CAPITULO 26: Latidos

La estabilidad de mi corazón estaba tan alterada como los supuestos jugos naturales de fábricas. No sabría cómo reaccionar si viera a Gael. Y no había alternativa, ya estaba de camino a clases con Ileana a mi lado, hablándome de Santiago y su entrevista de trabajo, muy nerviosa. Pero mi cabeza viajera le daba vuelta a mil posibilidades sobre lo que ocurriría desde ahora con Gael. Aunque solo fue un beso. Insignificante. Supuestamente.

—Podrias disimular un poquito. —dijo Ileana. Me asustó su voz. Me tomó desprevenida.

—¿Por el qué? —susurré mientras arrugaba mi nariz.

—Se nota que quisieras girar y correr en dirección opuesta al colegio, solo cálmate. No es como si él llevara una bomba alrededor de su cuerpo. —sonrió al referirse a Gael.

Tal vez no tenía una bomba, pero podía hacerme explotar si tan solo lo mirase, él ha adquirido ese don ahora, y no sé desde cuando. No contesté. Caminamos rumbo a la entrada de la escuela, con mis nervios en mi garganta intentando brotar. Él día estaba nublado, no era de menos, eran tiempos de invierno por aquí.

—Recordé que tengo que ir por unas cosas a la biblioteca, nos vemos en clases, Ly. —soltó sonriendo animada y caminando hasta la gran biblioteca de nuestra escuela.

—Te veo en clases. —contesté al aire, ella ya estaba lejos.

Con mi maleta en mi hombro recorrí los pasillos de mi escuela hasta llegar a la mini tienda y comprar unos chocolates. Compré cuatro barras de chocolate pensando en mis amigos. Los guardé en mi maleta y retomé mi camino a mis primeras clases.

—¡Ly! ¡Leah! —escuché. Giré intuitivamente hacia la voz exigente de mi atención. Me encontré con Héctor corriendo hacia mí. Y tras él, caminando muy lentamente, venía Gael.

Héctor ya estaba junto a mí, sosteniéndose de sus rodillas para poder respirar.

—Deberías tomar las clases extra de gimnasia para esos pulmones. —bromeé. Parecía sonar torpe.

—Antes... de que... —exhaló. —Te enteres... por alguien... más—volvió a exhalar—.Tengo que decirte...

—Respira. —solté divertida—. Primero relájate antes que te desmalles en medio del colegio.

—Por cierto...siempre... gustado... que sueltes el cabello. —dijo señalándome con gesto coqueto. Puse mis ojos en blanco.

Había pasado toda la mañana recogiendo y soltando mi cabello, al final lo decidí suelto esperando poder ocultar mi vergüenza dentro de él.

—Hola. —dijo Gael. Su ojo izquierdo estaba ligeramente morado, parecía que Mirella hubiera intentado pintarlo para que no se notara. Lo saludé con una de mis torpes sonrisas, mientras ocultaba lo preocupada que estaba por ese ojo.

—¿Qué es tan importante como para gritarle a media escuela mi nombre?

—¿Adivina quien tiene dos pulgares arriba y ha ganado una beca estudiantil?—dijo levantando sus pulgares y agitandolos hacia él mientras sonreía y entrecerraba sus ojos negros.

—¿En serio? —grité lanzándome a abrazarlo. —¿Desde cuándo lo sabes? —dije eufórica mientras me soltaba de él para ver su cara pecosa.

—Desde el sábado por la tarde. —sonrió.

—¿Y por qué no me llamaste? —pregunté aún sonriendo.

—Bueno, es que ese no es del todo la noticia más importante. —sonrió más ampliamente.

No entendía ¿Qué podía ser más importante que ganarse una beca universitaria antes de graduarte? Sólo Héctor podría poner aquella noticia en segundo plano.

—Entonces hay dos buenas noticias ¿Verdad? —fruncí el entrecejo confundida.

—Estoy saliendo con... — y luego no dijo nada más.

Acababa de presenciar un beso fugaz de Héctor y Jade. Mis ojos estaban clavados sin poder creer lo que veían. Jade había llegado por detrás del él y lo besó frente a mí, frente a la escuela. Miré a Gael, él sólo alzó sus hombros. Miré  a Héctor, estaba confundida. Yo he pasado mis entrenamientos con Jade y jamás me dijo que salía con mi mejor amigo, y aunque no he estado hablando con Héctor debía saber algo de eso, aún somos amigos. Pero eso no era tan grabe como recordar que Ileana la que está tan enamorada de él, esto la destrozaría.

—Buenos días chicos. —sonrió recogiendo un mechón de su corto cabello tras de su oreja.

—Buenos días. —dije casi sonando como un robot de estas películas de los ochenta.

—¿Me acompañas hasta mi clase de química? —preguntó Jade a Héctor, quien sonreía como un tarado frente a ella, siempre se había comportado así frente a ella.

—Claro, nena. —dijo enredando su mano con la de ella. —. Nos vemos—concluyó despidiéndose de mí, sin más explicación que la que acababa de presenciar. Aún estaba en shock, y no era para menos ¿Cómo rayos terminó siendo el novio de Jade?

Sostuvo la maleta de su novia y caminaron lejos de mí. Podía ver pasar a un unicornio por aquí y sería menos raro que esto.

—¿Te incomoda que ellos salgan? —por un segundo había olvidado que Gael estaba junto a mí.

—A mí no, pero no sé si otra chica lo esté. —le contesté. Luego caminamos sin más, en silencio, hasta nuestra clase de matemáticas.

👣👣👣

Las clases habían concluído, no había tenido el tiempo de exigirle a Héctor que me contara todo lo que quería saber, pero dado a que tengo también muchas cosas que no le he contado, llegué a la conclusión de que preferiría que él voluntariamente lo hiciera.
Ileana parecía no saber aún nada de esa historia, ella estaba emocionada porque hoy en el club de teatro repartirían los papeles para la obra de alumnos de último año a la que quería participar, y había desaparecido las cuatro últimas horas de clases.

Antes de regresar a casa decidí entrar a la biblioteca para investigar un poco sobre la colonización que nos pidió la profesora de historia. Quería estar ocupada por el resto del almuerzo, sobre todo evitar un poco a Gael, con eso de que nos besamos, preferiría millones de tareas que topármelo a solas.

Mientras leía sobre la inmensa guerra formada por los españoles, comenzaba a dormirme en aquella mesa llena de mis apuntes. Con el lápiz entre mis labios y mi mano sosteniendo todo el peso de mi cabeza, empezaba a encontrar menos interesante historia y mi cuerpo parecía querer lanzarse en aquella mesa de cabeza.

—Ileana me dijo que estarías aquí. —me sobrezalté. Gael quitó el lápiz de mis labios, yo abrí los ojos asustada.

Le había enviado un mensaje a Ileana para que no me esperara, le había dicho donde estaría. Qué error el mío.

—Yo ya me iba. —dije recogiendo los libros de la mesa muy deprisa y los guardé en mi maleta.

—Te acompaño. —contestó.

—Primero tengo que ir a mi casillero por otros libros. —agregué rápido.

—Voy contigo.

—Luego iré a la...

—No quieres hablar de lo qué pasó ¿Verdad? —dijo quitándome la maleta y sujetándola en su hombro. —Iré a tu casa de todas formas, debo ir por unas cosas que Mirella le pidió a tu hermana. —sonrió. —No me gusta fingir que nada pasó, y a ti se te da mejor eso de huir que a mí.

—No estoy huyendo. —resoplé.

—Sí lo haces. —afirmó alzando una de sus cejas.

—No, eso es tonto.

—Y mucho. —se burló.

—No tengo porqué huir, solo fue un beso. —mentí.

—¿Solo fue un beso? Fueron dos —dijo serio.

—Sin importancia, no es como si...

Me besó. Sus labios sabían a una combinación de fresas con durazno.

—Ahora tres. —susurró. Su miraba me hincaba el alma. —Es gracioso que digas que fue algo sin importancia, cuando estás temblando ahora. —se burló.

Lo empujé y le quité la maleta de un tirón. —No vuelvas a hacer eso. —lo apunté seria con mi dedo, mientras intentaba estabilizar mis latidos.

Salí enfurecida de la biblioteca, él no parecía seguirme. Cuando creí que lo había dejado atrás (y miré para asegurarme), apareció frente a mí.

—Ven, te llevo en el auto. —dijo quitándome la maleta y caminando hacia el estacionamiento de la cafetería. No me negué. Lo seguí y trepé junto a él a regañadientes.

—A veces eres insoportable. —dije cruzando los brazos y mirando por la ventanilla.

—A veces eres encantadora. —usó un tono de ironía que me hizo sonreír.

Giré para ver su rostro. —Eres un tonto. —sonreí mientras negaba con mi cabeza.

—Y tú muy bella, Leah.

La seriedad que utilizó en esas palabras me hizo dar cuenta que no lo quería, era absurdo sólo creer eso. Estaba enamorada y ya era hora de dejar de mentirme.

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