Capítulo 5: ETHAN

Es que esto no hay Dios que se lo crea, me parece surrealista. Carlos y yo vestidos de punta en blanco para ir a una fiesta ibicenca a pesar de que días atrás nos odiábamos mutuamente. ¿Que va a salir mal? Evidentemente. ¿Que voy a hacer algo para impedirlo? Por nada del mundo.

—¿Me puedes explicar cómo conoces todos los locales a los que vamos y las fiestas que hay tooodos los días y sobre todo en Oviedo? — pregunto ya incrédulo porque no entiendo por qué sabe que la fiesta era ibicenca y el pub del otro día.

—Ay, amigo, tengo vida antes de ti — saca del bolsillo trasero un teléfono móvil y lo mueve en el aire en mi dirección —. Y tengo contactos.

—Definitivamente esto va a terminar como el rosario de la aurora.

—Por favor, ni siquiera sé de qué narices hablas.

Carlos coge otra botella de Larios de las Profesoras y salimos escopetados del orfanato. Esta vez sí que nos la estamos jugando de verdad, aunque supongo que lo bueno es que no nos pueden echar del orfanato, somos menores de edad, aunque a Carlos le quedan pocos días. Lo peor que pueden hacer es meternos en aislamiento como castigo ejemplar. Menuda putada en realidad. No sé quién inventó esa medida disciplinar, pero mínimo era amigo de Hitler.

En aislamiento me dio mi primer ataque de pánico. Hasta el momento frené muchos ataques de Valeria y todos iban desarrollados por pesadillas que ella tenía por haber ido una puta vez a ese agujero, pero jamás me había dado uno a mí. Pensé que no era para tanto, pero en aislamiento la sensación se magnificó, estar en ese cubículo hacía que todo fuera cada vez más y más pequeño, me faltaba el aire y tenía la sensación de que iba a morirme, pero pensar en ella me salvó la vida, siempre ha sido así. Mi primera vez en aislamiento fue cuando robé la colonia para Val, pero todo valió la pena, porque esa sonrisa es la única que necesitaba para poder seguir en pie. La primera vez de Val fue cuando hicimos una estúpida fiesta con alcohol en su habitación, di la cara por ella, dije mil veces que fui yo el cabecilla de todo, pero no sirvieron de nada las explicaciones y me culpé muchísimo por ello.

—¿Puedes dejar de pensar en ella de una puta vez?

—¿De verdad quieres que te conteste? — arqueo una ceja.

—En realidad no, pero qué angustia. Si yo he dejado de pensar en ella, estoy seguro de que tú también puedes, o si no Lucía esta noche te ayudará — me da un codazo y tengo que frenar las ganas de pegarle un puntapié.

La tal Lucía esa me interesa menos que la reproducción de una ameba.

—Venga, vamos a disfrutar de la noche, tú y yo, solos, mano a mano. ¿Qué podría salir mal?

Sí, eso, ¿qué podría salir mal?

Hemos venido al mismo pub de la semana pasada, la verdad es que es un cuchitril, pero la música está bastante bien, y no seré yo la primera persona que diga que Nathy Peluso no es la puta ama, porque bueno... un poco sí lo es, ella y el tal Bad Bunny ese son los artistas que más suenan en la pista y lo agradezco, las letras no las entiendo ni de coña, pero el ritmo está bien.

Carlos se dirige a la barra y pide dos cubatas, uno de ron con Coca-Cola para mí y un Martini para él. Demasiado fino para ser verdad. Ni siquiera sé cómo le dan cubatas siendo menor y, lo mejor de todo, no he visto que le pidan DNI, pero sinceramente me da igual. Todo me da absolutamente igual.

Quiero beber, emborracharme y caerme en la cama muerto, a ver si así se me quitan esas pecas preciosas de la mente.

—Por nosotros — choca Carlos nuestras copas.

—Lo que tú digas — levanto la copa en modo de "estoy de acuerdo contigo, aunque se nos vaya a caer el pelo en cuanto volvamos".

Son las doce y media y ya vamos por la tercera copa, no me quiero imaginar cuando sean las siete de la mañana y cierren el chiringuito.

Después de una copa va otra y después chupitos y más chupitos, sobre todo de tequila, que, aunque raspa un poco al bajar por mi garganta, ya estoy empezando a sentir cómo fluye el alcohol por mis venas y la vida me comienza a parecer un poquito menos hija de puta.

—Yo no quiero decir nada, cara sapo, ¿pero somos mejores amigos o no? — Carlos ya comienza a arrastrar las palabras, y aunque no me parece bien que me diga cara sapo porque todavía tengo una neurona activa, me resulta demasiado gracioso y le sigo el juego.

—Claro que sí, mejores amigos y para siempre — me rio y le doy un gran sorbo a mi cuarto cubata mientras él me abraza con entusiasmo.

Ahora el pub está en ebullición, o al menos es lo que a mí me parece, hace un calor espantoso y la gente se pega bailando como sardinas en lata. Bueno, al principio era agobiante, pero ahora estoy en mi salsa.

Me muevo al ritmo de la música, canto y bailo canciones que no sabía ni que existían con Carlos y nos reímos porque sí. Lo admito, me lo estoy pasando de puta madre. Llevo horas sin pensar en Val y... oh, mierda, acabo de pensar en ella. Joder. Retomamos el punto de partida.

Me termino mi cuarto cubata y le digo a Carlos que voy al baño. Necesito mear. Nunca había necesitado mear tanto como ahora mismo.

—¿Necesitas ayuda para encontrártela?

—Ya te gustaría a ti buscármela, cara dura — a estas alturas los dos arrastramos las palabras —. Un momento — una duda se me pasa por la cabeza y tengo la necesidad de solucionarla.

—¿Qué te pasa? ¿Te ayudo entonces? — me sonríe con picardía y lo empujo con sutileza.

—No, imbécil, ¿quién paga todos los cubatas? — le digo gritándole en el oído para que me escuche por encima de toda la música.

—No te lo vas a creer, pero es que al tío de la barra le he gustado y paga todo la casa — Carlos se ríe enseñando su dentadura perfecta y sus carcajadas se me contagian.

—Estás de coña — me río con él y él niega con la cabeza.

—Te lo juro — se besa el pulgar y sube la mano a cielo en señar de juramento.

—Está bien, loco, me voy a mear — le digo al fin mientras él se queda en mitad de la pista bailando casi como si fuera un títere.

De camino a los servicios de "caballeros" según los letreros, me encuentro con un grupo de chicas que no paran de mirarme. ¿Será que llevo algo entre los dientes o es que me he meado encima?

—Sí, tenías razón tía, es guapísimo — escucho decir a una pelirroja que tiene entre quince y cuarenta y tres años.

—¿Verdad? Creo que voy a volver a presentarme... a ver si hay suerte — dice una de ellas.

Creo que esa persona me suena de algo. ¿Es posible?

Entrecierro los ojos y sonrío. No veo una mierda pinchada en un palo, pero espero parecer medianamente atractivo, porque esa chica os aseguro que lo es.

—Hola de nuevo — me saluda con dos besos y casi ni me doy cuenta.

—Hola — le digo con la mano.

—¿Te acuerdas de mí?

—Eso creo.

—Soy Lucía — me sigue sonriendo. ¿Le dolerá sonreír tanto? Yo hace mucho que no lo hago, al menos hace mucho que no sonrío de verdad. Exactamente tres semanas, sí, desde que Valeria salió por la puerta sin mirar atrás. Bueno, mentira, ahora con Carlos sí que estoy sonriendo y riendo también. Qué locura.

—Sí, hola, Lucía, perdona eh, pero es que tengo que mear.

—Claro, perdón, nos vemos luego.

Sí, por favor y gracias, vete. No puedo verte. No cuando mi cerebro me está jugando una mala pasada y tu cara es la de Valeria ahora mismo. Tengo ganas de comerle la boca, lo admito, pero no es Valeria, no lo es y no lo será nunca. ¿Sus labios serán igual de sabrosos que los de Val?

< Ethan, tío, para, ya basta. >

Cuando vuelvo de los baños, Carlos me encuentra, me entrega el quinto cubata y aunque veo doble, ya nada me importa una mierda. Me dirige a la pista de baile de nuevo, me ofrece lo que creo que es un cigarro y empezamos a bailar. Nos reírnos porque sí y me gusta, me gusta sentirme así.

Me gusta sentir que no tengo el control de nada, que me dejo llevar, que no pienso ni me como la cabeza y, sobre todo, que no lloro. ¡No he llorado en toda la puta noche! Eso es todo un logro, más que nada porque llevo todas las noches durmiéndome porque no he parado de llorar y el cansancio mental me ha podido.

Gracias, Carlos.

Tomo nota mental de decírselo en voz alta mañana, si es que me acuerdo de algo.

—Creo que tenemos compañía — dice Carlos guiando mi mirada hacia la multitud.

Vale, no sé si estoy preparado para esto, pero voy a aparentar que todo me la suda.

El grupo de chicas que estaba cerca de los baños de "caballeros" viene hacia nosotros. Llevan todas trajes ajustados de color blanco, parecen una segunda piel y cada cual es más corto que el anterior. ¿Serán mayores de edad? Bueno, eso tampoco me importa una mierda. Llevan todas unos tacones de locos que les estiliza a la perfección, y aunque todas están demasiado guapas para el nivel de ebriedad que manejo ahora mismo, no puedo pensar en otra cosa que no sea Valeria, sus curvas, su cara, sus perfectos labios y esos ojos que me hipnotizan con cada segundo que mi miran.

Pero Valeria no está, es Lucía.

Maldita sea, ¿es Lucía o es Valeria? No estoy distinguiendo la realidad y esto no va a acabar bien.

—Hola, chicos — dice una de las morenas que lleva el vestido de palabra de honor.

—Hola, ojitos de cielo — le saluda Carlos.

Me quedo mirando a Carlos y levanto ambas cejas en señal de desaprobación.

—¿En serio acabas de decir eso? — le digo arrastrando más de la cuenta las palabras.

Carlos me sonríe y me abraza por la espalda.

—Déjate llevar, las tenemos en el bote — me da una palmada en el culo y posa su mirada en la delantera de "ojitos de cielo".

—¿Podemos unirnos a vosotros? — pregunta una de ellas.

—Por supuesto — sonríe Carlos con maldad.

Ninguna le hace ni caso, para qué vamos a mentir, no es que me las quiera dar yo aquí de macho alfa, pero las cinco me están mirando a mí y están venga darle coditos a Lucía para que se acerque cada vez más y más a mí.

Me estoy agobiando, pero por una cosa u otra no logro salir del círculo en el que me han rodeado.

Me centro en mi copa, la cual está a punto de terminarse y Carlos me trae otra. Definitivamente, le van a tener que dar acciones en este pub o buscarle por deber más dinero que el mismísimo gobierno.

Bebo un gran trago del cubata y se me congela el cerebro. Ya no puedo pensar, mierda. Carlos me mira con una picardía en los ojos que jamás le había visto antes, me sonríe desde lejos y se queda con cuatro de las cinco chicas. Adivinad quién tiene a la quinta chica.

—Creo que tenemos una conversación pendiente, ¿no crees? — dice Lucía mordiendo la pajita de su cubata y mirándome a través de sus larguísimas pestañas.

—Ah, ¿sí? ¿Y de qué si se puede saber? — pregunto mirando hacia el lado de Carlos pidiéndole auxilio con la mirada.

—¿Tienes novia o no? — bien, directa y concisa.

Sí, me gustaría decirle, bueno, más bien me gustaría gritárselo. Le diría que la mejor novia la tengo yo, que se llama Valeria y que se aleje todo lo posible de mí, pero mis neuronas se han ido de vacaciones al mar Caribe y su cara no para de convertirse en la de Valeria.

Maldita sea ida y vuelva.

—No me has contestado.

—¿No lo he hecho? Pensaba que sí. Pero no, no tengo novia — sigo bailando al son de la música y porque acabo de descubrir que Callaita de Bad Bunny me encanta. Me recuerda a Valeria, ¿os sorprende? No, qué va, a estas alturas ya no debería sorprenderos nada.

—¡Ella es callaita, pero para el sexo es atrevida! — comienzo a cantar. Sí, tal cual como Valeria. Vino siendo un corderito, pero bien que disfrutó conmigo.

—Estás pensando en alguien cantando eso, ¿verdad?

—Así es — le digo mientras noto cómo se da la vuelta y pega su trasero a la parte baja de mi pantalón.

—¿Qué demonios haces? — intento zafarme de ella, pero no puedo, mi cuerpo no está coordinado con mis pensamientos y mis palabras.

—Úsame, seré la persona en la que piensas — pone su cabeza pegada a mi clavícula y se mueve al ritmo de la música.

Mierda, mierda, mierda... esto no puede estar pasando. ¿Qué la use? No entiendo nada.

—Venga, muévete como antes, lo hacías genial y puedes cantarme al oído también, yo me dejo hacer lo que sea por ti.

Venga ya hombre, ¿tan poco se quiere esta mujer para decir eso?

—No, no puedo, lo siento, de verdad que no... no eres tú, soy yo... joder, siempre soy yo.

Lucía se da la vuelta y parece que quiera que se la trague la tierra. Tiene rubor en las mejillas y los ojos con un brillo demasiado inesperado.

—Estoy jodido, ¿vale? Realmente jodido y no puedo dejar de pensar en el amor de mi vida, y tú no sé por qué mierda tienes que parecerte tanto a ella y... no puedo usarte así. Me gustaría que fueras ella, o al menos que fueras mi distracción para olvidarme de su cara, pero es imposible.

Lo he dicho tan deprisa que se me ha ido hasta el aliento. Mierda, no puedo usar a esta persona así, no es Valeria y maldita sea, no voy a utilizar jamás a una mujer para eso. Un clavo jamás saca a otro clavo, siempre se queda astillado.

—Hola, guapa, me lo llevo un momento, ¿vale? — dice Carlos abrazándome por la espalda.

Supongo que ha visto mi cara de desesperación y la cara de la chica de decepción, porque me saca directamente de la pista y me da una palmada en la espalda a modo de ánimo. Nos dirigimos a la salida del pub y me siento en la acera. El frío es más que palpable, pero no me importa lo más mínimo, el alcohol ha hecho un gran trabajo.

—Tío, tienes que respirar — me dice dejando el cubata a mi lado y poniéndose frente a mí.

¿Me había olvidado de hacerlo?

Le hago caso y respiro lenta y profundamente, porque si no me dará un ataque de pánico y ella no está aquí.

—¿Qué te pasa?

—Valeria me pasa, bueno, en realidad, todo me pasa. La vida me pasa y no me estoy dando ni cuenta. Estoy estancado, estoy viviendo en un pasado que no es real, estoy con ella a muerte y... joder, me cago en mi vida, esto me está matando tío — a estas alturas no tengo casi aliento y estoy empezando a llorar. Su marcha ha destruido absolutamente todo.

—Mierda, tío... sé que estás clavadísimo con Valeria, pero tienes que pasar página, ella lo ha hecho y no ha mirado atrás, date cuenta, tío — me intenta animar, pero sus palabras son como agujas para mi pecho.

—Esa chica... te juro que he querido hacer algo con ella. Por un momento he llegado a pensar que ella podría ser capaz de sacarme a Valeria de la cabeza, aunque fuera un puto minuto, pero es imposible, no puedo hacer nada con nadie que no sea ella. Me ha jodido en todos y cada uno de los aspectos de mi vida, porque no puedo avanzar, estoy estancado. Todo me recuerda a ella. Ella es la persona en la que pienso cuando me voy a dormir y la persona en la que pienso cuando me despierto. No he cambiado las sábanas de mi cama porque todavía huelen a ella de la noche que pasamos juntos. Durmió conmigo, Carlos, lo hizo conmigo, se entregó a mí, y yo no le he entregado solo mi virginidad, le he entregado toda mi vida, mi alma y pensaba que éramos un mismo ser, pero no he podido estar más equivocado.

» Esta dependencia emocional que siento por ella está acabando con todo lo bueno que hay en mí. Literalmente, se me ha pasado por la cabeza incluso hasta quitarme la vida, porque sin ella no soy nadie, de verdad. No soy nada. Ella era mi familia, el amor de mi vida, mi segunda oportunidad en este mundo de locos. Estoy jodido y eternamente enamorado hasta la médula, y daría mi vida por ella si fuera necesario, pero no puedo más, de verdad que no tío. Necesito salir de aquí, necesito verla, hablar con ella y aclarar esto, no puedo dejar que seamos un casi algo, porque esto me está comiendo por dentro.

Miro a Carlos como si le suplicara ayuda. Él asiente, deja el cubata en el suelo, se pasa la mano por la cara, suspira y me dice:

—Ethan, nos vamos a casa. Te voy a ayudar a encontrar a esa tía, te lo juro por lo más sagrado. Vamos a encontrar a Valeria, aunque sea lo último que haga.

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✨Perdoooooon, he tardado en llegar, pero aquí está✨

Espero que os guste este capítulo, y si es así, ya sabes, comentad mucho y dadle a la estrellita. Estoy abierta a sugerencias y opiniones, ya sabes ☺️

Gracias por leerme y quedaros conmigo, os quiero 💖

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