CAPITULO 24: Jason y Dina
Ansiedad.
Tenía miedo sobre lo que pasó, lo que estaba apunto de pasar, o lo que pasaría. Y esperaba sobre todo que pasara algo, lo que sea. Pero en preferencia algo bueno. Y deseaba contárselo a alguien.
Aquella noche, cuando llegué a casa, esperaba un cermón de mi hermana, pero no la encontré despierta, y papá había extendido su viaje por una semana en otra provincia, muy lejos de casa, por su reunión ejecutiva.
El domingo al medio día, había esperado que Gael llamara, pero no lo hizo. Pensé en hablar con Héctor. Llamé, pero estaba ocupado, y me contó que Gael tambien lo estaba, pero que él debía contarme algo urgente aunque, no por celular, insistí en que me lo dijera de todas formas, sin embargo terminó cortando.
Por la tarde mientras terminaba de leer mi libro favorito de Jane Austen, estaba cansada de permanecer en la sala viendo como Dina hacía galletas de chocolate para la familia de Jason. Salí un momento para caminar y dejar de pensar en la fiesta, en Samy, o en el beso tan intenso y fugaz que sentía aún impregnado en mis labios.
—¿Entonces se besaron? —preguntó asombrada Ileana desde el taburete de la librería donde mis pies me habían llevado.
Intenté no pensar en eso y fallé. Ileana parecía conocerme y me repetía—mientras revisaba cada repisa de libros—lo rara que yo estaba. Y sí, tal vez tuviera algo que ver con mi tonta manía de arrugar la nariz, como mi hermana, mientras intento sacudir la cabeza para no pensar más en el tema que me acosa. Así que se lo había contado todo.
Había sido completamente sincera con ella.
—¿Esto está mal, verdad? —pregunté indecisa recostándome cerca de ella, impaciente a su respuesta.
Ileana terminaba de envolver dos libros de Romance erótico que una señora había comprado. La señora recogió su pedido y segundos después salió.
—Claro que no, ustedes se gustan desde el primer día. —asegura con un hilo de confianza en su voz, mientras apuntaba algo en una libreta.
Tiene muy bonita caligrafía, pensé.
Espera...
—No. —aclaré. Me miró divertida y me golpeó con el lápiz en el hombro—. No me gustaba desde entonces...¿Sí?
Se carcajeó, pero se detuvo al ver mi rostro de perplejidad.
—No sé si hayas oído ese dicho que del odio al amor, no hay paso de diferencia.
Sonreí.—Así no va.
Giró los ojos en respuesta.
—Lo que sea. —sonrió—. Gael es súper callado y reservado, resulta que durante todo este tiempo ha estado muy pendiente de ti ¿Lo has notado?
Lo pensé.
—Explícame.
—Después de los entrenamientos, cuando caminamos a casa. Él no lleva su auto porque quiere pasar más tiempo viéndote. En clases mientras se sonríen... Ah, y la otra vez que tu papá nos invitó a la piscina, podría jurar que si él no hubiera ido... —Decía puntualizando cada cosa.
—No recuerdo nada de eso. —aseguré, creía que no.
Ileana me miró y alzó una de sus cejas, demandando que lo pensara.
Entonces una bocanada de rostros de Gael; diferentes sonrisas se apoderaron de mí, con él en la piscina sonriendo con cada ridiculez que compartíamos por Héctor, mientras caminábamos y traía donas de chocolate para mí, en clase mientras el profesor de química intentaba subir su cierre y no funcionaba, en los entrenamientos mientras me saludaba desde el otro lado de la cancha. Y hasta el primer día, cuando lo había golpeado, antes de eso, él me había regalado una torpe sonrisa de labio torcido.
¡Había empezado a sonreír para mí! ¡Había empezado a sonreír para él!
Abro los ojos como plato en respuesta hacia Ileana, quien niega divertida.
—Eres muy poco observadora. —puso los ojos en blanco, caminó hacia una estantería y colocó varios libros con la misma portada color verde—. Gael no es la clase de chico que te abriría la puerta porque le caes bien y nada más. Él tiene miedo, aunque luzca como si nada le importara. Así como los típicos niños con problemas, y por eso intenta alejarse de los demás y cerrarse en un pequeño domo en donde podrías solamente caber tú y él. Un domo tan pequeño que da turnos para poder entrar, como a mí o a Héctor quien es su propio primo. —giró hacia mí—. En cambio tú, eres la excepción a todo eso, eres capaz de abrir la pequeña puerta tú solita y entrar cuando te plazca.
—¿Y si decide que ya no quiere dejarme abrir la puerta más? ¿Y si se da cuenta que soy tan común como el arroz blanco? ¿Y si decide que no soy la única que podría sostenerlo para que no se derrumbe? —pregunté.
—¡Vaya! Esa tal Samy hizo muy bien su trabajo. —rió—. Me he dado cuenta que dudas mucho de ti, y hasta de los que te rodean. Creo que piensas que todos los que quieres van a desaparecer.
—No me quiero acostumbrar a nada del mundo ahora, eso es todo. —confesé, porque todo se va—. Ahora no creo que sea buena idea hacerle caso a mis hormonas locas de adolescente. —concluí en broma con un suspiro.
—Dudo que hagas eso, estas tan perdida, Ly. —negó divertida nuevamente—. Además, aquí estás conmigo, aferrándote. —puntualizó como si fuera algo asombroso.
Mi celular sonó en mi bolsillo. Ileana gesticuló una pregunta mientras revisaba quién era.
—Mi hermana. —respondí a su curiosidad—. Las galletas están listas. Quedamos con los padres de Jason a las siete. —leí el mensaje—. Se supone que debería acompañarla, los padres de Jason están festejando su cumpleaños hoy.
—¿Tu hermana se casará pronto? —preguntó.
—Siento que cada vez lo posponen más. —resopló—. No entiendo porqué lo hacen, mamá estaría feliz de que se casaran.
—Deberías hablar de eso con tu hermana. —me advierte—. Nos vemos en la escuela.
La abrazo, estoy a punto de marcharme hasta que recuerdo...
—Y consígueme el libro que te pedí. —le recordé. Hizo un gesto de militar que me recordó a Ariana, la chica de la fiesta de cabello rojo.
Sonreí.
Cuando llegamos a la mansión de los padres de Jason, me quedé nuevamente asombrada. Jamás me acostumbraría al lujo que esa familia sostiene. Quiero decir, a mi hermana podría verla viviendo ahí, pero no yo. Aún me veo viviendo en la pequeña casa en donde vivíamos las tres; mamá, Dina y yo. Y sería feliz con ese pequeño mundo mío.
La casa es inmensa, de un color blanco perfecto e intacto, tiene un portal dorado con el apellido de la familia en la entrada con letras inmensas.
—¿Crees que este vestido está bien? —preguntó por quinta vez mi hermana.
Estaba muy nerviosa, había cambiado millones de veces el vestido y al final se decidió por el primero, luego pensó que el reloj y las galletas eran algo pequeño para Jason quien lo tiene todo.
—Todos los años tienes este mismo ritual. —sonreí a su lado, ella sostenía el volante como si este fuera a escapar—. Ese vestido rosa te queda perfecto, y Jason ama lo que cocinas, a él no le importa si traes un reloj de pared, de muñequera o de papel, solo espera que vengamos. —le aseguré.
Soltó un inmenso suspiro que guardaba en sus pulmones desde casa y sonrió nerviosa para mí. Peinó su cabello rubio y bajamos del auto. Yo llevaba la caja de galletas de chocolate que había preparado todo el domingo, y ella el regalo que había comprado. Cuando tocamos el timbre de la inmensa casa, un chico de cabello corto nos recibió con una sonrisa. Era admirable ver a Diego en traje a veces, porque él es muy diferente a su familia.
—Hola cuñadita, mi hermano está en la sala con el resto de la familia. —dijo haciéndonos pasar.
La sala estaba como recordaba, tenía unos enormes sofás cafés, pinturas clásicas que podría valer más que yo, y una mesa con flores frescas que la señora Romero le encantaba colocar como decoración importante para sus invitados.
—Pero qué hermosas están. —saludó la mamá. Llevaba un vestido azul muy largo y un peinado sofisticado.
El papá de Jason nos saludo después quitándome las galletas que muy acostumbrados están. Jason apareció después dándome un beso en la mejilla y un abrazo. Llevaba un traje negro. Luego besó en los labios a Dina, un beso dulce y tímido.
—Estás hermosa. —le hace saber—. Siempre lo estás.—le murmura, aunque lo logré escuchar—. Te dije que no tendrías que traer nada.
—Pero yo quería hacerlo, cariño. —sonrió mi hermana.
Parecía algo diferente esta vez, no estaban nerviosos. Creí que estaban disgustados, pero es absurdo, son Dina y Jason, es algo tan improbable como poder tocar las nubes ¿O me equivoco esta vez?
—Bien, deja que te presente a otra invitada puntual. —sonrió la señora Romero —. Sasha, ella es Dina. Sasha es compañera de la universidad, estudia con Jason.
—Es un gusto. —dijo Sasha. Tenía un vestido rosa elegante, y sus tacones nos dejaban por debajo de ella. Todo de esa chica parecía tan caro, a diferencia del vestido rosa de mi hermana y mi vestido negro que compramos por oferta.
—Hola, sé quién eres. —respondió mi hermana con dulzura—. Jason no tuvo el placer de presentarnos adecuadamente el otro día. —sonrió mi hermana.
¿El otro día? ¿Me perdí de algo? Porque esa chica sonreía descaradamente mientras la señora Romero corría a la cocina por el pollo que había dejado en el horno, y el señor Romero fue a abrir la puerta para los invitados que empezaban a llegar. Pero ahí, junto a mi hermana—quien parecía resistirse en salir corriendo—, me sentía como si hubiera dejado un libro inconcluso, que tomaba luego de una semana.
No entendía nada.
—Leah ¿Podrías acompañarme a mi cuarto un momento? —escuché decirme Diego, me tomó por los hombros y me llevó hasta las escaleras de la sala.
—¿Sabes que sucede ahí? —pregunté confusa a la vez que apuntaba a un nervioso Jason sentado en medio de dos chicas que parecían lanzarse rayos lacer.
—Tú hermana y mi hermano atraviesan por los celos enfermizos de los enamorados. —sonrió divertido.
—No le veo nada de gracia. —le hago saber mientras miraba como Sasha peinaba su larga cabellera castaña con los dedos.
—Ellos se quieren, Ly. —aseguró subiendo las escaleras. Lo seguí—. Deben superar eso de los problemas tontos de pareja como en toda relación normal.
—Ellos son una relación normal. —aseguré.
Abrió una puerta.
Una inmensa habitación se abría a mi vista, con un plasma del tamaño de una pared y una cama gigante con sábanas blancas. El cuarto estaba decorado con medallas y trofeos que le pertenecían a Diego.
—No lo eran, ahora sí lo serán. —me comunica mientras me daba una señal para pasar. —No quiero dejarte a bajo como las otras veces, ahora somos amigos ¿Verdad?
Antes, cuando iba a los cumpleaños de Jason, me aburrían sus fiestas sofisticadas de Vino y etiqueta, con música clásica que no era de mi gusto, en realidad pocas músicas son de mi gusto. Siempre había estado en una habitación con mamá viendo películas junto a ella, sin oír nada más que diálogos de romance, así que era nula a lo bello que podría ser la música. Y bueno, estar otro día en ese ambiente... No, gracias.
—Sí, creo que sí. —contesto.
—Como te decía. —comentó al encender el plasma y me sentaba en el sofá inmenso frente a el—. Sé que es un tema difícil de hablar, y soy pésimo con las palabras adecuadas. Pero Dina y Jason siempre estuvieron juntos en tu antigua casa para ayudarla con lo de tu mamá, y eran niños actuando como adultos contigo, no tenían tiempo para ver a otras personas y ahora que tu mamá ya no está, ellos parecen no saber que hacer con el resto del tiempo que les queda.
—¿Estás diciendo que Dina y Jason están por pura costumbre? —fruncí mi entrecejo.
Él niega rápidamente al notar que deduje mal sus intenciones.
—Digo que ahora serán más conscientes de que tienen una relación, que han planeado casarse y que lo harán pronto y deben...
—¿Lo harán pronto? —pregunté abriendo los ojos con asombro—¿Cuándo?
—Yo... creí que lo sabías. —balbuceó nervioso —. Aún no hay fecha pero Jason y mis padres lo hablaron hace un mes, Dina y él habían tocado ese tema por fin desde lo de tu mamá.
Quería enojarme, porque mi hermana siempre toma decisiones y no me cuenta nada. Aunque esta es una de esas de las que no me molestaría y me lanzaría en sus brazos para besarla por lo feliz que es la noticia, pero me enteré por un Diego, quien es ajeno a lo que se me avecinaría cuando ella se vaya a vivir con Jason. O porque realmente me hubiera gustado que me hable de eso, y porque aunque me quisiera enojar por eso, no podía...
—Es una noticia maravillosa. —sonreí.
—Lo es. —dijo sentándose a mi lado—. Es por eso que quiero que mi hermano y Dina sean una relación normal que se pelean alguna vez por celos, porque sé que ellos se aman, Ly. Se aman mucho y tú y yo sabemos eso desde que los vimos en nuestra perspectiva de hermanos.
—Sí, ellos son ese pequeñísimo porcentaje de parejas que uno tanta envidia.
A la hora de la cena todos nos sentamos en la mesa de vidrio elegante y carísima que siempre mi hermana alababa. Dina aún parecía rígida por la presencia de Sasha en el comedor. El resto de la familia de Jason eran veteranos que trabajaron en el ejército. Sus primos más cercanos eran empresarios, sus primas modelos y escritoras.
Conocía a cada uno. Aunque muy poco.
A las Diez de la noche, luego de contestar todas las inquietudes raras que tenía Diego por Ileana, y de que mi hermana decidiera que era mejor dejar que se fuera primero la compañera de Jason antes que nosotras, nos despedimos. Jason había besado frente a todos a Dina cuando abrió su regalo, un reloj que mi hermana había mandado hacer para él, un reloj de pared para su despacho, uno que tenía una foto de los dos en el parque.
—Gracias por venir. —dijo la mamá de Jason—. Espero que no te haya resultado incómodo la presencia de Sasha, ella es hija de un socio de nuestra compañía, y ahora amiga de Jason. —le informa—. Querida, era necesario.
—No se preocupe señora, yo no me fijé mucho en ella. Estaba ocupada hablando con el señor...Perdón, mi suegro. Es la fiesta de Jason, él puede invitar a quien quiera, es su casa, señora. —sonrió mi hermana.
Jason nos acompañó hasta el auto. Dejé que hablaran unos segundos mientras revisaba mi celular por décima vez durante toda la noche, por si Héctor, Ileana o Gael escribieran, pero nada.
Minutos después mi hermana arrancó el auto y Jason nos despedía desde la entrada de su casa.
—Hoy estuvo bien ¿Verdad? —preguntó mi hermana. —Aunque esa tal Sasha, no me da buena espina.
Sonreí. Y fue cuando le di la razón a Diego. A lo mejor necesitan esto para parecer un poco más amorosos a cómo suelen ser. Porque el amor es mostrar que lo quieres sin importar nada, aunque existan obstáculos y los separen, ellos nunca tuvieron eso, siempre tuvieron el apoyo de todos, hasta el de mi padre que tan reacio a todo es. Y si su amor es verdadero, como tantas veces lo vi, esto solo era una ligera montaña de estiércol que limpiarían solos, sin problemas.
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