Capítulo LI || La última Reina


GÁLICA


"Toda mi vida había estado rodeada de hombres que habían de demostrar su fuerza y su habilidad con las espadas, pero cuando apareció Enrico Casteglio todo cambió, todo lo que creía del mundo cambió. Pase de considerarme Gálica Kreuz, primera princesa de Stahland, a considerarme un grano de arena en una playa, porque el mundo que yo conocía era muy diminuto a todo lo que existía en un mundo mucho más grande. Tal vez esa era la razón por la cual decidí casarme con Enrico, porque no hubiese sido el más hábil con las armas ni el más fuerte, pero era el más listo y entendía lo grande y basto que era el mundo y como en comparación eramos solo granos de arena." Pensó Gálica Kreuz. En su mente regresaba a los días en los que paseaba junto a su prometido Enrico por los jardines del castillo.

     Las lágrimas brotaron de sus ojos verdes. Por suerte estaba en el corredor del segundo piso y nadie le prestó atención. Y también nadie debía verla llorar, no solo porque ahora fuera una reina sino porque era la tradición, "calamidad y desgracias ocurrirán a aquellos que lloren en una fiesta" Es por eso que nadie lloró a la muerte de Frolo. Sin embargo, Gálica no podía evitar sentir que estaba sola en realidad. Era la reina, oficialmente era la reina y a partir de ese momento todos y todas buscarían sacar provecho de ella.

     —¿Alteza? —Preguntó entonces aquella voz. Gálica se apresuró a retirarse las lágrimas y secarse los ojos.

     —¿Cómo estás Andreas? —Le preguntó Gálica.

     —Bien, ¿Se encuentra bien? —Le preguntó Andreas.

     —Sí, solo con un poco de frío. —Respondió Gálica. —Pronto llegará la primavera y tendremos que encargarnos de todos los gastos de la guerra. Sin duda iniciaremos con una recesión. Ven siéntate a mi lado Andreas.

     El muchacho se fue a sentar al lado de Gálica, había algo distinto en Andreas, su cabello estaba enmarañado y su camisola mal abotonada. El muchacho se sentó al lado de la reina.

     —Nunca te agradecí por haberme salvado en el campo de batalla. —Respondió Gálica. —Así que, gracias Andreas.

     —No había mucho que agradecer, usted me salvó antes cuando un soldado...

     —No es lo mismo, ese soldado que te iba a matar no era nadie, y en cambio el hombre que mataste había sido tu hermano. —Respondió Gálica.

     —Alteza...

     —¿Por qué sigues diciéndome así? —Le preguntó Gálica, cierto tono molesto en sus palabras, aunque Gálica se esforzaba en ocultarlo.

     —¿A qué se refiere?

     —Le hablas a Dana por su nombre, a Reisser, a Helga a todos, pero no me dices por mi nombre, solamente me dices Alteza...o Reina...

     Andreas se quedó pensativo, Gálica no podía deducir si el muchacho había averiguado lo mal que ella se sentía, y que necesitaba sentirse querida y apoyada en ese momento.

     —Está bien, Gálica. —Respondió Andreas.

     Había pasado mucho tiempo desde que alguien le había dicho por su nombre que no hubiese sido de su familia o Ronan. Cuando era niña y corría entre los pasillos y los salones del castillo muchos sirvientes solían llamarla así, sin embargo, su opinión cambió cuando "eso" ocurrió, desde ese momento nunca más fue vista como Gálica, sino como la princesa, sino como la mujer que había sido bendecida por Aeger. Como una mujer casi divina.

     Gálica sonrió y luego tomó de la copa con hidromiel.

     —Cuéntame de Esterreich. —Dijo Gálica.

     —Esterreich es un gran país al otro lado del mar de Jurgamungander. En Weinland hay grandes trigales que pintan el suelo de dorado todo el año. Y el vino, es exquisito. Muy diferente a los vinos Romalios. En la capital Weisstadt todos los edificios están pintados de blanco. y el palacio de los Blauenblud, está pintado con oro.

     —¡Oro! —Exclamó Gálica sorprendida.

     —No habías dicho nunca nada sobre el oro. —Respondió Gálica.

     —En Nordenfeld hay muchas minas de oro y plata. Es mucho más cálido que Stahland.

     —¿Son Romalios, siguen a Edum?

     —No, siguen a Altenmann el padre tiempo, y Nerelmuther. La madre naturaleza, a Krieger el guerrero y Aihri.

     —La doncella de la luna...—Respondió Gálica. Y bebió otro sorbo de hidromiel.

     —Tal vez debería ir a conocer esas tierras. —Dijo Gálica. —Usualmente en primavera solemos realizar incursiones de guerra y pillaje a lo largo del mar del norte, atacábamos los reinos del norte, pero tal vez está vez deberíamos ir al este. Si no tienes problema con eso Andreas.

     —Mi madre era Esterreichii, y ella me vendió por cinco monedas de cobre cuando era niño, todos mis hermanos murieron ahogados o en los campos de batalla. Esterreich no representa nada para mí. —Respondió Andreas, Gálica sonrió y tomó la mano de Andreas.

     —Bien, porque quiero que vengas conmigo a Esterreich.

     —Por supuesto. —Respondió Andreas.

     —Excelente, porque te hubiera llevado de cualquier forma. —Respondió Gálica sonriendo.


FIN

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