Capítulo XXXII
XXXII - AMIGOS
—A ver —la voz del profesor Adams reverbera en toda la sala mientras la gente se pone de pie para marcharse—, no voy a volver a repetirlo, chicos. El viernes es el último día para entregar el proyecto. ¿Por qué siempre tenéis que esperar al último día? Luego vendréis llorando porque no os ha dado tiempo de corregirlo y yo no podré ayudaros.
Por primera vez desde que vine a la Universidad, esas palabras no hacen que me suba la ansiedad porque ya entregué el proyecto la semana pasada. Como apenas he podido ver a Jared en dos semanas —malditos ensayos—, he tenido mucho tiempo libre. He ido alternándolo entre prepararme para los exámenes finales, pasar tiempo con mis amigos y hacer fotografías por el mundo.
Aun así, admito que la cama se me antoja muy vacía cuando no puede quedarse a dormir conmigo.
Pero, claro, eso no se lo diré nunca.
Tu maldito orgullo.
Así que nuestra relación estas dos semanas se ha basado en mensajes y llamadas en las que nos recomendábamos canciones el uno al otro. Ya tengo tres listas de reproducción solo de canciones que me ha ido recomendando. Me pregunto si él también se habrá hecho alguna con mi nombre mientras bajo las escaleras del aula y veo que el profesor levanta la cabeza de un respingo, clavando los ojos en mí.
—¿Brooke? ¿Puedes quedarte un momento, por favor?
Paso entre los alumnos para llegar a su mesa.
—Sí, claro.
—Perfecto. Quería hablar contigo sobre la galería. Ya han pasado unos meses y todavía no hemos comentado nada.
—Bueno... he estado un poco ocupada con los proyectos.
—Recibiste el ingreso sin problemas, ¿no?
Todavía recuerdo el día en que me ingresaron, de la nada, seis mil dólares. Casi me dieron tres infartos distintos. Mi cuenta nunca había sido tan feliz. Por supuesto, invité a Lexi y a Liam a una cena en un restaurante carísimo y el camarero nos juzgó con la mirada —Jared también cuando se lo conté— cada vez que hicimos el tonto, pero fue divertido. Y no he vuelto a tocarlos. No estoy acostumbrada a tener más de treinta dólares en mi cuenta. Tener dinero de repente es como una gran novedad en mi vida.
—Sí —sonrío un poco.
—Espero que no te lo gastes a lo loco. Todavía recuerdo mis días como estudiante. Cualquiera que nos hubiera visto, habría pensado que el dinero crecía en los árboles. Siempre nos lo gastábamos en cerveza.
—Todavía no lo he gastado —le digo, divertida.
—¿Y qué te parecería ganar un poco más?
Dejo de sonreír al instante.
—¿Eh?
—Los dueños de la galería van a hacer otra exposición amateur y me han preguntado si estarías interesada en volver a tener una parte de una de las salas. Habrá menos fotografías que la vez anterior, pero es una buena oportunidad. Y el precio subiría.
Me quedo mirándolo, un poco descolocada. Cuando consigo recomponerme, carraspeo ruidosamente.
—Bueno, yo... ahora mismo no tengo nada de material.
—El proyecto que me entregaste estaba muy bien. Podríamos usarlo.
—¿Sí?
—Pues claro, Brooke. Además, no te pongas nerviosa. Hay dos compañeros más que llevarán a sus alumnos. Todos tenéis la misma experiencia.
—Es decir, ninguna —murmuro.
—Exacto, jovencita —dice alegremente—. Bueno, no tienes que responder ahora. Mándame un correo electrónico antes del viernes dándome tu respuesta.
No sé por qué estoy dudando con esto, pero asiento con la cabeza y salgo del aula.
Por la noche, he quedado con mis amigos y con Jared para ir a tomar algo a algún bar. Admito que me apetece más de lo que debería porque hace días que no veo a mi novio. Estoy repasándome el labial cuando Lexi y Liam entran en mi habitación como si fuera suya. Lexi va rompedora, como siempre, y Liam todavía más.
—Brookie-tookie —me dice él a modo de saludo.
—¿Qué hacéis aquí tan pronto? —pregunto, confusa.
—Ya estábamos listos y hemos decidido venir a incordiar —Lexi se encoge de hombros y se sienta en mi cama, cruzándose de piernas—. Me encanta ese top. Tienes que dejármelo alguna vez.
Es el top negro sin mangas que usé en el segundo concierto que vimos de Brainstorm. Es decir, de esa vez en que casi me dio un ataque porque Jared me rozó la piel por primera vez. Sigo ruborizándome cada vez que lo recuerdo.
—No te iría bien —le dice Liam, cortándome el hilo de los pensamientos—. Brookie tiene las tetas demasiado perfectas, por eso le queda tan bien.
Lexi se gira hacia él con los ojos entrecerrados.
—¿Y eso quiere decir que yo no?
—Oye, yo no he dicho eso.
—¿Y por qué sabes que mis tetas son tan perfectas? —le frunzo el ceño a través del espejo.
Liam ya ha levantado las manos en señal de rendición al ver que las dos lo miramos mal.
—A ver, uno tiene ojos e instinto, Brookie. Es difícil no fijarse. Y más si te pones ropa así.
—¿Y lo de las mías? —Lexi se cruza de brazos.
—Anda, mira qué bonito gnomo tiene Brookie —Liam cambia estratégicamente de tema y va a por Rudolf, dándole en la cabeza y haciendo que baile.
—Es un regalo de Jared —aclaro con una sonrisita estúpida.
—¿Eso es lo que hacía falta para ganarse tu corazón? —él pone una mueca—. ¿Regalarte un gnomo raro? Podrías habérmelo dicho y te habría traído uno antes que él.
—También hacía falta un metro noventa de tatuajes y sensualidad —aclara Lexi, sonriendo malévolamente.
—Oye, yo también soy muy sensual. Y mido lo mismo.
—Pero no tienes tatuajes.
—¡Tenía pensado hacerme uno!
—¿Dónde?
—¡En la cadera! ¡Una estrellita!
—Uy, qué malote.
Mientras siguen discutiendo y metiéndose el uno con el otro, yo termino de arreglarme y compruebo que Riley me ha enviado un mensaje informándome de que ya vienen a por nosotros.
Efectivamente, llegan en pocos minutos y los tres subimos a la parte trasera de su coche. Riley nos sonríe ampliamente.
—¿Qué tal, chicos?
—Mal —los señalo, uno a cada lado—. Se han pasado veinte minutos discutiendo.
—Qué novedad —murmura Sam.
—Y el papá amargado ya está aquí —Liam se inclina hacia delante y le pincha la mejilla con un dedo—. ¿Qué pasa, papi Sammy? ¿Riley no te da lo tuyo?
La cara de Riley se vuelve roja al instante y Sam lo mira de reojo, molesto.
—¿Quieres ir andando, Liam?
—No, papi Sammy. Perdóname.
—No me llam...
—Papi Sammy —repite Lexi.
—Papi Sammy, papi Sammy...
Y así se pasan otros veinte minutos discutiendo, esta vez con Sam. Intercambio una mirada cansada con Riley, que parece divertida cuando pone una mano en la rodilla de su novio pidiéndole que los ignore de una vez.
Yo estoy estúpidamente nerviosa cuando miro el móvil y veo que Jared me ha enviado un mensaje.
Jared: Ya he llegado. El idiota se ha empeñado en venir y no he podido pararlo.
Traduzco: está con Kevin.
Cuando Sam aparca el coche, localizo el suyo en el aparcamiento con solo una ojeada y veo que está apoyado en él junto a Kevin, que se está terminando de fumar un cigarrillo. Sin embargo, Kev lo lanza al suelo cuando Lexi va corriendo hacia él y —literalmente— se lanza en sus brazos. Empiezan a besarse apasionadamente el uno al otro mientras Kevin le agarra el culo de malas maneras y ella se restriega. Jared, a un lado, niega con la cabeza.
—Estoy casi seguro de que es ilegal hacer eso en medio de la calle —murmura Sam.
—Deja que la gente disfrute succionándose, papi Sammy —le dice Liam.
Yo me olvido de ellos por un momento cuando veo que Jared cambia completamente de expresión al verme. Se saca las manos de los bolsillos cuando me acerco a él y me sorprende un poco que me sujete de la nuca para darme un beso —un señor beso— en los labios que me deja mareada. Él, que es don-no-contacto-en-público, haciendo esto.
—¿Me has echado de menos estos días? —pregunto, recuperando el aliento y teniendo que sujetarme de sus hombros.
—No sabes cuánto, Rocky.
Mira abajo y una de las comisuras de su boca se curva hacia arriba al instante.
—¿Has elegido ese top a propósito, Rocky?
Sonrío inocentemente, aunque me he ruborizado.
—Puede.
Va a decir algo, pero se ve interrumpido cuando alguien me apretuja contra él. En realidad, son dos personas. Kevin y Lexi. Nos han abrazado uno por cada lado. Veo la cara de tensión de Jared por el contacto humano que le están brindando y no puedo evitar reírme.
—Mira qué cariñoso se pone Jed cuando se trata de Brookie —protesta Kevin—. A mí nunca me ha dejado abrazarlo.
—Sigo sin dejar que lo hagas —recalca Jared.
—Qué aburridos sois —masculla Lexi, separándose y arrastrando felizmente a Kevin—. ¡Ven, invítame a una copa, que soy pobre!
Los veo alejarse al bar sin esperar a los demás, que los siguen con la mirada sin muchas intenciones de seguirlos.
De todos modos, al cabo de unos minutos estamos todos en el interior del bar. Hemos tenido que juntar tres mesas para caber todos. Y, desde luego, he tenido más suerte que Sam en la distribución. Me he quedado entre Liam y Jared. Él se ha quedado junto a Lexi, que cada vez que se inclina para besarse con Kevin le da un codazo sin querer. Y el pobre Sam no deja de poner los ojos en blanco, claro.
—¿Cuánto creéis que va a tardar en matarlos? —pregunta Liam en voz baja.
—No va a hacer falta —murmura Jared—. Dentro de dos minutos ya habrán discutido.
—Tampoco discuten tanto —protesto.
Él me enarca una ceja.
—¿En serio?
—Bueno... un poco, pero no...
—¡¿Con cinco?! ¡Si solo ha pasado una semana!—le espeta Lexi de pronto, haciendo que medio bar se gire hacia nosotros.
—¡Pero... no significaban nada! —se apresura a decirle Kevin.
—¡Y una mierda! ¡Que te jodan, idiota!
Jared esboza media sonrisita y yo suspiro cuando empiezan a gritarse el uno al otro y el camarero les pide, por favor, que discutan en otro lado. Al final, veo que se dicen de todo menos halagos junto a la puerta del restaurante.
Vuelvo a centrarme en la mesa cuando Sam carraspea ruidosamente con los ojos clavados en el brazo que tiene Jared en el respaldo de mi silla.
—Bueno... Jed... porque te llamas Jed, ¿no?
Frunzo un poco el ceño con el tono que ha usado. Demasiado hostil. Miro de reojo a Jared y compruebo que él ni ha parpadeado.
—No es mi nombre —recalca—. Es mi apodo.
—¿Nadie te llama por tu nombre o qué?
Jared le dedica una sonrisa.
—Brooke lo hace.
Sam se calla un momento, apretando los labios, y veo que Liam intenta no sonreír mientras Riley los mira, un poco confusa. Yo tampoco entiendo muy bien el tono que está usando Sam. A veces, le da por ser un idiota.
—Así que estás en una banda para ganarte la vida —replica Sam, repiqueteando los dedos en la mesa.
—Sí, mayormente —le dice Jared tranquilamente, de nuevo ignorando el tono de voz.
—¿Y eso no es más un pasatiempo que un trabajo?
Esta vez soy yo quien carraspea ruidosamente, mirando a Sam. Él evita mirarme de vuelta.
—Puedo vivir de ello—Jared se encoge de hombros—. Yo diría que es un trabajo.
—Yo también —sonríe Liam ampliamente—. Si es que os interesa mi opinión, claro.
—No nos interesa —le espeta Sam antes de mirar a Jared otra vez—. ¿No tienes que dar... conciertos... y cosas así?
—Cuando sacamos un álbum nuevo, sí.
—Y eso implica viajar, ¿no?
—Sí.
—¿Y prefieres eso antes que estar más tiempo con Brooke?
—Sam —sueno bastante más irritada de lo que pretendía—, no te metas donde no te llaman.
—Solo me preocupo por el bienestar de la relación de mi amiga, ¿qué problema hay en eso?
—Es que papi Sammy te está haciendo un test —le dice Liam a Jared—. Para ver si eres válido para nuestra Brookie-pookie. Es su instinto paternal saliendo a la luz.
Jared parece divertido y creo que eso irrita aún más a Sam. Suspiro cuando veo que vuelve a centrarse en él.
—No has respondido, Jed.
—¿Puedes dejar de decir su nombre así? —pregunto, irritada, al notar la forma amarga que usa.
—No lo uso de ninguna forma. Y sigue sin responder.
—Es su trabajo y yo su pareja. No tiene por qué elegir si sabemos compaginarlo —le digo secamente.
—¿Y si pedimos otra ronda? —sugiere Riley inocentemente al ver que todos estamos un poco tensos.
Bueno, todos menos Liam, que mira a su alrededor como si no se enterara de nada pero escucha cada palabra.
—¿Por qué os ponéis así? —pregunta Sam—. Solo le estoy preguntando al... lo que sea... de Brooke unas tonterías sin importancia.
—Creo que la palabra que buscas es novio —replica Jared suavemente.
—Y no son preguntas, es un interrogatorio —mascullo.
—Lo hago por tu bien —me dice Sam, frunciéndome el ceño.
—¿Por mi bien? —repito, incrédula.
—Sí, Brooke. Con el idiota de Nick no lo hice y mira cómo habéis terminado. ¿Qué te hace pensar que este tío no es igual de malo que él? Míralo.
—¡Sam! —Riley abre la boca, sorprendida, y le pone una mano en el brazo.
—¿Qué? Es verdad. Es lo que todos pensamos.
—No es lo que yo pienso —le dice Riley al instante—. A mí me parece un buen chico y, si a Brooke le gusta, debe ser por algo. Deberías respetarlo.
—Sí, yo tampoco lo pienso —le dice Liam tranquilamente.
Sam pone los ojos en blanco y se cruza de brazos.
—Pues vale. Solo lo pienso yo, como siempre.
—Vamos, relajaos un poco —Liam suspira—. ¿Quién quiere una cerve...?
—Es que no entiendo qué le has visto a alguien así —me espeta Sam.
Me giro hacia Jared enseguida, preocupada, pero él no parece muy ofendido. De hecho, mira a Sam como si le estuviera aburriendo. De todos modos, le frunzo el ceño al idiota.
—Mira, está claro que no ha sido buena idea venir y yo cada vez tengo más ganas de irme —miro a Jared—. ¿Puedes llevarme a la residencia?
Él asiente con la cabeza al instante y nos ponemos de pie los dos. Riley me mira con un mohín.
—No, pero no os vayáis... —murmura, mirando a Liam en busca de ayuda.
Él se encoge de hombros. Me conoce demasiado como para intentar detenerme inútilmente. Sabe que no serviría de nada.
Sam se mantiene con los brazos cruzados y la mirada clavada en la mesa en todo momento cuando me despido de los demás y Jared me espera en la puerta. Lexi y Kevin ya se están besando otra vez, pero hacen una pausa para respirar y mirarnos.
—¿Ya os vais? —pregunta Lexi, sorprendida.
—Sam es un capullo —le digo a modo de explicación.
—Ah, vale.
Y vuelven a besarse como si no hubiera un mañana.
—¿Estás bien? —me pregunta Jared a unos metros del coche, poniéndome una mano en la nuca.
—Sí. Es que me molesta que siempre haga eso contigo. No le has hecho nada malo.
—Sí lo he hecho.
—¿El qué? —me detengo, confusa.
—Estar contigo.
Lo miro un momento antes de suspirar.
—Jared, no...
—¿Brooke?
Miro por encima del hombro a Sam, que ha salido del bar y nos ha seguido. Dedica una mirada fulminante a Jared y luego a mí una un poco más suave.
—¿Podemos hablar un momento?
—Sam...
—Venga, por favor —luego mira a mi acompañante—. ¿Puedes apartarte un momento de mi amiga?
Jared esboza media sonrisa, negando con la cabeza.
—Si me lo pide tu amiga, lo haré.
Pongo los ojos en blanco y miro a Jared.
—¿Puedes esperarme en el coche? Será un momento.
No lo discute en absoluto. Se mete las manos en los bolsillos y se apoya con la espalda en el coche a unos metros. Yo, por mi parte, me cruzo de brazos hacia Sam.
—¿Qué?
—Lo siento, ¿vale? Sé que he sido un idiota, pero es que no me cae bien. No puedo evitarlo.
—No ha hecho nada malo.
—Pero... no me cae bien —insiste.
—¿Y qué? ¡Es mi novio!
—¡Y yo tu amigo!
—Venga ya, Sam. ¿Te crees que yo no sería agradable con cualquier novia tuya? ¿Por mal que me cayera?
—¡No es lo mismo, Brooke!
—¡¿Por qué no?!
—¡Porque mis parejas son serias!
—¿Y las mías no? ¿Es eso?
—Oh, vamos, Brooke. Todos sabemos lo único que puedes ofrecerle a alguien así.
—¿Y tú qué vas a saber?
—¿Por qué te crees que está contigo? ¿Qué te crees que piensa la gente que os ve juntos?
—Sam, te estás pasando —le advierto en voz baja.
—Solo está contigo porque, ahora mismo, le calientas. Pero ¿qué pasará dentro de un año, cuando se aburra? Solo me tendrás a mí.
—¿Me estás diciendo que solo puede interesarse por mí por eso? —noto que me tiembla la voz de la rabia.
—¡Pues sí, Brooke, siento decirlo así, pero es para lo único para lo que le vales!
No me he dado cuenta de que he apretado los puños hasta el punto en que me duelen las manos, pero los relajo al instante en que noto una de las manos de Jared en mi muñeca. Él tira ligeramente de mí hacia atrás, apartándome de Sam.
—Vamos, te llevaré a la residencia —me dice, ignorándolo completamente.
—¿No vas a darme una paliza para que me calle? —le espeta Sam de malas maneras.
Jared se detiene un momento antes de echarle una mirada que hubiera hecho que yo me escondiera.
—La única razón por la que no estás todavía en el suelo es porque sé que a Brooke le disgustaría que golpeara a un amigo suyo, aunque seas un imbécil. Pero no tientes tu suerte o me lo pensaré mejor.
Sam me mira, señalándolo.
—¿Es eso lo que te gusta? ¿Un macarra con ganas de ir golpeando a la gente por el mundo?
—Sam, cierra ya la boca —le digo, esta vez menos pacientemente.
—¡Es que no entiendo por qué te gusta alguien así y no...!
—¿...y no tú? —sugiere Jared cuando se queda en silencio.
A Sam se le enrojecen las orejas cuando lo mira.
—¿Quién te crees que eres para hablar así de mí sin conocerme?
—Te recuerdo que, hace un momento, tú insinuabas cosas mucho peores de mi novia —le espeta Jared.
—¿Qué...? —Sam me mira y hace un ademán de acercarse a mí, pero se detiene al darse cuenta de que no va a ser muy bien recibido—. ¿Vas a dejar que diga eso de mí?
Sacudo la cabeza. Ahora mismo, solo quiero irme de aquí. Y cada vez tengo más ganas de llorar. Jared se da cuenta enseguida, porque noto que la mano que me ha puesto en el hombro se tensa.
—Vámonos de aquí —masculla.
Por una vez, Sam no dice nada y deja que él me guíe al coche. Sin embargo, estamos a solo unos pasos de él cuando me detengo de golpe. Jared también lo hace y me mira, confuso. Pero ahora mismo no puedo pensar en él, porque me giro hacia Sam. Él frunce el ceño cuando voy directa en su dirección. Jared se apresura a seguirme y sospecho que es para que no arme un desastre.
Sam da un paso hacia atrás cuando me quedo justo delante de él.
—¿Qué...?
—¡Me besaste!
Durante un momento, no dice nada. Pero lo recuerdo. Lo recuerdo demasiado bien.
—¿Eh? —masculla, pero noto que le tiembla la voz.
—¡Me... me besaste cuando salimos de esa discoteca! ¡Y luego fingiste que no había pasado!
—Brooke, no fue...
—¡Ni se te ocurra negarlo, lo hiciste!
—Yo... no fue como... Brooke, escucha...
Cuando se acerca para ponerme una mano en el hombro, Jared la aparta bruscamente.
—No la toques —le advierte.
Sam parece demasiado frustrado como para responder. Me mira y busca las palabras adecuadas.
—Brooke, no fue como crees. Yo... estaba confundido y... y creí que... bueno... que tú...
—¿Cómo... cómo pudiste hacerle eso a Riley?
—Esto no es sobre Riley.
—¡Es tu novia! —le espeto, furiosa—. ¡Claro que es sobre ella! ¿Cómo demonios te sentirías si te enteraras de que ella se ha besado con un amigo suyo?
—Brooke...
—¡No, cállate! ¡Te pasas la vida criticando todo lo que hago al margen de tu opinión, pero luego me besas teniendo novia!
—Yo... pensé que me corresponderías.
—¡Me da igual! ¡Tienes pareja!
—¡Brooke, tenía que intentarlo!
—¡No tenías que intentar nada! ¡Estoy enamorada, Sam! ¡Lo sabes perfectamente! ¡Tú solo eres mi amigo, siempre lo has sido!
—¡Oh, claro, es mucho mejor besar a un capullo que se irá con otra en cuanto dejes de ser una novedad!
—¡No tienes ni idea de lo que dices! ¡Ni idea!
—¡A lo mejor debería empezar tratarte con una mierda y así sí que te abrirías de piernas para...!
No le dejo terminar la frase. De repente, me escuece la mano y él se detiene de golpe. Le he dado una bofetada.
Ni siquiera he sido consciente de que lo hacía, pero me hierve la sangre y me encuentro a mí misma muy poco arrepentida de lo que acaba de pasar. De hecho, sigo teniendo los puños apretados. Estoy demasiado enfadada. Demasiado.
Por suerte, Jared me rodea con un brazo y me aparta de él, tirando de mí hacia el coche. Sam no dice nada más cuando me deja en el asiento del copiloto. Jared da la vuelta al coche, veo que le dice algo, y él va al bar con los hombros caídos. Después, se sube a mi lado y arranca el coche. Trago saliva.
—¿Qué le has dicho? —le pregunto.
—Que haga algo bien y le diga la verdad a su novia —masculla Jared.
Lo miro de reojo y él sale del aparcamiento sin decir nada más. Hay unos instantes de silencio en el coche... hasta que yo ya no puedo más.
Siento que se me llenan los ojos de lágrimas y no puedo evitar derramarlas. Me tapo la cara con las manos y empiezo a llorar. Me tiemblan los hombros cuando noto que él detiene el coche a un lado de la carretera y se inclina hacia mí, rodeándome con ambos brazos. En apenas un segundo, paso de estar en mi asiento a estar encima de él, con la cara apoyada en el hueco de su cuello.
—N-no... no me puedo creer que... q-que hiciera eso —murmuro al cabo de un rato, separándome para intentar calmarme.
—No se merece que llores por él, Brooke.
Me sujeta la cara con las manos y me pasa los pulgares por debajo de los ojos, secándome las lágrimas. El gesto es tan impropio de él que casi me entran ganas de llorar otra vez.
—Riley no se merece esto —murmuro.
—Riley ahora sabrá la verdad y podrá tomar la decisión que prefiera.
Agacho un poco la cabeza. Me da algo de vergüenza haberme puesto así delante de él. Pero Jared no parece pensar así en absoluto.
—Lo siento —mascullo.
Sus dedos se detienen un momento cuando frunce el ceño.
—¿Lo sientes?
—Sí...
—¿El qué?
—Me lo dijiste un montón de veces. Me dijiste un montón de veces que le gustaba a Sam y yo... no te escuché.
Jared suspira y baja las manos a mi nuca para acercarme un poco más.
—No te disculpes por esa tontería, Brooke.
—No es una tontería. Tenías razón.
—Y tú has tenido razón otras mil veces. Si tuviera que pedirte disculpas cada vez que la tienes, no haría otra cosa.
Me paso el dorso de la mano por la cara y esbozo una pequeña sonrisa en medio de las lágrimas, que han empezado a disminuir. Pero la sonrisa no tarda en desvanecerse.
—¿Crees que Riley estará enfadada conmigo?
Jared lo piensa un momento, pasándome una mano por la espalda, especialmente por la zona baja que el top no cubre.
—No, no lo creo —me dice sinceramente—. Estará triste, pero es inevitable.
—Debería hablar con ella.
—Brooke, esa chica va a necesitar aclararse la cabeza antes de hablar con nadie. Déjale, al menos, un día de margen.
—Vale... sí, tienes razón.
Me retiro las últimas lágrimas de la cara y pongo una mueca al ver que tengo manchas negras en los dedos.
—Oh, no, mi maquillaje...
—No pasa nada —me asegura, sonriendo.
—Seguro que parezco kung fu panda.
—No te lo creas tanto. Solo te pareces a un panda cualquiera.
Le empujo el hombro, riendo, y él me dedica una sonrisa —que, tratándose de Jared, es todo un logro—.
—¿Tienes frío? —pregunta, mirando mi top.
—Sí, pero no me sirve de nada llevar esto si no puedo lucirlo.
Se queda mirándome con expresión de ¿en serio? antes de negar con la cabeza.
—Déjate de tonterías y ponte la chaqueta.
—No tengo chaqueta.
—Brooke, por el amor de Dios, estamos a una semana de empezar el invierno.
—¡Quería que me vieras bien!
—Sinceramente, prefiero verte sana.
Alcanza su chaqueta de la parte de atrás y me la da. Me la pongo con un mohín, pero la verdad es que lo agradezco. Me estaba helando.
—¿Mejor?
—No —miento.
—Vale, mentirosa, creo que deberías volver a tu asiento para que pueda conducir.
Sonrío y me sujeto de sus hombros para volver a sentarme correctamente en mi lugar. Vuelvo a ponerme el cinturón y me acomodo en el asiento, más relajada. Él estira el brazo y me pone una mano en la rodilla.
—¿Te llevo a la residencia?
—¿No podemos ir a tu casa? Mi cama es muy pequeña para dos personas —sugiero, repentinamente un poco avergonzada.
—Entonces, a mi cama porque es más grande.
—Dijo el chico rico.
Sonríe, mirándome de reojo, y me pasa el móvil para que elija la canción que quiera. Cuando pongo una que me suena, suspiro.
—¿Podemos parar un momento en mi residencia antes de ir?
—Sí, claro. ¿Te has dejado algo?
—No, es que prefiero no ir a clase mañana con la misma ropa que ahora. E ir con ropa tuya no creo que sea muy profesional.
Sonríe, divertido.
—Muy bien.
Un rato más tarde, me espera jugando con las llaves y apoyado con un hombro en el marco de la puerta. Yo recojo el estropicio que tenía por el suelo rápidamente antes de sujetar mi mochila y meter lo que necesito mañana para clase. Además de algo de ropa. Noto que me está mirando fijamente y le echo una ojeada.
—¿Quieres una foto? —sugiero, divertida—. Te durará más tiempo.
—No es mala idea, pero no pensaba en eso.
—¿Y qué maquinaba tu mente perversa, Jared?
Escucho que se ríe suavemente antes de permanecer en silencio unos segundos. Me agacho para meter unos pantalones en la mochila.
—Estaba pensando... en que podrías dejar algunas cosas en mi casa.
Me detengo un momento con la mano en el montón de jerséis y entreabro los labios, sorprendida. Consigo fingir naturalidad cuando me giro y lo miro por encima del hombro.
—¿Algunas... cosas?
—Cosas que necesitas cuando te quedas a dormir en mi casa.
Intento recuperarme de la impresión cuando me pongo de pie, mirando mi pequeña mochilita. Él me observa, en busca de una respuesta.
—¿Estás seguro, Jared?
Porque yo sí quiero hacerlo. De hecho, he querido hacerlo durante mucho tiempo, pero no quería preguntárselo y que se agobiara.
—Si no estuviera seguro, no te lo ofrecería —me dice con media sonrisa.
—¿Y qué...? ¿Qué llevo? Tampoco tengo tantas cosas.
No me puedo creer que esté tan nerviosa por esta tontería. Bueno, quizá nerviosa no es la palabra. Más bien, emocionada. Especialmente cuando él se acerca y revisa mi armario concienzudamente.
—¿Puedo sugerir cosas? —sonríe como un niño pequeño.
—Depende mucho de lo que vayas a sugerir.
—¿Y si te sugiero que me enseñes el cajón de la ropa interior?
Mi cara se vuelve completamente roja al instante y él se echa a reír.
De todos modos, termino llegando a la conclusión de que mi mochilita pequeña no va a servir de mucho, porque cuando intento meter en ella la ropa apenas es suficiente. Tengo que usar la grande y fea que tengo, esa que no uso nunca. Meto unos cuanto pantalones y camisetas, dos jerséis, una sudadera y dos pijamas. En realidad, creo que me estoy llevando más cosas de las que dejo aquí, pero por algún motivo eso me gusta, así que no me detengo. Después, voy a por un cepillo de dientes, algunas cosas para la ducha y lo meto todo en un neceser —también aprovecho para arreglarme el desastre de mi maquillaje—. Jared ha esperado pacientemente en mi cama, jugando con Rudolf. Cuando me ve aparecer, recoge la mochila por mí y me lleva hacia el coche de la mano.
¿Es cosa mía o no ha dejado de sonreír desde que hemos salido de la habitación? Creo que él ha estado pensando en esto por tanto tiempo como yo.
Se me olvida completamente lo que ha pasado en el bar cuando llegamos a su edificio y el portero nos saluda con un asentimiento de cabeza. Ya me conoce de sobra. Subimos en el ascensor y veo que Jared me mira de reojo, algo pensativo.
—¿Qué? —pregunto, enganchando su brazo con el mío.
—Eres la primera persona que va a dejar sus cosas en mi casa desde que me la compré.
No sé cómo reaccionar, así que me inclino y le doy un beso en el hombro. Sin embargo, creo que él tiene una idea más clara de lo que debería haber sido mi reacción, porque me levanta la cara con una mano y une nuestros labios. Apenas he empezado a besarlo cuando las puertas del ascensor se abren. Le agarro de la mano, entusiasmada, y tiro de él hacia el pasillo, pero me detengo, sorprendida, cuando veo que Cassie está delante de su puerta.
Parece que ella iba a tocar el timbre, pero se detiene al vernos y sonríe.
—Hola, tortolitos.
—¿Qué haces aquí? —le pregunta Jared, confuso, acercándose a ella.
—¿Así me saludas? Eres un desastre de hermano mayor —ella me mira a mí—. Hola, Brooke. Me alegra verte.
—¿Cómo estás? —pregunto, dándole un abrazo.
—Bien. Ya tengo vacaciones en el instituto —sonríe ampliamente—. Así que había pensado en hacer una visita. Pero puedo volver otro día.
—Igual sí —sugiere Jared, mirándome de reojo.
—Igual no —le frunzo el ceño y miro a Cassie—. Íbamos a cenar. Quédate.
—¿Qué...? —Jared frunce el ceño, también.
—Me parece bien —sonríe Cassie.
Él suspira y abre la puerta de su casa. Cassie mira de reojo la mochila que lleva.
—¿Qué es eso? —pregunta, curiosa.
—Cosas de Brooke —le dice Jared, simplemente.
—¿Cosas de...? —ella me mira al instante, pasmada—. ¿Vais a vivir juntos?
—Cassie, no...
—¡Eso es genial! ¡Por fin! Mamá se alegrará un montón cuando se ent...
—Cassie —Jared la corta—. No es eso. Solo son algunas cosas. No la agobies.
—¡No la agobiaba, solo preguntaba! —ella me mira, frustrada—. ¿También se comporta siempre así contigo? Porque no sé por qué lo aguantas voluntariamente.
Sonrío, divertida, cuando Jared le pone mala cara.
—Espera aquí —le dice a su hermana.
—Sí, capitán.
Él me conduce directamente a su habitación y deja la mochila junto a la puerta de su vestidor.
—Coloca tus cosas donde más te apetezca.
—¿Y tu ropa?
—Por mí, como si la quemas.
—¡Jared!
—Hay cuatro armarios, Brooke, creo que hay espacio de sobra para los dos.
Sonríe y me da un beso en la frente antes de irse con su hermana de nuevo. Yo miro a mi alrededor. Todavía no me puedo creer que tenga un vestidor para él solo. Es mi sueño.
Al final, rebusco un poco en los armarios y me doy cuenta de que él no tiene demasiada ropa. Eso sí, la tiene ordenada. El otro día me enteré de que tiene un servicio de limpieza por las mañanas que solo viene los martes y los jueves. Eso explica muchas cosas. Aunque la verdad es que él también es bastante ordenado solito. Meto mi poca ropa junto a sus camisetas en el primer armario y me cambio a algo más cómodo —no quiero ir a hablar con Cassie con mi top y la chaqueta de su hermano—. Después, dejo mis otras cosas en el cuarto de baño de la habitación de Jared y me miro un momento en el espejo. Termino de quitarme el maquillaje y vuelvo al salón.
Cassie está sentada en el sofá con los pies en la mesita y mira su móvil. Jared tiene el ceño fruncido —como siempre que se concentra— mientras cocina algo rápido. Decido ir con ella y me dejo caer a su lado.
—¿Qué haces? —pregunto, curiosa.
—¿Eh? —me sorprende un poco que se ponga roja como un tomate—. Oh... mhm... nada.
Enarco una ceja, divertida.
—Seguro.
Ella suspira y mira a su hermano de reojo. Tras asegurarse de que no nos presta atención, me enseña la pantalla de su móvil. Veo un cartel de alguien que anuncia clases de guitarra.
—Oh, ¿quieres aprender a tocar la guitarra? —le pregunto, sorprendida—. Podrías pedírselo a Jared. Lo haría encantado.
—Brooke, contigo lo haría encantado. A mí me pondría mala cara y buscaría cualquier excusa.
Jared y su buen genio con la gente. Sí, tiene razón.
—Y, de todos modos, no te lo enseño por las clases en sí.
—¿Entonces?
Vuelve a enseñarme la foto y veo que el que las da es un chico de su edad, bastante guapo y con un pendiente en la oreja.
—Ooooh —asiento con la cabeza—. Ahora lo entiendo mejor.
—Es guapo, ¿eh? —murmura, roja otra vez.
—La verdad es que sí. ¿Cómo se llama?
—Mitchell. Empezaré las clases mañana. Estoy un poco nerviosa. Lo conozco de clase y llevamos hablando un tiempo. Creo que podría ser serio.
—Seguro que a Mitchell se le cae la baba contigo —sonrío.
—¿Tú crees? —se aclara la garganta al darse cuenta de lo entusiasmada que ha sonado—. Oye, no le digas nada a Jed, ¿vale?
—¿Por qué no?
—Porque no quiero que lo espante.
Parpadeo, sorprendida.
—Pero... ¿cómo va a espantarlo?
—Mira, no es porque vaya a decirle nada. Es que impone mucho —aclara—. Mis dos últimos novios casi se murieron del susto cuando les dije que tenían que caerle bien. Y es un poco difícil porque a él le cae mal el noventa y nueve por cierto de la población. Y tú eres el uno por ciento restante.
Hago un ademán de decir algo, pero Jared nos interrumpe cuando la cena está lista.
Pronto descubro que cuando Cassie lo visita tiene que quedarse a dormir porque no puede volver a su casa de noche con el transporte público. Supongo que la habitación de invitados será para ella.
Estamos los tres sentados en la barra comiendo tranquilamente cuando ella levanta la cabeza y nos mira como si se le hubiera ocurrido una idea.
—¿Vais a venir a cenar por Navidad?
Miro de reojo a Jared, que frunce el ceño como si le hubiera ofrecido tirarse de un avión sin paracaídas.
—¿Cuándo he venido a esa cosa?
—Vamos, ¡ahora es diferente!
—¿Por qué?
—Porque tienes novia —me señala—. Seguro que mamá quiere conocerla.
—Mamá ya la conoce —masculla él.
—Oh, sí, del día en que casi terminas en prisión. ¿Te crees que tuvieron tiempo de conocerse mucho?
Jared no dice nada, pero no parece muy conforme con la idea. Al ver la cara de decepción de Cassie, me apresuro a romper el silencio.
—¿A qué cena te refieres?
—Oh, a la del día de Navidad —dice alegremente—. Mi madre y su novio estarán en casa. Con su familia. La de él, digo. Seguro que les hace ilusión que vayáis. Siempre preguntan por Jared. Y, si viene con su novia, ¡mucho mejor!
—No los conozco de nada —murmura él sin mirarla.
—¿Y qué día mejor para conocerlos que Navidad? —Cassie me mira a mí porque sabe que soy un objetivo mucho más fácil—. ¿A que tú quieres conocer a tu suegra?
Casi me atraganto con la comida. Jared pone los ojos en blanco.
—¿No ves que la estás presionando? —le dice a su hermana.
—¡Tú sí que la estás presionando! Seguro que ella quiere venir.
—No quiere ir.
—¿Y si quisiera?
Él la mira un momento con los labios apretados. Veo que la llama de la esperanza cruza los ojos de Cassie cuando se da cuenta de que encontrado el único argumento que podría utilizar para convencerlo de algo.
—¿Y si quisiera venir? —insiste—. ¿No lo harías? ¿No irías a una cena con nosotros? ¿Ni por Brooke? ¿Ni aunque a ella le haga ilusión conocer a nuestra familia?
Jared frunce el ceño a su plato, pensando. Cassie me sonríe ampliamente y levanta los pulgares.
—¿Quieres ir?
Miro a Jared, cuya expresión parece la de un mártir. Dudo un momento y Cassie lo aprovecha enseguida para seguir intentándolo.
—¡Nos lo pasaremos genial! —me asegura—. Y en casa tenemos una habitación de sobra para vosotros. Era la habitación de Jared, pero como nunca viene, ahora podría ser la de los dos. Para cuando vengáis de visita.
—¿Cuántas veces te crees que vamos a ir? —protesta Jared.
—¡Vamos, hermanito! Brooke, mi madre siempre pregunta por ti. De verdad que le encantaría que vinieras.
Levanto las cejas, sorprendida.
—¿Pregunta por mí?
Miro a Jared y cuando él pone mala cara sé que es verdad. Cassie sonríe ampliamente.
—¡Pues claro que lo hace! ¿Sabes los años que ha tardado este idiota en encontrar a alguien que lo soporte? Mamá se muere de curiosidad por conocerte.
Cuando sonrío, Jared suspira largamente. Ya sabe que ha perdido.
—Me apetece ir —les digo.
Cassie empieza a aplaudir y Jared se pasa una mano por la cara.
—No me puedo creer que vaya a tener que ir a una maldita cena en familia —masculla de mala gana.
—¡Qué bien! —Cassie se pone de pie—. ¡Voy a avisar a mamá ahora mismo!
Y se va felizmente al salón con el teléfono en la oreja. Yo la sigo con la mirada antes de girarme porque dos ojos entre el azul y el verde están clavados en mí y llenos de rencor.
—¿Qué? —pregunto, divertida.
Los entrecierra, poniéndome mala cara.
—Vamos, no te enfades —le pongo una mano en la rodilla.
—No estoy enfadado, solo molesto.
—No seas exagerado.
—Eso dímelo cuando estemos ahí.
—No puede ser tan malo.
Él repiquetea un dedo en la barra y ladeo la cabeza, algo confusa.
—¿Hay algo que no me hayas dicho, Jared?
—Sí... hay algo.
Me aseguro de que Cassie sigue pendiente de su madre antes de acercarme a él y ponerle una mano en la mejilla. Deja de repiquetear el dedo, pero suspira.
—Mi padre viene cada año —murmura finalmente.
Oh, mierda.
Me detengo un momento sin saber qué decir.
—¿No me dijiste que tenía una familia en otra parte?
—Sí, pero ese día siempre lo pasa con nosotros. Es una especie de tradición. Pasa con su familia el resto de las fiestas.
Me muerdo el labio, pensando a toda velocidad.
—¿Quieres que le diga a Cassie que no me apetece ir?
—No —niega con la cabeza con una pequeña sonrisa—. No importa.
—Jared, puedo...
—He evitado ir durante años porque no quería verlo. Pero, ahora... sé que tú estarás conmigo. Es diferente.
De nuevo, no sé qué decirle. Pero por un motivo muy distinto. Sigo teniendo la mano en su mejilla, así que la bajo a su mentón para atraerlo y darle un pequeño beso en los labios. Me separo rápido porque Cassie vuelve a aparecer con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Lo ves? —mira a Jared y señala el móvil—. Está entusiasmada. Ya te lo he dicho.
Él pone los ojos en blanco y sigue comiendo.
Después de cenar, Cassie se va felizmente a la habitación de invitados, que está al principio del pasillo, y sospecho que es para dejarnos solos. Yo me quedo con Jared en el salón mirando un canal cualquiera con la cabeza en su regazo. Estoy empezando a quedarme dormida —me está acariciando el pelo, mi debilidad— cuando veo mi móvil iluminándose a mi lado. Suspiro. Es un mensaje de Lexi preguntándome qué demonios ha pasado. Y otro de Liam preguntándome si estoy bien.
—¿Todo bien? —pregunta Jared, divertido, cuando resoplo ruidosamente.
—No —lanzo el móvil al otro lado del sofá y me acurruco un poco más—. No quiero hablar con Lex y Liam ahora mismo. Ya se me había olvidado lo de Sam.
Él deja de acariciarme el pelo para ponerme un mechón tras la oreja y acariciarme el cuello en su lugar con el pulgar. Un escalofrío me recorre la espalda al instante.
—¿Quieres que te distraiga? —sugiere con una sonrisita.
—Jared, tu hermana está en esa habitación.
—Y nuestra habitación está al otro lado del piso. Créeme, no se oye nada.
Lo miro de reojo, divertida, y me pongo de pie con la mantita alrededor. Sin embargo, esta se cae al suelo en cuanto él se coloca a mi lado y me levanta sobre un hombro. Empiezo a reírme, divertida, mientras me arrastra hacia su habitación como si no pesara nada.
—¡Espera, espera! —intento bajarme delante de la puerta.
Al final, consigo retorcerme y que me deje en el suelo otra vez, sujetándome de la cintura.
—¿Qué?
—No me he lavado los dientes.
Por un momento, solo me mira con una ceja enarcada.
—¿Y eso lo dices ahora porque...?
—¡Jared, ahora que ahora tengo un cepillo de dientes aquí quiero aprovecharlo!
Pone los ojos en blanco descaradamente y abre la puerta de su habitación, arrastrándome con él. Cuando intento ir hacia el cuarto de baño, escucho que cierra y me atrapa el brazo, dejándome pegada a la pared. Antes de poder reaccionar se pega a mí, acorralándome con una mano a cada lado de mi cabeza y sus labios en los míos.
El beso empieza pausado y casi tierno, pero cuando hunde una mano en mi pelo para echarme la cabeza hacia atrás y poder tener mejor acceso a mi boca, cambia bastante. Noto que me pega un poco más a la pared y me sujeto de su espalda inconscientemente. Cuando estoy a punto de agarrar el borde de su camiseta, él se detiene y me mira.
—¿Todavía quieres ir a lavarte los dientes?
—Déjate de tonterías.
Noto que está sonriendo bajo mis labios cuando le rodeo el cuello con los brazos y lo atraigo de nuevo.
En apenas unos segundos, mi respiración se acelera y empiezo a sentir que me arde la piel, como me sucede cada vez que me besa de esa forma. Se separa un momento y se quita la camiseta. Yo hago lo mismo y él vuelve a pegarse a mí, esta vez besándome el cuello y la clavícula. Al instante en que siento que me besa el borde del sujetador lentamente y sube las manos por mi espalda, se me eriza el vello de la nuca y contengo la respiración.
Pronto nuestra ropa se convierte en un montón en el suelo que es tristemente ignorado mientras nos seguimos besando y acariciando el uno al otro por todas partes. A mí me encanta especialmente su espalda porque siempre que se la recorro con los dedos siento que se estremece. Le beso el hombro suavemente y marco un rastro invisible de besos hacia su mandíbula. La barba de dos días me pincha un poco los labios antes de que llegue a los suyos y me ponga de puntillas para besarlo mejor.
Al final, soy yo quien no puede más y le agarra de la mano para recorrer el poco espacio que queda hasta la cama. Ahí, se queda de pie y yo me siento en ella, retrocediendo hasta que quedo en el centro, esperando... pero solo me mira y esboza media sonrisa.
—¿Vas a quedarte mirándome? —enarco una ceja, divertida.
—Puede —me dice en el mismo tono.
Por un momento, me acuerdo de Nick y de lo impensable que hubiera sido para mí hacer esto con él. De hecho, recuerdo que siempre quería hacerlo con la luz apagada por vergüenza. Y eso que estuvimos juntos por mucho tiempo. Nunca supe muy bien por qué, al igual que no sé por qué con Jared se me antoja como algo natural.
—¿Y ves algo que te guste? —ladeo la cabeza.
Él sube la mirada a mis ojos otra vez.
—Realmente no sabes lo perfecta que eres, ¿no?
Eso me deja muda por un momento. Dejo de sonreír de forma traviesa y lo miro, sorprendida. Pero él no me deja tiempo para pensarlo, porque coloca una rodilla en la cama, me sujeta de un tobillo y lo siguiente de lo que soy consciente es de que estoy boca abajo en la cama.
Apoyo la mejilla contra la sábana cuando noto que la cama se hunde a ambos lados de mis caderas, donde él ha apoyado las rodillas. El mismo proceso se repite con mis hombros, junto a los que coloca las manos antes de inclinarse y besarme la nuca.
—¿No quieres seguir viéndome? —pregunto, intentando girarme para mirarlo.
—Quiero verte desde otra perspectiva —murmura contra mi hombro y casi puedo notar su sonrisita.
—Jared, así no puedo hacer nada.
—No tienes que hacer nada —sube un poco y me da un beso en la comisura de los labios—. Déjamelo a mí. Has tenido una mala noche.
Ya podríamos tener más malas noches si implican esto.
Cierro los ojos y murmullo de placer cuando noto que me pasa una mano entre los omóplatos y empieza a masajearme suavemente la nuca. No sabía que eso me gustara, pero ahora me encanta. Siento sus labios y su lengua en mi hombro pronto sustituyendo esa mano y bajando lentamente por mi columna vertebral. Se detiene al final y me da un beso en los dos pequeños hoyuelos que hay ahí.
Entonces, noto que mete una mano por debajo de mi estómago y la baja lentamente. Apoyo la frente en la sábana cuando la mete entre mis piernas, sin prisas. Como odio que haga estas cosas sin prisas. Me da la sensación de que yo voy a explotar y él está tan tranquilo.
No deja de acariciarme con una mano mientras me recorre la columna vertebral con la boca. Cada vez que se mueve, puedo sentir que los mechones de pelo de su frente me acarician la piel y me provocan escalofríos. Al final, siento que mis pulsaciones se aceleran y él aumenta el ritmo conmigo, besándome al hombro. Cuando siento que no puedo más y me empiezan a temblar las piernas, él deja de besarme y noto que me sujeta las caderas, subiéndomelas unos centímetros y haciendo que tenga que apoyarme en las rodillas. Siento su espalda en la mía cuando se coloca y se inclina hacia delante sin esperar un segundo más. Contengo la respiración. No esperaba que lo hiciera tan bruscamente.
—¿Estás bien? —pregunta, deteniéndose y sujetándome una cadera con la mano.
Asiento con la cabeza —porque ahora mismo soy incapaz de hablar— y él empieza a moverse. Lentamente al principio. Solo al principio. Nunca lo había hecho así, en esta posición. Sentir su pecho en mi espalda hace que me suba aún más el calor corporal y pronto me encuentro a mí misma tensando los hombros y agarrando las sábanas con los puños. Él apoya una mano junto a la mía y me besa el cuello.
—Te quiero —murmura contra mi piel.
Creo que es la primera vez que me lo dice mientras lo hacemos y de una forma tan... íntima. Muevo un poco la mano hacia la suya la sujeto con fuerza mientras intento pegarme más a su cuerpo. Los dedos en mi cadera se tensan a medida que va a acercándose conmigo.
Unos minutos más tarde, salgo del cuarto de baño y veo que me espera en la cama, estirando los brazos. Me lanzo sin mucho cuidado y reboto a su lado, apoyando la mejilla en su pecho. Noto que me rodea los hombros con un brazo y me da un beso en la cabeza.
—¿Ya te has lavado los dientes? —bromea.
—Oh, cállate.
Le paso un dedo por el pecho y casi puedo sentir su mirada clavada en ese dedo cuando se mueve para cubrirnos a los dos con las sábanas.
—¿Qué significan tus tatuajes? —pregunto.
Su pecho se mueve un poco cuando empieza a reírse.
—¿Quieres que te explique el significado de cada uno? Vamos a tardar un poco.
—No de todos —lo miro, curiosa—. ¿Cuál fue el primero?
Él se mueve para señalarse las costillas. Tiene tatuada una guitarra preciosa con varias notas musicales alrededor.
—Dicen que en las costillas duele —murmuro.
—Y dolió, te lo aseguro —me dice, divertido—. Pero valió la pena.
—¿Cuántos años tenías?
—Diecisiete.
—¿Tan pocos? ¿Fue legal?
—No, pero había cobrado por primera vez y tenía dinero. No preguntaron mucho.
Él se mueve de manera que yo quedo de espaldas en la cama y él de lado, mirándome. Se me seca la boca irremediablemente cuando acaricia el tatuaje de la rosa que tengo en el hueso de la cadera.
—Creo que me he ganado oír la historia de esto —replica.
—No es una gran historia —murmuro.
Pero parece interesado igual, así que suspiro, mirando su pulgar recorrer el tatuaje de arriba abajo casi como si él no se diera cuenta de que lo hace.
—Cuando cumplí los dieciocho años Lex y yo tuvimos la gran idea de ir de fiesta por primera vez solas. Como siempre, ella ligó y yo no. Pero, al menos, el chico resultó ser bastante simpático. Era tatuador. Lexi lo convenció para que nos hiciera dos tatuajes pequeños gratis. Estuve mirando fotos de ideas durante un buen rato y, entonces, el chico comentó algo sobre una chica con la que se había acostado una vez. Dijo que tenía un lirio tatuado en la cadera. Y que eso le había parecido muy sexy. Y, bueno... yo quería sentirme un poco sexy, así que fui a por algo más directo. Una rosa me pareció una buena elección.
Él sonríe cuando levanto la cabeza.
—Si te sirve de algo, a mí también me parece una excelente elección.
Me alcanza la muñeca y pongo una mueca cuando mira el tatuaje de la maldita estrella.
—No mires eso —murmuro, apartando el brazo.
Parece algo sorprendido.
—¿Por qué no?
—Porque... me siento sucia —mascullo, avergonzada—. Me lo hice por un imbécil y, en ese momento, yo también era una imbécil. Y no te mereces tener que verlo.
Hay un momento de silencio antes de que él me sujete el mentón con una mano y me obligue a mirarlo. Para mi sorpresa, tiene el ceño fruncido.
—No vuelvas a llamarte imbécil, Brooke.
—En ese momento, lo era.
—No, no lo eras. Ni lo has sido nunca. No necesito haberte conocido antes para saberlo. Tomaste una decisión equivocada. Todos lo hacemos. Mi cuerpo está lleno de decisiones equivocadas.
Recorro su brazo tatuado y le dedico una pequeña sonrisita traviesa.
—Tus decisiones equivocadas son sexys.
Él enarca una ceja, divertido.
—Ah, ¿sí?
Asiento con la cabeza y se inclina hacia delante.
—¿Quieres que te diga qué encuentro sexy en ti, Rocky?
—Prefiero que me lo enseñes.
Su sonrisa ensancha cuando me ruborizo por lo que acabo de decir. Ha sido sin pensar. Pero él parece encantado.
—Será un placer.
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