El huerto
Podría escribir un libro entero sobre todo lo que pasó durante la cena: enseñanzas sobre el reino de los cielos, el lavado de los pies, el inicio de la traición de Judas, Jesús diciendo explícitamente "este ES mi cuerpo" a fin de que nadie viniera después a decir que aquello fuera algo simbólico, aunque muchos más adelante transgiversarian las palabras del salvador para llenarlas de pretextos que quiten mérito a su intimidad de pan y vino, rechazando con sus argumentos las palabras del Señor. Y sobre esto sí permítanme explayarme brevemente: si Él dijo sobre la eucaristía que esto "es" su cuerpo (y no un símbolo del mismo), no nos perdamos en razonamientos mundanos ni corrompamos las palabras del señor para que coincidan con nuestras creencias. Podés argumentar lo que quieras, sólo estarías blasfemando contra Cristo. Ahí está Él.
En fin, podría decir mucho más sobre la última cena, pero no es mi objetivo, y además encuentro que hay quienes ya dijeron lo suficiente, no es mi espacio. A donde sí quiero llegar es a lo que pasó después, durante la oración en el huerto.
Dejaron el habitáculo, fueron al huerto de los olivos, cantaron salmos (sí, Jesús cantaba) y después, cuando los apóstoles no daban más del sueño, Jesús se alejó a distancia de un tiro de piedra y se puso a orar.
Para que mi amor no sea un sentimiento
tan sólo de deslumbramiento pasajero,
para no gastar las palabras más mías
ni vaciar de contenido mi te quiero...
Se acerca la hora cúlmine, ya todo está preparado, La Pasión está a punto de empezar, el aire se vicia de una sensación rara, tensa, como esa noche de calma que pasan dos ejércitos justo antes del enfrenatmiento que se llevará la vida de millones. El Rey de Este Mundo está a punto de enfrentarse al Rey de Los Cielos, y es necesario que éste último caiga ante el primero si quiere que su ejercito se pueda salvar, pero caer no es fácil, da miedo...
Quiero hundir más hondo mi raíz en ti
y cimentar en solidez éste, mi afecto.
Pues mi corazón que es inquieto y es frágil
sólo acierta si se abraza a tu proyecto
Cuando comenzó el mundo Dios quiso salvarnos a todos y nos mostró su inmensa bondad, pero como la gente eligió el pecado le fue cada vez más difícil entender a Dios, y a causa de su propia vanidad fueron trastocando cada vez más la idea del Padre creándose dioses a su medida. Así, un dios que urge por fraternidad entre sus hijos recibió a cambio orgías, borracheras y sacrificios humanos como muestra de adoración.
Destruyó a los malos y quiso empezar de nuevo sólo con los buenos tras El Arca de Noé, pero éstos se volvieron a corromper. Les dio su espíritu y el don de lenguas cuando los vio tratando de volverse dioses a sí mismos en aquel episodio sobre La Torre de Babel, pero pronto lo olvidaron. Eligió a un hombre y lo llenó de pruebas hasta volverlo perfecto a sus ojos, quiso sacar de él una ciudad santa, lo hizo prosperar, metió a su progenie en Egipto para que se acrecentara valiéndose del noble José, un gran soñador, los vio mezclarse con las creencias de aquella gente hasta esclavizarse en ellas, liberó a su pueblo de aquel yugo con ayuda de Moisés para luego volver a purificarlo en el desierto hasta que no quedaran rastros de la idolatría egipcia, los convirtió en una ciudad libre y soberana, les dio jueces, reyes, muchísimos profetas, todo para que no se apartaran de sus caminos, pero nada de eso funcionó.
¿Por qué viniste, Jesús al mundo? Lo hiciste para volver a mostrarnos quién era realmente el verdadero Dios. El pueblo ya se había hecho una imagen del Padre a su conveniencia, las leyes no funcionaron para acercar al hombre al dios que los creó, al contrario, pero vos... vos sí que reflejaste al Padre.
Mas allá, de mis miedos, mas allá de mi inseguridad,
quiero darte mi respuesta:
Aquí estoy para hacer tu voluntad,
para que mi amor sea decirte "sí hasta el final".
Y
tuviste miedo, Jesús, pero fuiste valiente. El dolor que te esperaba en la cruz era grande, no lo querías afrontar, pero por todas las veces que yo no fui valiente y me aferré a mis errores para evitar seguirte, vos supiste rehuirle al miedo y enfrentar aún el peor de los dolores. Tenías pánico de la cruz, pánico de los golpes, el rechazo, los insultos no sólo dirigidos a vos, sino también a tus discípulos, a tu madre, a tu gente... ¿El dolor de verte crucificado era equivalente al dolor de saber que junto a vos miles de seguidores tuyos también iban a sufrir por la misma causa? ¿Te dolían los insultos hacia vos, hacia tu iglesia, hacia aquello que defendías? ¿Decirle que sí a Dios para vos no fue también saber que a tu amigo bueno, Pedro, lo iban a crucificar de cabeza, que a todos tus apóstoles los iban a perseguir, a juzgar, a asesinar, que miles de mártires se alzarían a lo largo y ancho de la historia de la iglesia que estabas viendo nacer sólo por honrar tu muerte?
Tu sí no fue fácil, Jesús, pero en caso de decir no, ¿qué hubiera pasado? ¿Habría sido "eso" más fácil para vos?
Duermen su sopor y temen en el huerto,
ni sus amigos acompañan al maestro.
Si es hora de cruz es de fidelidades,
pero el mundo nunca quiere aceptar esto.
Dame a comprender, Señor, tu amor tan puro,
amor que persevera en cruz, amor perfecto.
Dame el serte fiel cuando todo es oscuro
para que mi amor no sea un sentimiento...
Un sí, un no; toda una historia de diferencia. En Getsemaní afrontaste tu destino, no le huíste. Varias veces volviste a ver a tus discípulos sólo para encontrarlos tal como a veces está tu iglesia: en el quinto sueño, y aún viéndote abandonado no huiste. ¡Qué poquito entendimos de tu entrega y de tu amor, Jesús! Porque nos dormimos frente a tus necesidades: ante el niño explotado, ante el hombre sufriente, ante la mujer oprimida, ante el pobre y el solitario, ante el enfermo y el misionero sediento y ya cansado por la indiferencia de los demás en su grupo de parroquia. Yo también me dormí a veces, sería un tonto si no lo aceptara; lo ves todo.
Perdón, Jesús, perdón. Me elegí a mí mismo por sobre vos.
No es en las palabras ni es en las promesas
donde la historia tiene su motor secreto,
sólo es el amor en la cruz madurado,
el amor que mueve todo el universo.
Pongo mi pequeña vida hoy en tus manos
por sobre mis inseguridades y mis miedos.
Y para elegir tu querer y no el mío
Hazme en mi Getsemaní fiel y despierto.
Un ángel te consuela, la turba se acerca. Sudaste sangre porque el dolor te sumió en tal estado de estrés que hizo que tus vasos sanguineos estallaran. Descansá, iglesia, no saques tu espada. Esta noche no tiene sentido la vigilia porque allí, en el medio de la peor de todas las injusticias, El Señor también tiene su sitio, aunque no le brinden siquiera una piedra donde apoyar la cabeza.
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque por tu santa cruz redimiste al mundo...
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