CAPITULO 11: ENCANTO.
Estaba nerviosa de estar aquí parada en la cancha de fútbol. Me temblaban las rodillas y mordía inconscientemente mis uñas. Pero me sentía cómoda justo donde me encontraba. Era una combinación de emociones. Ileana y Héctor decidieron ver mi prueba. Tomaban jugo de naranja y me miraban desde las gradas. Gael me había prestado su camisa extra, porque yo no contaba con que hoy serían las pruebas. No estaba preparada, corría absolutamente con la suerte que me manejo, la cual no es buena. Jade me prestó uno de sus tantos shorts deportivos que deja en su casillero cada vez que va al gimnasio, me quedaba un poco amplio en la parte del trasero.
—Debes tapar dos de cuatro tiros libres y entras. —me dijo una chica de cabello rojo. Estaba sin aliento. Había pasado la prueba de obstáculos (con conos de entrenamiento) en donde casi termino en el suelo.
Estaba parada imitando a los arqueros de televisión, esperando el movimiento de lanzamiento de quien se encontraba frente a mí. Respiraba despacio, es importante eso, podía jurar que si normalizaba mi exhalación el balón entraría.
La chica dio tres pasos hacia atrás y regresó rápidamente donde estaba el balón y lo pateó hacia mí. Ágilmente salté y logro evitar que entre por encima de mi cabeza. Bien. Era el turno de otra chica, esta se pone frente a mí con una distancia considerada, hace lo mismo que la primera chica, pero lo patea por debajo. El balón entra al arco.
Uno de tres, me digo.
—¡Vamos Ly! —gritan al unísono desde las gradas mis amigos.
Es el turno de otra chica, esta es de contextura gruesa y alta, movía sus labios formando un <<no entrarás>> directo a mí. Pateó la pelota fuertemente con su tobillo, mi corazón se agitó por un segundo observando la posibilidad de que... ¡Pero pude detenerla!. Último golpe, una chica delgada y de cabello rubio, Miriam, se preparaba para patear el balón, pacía que analizaba su tiro, juraría que su mirada gritaba. Dio varios pasos hacia atrás y regresó con mucha fuerza para darle al balón, iba a correrme, me golpearía. Estaba segura. Pero lo agarré en el aire.
Jade aplaudió dejándome atónita, el resto del equipo hacía lo mismo, a excepción de Miriam y yo. No sabíamos que significaba eso.
—Bienvenida al equipo Leah. —anunció. No podía creerlo—. El uniforme.—Jade me lanzó una bolsa. Era una camisa roja y un calentador del mismo color—. Entrenamos los sábados por la mañana, tomamos muy enserio esto aunque no lo parezca.—sonrió.
—¿Eso es todo? –pregunté incrédula y confundida. Creía que existían dos pruebas más.
—Bueno...tú ya estabas dentro desde que vimos tu nombre en la lista. —dijo en voz alta, luego me susurró—. Confió en que los entrenamientos harán su parte. —en sus mejillas se formaron dos huecos al sonreír—. ¡AHORA TODAS A CORRER! —gritó.
Todas hicieron una fila y comenzaron a correr al rededor de la cancha, incluyéndome. Algunas parecían no opinar lo mismo sobre qué me acoplara de inmediato como una de ellas, especialmente Miriam, pero la sonrisa de Jade me dio tanta confianza.
Logré percibir por qué a Héctor le gustaba tanto Jade; Es tierna, dedicada, inteligente y líder. Asombrosamente la clase de chica que todos quisieran tener como novia. El único problema entre Héctor y Jade es el hecho de que no han mantenido una conversación de algo más que segundos para conocerse.
Héctor y Ileana desaparecieron luego de media hora corriendo y media hora practicando pases. Se cansaron de ver a doce chicas correr en círculos. Habíamos terminado por hoy, estaba caminando hacia las duchas junto a Jade, ella me enseñaría mi casillero.
—Así que... ¿Eres novia de Gael? —preguntó sin más. Había olvidado aquella locura que Héctor tomó como una mentira insignificante.
Mis mejillas ardían.
—Bueno... algo así. –contesté inquieta.
Pero por supuesto que no. Deseaba decir.
—Sí, lo sé. —sonrió—. Le pregunté si tenía novia y me dijo que era algo complicado. Tal vez deberían arreglar cualquier cosa que tengan mal los dos. —comentó ¿Pero qué? En definitiva esta era una de esas que lo hacían parecer misterioso—. La verdad, mi amiga le gusta tanto que me pidió que preguntara por ella, lo siento. Son cosas de amigas sacar información pero... ella está superándolo.
—No pasa nada. —comenté lo más de impresionada
¿Jade no era la interesada? Seguramente era la morena de ojos claros quien la acompañaba ese primer día de clase.
—Por cierto, es obligación que las chicas del equipo vayan a la fiesta. –dijo golpeando mi espalda amistosamente, luego entro a las regaderas, lanzándome un llavero de número tres, sería de mi casillero en las prácticas.
Media hora después, salí de ahí con el cabello mojado por la ducha, Jade se despidió de mí y me recordó por milésima vez ir a la fiesta. Había decidido cambiar para ese mismo día la celebración de su cumpleaños por adelantado. Era imposible que no fuera, principalmente por Héctor.
Hablando de él, no lo había visto desde mi prueba.
—¿Cómo estuvo?—preguntó Gael tomándome por sorpresa, mientras buscaba a Héctor por la cancha. Llevaba su cabello húmedo, parecía que también tuvo prácticas del partido.
—Pues...¡Genial! ¡Entré! —por fin podía decirlo en voz alta.
Estaba indeciso, no sabía cómo... ¿Acercárseme? Pero me tomó por los hombros y me abrazó, no duró más que segundos. No importó, mi corazón estalló dentro de mí, no había jamás sentido algo como lo que pasó justo ahora. Me sucedió una vez con Héctor cuando fuimos por mamá al hospital (me dió un beso en la mejilla como consuelo), pero jamás con alguien más, mis manos comenzaron a temblar.
—Felicidades. —casi parecía sonreír. Todo se volvió incómodo.
¿Así de rápido se te acelera el corazón Leah? Qué tonta.
—Gracias por la camisa. —agregué balbuceando un poco—. Te la regresaré limpia. —aseguré mientras caminábamos juntos, intenté no sonar nerviosa.
No nos dijimos nada más.
👣👣👣
Mi hermana no estaba aún en casa. Esta semana la ha tomado toda para Jason y eso es novedoso e interesante, casi nunca pasan tiempo juntos aunque son pareja. Los únicos momentos que tiene a solas es en el trabajo o cuando él tiene tiempo para ir por ella a la universidad. Los dos viven ocupados.
Mi papá estaba en la sala leyendo un libro cuando yo apenas llegaba.
—¿Qué tal la escuela?—preguntó con la mirada aún en el libro.
—Bien.—respondí.
Me disponía a subir las escaleras, cuando preguntó con un tono elevado:
—¿Siempre llegarás a esta hora gracias a la compañía de tu amigo, el hijo de un mecánico?
En serio, no puedo creer lo que acababa de decir. ¿Estaba oyendo bien?
—Se llama Héctor. —espeté bajando el escalón, indignada por su comentario hiriente —. Ten más respeto con el señor Rafael, él es como un padre para mí.—subí sin más. Pensé que me seguiría para reprocharme o al menos exigir una disculpa. Pero parece que conocía la verdad, porque para el lamento de él, esa era la verdad, él jamás a estado conmigo, con nosotras.
👣👣👣
El jueves fue el primer comienzo de mis recreo sin Héctor, tuve la compañía de Ileana, me contó sobre su abuela y las pinturas antiguas y muy extrañas que tienen, tenía una pintura del trasero de una vaca en la sala. Gael confesó haber estado enamorado de su primera guitarra, la había encontrado cerca de contenedores de basura, solo la tuvo con él hasta los quince años, su tía la botó porque odiaba que haga ruido después de las ocho de la noche. Lo había dicho porque Ileana tenía el don de la insistencia. Quería saber un poco de él y hacerlo hablar.
—Tu tía es más bruja que mi abuela. —admitió molesta por lo que había odio sobre esa mujer.—. Hubiera regresado por ella.
—Lo hice, pero la segunda vez terminó quemandola.
—¿Y cómo reaccionaste? —pregunté.
—Bueno... ese día fui a dormir a casa de un amigo. No tenía ánimos de verla. —contestó—. Gracias a eso comprendí lo estúpido que es tener algo importante.
—¿Por qué? —Ileana estaba inmersa a la espera de su respuesta. Igual que yo.
—Te hartas de que te arrebaten lo único interesante de tu vida. No quería sufrir más porque lastimara algo que amara, así que dejé que hiciera lo que quisiera, que me fastidiara. Ella jamás me quizo, decía que era una carga molesta. –respondió alzando los hombros—. Y no me importaba.
Eran las ocho de la noche, estaba leyendo a Jane Austen en mi habitación con la ventana abierta y mi cabello suelto, pensando en esa última conversación en el colegio, en Gael y su guitarra, en como su familia(excluyendo a la de Héctor) lo llenaban de oscuridad.
La puerta de mi habitación se abre justo en el momento en que Elizabeth se da cuenta de lo genial que es el señor Darcy. Mi hermana llevaba puesto un vestido negro, le lucía muy bien su silueta, tenía un descote en la espalda, aún no tenía un peinado impactante o se había maquillado, pero estaba realmente hermosa por un instante pude ver a mamá en ella. Había olvidado lo bella que es mi hermana, en serio que lo es, con sus ojos azules y su sonrisa encantadora. No solo fisicamente, podría empezar y jamás terminar de hablar de todas sus virtudes.
—¿Me ayudas con el cierre por favor? Ly. —preguntó dándome su espalda y mostrándome un cierre en el costado derecho de su vestido.
–¿Fiesta en casa de Jason? –pregunté mientras corría hacia ella para subir el cierre.
—Es en un restaurante muy importante de la ciudad, Jason quiere que lo acompañe. Estarán todos sus conocidos. —me informaba tartamudeando un poco. Además de apresurada, estaba nerviosa. Nunca dejará ese gesto de nerviosismo tonto, agregando ese de cuando muerde su labio inferior. Estoy muy segura que ella no sabe que hace eso—. Y... ¿Cómo estoy?
Giró para mí.
—Hermosa. —contesté arrastrándola hacia mi escritorio y sentándola en la silla.
—¿Me ayudarás con el maquillaje?
—Siempre te he ayudado con eso. —dije sacando mi artillería—. Te recogeré el cabello. —caminé hacia donde se encontraba ella con mi bolsa de maquillaje y binchas.
—No conozco a toda la familia de Jason ¿Sabes? Y quiero que crean que soy genial. —admitió mordiendo su labio una vez más.
—Pero eres genial. —aseguré—. Y deja de morder tu labio, terminará sangrando.
Comencé a maquillarla.
—Yo no me muerdo el labio. —masculló arrugando el entrecejo –¿O sí?
—Desde que tengo uso de razón. —le confesé. Intentó reírse—. ¡Hey! No te muevas.
Comencé por sus ojos.
—¿Cómo va la escuela?
—Entré al equipo de fútbol.
—¡ESO ES FANTÁSTICO! —exclamó. Abrió sus ojos azules haciendo que delineara mal la esquina de su ojo derecho.
–¡Cielos, Dina! No te muevas. –dije sonriendo. Sabía que le emocionaría la idea de que yo entrara a un equipo de cualquier índole, ella es de la idea de que haga cosas así. Algo que ella no pudo, estaba ocupada aprendiendo a ser mamá, era sustancial olvidarse de ser una adolescente caprichosa y rebelde. Nunca la vi cansada de hacerlo, se esforzaba mucho para que no percibiera el vacío de mamá en casa o en cualquier lugar de nuestras vidas.
Arreglé el delineado.
–¿Por qué no me contaste antes? ¿Desde cuándo eres miembro de las futbolistas? –preguntó.
–Desde esta semana, el lunes. —Maquillé sus ojos—. Quería contártelo, pero no había un momento oportuno.
–¿Así que decidiste contármelo justo ahora que me maquillas y no puedo actuar como tú hermanita mayor feliz? –preguntó.
No era lo único que no le había contado.
—Mañana habrá una fiesta. —dije poniéndole un labial rosa—. En casa de Jade.
—¿La chica que trae loco a Héctor? —preguntó dándose un vistazo en el espejo. Asentí.
Mi hermana sabía que Héctor tenía un enamoramiento por Jade, la hija de la psicóloga del colegio y ahora capitana del equipo de fútbol femenino, mi hermana sabe un poco de todo.
—¿No te importa ir verdad? —preguntó—. Es una fiesta, Leah. Una fiesta. —enfatizó.
—¡Lo sé! es idea de Héctor y una petición de mi capitana, que resulta ser Jade. —confesé.
Había acabado y mi maquillaje solo resaltaba las facciones ya perfectas de mi hermana.
—Gracias, hermanita. No sé que haría sin ti. —me tomó entre sus manos para darme un beso en la mejilla—. Hablamos mañana de lo que te pondrás en la fiesta. —guiñó—. Y por favor no te quedes hasta tarde leyendo.
—Sí sargento.—me reí haciendo un saludo militar, luego agregué. –Suerte.
Creí que sería difícil, muy complicado que me permitiera ir a una fiesta, pero como todo es esta familia, nada es convencional.
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