Dragones
Era una lucha encarnizada. La dragona está dispuesta a morir por defender sus huevos y el basilisco estaba determinado en devorarlos. Ambos animales mágicos son majestuosos en sus peculiaridades, terroríficos en muchos sentidos.
Los dos magos y la cazadora de sombras no podían apartar los ojos del lugar donde luchaban. Con las garras el dragón se mantenía en su lugar, enterrándolas en las solidad rocas del acantilado, mientras que el basilisco solo reptada con facilidad por entre las rocas, evitándolo los zarpazos destinados en partirlo por la mitad. La falta de gravedad le dificultaba las cosas a las enormes bestias que al menor descuido se desplazaban un poco en el aire como si no pesaran las toneladas que pesaban en realidad.
Grandes olas de fuego salían despedidas del hocico del enorme animal haciendo retroceder un poco al basilisco que se enroscaba para después lanzarse con las fauces abiertas buscando hincarle los largos colmillos.
-¿Solo vamos a ver?
-¿Qué quieres hacer? -Contesto con otra pregunta Ginny a la cazadora de sombras. -No hay mucho que hacer en nuestras circunstancias, no podemos intervenir y el tiempo se nos está acabando.
-Acercarnos hará que nos maten, pero también hay que considerar que cuando alguno de los dos esté muerto, seguiremos nosotros. -Agrego Zabini.
No había donde huir, se quedaron encerrados en aquella cueva pues la lucha de las bestias se daba a pocos metros de la entrada imposibilitándolos para escapar. Aunque salir huyendo tampoco era una opción considerando que aun no podían cumplir la misión.
-Mirar directo a los ojos del basilisco nos mataría al instante. En el mejor de los casos si no le vemos directamente puede petrificarnos. -Ginny se estremeció ante el recuerdo de su ultimo encuentro con un basilisco que casi le cuesta la vida.
-Si estamos en el lugar indicado. Debemos seguir buscando algún indicio. -Isabella comenzaba a desesperarse con el paso de los minutos.
-Ya recorrimos toda la cueva, no encontramos nada.
-¡Corran! -Advirtió La pelirroja con la voz afectada por el miedo.
El basilisco había logrado enredarse alrededor de la dragona hasta inmovilizarla, con sus enormes fauces le mordió inyectando su veneno, no sin dificultad debido a que la piel de los dragones es casi impenetrable. Había acertado en uno de los enormes ojos del Dragon.
La ultima exhalación de fuego que salió del hocico del Dragon sirvió para quemarle parte de la cara al basilisco dejándole completamente ciego.
El olor a quemado era repugnante, pero los jóvenes no podían quejarse al menos tenían mayores posibilidades de matar al basilisco para poder sobrevivir.
Blaise noto un pequeño detalle de los huevos que aun se encontraban intactos dentro del nido. El oro del que parecían estar formados los cascarones comenzó a resplandecer de manera intermitente hasta que dejaron de hacerlo a la muerte de la dragona.
-¡Los huevos! -Grito el moreno cuando el basilisco reptaba ya hacia el olor que estos emanaban, dispuesto a tragárselos de un solo bocado. -Protejan los huevos, ahí deben de estar las llaves.
Ginny e Isabella comprendieron al instante, ambas se pusieron alertas dispuestas a cumplir con su misión a costa de sus propias vidas.
Ginebra luchaba con sus propios demonios internos, los recuerdos no eran agradables teniendo tan cerca al basilisco. Su piel se erizaba de solo recordar lo cerca que había estado de morir en la cámara de los secretos. Mas no era momento para titubear no había tiempo que perder.
El enorme basilisco comenzó a reptar hacia el interior de la cueva, dejándose llevar por su olfato ahora que había perdido la vista. Que sus ojos estuviesen quemados era al menos un alivio para los jóvenes de otra manera estaban condenados a morir con solo mirarla directo a los ojos, aunque dado lo letal que era el veneno de sus colmillos aun no podían cantar victoria.
El color verde intenso de su piel escamada bajo la luz de las antorchas daba la sensación de que brillaba, el par de ojos que habían sido de color amarillo ahora poseían un color negro con vetas rojizas, seguramente se habían calcinado completamente por el último aliento de fuego del dragón. En la cabeza tenía una única pluma de color rojo intenso lo que dejaba en evidencia que se trataba de un macho.
Ginny Weasley aún no se reponía del terror que le erizaba los bellos de la piel cuando dio un paso al frente. Había demasiado en juego para perder el tiempo por sus terribles recuerdos. Apretó los dientes con fuerza para que dejaran de castañear cuando se obligo a dar un segundo paso.
-Cuidado pelirroja. -Susurro despacio sin dejar de moverse lentamente para no atraer la atención del animal.
Quizás Blaise tenia muy poco de conocer a la chica. Nunca en el colegio fueron amigos y aunque no era de sus victimas predilectas mas de alguna vez le había atacado de manera verbal como al resto de los Weasley. En aquellos años jamás le presto atención, era menos que un fastidioso insecto, pero sin duda de ese entonces podía verla como realmente es.
Su figura esbelta se notaba bajo el traje de combate de los cazadores de sombra. Llevaba su larga melena atada en una cola alta que apenas sostenía su marea de cabellos rojizos. Su rostro pecoso lucia determinado a pesar de la palidez de muerte que resaltaba aun mas las pecas de puente de su nariz y mejillas.
Sin duda Ginny es una mujer hermosa, con un lado salvaje bastante atractivo. No es del tipo de chicas que solía llevar a su cama y aunque posiblemente su segunda compañera tuviera un cuerpo mucho más tentador, había un algo que le hacía desear adentrarse en el alma de esa mujer pecosa.
-No te muevas. -Advirtió de nuevo tomando con cierta fuerza su brazo para detenerla. -A menos que quieras terminar muerta y que fracasemos, trata de tomar las cosas con calma.
Al instante se liberó de su agarre al tirar de su brazo con molestia.
-¿Calma? Me temo que a estas alturas lo menos que podemos hacer es tomar las cosas con calma.
El moreno sabía que tenía razón. Tenían un máximo de 15 minutos para encontrar la llave, en caso contrario fracasarían, sin embargo, algo en su interior se agitaba para detenerla. No quería verla saltar de nuevo, la sensación de sentir perderla había sido desastrosa. Aun no se recuperaba del impacto de verla saltar a la lava ardiente y creer que había muerto.
-¿Cómo piensas matarle? Tenemos solo una oportunidad -Se limitó a decir trabándose todos esos nuevos sentimientos que no sabía explicar.
-Con esto. -Dijo mostrando una espada pequeña que había llevado atada a la espalda.
-Dudo mucho que sea suficiente.
-Lo será si le ponemos un poco de esta posion que nos dio Hermione.
Hasta ese instante Zabini se percato que la joven pelirroja tenia en su mano libre un pequeño frasco de color verde.
Rápidamente le ayudo a sacarle el corcho y con sumo cuidado vertieron algunas gotas sobre el filo de la hoja, haciendo que resbalara por toda la superficie.
-Listo. -Afirmo la pelirroja intentando dar un paso adelante, pero de nueva cuenta el toque de una gran mano sobre su brazo la detuvo.
-Ahora es mi turno, pelirroja. Ya has tenido demasiada diversión tu sola.
El joven no espero respuesta. Con un fluido movimiento le quito la espada de la mano y se apresuró a acercarse con cuidado a la bestia.
Zabini poco conocía a la chica Weasley, incluso podía decirse que no son amigo, no exactamente, es decir, son aliados, compañeros de causa, pero no amigos. Aun así, no esta preparado para verla caer de nuevo o no al menos antes que el callera primero.
. . .
-¡Maldita sea, no te muevas! -Casi grito tratando de no derramar ni una sola gota del liquido transparente que intentaba verter en la herida expuesta en el brazo derecho de Isabella.
-No es como si lo hiciera de manera voluntaria. El veneno le causa espasmos. Así que mejor cierra el pico y muévete.
La cazadora de sombras intentaba no moverse, pero el dolor causado era insoportable y el temblor involuntario en su extremidad no paraba. Le llevo a Zabini dos intentos poder curar la herida como era debido.
A no más de dos metros yace el cuerpo sin vida del basilisco. Con la espada incrustada en el hocico. No fue sencillo darle muerte y se salvaron de morir solo por la rapidez de la cazadora de sobras que había acertado el golpe final cuando Blaise perdió la espada al ser golpeado con fuerza de un coletazo del basilisco que lo estrello contra uno de los muros de la cueva haciendo que en el proceso perdiera el aliento y prácticamente la única oportunidad de matar al animal.
El látigo de la cazadora marco la diferencia, había logrado coger la espada y ser ella misma la que incrustara el largo filo de la espada en el basilisco, sin embargo, en el proceso uno de los colmillos había travesado la piel de su brazo.
En ese momento intentaba desesperadamente curarle. La mala experiencia de Ginny le había hecho saber por las malas la gravedad de la herida y lo rápido que el veneno atacaría el sistema de su compañera, no disponían mas que de unos pocos segundos. Internamente agradecía a Hermione todas sus precauciones, el haberles entregado antídotos de los mas fuerte y poco usuales venenos. Las lágrimas de un fénix era un bien demasiado preciado para desperdiciarse, pero fueron empleadas con sabiduría.
Dejaron a Isabella sentada y con la espalda apoya en una de las paredes de cueva, para darle tiempo a que terminara de recuperarse, la herida había cerrado y lentamente parecía recuperar el color en sus mejillas.
Ginny y Blaise se apresuraron a acercarse al nido. Llegaron justo en el instante en el que el primer huevo comenzaba a abrirse para dejar a la vista un pequeño dragón con las mismas características de la madre. Con sumo cuidado lo dejaron a un lado esperando que abrieran los otros dos huevos para ver si alguno contenía la llave que estaban buscando.
El segundo abrió apenas un instante después. La luz que salió de este los cegó por un momento haciendo que cubrieran parcialmente sus ojos con las manos para protegerse. El brillo menguo rápidamente permitiendo ver al pequeño dragón que se removió con ímpetu entre los restos del cascaron. Este era muy distinto a su hermano sus escamas doradas parecían relucir al fulgor de una luz inexistente, cuando parpados se abrieron pudieron apreciar la peculiaridad de su color, uno era de un color azul intenso, el otro era de un rojo intenso.
-Este debe ser.
- ¿Pero que debemos hacer? -Pregunto con cierto tono de urgencia en la voz, el tiempo se estaba agotando.
-¡Mátalo! -Sugirió Isabella, acercándose con lentitud. Se abrazaba a si misma intentando contener el dolor que un no terminada de desaparecer en su brazo.
-¿Estas dispuesta a pagar un precio de sangre? -Le pregunto Ginny moviendo la cabeza en negación.
-¿A qué te refieres con eso?
-Esto -señalo a su alrededor, -Todo esto, se trata de equilibrio. Sangre por sangre, vida por vida, eso decía la profecía. Si lo matamos estaremos dispuestos a pagar una vida con otra.
Mientras las palabras de Ginny penetraban en los sus oídos como un ultimátum, el ultimo huevo se abrió dejando a la vista un hermoso Dragon de plata.
Los tres pequeños dragones hicieron a un lado los restos de sus huevos para juntarse. Era curioso verlos interactuar, juntos nadie diría que eran hermanos, son tan distintos entre si, como el día y la noche.
-Este acertijo nos está llevando demasiado tiempo. -Se quedo la cazadora de sobras, con un rictus de disgusto y dolor en el rostro.
El dragón dorado se giro para mirar a los tres de manera penetrante, sus ojos de dos colores no perdían detalle de sus movimientos, haciendo que sus hermanos fijaran también su atención en los extraños.
El Dragón que nació primero se acercó con cautela olfateando el aire alrededor de la joven bruja, su cabello rojo parecía llamar su atención, parecía curioso. La curiosidad se vio satisfecha cuando abrió el hocico para lamer con su lengua rasposa y caliente su mano. El segundo imito al primero y no tardo el dragón Plateado en emitirle.
-Creen que eres fuego, pelirroja. Creen que eres su madre.
. . .
No podía abrir los ojos, un sofocante calor la consumía como si la estuviesen quemando viva.
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