CAP. 16: UNA GRATA COMPAÑÍA Y EL LAMENTO HACIA EL SOL
*+* Saga*+*
Seguimos la ruta que nos indica el mapa al pie de la letra... o más bien, la ilustración. Ya tenemos media hora de que salimos y aún no hemos llegado al primer punto de reunión. Mu camina tranquilamente admirando el rocoso paisaje que nos rodea. Sus mejillas se colorean a causa del terrible Sol griego y la parte superior de su blancuzco pecho se encuentra descubierto. Trago saliva. Jamás había visto a Mu así. Es... hermoso. Incluso podría superar a cualquier estatua de las que se presentan como tesoros de la humanidad...
¿Podré soportar tres días a su lado sin poder besarlo? Por lo menos lo intentaré, aunque... tal vez no pueda cumplirlo fielmente. Aprovecharé entonces para con... conocerlo mejor. Sí, eso dije, pues no creo tener posibilidades contra Shaka, ¿O sí?
¿En qué estará pensando? ¿Acaso en su familia? ¿O en...? A ese paso, me convertiré en un enfermo mental si no controlo mi estado profundo de ansiedad con sólo observarlo detenidamente...
―Saga... ¿En qué...? ¡Auch...! ―Se desplomó boca abajo y, al notarse avergonzado, se levanta rápido, pero su rostro expresa dolor. Me sonríe, mas no logra tranquilizarme debido a su posición en la tierra. ―Lo siento... son estas sandalias a las que no puedo acostumbrarme todavía...
-― ¿Te encuentras bien, Mu? ―le pregunto al ver que no se levanta. Justo como pensé, se ha lastimado. Dejo mi vara a un lado y me acuclillo para revisarlo. Sufrió una torcedura, su pie no tendrá que moverse por ahora. Giro mi vista a su rostro y noto que se compunge del dolor al tocarlo. Sus ojos se posan en los míos y esbozo una lastimosa sonrisa:
― ¿No es muy grave, Saga?
―No, pero no podrás mover el tobillo por un rato. ―respondo serio.
―Ahora entiendo lo de supervivencia. ―bromea. Me doy la vuelta y empujo su cuerpo contra mi espalda.
―Sube, no voy a dejarte aquí. Hay un concurso que ganar...
No pone peros y me levanto cargándolo. Me acomodo la mochila a un lado del hombro mientras caminamos por las calizas estructuras antiguas. Pensé que las piernas flaquearían. A pesar de su musculatura, es liviano. El Sol abrasador nos hace derramar innumerables gotas de sudor. En silencio, busco sombra cobijadora, pero no encuentro alguna en la que descansar. De pronto, Mu inicia una conversación de la que me pongo nervioso:
― ¿Quieres que descansemos un poco, Saga? Debo estar pesado y además estás cargando todo... ―se preocupa por mí, ¿Le importaré?
―Descuida, descansaremos en cuanto lleguemos al punto uno, ¿Sí? ―río un poco y guardo silencio, pero mi ángel quiere seguir conversando:
―Parece que he causado problemas... ―ríe para continuar. ―Apuesto que si Midori me viera, se burlaría de mí. ―eso me inquieta, ¿Ella es tan arrogante? Será mejor que confirme toda sospecha y acabe con los celos que me carcomen de una vez:
― ¿Por qué se burlaría? Tuviste un accidente...
―Lo sé, pero por el simple hecho de no tener cuidado.
― ¿Y cómo la conociste? ―Mu permanece callado antes de contestarme:
―La historia es un poco larga, realmente...
―Tenemos tres días de prueba. Tienes todo el tiempo.
―Bien... A pesar de que Dohko y su familia habían trabajado juntas en proyectos de historia, no nos conocíamos todavía... Una mañana iba caminando por la calle rumbo a la Universidad cuando me topé con un cuaderno. Lo levanté y pude comprobar que era del Colegio Guernica para señoritas, pero no venía el nombre. Como esa tarde...
―Disculpa la interrupción, Mu, pero, ¿Por qué tuviste que levantarlo? Lo hubieras dejado ahí... ―quise saber, pero el tibetano ríe un poco.
―Bueno, la costumbre en Japón es devolver las cosas a su dueño, aunque sea difícil... ese día salía temprano así que, al corroborar las clases, me di a la tarea de encontrar a la dueña de esa libreta. Afortunadamente, en una etiqueta venía la clase a la que pertenecía y me dirigí al salón, pero me encontré a Shun Rei...
― ¿Shun Rei? ―he oído ese nombre antes. Siento que Mu asiente:
―Sí, la novia de mi hermano Shiryu...
―O sea, el hijo de Dohko. El de la otra vez con una niña de su edad, ¿No?
―Los mismos. Bueno, me atreví a preguntarle, pero ella no era de esa clase, si no de la secundaria, en el otro edificio. Cuando iba a mostrarle la libreta, descubrí que la había dejado en el casillero de la Universidad. Le pedí a Shun Rei que les avisara a las chicas para que la dueña recuperara su cuaderno...
― ¿Y qué siguió después? ¡Ah, ya sé! Ella fue a la Universidad por su cuaderno y allí la conociste...
―Pues... sí. Nos quedamos platicando horas y descubrí que tiene muy variada su conversación. Entonces me propuso, como pago por mi esfuerzo, que fuéramos a cenar... así que fuimos...
― ¿Conoces su casa, Mu?
―No sólo es una casa, Saga, ―aclaró inclinándose un poco hacia delante. ―sino una residencia con todo y Dojo... ―mi rostro se llena de asombro. ¿Quién es aquella chica? ―En cuanto llegamos a las puertas de su residencia, pude ver que el apellido, en cierta forma, me era conocido... bueno, me presentó a sus padres y fue en busca de sus hermanos...
― ¿En serio? Supongo que eran muy arrogantes, ¿No?
―Para nada, Saga. El mayor, Mitsukuni, es... ¿Cómo decirlo? Como un niño de primaria y el menor, Chikakuni, es más reservado, pero muy amable... creo que Midori sacó parte de la personalidad de los dos... con decirte que puede comerse un pastel entero de chocolate como Mitsukuni y ser disciplinada como Chikakuni...
― ¡Qué familia tan rara! ―opino sincero.
¡Oh! ¡Una sombra al fin! Creo que llegamos al primer punto. Bajo a Mu con cuidado y saco la tarjeta para que nos registre el lector electrónico. Paso el chip por el aparato y éste nos reconoce encendiendo una luz verde. Vuelvo hacer lo mismo con la tarjeta de Mu y la máquina comienza a hablar por un micrófono:
―Procesando datos... cuarto lugar: Mu de Aries y Saga de Géminis, Santos de Oro de Atena... Gracias por su participación.
Guardo las dos tarjetas en la mochila y me dirijo al acalorado Mu para seguir revisando su pie... o ése es el pretexto que cree mi mente. Para serles sincero, lo que más deseo es decirle a Mu lo que siento en este momento, pero... creo que tendré que dejarlo para después... el deber primordial de un médico es revisar el estado de su paciente:
― ¿Estás bien, Mu? ―le pregunto para ver si ya se siente mejor. Nuestras caras están muy cerca. Cielos, creo que si lo beso ahora, seguramente Mu me enviará un golpe directo a mi alma... no puedo creerlo, me estoy poniendo rojo de la pena. Ojalá no lo note demasiado...
―Estoy bien, Saga... pero tengo mucho calor... ―me aparto un poco para dejarlo respirar. Por el cálido tono de sus mejillas, diría que tiene calor como él me lo expresa mientras sonríe contento... ¿O quizá es algo más? Debo indicarle a mi mente que ya no haga más trampas subconscientes o si no... me mandarán a un psiquiátrico... ―En Japón, los días no eran tan calurosos como aquí...
― ¿Entonces aún no te has acostumbrado al hermoso clima de Atenas? ―pregunto con cierto sarcasmo en la voz. Mu se ríe por el comentario y asiente. Es entonces cuando yo desvío la vista y hago un gesto de asco para animarlo un poco. ―Es el peor calor que hemos tenido aquí. Te aseguro que, si pusiéramos un huevo en alguna roca, este se quemaría.
―Ja, ja, ja... es cierto. ―vuelve a posar su mirada en mí. ―Será mejor que nos demos prisa si queremos ganar esta prueba, Saga...
―Por supuesto.
Cierto. Había olvidado que estábamos compitiendo. ¡Por todos los dioses del Olimpo! Casi había olvidado algo importante. Inmediatamente, hurgo en mi mochila hasta encontrar una malla ortopédica. Sé que soy psiquiatra, pero eso no me impide ser precavido. Me dispongo a colocarle la tela mientras le explico:
―Es una tobillera ortopédica. Te sentirás mejor en cuanto comiences a caminar.
―Gracias, Saga...
―No tienes por qué. Además, soy médico, ¿Recuerdas?
―Claro.
Ambos nos levantamos para cargarlo junto con las mochilas. Mi corazón está a todo lo que da. Sólo espero no sufrir un paro cardiaco aquí. Sería muy vergonzoso y no me gustaría que Mu pensara que soy tan débil. Puede que mi compañero no sea tan fuerte como Alde, pero es muy inteligente. Caminamos por la ruta marcada mientras Mu observa el mapa y me comenta:
―Ya casi llegamos a una playa. Creo que está a un kilómetro de aquí.
―Estamos a buen tiempo. Ahí tomaremos un descanso.
―Bien.
Me detengo para que baje de mi espalda y camine un poco. Le sentará bien. Toma su equipaje y saca un recipiente para dármelo. Con una sonrisa amable me dice:
―Es mejor que comamos nuestros alimentos caminando. Así no se hará tan pesado, ¿Tú qué opinas?
―Es una buena idea, Mu. ―respondo con sinceridad al destapar el recipiente. Es pescado y ensalada griega. Seguramente nuestros chefs hicieron esto para que no se descompusiera tan fácil. Reanudamos nuestra marcha platicando sobre mi vida. Creo que está muy interesado en conocerme:
― ¿Y tú cómo entraste a las Doce Casas, Saga?
―Al empezar la carrera de medicina. Tanto Aioros como yo, somos los más antiguos en la orden. Me aceptaron en mi primer examen. ―su mirada glauca me pone nervioso, pero a la vez me impulsa a seguir respondiendo. ―Al principio, me sentía muy solo entre tanto espacio, pero al año siguiente llegó Aioros...
― ¿Y de ahí quiénes más?
―Shura, Death Mask, Aphrodite, Kanon... Milo, Aioria, Shaka, Alde y Camus... y, bueno, al final tú... eres el único que ha entrado a los veinte años...
― ¿En serio? ¿Y qué hay de los demás?
―Bueno, pues Shaka entró a los dieciséis; Milo, Aioros, Aioria y yo, por supuesto, a los dieciocho; Camus y Alde a los diecinueve y Kanon a los veintitrés...
― ¿Y por qué Kanon a esa edad? ―la curiosidad le carcome las entrañas. Puedo verlo claramente, pero aun así sigo conversando:
―Kanon estudió en la Universidad de Cabo Sunión su carrera, pero quiso hacer un diplomado aquí. Más tarde, el antiguo rector estaba tan complacido con su esfuerzo que lo asignó coordinador de todos los laboratorios de Atenas...
― ¿Y qué hay de Shaka? ¿Qué no estaba estudiando el instituto a esa edad? ―tiemblo un poco, pero tengo su respuesta.
―Bueno, por algo le dicen la reencarnación de Buda, ¿No? Shaka siempre tuvo esa genialidad comparable con cualquier estudiante en Oxford. Para mí ya no es raro considerarlo brillante... y de hecho, como dato curioso, Shaka terminará el año que viene su carrera de Filosofía...
―No puedo creerte. ―exclama con asombro. Debo saber acerca de sus sentimientos hacia Shaka, pero le preguntaré de forma sublime:
―Y por cierto, te he visto hablar con él. Supongo que te cae bien...
―Sí, pero es un tanto raro. Creo que como genio tiene su excentricidad. ―opina serio. ¿Así que no le gusta? ¿Quién iba a decirlo? ―Me cae muy bien, pero no es precisamente mi mejor amigo. Tal vez porque somos cercanos en cuanto a nuestra cultura nos hablamos, pero, si debo ser más honesto, Aldebarán es más confiable...
Asiento atontado por la nueva información que recopiló mi cerebro. Eso quiere decir que... ¡Sí tengo oportunidad contra Shaka! Tranquilízate, Saga, si no quieres enloquecer de la felicidad. Un nuevo horizonte se abre en todos mis sentidos: el mar Egeo está frente a nosotros y una forma de acercamiento para estar juntos...
*+* Aphrodite*+*
― ¡Cómo ODIO EL SOL...!
―Tranquilízate, Dite... el Sol no tiene la culpa de que estés así...
―No puedo... No puedo soportar el CALOR...
¡Es cierto! ¡Odio el Sol! Me hace sudar y que mi hermosa figura se arruine con ese astro despreciable. Y lo peor de todo es que ya se me acabó el protector solar. ¡Qué desdichado soy! No entiendo por qué los miembros del consejo decidieron hacer su famoso concurso en esta época del año. ¡Eso es un crimen! Si me hubieran dicho desde un principio que la prueba consistía en llegar a las costas de Atenas empapado de sudor terrible, no lo hubiera hecho ni aunque me pagaran un billón de Euros. Seguramente todos me están viendo sudado, caminando en la arenosa tierra y dejando que mi perfecta piel se queme. ¡No...!
―Aphrodite, cálmate, por favor. No es para tanto... ― ¡Es indignante que Shura me diga eso!
― ¿Qué no es para tanto? ¡Shura, por todos los dioses! ¡Todos mis fans me están viendo ASÍ!
―No sólo a ti... ―no lo soporto. ―Además, menos quejas y más condición... por tu culpa vamos a perder esta contienda.
Me volteo hacia el otro lado enojado. Shura no entiende mi situación y hasta camina más aprisa para dejarme. ¡Qué grosero! No sé por qué Aioros se fijó en ese espécimen horrible que es. Con mi pañuelo de seda me enjugo el sudor y tomo a un lado del camino una vara que me sirve como cayado. Si al menos mi Deathy estuviera aquí...
Seguimos caminando por la vereda y noto mis pies que... un momento, ¿QUÉ SE SUPONE QUE SON AHORA? Se ven espantosos con tanta arena que ya no puedo distinguir mi lindo tono de piel. ¡Oh, Dios! Necesito una botella de vino tinto para calmar mi sed. Quiero que alguien me apapache... miro mi reloj Gucci que me regaló mi primor y ¡Qué horror! ¡Es medio día! ¡Y sin haber probador alguna bebida energética! Me conformaría con mi té de manzana que prepara Katya... pero no hay nada... sólo plantas silvestres alrededor, ¿Qué he hecho para merecer esto?
―Mira, Aphrodite, ¡Por fin llegamos al primer punto! ― ¿En serio? Sí, Shura señala un dispositivo electrónico mientras hurga en su mochila. Por fin saca su tarjeta electrónica y la pasa por el lector. Yo ya la tenía lista y también hago lo mismo. Observo su cara y me sonríe como si nada. Una voz sale del aparato:
― Procesando datos... doceavo lugar: Shura de Capricornio y Aphrodite de Piscis, Santos de Oro de Atena... Gracias por su participación.
Después de ver a Shura tirar su mochila al terroso suelo, saca una botella de agua y la toma rápidamente. ¡Ugh! Prefiero estar de pie cargando mi equipaje y no ensuciarlo más. Con impaciencia, le pregunto:
― ¿Cómo es posible que te comportes como si estuviéramos en un día de campo?
―Bueno, ya estoy acostumbrado a este tipo de cosas. ―vuelve a sonreír. ―Además, España no se diferencia mucho de aquí, aunque admito que está haciendo un calor inusual en esta temporada. ―sonríe. ―Seguramente, debe ser ocasionado por el calentamiento global.
― ¿Y qué quieres decir con acostumbrarse a tus cosas? ― ¿Acaso vivía en una montaña o qué? Shura sigue sonriendo como si le diera risa mi pregunta:
―Estudio Ingeniería Metalúrgica, tengo que visitar diferentes minas y a veces acampamos en ellas.
Lo miro con desconfianza, ¿Cómo se atreve a hacer eso? ¿Está loco o qué le pasa? En las minas hay murciélagos y toxinas dañinas para el ser humano. Un momento, eso quiere decir que... ¡Oh, Por Dios! Puede haber insectos por aquí y otros animales peligrosos... ¿En qué lío estoy metido? Inmediatamente, saco mi repelente y me lo unto en todo el cuerpo. Shura me mira con cara de extrañeza y dice:
―Tranquilízate, Aphrodite. Aquí no son las minas, es costa y pronto llegaremos a la playa...
― ¿Cómo quieres que me tranquilice? ¡Esos insectos me comerán vivo! Y no pongas esa cara de incredulidad porque no podría soportar una picadura en mi hermosa piel...
―No hay insectos aquí. Te lo vuelvo a repetir: ES COSTA... ―está empezando a enojarse ¿Por qué? Sólo le hice un comentario. Además, persona prevenida vale por dos, ¿No? Shura reanuda su marcha y carga su mochila para seguir caminando con paso fuerte.
―De todas maneras, haya o no haya, debo protegerme del Sol... ―me quedo callado un momento y una pregunta me inunda la curiosidad. ― ¿Cómo te enamoraste de Aioros?
―Eh... al tratarlo mejor... ―me sigue mirando con recelo. Creo que cambiar el tema lo desestabilizó. ―A él le gustan los deportes relajantes y a mí los extremos. De hecho, hemos escalado algunas montañas en Grecia y España... ¿Por qué tu pregunta?
―Sólo quería saber por qué Aioros se fijó en un ser tan... común... ―me muerdo el labio y Shura se detiene con una expresión de ira contenida, ¿Qué no sabe que si se enoja pierde? Me pone un dedo en la frente y responde cortante:
―Para tu información, a Aioros no le importa si yo soy común o no... ―se lleva su dedo a su pecho. ―Lo que importa aquí son los sentimientos y la reciprocidad de la pareja y eso es lo que funciona en nuestra relación...
―Creo que eso es lo único, mi querido Shura. ―respondo con obviedad. Volvemos a caminar.
― ¿Jamás has oído aquella frase de José José que dice "Que hasta la belleza cansa"? ―me espeta de pronto. ¿José José? ¿Quién es ese tipo?
―Eso es una mentira. ―objeto. ―Si la belleza cansara, no habría artistas ni gente que la admirara en el mundo... y además, ¿Quién es ese sujeto raro y mentiroso? ―Shura mueve su cabeza en negativa:
―No lo conoces, canta en español... es un artista mexicano que desperdiciaba su vida en el alcohol y mujeres, pero que decía la verdad en muchas de sus canciones...
― ¿Lo ves? ¿Cómo le voy a hacer caso a un alcohólico? ―eso es repugnante. Shura levanta una ceja:
―Ese no es el caso, Aphrodite. No creerás que tendrás esa carita de ángel por siempre, ¿O sí? Ni que fueras Dorian Gray para tener un cuadro a tus veintitantos años...
― ¡Claro que no! Si comienzo a darme cuenta de mi primera arruga en el rostro, me suicidaré... a menos que ya hayan inventado el elíxir de la juventud eterna... ―respondo lo más orgulloso que puedo. Shura gira su vista al cielo y me reclama sorprendido:
―No puedo creer que pienses eso.
―Si lo analizas con más detenimiento, el suicidio no es tan malo. Sólo mira la muerte de Séneca, quiso suicidarse porque su tiempo de vida había concluido...
―Séneca lo hizo por motivos filosóficos y no por simple vanidad como tú o Milo con una herida del amor...
― ¡Por todos los dioses, Shura! Romeo y Julieta se suicidaron por amor, ¿Cuál es el problema?
―Ellos murieron por estúpidos... y no me intentes debatir ese tema porque todo lo que digas será usado en tu contra... ¿Es que acaso no piensas en Death Mask? ―un golpe bajo. Se me había olvidado ese pequeño detalle... pero no quiero darle la razón a Shura.
―Death estará bien sin mí... Nadie es imprescindible...
―Entonces no lo esperes en el Tártaro, porque seguramente al verte en la plancha de autopsias, llorará desconsolado e irá en tu búsqueda como Orfeo hizo una vez con Eurídice...
¡Ouch! Eso dolió más que cualquier verdad en el mundo. Mi Deathy, conociéndole a la perfección, haría eso y mucho más. No tengo más opción que quedarme callado. Afortunadamente, para el calor que siento, una ráfaga de aire hace que me refresque y cierro los ojos. ¡Auch! Una basurita ha entrado a mi lindo zafiro izquierdo e inmediatamente sale una pequeña lágrima. Me detengo para secarla con mi pañuelo de seda y oigo que los pasos de Shura se detienen. Al verme, pone su cara de arrepentimiento y me toma del hombro:
―Lo siento, Dite. No quería hacerte sentir mal con mis comentarios.
―No es eso, Shura. Me entró una basura en el ojo, pero no te preocupes, ―le sonrío. No estoy enojado con él y tiene toda la razón. A veces soy insoportable. ―yo también te he dicho cosas terribles...
―Entonces, ¿Amigos? ―me tiende su mano y la entrelazo a modo de saludo.
―Amigos.
Volvemos a caminar por la vereda rumbo a la costa más cercana. Shura no es tan malo como pensaba en un inicio. Es más, hasta me cae bien por lo amable que se ha portado conmigo. Y sí, ahora entiendo el por qué Aioros está con él: tiene un corazón de oro que vale más que todas las obras que el Vaticano posee. Sé que soy un egocéntrico, narcisista y odioso hombre, pero, ¿Qué culpa tengo de ser Piscis, no? Digo, somos volubles por naturaleza, aunque hermosos. Eso ni negarlo...
En cuanto mis pies tocan la arena, me siento aliviado por un momento y, ¿Qué es lo que veo? ¿Un espejismo de Deathy y Shaka? ¿El calor me habrá afectado? ¡No! ¡No es una ilusión! ¡Death está en la playa bañándose mientras que Shaka yace sentado en la arena! Corro lo más que puedo a su lado para alcanzarlo y abrazar a mi vida entera. No se lo esperaba. Lo noto por su carita de incredulidad. ¿Dios realmente me habrá oído? Creo que sí porque mis labios están siendo apresados por los suyos y siento que giro sobre su propio eje, volándome las piernas. Seguramente Shura debe estarme viendo y le dará un poquito de envidia.
En cuanto devuelve mis pies al agua, me toma con las dos manos del rostro y acaricia mi mejilla. Su cara se contrae de un posible enojo, ¿Qué le ha hecho cambiar de ánimo?
―Dite... ―su voz suena amenazante. Por un segundo creo que va a matarme.
―Dime, Deathy...
―... ¿Shura te hizo llorar?
―... No. ―sonrío. ― ¿Por qué lo preguntas, amor?
―Tienes el rostro marcado por agua y no hemos pasado por otro sitio más que tierra y veredas escarpadas en las que, a juzgar por esta época del año están SECAS... ―Se acerca más a mi rostro sonriendo sádicamente y eso hace atemorizarme más. ―Así que dime, ¡¿Te hizo llorar?!
―N-No, Deathy... T-Te lo juro por lo q-que más quieras que no pasó n-nada de lo que dices, cielo... ―okey, sé que Masky se enfada con facilidad, pero de ahí a que intente sacarme una verdad por medio de su inquisitiva mirada -que lo ha hecho anteriormente-, es ir demasiado lejos.
Me deja de observar y enfoca su vista al pobre de Shura, quien al percatarse de ello, se queda como un tronco del susto. Masky le señala con el índice mientras su voz se torna más oscura que antes:
―Óyeme bien, cabra, si le tocas un cabello a Aphrodite, considérate hombre muerto.
―Death, ―es la milagrosa voz de Shaka. ¡Qué alivio! ―será mejor que nos demos prisa. Ya harás lo que quieras con tu vida, pero hay que ganar la primera prueba.
―Estoy de acuerdo, Shaka.
Los dos se retiran de la playa y Shura y yo nos vamos acercando uno al otro, temerosos porque Death vuelva a mirarnos cruelmente. Trato de tranquilizarlo un poco, a pesar que yo también estoy muerto del susto:
―No te preocupes, Shura. Sólo está un poco molesto. Se le pasará cuando ganemos.
― ¿Qué dices? ―me mira como si no pudiera creer lo que le estoy diciendo (y juro que es verdad). ―Dite, si sus ojos fueran dos cuchillas, no te podría decir con exactitud el número de cortes que tendría en mi cuerpo.
―Lo sé. ―opino sincero. Sé que Death puede hacer eso y mucho más. Shura se dirige a la siguiente vereda con mochila en hombro y me grita:
― ¡Apúrate, Dite! O si no, él nos matará por no llegar primero.
― ¡Ya voy! ―me limpio mi hermoso rostro para después caminar hacia él, alcanzándolo con paso presuroso y, un poco asustado, me comenta:
―Será mejor que te cuide más o sino, ―traga saliva. ―Me mandará directo al Tártaro después de recibir una dolorosa tortura.
Pienso que exagera un poco. De todas maneras, Deathy no es tan malo como se ve. Sus ojos y el tono tan frío que usa son intimidantes nada más. Si no, no me hubiera enamorado del caballero medieval que lleva dentro como un buen italiano...
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