizo Clara, debí apartarme; sin embargo a pesar de todo estaba decidida a quitártelo... ¡Fui muy egoísta y muy estúpida! Estaba enamorada u obsesionada, no lo sé... aunque eso no es excusa. Aun no me he perdonado por ello.

Elena había sido la más fuerte de las tres y aun así había sucumbido a sus encantos, parecía obra del demonio. Hubo un largo silencio. Gabriela se tomó un par de tragos antes de continuar. Ahora que sabía la verdad le costaba aún más perdonar a sus amigas. La habían traicionado.

— ¿Qué pasó luego?

— Me culpó de todo lo que había pasado, me gritó en la cara todos los insultos que te imagines. Me dijo que "yo" había sido la que lo había engatusado o embrujado... no recuerdo bien el término que usó... para que terminara en la cama conmigo. Que había arruinado su vida. Armó un verdadero escándalo, un berrinche de niño. Nos peleamos... Pensé que todo estaba destruido e intenté contactarte, pero no respondías el teléfono ni mis mensajes.

— No deseaba saber nada de ninguno. Suficiente tenía con el escándalo que se armó en mi propia familia. Con la vergüenza de anunciar la cancelación de la boda a todos los invitados. Con los desagradables rumores... Mi madre estaba furiosa conmigo, insoportable. ¿Pueden creerlo? Cuando se enteró de todo, no tengo idea cómo, me echó la culpa a mí en vez de enojarse con él. Desde entonces no la veo mucho, ni a mis hermanas. Ellas tampoco me apoyaron. Y, discúlpame, pero menos quería saber de ti, Elena —dijo Gabriela enojada, frunciendo el ceño.

La aludida soportó el golpe.

— Y no te culpo. Te traicioné por un imbécil... No quiero ni maginar lo que pensaste de mí.

Elena de pronto se derrumbó, soltó un sollozo y se detuvo. Era la primera vez que se quebraba en esas horas de charla. Logró conmoverlas.

— ¿Lo viste otra vez? —preguntó Gabriela al cabo de un rato.

— Cuando volvimos a Argentina apareció un día de la nada, ofreciéndome una reconciliación. Ni siquiera sé qué lo impulsó a ello, supongo que no tenía otra víctima disponible. Se disculpó como siempre había hecho, pero yo no le creí. Ya estaba harta. Lo abandoné.

— Me imagino que le encantó —rió con sarcasmo, Gabriela.

— No lo sé. No volví a saber de él. Decidí continuar con mi vida y olvidar todo lo que pasó... como hicieron ustedes. Pero, claro, no pude.

Hubo un breve silencio.

— ¿Tenías el deseo de gritarle todo lo que se merecía? ¿Nunca lo hiciste? —comentó Gabriela.

— Exacto, tal cual te pasó. Sólo huí lejos, no le dije nada, y el tiempo pasó. Pero pronto descubrí que eso no me bastaba, tenía que pagar todo lo que había hecho... eran demasiadas cosas, demasiado daño. ¡Su crimen no podía quedar impune! Sólo así me sentiría en paz. Luego la noticia de que se casaba llegó a mí inesperadamente y pensé en esa pobre víctima.

— Una pobre mujer que pasaría por lo mismo que nosotras —manifestó Gabriela entre enojada y triste.

— Sí, con la vida destruida —afirmó Elena.

Cada una se ensimismó en sus pensamientos, nada agradables... Gabriela pensaba por qué había sido tan ciega, tan tonta... habían sido muchos años de sucios secretos, de mentiras, de traiciones... Y ella había continuado inmersa en aquella realidad junto a Hugo, tan ausente como si no viviera a su lado. ¿Qué le había ocurrido? ¿Cómo no se dio cuenta de todo lo que pasaba justo frente a sus ojos? Se sentía en extremo estúpida. Sin embargo, ya era tarde para lamentarlo, ya todo había pasado.

— No puedo creer que me traicionaran de esa manera —les dijo con rencor.

Ambas jóvenes desviaron su mirada, tenía razón y nada de lo que dijeran cambiarían las cosas que habían pasado.

— Sí —dijo Clara con tristeza—. Y lo sentimos mucho... Realmente lo sentimos, Gabi... Ten en cuenta de que lo hemos pagado caro también, todo el daño que te hicimos se volvió en nuestra contra. El mal que uno causa siempre se revierte tres veces. Hemos pagado por nuestros pecados todos estos años.

Elena asintió con la cabeza.

— Sí, ha sido duro... La única víctima acá fuiste tú.

— ¿Víctima?... Al principio es probable, pero no después. En cierto sentido siempre sospeché que me engañaba... pero cerré los ojos ante la verdad, decidí seguir con él a costa de todo... No creo que eso me haga una víctima, sí una estúpida.

— Todas hemos sufrido las consecuencias de nuestra conducta durante todos estos años pero ya es hora que dejemos atrás todo ese dolor. Tenemos que seguir adelante —dijo Elena y todas estuvieron de acuerdo.

Las tres amigas se quedaron entonces pensativas, habían sido muy débiles, habían sido muy inocentes e ingenuas. Luego de varios minutos Clara decidió romper el silencio:

— Pero, Elena... ¿cómo te enteraste de que Hugo Peña se casaba? —preguntó con curiosidad.

— Esa es otra larga historia... —dijo, largando un suspiro.  

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