CAPITULO 18: Misterios
El silbato del árbitro sonó dando por terminado el partido de mujeres, todas estábamos sudadas y pegajosas por el juego. Mi cuerpo tiritaba por la adrenalina y el cansancio, mi respiración estaba agitada y me amenazaba con desmayar...
Pero habíamos ganado. Dos a uno.
Jade brincaba de emoción en una esquina de la cancha junto con el resto del equipo, dando vueltas en un círculo, gritaban en coro una rima;<<Hoy no nos vencieron>>, <<porque con ganas nos tuvieron>>, que me sacó unas cuantas carcajadas.
Las chicas del equipo contrario salían igual de contentas, parecía que no les importaba haber perdido por un gol de diferencia, al final solo era un partido amistosa, nada importante, excepto para Jade y para mí que había sido mi primera vez en la cancha con la adrenalina a cien.
Ileana corría hasta donde me encontraba emocionada, sosteniendo de una mano una botella de agua y en la otra una cámara. Llevaba un quimono con unos convers negros. Cuando llegó a mí, lanzó la botella muy contenta y la tomé en el aire, lo que le dió el tiempo de sacarme unas cuántas fotos.
—¡Wow! Estuviste genial. —aseguró Ileana—. Deja que te fotografíe. —yo quería decir que no pero ella ya estaba en eso.
El sonido de la cámara resonaba como las de mi alrededor, pues todos los padres de las chicas hacían lo mismo y pude notar desde la distancia a mi hermana tomando unas cuantas con su cámara.
—¿Dónde está Héctor? —pregunté caminando lejos de la cancha y tomando un largo trago de agua.
Quería saber si estaban con Gael, aún no lo veía y esperaba que estuviera con Héctor.
—Dijo que estaría en las gradas. —Ileana buscaba con su mirada a Héctor como lo hacía yo, pero nada.
—Bueno, luego lo llamaré. —susurré refiriéndome a Gael —. Iré a darme una baño y cambiarme.
—Te espero en las gradas junto Dina. —me dice sonriendo—. Tu papá también está aquí. —soltó emocionada.
—¿Y mi abuelo? —pregunté algo ansiosa por la respuesta.
Sabía que llegaría hoy y que se presentaría en algún momento o eso me dijo en el último correo luego de contarle que participaría por primera vez en un partido.
—Yo... en realidad no sé si esté, no lo conozco. —arrugó la nariz para no verse desanimada por desconocer algo de mí.
Sonreí y le di una palmada al alejarme.
—Iré a las regaderas. —le informo.
No quería que se notara lo triste que me pondría saber que el abuelo no llegó para verme jugar.
Ileana regresó a las gradas y yo caminé al baño del equipo femenino, las chicas seguían lo igual de contentas y bailaban dando saltos y moviendo los brazos locamente, aquello me hizo reír nuevamente. Incluso ver a Miriam ridículamente pintar su cara con labial haciendo una enorme raya desde su ojo izquierdo hasta su labio, fue memorable.
Luego de ver el festejo loco y alborotado de las chicas dentro de los baños y de cambiarme; con unos pantalones negros, blusa fucsia de tiras, salí de ahí con mi cabello suelto y algo húmedo.
Héctor estaba en una esquina conversando muy sonriente con una persona algo mayor en compañía, aquel hombre llevaba en sus manos rosas amarillas y tenía una mano entre sus bolsillos en una postura que reconocería en cualquier distancia.
—¡Ly!—gritó Héctor para llamar mi atención. Movía sus brazos insistentemente en el aire.
El señor que se encontraba con Héctor tenía un sombrero muy familiar, al girarse pude ver aquel rostro que conocía demasiado.
—¡Abuelo! —exclamé corriendo para abrazarlo.
Estaba más delgado pero tenía un semblante completamente diferente, feliz, saludable. El abuelo tenía un brillo no muy particular ahora, un brillo que lo hacía ver más joven.
—Nena, espero que no hayas creído que no vendría a tu primer partido. —dice dándome las flores.
—Son hermosas abuelo. —confesé oliéndolas, una pequeña lágrima sentí en mi mejilla, el abuelo la limpió con el torso de su mano y me sonrió en respuesta —. Gracias.
—El partido estuvo genial. Jade y tú se pasaron en la cancha. —decía Héctor a mi lado—. Tu abuelo quería sorprenderte. —agregó, parecía algo perdido en la conversación aunque quería permanecer presente, pero le duró poco—. Regreso en dos segundos. —suelta al marcharse, dejándome sola con el abuelo.
Corrió apresuradamente, sabe Dios donde. El abuelo niega divertido al verlo y murmura:—. Ese chico jamás cambiará...
Abracé a mi abuelo nuevamente, perdiéndome en sus brazos gordos y familiares.
—Te extrañé.
—Lo sé. Yo igual, a las dos. —responde apretándome más—. Dina no sabe que estoy aquí.
—Vamos a buscarla. —dije de inmediato tirando de su mano muy contenta de regreso a las gradas, con miedo de soltarlo y que desaparezca otra vez.
Volver a ver al abuelo me hacía feliz porque podríamos volver a ser los tres nuevamente, en su casa. Él, Dina y yo. Podríamos volver a los domingos por la noche donde nos sentábamos frente al televisor.
Caminamos por medio de la multitud.
El colegio estaba lleno de adultos y niños corriendo y festejando. Dina estaba conversando y riendo con Mirella desde las gradas, papá estaba conversando con la mamá de Héctor, al señor Rafael no lo veía por ningún lado, a lo mejor decidió quedarse en su taller y llegaría después.
El novio de mi hermana también estaba ahí, pero eso es común, siempre viene por su hermano Diego, quien juega y es capitán del equipo masculino de nuestro colegio.
—Están arriba. —le aviso señalando el lugar donde estaba mi hermana y los demás sentados.
Caminamos por en medio de las personas hasta estar algo cerca de Dina, pero antes de llegar donde ellos se encontraban, escucho que alguien gritaba mi nombre desesperadamente. El abuelo es el primero en notarlo, señalando donde provenía mi nombre.
—Ese muchacho... ¿Lo conoces? —preguntó arrugando su frente.
Asentí. Pues era el mismo chico de cabello negro azulado de la heladería. Dixon estaba moviendo sus brazos para que lograra verlo desde donde estaba parado, con una gorra verde pasto, al igual que su equipo de fútbol, caminaban a su lado.
—Yo subiré, puedes ir. —me advierte el abuelo soltando mi mano.
—Apenas lo conozco. —miento para no dejarlo seguir sin mí.
Pero era cierto, lo conocía de pequeño, ahora ya es adulto. No podría decir que lo conozco porque las personas cambian con el tiempo y sería tonto de mi parte decirle que es el mismo niño que jugaba con su bicicleta frente a mi casa.
—Solo baja niña. —insistió mientras subía hasta mi hermana—. No me pasará nada mientras llego donde se encuentra Dina. —continúa—. Él no muerde.
Lo pensé por un segundo y al final acepté. Miré hasta que llegó junto a mi hermana y ella lo abrazaba emocionada.
Comencé a descender en medio de toda esta multitud de gente, intentaba no golpear a nadie. Dixon sonreía, llevaba una maleta y los zapatos para el partido en sus manos, quitó su gorra de la cabeza cuando estuve frente a él.
—Pensé que me ignorabas. —esbozó una sonrisa.
Caminamos cerca de un grupo de chicas de su escuela que reían mientras lo miraban, podría jurar que estaban coqueteando, él solo las ignoró.
—Lo intentaba, pero eres muy insistente. —bromeé.
—Eso me han dicho.—confesó como burla—. Quería felicitarte por el partido e invitarte luego a comer.
—Me encantaría pero... no podría. Mi abuelo acaba de llegar y toda mi familia está aquí así que...
—¿Entonces otro día? —preguntó insistente con total esperanza—. A menos de que tengas a alguien, sería una buena excusa. —puso cara de dolor y luego sonrió.
¡Cielos! Es la primera vez que un chico que no es mi padre o Héctor, me invita a comer, pero por alguna tonta y desconocida razón eso no me emocionaba en lo absoluto.
Aunque él sea completamente alguien con quien desearía toda chica salir, montarte en un autobús y huir lejos. Estaba a punto de contestarle, pero agregó de inmediato:
—Si hay alguien, no lo digas. Hagamos esto ¿Bien? Si nuestros equipo gana el partido de hoy no podrás negarte.
—¿Pero si nuestro equipo gana? —pregunté, me estaba gustando el juego. Tal vez ellos ganen, pero con Diego y Gael en nuestro equipo era tonto creerlo.
—Tendrás el derecho de decir si o decir no. —contestó alzando su brazo derecho en gesto de promesa—. Aunque te aviso, soy encantador y sería una lástima privarte de mí.
Reí.
Fingí pensármelo, él esperaba mi respuesta algo nervioso, lo sabía por su entrecejo algo fruncido.
—De acuerdo. —respondo al fin, él sonrió y sacó su celular, marcó un número rápidamente y de inmediato mi celular comenzó a vibrar en mis pantalones.
¿Me estaba probando?
—Quería asegurarme de que tengo el número correcto. —dijo moviendo su celular cerca de mi rostro. Sí, me había probado. Levanta sus hombros y suelta: —. Nunca se sabe.
Negué avergonzada, porque si pensaba darle uno falso, pero al final le había dado el correcto.
Dixon giró su rostro al instante en que escuchó su nombre. Un hombre alto de uno ochenta aproximadamente, le pedía que regrese con ellos en un grito.
—¡TRAE TU TRASERO FLACO HASTA AQUÍ, GORDON!—exigía aquel hombre con un silbato en sus manos.
Él contesta con otro grito y luego me mira.
—Mi entrenador no piensa en perder hoy, y ahora tampoco yo. —sonrió mientras me guiñaba un ojo—. Nos vemos luego, Ly. —concluyó corriendo hacia el enfurecido hombre alto.
Un instante luego de comprar palomitas para el partido, regresé junto a mi hermana y el abuelo. Papá me había separado un puesto junto a él, pero me senté junto a Ileana, así que él aprovechaba para interrogar al abuelo y a Jason.
Héctor estaba aún desaparecido desde que me había dejado sola con el abuelo hace una hora.
—¿Quién crees que ganará? —preguntó Ileana quien estaba sentada a mi lado.
Sinceramente quería que ganara nuestro equipo, era el primer partido de Gael y lo haría feliz ganar. Pero si ganan tendría que decidir si ir o no con Dixon y no quiero decirle que no, no tendría una buena excusa del porque no iría a comer con él.
—No lo sé. —confesé, Ileana sonrió como si supiera porqué dudaba en responder.
El narrador comenzó presentando a los equipos cuando salían a la cancha.
—Gael se lo ve muy guapo con el uniforme del equipo. —murmuró Mirella sonriendo y tomando fotos con su celular, ella estaba sentado junto a Dina y Jason quienes también tomaban fotos del equipo.
Mirella tenía razón, el color vino hacía de Gael más atractivo, podría jurar que sus ojos se ven más claros ahora desde aquí. Él sacudía su cabello con sus manos mientras el resto del equipo aún calentaban en la cancha.
—¡GAEL! —gritó Mirella poniendo sus manos cerca de su boca formando una O.
Gael miró directamente hacia ella, le sonrió, y fue hermoso.
Cerca de su mejilla derecha se podía diferenciar un hoyuelo y mientras sonreía sus ojos se hacían cada vez más pequeños, luego regresó su mirada al entrenador, su sonrisa aún permanecía intacta.
Mantenía mis ojos en él, no cruzamos mirada pero ese segundo y esa sonrisa, soltó a mi alma un mar de corrientes indescriptibles y caóticas.
Me levanté de mi asiento y fui hasta Mirella quien aún estaba parada aplaudiendo como una loca. Debía preguntarle por Gael, saber si se encontraba bien, porque lo parecía y era muy tonto pensar que estaba actuando, esa sonrisa es imposible fingirla.
—¿Podemos hablar un momento? —pregunté llamando la atención de Mirella.
Llevaba puesto un sombrero negro al estilo Mirella, tenía una botas hermosas que hacían que su figura se estilizara más y un vestido rojo de tiras con botones negros.
Ella me siguió de camino abajo, para poder escucharnos con más claridad.
Llegamos hasta el césped donde solía ir con Héctor en el almuerzo. Quitó su sombrero de su cabeza y recogió su cabello negro, cada movimiento que daba era con total sutileza y glamour, tenía la mirada puesta en el cielo que poco a poco se estaba obscureciendo.
Nos estábamos perdiendo los primeros minutos del partido.
—Me encantaba sentarme aquí con Jason y Dina en los almuerzos. —confiesa con nostalgia, recostándose en su brazo.
—También suelo venir aquí con Héctor. —comento sentándome a su lado y llevando mis pies a mi pecho.
Mirella me miró por un instante y sonrió.
—Sabes... mi hermano y tú son completamente el uno para el otro. —asegura—. Como almas gemelas.
Sonreí en respuesta. Sabía que todos pensaban eso pero jamás lo había oído tan directamente, Mirella no es de las que guardan sus comentarios. Ella suelta lo que piensa, sea bueno o malo y lo dice con una manera que podías agradecerle por sus palabras y por eso no podías molestarte por lo que sea que dijera.
—Pero te gusta Gael. —suelta. Como bomba.
Su comentario me tomó por sorpresa. Jamás creí que me lo diría tan abiertamente, nadie. Por lo que no dije nada, no pude contestarle de inmediato, me quedé viéndola paralizada ¿Cómo podía saber ella si me gustaba o no? Si ni yo me había planteado aquello.
—No es verdad. —aseguré.
—Vi como lo miraste hace dos minutos. —agitó su celular. —tomé una foto de eso.
—¿Lo hiciste? —pregunté asombrada y a la vez nerviosa por ser descubierta.
—No me culpes. Tengo una obsesión con las cámaras y los flashes. Además, tu rostro era otro, debía guardarlo.
—Eres incorregible. —negué.
—Déjame decirte algo.—sus ojos negros me penetraban con rudeza, me intimidaban—. Las almas gemelas no siempre son una pareja, por eso no confundas eso. Gael podría no serlo, pero también le gustas, simplemente tiene una manera muy distinta de demostrarlo.
—¿Cómo está? —pregunto para cerrarla. Porque cuando Mirella se a sincera no hay quien la pare.
—Ahora está bien. —aseguró—. Gael y mis padres hablaron y se arreglaron las cosas o al menos eso pienso. —se reclina en el suelo—. Quiero apoyarlo, es un buen chico y lo quiero. Sé que Héctor también, siempre deseó tener un hermano y Gael necesita a uno. —comenta—. Y tú le haces bien. Cuando salió de la casa ayer por la tarde estaba descontrolado, enojado y destruido por todo, pero luego de hablar de verte parecía calmado.
—¿Qué sucede con el padre de Gael? Mirella—insisto, quiero conocer el tema.
—Es complicado. —añadió—. Gael presenció el momento en que un hombre moría desangrado en la sala de su casa y el único presente, con una llave de torsión, era su padre. Estaba asustado y él le gritaba que se fuera a casa. Una semana después lo llamaron diciendo que estaba preso y necesitaban hablar con Gael. —seguía diciendo—. Estaba desorientado y enojado. Su tía llamó a nuestra casa diciendo que no quería saber nada del tema. Así que papá trajo a Gael con nosotros. —concluía—Quiero que lo sepas, no quiero mentirte, él no está bien, es cerrado y siempre está a la defensiva, tú sabes cómo es eso, Ly. Lo que se siente querer hacer algo que se escapa de tus posibilidades, lo tuyo no es lo mismo, no hay comparación, lo sé. —recalca—. Su madre lo dejó con un drogadicto y ebrio bastardo.
Resopla molesta y acaricia su cabello.
—¿Por qué Gael creé que es su culpa?—inquirí —. ¿Por qué se siente culpable de lo que hizo su padre?
—No lo sé.—suspira—. El tío estaba ebrio y no recuerda hacerlo. Matar al hombre, solo a Gael cerca y asustado viéndolo, lo primero que hizo fue echar al muchacho. Al menos me alegro que haya pensado por una vez en que no culparan de sus porquerías a mi primo.
—Pero... no entiendo...
—Tampoco yo sí te soy sincera. —admite—. Hay lagunas que Gael prefiere evitar contarnos, incluso a la policía.
La multitud a lo lejos gritó tan fuerte, eufórica.
—Creo que Gael no dijo todo lo que sabía. —murmura levantándose, la imitó al instante—. Sé que esa noche el llegó a casa después de tocar en un bar cerca del barrio, entonces su papá tenía una llave de torsión con sangre y como te dije; gritó que se largara. —resopló cruzándose de brazos—. No lo puedo culpar, es su padre al fin y al cabo, lo único que cree tener y se siente culpable. —silencio—. Pero ese hombre murió en su casa y el tío estaba ebrio y algo drogado, sacaron sus propias conclusiones. Hay pruebas suficientes para que pase un largo tiempo en la carcel.
Y mucho tiempo para sentirse herido. Pensé por Gael.
........
Admítanlo...
No lo veían venir?
Por cierto no olviden dejar sus votos ❤️👀✨✨
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