Capítulo 8. En el interior de Ilvermorny

Llegaron poco antes de la media noche. El bosque que rodeaba Coomloughra era muy frondoso, desde arriba, no se veía el suelo de este. En el camino, Ada se fijó en un arroyuelo que atravesaba el bosque, que a la luz de la luna brillaba como plata.

Bajaron de los thestrals, la cabaña se encontraba en un claro del bosque, y era muy pequeña. Era redonda y tenía el tejado muy derruído, parecían ruinas más que una cabaña mágica. Stephanie llevó los thestrals a una especie de establo que tenía, para que descansaran del viaje. Regresó con los demás y les invitó a pasar.

Antes de entrar, Stephie tocó a la puerta de madera roída, que dejaba pasar la luz de las velas de dentro.

—Ilvermorny —susurró.

La puerta se abrió dejando ver una sala redonda, la única en toda la cabaña, sin más puertas. La sala estaba iluminada por la luz de las velas, cubierta por una alfombra roja redonda, que era muy antigua, estaba llena de cuadros muggles. Cuando estuvieron todos dentro, se cerró la puerta de golpe.

—Por seguridad —susurró Stephie.

Quitó la alfombra roja del suelo, y dejó ver una trampilla de madera con un asa dorada. Levantó la tapa y dejó ver una escalera, por la que bajaron de uno en uno. Cuando estuvieron todos abajo habló Stephie.

—¡Bienvenidos a la verdadera cabaña Ilvermorny, cuyo nombre es en honor de la cabaña que se edificó aquí siglos atrás!

Atravesaron el pasillo lleno de cámaras, parecía una madriguera, la casa estaba llena de criaturas mágicas que corrían de un lado a otro, y parecía que la casa no tenía límites. Parecía un verdadero laberinto subterráneo.

De pronto un demiguise cruzó corriendo el pasillo, y siguiendole una chica de pelo y ojos color caramelo.

—¡Perdón, dejen pasar por favor! —dijo la chica dirigiéndose a ellos, y después fijando la mirada en el demiguise—. ¡Vuelve aquí Hattie, solo quiero pesarte!

—¿Sophia? —preguntó incrédulo Charles.

—La misma, ¿quien lo pregunta? —respondió—. Oh, sois vosotros... Perdonad, no os había reconocido, habéis llegado, ¿qué tal el viaje?

—Muy bien, gracias Sophia. —Charles sonrió—. Que gusto volver a verte...

Sophia sonrió a los visitantes sin decir ni una palabra, pero de pronto recordó a Hattie, la demiguise, y reemprendió su maratón después de despedirse de ellos. Todos rieron después de está divertida situación.

—Por aquí —dijo Stephie entrando en una sala de la izquierda, llevándolos hacia la sala de estar.

Todos entraron, en una mesita estaban sentados un chico de pelo corto y una chica de pelo blorange con las raíces negras, estaban jugando al ajedrez. En la mesa, una chica de pelo blanco por los hombros y un chico de pelo castaño dibujaban mapas. Junto al chico, había una maleta marrón con las iniciales E. M. M.

—¡Chicos! —exclamó Stephie haciendo que sus reclutas se girasen—. Nuestros amigos de Inglaterra han llegado...

Muchos de los que estaban presentes sabían quiénes eran los de la sala, y les saludaron sonrientes.

—Para quiénes no los conozcan aún —dijo dirigiéndose al grupo—. Estos son Cleroy Black, Malena Tonks, Karma Shinotoro y Erik Maldivieso.

Estos se levantaron según iban nombrando sus nombres, primero los que jugaban al ajedrez y después los que dibujaban los mapas.

—¿Cleroy? —preguntó entonces Ada, cuando el chico del pelo corto se acercó—. ¿Qué haces aquí?

Todos los miraron sin entender.

—¿Os conocéis? —preguntó Stephanie.

—¡Claro! —dijo él—. Es mi prima materna. Me alegro de verte.

Después de los abrazos y recuerdos de Hogwarts que tenían entre ellos, Stephie fue a enseñarles las habitaciones. Sorprendentemente, subieron dos pisos y llegaron a las habitaciones que les habían preparado.

Como estaban muy cansados todos, decidieron dejar las charlas para mañana, así que cada uno se instaló en su habitación, apagaron las velas, y se dispusieron a dormir.

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