Capítulo XLVII || El Ascenso


GÁLICA


Eran incontables los cuerpos que yacían sobre el suelo y la nieve había quedado teñida con la sangre de todos los hombres que habían caído ese día. Apenas la batalla terminó, y los cuervos dejaron sus nidos en las copas de los pinos cercanos y se abalanzaron sobre el festín de cuerpos. Stahlander y Romalios por igual yacían muertos sus sangres mezcladas en la nieve. Los lamentos y los sollozos de los hombres agonizantes eran difíciles de escuchar para Gálica, ella era su reina, ellos habían confiado en ella y ella los había sacrificado en su búsqueda por mantener el trono.

     Una de sus doncellas de la guerra le trajo a Gálica un plato hondo de plata con agua helada, Gálica se quitó los guantes y sumergió sus manos en el agua, tomó un poco y la esparció sobre su rostro, la sangre de sus enemigos comenzó a fluir por su piel y a caer en pequeñas gotas rojas hacia el interior del plato. Gálica alzó la vista, Ronan estaba tras ella ayudando a Hilda a caminar pues se había lastimado la pierna en la batalla.

     —Se terminó. —Dijo Gálica mirando hacia la nada.

    —¿Qué hacemos con los prisioneros? —Le preguntó Ronan.

    —No es mi interés reinar sobre los huesos de los hombres y mujeres que pelearon ante mí, después de hoy, ellos serán perdonados si se arrodillan ante mí. —Respondió Gálica. Luego la reina fue al encuentro de los hombres. Eran miles de ellos los que se encontraban asustados. La mayoría de ellos eran Romalios, para un Stahlander era una desgracia rendirse en medio de la batalla, por lo que muchos de ellos preferirían pelear hasta la muerte.

     Entre los hombres los vio a los dos, a Karlo y a Enrico, los dos hombres habían sobrevivido a la guerra, pero yacían sin entender cuál sería su destino. Gálica caminó hacia ellos, acompañada por sus caballeros.

     —Karlo...—Dijo Gálica. De pronto su hermano comenzó a reírse.

     —Hiciste trampa Gálica, jugaste sucio. Así fue como ganaste. —Respondió Karlo entre risas.

     —Yo no hice trampa. —Respondió Gálica. —Tú la hiciste, cuando decidiste traicionarme e hiciste sangrar al reino solo por el trono. Has perdido Karlo, tu derrota te ha dejado sin aliados, tu reputación se ha hecho trizas, nadie te seguirá...nunca más.

     —Tal vez tengas razón...o tal vez... ¡Tal vez no! —Exclamó Karlo y se levantó del suelo, trató de ir tras Gálica pero su pierna se acalambró debido a la cortada que Erkenbald le había hecho en la pierna. Karlo cayó al suelo.

     —Termíname Gálica, por favor. —Dijo entonces Karlo, su tono había cambiado, ahora se presentaba melancólico, aunque escasos segundos antes, había tratado de matarla. —No me dejes vivir en esta vergüenza por el resto de mi vida. —Dijo nuevamente. Gálica asintió con la cabeza y le pidió a una de sus doncellas que le trajeran su mandoble. Las doncellas vertieron agua sobre la hoja para limpiarla de la sangre de la batalla. Gálica tomó el mandoble y la alzó. Karlo cerró los ojos y bajó la cabeza.

      —No tenía que terminar así Karlo. —Respondió Gálica. Entonces Karlo alzó la vista, Gálica miró sus ojos verdes, ambos tenían la misma mirada, ambos tenían los mismos ojos y ambos sabían cuando el otro estaba mintiendo.

      —Ambos sabíamos cuál era nuestro destino. —Respondió Karlo. —Solo uno de nosotros podía ser el legítimo soberano de Stahland. Yo luché, yo perdí. Ahora tú eres la reina, se lo debes a tu pueblo, se lo debes a Stahland. ¡Cumple con tu deber Gálica! —Exclamó Karlo, el hombre volvió a bajar la cabeza y Gálica no dudó y lanzó el tajo.

      La cabeza de Karlo cayó en la nieve y rodó. El rostro de Karlo yacía en completa calma. Luego Gálica le pasó la espada a Ronan y observó a Enrico quien se quedó viendo la cabeza de Karlo, temblando de miedo de que ese fuese su destino.

     —No te preocupes Enrico, ese no será tu destino. —Respondió Gálica. Enrico al instante subió la mirada. —Tu destino será abandonar Stahland y nunca más regresar. No tengo interés en matarte, no representas ningún peligro para mi reino.

      Enrico asintió con la cabeza tímidamente.

      —Solo quiero saber una cosa. —Dijo Gálica. —¿Por qué?, ¿Por qué me traicionaste a mí, a tu esposa? ¿Por qué Karlo? ¿Por qué lo elegiste? ¿Tanto era tu odio y tu rencor por mí? —Parte de ella quería romperse a llorar ahí, pero no podía hacerlo, ahora era la reina de Stahland, no podía romperse a llorar con la humillación que Enrico le había hecho pasar frente a toda la corte. Enrico entonces tragó saliva.

     —Yo nunca te odié Gálica, pero no importara lo que hiciera, jamás sería visto como el rey de Stahland. Era tu esposo, pero tu pueblo es terco y desconfiado. No podía mirarme al espejo y ver que solo era un rey de papel. —Respondió Enrico.

     —Te lo dije cuando nos conocimos Enrico, no requería un rey, sino un esposo. Traicionaste mi confianza y mi amor. —Respondió Gálica.

     —Yo...

     —Ahórratelo Enrico, regresarás a Romalia, y le dirás a todos que tu matrimonio conmigo se ha terminado, que yo Gálica Kreuz, soy la única e indiscutible reina de Stahland, y después de eso, cualquier cosa que quieras hacer con tu vida no me interesa, mientras no tenga que ver con mi reino.

     Los soldados de Gálica entonces comenzaron a vitorear su nombre con ímpetu. La guerra finalmente había terminado, el terror finalmente había acabado.

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