Epílogo

Dos años después

Jared

—¿Y cómo estás?

Resoplo y me paso una mano por la cara. El doctor Pearson me mira con su sonrisita amable. Esa que no puedo soportar.

—Estaba mejor en el pasillo —mascullo.

—No seas así —él parece incluso divertido con la idea—, esta terapia es para ti, no para mí.

—Pues parece que te lo pasas mejor tú que yo.

—Vamos, ayúdame un poco —entrelaza los dedos, sonriendo—. Llevamos aquí casi una hora y apenas hemos hablado de nada importante.

—¿Solo ha pasado una hora?

De nuevo, no se irrita. ¿Es que este hombre es de piedra? Suspiro.

—¿Qué quieres saber? —pregunto directamente.

—Para empezar... ¿por qué has venido? No tenías hora hasta la semana que viene. Me ha sorprendido gratamente que me llamaras.

—No ha sido por mí. Brooke ha insistido.

Eso no parece sorprenderlo en absoluto.

—¿No te ha dicho por qué?

—Supongo que está preocupada —me encojo de hombros.

—Bueno, es natural que lo esté. Te quitamos la medicación hace unas semanas —comenta, mirando sus papeles—, ya habías cumplido los dos años de tratamiento... aunque ya sabes que siempre podemos alargarlo de ser necesario, eso depende de ti. ¿Cómo te encuentras?

—Perfectamente.

—¿Seguro? ¿Sin episodios o...?

—Perfectamente —repito.

—¿Has estado escribiendo en el diario que te pedí?

Pongo los ojos en blanco.

—Sí.

Él sonríe un poco.

—¿Puedo deducir que tu novia te ha obligado a hacerme caso?

Le pongo mala cara, y es todo lo que necesita para confirmarlo.

—Bien —parece satisfecho con mis respuestas—. En todo caso, ya te lo he dicho, sabes que puedes pedir que te restablezcamos la medicación durante unos años más si crees que...

—No hace falta —le aseguro enseguida.

—Bien —repite—. Entonces, háblame de tu vida actual.

—Mi vida actual —murmuro, acomodándome mejor en mi sillón y suspirando—. No hay mucho que contar, la verdad.

—Bueno, yo no diría eso. De hecho, diría que ahora mismo estás experimentando muchos cambios. Si te sientes abrumado o bajo presión, es perfectamente comprensible. Recuerda hablar con alguien cercano a ti siempre que lo necesites. Es muy importante.

Al instante, unos ojos azules y una sonrisita divertida me vienen a la cabeza. Esbozo media sonrisa.

—Lo hago —murmuro.

—Perfecto. ¿Por qué no me hablas de tus planes de futuro, entonces? Me dijiste que te estabas mudando.

—Sí, pero ya casi he terminado.

—¿Comprar esa casa fue una decisión impulsiva o algo a lo que dedicaste tiempo a considerar?

—¿Me preguntas si la compré porque estaba en medio de un episodio psicótico?

Él intenta no decirlo directamente, pero por la cara que pone ya puedo deducirlo.

—Créeme, lo pensé durante mucho tiempo. Durante casi un año.

—¿No estabas conforme con tu otra casa?

—Supongo que sí, pero... —me encojo de hombros, pensativo—. No lo sé. Creo que ya no estaba del todo feliz ahí. De alguna forma... no sentía que fuera un hogar. Además, Brooke me ha estado dejando indirectas bastante directas durante meses sobre mudarnos juntos a otro lugar, así que empecé a pensarlo y... bueno, a mí también me apeteció.

—¿Y por qué esperar unos meses?

—En realidad, he esperado dos años.

—¿Por qué?

—Quería regalárselo a Brooke por su graduación. Fue hace una semana.

Pearson se queda mirándome un momento antes de asentir con la cabeza.

—Debió estar entusiasmada.

—Ni te lo imaginas —no puedo evitar sonreír un poco.

Recuerdo estar nervioso durante toda la ceremonia, ahí sentado en el público entre sus padres y sus amigos. Recuerdo a Brooke con una gran sonrisa recogiendo su diploma cuando la llamaron al escenario. Y recuerdo también los gritos y el abrazo efusivo cuando le enseñé las nuevas llaves.

Y la celebración posterior cuando fuimos al apartamento, claro. 

En realidad, me daba algo de miedo regalarle eso. No sabía si querría ser ella quien eligiera la casa, pero pareció bastante conforme. De hecho, más que conforme, parecía entusiasmada. Yo la había elegido cerca de casa de sus padres y de mi madre —para que ella estuviera contenta—, pero lo suficientemente lejos como para que no nos agobiaran continuamente —para que yo estuviera contento—. 

Y en un lugar donde absolutamente nadie me conocía. Era perfecto.

Era la casa perfecta. Lo supe en cuanto la vi. Y, menos mal, Brooke también lo supo en cuanto se la enseñé.

Empezamos la mudanza hace una semana y, pese a que ya tenemos todas las cajas ahí, estamos tardando una eternidad en colocarlo todo. Según mi opinión, es porque los dos somos unos vagos. Según la opinión de Brooke, es que estamos demasiado ocupados estrenando cada habitación de la casa —de la mejor forma posible— como para deshacer cajas.

La verdad es que si mis opciones son desembalar cajas o estrenar más habitaciones con Brooke... que jodan a las cajas.

—Debe ser una casa preciosa —Pearson me devuelve a la realidad.

—No está mal —murmuro.

—Debiste estar orgulloso de tu novia el día de su graduación.

—Pues claro que lo estuve. ¿Cómo no iba a estarlo?

—Supongo que Brooke quiere seguir dedicándose a la fotografía.

—Sí. Ese es su plan.

—¿Y el tuyo? —me observa detenidamente—, porque has estado algo inactivo desde que tuviste que dejar la banda.

Sí, la verdad es que lo he estado.

Nadie fue demasiado feliz con la noticia, pero la verdad es que yo sentí un alivio tremendo. Como si me hubiera quitado de encima el peso que me impedía alejarme de todo ese mundo. Además, no me necesitaba de verdad. Solo tenían que encontrar otro guitarrista.

Bueno... y a otro cantante, porque Kevin había decidido dejar la banda casi al mismo tiempo que yo. Había venido a decírmelo él mismo. Me quedé mirándolo con una mueca cuando me dijo que estaba cansado de ese estilo de vida. No me podía creer que por fin estuviera saliendo de la boca de Kevin algo coherente.

Bueno, la verdad es que me gustaba el nuevo Kevin. Mucho más que el anterior. Esperaba que siguiera así.

La que quizá no lo esperaba era la amiga de Brooke. Creo que él había cortado definitivamente con ella y no estaba muy feliz con la situación. Durante la fiesta de inauguración de hace unos días en nuestra casa, se encontraron y no dejé de ver miradas furiosas de ella hacia Kev. Él hizo todo lo que pudo y más por ignorarla. Y lo consiguió.

Volviendo al tema de la banda... Ally y Hunter nos pidieron ayuda enseguida para encontrar a nuestros sustitutos. El cantante fue especialmente fácil —y recomendación de Brooke, por cierto, creo que era el idiota que había intentado ligar con ella en una boda—, así que el problema principal fue encontrar un guitarrista. 

Y al final el novio de Cassie, Mitchell, fue el elegido para sustituirme. 

Era un poco novato y no llegaba bien a los acordes de algunas canciones, pero me sorprendió gratamente de todas formas. Lo estuve ayudando durante todo su primer año e incluso modificamos entre los dos algunas canciones para que fueran más lentas y pudiera seguirlas, pero la verdad es que el chico no era malo. Un poco nervioso, quizá. Le temblaban continuamente las manos. 

Cassie decía que era culpa mía porque le daba miedo. Yo decía que no era cierto. Y Brooke estaba de parte de ella, claro.

El caso es que yo había estado tan ocupado con eso que... sí, no había hecho gran cosa. Solo había estado yendo a rehabilitación, cuidándome —cuidando también a Brooke, mi pasatiempo favorito—, e intentando volver a tocar la guitarra. Tardé dos meses en poder sujetarla. Y otro puñado de meses en poder tocar medianamente bien. Ahora que más o menos puedo usar mejor la mano, sigo sin ser tan bueno como antes pero al menos puedo tocar algunas canciones.

—Tengo... algunas ideas —digo finalmente.

—Oh, perfecto. Los planes de futuro siempre son un buen precedente. ¿Qué planes?

—El que más me gusta es el de... mhm... abrir una tienda de música.

Él parece sinceramente sorprendido, al igual que Brooke cuando se lo dije. Ella se quedó mirándome unos segundos antes de sonreír ampliamente y preguntarme si daría clases de guitarra, para apuntarse ella.

Nunca me cansaría de ese entusiasmo.

—¿Una tienda de música? —repite él.

—Sí. Ya sabes, con instrumentos, piezas, vinilos... todo eso.

—Estoy sorprendido —admite—. Ese trabajo sería de cara al público.

—Lo sé. No me importa.

—Pero podrías utilizar tu nombre para abrir tu propia discográfica —me dice, confuso—. Y ya empezaría siendo un éxito.

—No quiero una discográfica.

—¿Y qué quieres?

—Vivir tranquilo con Brooke —sonrío de lado—. Y abrir una tienda de música.

Él sonríe y niega con la cabeza. Parece que va a decir algo, pero se detiene cuando suena un pequeño pitido que anuncia que se ha terminado esta hora eterna. Aprovecho su despiste y me pongo de pie, por lo que a él no le queda otra que imitarme.

—Bueno, nos vemos la semana que viene —sonríe—. Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme.

—Dos años y medio, y todavía no sabes que nunca voy a llamarte.

Él empieza a reírse y me acompaña a la puerta.

—Me conformo con que mis pacientes estén bien. Hasta la semana que viene, Jed.

Salgo a la sala de espera y busco con la mirada a Brooke, que está sentada en una de las sillas mordiéndose el labio inferior y leyendo una revista con bastante interés. Ni siquiera se da cuenta de que me acerco hasta que estoy justo a su lado.

—¿Cuándo demonios se olvidarán de ti? —protesta de mala gana, dejando la revista a un lado.

Echo una ojeada a la página que estaba leyendo y veo una foto mía. No quiero saber qué pone, la verdad. No me interesa. Me interesa más la chica que ahora se está poniendo de pie, malhumorada, y se cruza de brazos.

—Como vea a uno de esos fotógrafos... —sacude la cabeza—. Bueno, espero que no te importe visitarme en la cárcel.

—No dejaría que te llevaran a la cárcel. Seríamos fugitivos juntos.

—Es lo más romántico que me han dicho jamás —bromea antes de acercarse y ponerse algo más seria—. ¿Cómo ha ido? ¿Todo bien?

—Todo tan aburrido como siempre —le aseguro.

—Genial —sonríe ampliamente—. Pues vamos a casa. Me muero de hambre.

Dejo que me tome de la mano y me guíe hacia la puerta. No puedo evitar recorrerla con la mirada. La verdad es que hasta hace poco odiaba el verano y el calor, pero desde que ella se pone estos vestidos y pantalones cortos, me gusta más. Considerablemente más.

—¿Qué tipo de hambre? —pregunto al salir del edificio.

—Del tipo inocente —me mira por encima del hombro y sonríe, negando con la cabeza—. Siempre con eso en mente...

—Es que tengo estímulos exteriores.

—Muy bien, pero saca las llaves. ¡Quiero conducir yo!

Pongo los ojos en blanco, pero se las dejo. Ella se sacó el carné poco después de que yo saliera del hospital. Dijo que era porque yo no podía conducir —que era cierto—, pero sospecho que era algo que había querido hacer por mucho tiempo. Además, no estaba mal ser yo el que se sentaba a observarla mientras conducía de vez en cuando.

En cuanto arranca el coche, pone el aire acondicionado y se quita el pelo de encima del hombro, resoplando.

—Qué calor.

—Ya te digo.

—¡Estoy hablando del clima!

—Yo no.

—Eso ya lo sé —suena irritada, pero en realidad está sonriendo cuando empieza a conducir—. Bueno, ¿qué tal? ¿Qué te ha dicho?

Normalmente vengo solo a terapia, pero hoy ella necesitaba ir a no sé dónde y ha decidido acompañarme. Me recuesto mejor en el asiento, mirándola.

—Muchas cosas. He estado ahí dentro una hora.

—Qué gracioso. Ya sabes a lo que me refiero.

A la medicación. ¿Por qué le preocupa tanto esto de repente? Ya le he dicho que estoy bien.

—Me ha dicho que estoy bien —me encojo de hombros—. A no ser que pida lo contrario, puedo seguir sin tomar nada.

—Bien... —ella traga saliva—. Bien.

La miro de reojo, extrañado.

—¿Todo bien, Rocky?

—Sí —me asegura enseguida—. Es decir... tú estás bien, ¿no?

—Ya sabes que sí.

—Vale —murmura.

Y no me ha gustado mucho cómo lo ha dicho. Ha sonado muy tensa. La sigo observando por unos segundos y sé que ella es perfectamente consciente de ello —igual que yo lo soy cuando me mira a mí—, pero finge que no es así.

¿Por qué se pone así por la medicación? Durante estos días no ha dicho nada. O quizá ha estado preocupada igual y no me he dado cuenta, aunque me extrañaría. Aunque con lo de la mudanza he estado bastante distraído.

—¿Qué pasa? —pregunto directamente.

Ella tarda unos segundos en responder, y lo hace tras un suspiro.

—Nada —dice finalmente—. Es solo que... bueno, no quiero que de repente... no lo sé.

—Brooke, estoy bien. Sabes que estoy bien.

—Sí, vale, pero... si no lo estás... avísame, ¿vale? Enseguida.

No parece tener ganas de hablar mucho más del tema, así que decido respetarlo. Alargo la mano hacia su nuca y le aparto unos cuantos mechones que se ha dejado antes sobre el hombro. Noto que se relaja cuando le acaricio la nuca con los dedos.

—¿Quieres que cocine yo esta noche? —pregunto.

Eso hace que se relaje definitivamente, así que me sonríe un poco.

—Si, porque si cocino yo... vamos a tener que reformar la casa. Y sería una pena, estando tan nueva.

Ella zanja la conversación subiendo el volumen y yo respeto el silencio, suspirando y mirando por la ventanilla.

En cuanto llegamos a nuestra nueva y típica casa de vecindario parecida a la de mi madre —cuya apariencia Brooke adora y a mí me da bastante igual—, ella abre el garaje y mete el coche en él. Mientras entro en casa, veo que ella se detiene un momento en el coche y recoge lo que sea que ido a comprar. Es una bolsa pequeña, pero no puedo ver lo que hay dentro. Me detengo en el pasillo y la miro con curiosidad.

—¿Qué estás escondiendo?

Brooke da un respingo y lo esconde tras su espalda. Por la forma en que se ruboriza, sé que es no va a decírmelo... por ahora. 

Creo que será una de esas cosas que a ella le avergüenzan y a mí me encantan. Mis favoritas.

—N-nada.

—Parece algo.

—Oye, ¿me meto yo con lo que te compras?

—Constantemente.

—¡Pero yo soy una adulta responsable!

—¿Y yo no?

—Uf... —suspira dramáticamente, abanicándose—. Qué calor. Voy a ducharme.

En cuanto veo que empieza a subir las escaleras, me quedo mirando el corte de la falda con bastante interés.

—¿Necesitas compañía? —pregunto, empezando a seguirla.

—¡No!

Me detengo de golpe, sorprendido, cuando ella se gira hacia mí bruscamente. De nuevo, se ruboriza violentamente.

—Es decir... ejem... tú empieza a cocinar. Yo vendré en un rato, ¿eh? Sin prisas.

Y desparece correteando por el pasillo de arriba. Apenas pasan unos segundos hasta que oigo la puerta del cuarto de baño cerrarse de golpe.

Bueno, habrá que esperar a después de cenar.

Pongo música de fondo y empiezo a cocinar la cena. Intento hacerle algo que le guste especialmente porque me da la sensación de que hoy está más tensa que de costumbre. Ya casi estoy listo cuando, mientras remuevo el contenido de una sartén, noto unos brazos delgados rodeándome desde atrás. Sonrío ligeramente al ver el tatuaje de la flor de su muñeca.

—¿Qué hacías ahí arriba?

—Nada —dice con voz inocente—. ¿Qué hacías tú aquí abajo?

—Ser tu esclavo y cocinarte la cena.

Empieza a reírse cuando tiene que apartarse para que pueda meter toda la comida en dos platos. Se queda a un lado y pone la mesa mientras yo los llevo ahí. En cuanto llego, veo que está de pie con mi móvil en la mano, cambiando la música. No tarda en encontrar algo que le gusta, sonreír ampliamente y deslizarse a mi lado.

Pese a que la cena es bastante tranquila y me habla de lo que ha hecho hoy, sigo teniendo la sensación de que está nerviosa. De todos modos, la escucho. Ha tenido una reunión con Cris. Creo que ya está empezando a asumir que, a estas alturas, también es su manager. No le pido muchos detalles porque sé que no le gusta demasiado hablar de trabajo, pero me entero de lo esencial. Quieren que haga una sesión de fotos para una línea de ropa importante.

—¿A modelos? —pregunto, enarcando una ceja—. Pensé que yo era tu única musa.

—Bueno, estoy expandiendo mis horizontes.

—¿También los expandiste cuando me dejaste hacerte fotos sin...?

—¡No hables de esas cosas! —protesta enseguida, avergonzada.

—¿Por qué no? A mí me encantó.

—A mí no.

Empiezo a reírme.

—Sí que te encantó.

—¡Que no hables de eso! —me pone mala cara y me sube la mano del tenedor a la boca—. Come y calla.

Sonrío y sigo comiendo obedientemente, aunque ambos sabemos que el tema volverá a surgir. Esperemos que lo haga para poder repetir. Fue una gran experiencia.

Sin embargo, empiezo a notar que se tensa a medida que pasan los minutos. En cuanto terminamos de lavar los platos, hago un ademán de ir al sofá, pero ella bosteza ruidosamente a propósito.

—¿Vamos directamente a la cama? —pregunta inocentemente.

Enarco una ceja, intrigado, y la sigo escaleras arriba. Ella ya se ha puesto un pijama. Bueno, en realidad se ha puesto unas bragas y una camiseta mía. Ya es más que suficiente. Incluso demasiado, para mi gusto.

De todos modos, la sigo hacia el dormitorio. Espero que me diga algo cuando llegamos, pero no lo hace, solo me echa una mirada de reojo y se acerca a la cama. Me acerco a ella, confuso.

—¿Algo va mal? —pregunto, ladeando la cabeza.

—¿Eh? —ella levanta la cabeza hacia mí—. No, no... solo estoy pensativa.

—Ya veo.

—¿No vas a cambiarte?

La dejo mordiéndose el labio inferior y voy a mi armario, quitándome la camiseta por el camino. La dejo junto a la guitarra que tengo apoyada junto a la ventana y estoy a punto de quitarme el cinturón cuando escucho que se aclara ruidosamente la garganta.

—Jared... tengo que preguntarte algo.

Me detengo y me giro hacia ella con curiosidad, la cual aumenta cuando veo que parece incluso más nerviosa que antes. Sigue mordisqueándose el labio inferior, aunque esta vez me mira fijamente.

—Muy bien —murmuro.

—No, tienes que... —cierra los ojos un momento—. Necesito que seas sincero. Al cien por cien.

—No empezaré a mentirte ahora. ¿Qué pasa?

Brooke parece tensa cuando respira hondo y da la vuelta a la cama para acercarse a mí. No puedo evitar fruncir un poco el ceño cuando se detiene y me sujeta la cara con las manos. No importa cuántas veces lo haya hecho ya, su suavidad siempre me pilla desprevenido.

—¿Qué pasa? —repito, cada vez más intrigado.

—¿Estás seguro de que estás bien? —pregunta finalmente—. ¿No te notas... raro?

—¿Raro?

—No lo sé, cariño. Como sea que te notes antes de... de... ya sabes... de tener un episodio.

Oh, así que me está revisando lo ojos. Dejo que los vea y parece relajarse un poco. 

—Me siento bien —le aseguro, confuso—. Brooke, ya te he dicho que serás la primera en enterarse si me...

—No, no es eso —sacude la cabeza y baja las manos a mis hombros—. Yo... necesito que estés sereno ahora mismo. Que lo estés de verdad.

—Estás empezando a darme miedo, ¿sabes?

—Hablo en serio.

Y es verdad. Me sorprende tanto lo seria y preocupada que parece de pronto que me tenso involuntariamente.

—¿Qué? —pregunto directamente.

Brooke me observa por unos segundos antes de inclinarse hacia delante y ponerse de puntillas para besarme en los labios. Lo hace tan suavemente que apenas puedo sentir el beso antes de que se separe y vaya a su lado de la cama. Enarco una ceja cuando se mete directamente en el cuarto de baño. 

Vale, ¿qué demonios?

Estoy a punto de ir a buscarla cuando aparece de nuevo con una expresión todavía más nerviosa.

—Brooke, ¿vas a decirme algo ya?

—Es... sí, solo necesito que...

—Estoy bien —repito por enésima vez.

Ella me observa fijamente por unos segundos antes de acercarse. Vuelve a revisarme antes de cerrar los ojos por lo que parece una eternidad.

Ya casi me he adelantado hacia ella para que reaccione cuando, de pronto, abre los ojos y corta la distancia entre nosotros. Noto que me sujeta una mano y me pone algo frío y alargado en ella. Justo cuando voy a bajar la mirada, ella me sujeta la mejilla con una mano y me obliga a mirarla.

—Solo... no te alteres, por favor —casi me suplica—. Puede ser un error o algo así.

—Me estás alterando más tú diciéndome que no me altere —le aseguro.

Ella traga saliva ruidosamente antes de asentir con la cabeza, pero sigue sin dejarme mirar abajo.

—Sabes que te amo, ¿no? —pregunta en voz baja.

Parpadeo, confuso, antes de asentir con la cabeza.

—Sí, pero...

—¿Y tú a mí?

Vuelvo a estar confuso por unos segundos. ¿A qué viene esto ahora?

—Claro que sí, Brooke, pero no entiendo qué...

—Mira abajo.

Cuando por fin me suelta la cara, soy incapaz de moverme por unos segundos. Noto que cada músculo de mi cuerpo se ha tensado y ni siquiera sé por qué.

Finalmente, bajó la mirada y noto que ella se remueve, incómoda, cuando abro el puño y veo un... ¿qué es esto?

—Dos rayas —murmura ella en voz baja—. Es... positivo.

¿Positivo? ¿Qué es positiv...?

Oh, no.

Me quedo paralizado.

Es un maldito test de embarazo.

Noto que me quedo congelado en mi lugar, mirándolo. Ni siquiera soy capaz de pensar nada, solo de mirarlo fijamente. Casi como si esperara que esas dos rayitas se convirtieran en una sola.

Todavía no sé ni cómo me siento cuando Brooke se adelanta y me levanta la barbilla con los dedos para que la mire. No sé qué cara debo tener, pero la suya es de tensión pura.

—No es seguro —me asegura en voz baja—. Estos... estos tests pueden fallar, creo. Puedo ir a un ginecólogo y que nos confirme... o... o nos desmienta que...

—¿Y tus pastillas? —me escucho preguntar.

Ella aparta la mirada y me da la impresión de que se va a echar a llorar.

—Yo... las... olvidé tomármelas durante unos días —admite en voz baja antes de mirarme de nuevo—. Lo siento mucho, Jared. Te juro que se me olvidó. N-no sé que me pasó. Siempre me... me acuerdo de todo, pero... no lo sé... creo que ha sido por la m-mudanza y no... no lo sé. He tenido la cabeza tan... tan...

Se detiene y observa mi reacción con precaución.

—Por favor, dime que no te estás poniendo mal por esto.

Cierro los ojos un momento. Me estoy mareando. Vale, tengo que centrarme.

—¿Estás...? —la miro, sin ser capaz de pronunciar esa última palabra.

Brooke aprieta los labios como si fuera a llorar.

—Yo... hace dos semanas que debería haberme bajado la regla... n-no... no sé... pensé que quizá me estaba precipitando, pero hoy he ido a comprar eso y... yo... lo siento, Jared, no sé... no sé ni qué decir que haga que...

—¿Por qué te estás disculpando?

Ella parpadea unas cuantas veces, mirándome sorprendida.

—Porque ha sido por mi culpa —murmura—. Si no se me hubiera olvidado.

—Brooke, ha sido un error. ¿Te cuento todos los que cometo yo al día?

—Pero no es lo mismo. Las consecuencias de mi error s-son... tú... yo...

Agacha la cabeza y por la forma en que le tiembla el labio ya no puedo mantenerme al margen más tiempo. Dejo la prueba sobre la cama y me acerco a ella. Se niega a mirarme aunque le sostengo la cara con ambas manos.

—Brooke, escúchame...

—De verdad que los siento —repite—. Soy un desastre. Antes siempre se me olvidaban, pero como mi vida sexual daba pena, no pasaba nada... pero ahora...

—Brooke —esta vez intento sonar más contundente—, mírame.

Ella levanta por fin la cabeza y casi me entran ganas de partir la prueba en dos cuando veo que tiene esos ojos azules llenos de lágrimas. Pero ahora no puedo hacer eso. Prefiero centrarme en que ella se sienta mejor, así que respiro hondo y me acerco un poco más.

—¿Te acuerdas de que me debes tres preguntas?

Brooke parecía tensa hace un momento, pero toda tensión desaparece por un momento para dejar paso a la confusión.

—¿Cómo?

—¿Ya no te acuerdas? Menuda novia estás hecha.

—Y-yo... sí me acuerdo, pero fue hace mucho tiempo.

—Lo sé.

—¿Y... y a qué viene ahora? —frunce el ceño—. Jared, tenemos un problema. Tenemos que hablar de...

—Escúchame —repito—, me debes tres preguntas. Me prometiste que serías sincera, ¿recuerdas?

Por fin parece escucharme. Asiente una vez con la cabeza, dubitativa.

—Bien. Sé sincera.

—Vale —murmura.

Respiro hondo.

—¿Quieres ser madre?

Ella me observa por unos segundos antes de sorber la nariz y asentir con la cabeza.

—Siempre he querido serlo —murmura—. Pero... no quiero serlo si tú no estás preparado.

—Olvídate de mí. Solo responde.

—Oye, no me des órdenes —protesta.

—Te recuerdo que es lo que haces tú continuamente.

—Pero nunca me haces caso.

—Lo mismo te digo.

Sonríe, un poco más calmada.

—¿Segunda pregunta? —enarca una ceja.

Trago saliva con fuerza. Me da la sensación de que tengo un nudo en la garganta. Ella sigue observándome, así que me obligo a hablar.

—¿Crees... crees que yo podría llegar a ser un buen padre?

Brooke no reacciona por unos segundos. Hasta que sonríe y pone la mano encima de una de las mías, en su mejilla.

—¿Eso es lo que te preocupa? —pregunta suavemente.

Noto que me incomodo cuando me pone esa sonrisa tierna y piadosa.

—No —miento.

—¿No has dicho que no empezarías con las mentiras?

—Sí —corrijo de mala gana.

Brooke me sorprende al adelantarse para quitar mis manos de sus mejillas y ponerme las suyas en los hombros.

—No me puedo creer que tenga que aclararte esto —murmura, negando con la cabeza.

—Entonces, me lo tomaré como un no.

—¡Oh, vamos, Jared! Pues claro que sí serías un padre maravilloso. Ni siquiera lo he dudado en ningún momento. No podría haber elegido mejor. Jamás.

Me quedo mirándola fijamente, pasmado. No me puedo creer que alguien haya dicho tantas cosas buenas y todas sean sobre mí. Creo que sigo sorprendido cuando tira de mí para besarme en la comisura de los labios.

—Has desperdiciado una pregunta —sacude la cabeza.

—No lo he hecho.

No, no lo he hecho. En absoluto. Noto que lo que hasta ahora era terror empieza a transformarse lentamente en algo que solo he sentido unas pocas veces en mi vida. Y todas ellas han estado relacionadas con Brooke.

—Bueno... —ella ladea la cabeza—, la verdad es que me da miedo preguntar por la tercera.

Suelto una corta risa, burlón.

—Si no quieres, no te pregunto nadie más.

—¡Sí que quiero! —me asegura enseguida—. ¿Y bien? ¿Cuál es?

La miro durante lo que parece una eternidad, pero a ninguno de los dos le importa en lo más mínimo. Podría estar mirándola durante horas. 

De hecho, creo que nunca me cansaré de hacerlo.

Igual que sé que tampoco me cansaré nunca de mirar a una versión pequeña de ella... o de mí.

—¿Jared? —insiste, intrigada—. ¿Cuál es la tercera pregunta?

Le dedico una pequeña sonrisa.

—¿Qué nombre le ponemos?

FIN



Ay, qué penita. No quiero terminar este libro :(

Bueeeeeno, todavía no me despido oficialmente. 

Porque... ¡dentro de unos días empezaré a subir los extras! *pausa para aplausos*

Van a ser cuatro o cinco —todavía no estoy segura— y lo más seguro es que os pida ayuda para elegirlos en Instagram, así que nos veremos muy pronto con ellos :D

Y, si has llegado hasta aquí... mil gracias por leerme, te llevo en mi corazoncito oscuro


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top