CAPITULO 2: Grandes Cambios

El Banco nos lo quitó todo, la casa y la mayoría de cosas en ella. El abuelo pudo recuperar el carro de mamá, era lo único que su dinero de jubilado podía devolvernos. Desde que mamá tuvo el accidente vivimos como él. Él era quien pagaba la mensualidad en el hospital, luego Dina se graduó del colegio y comenzó a trabajar en restaurantes como mesera, Jason la ayudó a conseguir su actual trabajo de secretaria. A mí no me permitían trabajar, sólo podía ir y visitar a mamá. La mamá de Héctor nos llevaba y traía a casa en algunas ocasiones.

Ha pasado un mes desde el funeral de mamá. Mi hermana Dina intenta actuar normal, lo cual consiste en ir a la universidad en la mañana y en la tarde leer un capítulo de su libro y luego salir a trabajar en el Bufete de abogados como secretaria a medio tiempo, parece que no hay mucho tiempo para el amor ahora. Cuando llega del trabajo se encierra en el único baño de la casa.

El abuelo, ha comenzado a trabajar en su ferretería por las tardes, parece querer ocupar su mente en algo de nuevo.

Luego estoy yo, mi vida ha consistido en mantener mi habitación -que comparto con mi hermana-ordenada, ver películas a las dos de la tarde con Héctor, puesto que ahora son las vacaciones antes de entrar a clases, al infierno del último año.  Estoy intentando llenar las horas que eran designadas a visitas con mi madre, porque no sé qué más hacer hasta entonces. También hemos salido a comprar materiales para el colegio y a veces lo he acompañado a algunas librerías de la ciudad.

Hace un año mi padre apareció, el señor Carlos Franco. Luego de enterarse de la trágica situación por las que sus queridas hijas estaban pasando, intentando reanudar y recuperar el tiempo, aprovechándose de que mamá estaba en coma. Entonces desde hace tres meses Dina estaba cambiando respecto a nuestro padre, su forma de aceptar que pasara los sábados en casa y cenara con nosotras. Las visitas sólo se hacían cuando el abuelo no estaba en casa, era algo acerca de la lealtad hacia mamá y estaba de acuerdo. Mi hermana nunca hacía algo que no notase antes, como reflejo en espejo. La conocía muy bien, su forma de mentir, la manera de incomodarse, hasta cuando sabía que quería ver a Jason, todo eso podía enterarme si sólo la mirase. Y el señor Franco había tomado cierto voto de confianza de parte de ella, era eso lo que me desconcertaba, porque lo notaba en su superficie.

–Entonces ¿Ese chico es tu novio? –preguntó mi padre. Se refería a Héctor.

El señor franco es alto y de cabello castaño canoso, usa una barba prominente, sus ojos son cafés como los míos. Debo aceptar que había sacado su nariz. Estaba aquí nuevamente como los otros sábados desde hace un año y mi hermana le contaba lo que había hecho hoy con Héctor.

–Solo es su amigo. Es lo que han sido desde los diez años. –contesto mi hermana mientras limpiaba sus labios con una servilleta. Yo sostenía mi cuchara con aburrimiento. —. Van a la misma escuela desde siempre.

–Mañana empezarás clases. –comentó mi padre para mí.

–Sí, su último año como una adolescente. –le contestó mi hermana por mí, sonriendo.

La escena era como si en aquella mesa estuvieran él y mí hermana, yo era sólo una espectadora aburrida en medio de un escenario muy mal conformado, donde la guionista leía mis líneas.

–Hay algo que quisiera... –intentaba decir luego de un tiempo incómodo. Pero en ese instante mi celular sonó.

–Perdón, debo contestar. –dije. Había calculado con Héctor en qué momento debería llamarme para correr fuera de esto, de la mesa a mi cuarto.

–Luego respondes, Leah. –susurró mi hermana con severidad. Sabía de qué iba la llamada. Corté y volví a sentarme. –. Hay algo que quiere decirte papá. – masculló con una temerosa sonrisa.

¡Que molesto! Tenía una ligera sospecha que cualquier asunto que fuera no me gustaría para nada. Me miró algo nervioso, pero decidido.

–. Ustedes saben que tengo un trabajo estable... trabajo en una empresa. –comenzó–. Y... tengo dinero suficiente para que estén estables y cómodas—continuó. El rumbo de aquella conversación me estaba poniendo nerviosa. –Quisiera que...—parecía concluir—. Vivan conmigo.

¿Estaba oyendo mal? Porque la persona que había desaparecido cuando tenía ocho años y regresado al cumplir los quince, pretendía que viviéramos con él. Algo insultante y descabellado, lo peor de todo es que mi hermana parecía de acuerdo.
–¿Es... en serio? –pregunté alzando una ceja algo perdida sobre el asunto.

–El abuelo lo sabe y el está de acuerdo en lo que decidamos. –dijo Dina.

–Pues parece que TÚ tienes muy en claro lo que decidiremos. –acusé enojada, pero con un tono de voz tranquilo.

–Leah...—insistió Dina—. El abuelo tiene planeado viajar por un mes a galápagos con sus ex compañeros, solo sería eso, un mes. A menos que nos acostumbremos.

–¿Bromeas? –pregunté levantándome de la mesa. Miré al hombre frente a mí, quien también se levantó.

–Una oportunidad, nena. –dijo e hizo un ademán para que me sentara—. Hablemos.

–¿Eso también sería cambiar de colegio? ¿Alejarme de Héctor? –pregunté.

–Nena. –dijo con tono delicado.

–No. No me diga así, por favor. –me senté nuevamente por mi hermana, ella parecía asustada.

–Seguirás en tú escuela y verás a Héctor. Nada de eso va a cambiar. –aseguró el hombre.

–Pagará mi carrera en la universidad, sabes que necesito pagar para mi tesis y poder graduarme. –dijo mi hermana en susurro hacia mí. –Mi abuelo necesita un tiempo de descanso. –esta vez usó un tono normal.

–Él no se ha mostrado cansado de nosotras. –acusé.

–¡Leah! –exclamó mi hermana asombrada por mi comentario que iba dirigido al recién aparecido de nuestro padre.

–Bien, lo siento. –contesté soltando una bocanada de aire. –¿Sólo será un cambio de casa por un mes? –pregunté.

–Sí, Leah. –respondió Dina.

¿Qué quería decir eso? ¿Perdonaría a mi padre? ¿Mamá permitiría esto? Tal vez sí, no era una mujer rencorosa, pero yo sí, lo intento.

–Esto me parece ridículo. –negué incrédula, sosteniendo mi rostro con mis manos.–. Ni siquiera sabemos donde vive, o... con quien vive.

–Ya visité el lugar, vive solo. –contestó Dina.

–En serio... ¿En serio quieres vivir con él? –le pregunté ignorando la presencia de mi padre.

–Quiero, sí. – confesó Dina.

Intenté respirar y calmar mi ansiedad y desconcierto pero no podía, aquello era demasiado para mí.

–Lo pensaré. — me levanté de la mesa y subí las escaleras a toda prisa.
Espero que no hayan  pretendido que respondiera en ese momento. Dina tuvo tiempo de pensarlo, así que tenía el derecho de hacer lo mismo.

<<¿Vivir con mi padre?>>Pfff.

Saqué mi celular del bolsillo de mi vestido verde y solté mi cabello al acostarme en la cama. Tenía dos mensajes de Héctor:
Héctor: ¿No contestaste?Eso es en nuevo. ¿Qué pasó? ¿Las secuestró?oye!! contéstame cuando veas este mensaje.
En serio mujer ¡NO DUERMAS!
Leah: Algo parecido, quiere llevarnos a vivir con él.
Héctor : Espera!!!.. Qqqqqq? ¿Estás segura? ¿No habrás oído mal?
Leah: ¨quiero que vivan conmigo¨, ¿De cuantas formas se puede mal interpretar esas cuatro palabras?
Héctor: que jodido tu padre en serio. ¿Y...?
Leah: "¿y...?" sabes que no quiero.
Héctor: JODER... Hablamos mañana en el colegio, mi mamá TIENE  un problema con el desarrollo de la tecnología.
Leah: ja,ja,ja... las mamás son así, supongo.
Héctor: Ly!!!... :(
Leah: chao !!

–¿Puedo hablar contigo? –le pregunté a Dina cuando entró por la puerta con una toalla en la cabeza, se había bañado.

Yo me encontraba organizando mi uniforme para mañana. El abuelo ya estaba en su habitación y nuestro padre se había ido antes de que llegara a casa.

–Hoy fuiste grosera. –dijo sentándose en la orilla de su cama.

–Estaba calmada. –contesté a la defensiva, viéndola como si dijera "no exijas tanto".

Ella soltó su cabello rubio, húmedo y lo peinó con sus dedos.

–En serio quiero ir. Porque es lo correcto.

–Ya, claro. —dije con ironía—. Ahora, cuando tú tienes veintidós y yo dieciséis es lo correcto.

–Nosotras más que nadie sabemos que no existe un futuro, sino el ahora y... ahora el está intentando remediar todo, sé que eso no eliminará que no estuvo con nosotras cuando lo necesitábamos. —silencio—. Sabes que mamá lo aceptaría.

–No me chantajees con mamá.

–De acuerdo, entonces sabes que es sincero. –dijo viéndome convencida de sus palabras—. Él quiere recuperar ese tiempo.

Debería corregirla. No sé si sea sincero.

–¿Y si lo vuelve hacer? –pregunté—. ¿Y si nos deja? No quiero que pase algo igual.

–Debemos ver qué tal es en realidad.

Una canción de Axel sonó, era el tono de llamada que Dina había designado para Jason desde un buen tiempo.

–¿Jason ya lo sabe? –pregunté.

–Sí. —confesó.

—Perfecto.—exclamé—Que a la niña se lo cuente papá. —dije refiriéndome a mí, alzando los brazos en gesto de derrota.

—No quise que te enteres por mí, porque quería que papá intente convencerte por su propio medio.

–Le ha funcionado. —giré los ojos. Estaba siendo irónica—. Mandar a mi abuelo a Galápagos, ¡Vaya que funciona! –dije, Dina me miró con cara de resignación y luego contestó.

Siempre que habla o ve a Jason en su rostro se enciende un brillo único, algo como felicidad plasmado en secreto. Ahora yo podía hacerla feliz.
Mi hermana siempre se preocupaba por mí, hasta el día de hoy, siempre me pone en primer lugar, incluso de Jason. A Dina le ha costado adoptar el papel de hermana y madre, y tal vez sea por eso que quiere darle una oportunidad a mi padre, es que nunca se ha sentido completamente suficiente como para criarme sola con mi abuelo. Y... es que yo no ayudo mucho, soy demasiado asocial y mi hermana siempre ha creído que se debe a la ausencia de padres.

¿Debía decidir si ir o no a la casa de mi padre? Eso no me gusta nada, pero pareciese que eso podría hacerla feliz y ahora estaba en mis manos, lo único que me podría impedir aceptar aquello, sería que el abuelo no quisiera marcharse.
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