CAPITULO 6: Primera fase
Todo esto me estaba molestando. Mi abuelo con su viaje, mi hermana queriendo entablar una relación más unida con nuestro no tan presente padre, él queriéndonos a su lado. Luego estaba yo, la única persona que sentía no encajar con el nuevo mundo que se idealizaba en la mente de Dina. Otra vez de espectadora. Simplemente no podía opinar, porque resulta que los adolescentes no podemos hacer tal cosa, estamos excluidos de aquel poder social. Y mamá siempre intentó que no olvidemos "lo buen padre que llegó a ser mientras vivía con nosotras", sin embargo yo no recordaba tal cosa, con mi hermana en cambio era distinto.
—¿Esta vez en qué estás pensando? —preguntó Héctor en nuestra hora de almuerzo.
Estábamos sentados en el césped, en medio de las canchas de fútbol y básquet, yo con mi cabeza sobre sus piernas. Él aún leía el mismo libro y el sol hacía que sus ojos negros se intensificaran con las pupilas a mil. Podía notarlo porque el libro me cubría el rostro del sol y a veces, al cambiar de pagina, encontraba sus ojos.
—En nada. —mentí. Me fulminó con la mirada. Quería saber. Lo que hice.—Bueno que hoy se va el abuelo y me iré a casa de mi padre.
Resulta que aquella semana había pasado muy rápido.
—No te preocupes, no lo veras de todas formas. —cambió de página—. Vivirá trabajando. — tomó la dona de mi mano y le dió una mordida.
—Eso es lo que temo.
—¿Qué trabaje y no lo puedas ver? — alzó una de sus gruesas cejas negras, lo había confundido.
—Temo que quiera pasar más tiempo sin trabajar para finjir que existimos a su alrededor. —Me volví a sentar a su lado y aflojé mi corbata.
—Sí, eso tiene sentido. —masticaba otro pedazo de mi Donna.
Recosté mi cabeza en su hombro. Quería que no siguiera preguntándome cómo me siento. Héctor giró el rostro hacia la cancha de fútbol, en la cual corrían chicos de un lado para otro tras una pelota. Mi amigo me conocía muy bien, intentaba cambiar de tema.
—Creía que no le gustaba. —susurró asombrado, un leve tono de pregunta apareció.
Miré hacia donde estaba viendo. Gael se hallaba jugando fútbol con los chicos idiotas de nuestra clase y otros más a quienes ya conocían por su reputación de estupidez, bueno solo nosotros-Héctor y Leah- los conocíamos de esa manera.
—Pues tiene imagen de que le encantan los deportes. —estaba en voz alta. Porque ese abdomen no se haría solo. Héctor me miró incrédulo y alzó una de sus cejas—.¿Qué? Estoy tratando de no pensar en mi nueva familia feliz.—comenté haciendo un gesto con mis manos de comillas.
—¿Te gusta Gael? —preguntó Héctor serio mientras aflojaba un poco su corbata.
—Pfff ¿Quién? ¿A mí? Para nada. —dije sacudiendo las manos. No sé que lo llevó a esa teoría.
—Porque si te gustara. —hizo una pausa. Continuó. —. Eso seria increíble y triste.
—Ya dije que no. Ni siquiera me atrae, no me gusta. —contesté. Héctor solo asintió, fingí ver el partido.
Era hermoso. No soy siega, pero no mi tipo. Claro que no me gusta Gael, no nos hemos tratado con suficiente tiempo para eso. Además, jamás me he enamorado y Gael en definitiva no es el tipo de chico del que me fijaría. Aparentemente lo que siento por él, no es más que enojo por ser un zoquete, por como me ha hablado. Como cuando el miércoles, luego de salir de la escuela me ignorara por completo (en realidad los dos nos ignorábamos), el único en formular una conversación era Héctor. Por lo que preguntarle a Héctor porque sería triste que me gustara era perder el tiempo. La sirena sonó después de tres minutos, caminábamos a nuestras aulas, cuando una chica de cabello negro corto y de ojos verdes se acercó a nosotros, determinadamente a Héctor.
—Hola. —lo saludó.Tenía una voz dulce—. ¿Cómo estás? Héctor.
Mi amigo se quedó paralizado, era Jade la chica que lo trae tonto. Jade es pequeña, tal vez de uno cincuenta y cinco. Héctor ha estado enamorada de ella desde que empezamos la secundaria, desde primero de bachillerato para ser exacta. Me quedé justo en medio de los dos.
—¿Qui-én es Héctor? —tartamudeó.
—Tú. —susurré para él en su oído. Menos mal me había parado a su lado.
—¡Ahh! Siiii. Yo soy Héctor. —contestó mi amigo.
No te rías Leah.
—Eres el primo de Gael ¿Verdad? —preguntó en susurro, en ese instante pasó Gael con los chicos del equipo de fútbol formando una algarabía.
La expresión de Héctor cambió, ya no estaba emocionado porque le hablara aquella chica de ojos verdes y piel pálida. Ella se había perdido por su primo, lo veía.
—Lo soy.
—¿Sabes si tiene novia? —preguntó algo tímida.
—Eso deberías preguntárselo tú directamente a...—Héctor me interrumpió, estaba algo incómodo. Jade no siempre le hablaba y para ser la primera conversación de algo más que segundos, fue totalmente diferente a como se lo imaginaría cualquiera.
—Sí tiene. —aseguró Héctor.
—¿En serio? —La sonrisa que tenía la chica desapareció, aunque podía notar lo simpática que se veía sin ella de todas formas.
¿Tenía? ¿El amargado?
¿ El chico con cara de terrorista?
Eso es imposible. Pobre chica.
—Sí, Leah. —silencio—. Ella... –me señaló con su pulgar—. Ella es su novia.
¡Oye! ¡Wowww! Quiero matarlo.
—¿En serio? —preguntó Jade incrédula. Me miró.
Asentí con una sonrisa, que esperara no notará el mismo asombro que ella, mientras apretaba mis dientes. Al final, para eso son los mejores amigos, tapamos el hoyo negro y profundo de mentiras que deja nuestro mejor amigo por honor y fidelidad. Por lealtad.
—No lo parecen. —ella aún parecía confundida—. Más bien... creo que no se hablan, ni llevan bien.
Héctor me codeó. Dolió.
—Es porque nos gusta ahorrar nuestro tiempo. —comenté sonriéndole—. Y Gael... él prefiere ser un poco discreto con eso.
—Bueno... si ya veo. –dijo Jade aún incrédula.
—¿Me buscabas para preguntarme eso o...? –quizo seguir Héctor.
—En realidad para invitarlos a mi fiesta de cumpleaños. En unas semanas cumplo diecisiete y haré una fiesta, quisiera que tú, Leah y Gael vayan. La fiesta será en mi casa.
—Sí, iremos. –contestó eufórico.
Lo miré confundido. Obvio que no iría.
—Claro. —dije para seguirle la corriente—. Por qué no. —Tal vez porque nunca he ido y siento que no me gustan. Sonreí.
—Bien, entonces nos vemos después. —se despidió Jade sonriendo y caminando hacia su aula donde estaba una morena de ojos cafés y alta esperándola.
Ahora mi querido amigo, sí que me había metido en algo grande y profundo. He mentido por él desde que lo conozco y eso no me molesta, pero ser la novia de Gael (así fuera mentira), era patético y me estaba comenzando a poner irritable.
—¿Desde cuándo soy algo para Gael? —pregunté observándolo algo histérica. Hace poco, que me llegara a gustar su primero, era triste según él.
—Discúlpame. —puso sus manos como si rezara y hacía pucheros.
—Sabes que se enterará y lo que es peor, ya ni te hablará. –me refería a Jade.
—Lo sé, lo siento. —bajó la mirada algo deprimido—. Pero... fue lo primero que vino a mi mente.
—¡Bien! pero decirle que soy la novia de Gael... —hice una pequeña pausa. Respiré. Continué—. ¿No crees que es obvio que no nos llevamos bien? Toda la clase sabe eso. —fruncí el entrecejo. Es que todo el mundo sabía lo de la bofetada, al parecer también ella lo sabía.
—Es una mentirilla sin maldad. —aún me daba la maldita mirada de gatito a medio morir. Conocía muy bien su estrategia. Siempre caía.
Suspiré resignada.
—De acuerdo, pero si se entera Gael, tú lo explicaras.
—No te preocupes—comentó victorioso—. Aunque no hará falta, no se enterará.
Solo faltaba biología para que terminaran las clases por esta semana. Una semana estupenda, realmente no podía habérmela imaginado de otra forma-nótese mi completa y absoluta felicidad envuelta en sarcasmo-, ya en clases de biología, Ileana explicaba la interfase, Héctor tomaba notas a toda prisa a mi lado.
—Bien, jóvenes.—la profesora Quintana parecía feliz hoy—. Este es mi segundo año dándoles clase. —estaba caminado de un lado a otro—Haremos algo nuevo este año.
Miriam, la chica rubia que estaba sentada junto a Gael alzó la mano. La profesora Quintana permitió que hablara con un leve movimiento de cabeza.
—¿Qué sería algo nuevo? —preguntó Miriam.
—Algo que antes no hayan hecho conmigo. —indicó la profesora como lo más obvio.
—Pero creo que divertirnos no está en su enciclopedia prehistórica—bromeo Jorge, uno de los idiotas de la clase. Todos comenzaron a reír.
—Otro ejemplo sería pasar mi materia. –dijo la profesora a Jorge. –Y eso le convendría señor Parrales.
La profesora regresó a su escritorio e hizo un gesto a Ileana para que regresara a su asiento, el cual estaba junto al mío en esta clase.
—Este año yo haré los grupos. —continuaba con su explicación mientras sacaba una libreta—. He escogido muy bien quienes serán sus compañeros durante el proyecto que les dejaré al final del semestre.
Toda la clase estaba en desacuerdo. Sobretodo yo, no tengo amigos en el curso, solo a Héctor y ahora a Ileana, quien me sonreía y eso era raro, no porque fuera una sonrisa forzada, solo parecía muy sincera. Dado que los dos años anteriores ni siquiera me hablaba, eso era lo raro. Era del grupo por decirlo de alguna forma "populares" aunque, después de lo sucedido con su papá cambió. Ileana siempre vivía a la derecha de Miriam y Maria las chicas deseables para los hombres, luego de Jade.
—Ahora diré quienes estarán juntos como equipo.—dijo la profesora revisando su libreta—. Tendrán temas que me presentarán después de una semana.
Tendría que hacer equipo con alguien qué tal vez no es bueno en biología, en mi clase no todos eran responsables con las materias. Debe estar bromeando. Era obvio que nadie quería ser pareja de alguien que no les agradaba, era supervivencia, algo que por lo visto los profesores no entienden.
—¡Miriam Vélez!—gritó la profesara en medio de todo el ruido—. Irá con el señor Parrales.
Miriam con su tono de voz irritable se reusarse a la idea, pero debió callar.
—Sé que ansías estar en mi compañía, hermosa—dijo Jorge, Miriam puso sus ojos en blanco.
—María Solorzano. —continuaba la profesora, siguiendo con su orden de lista en la asignación de compañeros, que luego no seguí escuchando. Sabía que sea con quien me tocara estaría completamente incómoda, soy muy buena en compañía de adultos, no con los que tengan mi edad. Prefiero estar en compañía de mi abuelo.
<<¡ay! hablando del abuelo...>>recordé su viaje.
—¡Franco!—dijo—. Irás con Muñoz.
Eso hizo que vuelva a respirar nuevamente, al menos estaría con Héctor y le estaba agradeciendo a la profesora mentalmente.
—Bien, estaremos juntos. —Héctor me guiñó su ojo izquierdo alzando su pulgar.
—No hablo de Héctor. —corrigió la profesora, mirándonos por debajo de sus lentes—. Gael Muñoz, iras con Leah. Tienes suerte es muy buena alumna.
Definitivamente este día no se podía poner peor.
Gael, quien estaba sentado dos asientos atrás de mí, me miraba como si quisiera descifrar como me sentía por eso, lo noté porque me giré a para hacer la misma cosa. Por primera vez, desde que lo conozco compartimos el mismo sentimiento. Sin embargo, esto podía ayudar para intentar llevarme mejor con el primo de mi mejor amigo. ¡A quien engaño! Esto no me gustará.
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Hola a todos/as las personas hermosas que leen esto. Les quiero agradecer por seguir en esta historia. Lo quiero. No olviden votar aplastando a la estrellita que sale al final de la historia.
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