CAPITULO 14: Aliviando el alma parte 1.

Eran las nueve de la mañana, yo aún estaba recostada en mi cama. Tenía un dolor terrible en todo mi cuerpo por trasnochar, pero la había pasado muy bien. Me di una ducha y luego recogí mi ropa sucia para hacer la colada.

Bajé para ir hasta la lavadora de casa.

—Buenos días. —dijo mi padre al escuchar mis pasos—. Deja eso y siéntate a desayunar. —señaló una silla junto a él y mi hermana.

¿Cómo? Gael y Héctor estaban sentados en la mesa, junto a Dina y papá.
Caminé y me senté algo asustada por como reaccionaría con los dos chicos en casa. Ambos desayunaban en la misma mesa junto a mi padre y hermana, parecían incómodos.

Los dos chicos masticaban y cortaban de su plato un pedazo de filete, podías tocar lo tenso de la situación que nos invadía.

Dina me hacía señales con su cabeza que no comprendía. Terminó dándose cuenta que no entendía sus señales, así que dijo: —Le contaba a papá que los chicos llegaron para pasar el día aquí mientras terminan su proyecto de biología, ya que ayer no lo completaron ¿verdad?

—Espero que saquen muy buena nota si pasan aquí un día entero.—contestó mi padre muy serio mientras tomaba su jugo de mora.

—Oh, sí. Casi está terminado. —respondió Héctor con la boca llena. Tomó un sorbo de jugo, continuó—. El último año nos bombardean de tareas.

Héctor tiene el don de manejar las mentiras, sobretodo en la incomodidad.

—Bueno. Si necesitan alguna cosa me avisan, estaré en el despacho.—soltó papá levantándose de la mesa—. Buen provecho.

Dina parecía que estuviera hace mucho tiempo conteniendo la respiración, porque cuando al fin mi padre ya no estaba cerca para escucharla, soltó un gran suspiro.

—Debí decirle la verdad. —chilló tomando su taza de té de manzanilla—. Aunque no me perdonaría haberte dejado salir sin su permiso y que llegarás a casa con un ebrio a tu costa

Sí, mi hermana me había recibido ayer, fingimos estar bien pero Héctor era todo un lío, ella lo descubrió al instante en que me dejaron en la puerta, sermoneó a Héctor pero estaba segura que él no recordaría eso.

—Tu padre me da miedo. —aseguró Héctor. Sonreí. Yo lo sabía, desde siempre.

—Come y no hables. —se quejó Dina, mirándolo mientras recogía los platos restantes de la mesa. Héctor acató la orden de Dina, continuó masticando.

—Gracias por el desayuno. —dijo Gael levantándose de la mesa y recogiendo su plato, mi hermana lo detuvo, hizo que se sentara de nuevo.

No es que siempre tengamos visitas, pero cuando las había (y esos eran solo Mirella, Jason y Héctor), le encantaba demostrar lo muy buena que es en la cocina. Creo que ama que elogien lo delicioso que sabe todo lo que hace, mientras que yo solo intentaría llenarlos de galletas de chocolate y leche.

—¿Por qué están aquí?—pregunté a Héctor.

—Si me quedaba en casa mi mamá me mataría, aún sudo alcohol y estoy seguro que me castigarían, entonces—retoció—. Pensé en la casa de mi mejor amiga y las ganas que tenia de verte hoy.—sonrió—. Siento arrastrarte Gael.

Gael alzó sus hombros.

—Si terminaron deberían salir al centro de la ciudad, papá no sale de ese despacho por horas y si lo hace es por más trabajo. —aseguró Dina—. Si sale de ahí y los ve aquí con Héctor y su aspecto de muerto, lo descubrirá, llámenme loca, pero no me voy a arriesgar.

Debo admitir que es así. Y que eso me molesta muy en el fondo.

—No sé, Dina. Papá cree que están aquí por el proyecto, no sería buena idea. —respondí recogiendo mis platos y llevándolos a la cocina.

—Estoy seguro que él sabe que no existe tal trabajo. —advirtió Gael, me miraba con sigilo. 

—El hombre no es tonto, Dina. —agregó Héctor, mi hermana lo fulminó con la mirada para que no continuara hablando con la boca llena.

—Lo sé. —masculló—. Solo por un segundo déjame creer que sé mentir ¿bien?. —estaba molesta.

—Debo decirte algo muy importante. —le susurró levantó sus hombros, movió su cabeza y concluyó:—. Ese no es tu fuerte.

—Tu fuerte es enojarme con tus manías de comer y hablar al mismo tiempo. —se quejó mientras recogía el plato vacío de Héctor. Mi amigo le guiñó su ojo derecho haciendo que mi hermana terminara por rendirse y sonreír.

Era una costumbre más que capricho, molestarse por que Héctor no la complace por como come.

No había notado que ellos no llevaban la ropa de la noche anterior, Héctor tenía puesto su misma sudadera azul pero un pantalón que le llegaba hasta la rodilla. Gael tenía puesto su mismo abrigo negro pero un pantalón blanco.

—Siempre he creído que tienes algo en contra de mí. —bromeó Héctor —. Hasta ahora lo confirmo.

—Nada más que la forma en que comes, eso ya lo sabías. —respondió mi hermana riéndose.

—Puedo jurar qué hay más que eso. —comentó Héctor.

Dina había insistido mucho en que salgamos hoy, me confesó que no le costó mucho convencer a la señora Manuela en dejarlos venir a pesar de ayer salido en la noche.

Me puse mi vestido blanco y mis zapatillas negras.

Fuimos a por Ileana, no saldríamos sin ella. Me había dando cuenta que somos indispensables ahora, cada uno, para todos, y que Ileana era parte de nosotros ahora.

Ileana no se encontraba en su casa, nadie nos dio respuesta de dónde podría estar, ni siquiera su abuela quisquillosa que siempre la vigila, quien nos abrió la puerta con el genio de todos los días. Luego de pensar en donde podría estar, y de marcarla en su celular...

—La librería. —recordé—. A lo mejor está con Santiago.

—¿Quién rayos es Santiago? —preguntó Héctor.

—El primo. —respondí, aliviando el semblante de mi amigo—. Trabaja en una librería que queda a dos cuadras de aquí.

Podría jurar que la expresión de Héctor se relajó al decirle quien era en realidad. Llegamos a la librería, no me equivoqué, estaba ahí vendiendo tres libros a una chica. Llevaba sus rizos recogidos en una cola y una cinta naranja entre una trenza de su cabello. La chica se fue con sus tres libros pasando por Gael mientras le coqueteaba, él al parecer no lo notó, estaba ocupado revisando las despensas de libros.

—Hola. —dije acercándome hasta ella, en el mostrador había una montaña de libros.

Ileana parecía seria, demasiado para su personalidad.

—Venimos para llevarte al centro. —agregó sonriéndole Héctor, animado como siempre e ignorando el desinterés de ella.

—Tengo que trabajar, mi primo... —estaba a punto de negarse a ir con nosotros. Pero entró Santiago con dos cajas que parecían muy pesadas. Las soltó en el suelo.

—¡Leah!—exclamó viéndome. Le sonreí—. ¿Vienes por otro libro o por la cita? —bromeó.

Un libro se calló cerca de Gael. Lo recogió.

—Vengo por Ileana. —le respondí esperando evitar que me intimidara, porque siempre lo lograba.

—No bromees así con ella. —se burló Ileana caminando hacia donde se encontraba, ignorando a Héctor, mientras pasaba molesto frente a él.

Entonces mi amigo la interceptó.

—¿Estás enojada conmigo?¿He hecho algo? Porque juro por Dios que no recuerdo absolutamente nada, ni siquiera haberme embriagado. Lo siento. —dijo avergonzado—. Justo ahora me muero con el dolor de cabeza y de vergüenza. Suelo ser un idiota sobrio, imagino que soy peor ebrio.

—Es lindo cuando lo reconoces. —bromeé.

Héctor me miró y me pidió que callara en susurro.

—No hiciste nada. —respondió. Parecía totalmente desanimada, pero al final cedió—. Bien, déjenme ir por mi celular y cartera. —nos sonrió y corrió por sus cosas.

Gael estaba aún inmerso en un libro de una de las estanterías. Yo me encontraba esperando en silencio que Ileana terminara de recoger sus pertenencias.

—¿Este a cuánto está? —preguntó Gael, el libro decía "Los miserables".

—Si son amigos de Ileana, el primero que quieran comprar es gratis.—respondió Santiago sonriéndole y guiñando un ojo hacia mí.

Él me había regalado el primero, y no había sido por ser amiga de Ileana, en ese instante apenas sabía quién era Ileana.

Gael se rehusó a la idea y volvió a dejar el libro en la estantería. Que orgulloso.

👣👣👣

Gael manejó por el centro de la ciudad. Caminamos por un montón de lugares del centro, pasamos por todo el malecón, al final decidimos ir a un centro comercial de juegos que quedaba justo frente a una cafetería donde Héctor y yo solíamos comer después de visitar a mamá. Héctor se montó desde el inicio a aquel videojuego de realidad virtual, hemos estado muchas veces por aquí, nunca nos detuvimos para venir y jugar, así que él se veía totalmente complacido.

Ileana comenzó a jugar tiro al blanco con una pelota de baloncesto. Gael se tomó su tiempo para elegir qué jugar, caminado cerca de mí, como si quisiera pregúntame algo desde hace mucho o ¿Tal vez era idea mía?

Héctor daba vueltas y apuntaba con el arma de juguete por todos lados intentando, como si fuera policía o ladrón, matar a lo que sea que le mostraba el juego. Era gracioso verlo tomarse en serio el papel.

–Eres muy cercana a Santiago. –afirmó con delicadeza Gael.

Aquel comentario me tomó por sorpresa. Caminé hacia un juego que me llamo la atención, más bien para alejarme de él, pero seguía a mi lado.

—Él es así, no lo hace en serio. —aseguré al referirme por lo que dijo en la librería, metiendo la tarjeta para jugar en una máquina que consistía en aplastar ardillas con un martillo.

—Pero parece que estuvieran... digo, le gustas.

—No, —reí—. es universitario. —respondí, comenzando a jugar.

—¿Qué hay con eso? —preguntó frunciendo el entrecejo.

Sí, Leah ¿Que hay con eso? Pensé. Había sido una estúpida respuesta que para mí tenía sentido.

—Para él soy muy pequeña, para mí el es muy grande.

—Prejuicios. —soltó.

—No había pensado en eso. No es prejuicio, es simplemente la verdad.—aseguré—. Básicamente tiene casi la edad de mi hermana, así que sabrás como lo veo.

—¿Y a Héctor lo ves como un hermano?—preguntó recostándose en el juego de a lado.

Perdí la partida.

—¿Por qué me estas haciendo preguntas extrañas?

—¿Por qué no respondes con sinceridad?

—Sí, supongo que sí. —respondí mientras me paraba junto a Ileana, quien ignoraba a Héctor, él intentaba ayudarla a ganar el juego de encestar pelotas, pero ella aún estaba ignorándolo con frialdad.

Luego de jugar fuimos a la cafetería, una que Héctor y yo íbamos seguido luego de visitar a mamá, hacen las mejores tortas de naranja. Gael pidió un americano, Ileana leche con chispas de chocolate y Héctor y yo pedimos los de siempre, una torta de naranja con un batido de fresa. 

Escucharlos hablar, a ella y a Héctor, es lo normal en esto. Creo que por eso me sentía incómoda, por el silencio, porque nadie hablaba, ni siquiera Héctor el más imparable en una conversación.

—De acuerdo. —dije tomando riendas en la conversación por primera vez—. ¿Qué sucede? —pregunté mirando a Ileana.

—Leah...—susurró Gael.

Parecía que él sabía lo que pasaba ¿Pero yo? Estaba en la luna o en otro planeta.

—Estás... diferente, antes de la fiesta. No lo sé. —agregue aún con la mirada en ella—. Dinos para saberlo. —continuaba señalando a Héctor y a mi...

—Tal vez no es bueno que... —insistió Gael, no sé que mirada estaba poniendo pero su voz notaba inquietud.

—No sucede nada. —murmuró—. Estoy en mis días, es eso. —bromeó aunque parecía nerviosa.

No le creería eso, en serio necesitaba saber, al igual que mi amigo. No iba a funcionar andar todo el día por ahí. Era necesario que supiéramos que habíamos hecho el día de ayer para que se comportara tan seria e indiferente con Héctor.

—Leah ¿Me acompañas a pagar? —me paró Gael levantándose y sacando algo de dinero de su billetera.

Me quedé mirando a Héctor, quien movía su cabeza una y otra vez, muy despacio, para que me levantara y siguiera a Gael. Arrugué mi frente, intentaba que me dijera más del porqué debía hacerlo, pero no lo hizo, solo insistía más en que lo hiciera. Ileana me miró, pero no se opuso a que me fuera con Gael.

No sé en qué rayos estaba participando. Solo me levanté y lo seguí.

—¿Por qué dejarlos solos? —pregunté luego de que la fila siguiera avanzando hasta llegar su turno de pagar.

—Debe no ser obvio para ti. —declaró, pagándole a la chica con la factura en sus manos.

—¿Obvio, qué? —insistí. Gael caminó hacia una mesa de la esquina, y yo lo seguí aún confundida por cómo se supone que estábamos actuando. Nos sentamos.

—Le gusta Héctor. —confesó guardando la billetera— ¿No lo sabías?
.......

Hola, gracias por continuar con esta lectura. Déjame algún comentario si deseas saber sobre mi o sobre la historia. ❤️❤️❤️❤️
Realmente estoy totalmente relajada, viajar es la experiencia más liberadora de todas ☺️☺️☺️☺️ vdd?
Los quiero mucho 📚

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