Capítulo XLV || La Batalla de Blauenberg parte II


RONAN


Las fuerzas de Karlo y Enrico chocaron de frente, Ronan se mantuvo ahí, en la primera línea de defensa atacando a los hombres que iban hacia él. Fuesen Stahlander o Romalios, Ronan los despachaba por igual. Daba tajos rápidos y mortíferos en el vientre, en la garganta, en el pecho, donde fuese necesario para acabar con sus enemigos. Ronan no peleaba como un hombre sino como un león arrinconado, su mandoble se volvía una pesada y diestra pata afilada con la que asesinaba. Su cara yacía salpicada con la sangre de los valientes guerreros que morían bajo su espada. Y El muchacho sentía el furor, el frenesí. Además, reía como loco ante la idea de la guerra, la idea de matar y la victoria. Incluso en ese momento la idea de la muerte era como un ligero cosquilleo en sus pies.

     Entonces Karlo Kreuz apareció a lomos de su caballo y embistió rompiendo tres filas antes de que los guerreros de Ronan logran apuñalar a su caballo y matarlo. Karlo había sido el hombre más poderoso en Stahland, era un guerrero sin rival aparente. Y desde antes de su nacimiento su padre; el difunto rey Dors, lo había concedido para ser un arma de guerra, un arma para defender a Stahland de sus enemigos. Nadie hubiese podido haber pensado que él se convertiría en el enemigo del reino.

     Erkenbald fue el primero en enfrentarse a él. El primero en chocar espadas con Karlo Kreuz, el muchacho siempre había sido más débil que el resto de los guerreros de La Orden del Roble, pero era el más astuto. Ronan se lo tenía que reconocer, Erkenbald era alguien que usaba la cabeza para salir de sus problemas, por lo que no sorprendió la estrategia que él usó. Erkenbald lo llamaba el hacha fantasma. Porqué lanzaba dos hachas al mismo tiempo, la primera hacha proyectaría una sombra en el suelo y en esa sombra estaría escondida una segunda hacha. Era mortífera e infalible. Sin embargo, no fue suficiente y Karlo empaló al pobre de Erkenbald y lo arrojó al suelo.

     Ronan gruñó de dolor y fue tras él, logró chocar su espada con la de Karlo en tres distintas ocasiones, no podía permitirle llegar a Helga todavía, si la mataba antes de que Gálica diera la señal todo terminaría.

     —¡Enfréntame Karlo! —Gritó Ronan.

     —No. —Respondió Karlo y luego hizo un movimiento con la mano, siete de sus guerreros fueron al encuentro con Ronan. El muchacho tuvo que pelear contra siete hombres al mismo tiempo. Lograba frenar golpes y contraatacar con fuerza, por suerte los hombres de Karlo le temían a Ronan y por su miedo bajaban la guardia o los hacían cometer errores tontos. Cuando mató al último de sus enemigos la sangre le cayó en los ojos por lo que tuvo que retraerse, la sangre ardía en el interior de sus parpados y cuando volvió a abrir los ojos pudo verlo, Un caballo blanco con crines de fuego que recorría el campo de batalla entre los hombres matándose los unos a los otros.

    "El Semental del Fuego." Pensó Ronan, entonces vio como el caballo de fuego pasó junto a Ronan y luego se siguió de largo hacia el cuerpo de Erkenbald. Pudo ver a Erkenbald hecho de humo y luz que acarició al semental y luego miró a Ronan. Erekenbald sonrió y se despidió de Ronan, luego tocó al Semental de Fuego. Y ambos se esfumaron convirtiéndose en una luz brillante que fluyó hacia el cielo donde se reflejó por un instante la aurora boreal.

     —Disfruta La Aurora Boreal Erkenbald, te la has ganado. —Respondió Ronan. Entonces uno de sus guerreros le empujó, el hombre estaba asustado y huyendo. Ronan miró hacia el frente, y observó cómo sus guerreros asustados de la carnicería comenzaban a romper su formación y a huir. —¡Mantengan la línea! —Ordenó Ronan. —¡A que le tienen miedo! ¡Que no ven que el Semental de Fuego está entre nosotros! ¡Peleen! ¡Peleen por su reina, peleen por su dios! —Exclamó Ronan.

     Ronan mantuvo la pelea en la primera línea, esperando que sus hombres ya vacilantes recuperaran la confianza y regresaran al combate. Cuando entonces se escucharon los cuernos de guerra, De ambos extremos del bosque salieron; los guerreros de Gálica de un lado y los de Ser Bruno por el otro lado. Ambos colisionaron en los flancos del ejército de Karlo.

     Ronan yacía emocionando y podía verlo en los ojos de los pobres bastardos de sus enemigos, jamás habían visto algo así, jamás habían visto una trampa como la que Gálica les había tendido. Ronan comenzó entonces a carcajearse como loco en medio de la batalla.

     —¡Oh Gálica! ¡Oh Gálica! ¡El mundo será nuestro, mi amada Gálica! —Exclamó Ronan y luego reanudó la carnicería asesinando a los guerreros enemigos que ahora solo les interesaba huir del campo de batalla. 

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