Capítulo XXVIII
Antes que nada, el capítulo solo está revisado una vez, así que es bastaaante probable que haya algún que otro fallo.
Y también deciros que me he abierto un canal de youtube —sí, me estoy modernizando—. Si queréis ver el primer vídeo, encontraréis el enlace en mi perfil.
Ahora, a leer :D
XXVIII - IMPORTANTE
El corazón me va a toda velocidad mientras recorro toda la distancia que me queda hasta la maldita aula. Cuando por fin llego, me encuentro con el profesor Addams cerrando para empezar la clase. Por supuesto, me ve y suspira.
—Buenos días, Brooke —me dice, enarcando una ceja.
—P-perdón es que... es que con los horarios nuevos estoy totalmente despistada y tengo una clase en cada lado del edificio y...
—Déjate de excusas y entra, venga. Pero intenta llegar temprano la próxima vez.
Le dedico una pequeña sonrisa agotada antes de ir corriendo a cualquier lugar libre de la clase.
Pero, ¿qué me pasa hoy? He estado como distraída todo el día. Bueno, sé que me pasa. Jared es lo que me pasa. Estúpido Jared. Al final, es el foco de mis problemas.
Pero sabe compensarlo.
Ojalá mi conciencia fuera un poco más objetiva, por cierto.
Que te calles.
Al menos, la clase se hace bastante amena porque el profesor solo se centra en repasar algunos conceptos básicos del año pasado. Por mi parte, aprovecho que sé de lo que está hablando y me pongo a limpiar apuntes de otra asignatura.
La verdad es que tengo una mañana un poco caótica porque es verdad que tengo clases demasiado lejos la una de la otra. Literalmente tengo que subir y bajar tres pisos a cada cambio. Eso no hay piernas que lo soporten. No sé quién lo pensó, pero tiene mi odio.
Si corrieras por las mañanas, estarías un poco más entrenada.
Por las mañanas tengo ganas de morir, ¿cómo demonios quieres que me ponga a correr?
En fin, al menos puedo comer con Liam y Keira —a la cual no había visto desde que me fui del bar por última vez— y nos ponemos al día. Bueno, nosotras dos nos ponemos al día, porque Liam se pasa el rato echándose miraditas con una chica del otro lado de la cafetería. Justo cuando estamos saliendo de ella, se despide de mí y se acerca a ella con una enorme sonrisa, a lo que veo que se pone roja. Intento no poner los ojos en blanco. Keira no lo consigue y directamente lo hace.
Ya es por la tarde cuando empiezo mi caminito hacia la residencia. Apenas he dado dos pasos cuando me vibra el móvil. Desearía que no se me acelerara la respiración como lo hace. No puedo evitarlo. Especialmente cuando veo de quién es.
Jared: ¿Puedo ir a verte?
Cómo han cambiado las cosas, ¿eh? Ahora es él quien no sabe cómo comportarse conmigo y tiene que preguntarme las cosas.
No negaré que es un poquitín satisfactorio.
Brooke: En cinco minutos estaré en la residencia.
No responde, por lo que supongo que habrá ido a por su coche.
Efectivamente, cuando llego me lo encuentro jugando distraídamente con sus llaves, sentado en las escaleras. Levanta la cabeza cuando me ve llegar y se pone de pie, metiéndoselas en el bolsillo.
—¿Qué tal tu primer día? —pregunta directamente.
Vale, esto está siendo incómodo. He visto el ademán que ha hecho de besarme —creo que más por instinto que por nada— y cómo se ha detenido en seco.
Sí, bastante incómodo.
—Mhm... un poco cansado. ¿Y tú mañana?
—He tenido ensayo.
—¿Vuelves a tener ensayos?
—Técnicamente, no. Pero a Ally le dará un ataque si no nos da órdenes, al menos, una vez a la semana.
Él se aparta cuando entran dos chicas de la residencia y se quedan mirándonos descaradamente al ir hacia las escaleras. Por un momento, el pensamiento de que lo estén haciendo porque Jared es evidentemente atractivo hace que entrecierre los ojos. Después, me acuerdo del pequeño detalle de que es famoso.
—¿Quieres que subamos? —pregunto, al ver que él también se da cuenta.
Realmente, no espero una respuesta. Paso por su lado y noto que me sigue cuando subo las escaleras rápidamente. Las dos chicas, al menos, han desaparecido. Pero han sido sustituidas por algo mucho, mucho peor.
Lexi y Kevin besándose —o más bien succionándose— el uno al otro en MI puerta.
Pongo una mueca y noto que Jared se detiene a mi lado, mirándolos.
—Genial —murmura él.
—Qué asco —mascullo, aumentando mi mueca—. ¿Por qué tienen que hacer eso en mi puerta?
—Será más cómoda que la suya.
Justo en ese momento, Lexi se da cuenta y se separa con toda la dignidad que puede reunir. Kevin parece medio desorientado cuando da un paso atrás, mirándonos también.
—Ah, hola, Brookie —sonríe ella ampliamente—. Y Jed. Mhm... ¿qué hacéis tan juntitos otra vez?
—¿Y tú lo preguntas? —Jared enarca una ceja.
—¿Por qué hacéis eso en mi puerta y no en tu habitación? —le increpo.
—Oh, sí... eh... —Lexi parece incómoda pero alegre a partes iguales—. ¿Tienes condones? Es que se me han terminado.
Kevin la mira de reojo.
—¿Cuántos has usado?
—Eh... algunos...
—¿Con cuánta gente?
Lexi lo ignora categóricamente, mirándome.
—¿Tienes o no?
—Pues no —le pongo mala cara.
—Yo sí.
Me giro perpleja hacia Jared, que se saca uno del bolsillo y se lo lanza a Kevin. Él lo atrapa al aire con una gran sonrisa.
—¡Te debo una!
Lexi lo engancha del brazo y lo arrastra a su habitación, dejándonos solos de nuevo. Jared está sacudiéndoles la cabeza, pero se detiene en seco cuando ve que lo estoy mirando fijamente.
—¿Qué?
—¿Me puedes explicar por qué llevabas un condón en el bolsillo?
Abre la boca y vuelve a cerrarla, pensando una respuesta.
—¿Seguridad?
—¿Qué seguridad? ¿Con quién te creías que ibas a usarlos?
—Oye, mejor tenerlos y no usarlos que necesitarlos.
Pongo los ojos en blanco cuando me sonríe disimuladamente. Voy a mi habitación y abro la puerta. Por cierto, vuelve a ser un maldito desastre, como el año pasado. Y, también como el año pasado, Jared se quita la chaqueta y la lanza a mi silla con una habilidad que yo jamás aspiraré a tener, siendo realista.
Finalmente, se deja caer en mi cama de espaldas con toda la confianza del mundo y agarra al gnomo danzarín, dándole un toquecito en la cabeza.
—Cuánto tiempo, Rudolf.
Le pongo mala cara y me sonríe mientras me siento al otro lado de la cama y me quito las botas. De verdad, qué cansada estoy hoy. Y no debería estarlo tanto. Esto es un poco triste. Tengo que hacer más ejercicio.
—¿Y cuál es el magnífico plan para esta tarde, Brookie? —pregunta él distraídamente, volviendo a darle en la cabeza al pobre gnomo.
—Mhm... no lo sé.
—No eres muy buena anfitriona.
—Es decir, tenemos mucho de lo que hablar, ¿no?
Me mira de reojo con mala cara y luego vuelve a centrarse en el gnomo.
—Tu dueña es un poco aburrida, Rudolf.
—¿Y qué quieres hacer tú? —me cruzo de brazos en su dirección.
—¿Ahora que me han quitado lo que llevaba en el bolsillo? No lo sé. Me han dejado sin ideas.
—Lo digo en serio.
—Y yo también.
—¿Te crees que no tengo condones? Claro que los tengo. Pero si Lexi descubre dónde están...
Me detengo cuando me doy cuenta de lo que estoy insinuando. Él me mira con una ceja enarcada, medio divertido.
—Eso no quiere decir que quiera usarlos —añade.
—Podríamos hinchar globitos e ir a jugar al parque, Rocky.
—Oh, cállate.
Alcanzo mi portátil y me siento a su lado con las piernas cruzadas.
—Pues vamos a ver una película —mascullo.
—¿Y la elijo yo?
—Pues no.
—Pues no estoy de acuerdo.
—Pues me da igual. Cállate. Y no me toques la cintura.
Retira el brazo enseguida, riendo.
—Solo ha sido un roce —protesta.
—Al próximo roce, te voy a dar con uno de esos condones en la cara.
—Qué miedo.
—Si les doy un tirón y luego los suelto, te va a hacer mucho daño.
—Se me ocurren peores formas de morir, la verdad.
Le entrecierro los ojos antes de acomodarme más a su lado, eligiendo película. La verdad es que he dicho que elegiría yo y no tengo mucha idea de cuál quiero poner.
—Mhm...
—¿Seguro que no quieres que elija yo? —pregunta, mirándome de reojo.
—No —le quito el gnomo de las manos—. Y deja de jugar con eso.
—Te noto un poco alterada hoy, Rocky.
—Yo siempre estoy alterada. Ya deberías saberlo.
Él contiene una sonrisa y lo miro.
—¿Qué?
—Nada.
—¿Qué ibas a decir?
—Nada —insiste—. Solo pensaba en condones hinchados y en parques.
—¡Jared!
—Ese jersey te sienta muy bien, ¿lo sabías?
—No me distraigas, ¿te crees que siempre voy a caer con lo mismo? —protesto—. Y es nuevo, gracias por fijarte.
—¿Qué más te compraste? —sonríe maliciosamente.
—Pues una bufanda y unos... —me detengo y lo miro al darme cuenta de lo que está haciendo—. Serás idiota.
—Oye, lo del jersey no es mentira.
—Cállate.
—¿Por qué te pones roja, Rocky? —él recupera a Rudolf cuando ve que me distraigo.
—No estoy roja.
—Sí lo estás.
—No lo est... —lo miro un momento—. Pero, ¿qué te pasa hoy?
—¿No puedo estar de buen humor?
Me quedo mirándolo un momento y él me devuelve la mirada, un poco confuso. Sin embargo, no se mueve cuando le sujeto la cara con una mano, acercándome para revisarle los ojos. Enarca una ceja mientras los inspecciono.
—Sabes que la gente puede ponerse de buen humor sin necesidad de estar enferma, ¿no, Rocky?
—¿Seguro que estás bien?
—Bueno, ahora estoy mejor que antes. Puedes quedarte así un rato más.
Me separo y lo empujo por el hombro, haciendo que se ría suavemente de mí. Parece mentira, pero sigue afectándome que se ría. Bueno, sigue afectándome todo lo que hace. Y ni siquiera lo hace a propósito.
Estúpido Jared.
—¿Qué te parece...? —reviso las películas que tengo delante—. ¿...romance? Bueno, mejor no.
—¿Y por qué no? —inquiere, divertido.
—Porque no.
—¿Te hace sentir incómoda?
—¿A ti te haría sentirte incómodo que te echara?
Sonríe ampliamente mientras se pone de pie.
—Voy a por algo de comer a la máquina.
No puedo evitar mirarlo de arriba abajo cuando se va a la puerta y me pongo roja yo sola al darme cuenta. Menudo repaso le he dado. Menos mal que no se ha enterado.
Al final, él vuelve con provisiones y yo elijo una película cualquiera que resulta ser un poco aburrida. Aún así, lo ignoro completamente cada vez que me mira de reojo. O me roza con el hombro. O con la rodilla. Os juro que si pudiera evitar que se me acelerara el pulso cada vez que lo hace, sería más feliz.
Estúpido Jared.
Gracias, conciencia.
Ya está terminando y a mí me da igual. Qué película tan mala. Jared sonríe cuando bostezo descaradamente y miro por la ventana. Se está haciendo de noche. Él también se da cuenta.
—Bueno —me sonríe de nuevo—, creo que debería irme. Y tú deberías buscarte algo para cenar.
—Me da pereza bajar a la cafetería —mascullo, cerrando la tapa del portátil, dejándolo a un lado y aprovechando el hueco que ha dejado al irse para estirarme.
—Sabes que la sociedad ha avanzado y hay algo que se llama pizzero, ¿no? Seguro que alguna vez has oído el concepto.
Le lanzo una almohada y la atrapa al aire. Cuando me la devuelve, está sonriendo. Yo le pongo mala cara.
—Pues ya pediré una pizza —murmuro.
Lo miro más fijamente de lo que me gustaría mientras recoge su chaqueta y va hacia la puerta. Algo en mi interior hace que me incorpore un poco, mirándole el culo. Soy una pervertida.
—Mañana vendré a verte —me dice, abriendo la puerta.
Se detiene un momento cuando ve que lo miro fijamente.
—¿...o no? —añade, confuso.
—Oye, Jared... —murmuro, nerviosa.
Me mira, apoyado en la puerta. Parece sinceramente intrigado cuando me pongo de pie y me acerco a él.
—¿Te gustaría...?
—¿Puedes firmarme esto?
Me quedo mirando a una de mis vecinas, que se ha acercado a Jared con una sonrisa nerviosa. Cuando él la mira, veo que su expresión cambia totalmente a la seria de siempre. La chica se pone roja como un tomate cuando es su foco de atención. Le está enseñando una camiseta de su banda —¿lo habrá visto llegar?— y un marcador.
Te entiendo, hermana.
—Eh... —Jared me mira un momento—. Sí, claro.
Jared se la firma rápidamente y ella lo agradece, todavía roja de vergüenza. Él vuelve a girarse hacia mí y hace un ademán de decir algo, pero aparece otra chica de la nada. Y otra. Y, de pronto, hay una cola de cinco chicas esperando.
Jared parece un poco incómodo con todo eso, especialmente cuando alguna lo roza o algo así. Nunca me había dado cuenta de ese detalle. De lo poco que le gusta que le toquen. Quizá es porque conmigo nunca ha sido así. De hecho, ha sido todo lo contrario.
Y eso te gusta, ¿eh?
Cada vez que desaparece una chica, aparece otra y yo estoy empezando a agobiarme. Y creo que él también. Cada vez que hace un ademán de irse, vuelven a rodearlo. Y cada vez son más. He llegado a pensar en dejarlo solo ante el peligro para que aprenda, pero eso no sería muy ético, así que me mantengo a su lado y recibo unas cuantas miradas de desprecio.
Creo que es cuando llegamos a la chica número veinte cuando ya me pongo nerviosa y no puedo soportarlo más.
—¿Podemos hacernos una fot...?
—Chicas —atraigo su atención con toda la civilización que puedo reunir y todas me miran—, sé que suena un poco desagradable, pero es que Jed y yo estábamos manteniendo una conversación muy importante y él tiene que marcharse en cinco minutos. ¿Os importaría que os firme todo eso otro día?
Hay un momento de silencio cuando intercambian miradas. Creo que no les caigo bien, pero al menos murmuran algo y se marchan. Jared las observa, medio divertido, antes de girarse hacia mí.
—¿Debería contratarte como guardaespaldas, Rocky?
Me asomo al pasillo para asegurarme de que ellas vuelven a sus habitaciones. Recibo alguna que otra mirada de amor más, pero al menos lo hacen. Vuelvo a mirarlo, él tiene la intriga en los ojos.
—¿Qué conversación es esa tan importante y por qué tengo que irme en cinco minutos?
—Era solo una excusa, cállate.
—Sí, señora.
Ya se está burlando de mí otra vez. Pero decido ignorarlo. Más que nada, porque estoy un poco nerviosa. Él apoya un brazo en el marco de la puerta, inclinándose hacia mí. No sé si lo hace sin querer o qué, pero mis nervios aumentan.
—¿Qué pasa? —pregunta.
—¿Quieres... quedarte a cenar?
Parece un poco sorprendido. Tarda en contestar y yo me adelanto.
—Podríamos pedir pizzas. Porque yo no tengo una cocina, como habrás comprobado. Y la cafetería estará llena. No creo que quieras volver a encontrarte todas esas chicas. Y la máquina del pasillo no está mal para comer un poco de comida basura por la tarde, pero para cenar no es muy....
—Brooke —me detiene, divertido—, cálmate. Claro que quiero quedarme.
—Genial —murmuro—. Osea, tampoco es que sea genial. Es... está bien. Y ya está. Solo bien.
Contiene una sonrisa con todas sus fuerzas para no reírse de mí. Me entran ganas de golpearme la cabeza contra la pared.
—Entonces, ¿me dejas pasar?
—¿Eh?
Miro hacia abajo y me doy cuenta de que estoy plantada en medio de la puerta. Vuelvo a levantar la cabeza. Ups.
—Sí, claro.
—Pues vamos a pedir esas pizzas que están solo bien.
Sin embargo, no se mueve y me doy cuenta de que es porque yo no me he movido en absoluto. Enarca una ceja, confuso, cuando me vuelvo a quedar mirándolo.
Hacía mucho que no sentía esto con él. Es como lo que sentía cuando empezamos a conocernos. Como si el mundo desapareciera a mi alrededor. Como si solo existiera él. Y tengo unas ganas de lanzarme sobre él más grandes de las que me gustaría.
—¿Brooke?
No sé en qué momento he decidido mandar todo pensamiento coherente a la mierda, pero lo hago.
Antes de darme cuenta de lo que hago, doy un paso hacia delante y le pongo una mano en el pecho, sujetándole la camiseta. Él no se mueve, pero se queda muy quieto, cuando pego mis labios a los suyos. Vale, no se lo esperaba. Yo menos.
Pero se siente demasiado bien. Como si hiciera una eternidad que no lo hago.
De todos modos, me separo cuando noto que no me sigue el beso y veo que me mira, parpadeando sorprendido.
—Vale, sí que era una conversación importante.
Sonrío, sacudiendo la cabeza, pero toda sonrisa se me borra cuando da un paso hacia delante y me agarra de la nuca, besándome. Esta vez de verdad. Cierro los ojos al instante en que abre la boca sobre la mía y oigo que se inclina un momento hacia atrás para cerrar la puerta.
El corazón me late a toda velocidad solo por la anticipación. Noto que una de sus manos se hunde en mi pelo cuando le paso los dedos por la parte de baja de la espalda, atrayéndolo hacia mí. Mi pecho se pega al suyo y su otra mano me sujeta el cuello, pasándome el pulgar justo por encima de la zona donde mi pulso late descontrolado.
Me da la sensación de que eso hace que aumente la intensidad del beso. Me empuja con las caderas hacia atrás y mis piernas chocan con la cama, pero no me caigo en ella. Pero sí me separo un poco para tirar de su camiseta hacia atrás. Él me sonríe de lado cuando ve las ganas que tengo de hacerlo. Aunque sé que él tiene las mismas. Solo se le da mejor disimular que a mí.
—Menos mal que no decías lo de los condones para usarlos —enarca una ceja.
—Oh, cállate. Ni siquiera los necesitamos. Tomo pastillas, ¿recuerdas?
—Como para olvidarlo. Ahora, quítate ese jersey nuevo.
Sonrío y me lo saco por las cabeza, dejándolo en cualquier lado.
Y, en menos de cinco minutos, estamos los dos en ropa interior, pasando las manos por todas partes. La piel le arde. Especialmente cuando le paso los dedos cerca de la tira de sus bóxers. Se inclina más hacia delante y clava los dedos en mi cadera cuando me empieza a besar bajo la oreja, en la mandíbula y en el cuello. Le rodeo el cuello con un brazo.
Casi al instante, él baja un poco el brazo y me levanta de forma que no me queda otra que rodearlo con las piernas. Se da la vuelta y se sienta en la cama conmigo todavía en su regazo. Deja mi cuello y vuelve a mirarme mientras me deshace el sujetador con una mano.
—Me parece que sigues llevando mucha ropa, Rocky.
—Pues ya sabes lo que hacer con ella.
Sonríe y niega con la cabeza, quitándome el sujetador. Sus ojos no abandonan los míos y su sonrisa no se borra cuando me pasa las manos por la piel ahora expuesta. No sé si es por el tiempo que hace que no lo hacemos, pero siento que me gusta muchísimo más que de costumbre. Y eso que era difícil superarse.
De pronto, se para en seco y engancha el lateral de mis bragas con un dedo.
—¿Por qué nunca había visto estas?
—¿Por qué te fijas en mi ropa interior?
—No puedo evitarlo. Me gusta demasiado lo que tiene debajo.
—Son nuevas, idiota.
Sonríe y se inclina hacia delante para besarme en los labios por un breve momento.
—Pues son preciosas, pero ahora mismo voy a tener que deshacerme de ellas, muy a mi pesar.
En menos de un segundo, estoy tumbada de espaldas en la cama. Me apoyo en los codos para mirarlo. Se ha arrodillado en el suelo, a los pies de mi cama. Un escalofrío me recorre la espina dorsal entera cuando agarra ambos lados de la última prenda que me queda y la baja con un poco más de velocidad de la que pretendía. Definitivamente, él tenía tantas ganas de esto como yo.
Se inclina hacia delante y noto sus labios en el tatuaje de la rosa que hay en mi cadera. Lo besa por un momento antes de empezar a bajar, sujetándome las caderas con ambas manos. Yo me dejo caer con la espalda en la cama y cierro los ojos cuando hunde la cabeza entre mis piernas. Solo quiero disfrutar del momento.
Agarro las sábanas con un puño cuando me doy cuenta de que es la primera vez que hace esto conmigo. Y digo conmigo porque lo hace demasiado bien como para ser la primera vez que lo hace en toda su vida. Arqueo la espalda involuntariamente. No quiero pensar en la cantidad de veces que ha hecho esto. Ahora no.
Hundo una mano en su pelo cuando noto que estoy cerca. Él me suelta las caderas cuando nota y sustituye su boca por su mano, subiendo hasta que su cara queda a la altura de mis pechos. Cuando se mete uno en la boca, no puedo más y exploto.
Creo que mis piernas son gelatina cuando quita su mano de ahí para acariciarme la cadera. Suelto todo el aire de mis pulmones, mirando el techo. Estoy agotada pero sigo teniendo ganas de más.
Veo que él se quita los bóxers y me sonríe de lado cuando ve que me doy cuenta. Me atrae con un brazo y se vuelve a sentar en la cama, dejándome encima de él. Lo acaricio con la mano y él se apoya con una en la cama mientras que con la otra me rodea las caderas.
Me gustaría alargar esto mucho más de lo que alargamos, pero ya no puedo más. Me inclino hacia delante y lo beso mientras me coloco justo como quiero. Entonces, me dejo caer y él aprieta instantáneamente los dedos en mi cadera, atrayéndome hasta que nuestros pechos están pegados. Su corazón también late a toda velocidad. Eso hace que se me acelere la respiración mientras me deja marcar el ritmo, con la frente pegada a la suya.
Sin embargo, como siempre, termina siendo él quien me agarra de las caderas y marca el ritmo. Y admito que me gusta más de lo que debería. Le rodeo el cuello con los brazos mientras sigo moviéndome y besándolo en los labios, la mandíbula y el cuello. Le doy un beso en el primer tatuaje que tiene el hombro y noto que se estremece, así que hago lo mismo con los demás, siguiendo la línea de su hombro hasta volver a llegar a su cuello.
Cuando llego, suelta un gruñido y me da la vuelta, dejándome caer de espaldas en la cama y clavando una mano junto a mi cabeza para aumentar el ritmo. Entreabro los labios y notar que él está cerca hace que yo también lo esté. Aprieto los muslos en sus caderas y noto que él aprieta los dedos en mis sábanas cuando, finalmente, vuelvo a explotar. Entonces, hunde la cara en mi cuello y él hace lo mismo.
Pasan unos segundos sin que ninguno de los dos diga nada. Le acaricio la nuca con los dedos y noto que los hombros se le relajan.
—Te he echado de menos —murmuro.
Tiene la boca pegada a mi hombro, así que noto perfectamente cuando sonríe.
—Creo que eso se queda muy corto para definir lo que he sentido esas semanas contigo, Brooke.
Intento decir algo, pero se separa y me da un último beso en los labios antes de ponerse de pie.
—Bueno, vamos a pedir esas pizzas.
Y, como si nada hubiera pasado, alcanza su móvil y llama con toda la tranquilidad del mundo.
Yo vuelvo a dejar caer la cabeza hacia atrás, suspirando.
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