CAPITULO 19 : La mirada de un huracán.

—¡Fueron una mierda! —gritaba el entrenador de la otra escuela mientras pasaba por mi lado y el resto del equipo salía con la cabeza mirando el suelo.

Dixon sonrió al verme, como si no hubiera perdido nada, aunque sabía que en algún momento recibiría aquella llamada apostada por los dos. Yo iba de regreso a las gradas para encontrarme con mi familia, pues Mirella me había dejado minutos después de haber hablado.

—¡Ly! ¡Espera mi llamada!—grita con una sonrisa victoriosa en su rostro que a su entrenador parecía molestarle. Dixon no parecía que olvidaría nuestro trato.

—Esperaré.—gesticulo para que pueda leer mis labios y Dixon levanta el pulgar como señal de comprendió.

El partido había terminado.

Todo el resto de nuestra escuela festejaba la casi victoria del primer campeonato colegial del año. La banda de la escuela comenzó a entonar una canción famosa de rock <<...and the champion...>>.

Los chicos de fútbol y las chicas que conformaban el equipo de porrista bailaba en la cancha, emocionados y acompañados por la banda. Habían quedado en un empate gracias a la anotación de último momento de Gael según narraba el locutor.

Tres a tres.

Miré a Gael a lo lejos mientras él caminaba hacia mí en medio de toda la multitud con una postura dominante que intimidaba desde la distancia, sacudió su cabello. Sonreía y parecía ocultar que nervioso, como yo al verlo llegar. Que sonriera me hacía pensar en cómo era su vida antes y ahora, en qué tan miserable pudo ser para dejar de sonreír y ser un niño tan callado y reservado con los demás, como yo, con lo que intento despojarme.

Cada paso lo llevaba más cerca de mí, tenía la frente llena de sudor y un poco de tierra en sus brazos, cerca de sus codos.

—Un casi. —suelta al llegar a mí, estaba agitado por el partido pero dominaba su respiración.

Se refería a la casi victoria.

—Mejor que decir la próxima.—murmuro.

—¡Hey! Gael, que buena pierna tienes. —le decía uno de los chicos del equipo dándole uno de esos saludos masculinos en donde golpean su espalda y sonríen.

Luego se marchó, continuaba jugando con su equipo, todos iban de caminó a las regaderas.

Miré nuevamente a Gael directamente a sus ojos cafés, el aún sonreía y me encantaba.

Me encantaba su mirada y lo especial que me hacía sentir verlo sonreír, porque era algo que no todos tenían el placer de admirar, me encantaba también lo tan cércanos que nos hemos vuelto sin darnos cuenta.

Parecía que yo era la única excepción en el mundo que podía presenciar lo hermoso que podría ser verlo sonreír así. Es por lo que desearías ser la razón de aquella bella sonrisa formada en su rostro, abísmate.

—¿Quieres ir a comer después? —pregunté nerviosa. Me sentía con el derecho de tenerlo cada momento cerca de mí, y aquel sentimiento de necesidad estaba invadiendome como una volconada de aire fresco apunto de llenar mis pulmones.

¿Será cierto lo que me confesó Mirella?

—Yo... —titubeó —. También pensaba en invitarte. —confesó avergonzado.

Me regaló una sonrisa grande y en una de sus mejillas, cerca de la esquina de su labio, noté como se formaba un pequeño hoyuelo encantador.

—Bien. —contesté nerviosa y tímida mientras lamía mis labios.

—Por cierto, estuviste genial en el partido.

Caminamos hasta donde estaba nuestra grande y revuelta familia felicitando a Diego, el hermano de Jason.

Héctor aún no aparecía y eso me intrigaba, aunque la verdad no pretendía preocuparme por lo que sea que hiciera, ahora el tenía asuntos de los cuales no sabía nada y era mejor dejarlo así, ya habíamos hablado y no me moleta que no esté aquí porque sé que aún soy su mejor amiga.

—Estuviste estupendo. —soltó al instante la mamá de Héctor y tía de Gael alejándome de mis pensamientos sobre su hijo desaparecido.

El señor Rafael también se encontraba ahí y abrazó a Gael muy emocionado, parecía que estuviera abrazando a Héctor, y por cómo lo hacía, sentía que amaba a Gael tanto como si fuera su propio hijo.

A diferencia de nuestro partido, el de los chicos no era uno amistoso.

Ileana le tomó unas cuántas fotos con su cámara y Mirella hacía lo mismo con su celular.

—¿Entonces, vamos a cenar? —preguntó mi abuelo—. Hay que festejar los dos partidos de hoy.

Todos estaban de acuerdo con lo que dijo, comenzaron a planear ir a varios restaurantes, hablaban a la vez.

—Me encantaría acompañarlos, pero tengo una reunión en una hora. —contestó mi padre revisando la hora en su reloj—. Sólo quería ver a mi bella hija jugar y lo ha hecho estupendo.

Su alago me hizo hervir las mejillas.

—Es una pena Carlos. —aseguró el abuelo con cara de decepción fingida, realmente no le molestaba que no estuviera —. Sería placentero tu compañía, lástima. —sabía que el abuelo no lo decía en serio.

—Es verdad, papá. —intervino Dina tomándolo del brazo y luego tomó a Jason del otro mientras continuaba: —. Pero espero que estés temprano por la casa.

Mi papá se despidió de todos.

Minutos después caminamos cerca del aparcamiento. Mirella y Dina bromeaban con Jason y Diego, Ileana enseñaba las fotografías que tomó con su cámara a Gael y a mí. El abuelo mantenía una plática con el señor Rafael.

—¿Dónde rayos está Héctor? —preguntó la señora Manuela al notar que nadie decía malos chistes o se burlara de las malas fotos—. Ese NIÑO me va a oír cuando aparezca.

Cada segundo la señora Manuela se veía más enojada, pero Héctor apareció como si haya sido invitado o supiera que sus padres ya notaban su ausencia, le dió un abrazo por la espalda y, besando sus mejillas con frenesí, intentaba apaciguar el enojo de su madre.

—Deberías de enojarte menos o te harás vieja. —comentó Héctor—. Ya te he dicho que a tu edad es muy complicado.

Su mamá le dió un golpe en el costado de su hombre haciéndolo encorvar, fingiendo dolor.

Todos rieron.

Gael estaba parado a mi lado. Estoy segura que le gustaba a él tanto como a mí ver la escena, verlos sonreír por un momento y alejarse de los grandes problemas que nos esperan fuera de todo.

—Bueno, vamos a un restauran ahora, muero de hambre. —comentó el señor Rafael mientras sujetaba la mano de su esposa con cariño. —¿Comida china?

—Estupendo, muero de hambre. —comentó Héctor emocionado, frotó sus manos como gesto de entusiasmo—. Amo los finales felices.

—Entonces montemos y nos encontramos en el restaurante de siempre.—concluye el señor Rafael, todos estuvieron de acuerdo.

Monté el auto de Jason. El el otro auto fue la familia de Héctor, además del auto negro de Mirella.

Dina estuvo de copiloto junto a Jason, y el abuelo, Ileana—a quien invitaron todos con insistencia—, Diego y yo nos montamos atrás. Diego parecía interesado en conversar con Ileana, mientras el abuelo y yo nos poníamos al día de su viaje, donde me enteré que todos los compañeros que lo acompañaron eran amigos de la universidad y jubilados del trabajo, comieron mariscos hasta asquearse y se tomó muchas fotos con el nuevo celular que aún no aprendía a manejar.

Llegamos al restaurante y nos ubicamos en una de las mesas más grandes para caber las dos familias.

—Lo de siempre.—decía el papá de Hector cuando la camarera, que ya nos conocía, nos atendía—. ¿Y cómo estuvo el viaje, Darío?

Con el hilo de la conversación, sabía que el abuelo jamás pararía de contarle de sus grandes experiencias.

Miré a mi alrededor para marcarlo en mis memorias.

Jason miraba con deidad a mi hermana quien le contaba alguna cosa de la universidad, el abuelo, la señora Manuela y don Rafael conversando de su viaje a Galapagos. Diego y Hector parecían entretenidos con la conversación divertida de Ileana. Cuando llegué a Gael, estaba ensimismado con la mirada sobre mí.

—Parecemos fuera del marco ¿Verdad?—murmura para que sólo lo escuchara yo.

Se refería a todos.

—Pero es refrescante ver.—susurro acercándome un poco a él. No había notado que se había sentado a mi lado.

—¿Quieres estar dentro de un marco?—me pregunta.

—Mmm. —inquiero en broma—. Mi sueño.

—Entonces sígueme.—suelta con seriedad para mi sorpresa, pensaba que bromeábamos.

Cuando Gael se levanta nadie le presta atención. Todos están ocupados en ponerse al día en todas las conversaciones que estaban sobre la mesa.

Dude si seguirlo, esperando que si lo hacía alguien notara mi ausencia. Pero lo hice. Me levanté y salí de ahí. Dina me regaló una mirada de complicidad cuando giré a revisar si alguien lo había notado en el último segundo, tomé eso como una respuesta positiva por querer marcharme.

En la esquina del restaurante Gael me esperaba junto a un auto.

—Mirella me lo prestó.—dice, luego finge pensárselo—. En realidad lo estoy tomando prestado.

—¿Qué?—preguntó pasmada—. ¿Qué tienes en mente?

Se acerca a mí. Olía a sudor, pero no apestaba. A pesar de haber corrido casi una hora entera tras una pelota, Gael desprendía un gran aroma.

—Plasmarte en mi marco.—susurra tomando mi mano.

Me abre la puerta de copiloto y no hago más preguntas, me monto y el suelta mi mano para cerrar la puerta conmigo adentro, caminando hasta su asiento.

Miro por última vez al restaurante donde se observaba a todos riendo y entretenidos con alguna ocurrencia de Héctor.

Sonreí para mí. Jamás creí estar en una situación así con Gael, menos huír sin avisar, bueno de por sí no se avisa ¿Verdad? Comenzaba a acobardarme, a dolerme la barriga, pero era un dolor que crecía en medio y regresaba a mi garganta.

—¿Dónde iremos? —pregunté por curiosidad nuevamente, mientras él se tomaba el atrevimiento de ajustar mi cinturón.

Su aliento era envolvente.

—Ya veras. —contesta con aire seductor guiñándome un ojo y ajustando el retrovisor para luego arrancar y tomar la vía lejos del restaurante.
.......

Holaaa a todos, espero y lo hayan disfrutado

Quería agradecerle a chemistry_rock por interesarse en mi historia.

De verdad siempre me emociona saber que les gusta, aunque ustedes sean pocos, eso me ayuda y me hace sentir muy bien ahora que todos está tan mal por aquí
❤️❤️❤️❤️

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