Capítulo 17. Camelie O'Sullivan

Hacía frío. Ada estaba atada a una silla con cuerdas gruesas como mangueras. Estaba completamente empapada, y seguía goteándole agua desde el techo, en donde había una hendidura que daba al piso de arriba. Hacía unas horas que la habían atado y no sabía dónde estaba ni por que, ni quienes eran sus secuestradores. Una gran lámpara le cegaba la vista, y detrás de ella, había un hombre corpulento vestido completamente de negro. Debido a la luz, no podía ver quien era. De pronto oyó gritos provenientes de la habitación contigua. Eran de Stephanie.

—¡STEPHIE! —gritó en vano—. ¡STEPHIE! —Al no oír respuesta comenzó a sollozar.

De pronto los gritos de Stephie callaron, y Ada sintió que le invadía la angustia por dentro. Quiso taparse la cara con las manos, pero al tenerlas atadas no pudo, asi que lloró sin remedio. Se abrió la puerta de la habitación donde se encontraba Ada y entró un hombre con máscara (parecida a la que los mortifagos llevarían años después) y también vestido de negro.

Se acercó a ella y la contempló detenidamente. Después dijo unas palabras al hombre que había tras la lámpara y este salió de la habitación. Ada se quedó a solas con el hombre de la máscara. Se la quitó y Ada pudo ver a un hombre joven de aspecto demacrado, con ojos azules penetrantes y pelo tan negro como la mugre del suelo que pisaban.

—Así que tú eres Adelaida —dijo él esbozando una sonrisa maliciosa—. Tú eres la que conoce el paradero de la varita.

—No... no sé de qué varita me habla —mintió Ada.

El hombre se limitó a sonreír.

—Mira, vamos a hacer esto fácil. Tú me dices lo que sabes, y yo a cambio no mato a tu amiga —chasqueó los dedos y el hombre que había salido antes de la habitación entró agarrando a una chica.

—¡Camelie! —gritó Ada desesperada—. ¡No, por favor, no le hagas daño! —gritó de nuevo. Camelie era, junto con Carrie, la más joven del equipo Ilvermorny.

—Entonces, ¡dime lo que sabes! —gritó haciendo que los tímpanos de Ada vibrasen.

—Te lo repito, ¡no se nada! —gritó ella—. La que sí sabe, es Letta, ella es la que hace los planes.

—¿Conque Letta, eh? —el hombre se quedó mirando a Ada—. ¿Aún no sabes que hará con la varita? ¿No te ha dicho nada?

—Se lo juro, no se nada...

—¡SÍ LO SABES! —gritó él impaciente—. Fuiste tú la que le dijiste a Letta que la varita se encontraba en Godric's Hollow.

—¿De qué conoces a Letta? —preguntó ella extrañada.

—¡Eso no te incumbe! —chilló.

—Jake, mata ya a esta chica —dijo el chico al lado de la puerta agarrando a Camelie por el cuello y apuntándola con su varita, por si quería escapar.

—Tranquilo, Jason —murmuró Jake y se dirigió a la puerta.

Ambos chicos intercambiaron unas palabras que Ada no pudo oír.

—Bueno, si no quieres darnos la información, nos vamos y no te molestaremos más —dijo Jake para la sorpresa de Ada, pero cuando estuvo al pie de la salida se volvió y exclamó—: ¡Avada kedavra!

Camelie cayó muerta a los pies de Ada, con la cara estampada en el suelo mugriento.

Adelaida intentó gritar, pero ningún sonido pudo salir de su boca. Los dos chicos salieron de la habitación y dejaron entrar a un chico con el pelo castaño claro y los ojos color miel, que Ada reconoció al instante.

—¡Eres tú! —gritó rabiosa—. ¡Nos has traicionado! Emalee tenía razón. ¿Cómo has podido?

El chico se acercó a Ada y alzó la varita.

—¡Cállate! —gritó—. ¡Crucio!

Adelaida se retorció de dolor. La maldición Cruciatus causaba un dolor insoportable en la víctima para torturarla.

—¡Crucio! —volvió a gritar, y lanzó la maldición algunas veces más hasta que Ada casi se desmaya.

Por último susurró obliviate, y borró así los recuerdos de Ada de esa noche.

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