CAPITULO 7: Despedidas.

Salimos del aula, yo con mi absoluta resignación por ser pareja de alguien con quien no me llevaba de lo más bonito, Ileana caminaba con nosotros contenta porque haría pareja con Héctor y hace una semana se había hecho algo cercanos. Era algo nuevo, en general ella respira alrededor de Miriam y María, no con los invisibles de la clase siete. Bueno, no tan invisibles en realidad, estaba exagerando.

—Nos vemos el lunes. —Ileana se despidió.

Estaba asombrada porque nos hablara y Héctor lo notó.

—Leah. —giró sus ojos. ¿A qué venía eso?—. Ileana es buena. Me cae bien.—Héctor tecleaba en su celular—. No la espantes.

—Yo no he dicho nada. —dije actuando herida.

—Ileana siempre me ha caído bien, no parecía encajar en el grupo de Miriam y María José. —continuaba sin prestar atención a lo que había dicho yo segundos antes.

–Pero lo fue. –enfaticé. Eran las únicas chicas que odiaba en la vida, siempre se burlaban de mamá.

—Y ahora no. Debes aprender a confiar. —guardaba su celular en el bolsillo de sus pantalones. Lo ignoré. Hice ademán para que saliéramos de la escuela, él se detuvo—. En realidad tenemos que esperar a Gael.

—¿Donde se supone que está? —no solo debía calarme ser su compañera, además debo ser de niñera. ¡Estupendo!

—Inscribiendose para el equipo de fútbol este año.

Hice un "ok" con mis manos con ironía.
Genial. Éramos sólo Héctor y yo, pero ahora esperábamos en medio del pasillo a Gael, alguien que apenas conocía, alguien que apenas Héctor estaba conociendo, alguien que comenzaba a ser parte de su familia, alguien que se estaba involucrando con todo a mi alrededor. Debo aceptar que eso era lo que más me fastidiaba. Nunca he sido esa chica con una extensa lista de gente nueva por conocer y no pretendía que pasara ahora. No quería compartir a Héctor. Me senté en el suelo del pasillo, junto a la puerta del baño de chicas, resignándome al hecho de que Gael ahora es parte de la vida de mi mejor amigo. Aunque siempre lo ha sido.

—Bueno... ya que vamos a estar aquí... —usó un tono interesante.

Era obvio lo que se avecinaba.

—¿Al menos será buena? —pregunté, alzando mis cejas mientras trataba de no reír.

—¡Ly! Todos los que cuento son graciosos, pasa que eres muy amargada.

—Prometo no serlo esta vez. —le aseguré actuando herida, tocando mi pecho como si me doliera el corazón. Reímos.

—¿Qué le dice un dos a un cero?—preguntó sentándose en el suelo frente a mí ansioso.

—¿Estás seguro que es bueno?—fruncí el entrecejo, poniendo cara de sufrimiento. No parecía gracioso de por sí.

—¡Que lo es! Es bueno, amargada. —usó un tono más alto de lo normal y sacó la lengua.

—Bien ¿Qué le dice? —pregunté hundiendo mis hombros en símbolo de rendimiento.

—Veinte conmigo. —soltó. Comenzó a reír. Lo miré por dos segundos en lo que trataba de entender ese mal chiste.

—Definitivamente necesito un nuevo amigo. —negué indignada, a la vez que reía.

—¡Vamos! otro, este si te hará reír. —comentó. No podía escapar. Fingí pensarlo, luego asentí para escuchar su siguiente chiste malo—. ¿A dónde van las ballenas a escuchar música?

—¿Dónde?

—A la orcaaa-sta. —dijo tocándose la barriga y explotando en risa. Al parecer le encuentra sentido a todo lo que dice. Debo aceptarlo, fue algo bueno, pero no suficiente para que yo riera—. Fue bueno. –me aseguró al ver que me aguantaba las ganas de reír—. ¡Estás aguantándolo! —señaló. Sonreí para complacerlo.

En el pasillo estaban haciendo demasiado ruido, pero pude oír mi celular en mi bolsillo de la falda. Era mi padre. Ambos nos levantamos del suelo.  En un breve momento creí que serían buenas noticias, pero con mi padre eso no es exactamente lo que uno debe esperar.

—Hola, nena. —su voz sonaba nerviosa.

—Creo que mi hermana dijo que iríamos en la noche. —respondí antes de que él comentara cualquiera cosa sobre la mudanza temporal en su casa, sabía que era el motivo por el cual llamaba.

—Sí, lo sé. —silencio—. Decidí pasar por ti al colegio y llevarte a casa de tu abuelo.

Héctor hacía ademán  para saber que decía. Puse el alta voz.

—¡HOLA SEÑOR FRANCO! —gritó Héctor.

—Hola... Héctor ¿verdad?

—¡SIII! Señor. —contestó.

—Los espero en el estacionamiento. —dijo mi padre, luego colgó.

<<Esto es el colmo>> aparecer fuera de mi colegio sin avisar, es demasiado pronto para aquello. Recogí mis cosas, esperando que Héctor me siguiera, me giré al notar que no lo hacía. Había olvidado ese gran detalle. No podía venir conmigo sin el grano de su primo.

—Al menos acompáñame hasta el estacionamiento. —chillé.

—De acuerdo. —dijo enlazando su mano con la mía, caminamos. Amaba que hiciera eso.

Mi padre estaba parado frente un auto vitara blanco, miraba su reloj con determinación. Al parecer no se había percatado de que estaba caminando hacia él. Vestía un traje negro sofisticado, miraba el letrero de la escuela como si estuviera calificándolo, y parecía que no le satisfacía lo que miraba.

—¿Ese es tú papá?—preguntó asombrado, podía notar lo abierta que estaba su boca. Yo asentí. Héctor no había a papá desde hace mucho—. ¡Wow! Mira ese auto. –susurró asombrado, aún sostenía mi mano.

Amo que sostenga mi mano. Se siente familiar, sé que significa que está conmigo pase lo que pase, protegiéndome. Pero mi padre parecía no agradarle ese gesto. Alzó su mano para saludarnos, su mirada llegó hasta nuestras manos unidas. Podía ver lo serio que se puso, luego asombrosamente sonreía.

—Hola. —dije.

—¿Cómo están?—preguntó sonriendo, era la segunda vez (después de la cena en casa del abuelo) que lo veía sonreír así de nervioso.

—Señor, es un gusto. —dijo Héctor estrechando su mano.

–Héctor. –dijo mi padre sonriéndole—. Haz crecido, aún eres el...

—Sí, señor. Soy el mejor amigo de Ly. Perdón, Leah. –continuó Héctor.

—Y... ¿Lo amigos de ahora sostienen las manos de su mejor amiga?—preguntó sonriendo mi padre.

Héctor intentó soltar mi mano, yo sabía que lo hacia para no meterme en problema, pero eso con mi padre no me preocupa, así que sostuve su mano más fuerte, pare evitar que me soltara.

—Creo que si fuéramos algo más, eso no sería tu...

–Ly. —susurró Héctor en mi oído interviniendo a mí casi explosiva contestación.

—Nena, no vine hasta aquí para pelear. —sonó como Dina (tranquilo pero doloroso), luego cambió de tema—. ¿Quieren ir a comer? No he almorzado.

—A mí encantaría señor, pero... yo no puedo, debo esperar a alguien.

—Si no vas, creo que Leah tampoco querrá. —inteligente, papá me miraba—. Hará todo lo posible para que la lleve directamente a casa de Darío.

—Debo llegar con los dos a casa. —contestó señalándome—. Bueno... en este caso solo con Gael, él no conoce muy bien el camino y usted ya a venido por su hija. No debería intervenir en...

—Los llevaré a ambos y llamarán a su papá. —mi padre actuaba decidido, debo admitir que era convincente cuando quería. Estaba caminando hasta el asiento de piloto.

—De acuerdo. —Héctor había caído, soltó mi mano y marcaba en su celular.

—¿Vas hacer lo que dice mi padre? —pregunté en susurro y admirada.

—¿Quieres estar a solas con él?—me preguntó, yo negué con la cabeza—. Entonces, debo llamar a Gael para que se dé prisa. —el celular sonó dos veces, luego contestó—. ¿Terminaste? –peguntó, no podía escuchar lo que le respondía, pero luego de cinco segundos, Héctor volvió a decir—. ¡SI! estoy afuera. –giró para mirar la entrada del colegio—. Te veo. –Héctor alzó su mano, luego la sacudió. Gael salía con su maleta negra en su hombro, venía caminando con tres chicos que luego se despidieron y caminaron hacia otro lado.

—¿Crees que querrá acompañarnos? —pregunté frunciendo el entrecejo algo preocupada.

—¡Claro que sí! —abría la puerta del auto de copiloto para mí—. Dejame explicarle, tú entra.

Gael paró en seco mientras Héctor se acercaba y  le contaba lo que estaba pasando. Papá intentaba hacerme conversa dentro del auto mientras los dos chicos hablaban. Preguntaba por mi día, iba responder a su pregunta con sarcasmo, pero Héctor golpeó el cristal de la ventana con sus nudillos. Mi padre abrió las puertas traseras del auto y mi mejor amigo, junto con Gael, subieron.

—Buenas tardes. —dijo Gael.

—Buenas tardes. —contestó mi padre arrancando.

Durante treinta minutos se hizo un silencio eterno. Yo estaba escribiéndole por el celular a Héctor:
Leah: ¿Qué le dijiste? 🙂
Héctor: ¿A quién?🤔
Leah: ¡A BARNEY! A TU PRIMO ¿A quien más?😒
Héctor: ¡VAYA! Sí puedes ser graciosa.🤣
Leah: sí, más que mi mejor amigo y sin hacer el más mínimo esfuerzo.🙂😌
Hector: ¡Oye! Eso fue un golpe bajo🙄. Le dije que tu padre apareció y que debía acompañarte. Bueno... algo parecido a eso.

—¿Ustedes van a las mismas a clases?—preguntó mi padre mientras estacionaba el auto en un centro comercial.

—Sí, los tres. Aunque creo que en los clubes no estaremos juntos. —contestó Héctor. Mi mejor amigo no puede quedarse callado, es algo que me agrada de él, hacía de los momentos incómodos algo llevadero.

—¿Qué son los clubes? –preguntó mi padre.

—Son cosas que hacen los alumnos antes de graduarse.

–Se gradúan este año. —susurró mi padre para si mismo, como si lo estuviera apuntando en su mente. Apagó el auto—. Hemos llegado.

Mi padre caminó delante de nosotros, luego de bajar del auto, se lo veía de alguna extraña manera, sumamente contento. Abrió la puerta para mí. Terminé caminando en medio de Héctor y Gael. Héctor volvió a sostener mi mano y me sonreía, Gael nos miraba con seriedad. Su única manera de ver el mundo, pensé. Entramos a uno de los restaurantes, parecía muy caro.

—Iré al baño. —Héctor caminó de prisa.

Seguimos a mi padre hasta una mesa. Gael se sentó a mi lado y mi padre frente a mí.

—¿Cuántos años tienes?—preguntó mi padre a Gael, eso fue extraño porque ni yo lo sabía.

–Diecisiete. –contestó.

—Pero...¿No estudias con mi hija?¿ Cómo eres mayor? –preguntó dudoso mi padre.

—Acabo de cumplirlos. —contestó.

—Podrías dejar de interrogarlo. —mascullé fastidiada, porque me sentía incómoda con eso. Además me ganaba por meses, imaginaba. Pronto cumpliría diecisiete también.

—No te molesta ¿verdad? —le preguntó mi padre a Gael. Negó. Un mesero se acercó y le dio el menú.

—¿Eres hermano de Héctor? —preguntó mi padre.

—Primo. —contestó cogiendo la carta del menú.

–¿Tus padres murieron? –preguntó mi padre.

Sonrió fríamente.

—Sí, de alguna manera lo puede llamar así.

¡Joder!
Hector salía del baño con el cabello húmedo. Suele mojarlo luego de lavarse las manos. Miró a Gael quien estaba sentado a mi lado-el lugar acostumbrado de Héctor- intentó ocultar su incomodidad, luego se sentó junto a mi padre. Pasó una hora y media entre interrogatorio y almuerzo, mi padre se estaba portando atento con los tres. Es obvio qué para ganarte el cariño de alguien debes ganarte a quienes quiere esa persona y tal parece mi padre lo estaba intentando. Con rudeza.

—¿Pretendes a mi hija? —preguntó mi padre durante el postre. Hector y yo nos atragantamos con la torta de chocolate. Fue realmente directo con eso.

—No me entrometo, solo quisiera saberlo. —se justificó.

Nunca he sabido si yo le gusto o gustaba, siempre nos hemos tratado de cualquier forma, menos como algo más, al menos de ninguna forma comprometedora, pero para mí padre parecía que lo fuéramos, que estuviéramos enamorados. Me interesaba aquella respuesta, siendo sincera.

–Solo amigos, señor. —contestó Héctor tosiendo.

—¿Amigos?—preguntó por segunda vez mi padre, Héctor asintió nervioso. Gael estaba serio tomando jugo de naranja junto a mí. Solo por ahora quisiera relajarme tanto como él. Lo envidiaba.

—Dina nunca ha conocido a nadie, solo a ti. Es lo que me ha contado. —soltó mi padre. Silencio—. Se ve que eres buen muchacho. —agregó.

—Bueno... hemos estado juntos, nunca hemos tenido tiempo para salir con alguien más. Nuestra historia es larga, señor.

–¿Qué quieres saber? —le pregunté resignada a mi padre.

—De ti, eso es todo. Tu nunca has hablado mucho, desde pequeña has sido así. —respondió mi padre—. Te cierras con todo y todos.

Repito. Con rudeza.

👣👣

Mi padre nos regresó a casa con el tiempo justo para despedirnos del abuelo. Gael se fue al instante de llegar a casa, dijo que tenía que ir y ayudar en el taller, Héctor prefirió quedarse conmigo. Cuando entramos en la casa, el abuelo estaba en la sala con Dina y Jason riendo, muy contentos, no parecía que se marcharía por cuatro semanas enteras. Saludé a todos al entrar como siempre, ocultando las ganas de pedirle al abuelo que se quedara. Mi amigo también saludo, luego se sentó junto a Jason, aquellos dos se llevan sumamente bien desde que se enteraron que compartían el mismo amor por aquella saga que tanto amor le tiene Héctor.

Mi padre y hermana se saludaron muy afectivamente, Jason estrecho la mano de papá, podía ver lo nervioso que se ponía. A las cuatro el abuelo se despidió finalmente. Me exigió que me cuidara—. Lo haré. –contesté sonriendo. Dina Lo abrazó fuerte. Mi padre y Jason sostuvieron sus maletas y las montaron en el taxi. Mi abuelo se puso su sombrero de paja toquilla-su favorito-, nos abrazó a ambas con mucha fuerza, parecíamos aquellas chiquillas que llevaba mamá de visita en vacaciones a ver al abuelo y que no querían soltarse de sus pantalones.

—No olviden, pueden llamarme cuando quieran.  —dijo el abuelo antes de marcharse, Dina y yo asentimos.

—No olvides comer sano por allá. —comentó Dina.

—Olvidaba que estaba la niña mandona. —acusó el abuelo, todos reímos.

La casa se quedaría sola por un mes, y aunque el señor Rafael dijo que pasaría por aquí de vez en cuando para cerciorarse de que no hagan vandalismo, yo estaba preocupada de cualquier forma. Hay cosas en esta casa que me recuerdan a mamá y si desaparecen moriría, literalmente. Hay objetos nada valioso económicamente, pero se volvieron especiales con el pasar de los años, recuerdos plasmados, justo como aquella taza roja que dice "pon tus labios en mí" en inglés, la favorita de mi abuelo. Ahora nos tocaba a nosotras irnos. Dina estaba bajando las escaleras con sus cosas y Jason la ayudaba esta vez, yo estaba sentada en el sofá frente al televisor. Esperaba algún milagro para no alejarme de esta casa.

—Solo será un mes.—dijo Dina como leyéndome, sentándose a mi lado.

—Lo sé, es lo único que me conforta. —mascullé.

—No será tan malo, lo prometo. —susurró tocando mi hombro—. Deberías cambiarte el uniforme y ponerte algo más cómodo. –me dijo arrugando la nariz. Teme que termine con una mancha difícil de quitar.

Mi hermana es muy "mamá" conmigo y con todo el mundo, por eso la amo, aunque mamá no está, puedo verla a través de ella, de su mirada, su gesto de arrugar la nariz para ser graciosa y su forma de tocar mis manos con su pulgar cuando no me gusta algo, justo como lo estaba haciendo ahora.

Debo superar a mamá, lo sé. Ese tema no lo he olvidado, esta ahí, patente y constante. Todo esto estaba yéndose muy rápido, sintiéndome fatal con la situación de mi hermana, porque quería cambiar todo muy rápido. Quería comprenderlo el tema de querer que volvamos a la normalidad, sin tristeza, sin sufrimiento, como si pasara un borrador en cima de una hoja.
..........
Hola a todos, he estado ausente. Mi familia está cruzando por algo fuerte ahora y por eso no he podido estar tan seguido x aquí.
Pero he vuelto y quisiera que no se olviden de votar por el capítulo 7 si les gusta.  ⭐️👈🏼
L.Q. ( los quiero) ❤️❤️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top