Capítulo XXXVIII

XXXVIII - TIEMPO

Durante unos instantes, el silencio que se instala en la habitación es tan sofocante que siento que se me forma un nudo en la garganta, impidiéndome respirar. Mis ojos están irremediablemente clavados en las fotos del artículo, igual que los suyos. Y lo que me está causando más malestar es que no le veo la cara porque está girado hacia su móvil.

Tengo que decir algo. O igual debería decirlo él. No lo sé. Mi cerebro ha dejado de funcionar. Solo puedo mirar fijamente su móvil con la esperanza de despertarme de esta pesadilla.

Entonces, cuando empiezo a pensar que voy a desmayarme, veo que baja el móvil hasta que cae en su regazo y se gira hacia mí, pero soy incapaz de devolverle la mirada. ¿Por qué hace tanto calor aquí dentro?

—Y-yo... —empiezo torpemente, con un hilo de voz—, sé... sé lo que parece.

No dice nada. Y me atrevo a mirarlo. Casi siento que no debería haberlo hecho; tiene la mirada más fría que me ha dedicado en mi vida.

Oh, no.

—Yo... —repito como una idiota, cerrando brevemente los ojos para centrarme—, no sé... es decir... no...

—¿Las fotos son falsas? —sugiere.

Lo peor es que ni siquiera parece alterado. Solo... frío. Y yo, mientras, soy un manojo de nervios que va a ponerse a llorar de un momento a otro.

—No —admito en voz baja.

Un músculo se contrae en su mandíbula, pero eso es todo lo que me puede indicar que me ha oído. Por lo demás, su expresión no cambia en absoluto.

—Lo de Liam... es mi amigo, ya lo sabes.

—Liam no me importa, Brooke.

—Vale, y Brent... él... ¡yo nunca quise encontrármelo! Fue solo... el otro día... cuando fui a desayunar con mis amigos, estaba ahí y...

—¿Por qué no me lo dijiste?

—N-no lo sé... —¿por qué tengo ganas de llorar? Por favor, tengo que centrarme—. Pensé que no haría falta. No pasó nada.

—Brooke...

—No quería alterarte.

De pronto, frunce el ceño.

—¿Alterarme?

Y me doy cuenta de mi error. Me lo ha dicho muchas veces; su familia durante toda su vida ha evitado hablar con él de ciertos temas por miedo a que se alterara. Y él siempre lo ha odiado. De hecho, recuerdo que hace mucho tiempo me dijo que una de las cosas que más le gustaba de mí era que le contara todo, bueno y malo.

Mierda.

—Jared...

—¿Y lo de Sam?

Oh, oh.

—Eso... eso es... —me salen las palabras atropelladamente—. Es... complicado.

—¿Se quedó a dormir contigo?

—¡No... de esa forma!

—Entonces, ¿cómo?

¿Cómo demonios sigue sin levantar la voz? ¿Cómo demonios consigue que parezca que todo esto le está importando una mierda cuando yo sé que por dentro está igual o peor que yo?

—Él y Riley habían cortado —intento explicarme—, estaba triste y... y vino a disculparse conmigo. No tenía dónde ir y le ofrecí mi residencia porque...

—Solo tienes una cama —esta vez, el músculo en su mandíbula definitivamente se tensa—. Y el chico te había confesado que sentía algo por ti. Y te había besado.

—¡No hicimos nada, solo necesitaba un sitio donde dormir!

—¿Dormiste con él?

—Jared, ¡no pasó nada!

—¿Y por qué no me lo dijiste? —esta vez, se olvida de las apariencias y por primera vez deja entrever lo alterado que está, cosa que me sorprende tanto que me deja muda—. Podría haberle dejado mi habitación de invitados. Podría haberte invitado a ti y él habría tenido tu habitación entera para él solo. Había mil soluciones distintas, pero la que tú elegiste fue la de dormir con él.

Y, sin decir nada más, se pone de pie y deja el libro bruscamente en la mesita de noche. En cuanto desaparece por la puerta tardo unos segundos en reaccionar y seguirlo, aunque no sé si quiero escuchar lo que sea que tenga que decir ahora.

Logro alcanzarlo en el salón, aunque no hago un solo ademán de tocarlo. Solo me quedo de pie, nerviosa, mientras él me da la espalda y se pasa una mano por el pelo.

—Solo es un amigo —replico en voz baja.

Veo que sus hombros se tensan y se da la vuelta para mirarme.

—¿Has pensado en cómo te sentirías si fuera al revés? —pregunta directamente—. Imagínate que te digo que tengo una amiga que lleva toda la vida enamorada de mí, que me besó mientras estaba borracho, que cortó con su novio precisamente por eso y que al día siguiente vino a dormir conmigo. Que dormimos juntos en mi cama. ¿Cómo te sentirías, Brooke?

Vale, me volvería loca. Lo admito.

¡Pero no sé qué decir!

—Lo siento —es lo único que se me ocurre.

—¿Lo sientes? ¿El qué?

—Lo de... Sam.

Hay un momento de silencio antes de que se acerque a mí con el ceño fruncido.

—¿Te crees que estoy enfadado con el hecho en sí? —pregunta, entre la confusión y el enfado.

Yo sí que estoy confusa.

—¿No lo estás por eso?

—No, Brooke.

—¿Entonces...?

—¿Ya no te acuerdas de la discusión del otro día? ¿De cómo te pusiste porque no quise contarte un detalle de mi vida? ¿De todo lo que me soltaste diciendo que no confiaba en ti?

Abro la boca para decir algo, pero él me interrumpe.

—Mientras me lo decías, ¿realmente tú confiabas en mí?

—¡Claro que confío en ti!

—¿Y por qué no me dijiste lo de Sam?

—Porque pensé que tú...

Me interrumpo bruscamente a mí misma y él se echa hacia atrás, negando con la cabeza.

—Sí, porque pensaste que me enfadaría.

—Confío en ti —repito en voz baja.

—Me soltaste todo ese sermón sobre la confianza y quien no confiaba en el otro eras tú, no yo.

—Jared...

Él no responde. Se da la vuelta y veo que respira hondo. No sé qué decir. Vuelvo a tener ganas de llorar porque sé que realmente tiene razón. Me pasé todo el viaje en coche presionándolo porque se abriera a mí sin pensar en lo de Sam.

—No me acordaba —murmuro—. Yo... creo que te lo habría dicho de haberme acordado, pero con lo de ir a ver a tu fam...

—No —me detiene sin mirarme—. Ahora no.

No sé qué hacer ahora mismo. Hago un ademán de ponerle una mano en el hombro, pero me reprimo a mí misma y juego con el borde de mi camiseta. Necesito decir algo, pero no sé muy bien qué es. Y este silencio me está matando.

Al final, solo veo una posible solución a esto.

—Creo que debería irme a la residencia —murmuro.

No dice nada por unos segundos, pero entonces suspira y asiente sin mirarme.

—Yo te llevo —me dice en voz baja.

Casi hubiera preferido que se metiera en su habitación y me dejara sola para volver, porque el silencio que hay dentro del coche es todavía peor que el anterior. No decimos nada al subir, ni en el trayecto, ni tampoco cuando se detiene delante de mi residencia. Subo las escaleras con un nudo en la garganta y me quedo delante de mi puerta, suspirando.

—Anda, ¿quién eres tú? —escucho que canturrea Lexi detrás de mí, saliendo de su cuarto—. Hace casi una semana que no te veo. ¿Has estado haciendo cochinadas con tu guaperas tatuado?

Me giro hacia ella y, solo con mi expresión, su sonrisa se borra de golpe.

—¿Qué? —pregunta, repentinamente preocupada. No ha terminado de decirlo cuando se da cuenta—. Oh, ha visto las fotos.

—Claro que las ha visto —murmuro.

—¿Y se ha enfadado contigo? —pregunta, completamente descolocada—. ¿Jed?

—Sí, Lexi —soy un poco más brusca de lo que pretendía al responderle mientras abro la puerta.

Ella me sigue —cosa que agradezco— y cierra a su espalda. Yo me he dejado caer boca abajo en la cama con la barbilla apoyada en los brazos. Lexi se tumba a mi lado mirando el techo. Y no sé en qué momento siento que todo se derrumba, pero de pronto no puedo evitarlo y me pongo a llorar. Ella dice algo, pero no la entiendo. Lo único que siento es que se gira hacia mí y me da un abrazo, acariciándome la espalda con una mano.

Solo cuando me he relajado un poco pronuncia las palabras mágicas:

—¿Quieres que llame a Liam?

Nuestro héroe personal aparece apenas diez minutos después de llamarlo. Y viene con provisiones grasientas, que siempre se agradece. Aunque la verdad es que yo no tengo mucha hambre y lo único que hago es mirarlos zampar mientras les cuento lo que ha pasado.

—Bueno, la has cagado un poco, Brookie —admite Liam con la boca llena—. Es comprensible que el chico esté molesto.

Lexi le da un manotazo que hace que él se gire hacia ella, sorprendido.

—¡Oye!

—¿En serio? ¿Vas a ponerte de parte del idiota? ¡Tu amiga es Brooke!

—¡Solo estaba diciendo mi opinión!

—¿Qué más da tu opinión? La amistad se basa en ponerte de parte de tu amigo aunque esté claro que no tiene la razón.

—Chicos... —empiezo.

—Entonces, admites que no tiene la razón —le dice Liam, cruzándose de brazos.

—¡Ese no es el punto!

—Chicos... —de nuevo, me ignoran—, esto no ayuda, de verdad...

—¡Sí lo es! ¡Me has dado un golpe para nada!

—Por favor... casi no te he rozado. Eres un dramático.

—¡Soy de piel sensible!

Suspiro y los dejo discutiendo solos. Me voy directa al cuarto de baño. Me lavo la cara y me miro al espejo unos instantes. Tengo un aspecto un poco lamentable, aunque no esperaba nada mejor.

Aprovecho para sacar el móvil de mi bolsillo. No sé qué estaba esperando encontrar, pero no lo encuentro. No tengo mensajes nuevos. Estoy a punto de mandarle yo uno a Jared, pero me contengo y, para mantenerme ocupada, dejo el móvil a un lado y aprovecho para darme una ducha larga.

Lexi y Liam siguen charlando en mi cama cuando abro la puerta, pero se callan cuando me dejo caer a su lado con el pijama.

—Bueno —Liam suspira y me mira—, ¿quieres que lo insultemos un poco? ¿Te sentirías mejor?

—Yo lo he hecho mientras no estabas —me asegura Lexi.

—No, gracias —esbozo media sonrisa, todavía un poco triste—. La verdad es que prefiero no pensar en ello. Necesito una distracción

—Oh, somos una buena distracción —me asegura Liam, acercándose para rodearme con ambos brazos.

—Somos una distracción horrible —corrige Lexi, alcanzando mi portátil—. ¿Vemos una película guarra?

—¡Sí! —chilla Liam.

—No —mascullo yo.

—¿Y una de esas sangrientas de terror?

—No —Liam pone cara de horror.

—Sí —sonrío yo.

Y eso es todo lo que Lexi necesita para ignorar a Liam y poner la película. Después, cada uno se acomoda a mi lado y empezamos a mirarla. Al cabo de un rato, casi se me olvida la discusión.

***

Cinco días.

Sí, cinco días sin hablarnos.

No me puedo creer que esto esté pasando.

He tenido la tentación de llamarlo varias veces, pero luego he sacudido la cabeza y me he quitado esa idea de la cabeza. Él debería llamarme a mí cuando quiera hablar. Sabe que yo quiero hablar. Yo no sé si él quiere. Esa es la diferencia.

Al menos, he estado algo ocupada con la vuelta a clases y he podido mantenerlo alejado de mi mente durante gran parte del tiempo en el que me he centrado en tener todo en orden.

Y esa no ha sido la única distracción que he tenido. Dos días después de que publicaran el artículo, Sam me llamó para disculparse tantas veces como pudo. Me sentí tan mal por él que no le conté que había discutido con Jared. No hacía falta. En su lugar, llamé a Liam para desahogarme y él me llevó a un rincón perdido del mundo para que pudiera hacer fotos y que se me pasara el malestar. El pobre casi se durmió mientras yo me pasaba dos largas horas fotografiando cualquier cosa que me llamara la atención y él me esperaba, sentado en una roca.

Lexi también ha estado mucho conmigo. Y Riley también. Aunque no he hablado mucho del tema con ellas. Hemos quedado más para ir de compras o a desayunar. Riley está cada vez más animada y la verdad es que me alegra verla así.

Quizá todo esto sería más fácil si no fuera porque la prensa se enteró de lo de la discográfica de Jared y su grupo. Han sido el tema más comentado del panorama musical de por aquí durante toda la semana. Y siguen siéndolo. Y claro, por consiguiente, todo el mundo habla de las fotos que publicaron sobre mí. Yo soy la infiel asquerosa y él el pobre abandonado. Si sus fans antes me odiaban, ahora lo hacen el triple. Incluso cuando subo las escaleras de mi facultad me cruzo con miradas hostiles o con comentarios despectivos.

Sí, nadie me avisó de esto cuando empecé a salir con un famoso.

Realmente la opinión de la gente no me importaba demasiado... hasta ahora. Se está haciendo insoportable. Y quiero culpar a Jared para tener a alguien concreto en quien desahogarme, pero en el fondo sé que él no sabe que tengo que soportar esto cada día. Si lo supiera, haría lo que pudiera y más porque no fuera así. Pero yo tampoco voy a decírselo.

Al meterme en la cama tengo la tentación de revisar el móvil para ver si me ha dicho algo, pero termino dándole la espalda y acomodándome mejor en la cama. ¿Por qué tengo esta sensación tan rara en el pecho?

Durante mi última clase del día siguiente, el profesor Addams tiene que llamar la atención a dos chicas que no han dejado de hablar de mí en voz demasiado alta. Le dedico una pequeña sonrisa de agradecimiento, pero la verdad es que lo único que quiero hacer es irme a mi habitación y encerrarme en ella por toda la eternidad.

De hecho, ese es mi objetivo cuando salgo del aula y cruzo el pasillo sin mirar a mis lados, solo centrada en la puerta del final. En la salida. Quiero irme de aquí.

Como si quien sea que controle el tiempo quisiera hacer mi día peor, hoy está lloviendo y no tengo paraguas, así que de camino a la residencia quedo completamente empapada por todas las zonas de mi cuerpo que mi chaqueta no ha cubierto. Mientras subo las escaleras, suelto una palabrota en voz baja y me quito la capucha. Estoy buscando las llaves en mi bolsillo cuando noto que una chica se detiene a mi lado.

—¿Brooke?

Levanto la cabeza, extrañada por la familiaridad de la voz y mi incapacidad de ubicarla, y tardo unos segundos en reconocer a la chica que tengo delante.

—Oh, Ellie —reacciono por fin. La exnovia de Hunter—. ¿Qué haces aquí?

—Vine al principio del semestre —me sonríe ampliamente—. Bueno, eso fue hace una semana, ya sabes. Estoy al final de este mismo pasillo.

—¿En serio? Pues somos vecinas.

—Sí —su sonrisa se borra un poco—. ¿Estás bien? Hacía mucho que no te veía. Y he visto lo de las revistas.

No es que no esté bien, es que me sorprende encontrar algo de simpatía en alguien que no es de mi círculo más cercano.

—Estoy bien —le aseguro, abriendo la puerta.

Tiene una expresión extraña cuando me meto en mi habitación y abro la boca para despedirme de ella. Necesito estar sola.

—Yo... —empieza, pero se corta a sí misma.

Me detengo y la miro, extrañada.

—¿Sí?

Ella suspira y se pone un mechón de pelo tras la oreja.

—Mira... cuando empecé a salir con Hunter, la prensa también fue bastante injusta conmigo —me explica en voz baja—. Cada vez que hacía algo, lo que fuera, le daban la vuelta y hacían que pareciera una verdadera... ya sabes. Hunter siempre me decía que los ignorara, pero sus fans me odiaban tanto... al final, ni siquiera podía acompañarlo a los conciertos. Era horrible.

Hace una pausa y me mira de reojo.

—Lo que quiero decir con esto es... que entiendo por lo que estás pasando. Y entiendo que no puedas hablarlo con tus amigos. Todo el mundo te dice que no pienses en ello, pero... no es tan fácil.

Sinceramente, no sé qué cara debo tener ahora mismo. Pero sí sé que, por algún motivo, me siento como si me hubiera quitado un peso de encima. Y eso que ha sido ella quien ha dicho todo esto. Quizá es el hecho de que alguien más haya pasado por esta mierda.

—¿Y cómo conseguiste que te dejaran en paz? —murmuro.

Ella esboza una media sonrisa un poco amarga y se encoge de hombros.

—No conseguí nada. Ellos mismos dejaron de hablar de mí al cabo de un tiempo. Supongo que dejé de ser una novedad. No lo sé.

—¿Y cuánto tiempo pasó?

—Perdí la cuenta.

Suspiro y cierro los ojos por un momento. Al volver a abrirlos, veo que tiene una sonrisa casi de compasión.

—Si algún día necesitas hablar con alguien, no dudes en llamarme —añade—. No es que sea la mejor aconsejando, pero... bueno, lo intento.

—¿Te sonará muy desesperado si te digo que ahora mismo no tengo nada que hacer?

Ella empieza a reírse, negando con la cabeza.

—Yo tampoco tengo nada que hacer.

Así que, después de cambiarme de ropa, termino en un bar cercano a nuestra residencia con Ellie. Ella nos consigue rápidamente una mesa pequeña al fondo del local y cada una se pide una cerveza. Yo paso el dedo alrededor del borde del vaso por unos segundos, pensativa, mientras ella se acomoda delante de mí.

—En fin —suspira—, no es que sea el lugar más acogedor del mundo, pero al menos es íntimo.

—Vine mucho con mis amigos mi primer año de carrera —murmuro, pensativa.

Parece que hace una eternidad de eso. Y solo hace un año.

Doy un sorbo a la cerveza antes de mirarla.

—¿Cómo estás tú? —pregunto al darme cuenta de que no lo he hecho hasta ahora—. Hunter me dijo que habíais terminado.

—Estoy bien —me dice, y me sorprende su naturalidad al decirlo—. Pasé los primeros días un poco mal, pero... bueno, tampoco se acaba el mundo por una ruptura.

—Pero... ¿no habíais estado juntos por mucho tiempo?

—Sí —esta vez, su sonrisa es triste—. No estoy diciendo que no me importara. La verdad es que he llegado a querer mucho a Hunter. Mucho más de lo que he querido a nadie más. Y sé que él siente lo mismo por mí, pero... no lo sé. Simplemente, hay veces que eso no es suficiente, ¿sabes?

Repiqueteo un dedo en mi vaso, pensativa.

—Los dos sabíamos que la relación no avanzaba —continúa—. Creo que fue lo de Los Ángeles que... bueno, me hizo explotar. Intenté decírselo varias veces y él no dejaba de insistir en que intentáramos estar juntos. Pero yo sabía que no teníamos futuro. Es una mierda darte cuenta de eso con una persona a la que quieres, pero... era la verdad. Y él no quería verla. Al final... no estoy orgullosa de ello, pero le mandé un mensaje para terminar con todo. Es una forma horrible de cortar, pero no me vi con fuerzas de volver a hablar con él.

—¿No has vuelto a verlo?

—En las revistas —otra vez esa sonrisa triste—. Como siempre, ¿no? Él sale en las revistas, la gente le aplaude y se pasa la vida viajando. A veces me sentía como si sus fans fueran más cercanas a él que yo.

—Las relaciones a distancia no son fáciles —murmuro.

—No. No lo son. Pero esto es distinto. No es una relación a distancia por obligación, sino por placer. Y... no estoy diciendo que Hunter debiera dejar la banda por mí, pero... ni siquiera lo veía cuando estaba aquí, ¿sabes? Si no eran los conciertos, eran los ensayos. Si no eran los ensayos, eran las reuniones. Siempre había algo más importante que yo. Siempre.

Me quedo mirándola unos segundos. Me da la sensación de que casi todo esto último lo ha dicho más para sí misma que para mí. Y ella también se da cuenta, porque se apresura a aclararse la garganta.

—Perdona, no quería hablar sobre esto. Y menos cuanto tú...

—Está bien —le aseguro—. La verdad es que mi relación con Jared no ha sido muy distinta a esa.

Ella suspira y da un sorbo a su cerveza, pensativa.

—Habéis discutido, ¿no?

—¿Se me nota mucho?

—Bastante —sonríe un poco—. ¿Es por lo de las fotos esas?

—Más o menos. Es una larga historia.

—Pero... ¿esas fotos no salieron hace una semana?

—Sí.

—¿Hace una semana que estáis peleados?

—Hace una semana que no me habla.

Ella se detiene, sorprendida, y asiente con la cabeza.

—Vaya... bueno, Jed siempre ha sido muy reservado. Quizá solo necesita tiempo para sí mismo.

Miro mi vaso fijamente, incapaz de levantar la mirada.

—Supongo —murmuro en voz baja.

Ella tarda unos segundos, pero finalmente me lo pregunta.

—¿Hay algo más?

—Yo...

No sé por qué voy a contarle esto a ella. Quizá es porque ha pasado por algo muy similar a mí y sé que puede entenderlo. No lo sé. Solo sé que necesito decírselo.

—¿Qué va a pasar cuando se vaya? —pregunto finalmente, y siento que es la pregunta que me ha rondado la cabeza durante todos estos días—. ¿Cómo...? ¿Cómo vamos a mantener una relación a distancia?

—Muchas parejas lo hacen, Brooke, no es...

—No —niego con la cabeza y se me forma un nudo en la garganta—. No es lo mismo. Voy a tener que soportar verlo cada en la televisión, o en las revistas. Rodeado de chicas gritando su nombre. Con la prensa intentando meter problemas entre nosotros. Y ni siquiera sé si estaremos bien, porque... sí, ahora hemos discutido y hace unos días que no nos hablamos, pero yo sé que podría ir a su casa y hablar con él si quisiera. ¿Qué pasará cuando se vaya? ¿No nos hablaremos hasta que vuelva?

Respiro hondo y clavo la mirada en cualquier cosa que no sea ella. No quiero seguir hablando. Ni tampoco ponerme a llorar.

—No se van hasta dentro de una semana —me dice ella finalmente—. Tienes tiempo de sobra para hablarlo con él.

—Es que no sé si quiero hablarlo con él.

Eso parece sorprenderla.

—¿Por qué no?

—Porque me da miedo no cambiar de opinión —murmuro.

No parece entenderlo. Y yo tampoco lo entiendo del todo. Quizá sea mejor así.

No paso mucho más tiempo con ella. La verdad es que me siento agotada. Como si hubiera gastado todas mis defensas por un día. Al volver a mi habitación ya es de noche, y me voy directa a darme una ducha. Me pongo un pijama calentito y me meto en la cama, alcanzando el portátil. Miro parte de una película, pero soy incapaz de centrarme en nada, así que termino tumbándome y apagando la luz.

No es hasta al cabo de unos segundos cuando me doy cuenta de que no he mirado el móvil en todo el día. Ruedo sobre mí misma y lo alcanzo, pero ya no hay nervios o ansia por ver si hay un mensaje suyo. Simplemente... no hay nada.

Y es justo al pensar eso que veo que me ha llamado dos veces.

Suspiro y dejo el móvil sobre mi estómago, pensando. Pasan unos pocos minutos antes de que vuelva a alcanzarlo y marque su número. Para mi sorpresa, me responde casi al instante.

—Brooke —me saluda, y lo noto algo tenso.

—Hola —murmuro.

Hay unos instantes de silencio. Lo interrumpo yo misma al aclararme la garganta.

—Deberíamos hablar.

—Lo sé —me dice, y suspira—. No quería presentarme en tu habitación sin avisar.

De nuevo, tardo unos segundos en responder.

—¿Puedes venir ahora?

—Estaré ahí en unos minutos.

Cuelgo el móvil y lo dejo a un lado antes pasarme las manos por la cara. Ni siquiera me molesto en arreglarme antes de que venga. No me apetece hacerlo. De hecho, mi aspecto es lo último que me preocupa ahora mismo.

Parece que ha pasado una vida entera cuando por fin escucho que llaman a la puerta. Respiro hondo antes de acercarme a ella y abrir. Jared está ahí de pie con un hombro en el marco, mirándome. No sé qué decir, así que me hago a un lado y entra en mi habitación.

Pasan unos segundos sin que ninguno de los dos diga nada. Él solo mira a su alrededor con las manos en los bolsillos y yo me quedo de pie a un lado, jugando con el borde de la parte superior de mi pijama.

Por fin, él se gira hacia mí y empieza a hablar.

—Siento no hab...

—Necesito que nos demos un tiempo.

No sé de dónde han salido las palabras, pero ahí están, entre nosotros.

Jared deja de hablar al instante y entreabre los labios, perplejo. Una parte de mí quiere apartar la mirada, pero la otra es incapaz.

—¿Qué? —pregunta finalmente.

—Yo... lo he estado considerando estos días —digo en voz tan baja que puede que no me oiga—. Y... necesito tiempo. Para pensar.

He bajado la mirada a mis manos, pero noto sus ojos clavados en mí. Normalmente me encanta ser capaz de sentir su mirada, pero ahora mismo lo odio. Solo hace las cosas más difíciles.

De nuevo, se queda callado por lo que parece una eternidad antes de reaccionar.

—¿Esto es por no hablarte en estos días? Brooke, he estad...

—No —lo corto—. No es por eso, Jared. Es...

Miro a mi alrededor como si eso pudiera darme las palabras que ahora mismo no me salen, pero el problema es que sé perfectamente cuáles son. Sigo sin poder mirarlo a él.

—Me he dado cuenta de que no sé si podré soportar estar contigo... a distancia.

Aprieto los labios por unos pocos segundos, pero vuelvo a hablar antes de que él pueda hacerlo.

—Y no estoy diciendo esto para que te sientas mal, o... o para que dejes la banda.

Por fin me atrevo a mirarlo. Y, como siempre, es difícil saber lo que piensa. A veces me gustaría que fuera más expresivo. Al menos, no me sentiría como si fuera la única sufriendo en esta habitación.

—Nunca te pediría eso —añado.

—Nunca pensaría eso de ti —me dice en voz baja—. Brooke, yo...

—No —vuelvo a interrumpirle—. Lo que quiero decir... es que no sé vivir con esto. Con lo... lo de la prensa, y las fans, y las giras, y... y los viajes... y todo. Me supera.

—Podría hablar con la prensa —da un paso hacia mí—. Cris haría lo que fuera para que no...

—No es eso, Jared.

—¿Y qué es? ¿Los viajes?

Por fin algo de sentimiento en su voz. Y casi preferiría no notarla, porque va a hacer que me ponga a llorar.

—No tengo por qué mudarme ahí —se detiene y se pasa una mano por el pelo—. Podría... no lo sé... podría quedarme aquí contigo e ir ahí cada vez que tengamos que trabajar para...

—Los dos sabemos que no puedes hacer eso.

—Sí que puedo, solo tengo que intentarlo.

—No quiero que lo hagas.

Aprieta los dientes y, por primera vez desde que lo conozco, veo desesperación sus ojos.

Odio esto. Odio ser la causante de esto en él, pero ahora mismo necesito hacerlo.

Cuando vuelve a mirarme, también da un paso hacia mí y me pone una mano en la nuca. Lo peor no es el gesto en sí, sino que sé que lo ha hecho por costumbre. Y yo también lo he aceptado por costumbre, pese a que los dos sabemos que ahora mismo está mal.

—Podría alejarme tanto como fuera de la banda por un tiempo y...

—Así no funciona ese mundo, Jared. Y lo sabes.

—¿Crees que me importa cómo funciona ese mundo ahora mismo?

Intento sonar más firme esta vez.

—No quiero que dejes la banda por mí.

Él parece crispado cuando me frunce el ceño.

—¿Por qué no?

—¡Porque es tu vida! —me aparto y me quito su mano del hombro—. ¿No lo entiendes? Me dijiste que siempre habías querido ser guitarrista profesional. Ahora lo eres. ¿Cuántos años has tardado en conseguirlo? ¿Cuántas horas has ensayado para llegar hasta aquí? Ahora mismo haces lo que más te gusta y puedes permitirte vivir de ello. Si lo dejaras, quizá no podrías volver a ello otra vez.

—Quizá no querría volver a ello nunca más.

—Quizá no, pero... ¿y si lo hicieras? —de pronto, me escuecen los ojos—. Todo eso... la guitarra, la banda, la fama... aunque no te guste... es tu vida. Yo no lo soy. Yo solo soy algo temporal.

Se aleja un paso, como si acabara de darle una bofetada.

—¿Temporal? —repite, casi como un insulto—. ¿Puedes dejar de decir tonterías?

—No es ninguna tontería.

—Sí. Es la mayor tontería que has soltado.

—¡No lo es, Jared! ¡Es la verdad! La gran mayoría de las relaciones son temporales, pero no lo es lo que te apasiona. Y lo que te apasiona es lo que tienes ahora, aunque tenga algunas partes, como la fama, que no te gusten. Es tu vida.

Jared solo me mira fijamente.

—Podría ser la tuya —me dice en voz baja, casi como una súplica.

—No —niego lentamente con la cabeza—. No podría serlo.

Durante unos instantes, solo nos miramos el uno al otro. Intento no centrarme en lo que me están transmitiendo sus ojos para mantenerme pegada a lo que estoy diciendo. De nuevo, tengo un nudo en la garganta cuando aprieta los labios.

—Entonces, ¿me estás dejando? —pregunta en voz baja.

—Solo... necesito un tiempo.

—Brooke, no me digas eso si no lo piensas. ¿Me estás dejando o no?

Las lágrimas luchan por salir, pero las contengo. No quiero llorar. No quiero derrumbarme ahora.

—Sí.

Él me sostiene la mirada por unos instantes y soy incapaz de decir nada más. Especialmente cuando veo la tristeza en sus ojos.

—¿No hay nada que pueda hacer para que cambies de opinión?

Trago saliva con fuerza, intentando librarme del nudo que tengo en la garganta.

—No.

Él aparta la mirada. Veo que cierra los ojos un momento antes de esbozar la media sonrisa más amarga que he visto en mi vida y girarse hacia mí.

—Sabes que preferiría estar contigo que seguir tocando la guitarra el resto de mi vida, ¿no?

—No creo que pienses eso dentro de un año.

—Desgraciadamente, yo sí lo creo.

Sacude la cabeza y vuelve a apartar la mirada.

—Muy bien —dice finalmente—. Si es lo que te hará feliz... muy bien.

No sé qué decir. Solo tengo ganas de llorar cuando él respira hondo y me mira. Me da la sensación de que quiere decirme algo más, pero se detiene a sí mismo. 

En su lugar, pasa por mi lado y va directo a la puerta. Yo lo sigo con la mirada, pero él no se gira en ningún momento. Simplemente, cierra la puerta a su espalda, dejándome sola.

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