Capítulo XXXIII

XXXIII - CULPABILIDAD

Al despertarme, bostezo perezosamente y me froto los ojos. Miro abajo y veo que estoy tumbada de lado, al igual que Jared, y que él tiene la cara escondida en el hueco de mi cuello. Sigue durmiendo como un angelito. Con lo tranquilo que parece así...

Con cuidado, aparto su brazo y él murmura algo antes de acomodarse de nuevo. Aprovecho para saltar de la cama y deslizarme a su cuarto de baño. ¡Por fin puedo darme una maldita ducha en condiciones en esta casa con mis cosas! Estoy más feliz de lo que debería estarlo por esta tontería.

Unos minutos más tarde sigo sin ducharme porque sigo peleándome con la configuración de la ducha. ¿Cómo demonios puede tener tan complicado? Siempre uso el de efecto lluvia, pero sigue sin parecerse al normal. Malditos ricos. Doy un salto cuando me cae un chorro de agua fría en la espalda y consigo cerrarlo al instante. Menos mal que no he grita...

—Te has tomado al pie de la letra de lo siéntete como en casa.

Casi me da aun ataque al corazón cuando me doy la vuelta y veo a Jared apoyado en la entrada de la ducha de brazos cruzados. Ni siquiera me había dado cuenta de que había abierto la mampara. Estaba ocupada peleándome contra su maldita y estúpida ducha.

No, el estúpido es Jared.

Ah, sí. Es verdad.

Hacía mucho que no lo decíamos, conciencia.

Lo sé. Sigue portándose anormalmente bien.

Y también sigue siendo un poco estúpido.

Estúpido Jared.

—¿Has desconectado de la vida? —enarca una ceja.

—¿Eh? No... solo estaba peleándome con tu ducha —mascullo.

—¿Y quién va ganando?

Pongo los ojos en blanco cuando se ríe disimuladamente de mí y se mete en la ducha, cerrándola de nuevo. Se inclina hacia delante y pulsa un botón. Al instante, veo que el icono que estaba mirando fijamente intentando que brillara se ilumina.

—Y la tecnología sigue ganando a la humanidad —murmura.

—¿Por qué demonios no puedes tener una ducha normal?

—Porque soy de todo menos normal.

Entrecierro los ojos y sonríe.

—Cassie me ayudó a elegir las cosas de la cosas de la casa. Esta ducha, concretamente, fue elección suya.

Asiento con la cabeza y, de pronto, me doy cuenta de un pequeño detalle. Lo miro de arriba abajo.

—¿En qué momento te he ofrecido que vinieras a ducharte conmigo?

—Me he invitado solo —sonríe como un niño pequeño.

—¿Qué...?

—Hay que ahorrar agua, Rocky.

Parece que va a decir algo, pero frunce el ceño al mirar a su alrededor. Sigo sus ojos, pero no encuentro nada muy alarmante. Hasta que él lo resalta.

—Pero... ¿cuántas cosas has traído? —pregunta, a medio camino entre la confusión y la diversión.

Miró mis mil botes de champú, cremas, acondicionadores... y siento que mis mejillas se vuelven rojas.

—Solo he traído lo indispensable —le digo, muy digna.

—Venga ya, es imposible que lo uses todo —murmura, agarrando un producto cualquiera y leyéndolo rápidamente—. Ni siquiera sé qué es esto.

—Es una crema hidratante. Para la cara.

—¿Tienes una crema para cada parte del cuerpo? —arruga la nariz, confuso.

—¡No! —se la quito y él agarra otra. Decido adelantarme a la pregunta—. Aceite corporal.

—Aceite —repite, incrédulo.

—...y natural...

Sonríe y niega con la cabeza.

—Eso son las cosas del pelo —añado, señalando el resto de cosas que he apilado en su ducha.

—Es imposible que las uses todas —repite.

—¡Claro que es posible!

—¿Cuál es esta?

—¡Eso es acondicionador! —protesto y se lo quito como si fuera mi tesoro—. Y es carísimo. Me lo regala Lexi en Navidad.

—¿Y te dura todo el año?

—Lo uso poco para que dure, ¿vale? Toda una vida de pobre te enseña a ahorrar.

Parece bastante divertido cuando levanta las manos en señal de rendición y yo vuelvo a colocarlo todo.

—Bueno, esta pequeña clase de productos de baño ha sido muy interesante —me dice, alcanzándome la cadera con una mano—, pero creo que quiero pasar a algo todavía más interesante.

—Dudo que encuentres algo más interesante que el aceite corporal natural.

—Tú déjame intentarlo.

Me acerca un poco moviendo la mano a mi culo y se inclina para encender la ducha —con su respectivo y estúpido efecto lluvia—, cuya agua caliente empieza a caer sobre mi espalda. Es bastante mejor que el chorro de agua fría de antes, la verdad.

—¿Mejor? —pregunta.

—Sigo prefiriendo las normales —confieso.

Él empieza a reírse y se inclina hacia delante, atrapando mi labio inferior entre los suyos.

Un rato más tarde —uno bastante largo— intento volver a respirar con la espalda apoyada en la pared húmeda de la ducha. Mientras yo intento no morir hiperventilando, él ya se separa de mí y me da una palmadita divertida en la cadera.

—Bueno, ¿cuál de todos estos trastos es el champú?

Me tiembla la mano cuando los señalo y él va a por él, sonriente. Cuando vuelve, adivino que lo que quiere es echármelo a mí y me doy la vuelta, apoyándome con una mano en la pared. Unos pocos segundos más tarde, empieza a masajearme el cuero cabelludo con bastante más práctica de la que esperaba y yo cierro los ojos, disfrutando del momento.

Pasado otro rato —también bastante largo, aunque este porque realmente me he duchado— me pongo algo decente y voy a la cocina. Cassie está sentada en la barra devorando un cuenco de cereales con ganas. Jared la mira con mala cara.

—¿Qué? —pregunta ella con la boca llena.

—Eres la sofisticación en persona —murmura él.

—Mejor no te digo lo que eres tú.

—Tampoco me importaría mucho, la verdad.

—Entonces, que sepas que eres un amargado.

—Pues te recuerdo que estás robándole comida al amargado.

—¡Eres mi hermano! ¡No es robar!

—Es robar cuando paso de ser tu hermano a ser solo un amargado.

Y así se pasan toda la mañana, los muy pesados.

Bueno, al menos, se pasan así la parte de la mañana en que estoy con ellos, porque yo no tardo en tener que ir a clase. A Cassie le hace ilusión ver mi facultad, así que me acompaña con su hermano y le enseño un poco el edificio antes de que una manada de gente se acerque a Jared y empiece a acosarlo con autógrafos y fotos y termine yéndose arrastrando a su hermana con él, malhumorado.

Media hora más tarde, entro en Twitter y veo que hay un montón de videos y fotos de gente insinuando que ha estado en su facultad. Sus fans no tardan en llegar a la conclusión de que es donde yo debo ir a clase y recuerdo lo mucho que siguen odiándome. Quizá no llegue a gustarles del todo jamás. Niego con la cabeza y bloqueo el móvil. No sé por qué sigo mirando las redes sociales.

Bueno, sí, porque sigo sin estar acostumbrada a todo esto.

Mi mañana se pasa bastante lenta. Hoy tengo las peores clases posibles. A veces, me quejo del profesor Adams, pero es de los pocos profesores que tengo a quien, al menos, se le nota que disfruta de su trabajo. Y hace las clases mucho más amenas.

Decido ir a almorzar con Liam y Keira, que están merodeando por la facultad, y les cuento lo que pasó anoche con Sam. Liam no parece muy sorprendido. De hecho, tampoco lo parece más tarde, cuando me acompaña tranquilamente a mi residencia.

—Es decir... era evidente —me dice, enarcando una ceja.

—¿Por qué todo el mundo cree que era evidente? —mascullo de mala gana, deteniéndome en la puerta del edificio.

—¿Don tatuajes también lo creía?

—Pues sí. Y me lo dijo mil veces.

—Y tú no te lo quisiste creer —adivina, negando con la cabeza.

—Tenía la esperanza de que fuera su instinto de hermano mayor.

—Pues era su instinto de empotrador —y empieza a reírse.

Le golpeo el hombro con mala cara y finge que se limpia una lágrima de la risa.

—¿Se lo has contado a Lexi?

—Está ocupada en su habitación con Kevin desde anoche.

—¿Todavía? —él mira la hora—. Por Dios, pronto hará un día que están ahí encerrados.

—Pues no creo que se aburran mucho, porque solo salen a comer.

—Si tú y yo estuviéramos juntos, Brookie-pookie, haríamos lo mismo.

—Seguro —suspiro y lo pienso un momento—. Debería ir a llamar a Riley.

Él asiente con la cabeza. Liam siempre ha sido muy comprensivo. Abre los brazos con una sonrisa.

—¿Quieres un abrazo de oso?

Asiento con la cabeza y dejo que me lo dé. Es bastante reconfortante. Me mantengo así unos segundos antes de despedirme de él y subir las escaleras de la residencia. Oigo música tras la puerta de Lexi y pongo los ojos en blanco. Ya en mi habitación, me quito la chaqueta y las botas y hago unas cuantas cosas —para alargar el momento— antes de armarme de valor y marcar el número de Riley.

Una parte de mí no espera que responda. No sé si yo sería capaz de hacerlo.

Y... efectivamente, no lo hace.

Suspiro y supongo que tendré que dejarle un poco más de tiempo antes de...

Me detengo de golpe cuando veo que me está llamando de vuelta. Respondo sin pensar y me doy cuenta de que no sé que decirle. Tras unos segundos de silencio incómodo, me aclaro la garganta.

—Hola —murmuro.

—Hola —me dice con un hilo de voz.

Oh, no. Cierro los ojos un momento. Riley es de esas personas que nunca harían daño a nadie. A nadie. De las pocas que he conocido sin una pizca de maldad. Y oírla así me parte el corazón.

—¿Necesitas hablar? —pregunto directamente.

Ella lo piensa un momento.

—¿Crees que podrías venir a mi casa? Realmente no quiero hablar de esto por aquí.

—Ahora voy.

Y eso hago. Vuelvo a ponerme el abrigo y las botas y voy a su casa en metro. No está muy lejos, así que en menos de diez minutos estoy subiendo las escaleras de su edificio. Ella abre la puerta pocos segundos después de que llame al timbre y se me cae el alma a los pies.

La pobre parece que ha llorado toda la noche. Tiene los ojos hinchados, la piel pálida y ojeras. Y lleva puesto un pijama que solo usa cuando realmente está mal. Lo he visto muy pocas veces. Y, ahora que lo pienso, todas ellas han sido por culpa de Sam.

Durante un momento, ni siquiera me mira a los ojos. Sin embargo, después se adelanta y me da un abrazo con fuerza. Yo le correspondo al instante y noto que se pone a llorar en mi hombro.

Unos minutos más tarde, cuando se ha calmado, nos sentamos las dos —y su perro, que parece encantado estando tumbado a nuestro lado— en el sofá de su salón. Se siente muy vacío sin Sam. Es difícil de explicar. Y supongo que ella también debe sentirse así cuando se cubre mejor con la mantita, limpiándose otra lágrima con un pañuelo.

—Siento haberme puesto así —murmura.

—Es normal, Riley.

—Es que... no... —se detiene y niega con la cabeza—. Nunca creí que haría esto. Al menos, no así.

No sé que decirle, especialmente cuando esboza media sonrisa amarga, sin mirarme.

—No soy tonta, ¿sabes? —me dice en voz baja—. Hace mucho tiempo que sé que siente algo por ti.

—Riley, yo...

—Sé que tú no sientes lo mismo —me corta, mirándome—. Y él también tiene que saberlo, porque se nota muchísimo. Pero... una parte de mí tenía la esperanza que... que fuera solo pasajero, ¿sabes? Supongo que no lo fue.

No me atrevo a mirarla a la cara. No sé qué hacer para que se sienta mejor. Me siento como si fuera la principal villana en todo esto.

—Solo... desearía que me lo hubiera contado antes —murmura—. Hubiera sido menos doloroso que saberlo... no lo sé... de esa forma. Supongo que para él tampoco es fácil, pero ahora mismo no me interesa saber qué siente.

—¿Dónde está?

—No lo sé. No quiero saberlo. Le dije que no quería verlo por aquí hasta que me sintiera con fuerzas para hablar.

Suspiro y aprieto los labios.

—Riley, lo siento mucho —murmuro—. Ojalá pudiera hacer algo más para ayudarte.

—Que estés aquí ayuda mucho —me sonríe un poco—. No cualquier persona lo haría después de lo que pasó.

—Claro que lo haría, no digas tont...

—No, no cualquiera lo haría Brooke —insiste—. A veces, me da la sensación de que eres mucho mejor persona de lo que crees.

Me quedo sin palabras por un momento y luego esbozo una pequeña sonrisa.

—Sabes que yo soy la que tiene que consolar a la otra, ¿no?

—Bueno, un piropo nunca está de más —bromea, todavía un poco triste—. Solo... espero que esto no acabe con nuestra amistad, Brooke.

—No va a acabar con nada —pongo los ojos en blanco y me acerco a ella para darle un abrazo reconfortante que corresponde casi al momento.

Me paso el resto de la tarde con ella, ayudándola a recoger la casa —no ha estado muy activa desde anoche— y viendo una película juntas. Hacía muchísimo tiempo que no podía estar con Riley sin que Sam estuviera de por medio. Casi no me acordaba de que fuera tan buena amiga. Ni de que la hubiera echado de menos.

Cuando vuelvo a la residencia, admito que estoy un poco agotada. Subo las escaleras perezosamente y escucho gritos que no tardan en convertirse en gemidos provenientes de la habitación de mi mejor amiga. Suspiro largamente cuando veo que hay un montón de cabecitas asomándose de sus habitaciones para cotillear y escuchar. Sin embargo, todas se esconden cuando me ven aparecer. Vuelvo a suspirar y me meto en la mía, negando con la cabeza.

***

Cuando salgo del metro y me meto las manos en los bolsillos por el frío, mis nervios hacen que ande un poco más rápido de lo habitual. No me detengo hasta que llego al gimnasio vacío donde ensaya Jared con su banda. Ahí, veo a Bruce sentado en la entrada, fumándose un cigarrillo. Él levanta la cabeza cuando me oye llegar.

—Oh, Brooke —me sonríe amablemente—. Hacía tiempo que no te veía.

—¿Qué tal tus vacaciones?

—Fui con mi familia a Chile —dice alegremente—. Estuvo bastante bien.

—Me alegro —sonrío—. ¿Los chicos están dentro?

—Sí, claro, pasa. Jed se alegrará de verte.

Empujo las puertas y escucho los aporreos de Hunter contra la batería acompañado de gritos de Ally y Kevin. Como de costumbre, no oigo a Jared. Me acerco a la puerta de la zona donde están ellos y me asomo un poco para encontrarme a Cris hablando por teléfono con el ceño fruncido y a los chicos discutiendo mientras Jared los mira, aburrido, con la guitarra colgándole del hombro.

Y él, como si notara mi mirada, levanta la cabeza al instante y enarca las cejas, sorprendido. En menos de unos segundos, ha cortado la distancia entre nosotros con una sonrisita. Me da un beso en la comisura de los labios y frunce un poco el ceño.

—No sabía que fueras a venir.

—No lo tenía planeado —confieso—. ¿Qué hacéis?

Él mira a los demás por encima del hombro y pone una mueca.

—Se supone que ensayar.

—Se supone —remarco.

—¡JED! —Ally lo mira, furiosa—. ¡Saca la lengua de la boca de Brooke, ven aquí y toca esa maldita guitarrita!

Jared me mira y suspira cuando ve que estoy sonriendo. Me sujeta de la nuca para darme un beso un poco más largo.

—Estaré listo en unos minutos.

—No tengas prisa por mí.

No le queda otra que volver a su lugar y vuelven a empezar la canción. Cris se acerca a mí colgando el móvil y me sonríe.

—Hola, querida. Qué sorpresa.

—Hola —murmuro, un poco nerviosa—. Oye, Cris... eh... ¿podemos hablar un momento?

Parece sinceramente sorprendida, pero asiente con la cabeza y me lleva al pasillo, lejos del barullo que están armando esos.

—¿En qué puedo ayudarte? —pregunta finalmente.

—Yo... —trago saliva y me miro las manos—. Verás, tengo un profesor que me ha ofrecido varias veces participar en una galería con mis fotos.

—¡Eso es genial, cielo!

—Sí...

—No pareces alegrarte mucho —frunce el ceño.

—En realidad, me preguntaba si tú podrías venir conmigo —añado—. Sé que estás muy ocupada con la banda, pero puedo darte una parte de...

—¿Qué? —empieza a reírse—. ¿Te crees que esos niños me necesitan cuando se ponen a discutir en los ensayos? Claro que iré. Y olvídate del dinero.

—P-pero...

—Brooke, olvídate del dinero, de verdad.

—No quiero que lo hagas... gratis. Es tu trabajo.

—Cielo, no lo estoy haciendo gratis. Es mi agradecimiento porque hicieras que ese idiota de ahí dentro no abandonara la banda.

Estoy a punto de seguir quejándome, pero me detengo en seco, mirándola.

—¿Cómo? ¿Jared?

—Pues claro. ¿Quién va a ser? Antes de conocerte me había dicho muchas veces que tenía pensado dejar la banda y marcharse a cualquier otra parte del mundo. Pero, cuando empezasteis a salir... bueno, es evidente que está centrándose más en lo que hace.

Cuando ve que no digo nada, sonríe ampliamente.

—¡Incluso se está medicando! No creí que viviría para ver esto, pero me alegro de haberlo hecho. Y fue casi todo gracias a ti. Déjame hacerte un favor para compensarlo.

—De verdad que no me importa...

—No seas cabezota —se quita la idea de la cabeza con un gesto y frunce el ceño cuando su móvil empieza a sonar—. Maldita sea, es mi novio.

—¿Tu nov...?

—¿Se puede saber qué demonios quieres ahora, pesado? —le espeta ella, dándose la vuelta y empezando a hablar con él a gritos.

Parpadeo, sorprendida, y me quedo esperando a que termine el ensayo.

***

—Me alegra mucho que hayas aceptado lo de la galería, Brooke —me dice sinceramente el profesora Adams.

Asiento con la cabeza mientras sigo recorriendo el pasillo. La verdad es que cuando se ha acercado me ha entrado el pánico momentáneo de no saber si me se me había olvidado entregarle algo. Menudo alivio me he llevado.

—Una amiga me echará una mano —le digo.

—Sí, ya se ha puesto en contacto conmigo —el profesor Adams pone una mueca—. Es... una mujer interesante.

Seguro que Cris le ha dado diez órdenes seguidas, gritando y exigiendo la perfección absoluta. Evito una sonrisa como puedo y asiento con la cabeza.

—Bueno, nos vemos en el examen final, Brooke.

—Hasta mañana, profesor.

Voy directa a la puerta de la facultad y no me detengo hasta que llego a la calle de mi residencia. Estoy tan distraída que casi no me doy cuenta de que alguien se está acercando a mí hasta que lo tengo justo delante. Me detengo en seco cuando lo miro de arriba abajo y me doy cuenta de que es Sam con un aspecto bastante lamentable. Lleva la ropa arrugada y tiene unas ojeras importantes. Como si no hubiera dormido bien estos días. Entreabro los labios, sorprendida.

—¿Sam...? ¿Qué...?

—Siento aparecer así —murmura, un poco cabizbajo—. Necesitaba hablar contigo.

Mi interior se divide entre las ganas de mandarlo a la mierda por todas las tonterías que me dijo el otro día y la lástima absoluta por verlo así. Como no sé qué hacer, me limito a tragar saliva y apartar la mirada.

—¿Crees que queda algo más por decir? —pregunto directamente, mirándome las manos.

Él permanece en silencio unos segundos.

—Se lo conté a Riley —dice en voz baja—. Le dije que te besé cuando estabas borracha. Está destrozada. Me echó de casa, lógicamente. No he vuelto a hablar con ella.

—Necesitará un tiempo antes de ser capaz de hablar contigo, Sam.

—Tú has hablado con ella, ¿no?

Asiento con la cabeza. No voy a mentirle. No en esto.

—¿Y estaba...? —se pasa una mano por el pelo, frustrado—. ¿Estaba... estaba mejor?

—¿No crees que es un poco tarde para preocuparte de eso?

—La he cagado, lo sé —me dice—. Pero necesito saberlo. Por favor, Brooke.

Suspiro y lo miro por fin.

—Algo mejor —murmuro—. Solo lloró cuando llegué.

Conociendo a Riley, eso es muy, muy bueno. Y él lo sabe. Cierra los ojos y suspira.

—No me puedo creer que la haya fastidiado con tanta gente en tan poco tiempo —murmura.

No digo nada, mirándolo. Abre los ojos y sacude la cabeza.

—Lo siento, Brooke. No debería haberte dicho todas esas tonterías. Me pasé de la raya. Muchísimo. No hay excusa. Lo siento.

Dudo un momento antes de asentir una vez con la cabeza.

—Está bien —murmuro, encogiéndome de hombros—, pero no soy yo la persona con la que deberías estar disculpándote.

—Claro que lo eres —frunce el ceño—. Estuve toda la noche metiéndome con tu novio y contigo. Te mereces esas disculpas.

—Entonces, están aceptadas —digo, algo incómoda—. Tengo que ir a estudiar, Sam. Nos vemos otro día.

Asiente con la cabeza mirándome de reojo y yo subo las escaleras de la entrada. Sin embargo, me detengo con una mano en la manilla de la puerta. Trago saliva antes de darme la vuelta y mirarlo. No se ha movido de su lugar. Sigue dándome la espalda con las manos en los bolsillos.

Apoyo la frente en la puerta un momento antes de suspirar y girarme de nuevo.

—¿Sam?

Él se da la vuelta, algo confuso, hacia mí.

—¿Sí?

—¿Dónde estás durmiendo?

Duda un momento antes de sacudir la cabeza.

—No tienes que hacer esto.

—Sam...

—No quiero volver a causarte problemas con...

—Sam, responde a la pregunta.

Él suspira y se vuelve a pasar una mano por el pelo.

—Anoche estuve en el sofá de unos amigos.

—¿En un sofá? —niego con la cabeza—. ¿Y esta noche?

—Puedo ir a un hotel.

—No tienes que ir a un hotel.

—Brooke...

—Sam, no vas a ir a un maldito hotel teniendo yo una cama doble. Venga, ven.

Duda varios segundos antes de acercarse, todavía dubitativo. Abro la puerta con la llave y le pongo una mano en la espalda para guiarlo al interior del edificio. Realmente está muy decaído. Nunca lo había visto así. Subimos las escaleras en silencio y llegamos a mi habitación. En la de Lexi vuelven a escucharse risitas y la voz de Kevin. Ya hablaré con ella otro día. Abro la puerta y me aparto para dejar pasar a Sam.

Él se queda mirando a su alrededor con las manos en los bolsillos, algo incómodo.

—¿Estás segura de que no te...?

—Déjate de tonterías —protesto—. ¿Quieres darte una ducha o algo así? Yo iba a ponerme a estudiar.

La palabra ducha parece iluminar su mirada. Asiente con la cabeza.

—Si no te importa.

—Toda tuya.

Un rato más tarde, yo ya me he puesto mi pijama y estoy sentada en mi escritorio repasando mis apuntes con el pelo recogido encima de la cabeza. El ruido del agua de la ducha repiquetea mientras repaso otra línea y suspiro. Cómo odio estudiar.

Llevo ya unos minutos cuando empieza a sonarme el móvil. Es Jared.

—Hola —lo saludo con una sonrisita de idiota.

—Rocky —me dice él, y suena irritado.

Levanto las cejas. ¿Es posible que ya se haya enterado? Miro la puerta del cuarto de baño y me tenso.

—¿Estás bien? —pregunto, algo temerosa.

—Pues no.

—¿Por... por qué?

—Cassie lleva mareándome diez minutos con ir al maldito cine.

Mi suspiro de alivio de oírse en la otra punta del mundo.

Escucho la voz de Cassie protestando como si quisiera confirmar su presencia.

—Ya veo —digo, divertida—. ¿Cuál vais a ver?

—Una que se llama... Seis cruces o algo así.

—Tres meses, idiota —le dice Cassie un poco más lejos del móvil—. No me pudo creer que ni siquiera la conozcas. He visto el anuncio mil veces. La estrenaron ayer.

—No miro la televisión y no veo anuncios —le dice Jared, y casi adivino que ha puesto los ojos en blanco.

—¿Vas a tener que hacer de hermanito mayor por una noche, Jared? —me burlo.

—La verdad es que sería más llevadero si tú estuvieras conmigo. ¿Te paso a buscar en una hora y te quedas a dormir?

Entreabro los labios y vuelvo a cerrarlos. Mierda.

—¿Brooke? —pregunta al notar que me quedo en silencio.

—Yo... esta noche no puedo, cari... Jared.

Hay una pausa. Me pongo roja por la situación en sí y por la palabra que he dejado a medias. Casi puedo notar la sonrisa a través del móvil.

—Sabes que no me importa que me llames cariño, ¿no? —me dice, divertido.

—Es muy cursi.

—Es muy tierno.

—Bueno, tú me llamas Rocky. No podemos empeorar.

—Exacto —dice, divertido—. Bueno, pásalo bien esta noche.

Me paso una mano por la cara y, por un breve momento, me pregunto si debería contárselo. Sin embargo, algo, no sé qué es, hace que no se lo diga.

—Solo estaré con Lexi —miento en voz baja—. Se lo prometí. No te importa, ¿no?

Hay una breve pausa en la línea y me da la sensación de que me ha pillado.

—Claro que no me importa —dice, sin embargo—. No digas bobadas.

—Bien, yo... pásalo bien con Cassie.

—Lo dudo.

Escucho la risita de su hermana a lo lejos antes de que Jared le diga que se calle. Sus pasos resuenan cuando se aleja de él, probablemente enfurruñada.

¿Por qué me siento tan culpable?

—¿Jared? ¿Sigues ahí?

—Aquí sigo —dice, divertido—. ¿Algo que añadir?

—Yo... —cierro los ojos—. Te quiero.

Él vuelve a hacer una pausa.

—Y yo a ti, Brooke —me dice, algo confuso—. ¿Estás bien?

—¿Por qué no debería estarlo?

—Porque solo me habías dicho eso una vez en tu vida. Y fue la primera.

—B-bueno... me estoy volviendo romántica, ¿vale?

—Lo que tú digas.

—Y... estoy nerviosa. Mañana tengo mi último examen final.

Bueno, al menos, eso es verdad. Soy un nido de malditos nervios.

—Y pasado mañana nos esperan unas magníficas vacaciones en casa de mi madre —murmura.

Empiezo a reírme.

—Deséame suerte para el examen.

—Los dos sabemos que no la necesitas.

—Ojalá fuera tan positiva como tú.

—Solo soy realista. Buenas noches, cerebrito.

—Buenas noches, car... Jared.

¿Por qué demonios me sale tan natural llamarle cariño?

Cuelgo el móvil y lo dejo en la mesa. No sé por qué, pero me siento la peor persona del mundo. Repiqueteo los dedos en mis apuntes antes de volver a centrarme en ellos.

No mucho más tarde, Sam sale de la ducha con la misma ropa de antes, solo que con una camiseta en lugar de su jersey, y tras discutirlo un poco le invito a algo de la máquina del pasillo para cenar mientras vemos una película.

Durante casi dos horas, se me llega incluso a olvidar todo lo que me dijo y solo puedo pensar en lo similar que es este Sam animado al que conocí en el instituto. Hacía mucho que no lo veía. Casi me siento com si hubiéramos vuelto a esa época.

La verdad es que, en general, pasamos un buen rato. Al menos, hasta que acaba la película.

Cierro la tapa del portátil y me giro para dejarlo en la mesilla. Sin embargo, me quedo completamente helada cuando veo que él tiene la cabeza agachada y le tiemblan los hombros.

Oh, no. No quiero llorar. Y lo haré si sigue así.

Sin pensarlo, me acerco a él y le doy un abrazo con fuerza que él me devuelve al instante, hundiendo la cara en mi hombro. No sé cómo, pero terminamos los dos en la cama mientras yo le acaricio la espalda distraídamente y él llora en mi hombro durante casi una hora. Me da la sensación de que ha estado conteniéndose por todos estos días y ahora lo está soltando todo.

No sé cuánto tiempo más pasa cuando noto que deja de llorar y veo que se ha quedado dormido. Me aparto con cuidado y lo dejo durmiendo en el lugar que suele ocupar Jared cuando viene. Cuando no está encima o debajo de mí, claro. Dudo un momento pensando en si debería dormir en el suelo, pero termino tapándolo con el edredón y tumbándome con la espalda hacia él. Estiro el brazo para apagar la luz y cierro los ojos.

***

No sé si estoy tan nerviosa a la hora de entregar el examen que cuando he entrado. Solo sé que me tiemblan las manos mientras se lo doy al profesor Adams. Él le hecha una ojeada rápida y levanta una comisura de la boca antes de hacerme un gesto para que me vaya. El alivio que me inunda el cuerpo es más que obvio. Y se convierte en alegría cuando cruzo el pasillo felizmente. Me ha ido bien. Menos mal.

Sigo teniendo esa sonrisa estúpida cuando salgo del edificio y empiezo a bajar las escalones. Está nublado y creo que va a llover, pero me da igual. Ahora mismo, soy demasiado fel...

El hilo de mis pensamientos se detiene de golpe cuando me giro e identifico al instante el coche de Jared. Y, a su lado, con semblante pensativo, a él. Y a Cassie, que sonríe ampliamente porque acaba de verme.

—¡Brooooooookeeeeee! ¡Aquiiiiií! —me dice como si no pudiera verla gesticulando como una loca.

Jared sonríe directamente al verme, como si ya supiera que me ha ido bien sin necesidad de preguntar. Creo que nunca alguien se había sentido así conmigo y, precisamente eso, hace que se me olvide un momento que estamos en un lugar público y vaya directa hacia él. Me encuentra a mitad de camino y parece un poco sorprendido cuando me lanzo sobre él, rodeándole el cuello con los brazos. Me rodea con un brazo por debajo del culo mientras sostiene el equilibrio milagrosamente y yo le doy un beso en los labios.

Lo siento, necesitaba celebrar el maldito examen.

Me separo lo justo para mirarlo y una parte de mí está incómoda por Cassie, pero ella realmente parece más feliz que nosotros dos juntos.

—Me ha ido genial —le digo a Jared, entusiasmada—. He respondido a todo. Me ha dado tiempo. Y he podido hacer incluso la pregunta extra. Cuando le he dado el examen a Adams, me ha sonreído. ¡Esto es demasiado bueno para ser cierto!

—Ya te dije que no necesitabas suerte, Rocky.

Le doy un beso corto en los labios antes de separarme felizmente y volver al suelo. Cassie se acerca a mí y me da un abrazo.

—Felicidades, Brooke —me dice alegremente—. ¿Eso quiere decir que ya podemos ir a hacer las maletas?

Nos quedaremos en casa de la madre de Jared todo el fin de semana. Admito que eso me pone un poco nerviosa —y me quedo muy corta con esa palabra—, pero me entusiasma tanto conocer a su familia que no me importa en absoluto. Nos vamos mañana y soy un nido de emociones.

—Quiere decir exactamente eso.

Ella suelta un chillido de alegría.

—¿Puedo ayudarte? —casi me suplica—. Me encanta ver la ropa de la gente. Dice mucho de ella.

—No empieces —le advierte Jared.

—¡A Brooke le gusta! ¿A que te gusta, Brooke?

Sonrío a Jared cuando ella me arrastra al coche. Un rato más tarde, Jared nos espera sentado en la cama jugando con Rudolf mientras yo dejo a Cassie revisar mi armario de arriba abajo. No tardo en descubrir que tanto entusiasmo se debe a que le encanta la ropa y su sueño es ser estilista o algo así. No me extraña. La verdad es que se viste muy bien. Mucho mejor que yo. Parece bastante mayor que yo, de hecho.

—¿Quieres darte prisa? —se queja Jared cuando ya hace media hora que Cassie elige ropa—. Solo es para un fin de semana.

—¡Tiene derecho a poder elegir qué se pone, no seas pesado!

Jared pone los ojos en blanco y yo lo miro de reojo. No puedo evitar mirar el lado en que está sentado y pensar en que Sam durmió ahí anoche. Esta mañana, me ha agradecido todo mil veces y ha desaparecido. Al menos, parecía mejor.

Entonces, ¿por qué me siento tan mal?

—Vale, creo que ya está —dice Cassie finalmente, cerrando la maleta—. Tienes muy poca ropa, Brooke, ¿todavía no le has perdido la tarjeta de crédito a mi hermano?

Me pongo roja como un tomate y Jared le dedica una mirada asesina a su hermana.

—Cassie... —le advierte.

—¡Perdón, perdón!

—Es que tengo parte de la ropa en casa de tu hermano —le digo, intentando calmarme.

—Oh, es verdad —ella sonríe ampliamente—. ¡Voy a tener que revisar esa también!

Y así se pasa revisando mi ropa por un día entero y creando conjuntos que yo no sabía ni que eran posibles. Al final, la dejo sola y voy al salón, donde Jared toca la guitarra distraídamente. La deja a un lado cuando me ve llegar y me hace un gesto para que me siente en su regazo. Lo hago al instante, encantada, porque sé que a Cassie todavía le queda medio armario que revisar.

Me dejo caer en su regazo y le pongo ambas manos en los hombros. Un escalofrío me recorre la espalda cuando él me sujeta las caderas, metiendo los pulgares bajo el jersey y acariciando mi piel. En serio, ¿algún día dejaré de sentirme así solo porque me toque?

Estúpido Jared.

En realidad, la estúpida soy yo.

Pensé que eso ya lo teníamos asumido, por eso no me molesto ni en decirlo.

Vaya, gracias, conciencia querida.

—¿En qué piensas? —pregunta, curioso.

—Mejor no te lo digo —me acerco un poco más con una sonrisita—. No me puedo creer que ya esté oficialmente de vacaciones. Parece que fue ayer cuando empecé el curso.

—A mí también se me ha pasado rápido —comenta, ladeando la cabeza—. Cris casi se volvió loca cuando hablamos de las vacaciones de Navidad. Como dentro de dos semanas tenemos la entrevista con los de la discográfica y todo ese rollo...

—¿Qué tal el álbum? —pregunto, acariciándole la nuca distraídamente.

—Un aburrimiento —me asegura, sonriendo.

—Entonces, nada nuevo.

—Exacto. Tú sigues siendo una cerebrito y yo sigo estando aburrido de tocar una y otra vez las mismas canciones con Kevin berreando en un micrófono.

Empiezo a reír y veo que sus ojos se desvían a mi boca por un momento. Esboza media sonrisa que se convierte en una mirada divertida cuando bajo de su regazo y alcanzo su guitarra, colocándomela.

—¿Estás preparado para asombrarte? —pregunto, subiendo y bajando las cejas.

—No me digas que me has compuesto una canción de amor, Rocky.

—Lo siento, mi profesor es muy poco profesional y solo me enseñó a tocar tres notas.

—Se llaman acordes —aclara, conteniendo la risa.

—Lo que sean.

Toco las tres a una velocidad ridículamente lenta y fallo en la última. Pongo una mueca cuando empieza a reírse a carcajadas de mí. ¿Por qué hasta su risa es sexy?

—Bueno, sé tocar dos y media —murmuro.

Él, sin dejar de reír, me pasa un brazo por encima del hombro y me coloca los dedos correctamente.

—Teniendo en cuenta que solo lo has intentado cinco veces en tu vida, no está nada mal.

—Sí, podría ser el nuevo Jimi Hendrix.

—¿Conoces a Jimi Hendrix? —pregunta, sorprendido.

—No. Solo sé que era famoso y tocaba bien los estúpidos acordes.

Él sonríe y me mira de reojo.

—Empecé a interesarme por la guitarra por él.

—¿En serio?

—Brooke, tengo su cara tatuada en la espalda.

Es verdad, tiene una cara de un famoso en el final de las costillas, pero hay tantos tatuajes que es difícil centrarse en uno en concreto.

—Oh, es ese tipo —abro la boca, sorprendida—. Solo conocía su nombre, no su cara.

—La mujer de cultura ha vuelto.

—¡Cállate! Y enséñame a tocar algo con esta cosa.

—Esta cosa —sacude la cabeza, divertido—. ¿Qué canción te interesa?

—Una que conozca, por favor.

Sonríe y se coloca con las manos sobre las mías, pensando. Tras unos segundos, me coloca los dedos correctamente. Yo rasgo las cuerdas con los dedos y pongo una mueca, así que él me enseña a hacerlo mejor —no entiendo cómo no le duele— mientras me va indicando qué hacer con la otra mano.

—Me voy a volver loca, no puedo estar pendiente de ambas —protesto.

—Claro que puedes. Eres la lista de la relación.

—Pues eso habla muy mal de ti, cariño.

Me pongo roja. Tengo que parar de usar esa palabra. O usarla con naturalidad. Lo que sea menos esto.

Me sigue dando indicaciones y no puedo evitar mirarlo de reojo. Realmente sería un buen profesor si quisiera, porque yo soy muy, muy torpe y me lo está enseñando. Al final, se aparta de mí y yo toco las notas como puedo a una velocidad ridículamente baja.

—Un poco más rápido, a ser posible —dice, divertido.

—¡Hago lo que puedo!

Intento hacerlo como dice y, más o menos, la canción empieza a tener un poco de ritmo. Sonrío, ilusionada, cuando consigo hacer bien tres notas —o lo que sean— seguidas.

—¡Ya soy una profesional! Espera, ¿cuál era?

Me quita la guitarra y él hace lo que a mí me ha costado tanto como si fuera tan fácil como parpadear. Pongo una mueca de disgusto hasta que reconozco el ritmo y le pongo mala cara.

—Venga ya.

—A mí me gusta —sonríe como un niño pequeño.

El maldito Bruce Springsteen ataca de nuevo. Y de nuevo con I'm on fire.

—A mí no. Me recuerda a esa época en la que me calentabas y luego te ibas sin terminar el trabajo. Menudo caballero estabas tú hecho.

Deja la guitarra en el sillón y me enarca una ceja al instante, perplejo.

—¿Que yo te calentaba a ti?

—Sí. Ya me has oído.

—¿Sabes el dolor de huevos que tuve durante ese mes y medio?

Me pongo roja al instante y él sonríe.

—¿Puedes no ser tan directo? —protesto, empujándole el hombro—. Podrías haberlo solucionado. Te aseguro que yo estaba dispuesta a solucionarlo por los dos.

—Incluso con el dolor de huevos nublándome la cabeza, sabía que cuando lo hiciera contigo por primera vez querría acordarme de cada detalle. Y en esa época estaba en medio de un episodio.

—Eso ha sido tan romántico y tan sucio a la vez...

—Y esos tops ajustados no ayudaban en nada, te lo aseguro. No supe que tenía autocontrol hasta que te conocí.

—¡Me ponía esos tops para ver si reaccionabas y me...!

Me detengo, abochornada. Él sonríe perversamente.

—¿Y te...?

—A ver si te dejabas de tonterías y venías a mi cuarto conmigo —aclaro, avergonzada.

—Ya iba a tu cuarto contigo. ¿Seguro que querías decir eso?

—¡Sabes lo que quería decir!

Él me rodea con un brazo y me atrae hacia su cuerpo. Antes de poder reaccionar, me está besando en los labios con ganas. Dejo que me empuje hacia atrás hasta que estoy tumbada en el sofá y él se apoya sobre mí con un codo al lado de mi cabeza. No puedo evitar una sonrisita cuando se separa y me besa las comisuras de los labios, me recorre la mandíbula y vuelve a besarme en los labios, esta vez más intensamente.

Y, mientras me besa, no sé por qué, vuelvo a sentirme un poco culpable por no haberle dicho nada de Sam.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top