Extra V - FINAL

Extra V - Livvie

—¡Papá!

Dejo de tocar un momento la guitarra y levanto la cabeza, extrañado. ¿He oído algo?

—¡PAPAAAAAAAAAAAÁ!

Vale, he oído algo.

Y por la forma en que ha gritado, dejo la guitarra precipitadamente en el suelo y me apresuro a subir las escaleras. Escucho los sollozos por el pasillo y noto que se me encoge el pecho, tenso.

Abro la puerta de la derecha tan rápido que casi la arranco del marco y me quedo mirando la habitación púrpura y blanca. Parpadeo, revisando cada mueble hasta darme cuenta de que el grito no venía de ahí, sino del cuarto de baño que tengo a mi espalda.

Esta vez, al abrir la puerta, me la encuentro a ella sentada en la taza cerrada del inodoro.

—¿Qué pasa, Livvie?

—¡Papá, ven! —dice, lloriqueando.

Me acerco enseguida. Tiene la cabeza agachada y siguen cayéndole lágrimas por las mejillas.

—¿Qué pasa? —repito—. ¿Te has hecho daño?

—N-no...

—¿Entonces?

—Yo...

No responde, solo hace un ademán de limpiarse la cara con la manga del vestido. Me apresuro a detenerla y le doy el papel higiénico, con el que se limpia mejor la cara.

Livvie ya no es ninguna cría, lo sé, pero cuando me mira así de fijamente con los ojos llenos de lágrimas —esos ojos entre el azul y el verde que Brooke adora porque ha heredado de mí—, la cara pálida enmarcada por el pelo oscuro y ese mohín en los labios... es como si volviera a tener cinco años. Pero no.

Tiene once, pero cuando hablaba en plan listilla casi parecía que tenía dieciséis.

—¿Qué? —repito, impaciente.

—Es que... yo... yo...

—Liv, si has hecho algo malo, llorar no te va a librar.

Por un momento, deja de hacerlo para poner los ojos en blanco.

—Eso ya lo sé, amargado.

—Muy bonito, decirle eso a tu padre.

—¡Papá, estoy en medio de una crisis! ¿No puedes centrarte en eso?

—¡Es que no me dices qué te pasa!

Ella abre la boca, pero vuelve a cerrarla. En lugar de decirme nada, echa una ojeada a un lado y me hace gestos con la cabeza para que mire ahí.

Me giro, extrañado, y me quedo de piedra cuando veo una bola de pelo gris y fea ahí tumbada.

—¿Eso es... un gato?

—Sí...

Me giro hacia ella con una ceja enarcada. Creo que es la única persona en el mundo —a parte de Brooke— que no se encoge cuando hago eso. Solo sabe que ha hecho algo mal y se mira las manos, nerviosa.

—¿Y qué hace aquí, Livvie?

—Yo... um...

—Porque no recuerdo que tuviéramos gato la última vez que me fijé.

—Yaaaaa... je, je...

—¿Algo que decir al respecto?

—Es que... mhm...

—¿De dónde lo has sacado?

—¡Estaba en la calle, solito!

—¿En la calle? ¿Y cómo sabes que no se lo has robado a alguien?

—¡Porque hace semanas que está ahí! ¡Lo veo cada vez que vuelvo del colegio con mamá! Vi a un hombre abandonarlo y no se ha movido desde entonces. Creo esperaba a que volviera, pero no... no... no podía dejarlo ahí. Estaba lloviendo. Y el pobrecito estaba solito en la lluvia... me lo he metido en el bolsillo del abrigo y... mhm... nos hemos hecho amigos.

Cuando vuelve a hacer un ademán de llorar, suspiro.

—Livvie...

—¡Por favor, no lo eches!

—...lo que has hecho está muy bien. Tienes un buen corazón y lo sé, pero...

—¡Papá, no puedes echarlo! ¡Está solito!

—Livvie, no sabes cuidar a un gato.

—¿Y qué? ¡Aprenderé! ¿Cómo te sentirías tú si todo el mundo te diera la espalda y tuvieras que buscarte tú mismo la vida siendo pequeñito? ¿No te gustaría un poco de ayuda?

Me quedo callado un momento al recordar mi adolescencia. Cómo todo el mundo me dio la espalda cuando se extendió lo que supuestamente había hecho a esa chica de mi clase. Nadie me ayudó.

De hecho, no me sentí realmente aceptado hasta que me uní a la banda. Y no me sentí realmente completo otra vez hasta que conocí a Brooke.

—Mamá ha dicho que le recuerda un poco a ti —añade ella—. Todo el rato protesta e intenta dormir.

—Espera, ¿mamá? ¿Tu madre sabe que has traído a esa bola de pelo?

—¡Te he dicho que lo veo cuando vuelvo del cole con mamá!

—¿Y estaba de acuerdo?

—¡Sí!

—¿Y el gato ha querido venir? ¿En serio?

—Sí... bueno... todo el rato bufaba a todo el mundo que no fuera yo. Creo que no le gusta mucho la gente —ella sonríe maliciosamente—. Mamá ha dicho que en eso también se parece a ti.

—Qué graciosa es tu madre...

Suspiro y vuelvo a mirar la bola de pelo. Solo le veo el culo porque está tumbado detrás del cesto de ropa sucia.

—¿Por eso gritabas y llorabas? —pregunto, extrañado.

De pronto, a Livvie se le vuelven a llenar los ojos de lágrimas.

—N-no, es que... no... no se mueve.

Entreabro los labios al instante.

—¿Cómo?

—No se mueve. Lleva así... mucho rato. C-creo que... que...

—Vale, cálmate —le pongo una mano en el hombro cuando vuelve a lloriquear—. Yo me ocupo.

—V-vale...

Aparto el cesto de ropa sucia y efectivamente veo al gato más feo que he visto en mi vida tumbado en el suelo con los ojos cerrados y la boca abierta. Livvie suelta otro sollozo cuando me acerco e intento moverlo, pero no reacciona.

Mierda.

Cierro los ojos un momento. No sé cómo decirle esto. Es una niña muy sensible. Lo último que necesitaba hoy era un trauma por un gato muer...

Me detengo cuando veo que su estómago sube y vuelve a bajar.

No puede ser.

—No está muerto, Livvie, está dormido.

—¿Eh?

—Míralo. Está tan dormido que ni se entera de nada.

Livvie se acerca enseguida y se inclina a mi lado sobre el gato, poniéndole un dedo en el estómago. En cuanto nota que sube y baja acompasadamente, suelta un ensordecedor chillido de alegría y me rodea el cuello con los brazos felizmente.

Ni siquiera eso ha despertado al puto gato feo.

—Dime que nos lo quedaremos —me suplica ella, separándose un poco—. Por favor, papá.

—Livvie...

—¡Yo lo cuidaré! ¡Lo prometo! ¡Lo juro!

—No es un juguete. Es un ser vivo. Y no puedes tenerlo por capricho.

—¡No es capricho, es amor! ¡Es mi amigo!

—Si solo duerme.

—¡A mí me gusta así! —hace una pausa y se le ilumina la mirada al girarse hacia mí de nuevo—. ¡Si no lo cuido bien, no volveré a tocar un instrumento en mi vida!

Me detengo de golpe, sorprendido, y me giro hacia ella.

—¿Lo juras? —entrecierro los ojos.

—Lo juro —se lleva una mano al corazón.

—Un juramento es muy serio, Livvie. No puedes romperlo.

—¡No lo haré!

—¿Dejarías incluso el piano? ¿En serio?

—¡Lo juro!

—Vaya —levanto las cejas—. Sí que te ha caído bien la bola de pelo.

Ella ahoga un grito, entusiasmada.

—¡¿ESO ES UN SÍ?!

Pongo los ojos en blanco.

—Supongo que s...

—¡AAAAAAAHHH, ERES EL MEJOR!

—No soy...

—¡Seguro que luego os lleváis genial, estáis igual de amargados!

—Sigue así y puede que cambie de opinión.

—¡Eres el mejor padre del mundo! —corrige al instante.

—Eso está mejor.

Sonríe como un angelito cuando me pongo de pie y ella se mantiene agarrada a mí como un koala, de piernas y brazos.

—¿Le has dado de comer? —pregunto.

—¡Sí! Y de beber. Y ha encontrado un juguete. Una de mis muñecas. Ha empezado a morderla y creo que le ha gustado.

—Madre mía...

—¿Crees que debería dejarlo dormir?

—Desde luego, no va a despertarse en un futuro cercano.

—Entonces, ¡vamos a cocinar algo! —me dice, entusiasmada—. Antes de que venga mamá. Para dar la bienvenida a Pelusa.

—¿A... Pelusa? ¿Ese es el mejor nombre que se te ha ocurrido?

—Lo único que ha hecho desde que ha llegado ha sido escupir una pelusa... pensé que era una señal del destino.

Niego con la cabeza mientras salgo del cuarto de baño y apago la luz todavía sujetándola. Livvie parece encantada cuando empezamos a bajar las escaleras.

—Bueno, ¿qué cocinamos? ¿Algo dulce? ¿Salado?

—Tu madre es más de dulce.

—¡Pues dulce! ¡Un pastel de chocolate! ¡O una mousse! ¡O un bizcocho! ¡O cupcakes! ¡O tiramisú! Ooooooohhhhh... ¡ya lo sé! ¡Podríamos hacerle galletas de esas con trocitos de chocolate!

Cuando se emociona así por cualquier tontería, me recuerda a cierta señorita que ya no hace ni falta mencionar.

Sonrío y asiento con la cabeza.

—Parece un buen plan, Livvie.

—¡Y también podemos celebrar que después de este verano por fin empiezo el instituto!

Pongo una mueca al instante.

—No me lo recuerdes.

Ella sonríe como un angelito y me pincha la mejilla con un dedo.

La dejo en el suelo de la cocina y parece que se le pasa el berrinche cuando va dando saltitos hasta la despensa para empezar a rebuscar ingredientes.

—Oye, papá.

Me apoyo en la encimera con la cadera y la miro.

—Dime.

—Tú me dijiste que no habías conocido a mamá en el instituto.

—Y no lo hice.

—¿Y cómo fue?

—En una fiesta después de un concierto.

Ella me mira con curiosidad.

—¿Y qué fue lo primero que pensaste de ella?

Intento no sonreír con todas mis fuerzas cuando me encojo de hombros.

—Mejor pregúntamelo dentro de unos años.

—¿Qué? —pone un mohín—. ¿Por qué no?

—Porque no lo entenderías.

—¡Que sí!

—Créeme, no lo harías.

En cuando veo que empezaba a ponerme mala cara, suspiro y me acerco para ayudarla con sus galletitas. Enseguida cambia la mueca por otra entusiasmada.

—¿Algún día me hablarás de vuestra relación?

—No.

—¡Nunca lo haces!

—Porque eres joven e inocente y prefiero que sigas así por unos cuantos años.

—Pues ya me lo explicarás cuando te presente al amor de mi vida y yo también pueda contarte cómo lo conocí.

—Más te vale no presentarme a nadie hasta los treinta años.

—¿Treinta...? ¡Si para eso falta una eternidad!

—Veo que me entiendes.

Ella esboza una pequeña sonrisita.

—No te preocupes, ya nos veremos a escondidas.


FIN


Aaaaaay, ya se ha terminado, qué mal :(

(O qué bien, depende de cómo lo mires)

En verdad parece que han pasado años desde que empecé este libro y no tenía NI IDEA de qué iba a terminar siendo JAJAJA. Para que os hagáis una idea, había personajes que ni siquiera iban a existir (como Liam, entre otros), así que imaginaos el nivel de cambios que ha tenido la historia con el tiempo.

Bueno, quería aprovechar que este es el final para agradeceros que hayáis llegado hasta aquí. Esta historia es muy especial para mí y ver que os ha gustado significa muchísimo :D

Y ya que estamos hago mi pequeña reflexión moral del día: una de las razones por las que quería hacer una historia con un protagonista como Jared es porque creo que muchas veces este tipo de trastornos están muy criminalizados (de hecho, en la historia Jared cree que es menos valioso que los demás precisamente por eso, y lo hice a propósito, quería que fuera el ejemplo de ello) y... no sé, quería aportar mi granito de arena para que se viera que tener un trastorno no equivale a no poder tener una vida plenamente normal y disfrutar de ella❤

Por cierto, antes de que nadie pregunte: no sé si haré más libros. De hecho, no sabía ni de qué sería el último extra hasta hace unos días jajajaja. 

Así que no descarto hacer otro libro en el futuro, pero ahora mismo creo que la historia merece tomarse un respiro :)

Dicho esto, ¡me despido de vosotrxs! Ojalá nos volvamos a ver en otras historias, ha sido un placer escribir esta, leer vuestros comentarios y contaros la historia de nuestra fotógrafa torpe y nuestro guitarrista rarito *hace una reverencia*

Un beso, mis amores. Nos vemos muy pronto❤


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