Capítulo XXVII || Cuando la máscara cae
HANNES
"Todo comenzó una noche de verano, hacía todos esos años atrás, cuando Rodrik mi hermano mayor murió de la plaga traída por los barbaros de las estepas del este. Yo con 12 años pasé de la noche a la mañana a convertirme en la primera princesa de Esterreich. Mi padre Reinhard, había quedado herido, y tal vez había sido solo por altruismo o por necesidad, pero de no haberlo hecho, probablemente mis primos se hubieran rebelado. Y aun así, necesitábamos mostrar un Esterreich fuerte y una casa Blauenblud completa, mi padre necesitaba un hijo" Pensó Hannes.
Su padre yacía con los ojos cerrados, los abrió lentamente y miró a Hannes, la chica al instante suavizó sus facciones, su padre siempre había querido una hija que se mostrase dócil y grácil, y si Hannes quería el favor de su padre tenía que ser esa princesa.
—¿Dormiste bien padre? —Le preguntó Hannes al rey Reinhard. El hombre miró con sus ojos oscuros ya sin luz ni el brillo de la vida en ellos. Hannes sospechaba que él se iría en cualquier día de estos.
—Hija, durante 22 años he visto esa mascara tuya, ahora que mi fin se acerca, quiero que me dejes ver tu verdadero yo, hija. —Respondió el rey Reinhard.
—¿Pero de que hablas padre? Esta es la verdadera yo...
—Eres mi hija, eres una Blauenblud, eres la primera princesa de Esterreich, y sé que en tus ojos corre la misma ambición y poder que en los míos. De nada sirven más las máscaras, no voy a mejorar hija, mis días están contados. De qué sirve que me sigas mintiendo a la cara.
Hannes entonces bajó la cabeza, ante la vista de cualquier otro podría pensarse que Hannes desvió la mirada porque se sentía avergonzada, eso es lo que una hija modelo habría sentido, sobretodo una princesa, entonces volvió a levantar la mirada, aquella era un par de ojos inquisidores, muy diferentes a los ojos redondos y la mirada de perrito inocente. Subió ligeramente la cara, mostrando el mentón, alzando la nariz, y denotando inmediatamente el aire de superioridad. Los labios de Hannes también cambiaron, se volvieron tensos y cerrados, como una tumba, muy diferente a la expresión llena de ilusión y sorpresa de una princesa tonta e ilusa que tanto le gustaba al resto de los nobles.
—Ahora estamos iguales Hannes, ahora estamos en las mismas condiciones hija. —Respondió el hombre.
—Soñé con Rodrik. —Respondió el rey. —Y lo cruel que fueron los dioses al llevárselo, con él viviendo, nadie podría tan siquiera poner en duda el poder de los Blauenblud.
—No padre, no fueron los dioses quienes se lo llevaron, sino la peste. —Respondió Hannes, el tono de la princesa era bien entonado y sombrío. —De nada sirve pensar en el pasado cuando el futuro se muestra tan prometedor. —El Rey se rio ante las palabras de Hannes, como si hubiese sido un gran chiste el que hubiese oído.
—Será tu futuro hija, el mío está claramente escrito. —Respondió Reinhard. —Me muero Hannes y cuando me vaya, tú deberás pelear por lo que es tuyo.
—Supongo que entonces sabes lo que Callum ha hecho. —Respondió Hannes.
—Por supuesto, lo vi en sus ojos. Se lo que ha hecho y lo que pensará hacer, por eso te pregunto hija, ¿Aún consideras la decisión de traer a tu hermano bastardo a la corte, a nuestra casa y con nuestra familia fue una buena idea?
—Podría pasar preguntándote lo mismo padre, ¿Crees que hubiera sido buena idea engañar a mi madre con una prostituta Rusalka? —Preguntó Hannes. —Ambos tomamos nuestras decisiones y estamos obligados a lidiar con las consecuencias.
—¿Qué harás entonces hija? —Preguntó Reinhard.
—Yo tomaré el trono, porque es mi deber como primera princesa de Esterreich y me encargaré de todos mis enemigos en el campo de batalla.
—¿Incluyendo a Kohle?
—Yo soy una Bluauenblud, y Callum...Callum es mi medio hermano. Por más cauto que él sea, sé que tiene un ejército reunido en Weinland, un ejército concedido por el santo padre en persona. La guerra será inevitable.
Reinhard comenzó a reír.
—¿De veras querrás ser recordada como Hannes la princesa guerrera? —Preguntó el rey.
—No padre. —Respondió Hannes con una sonrisa. —Pero es mejor ser recordada como la princesa guerrera, que ser borrada de la historia por el ganador en esta guerra de sucesión.
—¿Qué tienes pensado hacer? —Preguntó el Rey Reinhard.
—Oh padre, si tan solo tuvieras idea de lo que voy hacer, me odiarías. —Respondió Hannes y acarició la mejilla de su padre, el hombre ni siquiera se inmutó como si ya no le importará lo que pasará con él. —He pasado muchos años cultivando ese amor que tienes por mí, que no sería justo que te fueras con otra opinión de mí.
—En todos mis años como padre no me había sentido tan orgulloso y tan temeroso de ti como estoy ahora. —Dijo el rey con una sonrisa dibujada en el rostro. —Ahora me puedo ir sin remordimientos. —El hombre entonces miró al techo de su recamará y dio una profunda expiración. El hombre cerró los ojos y no los volvió a abrir otra vez.
Hannes miró al hombre, y besó delicadamente la frente de su padre, una lagrima brotó de su ojo izquierdo.
—¡Elke! —Exclamó la princesa, una chica de vestido azul claro con cabellera rubia en una cofia entró en la habitación.
—¿Sí princesa? —Preguntó la sirvienta.
—Hay una carta en mi escritorio, primer cajón del lado derecho. Quiero que se la des al mensajero real y que se la lleve a mi primo en el norte. La guerra ha empezado. —Respondió Hannes. —Nuestro enemigo es engreído, poderoso y se cree merecedor de todo este reino.
—Por supuesto alteza. —Entonces la sirvienta sacó del bolsillo del delantal que llevaba sobre su vestido un pequeño pañuelo de tela clara. —Alteza...
—Gracias Elke. —Respondió Hannes y se limpió muy delicadamente el rabillo del ojo de donde las lágrimas nacían. "Ahora soy una reina, ahora solo puedo llorar en privado" las lágrimas dejaron de fluir.
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