Capítulo XLIV || La Batalla de Blauenberg.



KARLO


Karlo se encontraba sentado en la tienda de mando, a pesar de que era muy noche y que sabía que tenía que estar durmiendo en ese momento, estaba emocionado por la batalla. Por lo que se la pasó bebiendo cerveza en un tarro junto al débil de Enrico Casteglio. El hombre se notaba desanimado después de la reunión con Gálica. Karlo entonces decidió molestarlo un poco.

      —Sabes Enrico, después de mí, probablemente seas el segundo hombre al que más odia Gálica en este mundo. No solo no decidió seguir tu plan, sino que parece ser que no saldrás vivo mañana, probablemente ella te maté o peor, envíe a Ronan tras de ti.

      —¿Ronan? ¿Por qué debería preocuparme por que él me mate? —Preguntó Enrico.

     —Bueno, porque él se ha querido follar a Gálica desde que descubrió para que funcionaba ese meñique que tiene entre las piernas. —Respondió Karlo. —Eres un hombre débil Enrico y aun así compartías el lecho con una de las mujeres más hermosas del reino, esa es una afrenta al honor de guerrero de Ronan.

      —Puedes evitar hablar de eso, Gálica y yo no siempre nos odiamos, también tuvimos nuestros momentos, hubo un tiempo en el que nos amábamos de verdad...o al menos, con un poco más de tiempo pudimos amarnos.

      —¡Oh yo no tengo la menor duda de que amaras a mi hermana! —Exclamó Karlo. —Gálica es hermosa. Tanto de cuerpo como cara. Lo que creo que te confundes es de que ella en realidad te amara.

     —Solíamos caminar por los jardines de Könn y nadar en las aguas termales, solíamos caminar por la ciudad y cabalgar hasta la costa. Ella era una chica muy curiosa y ávida de aprender. Era el sueño de cualquier hombre. Y en nuestra noche de bodas, ella estaba muy nerviosa. Si tan solo no hubiese muerto nuestro hijo en su vientre, tal vez...no sé. —Respondió Enrico y le dio un sorbo al tarro de cerveza.

      —No puedo decir que no me sorprende, Gálica está maldita. Maldecida y bendecida por el primer hombre que la tomó. —Respondió Karlo.

      —¿De qué estás hablando? Gálica era virgen, yo mismo lo comprobé durante nuestra noche de bodas.

      —Podrás haber sido el primer hombre humano de Gálica, pero no el primero. Aeger, el dios de la guerra fue el primer hombre que se la folló, fue bendecida con un gran futuro y maldecida al mismo tiempo. Solo podrá tener hijos de Aeger, ningún otro hombre podrá plantar su semilla en ella.

     —Esas son supersticiones. —Respondió Enrico.

     —Es la verdad. —Respondió Karlo, Enrico se levantó y dejó la tienda de mando enfadado. Karlo se quedó bebiendo un poco más y luego se quedó dormido.

     La mañana siguiente fue una inusual mañana de cielos despejados ninguna nube, solo el pulcro azul del cielo. La nieve brillaba pues el sol estaba en lo alto, y los caballos relinchaban ante la expectativa de lo que iba a acontecer. Los estandartes de la cruz negra encerrada en un círculo por la serpiente ambos de color negro en un fondo rojo. Había sido el nuevo estandarte de guerra que Karlo había mandado a hacer, y los había por decenas. Junto a este estaban los estandartes dorados con el nudo del ahorcado en dorado y un fondo azul claro, eran los estandartes de las tropas Romalias. Karlo organizó sus tropas en el centro, las del conde Rottenbaum en el flanco derecho y las de Enrico en el flanco izquierdo.

     Al otro lado entonces comenzaron a ver como de la nieve se alzaban los estandartes de la cruz negra de Gálica. Luego las primeras líneas de hombres comenzaron a aparecer en la cercanía. Karlo estaba satisfecho y feliz. Hoy sería la última batalla que lucharían los dos hermanos Kreuz.

     —Algo no va bien. —Dijo Enrico. Son muy pocos soldados los que Gálica tiene. —Enrico observó las tropas de Gálica al otro lado del campo de batalla, sin duda los exploradores habían dicho que tenía 18,000, pero a lo mucho habría simplemente cinco mil reunidos en el campo.

     Entonces la vio a ella, a Gálica alzar su mandoble al otro lado del campo de batalla, mientras guiaba a los hombres en un vitoreo. Del otro lado galopó Ronan, a lomos de su caballo. Los dos se reunieron en medio del campo de batalla.

     —Bueno, ahí está Gálica. —Respondió Karlo. —Parece ser que sus hombres la han abandonado durante la noche.

     Entonces Karlo levantó su mandoble y guío a sus soldados en un canto de guerra, para hacerlos entrar en frenesí, el sonido de los tambores se sincronizó con los latidos de los hombres, convirtiéndolos en bestias sedientas de sangre.

    —¡Mátenlos, mátenlos a todos! —Exclamó Karlo Kreuz. Sus hombres comenzaron a correr por el campo de batalla y chocaron de frente a las tropas de Gálica empezando a sí una encarnizada batalla. Karlo cabalgó a lomos de su caballo de guerra y embistió las primeras dos líneas del ejército de Gálica antes de que su caballo fuese acabado por las armas de sus adversarios.

     Al primer hombre con el que usó su mandoble logró hacerle un corte de la clavícula hasta el estómago. Lo pateó al suelo y luego desenterró su mandoble para chocar espadas con otro soldado. De la fuerza del contragolpe fue capaz de hacer que su oponente bajará la espada por un momento lo que le dio a Karlo tiempo suficiente para cortarle parte de mollera en un tajo, aunque su intención había sido decapitarlo. Karlo gruñó con fuerza como si fuese de un oso hambriento, con gotas de sangre de sus enemigos que fluían por su rostro hacia su mandíbula dibujando pequeños hilos escarlata.

     Entonces la vio. A gálica, en su armadura plateada usando yelmo algo que era tan inusual en ella, Karlo se fue corriendo para enfrentarla. Un hombre en armadura roja de cabello castaño corto le cerró el paso, por la capa negra, tenía que ser uno de los caballeros de la orden del roble.

     —Erekenbald. —Respondió Karlo con una macabra sonrisa en sus labios. Karlo atacó al caballero, Golpes ascendentes y con fuerza. El muchacho tenía problemas para evadir los golpes del Karlo, Erkenbald siempre había sido mejor con el hacha arrojadiza que con el mandoble

     Erkenbald entonces se alejó, desenfundó un hacha arrojadiza, y la arrojó con fuerza hacia Karlo, pero Karlo simplemente la bloqueó con un movimiento rápido y fluido de su mandoble. Erkenbald lanzó dos hachas arrojadizas, pero ninguna de las dos logró su cometido.

     —Deberías haber aprendido desde hace mucho tiempo Erkenbald. Jamás pudiste conmigo en los entrenamientos. Y en el campo de batalla tampoco podrás.

     —Como tú digas tonto. —Respondió Erkenbald y lanzó otra hacha arrojadiza. Karlo entonces levantó su espada nuevamente y bloqueó el hacha arrojadíza, entonces sintió un agudo dolor en la pierna, una segunda hacha escondida bajo la sombra de la primera había sido arrojada.

    —Estuve practicando, estuve practicando muchas veces como poder someterte en el campo de batalla para tu castigo. —Respondió Erkenbald.

     —Siempre fuiste el más listo de todos y al mismo tiempo, eres el más estúpido. —Respondió Karlo, entonces se levantó de golpe y enterró su mandoble en el vientre de Erkenbald rompiendo la armadura del muchacho. Luego con fuerza, odio y coraje, lo levantó y lo sostuvo en el aire. Erkenbald se sujetó de la hoja de Karlo, sus ojos se llenaron con un miedo atroz. —Cuando estás en la batalla es matar o morir, ¡No hay punto medio! —Exclamó Karlo y luego de un movimiento arrojó a Erkenbald al suelo.

     —¡No! ¡Erkenbald! —Exclamó Ronan y como un león descendió hacia Karlo, el muchacho era más habilidoso con la espalda que Erkenbald, eso tenía que reconocérselo. —¡Bastardo, te mataré aquí y ahora! —Rugió Ronan.

     Karlo miró al muchacho, Ronan tenía esa mirada de bestia furiosa en el rostro, y Karlo estaba herido de la pierna, le costaría esfuerzo matar a Ronan. Entonces Karlo vio sobre el hombro de Ronan. A unos metros tras él estaba Gálica luchando a lomos de su caballo blanco. lanzando tajos a diestra y siniestra.

     —¡Enfréntame Karlo! —Gritó Ronan.

     —No. —Respondió Karlo y luego hizo un movimiento con la mano, siete de sus guerreros fueron al encuentro con Ronan, mientras Karlo se dirigía hacia su hermana. Cuando Karlo estuvo lo suficientemente cerca lanzó un tajo con su mandoble y logró cercenar la cabeza del caballo de Gálica haciéndola caer en la nieve. Uno de sus pies se había quedado atorado bajo el cadáver del equino.

     —Te dije que este sería el final. —Respondió Karlo. —Debiste rendirte cuando tuviste la oportunidad. Entonces el muchacho pateó a Gálica en la cabeza, el yelmo que cubría su cabeza salió volando rebelando el rostro de miedo de la chica. Ojos azules, cabello negro corto. —¿Helga?... —Karlo entonces se quedó pensando el príncipe bajó la mirada y la volvió a subir. —¿Dónde está Gálica?

     Entonces se escuchó el clamor de los cuernos de guerra, y dos contingentes aparecieron entre los arboles de ambos lados del ejército de Karlo. Rodeándolo en un ataque por tres flancos. 

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