Capítulo 7. Stephanie Rose McClaire
Pocos instantes después aparecieron en la chimenea de un local mágico, en un pueblo de Irlanda llamado Coomloughra, que se encontraba en el condado de Kerry. Fueron saliendo uno a uno de la chimenea, y dirigiéndose a la calle, mientras la gente del pub miraba extrañada a los desconocidos, hacían meses que no venía nadie de fuera. Cuando estuvieron todos fuera caminaron por el centro del pueblo. De pronto, Stephan paró en seco, y miró a todos asombrado. Habían carteles de Se busca de cada uno de ellos, pegados en un miro de piedra. Se miraron entre ellos, Adelaida estaba de brazos cruzados observando a Letta.
—¿Por qué nos buscan? —preguntó Stephan—. No hacemos nada ilegal, ¿no?
—Deberías preguntarle a Letta —sugirió Ada sarcásticamente—. Sabe muchas cosas que nosotros ni imaginamos...
Todos miraron a Letta, que hacía lo posible por esconder la mirada.
—Letta, respóndenos sinceramente, ¿por qué buscas la Varita de Saúco? —preguntó Stephan.
—No..., no puedo deciros nada —respondió Letta—. Si lo supieseis, me odiaríais...
—No te vamos a odiar, Letta —tranquilizó Charles, aunque se temía lo peor.
—¿Estás del lado de Grindelwald? —preguntó Ada, que tenía la varita preparada.
—¿Qué? ¡No! —exclamó Letta—. En realidad no estoy en ningún bando, yo me guío por mí misma...
—Igual que Stephie —afirmó Stephan.
Ada escondió la varita, y arrancó los carteles. De pronto, se oyó un ruido a sus espaldas y todos se sobresaltaron. Detrás de ellos, un hombre había detenido su camino, y ahora los miraba fijamente. Letta suspiró de alivio.
—Todo el pueblo habla de vosotros, ¿vais a ver a la bruja que vive en el bosque? —preguntó el mago.
—Sí, a McClaire —afirmó Stephan—. ¿La conoce?
—Claro, todos la conocen —respondió el mago—. Es la bruja que vive en la cabaña llena de criaturas mágicas.
—¿Sabe dónde la podemos encontrar? —preguntó Ada.
—Tenéis que ir hacia el este del pueblo, y seguir el camino hacia el bosque —contestó el mago—. Pero no os salgáis del camino, el bosque está lleno de criaturas que son muy peligrosas.
Se despidieron del mago y se dirigieron al este del pueblo, en dirección al bosque. De camino, la gente los miraba y susurraban a su paso, y comenzaron a seguirlos según pasaban. Llegaron al final de la calle central, en este punto, todo el pueblo estaba reunido tras ellos. Letta se temía lo peor, y su pelo y su ojo derecho se tornaron blancos, levantando más las sospechas del pueblo. Adelaida se sobresaltó, aún no la había visto con esa apariencia, y una vez más sacó la varita. En la frontera del bosque y el pueblo, apareció un hombre que les cerró el paso. Los cuatro miraron en todas direcciones, pero los habían rodeado. Entonces el hombre habló.
—Miren quien apareció por nuestro pueblo. ¡Vamos a ser ricos! —dijo dirigiéndose a los habitantes, y acto seguido, giró hacia el grupo—. No sabéis el alto precio que puso el Ministerio a vuestras cabezas...
—¡¿Pero nosotros por qué?! —gritó Ada—. Entiendo lo de Letta, pero ¿nosotros?
Letta giró sorprendida, preguntándose que sabía Adelaida de ella. Ada lo intuyó, así que le aclaró un poco el asunto.
—Leo mucho el periódico, querida, media Europa te busca. ¿Acaso no lo sabías?
—A los ojos del Ministerio, estaba muerta —se defendió Letta—. Solo me buscan porque sé cosas que ellos no. No soy una criminal, solo una bruja que busca respuestas.
Todo el pueblo la miró, su pelo seguía siendo blanco.
—¡Los rumores son ciertos! —exclamó un hombre de entre la multitud—. ¡Mirad su pelo y sus ojos! ¿Acaso no os recuerda a nadie?
Todo el pueblo asintió.
—¡Es como Grindelwald! —gritó una mujer—. Seguro que está de su lado, deberíamos entregarlos.
—¡¿A nosotros por qué?! —gritó Ada intentando escapar—. ¿Que hemos hecho nosotros?
—Ayudar a una fugitiva —dijo el alcalde—. Eso también es un delito...
Los guardias acorralaron al grupo, y ya se los iban a llevar cuando de pronto, entre las nubes del cielo nocturno apareció una bruja montada sobre... ¡¿El aire?!
—¡Corred, corred, la bruja del bosque ha llegado! —gritó el alcalde intentando proteger a sus ciudadanos.
Los habitantes se encerraron en sus casas entre gritos y tropezones, dejando así a los cuatro en medio del camino desolado. La bruja aterrizó en el suelo, y los cuatro entendieron porque parecía que cabalgaba sobre el aire.
—¡Son thestrals! —gritó Ada.
—Veo que todos conocéis la muerte... —dijo Stephanie viendo que todos miraban sorprendidos.
—¡Stephanie! —exclamó Stephan y corrió a abrazarla.
Stephie correspondió el abrazo, y les invitó a montar en los thestrals. Cada uno subió al más cercano y echaron a volar.
—La cabaña no está muy lejos —dijo Stephie—. He traído compañía, para ayudarnos en la búsqueda. Algunos de ellos fueron a Hogwarts con nosotros.
—¿Por ejemplo? —preguntó Charles—. ¿Está Leta Lestrange entre ellos?
Leta Lestrange era una bruja de sangre de sangre limpia, que había ido con ellos a Hogwarts, y siempre estaba muy pegada a su amigo Newt.
—No, Leta trabaja ahora en el Ministerio —respondió Stephie—. Se ha hecho aurora.
—Como todos nosotros —suspiró Charles—. Hacía mucho tiempo que no la veíamos...
—Pero si que ha venido Sophia, por ejemplo —continúo Stephie.
—¿Lanister? —preguntó Stephan.
—La misma —respondió.
Adelaida montaba en un thestral con pelo largo y grandes alas. Se preguntaba quiénes eran todas esas personas que nombraban de Hogwarts desde que había llegado. Observó el pelo blanco hasta los hombros de Stephanie y sus ojos grises a la luz de la luna. Durante diez minutos, sus compañeros hablaron de sus cosas, mientras la mente de Adelaida se perdía en sus pensamientos. Levantó la mirada y observó la luna, brillante en medio la oscuridad, lo que le hizo recordar a su hermana...
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